17
Independientemente de la trampa que me hizo mi madre con mi familia, la cena fue mejor de lo esperado. Como ya sospechaba, todos estaban encantados con Elysia, a excepción de Lía que miraba a mi novia como si quisiera perforarla con la mirada.
—¿Elysia, verdad?—preguntó Lía con un tono agudo, mientras recogíamos los platos.
—Sí, Lía, ¿verdad?—respondió Elysia con una sonrisa.
—¿A qué te dedicas?—inquirió Lía, sin dejar de mirarla fijamente.
—Soy veterinaria—contestó, con la misma amabilidad.
—Interesante—dijo Lía, pero no sonaba interesada en absoluto.
Me importaba una mierda su disgusto. Ella ya debería dejar ir esos sentimientos absurdos que no llegarían a nada salvo meterme en problemas. Después de ayudar y hablar otro tiempo más, decidí que ya era hora de irnos. Elysia había bostezado tres veces.
—Nosotros nos vamos ya—anuncié, levantándome.
Mi madre volvió a ofrecer que nos quedáramos a dormir, pero me negué rotundamente. Sabía lo que planeaba, sé bien que mañana tendrían la comida que mencionó y no tenía ánimos de tener que compartirla más con mi familia.
—¡Vamos, hijo!—insistió mi madre.
—¿No te gustaría quedarte, querida?—se dirigió a mi novia.
—Así podríamos desayunar juntas. Lo siento, es que es la primera vez que mi querido hijo trae una novia a casa y...—se cortó a mitad de frase por la emoción.
Mi madre era una dramática por naturaleza y lo que estaba haciendo ahora era una clara manipulación. Iba a negarme una vez más, pero Elysia se me adelantó.
—Claro, no hay ningún problema—dijo Elysia, sorprendida por la insistencia.
—¿De verdad?—soltó mi madre sin poder creérselo.
—Claro, será un honor—respondió, con voz dulce y una gran sonrisa, inocente a las intenciones de mi madre.
Miraba a una y otra con clara desaprobación. Una de las cosas que más odiaba era ser manipulado y obligado a hacer algo que no deseaba. Ambas me miraron, mi madre con cara claramente triunfal y mi chica con culpa y confusión a partes iguales. Me dieron ganas de irme y dejarlas allí plantadas, pero al final suspiré. No había nada que pudiera hacer, eran dos contra uno, por lo que resignado acepté de mala gana.
Algo positivo que le pude sacar a todo esto fue que fuimos los únicos que nos quedamos a dormir. Después de desearle las buenas noches a todos y casi tener que pelear con mi hermana, porque quería dormir con mi novia, por fin estábamos solos una vez más.
—Lo siento, quizás no debí haber aceptado—se apresuró a decir mi pelirroja, una vez en la habitación.
—No te preocupes, estoy seguro de que mi madre habría encontrado otra manera de hacer que nos quedáramos. Puede ser muy persistente cuando se lo propone.
Me coloqué detrás de ella, ayudándola a bajar la cremallera de su vestido, para luego sacárselo y dejarlo caer al suelo, dejándome una hermosa vista de su cuerpo semidesnudo en ropa interior. Definitivamente, debí haber dicho que no, mierda.
—Ahora mismo desearía poder hundirme en ti—dije sin pensar.
—Pero si lo hacemos, no creo poder estar presente para el desayuno con tu madre en la mañana—dijo, sin más, y yo la miré, confuso, sin darme cuenta de que había expresado mis deseos en voz alta.
Se sacó los tacones y se subió a la cama, para luego meterse entre las sábanas. Yo suspiré frustrado y también me desvestí para seguirla poco después a la cama, atrayéndola hacia mí. Sentir su piel cálida contra la mía solo empeoraba las ganas que crecían en mí. Besé sus labios, pillándola un poco por sorpresa, pero enseguida respondió a mi beso con las mismas ganas y ansias.
—Deberíamos detenernos...—murmuró entre beso y beso, pero yo no quería dejarla ir todavía.
—Solo uno más—murmuré, mordiendo su labio inferior, jadeando ella en respuesta.
—Aaron—me advirtió en un gimoteo. Volví a suspirar y a regañadientes, me separé un poco de ella.
—No teníamos que habernos quedado aquí—solté en protesta, y ella solo se rio.
—Fue una noche divertida, no pensé que tuvieras una familia tan...
—¿Excéntrica?—acabé la frase por ella.
—Iba a decir numerosa, pero eso también. Parece que les he caído bien, ¿No?
—Te dije que te iban a adorar.
Estoy seguro de que habrían aceptado incluso si traía a una mendiga.
—Pero creo que a Lía, no mucho—dijo ella con un suspiro.
—Ella es... un poco tímida, nada más. Ahora dejemos de hablar de mi familia, es hora de dormir—concluí, estirando la mano para apagar la luz.
Elysia se pegó más a mí, enredando sus brazos y piernas a mi alrededor, apoyando su cabeza en mi pecho.
—Gracias por esta noche, ha sido maravillosa—murmuró, dándome un casto beso, y a los pocos minutos, se quedó dormida.
—Gracias a ti, por hacer que lo sea—murmuré en la oscuridad.
A LA MAÑANA SIGUIENTE:
Cuando desperté al día siguiente, eran tan solo las seis de la mañana, Elysia dormía plácidamente a mi lado, enredada a mí como si fuera un gran pulpo. Me desenredé de ella y me coloqué los pantalones. Salí de la habitación con cuidado y fui a la que antaño fue mi propia habitación, antes de salir de las garras de mis padres.
Estaba tal cual la dejé, aunque había algunas cosas que se cambiaron. Todo estaba demasiado cargado, desde las paredes hasta mis estanterías, llenas de mis colecciones, desde las más normales como los coches deportivos, hasta las más raras como los sellos de todos los países a los que viajé. Suspiré y abrí los cajones en busca de algo de ropa. Después de encontrar lo que buscaba, salí del cuarto y volví al de invitados.
Ella todavía seguía durmiendo, abrazada a sí misma en posición fetal. No llevaba más que ropa interior y de nuevo me sentí tentado a despertarla, pero el ruido de la vibración del móvil me distrajo. Supuse que sería de mi móvil, pero al segundo me di cuenta de que no era así, sino que venía del móvil de Elysia. Alargué la mano, dando con el. Este volvió a vibrar en mis manos y al leer el mensaje fruncí el ceño.
Fue una gran sorpresa verte el viernes, espero que todavía siga en pie la cita de hoy
—¿Pero que cojones...?—murmuré en voz baja, sintiendo cómo la ira empezaba a sustituir mi buen humor.
¿Cómo qué cita? ¿Ha quedado con alguien hoy? ¿Por qué no me lo dijo?
Entré en la conversación y empecé a leer esta, de principio a fin y mi buen humor se esfumó, siendo esta sustituida por la ira.
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