14
El dicho 'ojo por ojo y diente por diente' nunca había resultado tan doloroso, frustrante, desesperante y angustioso como el día que se aplicó en mi contra. ¿Quién más que ella podría infligirme este sufrimiento? Todo por intentar hacerla comprender su error.
Después de haber sobrepasado el límite que podía soportar sin su presencia, busqué solucionar las cosas, pero Elysia no estaba dispuesta. No respondía a mis llamadas ni a mis mensajes, a pesar de que claramente los leía. Fui a buscarla a su trabajo, pero me despachó como a un extraño con la excusa de tener mucho trabajo, a pesar de que la tienda estaba vacía.
Ahora, furioso como me encontraba, conducía rumbo a su casa, ya que hoy íbamos a abordar los problemas, le gustara o no. Mientras conducía e intentaba no atropellar a nadie por mi mal estar. Ellos no tenían la culpa del comportamiento infantil de mi chica. porque sí, ella es mía y así sería siempre.
Como estaba mencionando, mientras conducía, llamé a mi madre. Menuda alegría la daré; ya puedo escuchar sus gritos incluso antes de que se lo cuente.
Ella no tardó en responder.
—¿Hijo?—su voz sonaba confusa al otro lado de la línea.
Debía extrañarle que la llamara, especialmente entre semana.
—El mismo y favorito—dije, tratando de que no notara mi molestia.
—¿Ocurre algo? ¿Todo está bien?—preguntó preocupada.
No, nada está para nada bien.
—Sí, mamá, no te preocupes. ¿Papá y tú tienen planes para este fin de semana?—pregunté casualmente.
—Amanda nos invitó a todos a una barbacoa, para celebrar que por fin terminaron de construir y arreglar el patio trasero de su casa.
—¿Es así?—pregunté sin mostrar mucho interés.
—Sí, cielo. Espero que no te moleste, no te dijimos porque sé que no te gusta este tipo de cosas—se apresuró a decir.
Y tiene toda la razón, las odio, y con mi mal estar actual, no creo que pudiera soportar a todos ellos. Los amo, pero cuánto más lejos, mejor.
—No te preocupes. Te llamé por otra cosa.
—¿Y de qué se trata, hijo?
—Quiero... Quiero que papá y tú conozcan a alguien. ¿Podrían hacer hueco para mí este fin de semana?
Mi madre se quedó en silencio por unos segundos, y le di tiempo para procesar mis palabras. Al ver que después de dos minutos seguía sin hablar, la llamé.
—¿Mamá?
—¡Ah, sí! Claro, se lo diré a tu padre y te enviaré un mensaje...
—Gracias, mamá. Lo esperaré—la interrumpí y me apresuré a colgar antes de que me inundara de preguntas.
No estaba de humor para responderlas, y sé que no me dejaría ir. Ahora tengo que resolver otro asunto. Continué conduciendo hasta llegar a su casa, donde estacioné y consulté la hora: 17:45 de la tarde. Ella salía de trabajar a las seis, por lo que faltaría poco para que regresara a su casa.
Apagué el coche y decidí esperarla. En ese proceso, mi madre me envió un mensaje donde decía que el sábado por la noche estaban libres.
—Bien, una tarea menos.
Los minutos pasaron y, finalmente, veinte minutos después, pude verla. Llevaba el cabello otra vez recogido, con unos auriculares puestos y una ropa deportiva demasiado grande para ella, que no le favorecía en absoluto. Antes de que llegara a su portal, saqué mi móvil y le escribí otro mensaje.
¿Seguirás ignorándome?
Ella sacó su móvil, miró el mensaje y frunció el ceño, pero una vez más guardó el móvil sin responder y sacó sus llaves. Me apresuré a salir del coche, crucé la calle a toda prisa para poder alcanzarla. Al hacerlo, rodeé su cintura con mis brazos y noté cómo su cuerpo se tensaba y acto seguido forcejeaba para soltarse.
—¡Suéltame!—gritó, con la voz cargada de miedo.
Le saqué uno de sus auriculares y hice que me viera.
—Soy yo, cálmate.
Todo su cuerpo se relajó en mis brazos y ella suspiró aliviada, pero eso duró muy poco, porque arremetió una vez más contra mí.
—¿Eres idiota? ¡No vuelvas a aparecer así!—me regañó golpeando mi pecho.
—No es mi culpa que no me escucharas llegar. Eso te pasa por llevar estas cosas puestas—señalé sus auriculares.
Ella me fulminó con la mirada y luego se deshizo de mí, abriendo la puerta de su casa. Por suerte, no me despachó.Tampoco me habría ido si así lo hubiera hecho.
—¿Qué haces aquí?—quiso saber mientras subíamos a su piso.
—Quería verte, quiero arreglar las cosas.
—¿En serio?—soltó con sarcasmo, y respiré hondo para contener mi mal genio.
Ambos entramos a su pequeño apartamento, donde cerró la puerta y comenzó a moverse en él como si yo no existiera. Me dejé caer en el sofá mientras ella iba de aquí para allá, recogiendo el desastre en su casa, ignorándome una vez más.
—Quiero que dejes de ignorarme.
—¿Cuándo te ignoré? Solo he estado ocupada —me contradecía yo suspiré.
Cuando pasó cerca de mí, tiré de las solapas de su camisa hacia mí. Ella perdió el equilibrio, y antes de que cayera al suelo, tiré con más fuerza, logrando que cayera sobre mí.
—¡¿De verdad quieres arruinarme el día de hoy, no es así?!—me gritó una vez más, y yo la acallé con un beso.
Elysia quiso resistirse, moviéndose sobre mí para que la liberara, pero no cedí y continué. Ya había cedido demasiado, no lo haría nuevamente.
Al cabo de unos pocos segundos, comenzó a ceder; su cuerpo dejó de estar rígido, y sus labios se movían al compás de los míos. Entreabrió su boca para dar paso a mi lengua.
La había echado tanto de menos... ¿Cuánto tiempo fue? Diría que unos cuatro días, pero nunca los sentí tan largos. La acomodé mejor en mi regazo, y ella se agarró a las solapas de mi camisa, besándome ávidamente, como si también hubiera anhelado mis besos. No tardó en que su cuerpo, mejor dicho, sus caderas, comenzaran a moverse de forma involuntaria contra mí. Era una sensación tan agradable y, al mismo tiempo, tan frustrante.
Corté el beso a regañadientes para obligarnos a respirar. Ambos jadeábamos por el intenso beso. Elysia miró mis ojos y luego a mis labios nuevamente, se mordió los suyos, estaba deseosa, pero, ¿Me deseará ella a mí como yo a ella? Y como si pudiera escuchar el tormento de mis pensamientos, habló.
—¿Volverás a decir que no es el momento?—inquirió enmarcando una ceja, con voz casi acusatoria, y yo sonreí.
Así que esta situación también la estaba frustrando.
—No, creo que es el momento perfecto—solté, levantándome del sofá con ella en mis brazos en dirección a su dormitorio.
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