Dolor de... Cabeza.
Era claro para él que Yuuri era popular sin darse cuenta, no sólo en casa de sus padres monopolizaban el tiempo de su novio. Ahora en la pista tampoco podía estar con él.
Suficiente tenía con que a su padre le diera por querer aprender sobre la cocina tradicional japonesa; ¡Por el amor a Slutskaya* su padre era uno de los mejores chefs ejecutivos no sólo de Rusia, sino de París! ¿Qué podría querer saber él? Yuuri cocinaba bien, pero no era un experto y podía apostar que todas las recetas que éste le enseñaba podía fácilmente encontrarlas en internet. Y ni hablar de su madre; no sólo se empeñó en mostrarle todas aquellas vergonzosas fotografías donde él era un infante, sino que también tenía largas charlas con su Yuuri sobre Buda sabrá que temas.
Y ahora Yakov lo mantenía tan ocupado que pocas veces podía pasar más de diez minutos cerca de él y únicamente para fungir como su entrenador. Yurio tenía gran culpa de esto último; ni a sol ni a sombra dejaba al "cerdo". Sabía que no lo odiaba, y también sabía que entre ellos dos además de existir una rivalidad latente, también estaba ese extraño comportamiento de casi hermanos, donde ambos se apoyaban sin siquiera decirlo.
Él, el gran Viktor Nikiforov nunca fue un niño compartido, y como adulto estaba aún más lejos de serlo.
Se alegraba de que entre tanto Yuuri se sintiera querido y bien recibido en su tierra natal, sí, no podía menos que sentirse feliz porque el proceso de adaptación iba de viento en popa, sin embargo él tenía tantas ganas de amanecer abrazando a Yuuri, quería besarlo cada que tuviera oportunidad sin escuchar el silbido acusador de su padre o ver el flash de la cámara de su madre que "documentaba todo antes de..." .
¿De qué?
No lo sabía, pero igual sentía miedo de enterarse. Así, con escasos minutos junto a Yuuri habían pasado más de siete malditos días sin poder siquiera darle un agarrón a ese bonito trasero japonés.
Pero hoy, un domingo libre de práctica y siendo el sacrosanto día de sus padres para salir como solteros. Él aprovecharía al máximo las pocas horas con las que disponía al regresar de ver a Makkachin en ese spa al que lo llevó para evitar peleas con la mascota de sus padres.
Sonriendo, entró en casa y comprobó que en efecto, sus padres no estaban y habían dejado una simple nota diciendo que llegarían más tarde. Yuuri seguramente estaba durmiendo, o jugando con el ordenador. Con pasos rápidos, pero sin perder la elegancia –Tampoco quería parecer ansioso, claro que no.- se dirigió a su habitación.
Nada... Yuuri no estaba ahí tumbado en la cama como imaginaba.
Fue entonces que con un poco más de urgencia comenzó a buscar por toda la casa. No, no estaba en la cocina tomando un refrigerio, tampoco estaba en el jardín jugando a hacer muñecos de nieve, y mucho menos estaba en la piscina techada nadando desnudo...
Justo antes de llamar al 112* reportando una desaparición, escuchó la inconfundible voz de Yuuri. Aliviado y con la ansiedad corriendo libre por todo su cuerpo, se adentró en el único lugar donde no había revisado.
Pero claro, siempre ha tenido mejor recepción la oficina de mamá; si Yuuri está jugando o llamando a quien quiera que sea, lo más probable es que esté ahí.
Y como si su lógica le recriminara el tiempo perdido, pudo ver como Yuuri estaba sentado en cómoda silla de caoba con el ordenador en el pulido escritorio oscuro; diadema puesta y concentrado en la pantalla del aparato. Estaba tan atento a lo que estaba haciendo que no se dio cuenta cuando atravesó la estancia y quedó justo a su lado. Viendo para su disgusto, como no sólo estaba jugando ese absurdo juego de estrategia que solía jugar con Pichit.
Con cuidado y sabiendo que con eso la atención de Yuuri sería completamente suya, se situó tras la silla y deslizó sus manos por los hombros del japonés para finalmente dejarlo atrapado en un apretado abrazo. Bien, quizá lo había hecho gritar un poco, y probablemente – Si es que Pichit tenía los auriculares puestos.- el chico tailandés tendría un fuerte dolor de oído por el grito que Yuuri dio al sentir su toque.
-¡Viktor! ¡Pichit-kun y yo estábamos a punto de obtener nuevos Skins, ahora ya perdimos la partida y nos van a enviar a esperar por veinte minutos!- Y ahí estaba esa rara obsesión por su juego de computador.-
-Creo que podríamos aprovechar bien esos veinte minutos de espera, Yuuri...- Alargó una de sus manos y cerró la PC para que el mensaje quedara claro, si no bastaba entonces, lo reafirmaba con los lentos besos que iba dejando entre el cuello y la oreja, justo donde sabía había un punto de no retorno cuando era tocado.-
-Viktor... Estamos en casa de tus padres, además... Mi partida...-
-Mis papás seguramente llegarán hasta mañana, tu partida y Pichit pueden esperar... Nosotros no.- Y con eso, logró colarse entre la silla y sentarse en las piernas de Yuuri. Si Yuuri quería huir, tendría que tirarlo, y él prefería que fuera en el escritorio, y justo después de haber sido tocado y saciado.
Yuuri podía ser alguien más bien tímido, algo retraído y bastante torpe socialmente, sin embargo, esa parte sexy y pasional se despertaba cada vez que ambos estaban juntos y las caricias justas en puntos exactos lograban sacar a relucir ese lado un poco más descontrolado. ¡Dios como le había costado conocerlo! Recordaba no sin algo de frustración, cómo había sido seducir a Yuuri hasta el punto en el que sus manos dejaron de temblar al tocarlo. Ahora estaba cómodamente sentado sobre el regazo de su pareja sintiendo como éste metía las manos por debajo del condenado suéter de lana que no hacía más que estorbar.
Tantos días sin sus caricias, tantas noches deseando sentir el cuerpo del otro de una forma más íntima, Viktor había tenido una sana vida sexual antes de conocer a Yuuri, no estaba en el limbo de lo desconocido y tampoco se consideraba un experto. Yuuri había sido el primer hombre en su vida, y también sería el único. Con él había descubierto que la semejanza en sus cuerpos no era más que una forma de perfección. Así como él podía encontrar todos los puntos sensibles en el cuerpo del japonés, Yuuri era el único que conocía la medida exacta de pasión, sensualidad y amor con las que debía tocarlo.
Pronto Yuuri comenzó un lento juego con sus labios y su lengua al mismo tiempo que sus manos se aferraban a su trasero tratando de hacer nula la distancia entre ambos. Podía notarlo, no sólo él había esperado ansioso un encuentro como éste.
-Viktor... Tócame...-
Y claro que lo iba a tocar, iba a dejar reducido a su amante a ese ser poco consciente y tembloroso que le dedicaba miradas llenas de amor y que se transformaba en la viva imagen del pecado cuando el placer lograba sobrepasar sus límites. Mordió aquí y allá, incluso escuchó el tronido de la ropa siendo forzada, no quería alejarse, pero quería más, más de la piel de su novio, más de aquellos ruidos que salían sin filtro de lo más hondo, quería tirar de las hebras negras y morder sus hombros. Quería tanto que en la posición en la que estaba era más complicado moverse que hacer un salto por vez primera.
Odio levantarse y poner una brecha entre sus cuerpos, Yuuri lo miraba con deseo a pesar del ceño fruncido y la mueca de disgusto en sus labios hinchados y rojos. Sin perder el tiempo y de rodillas, decidió ir más rápido.
Ya tendría tiempo de hacerle el amor con calma y sin prisas, pero por ahora se encargaría de la necesitada erección de Yuuri que estaba causando estragos en esos pantalones grises. Sin contemplar la mancha de humedad que dejaría, lo tomó así, cubierto, quería enloquecerlo, quería tomar todo y entregar lo poco que él podía dar en ese mismo momento.
Sin mucho tacto bajó lo justo aquellos molestos pantalones de pijama, si Yuuri durmiera desnudo como él, no estaría luchando a muerte como ahora.
¡Y no era justo! ¡No era nada justo que su padre decidiera tocar en ese momento la puerta del estudio!
¡No cuando Yuuri tenía el poco cabello que le quedaba entre sus manos y estaba bañado en sudor!
¡No ahora que estaba a medio camino de ahogarse con el miembro de su Yuuri!
Simplemente aquello era un karma por algún pecado en alguna de todas las vidas que había vivido. Probablemente era el precio a pagar por tener entre sus manos a la criatura más bella del universo entero.
Cuando la puerta se abrió, sin saber cómo Yuuri lo había empujado bajo el escritorio y cerró el espacio restante con su cuerpo. Y ahí estaba, en la posición más rara que su cuerpo podía tomar bajo un escritorio de madera a la espera de poder salir y no sólo liberarse del bochorno, sino del bulto en sus pantalones y en los de su novio.
-¡Yuuri cariño, no sabía que estabas aquí! Pensé que estarías dormido aprovechando que es tu día libre. – Y esa era su madre, Dios si supiera rezar estaba seguro de que ya lo habría hecho, no necesitaba darle material a esa mujer para ser el blanco de sus burlas por los próximos novecientos años.- ¿Vitya está contigo?
-No, él... él... No ha regresado. Se seguro se quedó a jugar con Makkachin por... Ah... por más tiempo.-
-Boris, amor, ¿Querrías buscar algo de té para esas galletas que compramos de regreso? Es una hermosa tarde y creo que podemos tomar el té aquí mismo.- Oh mierda, solo él podía tener tan mala suerte.-
-Ya vuelvo, mientras tanto tomen asiento en los sillones, quiero escuchar más sobre ese museo de fideos en Japón.-
Sintió a Yuuri patearlo son querer, y cuánto deseaba poder ayudarlo, como deseaba no haber sucumbido ahí mismo. Ahora ninguno de los dos podía moverse, Yuuri tenía los calzoncillos y el pantalón hechos un desastre y sobre todo, él estaba tratando de cubrir su desnudez con el escritorio.
-Creo... Creo que sería mejor si tomamos el té en la salita, ahí podemos esperar a que Viktor llegue. – Si él pudiera, lo besaría por actuar tan sereno, y por tratar de dirigir la situación hacia una menos vergonzosa.-
-Pero Yuuri, prometiste que haríamos una vídeo llamada a tu hermana para conocer a tu madre, no es la forma en la que me gustaría, pero dadas las circunstancias...-
Mierda....
-Uhh no... no creo que podamos, en... en este momento mi hermana está muy ocupada en el Onsen, seguro es hora de comer por allá.-
-Oh vaya, es cierto, no tomé en cuenta el uso horario. Supongo que lo podemos dejar para otra ocasión. –Escuchó a su madre moverse y seguido de eso el chirrido de la puerta. Vaya, al parecer esta vez iba a rendirse rápido.-
-Sí claro, la próxima vez le diré que se desocupe un poco... Mi madre estará con ella y... y hasta podría invitar a Minako o... O pedirles una reunión familiar jajaja...-
-Estoy segura de que eso será lindo querido. Por ahora voy a alcanzar a Boris en la cocina para ayudarle con el té.-
¡Sí! Por fin ella se iba, ¡Al fin saldría de ahí!
-Oh y por cierto Vitya, debe ser incómodo permanecer bajo el escritorio, te recuerdo que puedes salir por el otro lado, claro si estás presentable... Espero que no dejen cosas extrañasen mi lugar de trabajo cariño. Los espero en el salón.-
Sí, alguna deidad lo odiaba y ésta era su forma de demostrarlo.
Ahora tenía un horrible dolor de cabeza por haberse golpeado, y eso no era lo peor, Yuuri estaba muerto de vergüenza, y apostaba todas sus medallas junior a que esta vez iba a cumplir aquella promesa que le hizo en la Rostelecom coup...
Abstinencia indefinida por sinvergüenza y exhibicionista...
Estaba jodido y no de la forma en la que su cuerpo deseaba.
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*Irina Eduárdovna Slútskaya (en , Ири́на Эдуа́рдовна Слу́цкая) es una rusa, en 2002 y 2005, en 2002 y 2006; ha sido la única patinadora en conseguir el título de siete veces, y fue cuatro veces ganadora del y campeona rusa en cuatro ocasiones. En total, ganó 40 medallas de oro, 21 de plata y 18 de bronce durante su carrera competitiva. Slútskaya, renombrada por su atleticismo, fue la primera patinadora en ejecutar la combinación.
*La verdad mucho de vídeo juegos no sé, pero me refiero a LOL XD
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