Ailin.
Ella fumaba.
Ella era el cigarrillo de otros.
Ella era el suyo propio.
Y como los cigarrillos,
Acababa tirada en alguna esquina,
Consumiéndose lentamente
Sabiendo que nunca hizo el bien.
Y la madrugada le recibía
Con los brazos abiertos
De quien ha visto mucho
Y ha callado mucho más.
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