Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Tarde

Este es un extra eliminado. Mitad de Excalibur, mitad de Aura. Quería mostrar la parte de Alejo en soledad, pero luego me di cuenta de que no encajaba en Excalibur porque Tomás no aparece en ningún momento. Se me hizo tan cute la escena que creo que merece ver la luz.

Él llevaba dos años sin verla. Íntegro por fuera, carcomido por dentro. El rostro aniñado de Ella comenzaba a disolverse en su cajón de recuerdos, aniquilados por aquello que se repitió hasta el hartazgo.

«Fue una calentura. Eso no era amor. Jamás lo fue. ¿Cómo amar a alguien con quien solamente cruzarse palabras vagas y superficiales?»

Él la amaba desde antes de perderla. Él estaba enamorado de lo superficial, de lo más común, de lo que todos ven. Sin embargo la amaba. A su tosca manera de querer a la gente, a golpes de indiferencia, desde las sombras, sin conocerla. Solo.

¿Y si era una mala mujer? ¿Y si su corazón era de otro? Eso no. Él sabía que ese órgano ficticio le pertenecía a Él, lo vio en su mirada, en sus expresiones corporales, en su tartamudez para dirigirse a Él las contadas veces que cruzaron palabra.

«No... Ella es para mí, y no solo en mis pensamientos. Ella me espera y tengo que encontrarla.»

Con esa frase aniquilaba su principal incertidumbre. Frotándose la cara con rabia, golpeando el volante ante la atenta mirada de los pasajeros que venían en los primeros asientos. O golpeando la mesa del sector de recreo, volcando el líquido que contenía su vaso perfectamente lleno y que se rehusaba a ingerir cada vez que lo atacaba el fantasma de Ella. Y fue en una de esas rondas recreativas cuando perdió la cabeza.

No sé si es esa... Pero si es... Que se joda por boludo. Es preciosa la pendeja. Encima, le doy el boleto y no va que se traba la máquina con las monedas. Me paro, la ayudo haciéndome el langa, pero ni bola. No sé... Para mí flasheó mal el boludo, esas minas no nos dan calce a nosotros...

Al escuchar eso, Él se puso en alerta. ¿Era posible que su primer pupilo la haya visto de nuevo? Tomás estaba con Él una de las pocas veces que Ella se subió a su colectivo, mientras venia aprendiendo el recorrido de la línea bajo la tutela de Él. El susodicho había notado una cierta tensión en Él, tanto así que insistió hasta que Él le confesó la atracción que sentía por Ella, pero dada su aparente minoría de edad prefería quedarse al margen, tragándose sus sentimientos. Agudizó más su oído, acercándose al grupo de choferes que charlaba animadamente en otra mesa.

¿Y si era? ¿Se la vas a soplar? Mirá que Toto es el consentido del chetito, eh —le advierte uno en la mesa—. No sea cosa que te rajen a la mierda por nada. Ya viste que no le tembló el pulso para echar al que le atropelló al perro que cuidaba la minita que lo dejó.

Estaba más que confirmado que hablaban de Él y de su Ella perdida, sabía que ser amigo del dueño, a los ojos de sus compañeros era ser el consentido. ¿Cuánto podían entender de amistades verdaderas personas que hablaban así?

Obvio que sí, si me da cabida... No la veo muy seguido, pero ya van varias veces que la llevo. Y mirá que le sonrío, una vuelta le hice ojitos por el espejo, pero nada... Es inmune la guacha, no sonríe, nada.

«Porque le gusto yo, imbécil. Vos no.»

¿Y vas a hacer algo? —se animó a preguntar otro.

Sí, todavía estoy pensando cómo hacer... Tengo ganas de descomponer el coche, le corto algún cable... Algo que me dé interacción con ella. Cuando los baje a todos quizás le pueda sacar alguna palabra. No sé, veo... Quizás hoy a la noche la encuentre, las veces que la vi fue en martes, como hoy.

Enfureció. ¿Y si le ganaba? Tomás no era feo, era alto y flacucho, a diferencia de Él, que era algo más bajito y tenía el cuerpo un poco más tonificado. Aun así, el joven se había ganado a varias pasajeras que no fueron más que eso, algo pasajero. Pero Tomás tenía algo que a Él le faltaba: carisma. Si lograba conquistarla iba a ser para pasar el rato, quizás le rompía el corazón en la maniobra, algo que Él jamás le haría a Ella.

Perdido en sus cavilaciones, cuando volvió a la realidad el grupo de compañeros se estaba levantando de la mesa, y Él no dudó ni un segundo en alcanzarlo.

—Escucháme una cosa. Te acabo de oír —Él lo tomó del brazo y lo volteó para tenerlo de frente—. Me entero que le tocás un pelo a ella y te cago a trompadas, ¿entendiste?

—¿Qué? —Tomás se rió en su cara—. Qué, ¿es tu mujer? ¿Tu novia? Si dormiste y no te la levantaste no es mi culpa. Jodete por pelotudo, ahora me toca a mí intentar movérmela.

—¡Vos no te vas a mover a nadie! —vociferó mientras lo tomaba de la camisa y lo empujaba contra la pared—. ¡Es una adolescente inocente!

—¡Ja! Adolescente... Eso era cuando viajaba con vos, ahora que viaja conmigo está crecidita. Qué tendrá... ¿Veinte? No sabes lo que está, desarrolladita, carita de mujer... Me vuelve loco.

—Decime ya en qué vuelta la llevás —insistió zamarreando a su compañero.

—¡Ni loco! Ya te dije, perdiste tu turno, ahora es el mío. Aunque... Podemos hacer un trato... Me la levanto, me la garcho, y después es toda tuya. Se me pone dura de solo pensar que sea virgen.

—¡Hijo de puta!

Él le propinó un puñetazo sin pensarlo. Tomás se tambaleó, y Él aprovechó para volver a tomarlo de la camisa y darle otro golpe. Cuando cayó al suelo se sentó sobre él y siguió golpeándolo un par de veces más, hasta que sintió como sus compañeros lo ponían de pie tomándolo de las axilas. El joven quedó al borde de la inconsciencia en el piso, mientras era asistido por otro pequeño grupo de choferes.

—¿Estás loco? ¡Casi lo matás! —escuchó decir a uno.

—¡Vamos a ver si ahora tenés ganas de volteártela! —Él seguía amenazando a su compañero, que yacía en el piso con la cara ensangrentada, intentando reincorporarse.

—¿Qué pasa acá? —Matías, su jefe y amigo apareció en escena—. ¿Qué hiciste?

—Nada... Ya está...

—Vení conmigo a la oficina de administración. Chicos, llamen a una ambulancia. Que se haga ver.

Él acompañó a Matías hasta su oficina. Ya dentro, el hombre sacó dos latas de gaseosa de la pequeña heladera que tenía, le extendió una y se sentó frente a Él. Vio las manos de su empleado llenas de sangre, y luego de mover la cabeza negativamente, le extendió unas servilletas para que se limpiara. Volvió a su posición frente a Él, y lo observó detenidamente.

—Sabés que te tengo que suspender, ¿no? —le informó abriendo la lata y bebiendo un sorbo.

—Sí, lo sé...

—Incluso hasta debería echarte... Pero eso no pienso hacerlo —Él, quien estaba con la mirada baja de vergüenza, lo observó fijo y éste continuó—. Sos mi amigo, casi mi hermano. Sé por todo lo que pasaste, jamás te podría echar. Sos mi mejor chofer también. Así que voy a suspenderte solo para que no me caigan encima tus compañeros, o peor, el sindicato.

—Hacé lo que tengas que hacer, Mati —le sugirió mientras Él abría su lata y bebía gaseosa—. Tampoco quiero joderte por un puto impulso.

—Igual quiero saber qué pasó, jamás te vi así, estabas enceguecido.

Él le relató todo lo que había escuchado, y se confesó enamorado de aquella desconocida que no paraba de atormentarlo. Y le pidió encarecidamente volver al turno nocturno, a ver si en una de esas la encontraba.

—Puedo volver a ponerte a la noche, pero eso no garantiza que vayas a volver a verla.

—Al menos dejame intentarlo, estoy desesperado por volver a verla, ya pasaron dos años y nada... Me había decidido a hablarle la última vez que nos vimos, y después nunca más la encontré. Por eso te pedí el cambio a la mañana, a ver si en esas la encontraba, pero por lo que veo sigue viajando de noche.

—Mierda... Estás jodido, bro... —Él afirmó con la cabeza, agachando la mirada.

Matías rodeó el escritorio, preparó la suspensión por una semana y se la extendió para que la firmara. Él no objetó la decisión, firmó la hoja y se la extendió a su amigo.

—Que esto quede entre vos y yo. No debería pagarte, pero lo voy a hacer, no por recibo, pero sí en mano. Sé que necesitás la guita para tu familia, así que ahora andá a tu casa, descansá, y nos vemos el martes que viene.

Él se puso de pie, saludó a su amigo con un abrazo y se alejó de la oficina sin chistar. Al llegar al playón, pudo ver una ambulancia y a los médicos curando a su compañero. Se retiró sin saludar a nadie, se subió a su viejo auto y manejó hasta su casa.

Pero no se quedó tranquilo. Algo de información tenía para rastrearla. Dudaba mucho que su compañero haya quedado en condiciones de seguir su jornada laboral ese día, ahora la pregunta era, ¿quien lo reemplazaría? Acostado en su cama, sin dejar de mirar el techo, tomo su teléfono y llamó a Matías.

Toto... ¿Pasó algo? —saludó preocupado al atender.

—No, no. Tranquilo. ¿Cómo está el imbécil?

Bien, por suerte no le fracturaste ningún hueso, solo fueron cortes. Le dieron algunos días de reposo porque le desfiguraste bastante la cara.

—¿Y quien lo va a cubrir? Digo... Quiero intentar verla.

Sabés que hoy no podés, estás suspendido. Y nadie lo va a cubrir hoy, andaremos con un coche menos.

—Mierda... —se desesperó, sabía que cada minuto era vital, podía alejarlo más de Ella.

Querías ir a ver si la encontrabas, ¿no?

—Sí, pero no tiene caso... Dejá, nos vemos.

¡Esperá! Yo puedo cubrirlo... Yo te llevo, te paso a buscar y venís de pasajero. ¿Qué decís?

—¿Harías eso por mi?

No es nada que no hayas hecho vos por mí cuando Sara me dejó. Dale, ponete algo con capucha, así no te ven tus compañeros, y ya te paso a buscar.

—¡Genial, bro! ¡Te espero!

Y así lo hicieron. Emularon el mismo horario que debía cumplir el accidentado, o mejor dicho, el golpeado. Dieron un par de vueltas hasta que Él la vio. Subía en la misma facultad que años atrás, Él la reconoció media cuadra antes de que el colectivo se arrime a la parada.

—¡Es ella! —exclamó poniéndose de pie y acercándose a su amigo que oficiaba de chofer—. ¡Es ella! ¡La encontré!

—¡Sentáte, boludo! Que te puede ver alguno de tus compañeros, vos dejáme a mí.

Pero Él no estaba preparado para lo que iba a ver. Lo tapaba el cartel de la publicidad que estaba en la parada. Al ver que Ella extendía la mano, un joven apareció en el campo de visión de Él. Su compañero detuvo el colectivo, Ella subió y rápidamente se dirigió al fondo, quien la acompañaba solicitó dos boletos y fue a sentarse en el lugar que Ella había elegido. Levantó la vista y observó por uno de los espejos retrovisores cómo el jovencito rodeaba su brazo alrededor Ella y le robaba un beso. Inmediatamente, dirigió la visita hacía su amigo, quien lo miraba con compasión.

Y sintió su corazón partirse en mil pedazos.

—Hermano... —intentó hablar su amigo.

—Bajalos a todos y llevame a casa. Llegué tarde. Otra vez.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro