cuarenta y siete
-Mi amor... Despertaste. ¿Tienes hambre? ¿Sed?
-¿Dónde estoy?
Le dolía la cabeza.
-Eso no importa, lo que en realidad importa es que estamos juntos, como siempre debió haber sido.
El muchacho río como desquiciado.
-¿Qué rayos?
Ella susurró. Tenía miedo, mucho miedo. Estaba atada a una cama, le dolía la cabeza y tenía mucha hambre.
-Quiero irme...
-No, bebé, tú y yo desde ahora estamos juntos...
...
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