Capítulo 8
Su cálida respiración se mezclaba con la de él. Podía sentir sus manos tratando de tocar la piel de manera desesperada y los besos cargados de tensión. Había una nube de confusión que no le permitía escuchar el repetitivo susurro que decía que aquello iba a terminar mal, y a la voz de Paige advirtiéndole que ella no era quien aparentaba.
Una mezcla de pensamientos y sentimientos lo llevaron a quitarle la blusa y besarla con más intensidad cuando la chica gimió su nombre en un desesperado ruego por empujarlo a recorrer todo el camino.
Entonces, un momento de duda; ese único instante de lucidez en el que se alejó un poco para retomar el control y detener lo que estaba pasando. Pero los ojos azules, la piel blanca y esa carga de pasión terminaron por nublar aún más su razonamiento.
—Por favor, Ethan —susurró ella besando su cuello y atrayendo su cuerpo.
Cerró los ojos y trató de resistir; no estaban listos y no tenían protección; sin embargo, sus labios recorrieron un camino que fue desde su cuello hasta su pecho provocando un estremecimiento que lo hizo ignorar todas las advertencias que su mente gritaba a diestra y siniestra.
Y cuando bajó el rostro para sellar de nuevo sus labios, ojos azules no lo recibieron.
Se incorporó con brusquedad e impulsó hacia atrás con la respiración ajetreada.
La chica frente a él ladeó la cabeza, su cabello castaño claro estaba alborotado, sus labios se encontraban hinchados por la manera en que se habían besado y sus ojos verdes lo veían con curiosidad.
—¿Qué sucede, Izan?
Parpadeó varias veces y el entorno de pronto cambió a su alrededor; ya no estaban en su recámara en Sídney, ahora se encontraban en el pequeño departamento de Esbjerg.
Ya no estaba con su ex, ahora Sorine yacía frente a él y tenía los primeros botones de su camisa blanca desabrochados dejando ver más piel de la que usualmente dejaba expuesta.
Sintió un nudo en la garganta y su corazón brincar de manera exagerada.
—No... Qué... —titubeó.
La chica sonrió de manera tierna y llevó una mano hasta su mejilla. Él cerró los ojos instintivamente y suspiró al sentir el ligero toque sobre su piel que estaba cargado de ternura y de algo más que se negó a nombrar.
—Izan —susurró la chica recorriendo su mejilla.
Jadeó y levantó los párpados de golpe. Se quedó quieto por unos momentos mientras parpadeaba y observaba el techo sobre su cabeza sintiendo los latidos de su corazón en la cabeza.
Puso una mano sobre su frente y luego la bajó a lo largo de su rostro en un ademán de frustración pura. Luego subió ambas manos hasta su cabello y lo alborotó antes de incorporarse en el muy incómodo sillón de la sala. La luz del día había bajado considerablemente, debía ser casi de noche.
Apoyó los codos sobre sus rodillas y volvió a pasar las manos por su cabello.
—Rayos, rayos —masculló varias veces.
Respiró por la boca para ayudar a su corazón a calmarse, estaba tan alborotado que lo podía escuchar en sus oídos.
No era en sí el recuerdo de esa noche, era el cambio de protagonista lo que lo tenía alterado. Si bien llevaba meses sin tener intimidad con alguna chica, aquello no era justificación para soñar lo que había soñado. Menos con ella, su inconsciente no podía estar mezclando las cosas a ese grado.
Suspiró y se levantó; el departamento estaba en silencio así que con pasos perezosos caminó hasta su recámara y abrió la puerta con cuidado. Ahí seguían, dos castañas invadiendo su cama. Razón por la que se acostó en su sofá para descansar un momento.
No tenía corazón para despertar a Sorine después de lo que había presenciado. La chica trató por todos los medios de ocultar su tristeza y lágrimas, de hecho, justificó lo rojo de su rostro con un inexistente catarro. Y huyó a su recámara aprovechando que su hija empezó a bostezar y frotarse los ojos.
Cerró la puerta y regresó a la sala, sacó su celular y se dio cuenta que había dormido por dos horas. Sorine y Sayuri llevaban una más que él así que no tardaban en despertar.
En medio de la oscuridad vio un brillo en la mesa y se acercó. Era el celular de Sorine, estaba recibiendo una llamada de su amiga. Dudó un poco, no debería inmiscuirse, de verdad no tenía que hacerlo. Pero la castaña llevaba horas sin hablar con sus amigos y si fueran Thiago o Paige los que estuvieran desaparecidos estaría muerto de preocupación.
Tras suspirar de manera audible, levantó el aparato y aceptó la llamada.
—¿Sorine? ¡Naím, contestó! —exclamó Macy.
—Eh, no, soy Izan —dijo él en voz baja.
Silencio lo recibió del otro lado. Uno que lo hizo moverse incómodo.
—Izan, no hemos sabido de ella en todo el día y nos preocupa —Finalmente le dijo la chica.
—Está dormida con Sayuri... —contestó vacilante rascando su cabeza.
—¿Habría problema en que vaya a verla? Tuvo un día difícil y nos preocupa que maneje, ayer prácticamente no durmió.
Izan suspiró y frotó su nuca, más gente que sabría dónde vivía. Pero al recordar las ojeras debajo de los ojos tristes de Sorine, decidió.
—¿Tienes donde anotar? —musitó.
Esperaba que sus decisiones no le pasarán una muy alta factura después.
Izan preparó estofado de verduras, le estaba dando los últimos toques cuando miró el reloj en su celular. Ya eran las siete y nada que despertaban las castañas en su cama. Lo peor era que Sayuri se dormiría a eso de las dos de la mañana.
Frunció el ceño. Antes su hija tenía una rutina de sueño bien establecida, pero desde que Sorine llegó a sus vidas, todo se había salido de control. No sabía si aquello era bueno o malo, tenía miedo de ponerle una etiqueta o comparar el antes y después.
Escuchó que tocaron su puerta así que le bajó la flama a la comida y se dirigió a abrir esperando ver a la amiga de ojos aceitunados. Sin embargo, su amigo de lentes se encontraba al otro lado de la puerta.
—¡Thiago! —exclamó mirando de reojo el pasillo de su recámara, había olvidado que se verían y no quería que tratara a Sorine como la primera vez que se vieron.
Su amigo arqueó una ceja al notar su nerviosismo y pasó al departamento.
—¿Y Sayuri? ¿Cómo siguió?
Izan cerró la puerta y regresó a la cocina, el inglés permaneció del otro lado de la barra.
—Bien, actúa normal y nunca encontré algún golpe o algo de lo que me dijiste así que supongo que solo fue el susto o la caída —contestó moviendo la comida antes de apagar la flama.
—¿Dónde estabas? ¿Cómo fue que se cayó?
El castaño se limpió las manos en un trapo antes de suspirar y girarse para ver a su acompañante.
—Me estaba bañando, la dejé como siempre pero desde que comenzó a gatear... —Pasó una mano por su cabello—. Ya de por sí era difícil encontrar un momento, ahora...
—¿Sayuri se cayó?
Ambos hombres se sobresaltaron con la voz femenina. Izan volteó y encontró a una Sorine muy despeinada en el umbral de la cocina y recordó su sueño sin querer.
Sintió sus mejillas enrojecerse y regresó la atención a Thiago quién había cruzado los brazos y lo miraba con seriedad.
—Sí, en la madrugada —contestó dándole la espalda a sus acompañantes—. No pasó a mayores, estuve toda la noche monitoreando.
Escuchó que alguien se sirvió agua y vio de reojo a Thiago. Su amigo había sacado su celular.
—Podrías bañarte mientras estoy aquí, no hay necesidad de que descuides a tu hija —masculló Sorine antes de salir de nuevo de la cocina.
Cuando se quedaron solos, escuchó a Thiago suspirar.
—No es lo que piensas...
—No, seguro que no, solo te sonrojas por el clima —ironizó antes de tomar asiento frente a la computadora—. Hablé con Paige.
Izan empuñó sus manos.
—¿Puedes creerlo?
Thiago apoyó los codos en las rodillas y se inclinó hacia el frente.
—Sí puedo, y hoy más que nunca debemos cuidar nuestros pasos, sabes y sé que al primero que le va a preguntar va a ser a mí —susurró el inglés.
El chico asintió antes de posar los codos sobre la barra para enredar las manos en su cabello.
—Ella no la quería, es inaudito que se mueva por interés, Sayuri no es un objeto que puede tirar y recoger cada que quiera —espetó.
—Puedes denunciar...
—¿Para que sepa dónde estamos? —exclamó el castaño levantando la cabeza antes de negar varias veces—. Lo acabas de decir, hay que cuidar nuestros pasos, mientras no sepa en dónde estoy no podrá intentar nada.
Thiago suspiró antes de levantarse.
—Ethan, si ella llega a meter una demanda te van a quitar a Sayuri porque no tienes un trabajo fijo —susurró en su lengua materna.
Izan empuñó las manos con fuerza.
—Me faltan tres bloques para acabar la carrera, solo necesito unos meses, Thiago, después de eso podré pelear por mi hija ante los tribunales —alegó en la misma lengua.
Vio a su amigo abrir la boca pero otro llamado en la puerta los distrajo. Thiago miró con el ceño fruncido la entrada del departamento.
—Debe ser Macy —masculló Izan encaminándose para abrir.
Thiago cruzó los brazos y se apoyó de lado en la barra.
—Hola, perdona la intromisión, te juro que no vuelve a pasar —exclamó la pelinegra antes de entrar por la puerta.
Izan solo cerró y se detuvo detrás de la chica quien veía con las cejas levantadas al otro hombre en la habitación.
—Macy, él es Thiago, mi jefe —dijo el castaño regresando a la cocina.
El inglés asintió pero no dijo nada. Sin embargo, Macy sonrió como si fuera la mañana de navidad.
—Macy Dahl, mejor amiga de la nana de Sayuri —dijo caminando a él para extenderle la mano.
Thiago frunció el ceño, observó la mano ofrecida y luego a la chica que no dejaba de sonreír, tenía un brillo en sus ojos que lo puso en alerta.
—Hansen, Thiago Hansen —contestó tomando su mano pero soltándola casi al instante.
La chica sonrió aún más.
—Pareces el señor Bond... En más de un sentido —anunció.
Thiago arqueó una ceja; la chica literalmente lo estaba viendo de arriba a abajo sin vergüenza.
—¿Macy?
La mencionada finalmente le dio la espalda y él soltó un imperceptible suspiro de alivio.
—¡Sorine! Estábamos preocupados, ¿por qué no contestas el maldito celular?
La castaña traía en brazos a Sayuri quien apenas vio a Thiago comenzó a aplaudir y a aventarse hacia su padrino.
—Me quedé dormida, Macy, exageran —exclamó la chica llevando a la bebé hasta el inglés quien finalmente sonrió de manera sincera tomando a su ahijada.
—¿Cómo estás, nena? —le susurró en su lengua materna.
Sorine no se sorprendió o inmutó, solo le dio la espalda antes de tomar su celular de la mesa. Levantó la mirada y encontró ojos ambarinos que veían el aparato con algo de vergüenza.
Izan se giró y pretendió buscar un plato para servir la comida que preparó; la castaño hizo girar los ojos antes de mirar a su amiga quien casi estaba babeando mientras veía a Thiago.
—Macy. —Tronó los dedos frente al rostro de la chica quien le enseñó la lengua y luego le dio un guiño—. ¿Trajiste tu auto?
La pelinegra sacudió la cabeza.
—Naím me trajo pero ya se fue, tenía una reunión en el bufete.
Sorine asintió y observó a Izan enfriar las verduras de su hija.
—Solo deja arreglo la cama y nos vamos —susurró y se dirigió a la recámara.
Thiago acomodó a Sayuri en su silla y luego dejó un beso en su coronilla.
—El nuevo cliente tiene varias peticiones, no solo es un logo más acorde, buscan publicidad en redes y medios —comentó cuando Izan se sentó a un lado de su hija para darle de cenar.
El castaño asintió varias veces.
—¿De qué es la empresa?
Thiago sacó su celular y apretó varias teclas.
—Energía, ya te mandé todo lo necesario a tu mail —le contestó, de reojo notó que la amiga de Sorine no lo dejaba de mirar y aquello lo incomodó—. Te marco al rato, debo ir a casa de mis padres.
Izan asintió y le hizo un ademán de despedida sin dejar de soplar para enfriar la comida de Sayuri.
—¿Le dices a Sorine que la espero en su auto? —pidió de pronto Macy.
Él la vio con sorpresa pero aceptó, luego su amigo y la chica salieron.
—Oye, ¿qué talla es tu traje? —la escuchó preguntar mientras cerraba la puerta.
El castaño parpadeó varias veces no pudiendo creer lo oyó.
—Izan. —Volteó, Sorine se había quitado el saco y solo llevaba la camisa blanca, lo veía con seriedad—. Mañana puedo venir antes de ir a la escuela.
El chico frunció el ceño confundido.
—¿Para qué harías eso?
Sorine se soltó bien el cabello y lo alborotó, se le habían hecho algunos caireles que le caían a los lados dándole un aspecto... Izan frunció el entrecejo cuando su estómago se revolvió.
—Para que te bañes —contestó moviendo las llaves de su auto.
El castaño miró a Sayuri y se movió incómodo.
—No es necesario, lo resolveré...
—Sé que podrías hacerlo, pero no es sano que te desveles tanto, un día podrías colapsar.
El chico acercó el plato a su hija y la dejó comer como Dios le diera a entender, se sintió extraño con el comentario de Sorine.
—Hagamos esto, yo me baño cuando llegues después de la escuela. —La señaló—. Y tú duermes el fin de semana.
Sorine abrió los ojos con sorpresa mientras que el castaño la veía impasible. Después de un pequeño duelo de miradas ella finalmente sonrió.
—Trato hecho.
Cuando Sorine llegó a su auto encontró a Macy muy concentrada dibujando algo en su celular que tenía tamaño de tablet. Ni siquiera cuando quitó la alarma volteó o se distrajo, estaba perdida en el mundo donde las musas la guiaban a crear diseños extraordinarios.
—¿Te quedas? —le preguntó abriendo la puerta del piloto.
Macy le hizo un ademán de que esperara un segundo, estaba sobre el cofre y dibujó por otros cinco minutos antes de saltar y encaminarse a su amiga.
—Un saco de cuello alto color azul marino —dijo la pelinegra mostrando lo que había creado mientras extendía la mano para que le entregara las llaves.
Sorine arqueó una ceja a la par que lanzaba su saco a la parte trasera del auto y cedía lo pedido, se sentía cansada así que le dio las llaves sin titubear y caminó al lugar del copiloto para subirse al auto, Macy la imitó.
—¿Para Naím? —preguntó una vez arriba.
Su amiga carraspeó, rio con ironía o se estaba ahogando, el sonido no lo pudo identificar del todo.
—Ya quisiera ese Peter la Anguila poder usar algo así —exclamó la chica poniéndose el cinturón mientras arrancaba el vehículo.
—Oook —masculló la castaña.
Pero obviamente Macy no se pudo guardar la emoción.
—El jefe de Izan es perfecto para mi línea: tiene la espalda ancha, es alto, lleno en los lugares específicos y ese porte. —Suspiró—. Es... Perfecto.
Sorine hizo girar los ojos.
—Macy...
—¿Me podrá pasar Izan su número? O de mínimo su talla
—En serio...
—Por favor —rogó la chica parpadeando en exageración—. Es el modelo ideal, hasta su andar es perfecto.
Sorine bufó sabiendo bien que su enamoradiza amiga no lo quería de modelo para su línea.
—No, no te va a pasar su número porque es su jefe y no me gustaría que lo metieras en problemas.
Macy se recargó en el asiento e hizo un puchero.
—¿Cómo se llama su empresa?
—¡Macy! —exclamó la castaña, incrédula
—¿Qué? Solo quiero saber dónde trabaja, no soy una acosadora.
Su amiga la miró con incredulidad y la pelinegra la señaló.
—Trevor no cuenta, de no haberlo espiado no sabríamos que es... Que Joen... —Bufó.
Ambas chicas se quedaron en silencio mientras la pelinegra manejaba en dirección a su casa.
—Eso fue un beso intenso —recordó Sorine.
Macy asintió mordiendo su labio inferior.
—Jamás me besó así —externó.
Sorine golpeó su barbilla con el índice.
—Pero es buen pediatra.
Su amiga asintió varias veces.
—Sí, y Joen buen abogado, la maldita pareja ideal.
Se miraron y rieron disfrutando de esa complicidad que existía en su amistad.
Sorine tenía solo una clase en sábado, duraba dos horas y para medio día tenía el día libre para descansar y disfrutar de su familia. Sin embargo, lo que Macy le dio la noche anterior la emocionó tanto que no podía esperar para ir con Sayuri.
Llevaba el pequeño regalo en una bolsa rosa, había comprado una diadema color morado con una pequeña mariposa que iba en el costado. Casi subió corriendo al departamento del castaño y tocó con insistencia al escuchar a Izan hablar con su hija.
Cuando la puerta se abrió un pequeño grito de emoción la recibió e inmediatamente tomó a Sayuri en sus brazos.
—Creí que llegarías más tarde —dijo Izan mientras bostezaba y cerraba la puerta.
—La clase acabó antes, los sábados no son muy responsables los maestros —le contó ella viéndolo finalmente y levantando las cejas con sorpresa—. ¿Acaban de despertar?
Izan vestía un pants gris con una playera blanca, tenía el cabello exageradamente alborotado y se podían ver unas ojeras debajo de sus ojos.
—Más o menos, Sayuri se durmió a las tres de la mañana —le contó frotando su rostro—. Aproveché para leer los nuevos requerimientos de mi trabajo y te tengo algo —masculló caminando hasta el escritorio de su computadora de donde tomó unas hojas.
Sorine frunció el ceño confundida mientras Sayuri balbuceaba y jugaba con el tirante de su blusa.
El castaño le dio las hojas, tomó a su hija para ponerla en el suelo y se sentó en el sillón para después pasar las manos por su cabello en un vago intento por medio peinarse. La chica puso la bolsa en la mesa antes de comenzar a leer.
—Esto... ¿Es real?
Izan asintió varias veces y se rascó la cabeza, era una increíble casualidad.
—La empresa es relativamente nueva, pero Thiago dijo que son bastante serios y cuentan con las certificaciones correspondientes. —Señaló las hojas en las manos de Sorine—. Eso es un presupuesto que me armaron de la madrugada a hoy.
Ella se quedó sin palabras, realmente tenía ganas de llorar, abrazar al castaño o plantarle un beso. No sabía cuál de esas acciones se vería más acorde a lo que estaba sintiendo.
Izan le había conseguido los paneles a mitad de precio con instalación incluida.
El castaño observó a su hija pararse a un lado de él sosteniéndose del sillón pero de reojo veía el gesto de Sorine. Jamás le diría que el presupuesto era así de bajo porque había ofrecido un descuento en su trabajo. La chica merecía ese proyecto, no quería que renunciara a sus sueños como él tuvo que hacerlo.
Sorine se sentó junto a él y sus brazos se rozaron provocando que él se tensara, algo que pasó desapercibido por la castaña.
—No sé qué decir —susurró ella—. Estaba... No pensaba seguir, no había manera de costear los paneles y... —La voz se le quebró un poco así que se aclaró la garganta.
—Lo sé, te escuché hablando con Sayuri —confesó el chico clavando la vista en su hija quien comenzaba a moverse de pie pero sostenida del sillón—. Mi padre decía que nada pasa por casualiduad —susurró—. Creo que eso es una señal de que debes seguir adelante, el proyecto es bueno.
Sorine parpadeó varias veces y asintió, de verdad no tenía palabras para agradecerle al chico a su lado.
Así que hizo lo que haría con cualquiera de sus amigos y lo abrazó con fuerza escondiendo el rostro en su hombro. Izan se tensó inmediatamente y sintió como su corazón comenzó a latir de manera desenfrenada.
—Gracias —dijo la chica limpiando una lágrima traicionera antes de soltarlo y leer de nuevo el presupuesto con emoción.
Izan entrelazó sus manos frente a él y se aclaró la garganta sintiendo que no podía respirar.
Sorine entonces abrió los ojos recordando la bolsa.
—Oh, también tengo algo —exclamó levantándose a gran velocidad para ir por el regalo de Sayuri, se paró frente al chico y le extendió la bolsa—. Lo hizo Macy pero yo se lo pedí.
Él parpadeó varias veces y se quedó inerte por unos segundos hasta que finalmente tomó lo ofrecido y la abrió para ver su contenido. Puso la bolsa en el suelo y sacó un pequeño blusón con short de tela color morada con mariposas rosadas. La tela era muy suave al tacto y encontró también una pequeña diadema.
Su pecho experimentó una opresión y su estómago se revolvió de manera exagerada, incluso tragó saliva sintiendo la tarea como algo imposible de hacer.
—¿Qué día nació Sayuri? —Escuchó.
—Veintiséis de agosto —respondió en un hilo de voz sin dejar de ver el pequeño conjunto en sus manos.
—¿Eso significa que hoy es su mensuario?
Izan volteó a ver a la castaña que se había bajado al suelo para sostener a Sayuri.
—Ah... Supongo —dijo encogiéndose de hombros.
Los ojos de Sorine se iluminaron y lo miraron con expectativa.
—¿Quieres salir a festejar? Conozco este lugar con el mejor pay de manzana, estoy segura que te gustará.
Él regresó la atención a la ropa en sus brazos y sintió mucha ansiedad. No podían, salir juntos ya era otro nivel de intimidad.
Sintió algo en su rodilla y al levantar la mirada encontró esos ojos ambarinos que adoraba más que a su vida. Lo miró y sonrió dejando a la vista sus dos pequeños dientes. Y sabiendo que no había cosa que le negaría a su hija, asintió. Aunque honestamente, estaba muerto de miedo por todo lo que comenzaba a experimentar en su interior.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro