Capítulo 7
Atrás y adelante, atrás y adelante, risitas y balbuceos.
Llevaban mínimo una hora así: Sorine del lado de la sala y él en el pasillo que daba a la cocina y recámara con su hija en medio de ese tramo moviéndose sin avanzar nada.
—Así, Sayuri, ve —decía Sorine gateando alrededor de la sala.
Algo que en vez de incentivar a su hija, la hacía reír y sentarse para aplaudir.
—Tal vez no está lista —murmuró Izan.
La chica negó varias veces deteniéndose y mirándolo de esa manera amenazadora que había aprendido a ignorar. Lo hacía cada que no quería empujar a su hija a hacer algo nuevo.
Al principio se sintió cohibido, pero después de tres días de notar que solo era la mirada, aprendió a dejarlo pasar.
—Sí lo está, ayer dio un paso —alegó ella arrodillándose y cruzando los brazos.
Izan suspiró y se encogió de hombros. Sayuri se había puesto de nuevo en cuatro y se hacía hacia atrás y adelante sin avanzar.
—Mano, pie, mano, pie —dijo la chica gateando con suma lentitud para que la bebé la pudiera observar bien.
Su hija comenzó a balbucear y a moverse sin avanzar, así que hizo lo que cualquier padre haría. Se sentó en el suelo y recargó la espalda para descansar. Eso iba para largo.
Aunque de reojo veía a Sorine gatear, era un espectáculo bastante gracioso.
Cerró los ojos y recordó el día que estuvo en la universidad. Después de hablar le presentó a sus amigos: Macy —que no dejaba de preguntarle si podía hacerle vestidos y conjuntos a su hija— y Naím —un chico coqueto que usó a su hija como gancho para ligar—.
Se sintió un tanto fuera de lugar, sobretodo porque recibió miradas extrañadas al estar en tan prestigiosa escuela con una bebé a su lado. Y fue hasta que vio a los compañeros de Sorine salir, que entendió la presión de la chica por destacar.
Uno de ellos, el que parecía líder de la manada, hizo un comentario fuera de lugar que lo hizo endurecer la mandíbula.
"Deberías cambiar los planos por pañales, Kaspersen, te van mejor"
El chico Naím le dijo que se jodiera, algo que agradeció porque él había querido hacer lo mismo. El comentario fue machista en exceso y lo molestó a un grado que lo impresionó. Y fue ahí que se enteró que Sorine era becada.
—¡Mira! ¡Izan, abre los ojos! —exclamó la chica.
Giró la cabeza y al levantar los párpados, hizo una mueca de absoluta sorpresa.
¡Sayuri estaba gateando!
O algo así, movió una mano y la pierna contraria quedando así por unos segundos antes de repetir el acto con la otra mano y pierna.
—¡Te dije que estaba lista! Sayuri, otro pasito, así mira —dijo Sorine emocionada gateando a un lado de su hija.
Izan se giró completamente y sacó rápido su celular, activó la cámara y comenzó a grabar a la bebé medio avanzar con la castaña a su lado. La sonrisa en su rostro delataba la emoción y felicidad que sentía al ver a su hija crecer.
Sayuri empezó a agarrar confianza y gateó alrededor de la sala con más firmeza. Balbuceaba mientras avanzaba y reía cuando Sorine se asomaba por un lado del corral para decirle—: Ya te vi —en voz cantarina.
Dejó de grabar y aún con la sonrisa, abrió su WhatsApp y sin pensarlo mucho, le envió el vídeo a su prima. Era la única familia que le quedó cuando se marchó.
Entonces de reojo notó que Sorine se había acostado de lado en el suelo y que apoyó la cabeza sobre su brazo extendido desde donde observaba a su hija con un gesto de cariño que lo hizo moverse incómodo.
Sayuri gateó hasta él y le dio una enorme sonrisa dejando entrever sus dos dientes que ya estaban casi totalmente expuestos. Se dio la vuelta y avanzó de regreso a la sala.
—Espera a que camine, no tendrás un segundo de paz —comentó Sorine.
Izan guardó su celular al ver las palomitas azules en su mensaje y miró a la chica con el ceño fruncido.
—¿Por qué?
La castaña veía a su hija fijamente, tenía una expresión soñada en el rostro.
—Buscan agarrar todo, se hacen más independientes... tendrás que mover algunas cosas en el departamento —comentó observando la iMac.
Izan siguió su mirada. Cierto, los cables.
—Veré cómo levantarlos —masculló.
Sorine lo vio por unos momentos antes de regresar la mirada a Sayuri, quien se había sentado para descansar y él posó la mirada en el muro de enfrente antes de rascar su cabeza en un ademán de confusión.
La chica veía a su hija de una manera bastante peculiar, era un cariño y emoción que la albergaba cada que la bebé hacía algo nuevo. Bajó la mirada frunciendo el ceño. Era como si presenciar todo aquello que Sayuri hacía fuera parte importante de su vida.
Como si fuera su madre.
Cruzó los brazos y tensó la mandíbula. No, estaba mal. No se podía encariñar de esa manera con Sayuri; Sorine era su niñera y nada más.
—¿Estás bien?
Se sobresaltó al escucharla hablar y parpadeó varias veces antes de ver a la castaña. Se había sentado y lo miraba con la cabeza ladeada.
—Sí, solo recordé que tengo que acabar un pendiente —respondió apoyando la cabeza en el muro a su espalda y viendo hacia el techo.
De reojo notó que la chica se levantó para acercarse a una Sayuri que bostezó y que ahora se frotaba los ojos.
—Aprovecha, voy a dormir a Sayuri —comentó cargando a su hija antes de tomar la mamila de la mesa para después caminar a donde él bloqueba el pasillo. Sin mirarlas, encogió las piernas para dejarlas pasar.
—Sí, eso haré —musitó levantando la mirada para observar la espalda de Sorine antes de que se metiera a la recámara.
Pasó una mano por su cabello y luego puso ambas manos sobre su rostro antes de exhalar.
—Demonios —susurró.
—El techo ondulado es buena opción para aprovechar la luz natural, pero en época de invierno sería un desastre —comentó su maestro viendo los dibujos donde había plasmado sus ideas.
—Entonces el inclinado es la mejor opción, sobre todo para el sistema de captación de agua —masculló Sorine poniendo hasta arriba la propuesta.
Su profesor asintió varias veces sacando el plano donde ya estaba plasmado el circuito hidráulico.
—¿Cómo vas con los presupuestos?
La chica suspiró y sacó un folder donde tenía los precios de diferentes empresas.
—El más bajo me dispara el presupuesto a cincuenta y cinco millones —susurró entregando una hoja.
Su profesor leyó todo en silencio. Al final sacudido la cabeza y frunció el ceño.
—La inversión se recuperaría de siete a ocho años, sobretodo si se mantiene la renta de locales baja para pequeños empresarios.
Sorine suspiró.
—Quiero que la comunidad se vea beneficiada, no solo los dueños de grandes marcas;, estaba pensando en habilitar una zona para un mercado de comida orgánica —le contó sacando su tablet para mostrarle las imágenes en 3D de la zona.
El profesor arqueó ambas cejas con sorpresa.
—Es buena idea, si se presenta esto ante la comisión correcta podrías conseguir financiamiento extra.
—Pero debo de tener el proyecto para los inversionistas, ¿cómo pediré...?
—Puedes acabarlo esta semana y te consigo una cita con el director de la comisión de energía y urbanismo.
Sorine lo vio con sorpresa y luego miró sus planos; tendría que desvelarse para cerrar los huecos, y la maqueta...
—¿Entonces?
Lo pensó por al menos un minuto, tener el apoyo de los líderes de Esbjerg sería un punto a favor frente a los inversionistas del concurso.
—Lo tendré para el viernes.
Izan bostezó mientras enviaba el último logo. Sayuri cayó después de pasar una hora gateando a lo largo y ancho del departamento.
Sorine le había dicho que si no tenía inconveniente, no iría esa semana porque debía empezar con la maqueta.
No lo dijo en voz alta, pero sentía que se estaba presionando demasiado; el concurso era en dos semanas y lo entendía. Pero aun así sospechaba que Sorine terminaría por exigirse más de lo que podía.
Su celular comenzó a vibrar y arqueó una ceja con sorpresa al ver quién lo llamaba. Supuso que estaría muy ocupada armando su boda o algo por el estilo, prácticamente nunca hablaban por llamadas, solo mensajes de texto.
—Paige —la saludó al contestar.
Escuchó ruido de autos, gente hablando y finalmente silencio.
—¿Quién es? —preguntó su prima en voz firme.
Izan frunció el ceño.
—Ethan, tu primo —contestó con obviedad.
Paige bufó.
—No tú, la chica del vídeo —espetó marcando cada palabra.
Abrió los ojos con sorpresa y se pegó en la frente con la mano. Había olvidado Sorine salía con Sayuri en ese vídeo que le envió el día anterior.
—Ah... Eso...
—¡Maldición, Ethan! Saliste de una y te metes...
—Espera, espera, no es lo que piensas —la interrumpió.
—¿No? Entonces explícame, querido primo, ¿cómo es que esa mujer está en tu casa, con tu hija? —gruñó—. Dijiste que te ibas para empezar de nuevo pero ahí estás, cometiendo los mismos errores...
—Es la niñera de Sayuri —exclamó con enojo—. Y no es como... Ella... Si así fuera no la dejaría ni a un metro de Sayuri, ¿me crees un idiota? —cuestionó levantándose para caminar de lado a lado en su sala.
—¿Es una pregunta retórica? Porque es obvio que lo eres —murmuró con enojo Paige.
Izan suspiró y trató de controlar su humor. A pesar de que la chica era la única familia que le quedaba, tenían muchos choques y rencillas. En especial por cuestiones con su ex.
—Es su niñera, Thiago ya revisó su historial y no encontró nada... Además, Sayuri la adora —susurró cerrando los ojos como si aquella verdad le doliera de manera física.
Su prima bufó de nuevo.
—Sayuri es una bebé, no sabe de la maldad de las personas —dijo con obviedad—. Ethan, no sabes los rumores, no te los dije porque quiero que vivas en paz, pero ella ha estado...
Silencio, uno muy abrumador que lo llenó de ansiedad, era como un mal augurio.
—¿Qué? ¿Ha estado qué?
Paige suspiró con fuerza.
—Se casó hace unas semanas con un hombre que le lleva bastantes años —le dijo en voz baja—. Ya sabes, el inútil de mi prometido conoce a todos y nos invitaron a la boda, me inventé una migraña matadora para retirarme de la fiesta —continuó.
Izan sintió un dolor profundo en el pecho y su estómago revolverse.
—Al menos obtuvo la clase que siempre buscó —espetó mirando por la ventana de su hogar.
Su prima suspiró de manera audible.
—Sí bueno, hay un rumor y ese es el que temo —susurró.
Él frunció el ceño, su estómago se revolvió aún más.
—¿Cuál?
Imaginó a Paige agarrando su largo cabello azabache, era una manía de nerviosismo que tenía.
—Que ella quedó estéril, ¿recuerdas que el parto fue complicado? Pero que su marido quiere descendencia.
Izan sintió la bilis subir hasta su garganta. En ese mismo instante, más que nunca, se alegró de haber salido de Australia.
La insistencia de sus amigos y que literalmente Naím le movió el brazo cual niño chiquito berrinchudo que buscaba atención, la hicieron salir de su encierro a tomar aire puro.
Llevaba cuarenta y ocho horas confinada modificando planos a la antigua, ya que estuviera segura de todo le pediría a Macy su computadora para arreglar e imprimir el trabajo final. No iba con Izan porque sabía que Sayuri la terminaría por distraer.
Al menos había empezado la maqueta, la parte de abajo no la iba a cambiar así que pudo avanzar con aquello. Aunque el estudio de su padre era un desastre de papel batería, y llevaba dos días durmiendo tan solo tres horas.
Bostezó mientras Macy le pasaba una taza humeante de café. Se recostó sobre la mesa de madera que tenía enfrente.
—Si sigues así le diré a Trevor —susurró su amiga viendo con preocupación a Naím quien asintió mientras fruncía el ceño.
—Debo entregar para el viernes, si no, no se lo podré presentar, —Bostezo—, al director de urbanismo y perdería la oportunidad de inversión.
Naím suspiró y cruzó los brazos.
—Y si no te cuidas, no habrá quién presente el proyecto —espetó.
Sorine les dio una sonrisa ladeada y volvió a bostezar.
—Cuando entregue dormiré veinte horas sin parar, lo prometo —susurró cerrando los ojos—. Denme cinco minutos para descansar la vista —masculló.
Naím y Macy intercambiaron miradas preocupadas antes de ver de nuevo a la castaña.
—Sorine, tienes una ojeras dignas de película de terror, debes dormir o vas a colapsar —insistió su amiga.
La mencionada levantó su pulgar derecho.
—Dormiré después de entregar eso, lo prometo.
—¿Y si solo presentas los planos? La maqueta es como un plus...
Sorine negó varias veces y bostezó sin abrir los ojos.
—El profe dijo que necesito ambos, de todos modos si acabo esta semana tendré la otra para descansar, si lo ven por ahí es una ventaja —susurró somnolienta.
Macy hizo girar los ojos con irritación, cuando su amiga se aferraba a algo...
—Mínimo déjanos ayudar a algo, a cortar ese papel sin color que odio —insistió y Naím asintió.
Sorine pensó negarse, quería hacer las cosas sola. Era una costumbre que tenía, no aceptar ayuda así se estuviera ahogando. Pero no acabaría de otra manera.
—Pidan otro café, vamos a desvelarnos como en los viejos tiempos —exclamó con falso ánimo levantando ambas manos pero sin abrir los ojos ni levantar la cabeza de la mesa.
—Seré la envidia de la escuela, desvelandome con dos mujeres en una casa...
Sorine pateó a Naím tan fuerte como su cuerpo cansado le permitió, el chico solo rio y escuchó a Macy mascullar—: Idiota —antes de levantarse a pedir café para llevar.
Esperaba que a Izan le estuviera yendo bien con Sayuri. No se lo había dicho a sus amigos, pero extrañaba mucho a la mini castaña de ojos ambarinos.
Izan sintió el agua caer por su cuerpo y trató de hacer los hombros hacia atrás para relajarse. Eran aproximadamente las cuatro de la mañana y apenas se había levantado para darse un muy necesitado baño.
Estaba tenso, demasiado, desde que Paige le contó lo que su ex había estado haciendo era un cúmulo de sentimientos ambivalentes: Odio y añoranza, melancolía y coraje pero sobre todo, miedo y ganas de verla.
Y se sentía un idiota, no debería extrañar a esa mujer ni preguntarse los tal vez. Ella había sido lo peor de su vida y no por cómo terminaron, porque al final las parejas pueden no funcionar. Más bien por lo bajo que había llegado para que él no perdiera su apellido.
Apoyó la cabeza en la pared de la regadera y suspiró con fuerza.
Su familia quería desaparecer el "error": que el heredero Moore tuviera una hija fuera del matrimonio, a escasos veinte años, era una vergüenza, según ellos. Y su amada novia al escuchar la palabra "desheredado", optó por darles lo que buscaban. Desaparecer el error.
Empuñó las manos con fuerza y trató de bloquear la imagen de la cuna vacía. Jamás había sentido tanto miedo como esa noche, de no ser por Thiago quién sabe dónde hubiera acabado su hija.
Se enjabonó el cabello y se lo lavó, sentía la espuma correr por su cuerpo cuando de pronto un grito que le erizó la piel se escuchó.
Cerró la llave a gran velocidad y se puso una toalla en la cintura, luego salió corriendo del baño —casi resbalando y cayendo en el pasillo— y encendió la luz de su recámara.
Sintió que su corazón se detuvo e incluso jadeó ante la escena que lo recibió: Sayuri se encontraba en el suelo y estaba roja por las lágrimas, tenías sus pequeñas manos empuñadas y gritaba. A tropezones entró a la recámara y con cuidado levantó a su hija.
—Sayuri —susurró con voz trémula observando la cama.
Había dejado a su hija rodeada de cojines, como acostumbraba, pero de alguna manera terminó cayendo de la cama.
Pasó la mano por la parte de atrás de su cabeza tratando de sentir alguna protuberancia fuera de lugar, su corazón le resonaba en los oídos mientras revisaba su espalda y de nuevo la cabeza. No sabía si salir corriendo a un hospital, llamar a Thiago o Paige o...
Su hija tenía la cabeza escondida en su cuello, aún lloraba pero ya no eran gritos, pasó una mano a lo largo de su espalda mientras hacía sonidos para calmarla pero no tenía idea de qué acción tomar.
Decidió salir hacia un hospital, el que fuera, sacó su celular y rápidamente llamó a Thiago.
—Ethan, si esto tiene que ver con Sorine juro que...
—Sayuri se cayó de la cama, no sé... —titubeó mientras su hija sollozaba—. Debo llevarla al hospital, no sé si se golpeó la cabeza, puede tener una contusión y...
Escuchó a su amigo suspirar.
—¿Está somnolienta? ¿Vomitó?
Izan frunció el ceño, puso el celular en la cama y activó el altavoz mientras alejaba a su hija. Tenía las mejillas rojas y llenas de humedad, su cabello era una desastre pero no la veía con ganas de dormir.
—No... No sé...
—No la dejes dormir por lo menos en media hora, si vomita me marcas y te paso mi número de seguro para que la lleves a emergencias —dijo con voz seria.
—¿Es todo? No puede tener sangrado interno o...
Thiago suspiró y casi lo vio mover la cabeza de manera negativa.
—Los bebés no son tan frágiles como crees, Izan, las señales de alarma son esas que te dije... También si le ves algo rojo en la pupila o si no deja de llorar.
Sayuri ya solo hipeaba y tenía la cabeza recostada sobre su hombro.
—¿Seguro?
Escuchó a Thiago bostezar.
—Sí, pero mañana la podemos llevar al pediatra.
El chico suspiró y negó, ya iban varias veces que abusaba del seguro de su mejor amigo, no podía hacerlo más.
—No, la estaré monitoreando y cualquier cosa la llevo al hospital —musitó.
—De todos modos mañana los paso a ver, tenemos un nuevo cliente y aprovecharé para que revises los requerimientos.
Izan asintió.
—Bien, gracias, Thiago.
Después de despedirse sentó a una Sayuri ya calmada en su cama y se puso en cuclillas, su hija parpadeaba pero no se veía rara.
Y cuando la brisa de la noche lo hizo estremecer, fue que recordó que solo tenía la toalla. Ahora bañarse iba a ser una tarea aún más complicada.
Sayuri mordió su manzana y masticó como todos los días. Inspeccionó a su hija con escrutinio tratando de ver cualquier cosa rara, pero hasta el momento no encontraba nada.
Thiago los vería al salir de la oficina, pues al no notar nada raro en la bebé, ambos decidieron que no había emergencia; pero incluso así revisaba cada pequeño movimiento de la nena. Había checado su cabeza al menos unas veinte veces para encontrar algo fuera de lugar, afortunadamente todo estaba igual.
Escuchó que tocaron su puerta y tras ver una vez más a su hija se dirigió a ver por el ojillo.
Solo pudo ver la cabeza castaña pues la chica tenía la mirada clavada en el suelo mientras se pasaba una mano por ambos ojos. Acción que lo hizo fruncir el ceño, pero aun así abrió.
Sorine levantó el rostro y le dio la sonrisa más forzada que le había visto en ese poco tiempo que llevaban de conocerse.
—Salí temprano —le explicó antes de entrar al departamento.
Y fue cuando pasó a su lado que notó lo rojo que rodeaban sus ojos.
La chica caminó hasta su hija y le dio un beso en la frente antes de sentarse a un lado. Le empezó a preguntar cómo estaba, si la manzana estaba rica y comentó que la había extrañado esa semana que no se vieron.
No lo miraba, ni siquiera cuando cerró la puerta y se sentó del otro lado de la pequeña mesa.
Y fue hasta que la analizó mejor —pues los ojos rojos podían significar muchas cosas—, que notó su vestimenta. Llevaba un traje sastre de manga corta con una camisa blanca sin mangas. Tenía el cabello un poco alborotado pero pudo notar que originalmente había llevado una trenza francesa.
Escuchó un celular vibrar, pero él lo tenía con el volúmen alto así que no se sorprendió cuando la castaña sacó el propio. Pero sí arrugó el entrecejo cuando la chica se limitó a presionar el botón rojo que desviaba la llamada, antes de dejar presionado el costado para apagar el aparato.
Y recordó el día que pelearon, cómo esa vez actuó de una manera parecida. No estaba de humor para otro enfrentamiento.
—Voy por ropa para cambiarla —masculló.
La chica no le puso atención, solo asintió una vez mientras peinaba a su hija.
Sacudió la cabeza antes de encaminarse a su recámara. Buscó un pants azul claro y una blusita amarilla junto con unos calcetines de punta de oso que hacían ruido al moverse.
Al regresar a donde se encontraba Sorine con la bebé, escuchó un casi imperceptible sollozo y murmuros. Frunciendo el entrecejo asomó un poco la cabeza.
Sorine se limpiaba los ojos con una mano y con la otra acariciaba la cabeza de su hija.
—Al menos para ti no lo soy —susurró la chica con la voz quebrada—. Tal vez sí deba dedicarme solo a cambiar pañales, ¿sabes? No es malo y soy buena en ello —masculló.
Izan se mantuvo oculto, recargó el cuerpo en la pequeña pared que marcaba el inicio de su cocina y siguió escuchando.
—Estoy cansada de tocar puertas, de que me rechacen y nadie me quiera dar una oportunidad —susurró Sorine—. No importa que vaya en esa escuela, cuando ven que soy mujer me subestiman. —Se escuchó un sollozo que hizo a Izan bajar la mirada.
—Ni siquiera me quedaron ganas de presentarme al concurso, ya con el rechazo de hoy tuve para entender que esto no es lo mío —musitó con la voz más quebrada.
Sayuri balbuceó y la castaña rio un poco.
—Como niñera te encontré, eres lo mejor que me ha pasado en este mes —dijo con un poco de ánimo.
Izan empuñó su mano libre y suspiró con fuerza. Su estómago se revolvió al grado de dolor y sintió su respiración vacilar.
Esa chica en su mesa era talentosa, pero desgraciadamente tenía razón, la sociedad estaba llena de prejuicios.
Antes, con solo decir su apellido las puertas se le abrían de manera automática. Ser un Moore era una ventaja fuera a donde fuera. Algo que se dio cuenta que era injusto cuando la realidad de la gente "normal" tocó a su puerta.Y ahora que escuchaba a una Sorine decepcionada y a punto de tirar la toalla, esa realidad le pesó aún más.Ojalá tuviera una manera de ayudarla como ella lo había hecho en repetidas ocasiones, desde aquella tarde que se encontraron en el café.
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