Capítulo 39
Su corazón dio un brinco tan brusco que jadeó en alto provocando que el chófer la mirara extrañado.
Y no era para menos, una estructura color blanco con enormes ventanales se asomaba por detrás de los edificios que iban pasando.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y literalmente pegó el rostro a la ventana del taxi; solo podía apreciar la parte alta, pero ya le estaba causando estragos en todo su cuerpo. Cuando giraron en la esquina de la calle donde estaba, puso las manos sobre su boca ante el huracán de emociones que movió todo su interior.
El chófer bufó exasperado, había algo de tráfico y gente reunida estorbaba el paso. Estaban a quinientos metros del lugar, por lo que ella optó por pagar y bajarse, el caminar le ayudaría a calmar su corazón o al menos a retomar el aliento.
Una vez hecho aquello, se acercó a la estructura que se levantaba de manera majestuosa entre jardines y personas.
La gente a su alrededor miraba asombrada el exterior blanco de cierta plaza que solo llegó a ver en maquetas y planos. Muchos señalaban y cuchicheaban, algunos hablaban sobre los detalles y jardines. Otros tomaban fotos o hacían lives en sus redes sociales y ella solo podía caminar asombrada entre la multitud tratando de permanecer en las sombras.
Había globos adornando ciertas partes, Macy le contó que consiguieron unos especiales biodegradables que no afectarían al ambiente. El estacionamiento era gratuito, pero en ese momento estaba lleno de gente que esperaba ansiosa la apertura.
La plaza tenía una forma abstracta y se encontraba elevada, había que usar escaleras o elevadores para entrar, en la parte baja tenía jardines y pequeños locales: El mercado comunal.
Tenía una zona de juegos a la izquierda donde pequeños ya jugaban y otra área de canchas de básquet y fútbol donde más personas estaban vendiendo postres, libros y demás.
Y justo en medio, dónde se veían las escaleras principales que no eran eléctricas, había un pódium adornado con globos blancos y letreros de la constructora con una cinta roja que seguro era la que se iba a cortar.
Dios, era más perfecta de lo que llegó a soñar.
Sus amigos le mandaron múltiples fotografías del interior y exterior de la plaza, pero sentía que se había perdido demasiado y que se iba a sorprender mucho más al entrar.
Eso sí encontraba las agallas para hacerlo y no terminaba huyendo de manera descarada.
Música ambientaba el lugar y observó a varias personas de traje hablando entre ellas. Había personas sobre el pódium probando los micrófonos pero no encontró ningún rostro familiar.
Aunque eso la llenó de paz, probablemente podría pasar desapercibida.
—¡¿Sorine?!
O tal vez no.
Volteó fingiendo una sonrisa, ojos grises la miraron extrañados antes de que el chico se acercara para abrazarla y casi cargarla.
—Dijiste que no —reclamó Naím al ponerla de nuevo en el suelo.
La castaña se sonrojó y miró de nuevo el pódium.
—Tomé un vuelo antes, yo solo... No sabía...
Su amigo descartó la excusa con un ademán.
—No importa, estás aquí —alegó dándole otro abrazo—. ¿Vienes del aeropuerto? ¿Tus maletas?
La chica se encogió de hombros.
-Viaje express, salgo en unas horas de regreso.
Recibió una mirada exasperada junto a un gesto de fastidio.
-Solo tú haces esto; debes dejar de evitarlo, ¿sabes? Tarde o temprano van a encontrarse.
-Prefiero que sea tarde -masculló ella mientras se llevaba las manos al cabello para hacerse una coleta.
-¿En serio piensas irte sin saludar? -preguntó una tercera voz.
Sorine volteó sobresaltada pero sonrió al ver el rostro sano de cierta pelinegra.
-De hecho, pensaba pasar por su departamento antes de abordar, me ahorraron un Uber -bromeó la chica abrazando a Paige.
-Qué bueno, ayer Sayuri estuvo en casa y dejó la sala hecha un desastre, Naím apagó la alarma y no nos dio tiempo de nada -comentó suspirando.
Sorine entendió la razón del suspiro. Su amigo le contó que la alarma ponía mal a la chica que aún se estaba ajustando a vivir con él, incluso a veces despertaba con ataques de pánico. Les estaba costando el enorme paso, pero ya era tiempo de darlo, según ellos.
Naím abrazó a la pelinegra y depositó un beso en su frente.
-¿Te quedarás a la inauguración? -indagó.
Sorine mordió su labio inferior antes de llevar la mirada al podium.
-Macy me dijo del desfile de modas, supongo que solo hago eso, y me regreso al aeropuerto.
Paige negó más no dijo nada y la castaña lo agradeció.
Entonces su celular comenzó a sonar, sus amigos la vieron extrañados y ella se sonrojó en gran manera. Paige incluso llevó la mano a su boca tratando de silenciar una carcajada.
Y no era para menos, su tono de llamada era la canción de Mariposita de La Gallina Pintadita.
-Hoe -masculló la chica sacando a gran velocidad el aparato de su pantalón. Al ver el nombre de su hermano en la pantalla desvió la llamada sabiendo que estaba fúrico por su nueva escapada.
-Ay... en serio... no me la creo -rio Paige agarrando su estómago a causa de la risa que no la dejaba respirar.
Naím le estaba haciendo segunda, pero el chico había abrazado a su novia por el pecho y trataba de ocultar las carcajadas en su cabello.
Sorine finalmente entornó los ojos y les dio la espalda a ambos fijando su atención en el pódium que ya se empezaba a llenar de gente. Sintió su corazón acelerarse esperando la presencia de cierto hombre que invadía todos sus sueños.
Pero a quien vio subir primero para probar el micrófono, la hizo fruncir el ceño.
-¿No es Kenji? -susurró entrecerrando los ojos.
El mencionado comenzó a llamar la atención agradeciendo la presencia de personas, medios y demás.
-Oh, sí -titubeó Naím-. Hace unos meses entró a MT Højgaard como pasante, no supe cómo quedó en el equipo de Izan.
La pareja a su lado seguía abrazada y eso la hizo sentir mal tercio.
-Ethan dice que elevar la plaza fue su idea, quiso dejar más espacio libre para los jardines botánicos y el mercado comunal -completó Paige con una diminuta sonrisa.
Incluso con las explicaciones, Sorine no dejó de fruncir el ceño, no se imaginaba a esos dos hombres trabajando mano a mano sin matarse en el camino.
Entonces el mundo pareció detenerse cuando Kenji extendió el brazo a su derecha invitando al arquitecto, dueño del proyecto, a subir al escenario. Incluso pareció ver en cámara lenta a cierto castaño aparecer por las escaleras.
Soltó un silencioso suspiro, Izan vestía unos jeans junto a un saco azul rey y una camisa negra. Seguía teniendo ese cabello alborotado y el gesto serio que cambió por un instante al darle la mano a Kenji agradeciendo la introducción.
-Buenas tardes -dijo el chico al micrófono y ella experimentó un escalofrío recorrerla. Había extrañado horrores esa voz que aún le causaba estragos-. Estoy muy emocionado y agradecido de estar aquí... este trabajo es un sueño que hace un año parecía casi imposible; el verlo completo me provoca una sensación imposible de describir.
Sorine no podía apartar la vista, incluso a lo lejos podía notar el brillo que esos ojos ambarinos desplegaban ante la emoción que el estar ahí le causaba a su ex. Izan habló sobre el trabajo de todos, el compromiso que adquirieron con el ambiente y muchas cosas más, durante su discurso miró a las personas y agradeció que no la pudiera reconocer entre la multitud. Le haría su regreso mucho más fácil.
-Con ustedes, la Plaza Soare -concluyó el castaño y ella sintió un brusco jalón en su pecho.
La gente aplaudió a su alrededor y ella no podía cerrar la boca de la sorpresa.
-Lo hizo, increíble -murmuró Paige acompañando los aplausos.
Sorine no desvió la mirada del hombre que estaba recibiendo unas tijeras doradas.
-¿Sabían? ¿Les dijo cómo la nombraría? -cuestionó.
Naím negó rascando su cabeza.
-Era un nombre tentativo, el otro era Sayuri Plaza, mmm ¿cuál dijo Thiago?
-Paseo de los cerezos -contestó Paige.
Las mejillas de la castaña se encendieron y llevó las manos a su rostro ocultándolo.
-Dios, le hubiera puesto Sayuri -murmuró en voz baja mientras negaba una y otra vez-. No tenía porque nombrarla como mi flor favorita o el sobrenombre que me dio su madre.
-Sí, eso le dije, que era masoquista -suspiró Paige haciendo girar los ojos.
Aplausos y gritos se escucharon, Sorine bajó las manos y alcanzó a ver a su ex cortando el listón; con lo que no contó fue con qué orbes ambarinos se clavaran en los suyos de manera fija.
Notó como el rostro de Izan se llenó de sorpresa y otra emoción a la que no pudo ponerle nombre, se miraron por lo que pareció una eternidad hasta que alguien tocó el hombro del chico y él volteó sobresaltado. Una joven de cabello corto color café oscuro, con lentes y una sonrisa gentil se había acercado con Sayuri en brazos.
La chica bajó la mirada sintiendo decepción llenarla, mordió con fuerza su labio inferior y parpadeó varias veces tratando de controlar las lágrimas. Algo que al parecer sus amigos no notaron pues ya estaban alegando por quién manejaría de regreso al departamento.
-Y casi chocas, eres un peligro al volante -alegó Naím exasperado.
-Como si tú pasándote el alto...
-Fue una vez...
-Tres desde la semana pasada, nunca te fijas; amarillo es frena no acelera más...
-Te gusta salir tarde, siempre vamos con el tiempo...
-¿Saben? Iré a ver a Trevor y Joen antes del vuelo, buscaré un Uber -interrumpió Sorine sacando su celular.
Recibió miradas atónitas.
-¿No vas a ver el desfile? -preguntó Naím.
La castaña negó varias veces.
-No, llamaré a Macy...
Pero Paige estaba viendo a su primo casi escapar de las múltiples personas que se acercaban a felicitarlo, parecía estar apurado por bajar del escenario al grado de dejar a Sayuri con Karen. Y algo le decía que era porque había encontrado a cierta castaña entre la gente.
Situación de la que también se percató la aludida, así que se apresuró a darse la vuelta para perderse entre las personas que avanzaban en dirección a la plaza.
-¡Sorine! -exclamó la pelinegra más la chica ya se había encaminado a la salida.
Era como ir contra corriente, pues todos iban hacia un lado mientras que ella quería llegar a la avenida para tomar un taxi. Sí, estaba siendo cobarde, pero no quería hablar con su ex, no después de escuchar cómo llamó a la plaza y verlo con otra mujer.
Un año sin contacto de ningún tipo y aún la movía con solo una mirada furtiva.
Se estrelló con un cuerpo, al levantar la mirada encontró un rostro que solía ver mucho en videollamadas junto a cierto inglés.
-Sorine, ¿a dónde vas? -cuestionó Thiago frunciendo el ceño.
-¡Sori! -exclamó emocionado el pequeño que el inglés cargaba mientras se movía para que lo bajara.
La mencionada se obligó a sonreír aunque quería gritar de frustración; necesitaba irse del lugar, no quería hablar con Izan ante la sospecha de que ya había hecho su vida con alguien más.
-Tai, Thiago; pensé que estarían con Macy -dijo ella poniéndose en cuclillas para abrazar al pequeño.
-Está en modo jefa, mejor fuimos a dar una vuelta -explicó el inglés.
-Macy grita mucho -susurró Tai haciendo una mueca.
Sorine sonrió amando al pequeño que llevaba viviendo con su mejor amiga tres meses. Revolvió el cabello negro del niño y se incorporó con un gesto preocupado.
-¿Cómo va? Con los exámenes y esto no hemos podido hablar mucho.
El inglés encontró a Naím y Paige a unos pasos, el pequeño jaló su pantalón varias veces pidiendo permiso para ir con ellos a lo cual asintió, Tai corrió a los brazos del chico de ojos grises y gritó emocionado cuando éste lo puso sobre sus hombros.
-Se mantiene distraída con el desfile o confeccionando ropa para Tai y Sayuri; pero sé que está triste, a veces solo pide que la abrace -explicó.
La castaña suspiró cerrando los ojos.
-Debí volar, podía hacer el examen en extraordinario -masculló.
Thiago negó.
-No hubieras podido hacer más que yo, al menos esa vez se pudo despedir, ya ves que con su madrastra y...
Sorine asintió sintiendo el corazón pesado. Su mejor amiga enterró a tres personas en ese año: Su madrastra murió en el parto de su hermanita y con ella se llevó a la bebé, su padre cayó en depresión y la enfermedad se lo llevó hacía escasos tres meses. Razón por la que Tai ya vivía con ella y su madre.
-Ojalá vayan a Nueva York, sé que le gustará -dijo tratando de sonreír.
-Está en planes -refutó él mirando algo detrás de la castaña.
Sorine no tuvo que voltear para saber qué, o más bien, a quién veía, pues sintió un escalofrío recorrerla completamente. Empuñó las manos con fuerza y dejó salir aire por la boca.
-¿Sorine? -la llamó en voz muy baja.
Sin embargo, para ella pareció que lo había gritado, así que con el corazón latiendo a una velocidad descomunal y con su estómago revuelto, volteó para encontrarse con esos ojos color ámbar que la seguían teniendo enamorada.
-Hola, Izan.
Era curioso que dos pisos estuvieran repletos de personas, voces y mucho ruido pero que conforme más subía en las escaleras eléctricas, menos se percibía.
Tenía las manos entrelazadas y de reojo podía notar a su acompañante viendo hacia arriba. Bien podían subir caminando, pero sintió que eso sería incluso más incómodo que la petición de que lo acompañara a la zona de comida que mantuvo cerrada a pesar de haber inaugurado la plaza.
Cuando percibió que el viaje estaba por terminar, llevó la mirada hacia arriba para encontrar ese techo de paneles solares que inició su aventura.
-Cuidado -susurró Izan al notarla enajenada. Ya habían llegado al final de las escaleras.
Cuando Sorine puso los pies sobre lo que era el área de comida, no pudo evitar jadear ante la sorpresa.
El castaño construyó los locales de comida en medio de árboles de fruta, pequeños riachuelos con peces, y un suelo de piedra de río. Era como entrar en un bosque en el que incluso se percibían aves cantando.
Giró sobre su eje no creyendo estar despierta, su mirada estaba perdida en lo hermoso del lugar. Los locales eran de madera, estaban cerrados pero ya contaban con los nombres grabados sobre lo que parecía ser caoba.
-Sé que durante el otoño será un reto mantener limpio el lugar, pero Kenji ideó un plan para aprovechar las hojas secas -explicó Izan.
Comenzaron a caminar por el lugar y con cada paso Sorine sentía su respiración vacilar aún más.
-Es hermoso -dijo en un hilo de voz amando como el techo de paneles dejaba entrar luz natural.
-Lo es -masculló el castaño metiendo las manos a las bolsas de su saco.
Sorine bajó la mirada un momento antes de darle una sonrisa juguetona.
-Así que Kenji trabaja contigo -comentó deteniéndose frente a uno de los locales.
Izan suspiró y vio hacia un lado.
-Más bien para mí -corrigió con las mejillas un poco coloradas-. Esos aumentos llegaron más rápido de lo que dijiste; necesitaba una mano derecha que me ayudara con algunos proyectos y justo cuando decidió volar lejos de su familia...
-Llegó a la constructora -completó ella.
El chico asintió.
-El proyecto de su museo está en pláticas para que se construya en Copenhague, tenemos que hacer unos ajustes pero es bastante bueno.
La castaña sonrió notando como su ex hablaba de su trabajo con esa emoción que siempre lo llenó al moverle algo a la plaza.
-Me alegra, creo que todos tenemos derecho a realizar nuestros sueños.
Izan asintió llevando la mirada hacia un lado, comenzó a caminar de nuevo y Sorine suspiró en silencio. El ambiente entre ellos estaba cargado de tensión e incomodidad, era como cuando iniciaron su amistad.
-Aquí es -anunció él, de pronto.
La castaña había estado tan enajenada en sus pensamientos que no notó a dónde la llevó, pero al levantar la mirada su boca formó una perfecta "o".
Ahí, frente a ella, había un árbol de cerezo en una isla que se levantaba justo en medio del riachuelo que parecía extenderse a lo largo de la zona. Se acercó mientras escuchaba el latido de su corazón en los oídos y sus ojos llenarse de humedad.
-Siempre dije que la plaza iba a ser un monumento a ti -musitó el castaño a su espalda-. Creo que una estatua tuya iba a ser demasiado, así que opté por algo que solo reconoceríamos los que... los que estuvimos envueltos en el proceso.
Una lágrima se derramó de su ojo izquierdo y no se preocupó por limpiarla, se sentía abrumada.
-¿Por qué? -cuestionó con la voz quebrada.
Escuchó un suspiro y volteó, Izan había estado viendo al suelo y finalmente la miró a los ojos.
-Porque nos... me cambiaste la vida.
Sorine puso las manos a la altura de su pecho y las entrelazó con fuerza, el chico pareció dudar antes de acercarse para mirarla como tratando de encontrar algo en sus facciones. Llevó una mano a su rostro y con sumo cuidado pasó un mechón de cabello castaño detrás de su oreja. Ella cerró los ojos ante el familiar gesto y sintió un nudo en la garganta.
Izan dejó la mano en su oreja y con lentitud la pasó hasta su mejilla. Se le hacía irreal el tenerla ahí, tantas veces soñó con el momento donde la podría volver a tocar y por fin lo estaba haciendo. Tenía miedo de despertar para encontrara que todo había sido un sueño.
-Te extraño -susurró acariciando su mejilla.
El corazón de Sorine latía tan rápido y fuerte que se preguntó si acaso él no lo escucharía, abrió los ojos y se perdió en ese mar de emociones que desfilaban en los ojos del amor de su vida.
-Yo... yo...
-¡Papá!
Ambos se sobresaltaron y ella dio un paso atrás de la sorpresa. Se volteó y talló varias veces sus ojos para borrar todo rastro de lágrimas.
Por su lado, Izan se giró hacia atrás para ver a su pequeña de casi dos años caminando hacia ellos con una paleta en la mano.
-Kary dio leta -dijo la pequeña llegando hasta su padre.
-Ay, lo siento, te estaba buscando y ya sabes como se pone cuando se aferra a algo -intervino Karen con las mejillas sumamente rojas mientras veía al castaño.
Él negó descartando la disculpa y agachándose para levantar a Sayuri.
-No pasa nada.
Sorine observó el intercambio sintiéndose una intrusa, Izan y la chica que había subido al pódium se trataban con extrema familiaridad. Eso le dolió, pues sabía perfectamente bien que el castaño era un tanto huraño.
La escuchó hablar sobre la madre de Izan y el desfile, aparentemente lo estaban esperando para iniciar. Miró detrás de ella y encontró otras escaleras, aunque éstas no eran eléctricas. Volvió a ver a la pareja y tragando pesado, se dio la vuelta para alejarse en silencio.
Mientras tanto, Sayuri comió paleta con la cabeza apoyada en el hombro de su padre, parpadeó varias veces observando a la mujer que se escabullía y tras ladear su cabecita susurró-: ¿Mamá?
Izan enderezó completamente la espalda y se giró de golpe. Sorine ya iba escalera abajo, corriendo, tropezando en el último escalón y corriendo de nuevo.
-Karen...
La mencionada no necesitaba ser llamada dos veces, tomó a Sayuri en sus brazos y miró al chico correr tras la castaña. Vio a la bebé y bufó.
-Tenías que interrumpir, ¿eh? Esto me va a costar -gimió mirando hacia arriba esperando que cierta pelinegra de ojos aceitunados que la envió a espiar, no la matara.
Corrió entre personas, evadió saludos e ignoró a su jefe. Todo para llegar a la calle y no encontrarla por ningún lado.
Respiraba por medio de jadeos, pues entre su corazón alterado y la carrera no podía respirar del todo bien. Llevó las manos a su cabello y suspiró con fuerza mientras negaba y sacudía la cabeza.
Tenía tanto que decirle, que contarle, que declararle... No podía dejarla ir así.
Pensó en sus opciones, ni siquiera sabía que había regresado a Esbjerg y de seguro sus amigos sí. Frunció el ceño sabiendo bien quién conocería su itinerario y donde la podría encontrar, bufó percibiendo la furia.
Macy ya estaba estresada por el desfile, seguro lo mandaría al diablo si le rogaba por información que obviamente le había ocultado.
Pero dejar ir así a Sorine...
Endureció la mandíbula y se armó de valor mientras se daba la vuelta para ir donde el desfile estaba a punto de empezar.
Macy era más bajita que él, no le podría hacer mucho daño... O eso quiso creer.
-Tú y tus vuelos de mil horas para quedarte dos y volver a viajar mil horas de regreso -espetó Trevor mientras empuñaba con fuerza una bolsa café que contenía comida y agua.
Sorine le enseñó la lengua.
-No me juzgues, hubo uno que era a fuerza -musitó tomando la bolsa y revisando su contenido. Estaría dos horas en el aeropuerto a lo mucho y moría de hambre.
Trevor vio hacia arriba y bufó.
-Bien, ese es justificable -refutó sin borrar el gesto de molestia de su rostro-. Pero este no era necesario.
La chica se encogió de hombros.
-Si crees que era innecesario venir a ver un proyecto al que le puse alma y cuerpo...
-Y al que renunciaste por un mocoso...
-Porque prácticamente lo hizo todo...
-Sin mencionar que por su culpa saliste corriendo del otro lado del mundo...
Una risa interrumpió la discusión y los hermanos voltearon a ver al abogado que miraba hacia el frente.
-Sigan, por favor -exclamó Joen divertido haciendo un movimiento con la mano.
Trevor negó y se incorporó de la silla.
-Voy por café, me vas a matar, monstruo -gruñó encaminándose hacia la cafetería del aeropuerto.
Sorine cruzó los brazos y suspirando exasperada.
-No entiendo porqué siempre se queda si tanto le molesta que viaje -comentó confundida.
-Porque eres su hermanita, su deber es apoyarte aunque le molesten tus decisiones -explicó el de lentes sin borrar la sonrisa de su rostro.
Sorine bajó la mirada y mordió su labio inferior.
-El amor nos lleva a hacer sacrificios.
Su cuñado asintió varias veces antes de inclinar el cuerpo hacia adelante.
-Cómo renunciar a tu primer amor por tu hermano mayor. -La castaña levantó el rostro con sorpresa y lo miró con la boca abierta. Sin embargo, Joen solo le dio un guiño-. Y con esto estamos a mano -masculló antes de palmear su rodilla y levantarse.
Ella lo vio extrañada no entendiendo, pero cuando siguió la mirada del abogado, su corazón se detuvo por un instante.
Parpadeó varias veces tratando de que la forma de su ex novio desapareciera de en medio de la sala de espera, porque él no podía estar ahí, debía estar atendiendo a gente en la plaza. Pero por más que abría y cerraba los ojos, Izan permanecía en el mismo lugar.
-Suerte, pequeña Sorine -susurró Joen antes de alcanzar a un Trevor que se había quejado del plan durante toda la mañana.
La gente caminaba de un lado a otro desapareciendo por segundos al castaño que no dejaba de mirarla. Ella, por su lado, mordió el interior de su mejilla no sabiendo qué hacer. Finalmente se levantó y entrelazó las manos frente a ella olvidando la bolsa de comida.
Cuando comenzó a caminar, Izan la imitó y una vez que estuvieron frente a frente ambos desviaron la mirada.
-¿Cómo supiste? -preguntó ella apretando sus manos.
El chico se movió un tanto incómodo.
-Macy me mandó con tu hermano y... Bueno, Joen me dijo dónde estarías porque Trevor me colgó el teléfono.
Ella asintió entendiendo lo que el abogado le había querido decir. Apretó de nuevo sus manos antes de animarse a hablar más.
-Deberías estar en la plaza -susurró antes de suspirar y negar-. Con Sayuri y... Amm...
Izan la miró arqueando una ceja.
-¿Karen?
La castaña se aclaró la garganta y asintió sintiendo como si su estómago hubiera caído al suelo. El chico ladeó la cabeza confundido.
-Estoy seguro de que ella está bien acompañada -refutó encogiéndose de hombros-. Mientras no descuide su trabajo, no tengo problema con que esté con Kenji.
Entonces Sorine lo miró con el ceño fruncido.
-¿Con Kenji?
Izan asintió con lentitud tratando de controlar su sonrisa.
-Su novio.
La chica se quedó con la boca abierta, sintió calor llenar su rostro y lo tapó con ambas manos.
-Dios, pensé... Creí...
Escuchó a su ex reír y percibió un escalofrío recorrerla cuando Izan tomó sus manos para que las bajara.
-No hay nadie más... -musitó con media sonrisa-. Solo... Solo estás tú.
Se vieron a los ojos, el corazón de ella daba vueltas y vueltas mientras que su estómago se llenaba de mariposas, la mirada del castaño era igual de intensa que esa primera vez que se besaron. Le seguía robando el aliento.
Y para él era exactamente igual aunque se controlaba más; entrelazó sus manos y las llevó hasta sus labios donde no las besó, solo las dejó a unos milímetros creando expectativa en ella.
-Solo quiero que estés tú -continuó erizando la piel de la chica al sentir su aliento tan cerca.
-Izan...
Él la miró en silencio, fueron unos segundos que parecieron eternos. Finalmente Sorine soltó un chillido y se impulsó a los labios del castaño.
Se besaron con desesperación, tratando de borrar la ausencia de ese año, como si con cada contacto entre sus labios pudieran desaparecer el desastre que los llevó a la separación. Lágrimas recorrieron el rostro de Sorine mientras que Izan puso las manos en sus mejillas. El mundo desapareció a su alrededor, sólo eran ellos dos haciendo lo que sus corazones les rogaban.
Cuando finalmente se detuvieron para retomar el aliento, sonrieron con complicidad y contentamiento.
Sorine rio un poco, Izan juntó sus frentes y suspiró. Ambos cerraron los ojos por unos momentos y luego se miraron con absoluto amor.
-Los extrañé -susurró ella pasando una mano por el costado del rostro del castaño.
Él le dio otro pequeño beso.
-Nosotros también.
Un avión despegó haciéndolos voltear, Sorine mordió su labio inferior y bajó la mirada.
-Hey -masculló Izan levantando su rostro con gentileza-. Podemos hacerlo.
La chica lo vio con lágrimas.
-¿Me esperarás? -cuestionó con la voz quebrada.
Él se inclinó de nuevo para besarla.
-Siempre -respondió sobre sus labios.
La castaña sonrió emocionada y se paró de puntas para pasar los brazos alrededor del cuello del chico.
-Te amo, Sorine.
Se abrazaron con fuerza, la aludida sonrió en el pecho del joven arquitecto y dejó un beso sobre el saco.
-Y yo a ti, Izan.
Aquél día cuando Sorine subió al avión, lo hizo con una sonrisa en su boca sabiendo que una relación a distancia sería pan comido después de haber estado un año sin el amor de su vida.
Y cuando los seis meses restantes pasaron, volvió a su amado Esbjerg donde fue recibida por un hermoso grito que la hizo llorar al llamarla, de nuevo, mamá.
-Y desde entonces hemos sido nosotros tres -concluyó Izan tomando la mano de Sayuri.
Ojos color ámbar se quedaron clavados en las manos entrelazadas, su cuerpo a veces se estremecía a causa del llanto que logró apaciguar gracias a la historia.
-¿Por qué? -preguntó ella en voz baja.
Izan suspiró; esa era una pregunta muy difícil de contestar. Sobre todo cuando se hija tenía escasos catorce años.
-No lo sé, a veces cometemos errores que muy tarde logramos entender... -trató de justificar a su lejana ex.
Sin embargo, Sayuri sacudió varias veces la cabeza.
-No, no hablo de ella... ¿Por qué me quiere? No llevo su sangre, no soy nada... -La voz se le quebró una vez más e Izan abrió los ojos con sorpresa al entender de quién hablaba.
-Sayuri. -La tomó de las manos y se hincó frente a ella, su niña lo veía derrotada-, no necesitas llevar su sangre para ser su hija, te amó desde el primer momento en que te vio.
La adolescente lloró antes de abalanzarse sobre él para abrazarlo con fuerza, su cuerpo se estremeció a causa del llanto y eso le estaba rompiendo el corazón.
Habían planeado contarle su historia cuando tuviera quince años, pero mientras buscaba fotos antiguas, Sayuri encontró los papeles dónde Sorine firmó su adopción. Les reclamó creyendo que no era hija de ninguno, llevaba horas encerrada y su pobre esposa había llorado desde entonces sentada frente a la puerta de su hija esperando que le diera una oportunidad para explicar lo que en realidad sucedió.
E Izan, amando tanto a ambas mujeres como lo hacía, cometió el acto más loco hasta la fecha: Escalar por el costado de su casa para entrar por la ventana de Sayuri.
Solo así le pudo contar la historia.
No supo cuántos minutos pasaron, pero finalmente su hija comenzó a calmar el llanto. Se limpió las lágrimas y lo miró un tanto avergonzada.
-Soy una pésima hija -admitió-. Estuvo toda la noche ayudando con mi maqueta y no se ha movido de ahí.
Izan suspiró y le dio un beso en la cabeza antes de levantarse para luego extenderle las manos y ayudarla a imitarlo.
-Como dije, te ama -dijo en voz baja.
Sayuri se limpió más el rostro con la manga de su sweater morado.
-Y yo la amo -replicó con la voz quebrada.
El hombre asintió y caminó a la puerta donde puso una mano en la manija, su hija mordió su labio inferior -manía que le aprendió a su esposa- y movió la cabeza de manera afirmativa.
Cuando finalmente abrió, orbes verdes, rodeados de rojo e hinchados, los vieron a ambos desde el suelo.
-¡Mami, perdón! -exclamó Sayuri aventándose para caer en el regazo de una Sorine quien sollozó con fuerza.
-No, mi niña, te debimos decir antes; perdón nena, perdón -gimió la castaña abrazando a su hija con fuerza.
Izan se puso en cuclillas a un lado de las mujeres y mientras pasaba una mano a lo largo de la espalda de su hija, dejó en beso en el costado del rostro de Sorine y suspiró con contentamiento al saber que ya no había nada oculto entre ellos.
El camino había sido largo y lleno de obstáculos, pero finalmente consiguió la familia que tanto había anhelado.
Entró a su hogar y dejó las llaves en la mesa de la entrada junto a su cartera. Se pasó una mano por el cabello y negó varias veces sabiendo que estaba perdiendo una batalla que Thiago ya le había advertido que perdería.
Se encaminó a la sala de su casa y al estar en el arco que marcaba el inicio de la estancia, se apoyó en la trabe y observó a cierta castaña que movía cosas en su iPad totalmente enajenada a su entorno.
Sonrió amando el gesto de concentración que adquiría su esposa al trabajar y la miró en silencio hasta que sacó su celular y activó el Bluetooth para emparejarlo con el estéreo.
Buscó la canción que escuchó hacía unos días y presionó play.
El sonido del piano tomó por sorpresa a Sorine quién levantó el rostro confundida y observó su entorno hasta toparse con los ojos ambarinos de su esposo, quien la miraba con un gesto divertido.
-No te escuché llegar -dijo sonriendo.
Izan se encogió de hombros y tras aventar su celular al sillón, se acercó para ofrecerle una mano a su esposa. Ella ladeó la cabeza confundida pero tomó lo ofrecido y permitió que la levantara dejando su trabajo de lado.
La tomó por la cintura y comenzaron a moverse en un ligero vaivén que hizo sonreír a Sorine.
-¿Sayuri?
El castaño bufó entornando los ojos.
-En el cine con Tai -espetó negando.
Su esposa rio divertida y puso la cabeza en su pecho amando como podía escuchar el latido de su corazón.
-Estamos solos -masculló.
Izan la abrazó y besó su frente.
-Por ahora, pienso regresar a espiarlos en una hora -refutó.
-Yo llevo las gorras -musitó cerrando los ojos.
Él rio más mantuvo el vaivén de sus cuerpos. La canción resonaba en la sala y no podía dejar de pensar que era la letra perfecta para decirle a la mujer en sus brazos lo que significaba para él.
Sorine suspiró empezando a ponerle atención a lo cantado, su corazón se estremeció y se llenó de un sentimiento cálido que la provocaba emoción, felicidad y amor.
El movimiento comenzó a ser más marcado conforme el coro avanzaba, Izan entrelazó una de sus manos con la de ella mientras que la otra la dejó en su cintura.
-¿Sabes que te amo? -preguntó en un susurro.
Sorine le dio esa sonrisa que adoraba y llevó ambas manos detrás de su cuello antes de darle un beso corto.
-Lo sé -respondió en voz casi inaudible.
Se miraron a los ojos mientras bailaban al compás de la lenta tonada dejando que el mundo se detuviera como tantas veces lo hizo cuando estaban juntos; de pronto Izan llevó sus manos a la espalda de ella y con facilidad la levantó del suelo comenzando a dar vueltas con el sonido de su risa sonando en sus oídos llenándolo de alegría y paz.
Cuando se detuvo, le cantó al oído la letra del coro provocando que los ojos de Sorine se llenaran de lágrimas y que su corazón se derritiera ante el cariño que su esposo expresaba.
Con lentitud recorrió su espalda sin dejar de cantar, su aliento le causaba cosquillas y le erizaba la piel. Tantos años juntos y aún la descolocaba con ciertos actos que de pronto tenía.
Y de la nada, su esposo llevó un brazo hasta sus piernas y la cargó como lo hizo en su luna de miel arrancándole varias carcajadas a Sorine cuando los volvió a hacer girar en medio de la sala mientras ella se aferraba a su cuello.
Casi se vio con su vestido blanco y revivió una de las noches más maravillosas de su vida, dónde ella y Izan sellaron un pacto, una promesa de por vida.
La castaña echó la cabeza hacia atrás y disfrutó de la brisa que creaban al dar vueltas.
Al detenerse, observó a su esposo quien tenía esa mirada intensa que le robaba el aliento, llevó su mano a la mejilla de él y se acercó a sus labios para besarlo con la misma pasión con la que su yo de veinte años solía hacerlo.
Un escalofrío la recorrió cuando él le devolvió el gesto con la misma intensidad. Por sus mentes pasaron todas las aventuras que vivieron, esas noches llenas de amor, las lágrimas derramadas, las risas compartidas, la complicidad que poco a poco despertó gracias a un mutuo favor, y el inmenso amor que se creó gracias a una pequeña que le robó el corazón.
Cuando se separaron, él la bajó con cuidado mientras se veían con adoración, la castaña sonrió levantando el dedo meñique en medio de ellos.
-¿Para siempre?
Su esposo le regresó el gesto; tras dejar un beso en el diminuto dedo y entrelazar el propio con el de ella, asintió.
-Para siempre.
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