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Capítulo 37

26 de Agosto 2018

No era posible que el cuerpo le pudiera doler como actualmente lo hacía. Las piernas le temblaban y sentía que los pechos le iban a estallar al estar llenos de esa leche que estaba cansada de sacarse con la mano.

¿Por qué no escuchó a su madre?

Eso sin mencionar lo mucho que le ardía ahí abajo cada que iba a orinar. Llevaba casi una hora levantándose una y otra vez para acudir al baño. Odiaba ver la sangre roja y sentir tanto dolor.

¿Dónde demonios estaba Ethan?

Debería estar ahí a su lado dándole palabras de ánimo o ya de mínimo agradeciéndole por llevar el embarazo a término... por así decirlo.

Gimió de dolor y se acostó de lado no soportando la posición. Jamás volvería a pasar por eso, no pensaba tener un solo hijo más. Por nadie.

Escuchó la puerta a su espalda ser abierta y con mucha dificultad se giró. Ahí estaba, la fuente de todas sus desgracias... O más bien el objeto de su obsesión. El chico vio hacía todos lados con nerviosismo antes de llevar su atención a ella. Tenía medio cuerpo asomado por la entrada y con una mano sostenía la puerta.

—La van a traer en un momento, dijeron que pueden dejar aquí la incubadora para que la veas —masculló bajando la mirada.

Ella frunció el ceño y se sintió decepcionada al no escuchar un "¿cómo te sientes?" salir de su boca.

—Casi muero, ¿sabías, Ethan? —espetó molesta.

El mencionado la miró contrariado antes de ver hacia el pasillo de afuera.

—No fue así, tuviste un parto difícil porque se adelantó, pero no estuviste a punto de morir, Lara —alegó endureciendo la mirada.

La chica abrió ligeramente la boca.

—¿Quién estuvo ahí? ¿Tú o yo? Sentí como si la vida se me fuera...

Orbes ambarinos parecieron destellar con enojo.

—Eso pasa cuando tomas unas jodidas pastillas para... —Tensó la mandíbula y ella percibió que su enojo iba en aumento—. ¡¿Tanto te costaba esperar dos meses?!

Lara se incorporó con dificultad en la cama, empuñó las manos y lo miró enfurecida.

—Lo quise terminar desde antes, pero no, tú y tu maldita necesidad de tener una familia...

—¡Solo lo hiciste porque es una niña! —exclamó el castaño entrando a la habitación y señalándole de manera acusatoria—. Si hubiera sido niño no habrías atentado contra su vida tantas veces... ¡Es tu sangre! ¡¿Cómo pudiste hacerlo?!

Ambos respiraban con fuerza, el chico parecía incluso hacerlo de manera ajetreada. Ella desvió la mirada sintiendo una punzada de dolor junto a ese molesto ardor en su zona baja.

—Estoy muy joven para ser madre —susurró.

Él abrió la boca para refutar pero un toque en la puerta interrumpió la discusión. Ambos voltearon y observaron a la pediatra asomarse con una pequeña sonrisa en sus labios.

—Les tengo un regalo —les dijo antes de desaparecer y abrir más la puerta para pasar por ella lo que parecía ser una cápsula transparente en donde un diminuto cuerpo conectado a varios cables respiraba de manera rápida.

Un enfermero junto a otras dos mujeres entraron y acomodaron la incubadora junto a la cama de Lara. La pediatra les siguió, llevaba en las manos lo que era el historial de la pequeña bebé de siete meses.

La chica miró con detenimiento el pequeño ser que yacía a su lado. Sintió algo en su corazón y llevó la atención al chico de cabello castaño. Sin embargo, al notar la mirada perdida y fascinada del que se suponía era su novio, enojo la invadió.

—¿Está bien? —cuestionó en voz baja Izan.

La pediatra asintió y comenzó a dar explicaciones que ella bloqueó. Empuñó las manos en su regazo y cerró los ojos con fuerza tratando de contener lágrimas de frustración.

Ya no era el centro de atención, ni siquiera recibió algún gesto de cariño de su susodicha pareja, todo el interés se lo había robado esa niña que la había dejado dolorida y con un cuerpo flácido.

Suspiró de manera silenciosa y se juró a sí misma que nadie la dejaría en segundo plano... Así tuviera que deshacerse de la niña, Izan la volvería a ver como si fuera lo más importante de su vida.

—¿Lo amas?

Orbes verdes parpadearon en exageración antes de cruzarse con unos avellana que la veían de manera fija a pesar de estar llena de golpes.

La pregunta quedó suspendida en el aire, solo se escuchaba el bip del monitor a un lado.

—¿Importa? —cuestionó de regreso en un suspiro, pasados unos segundos.

Paige ladeó la cabeza y pareció estudiarla en silencio.

Entró hace poco más de diez minutos. Después de las preguntas de rutina como: ¿estás bien?, ¿necesitas algo?, etc. Un silencio incómodo se posó en el lugar hasta que la pelinegra hizo aquella pregunta que no necesitaba ser contestada porque las acciones hablan más que mil palabras.

—Creo que jamás lo había cuestionado... pero mi duda es si lo amas a él o a Sayuri... son cosas diferentes —alegó la chica entrelazando las manos en su regazo.

Sorine se apoyó en el respaldo de la silla y miró hacia la ventana.

—Sayuri se robó mi corazón desde el primer instante, pero él... ni siquiera me di cuenta... es raro no saber cuándo me enamoré tan perdidamente de tu primo al grado de querer verlo feliz aunque no sea conmigo.

—O sea que incluso recuperando a Sayuri, tus planes seguirán siendo los mismos —concluyó Paige.

La castaña asintió con lentitud antes de suspirar.

—Es lo justo, ¿no crees? Que cada uno persiga sus sueños... estando yo aquí, creo que sentiría que ese trabajo no le pertenece.

Su acompañante bufó e hizo girar los ojos.

—En eso tienes razón... pero aún así no apoyo que te vayas, creo que le harás mucha falta.

Sorine le dio una diminuta sonrisa.

—Todos hacemos lo que debemos para que nuestros seres amados sean felices.

La pelinegra bajó la mirada a sus manos y observó algunos de los rasguños de sus brazos. Pareció pensar mucho lo que quería expresar en voz alta.

—Naím me dijo que me ama —murmuró de pronto cerrando los ojos antes de soltar un tembloroso suspiro.

La castaña levantó las cejas con sorpresa sintiendo un inexplicable entusiasmo al escuchar aquella confesión; no pudo evitar sonreír como boba.

—¿En serio? —cuestionó sin borrar el gesto de su rostro.

Paige asintió una vez antes de negar y morder el interior de su mejilla.

—Creo que fue la emoción del momento, no sé cómo podría amarme tan rápido... —Se detuvo de golpe y miró extrañada a la chica que había tomado sus manos en las propias.

Sorine la veía con suma gentileza.

—Conozco a la perfección a ese hombre, lo último que él buscaba era un compromiso; antes de que aparecieras me dijo que no estaba hecho para eso, que era feliz sin una pareja fija... créeme cuando te digo que si te lo dijo es porque lo siente.

Los ojos de la chica se llenaron de lágrimas, su corazón daba vueltas dentro de su pecho pero el miedo la tenía casi paralizada.

—No sé amar, no me creo capaz de poder corresponderle —masculló con la voz quebrada—. Ve todo lo que pasó por dejarlo entrar —alegó cerrando los ojos y estremeciéndose al escuchar en su mente el disparo que pudo ser terminal.

La castaña le dio una sonrisa cargada de tristeza.

—Sabes hacerlo, mira hasta dónde llegaste por tu familia... aunque con Naím no es el mismo tipo de amor, sé que podrás encontrar la felicidad si te das la oportunidad, todos merecemos ser felices... Bueno, no todos, pero tú en definitiva lo mereces —dijo pensando en que Mao no merecía ni un gramo de paz en su vida por todo lo que le hizo a la chica frente a ella.

Cabello negro cubrió el rostro de la que escuchaba palabras que le costaba asimilar. Se imaginó los días venideros y un estremecimiento la recorrió al recordar que probablemente tendría que enfrentar a Mao cara a cara.

Pero el recordar que probablemente todo valdría la pena por ver a su primo feliz, le dio un poco de fuerza.

—¿Me prometes algo? —preguntó en voz baja. Sorine asintió apretando un poco sus manos y Paige la vio directamente a los ojos—. Volverás, no importa cuánto tiempo pase, pero algún día volverás a nosotros... tu familia.

Sorine abrió la boca ligeramente y sintió un nudo en la garganta junto a su corazón brincar. No supo cuántos segundos pasaron pero cuando quiso responder, su voz no cooperó; finalmente sus ojos se llenaron de lágrimas y no pudo evitar mover la cabeza de manera afirmativa varias veces antes de recibir un abrazo que jamás se esperó de la pelinegra.

Se mantuvieron así, abrazadas, sin darse cuenta de que orbes ambarinos habían visto ese último intercambio desde la puerta.

Miró la hora en su reloj de muñeca mientras esperaba a cierta mujer de ojos aceitunados en la cafetería del hospital. Se suponía que tenía que ver a su padre en una hora para cenar y no pensaba dejarla sola. Aunque ella le decía que estaba bien, podía ver su renuencia a hablar con el hombre sobre cierto título que la pelinegra aún no sabía si tomar o rechazar.

Tomó un sorbo del té frente a él antes de levantar la mirada y arquear una ceja ante la presencia de cierta mujer que hacía pocos días le dio a entender que no quería involucrarse en la vida de su hijo.

La dama se acercó hasta su mesa y se sentó con toda la gracia que la caracterizaba, lo miraba con seriedad y él no pudo evitar regresarle el gesto.

—¿Viniste a ver a Paige? —preguntó no teniendo otra explicación para su presencia.

La dama subió las manos a la mesa y puso una sobre la otra.

—En parte —contestó de manera cortante.

Thiago asintió y llevó la mirada a la entrada de la cafetería donde Noam hablaba con un médico.

—Pudiste evitar esa relación —acusó sabiendo que había callado su opinión demasiado tiempo y que el hacerlo llevó a Paige a vivir un infierno.

—Aunque no lo creas, Thiago, una de mis prioridades fue entretener a Mao el suficiente tiempo para que mi sobrina escapara —refutó la mujer recibiendo una mirada extrañada—. No tenía voz ni voto en lo que mis cuñados hicieron, eso deberías saberlo... cuando vendieron sus acciones de la empresa se desvincularon de todo lo que éramos, por eso prácticamente vendieron a su hija.

El inglés endureció la mandíbula antes de terminar de analizar lo que le estaba diciendo, cuando finalmente digirió las palabras, abrió un poco los ojos con sorpresa.

—Mao no siguió a Paige a Francia a petición tuya —concluyó.

Yelena asintió una sola vez.

—Estábamos en medio del proyecto para la nueva presa en el río Mekong, estuvimos en Tailandia planeando y manteniendo tan ocupado al hombre para que no tuviera tiempo de pensar en lo que hacía mi sobrina —explicó.

El empresario arrugó el entrecejo confundido.

—¿Entonces cómo llegó aquí?

El gesto de la mujer se endureció y casi oscureció.

—Taylor —espetó habiendo sido informada de lo que la mencionada hizo hacía unos pocos días.

Ira llenó a Thiago y bajó la mirada a sus manos empuñadas.

—No tiene límites —gruñó en su lengua natal.

La dama movió la cabeza de manera negativa antes de alcanzar a ver por la ventana de la cafetería, esa que daba al estacionamiento, a su hijo caminar con pasos decisivos a lo que suponía era el vehículo que habían rentado Noam y ella.

—Pero está a punto de recibirlos —masculló con orgullo.

Su acompañante la vio contrariado antes de seguir su mirada para encontrar a su mejor amigo subiendo a un vehículo negro y salir a gran velocidad del lugar.

Llegó a su departamento antes de lo previsto, bajó del auto y subió de a dos escalones, prácticamente corrió hasta su hogar. Las palabras de Joen le hacían eco en la cabeza sin parar.

Podía recuperar a su hija exponiendo a Lara.

Paige se lo dijo una vez, pero en aquél momento creyó que debía respetar a la mujer que alguna vez amó y que había engendrado a Sayuri. Sin embargo, la historia era diferente en el presente.

No era que quisiera vengarse de la chica, era proteger a su niña de vivir una vida vacía. Porque la realidad era que Lara jamás iba a querer a su hija porque era muy egoísta. Sus actos durante el embarazo se lo dejaron muy claro y ahora, al querer dejarlo sin ninguna de las mujeres que amaba, se dio cuenta de que no cambió, más bien se hizo peor.

Tomó el sobre que Sorine dejó sobre la mesa y lo abrió sintiendo el latido de su corazón en la cabeza. Ahí estaban los registros médicos de su ex, todas las veces que estuvo internada porque tomó pastillas para adelantar el parto —o abortar—... Esa nota del psicólogo donde le hacían saber que la chica no tenía ningún tipo de depresión, que sus actos eran meramente narcisistas.

¿Cómo obtuvo Paige la información?

Ya le preguntaría cuando regresara al hospital, lo que debía hacer era llevarle eso a Joen para que metieran una contrademanda alegando inestabilidad en Lara.

Sacó su celular y pretendió llamar a su mejor amigo cuando un toque en la puerta lo detuvo. Dejó el sobre en la mesa y se dirigió a abrir. Jamás esperó lo que encontró del otro lado, incluso una vez que vislumbró a la persona endureció el gesto y sintió acidez llenar su estómago.

—Tienes agallas —espetó sin moverse de la puerta.

La fría y azulada mirada de la otra persona se mantuvo en él, luego la chica levantó la cabeza en ademán de desafío.

—¿Me vas a dejar entrar o quieres armar una escena pública? —cuestionó ella con ironía.

Izan estuvo a punto de dar un paso atrás para dejarla pasar, pero algo dentro de él le dijo que no lo hiciera, que a ojos ajenos la situación se podría ver como otra cosa y que la rubia buscaba justamente eso.

—Elijo la escena —gruñó llevando las cosas más lejos y saliendo del departamento para cerrar la puerta detrás de él—. ¿Qué quieres? —cuestionó cruzando los brazos.

Lara lo vio contrariada no esperando la acción, pero retomó el control.

—Quiero que alejes a esa de mi hija, si ella se va la niña regresa —dijo yendo al grano.

La mirada del castaño se endureció incluso más.

—Todo esto porque hice mi vida con alguien más —masculló lleno de enojo—. ¿En serio crees que así la dejaré de amar? ¿Que vas a borrar todo lo que vivimos? ¿Que regresaré a ti como un cachorro arrepentido?

La chica empuñó las manos enterrando las uñas en sus palmas.

—No la amas, estabas despechado y me buscaste un reemplazo —alegó con prepotencia echando su cabello hacia atrás.

Él la miró atónito.

—¿Te estás escuchando? Lara, ¡ya no te amo, nuestra relación fue un fracaso! —exclamó señalándose y a ella.

La chica negó varias no queriendo aceptar que las palabras de su ex eran ciertas; no podían serlo, tenían demasiada historia.

—Solo estás confundido, y en parte es mi culpa, lo acepto; pero podemos ser esa familia que tanto deseabas. Si me divorcio de Saúl me daría la mitad de lo que tiene y podríamos regresar a Sídney a retomar nuestras vidas, tu lugar en la...

Izan negó varias veces no pudiendo creer que la chica frente a él estuviera tan cegada a la realidad.

—No, Lara, no pienso regresar, no me interesa nada que tenga que ver contigo —intervino de manera tajante.

La rubia se tensó y lo miró con ojos entrecerrados antes de poner las manos sobre su pecho.

—Me amas, sé que lo haces; yo tardé en madurar pero ya veo la luz... Sayuri estará con nosotros, la podemos mandar a un internado y nosotros retomar nuestra relación...

El chico tomó sus manos y las alejó de él.

—Siempre poniendo en última estancia a tu hija... —gruñó antes de bufar y cerrar los ojos—. Amo a Sorine, en verdad lo hago, no podría retomar nada contigo porque mi corazón ya está en otro lado —concluyó levantando los párpados.

Se miraron a los ojos y él fue testigo del cambio en su ex, como sus facciones se llenaron de ira y la manera en la que empuñó las manos con fuerza. Sabía que le había dicho una dolorosa verdad que encendería la rabia en la rubia, pero era necesario que le quedara perfectamente claro que no había forma alguna de regresar a lo que alguna vez fueron.

—Nunca, nunca vas a ser feliz con ella, Ethan; marca mis palabras, primero muerta que ver a nuestra hija en sus brazos —susurró de manera amenazante antes de aventarlo un poco.

El chico dio un paso hacía atrás antes de mirarla con cierta lástima.

—Por eso te dejé de amar, porque te ensimismaste tanto que no te diste cuenta que nuestra hija era un regalo, una oportunidad para crear algo eterno —musitó pasando una mano por su cabello—. Eres capaz de atentar contra la vida de Sayuri incluso sabiendo lo maravillosa que es y lo feliz que te puede hacer, la has tenido contigo estos días y ni así has sido capaz de ver lo que realmente vale la pena.

Lara se quedó callada, bajó la mirada un momento y luego la regresó a él.

—Ganaré su custodia, nunca tendrás esa familia que sueñas.

El castaño no hizo ningún movimiento, solo la miró por unos momentos.

—Ya la tengo, Lara; te juro que recuperaré lo que es importante para mí y eso jamás incluirá el título de heredero Moore —concluyó con seguridad antes de darse la vuelta, abrir y regresar a su departamento donde marcó el número de su amigo abogado.

—Naím, necesito que remuevan a Sayuri del cuidado de Lara... prácticamente me amenazó, tengo aquí los papeles que necesitan pero me tomará tiempo volver al hospital —dijo acercándose a la mesa y retomando el sobre.

La otra línea se quedó en completo silencio antes de que escuchara a una Paige enfurecida maldiciendo a su ex. El abogado pareció alegar con su prima antes de que le contestara.

—Manda todo por foto, voy a buscar a Joen —respondió el chico con una seriedad que lo sorprendió.

—Bien —susurró antes de colgar y sacar los papeles del sobre para extenderlos a lo largo de la mesa donde les tomó foto y se los envió a su amigo.

Lara estaba jugando con fuego, de ser necesario usaría el peso de su apellido para poner a salvo a su hija. Negó una vez antes de seguir tomando las fotos.

¿Por qué creyó que la chica podía cambiar y dejar de ser tan egoísta?

Macy observó el aparato en sus manos por lo que pareció una eternidad, podía usar su estadía en el hospital para postergar el encuentro con su padre, aunque eso sería en extremo cobarde y solo estaría alargando lo inevitable.

—Aún no existe la tecnología para marcar un teléfono con la mente —bromeó cierto inglés llegando a la sala de espera donde la chica se había detenido a tomar una decisión.

—¿Te imaginas la cantidad de llamadas que tendrían los exs? —alegó ella con una diminuta sonrisa pero sin apartar la vista del celular.

El hombre de lentes se sentó a su lado y miró también el teléfono.

—No tienes que verlo si no quieres —le recordó en voz baja—. No le debes nada.

Orbes aceitunados lo miraron con tristeza.

—Eso dices, pero seguramente piensas que si fueran tus padres, no dejarías pasar la oportunidad de verlos —refutó con pesadez—. Tal vez sigo sin valorar las cosas como deben ser.

Thiago tomó su mano y la llevó a sus labios donde dejó un beso lleno de ternura y calidez.

—No es la misma situación, jamás lo será y por esa razón no puedo o debo juzgar —dijo sobre su piel—. A veces lo que vemos no es lo que en realidad es —continuó recordando su plática con Yelena; la había juzgado duramente sin entender que la mujer hizo demasiado desde dónde nadie podía ver.

Macy volteó el celular antes de llevar su atención al inglés.

—¿En serio crees que lo hizo para pedirme perdón? —cuestionó en voz baja.

El empresario la vio a los ojos antes de mover con su mano un mechón de cabello negro para llevarlo detrás de su oreja.

—¿Por qué no eres esa mujer directa que adoro y se lo preguntas?

La chica no pudo evitar sonreír con picardía.

—¿Qué adoras? —preguntó con una sonrisa seductora.

Thiago puso un dedo en su barbilla y levantó un poco el rostro de la chica; admiró la belleza de la mujer frente a él y sintió la necesidad de cambiar la palabra "adorar" por esa que nunca creyó poder decirle a alguién más. Pero ya lo había dicho, no iban a correr antes de caminar.

—Con toda el alma —respondió en voz baja antes de unir sus labios a esos que lo atraían como ningunos otros lo habían hecho.

Se besaron con cierta intensidad que no era la adecuada para el lugar, pero aquello lo dejaron pasar sintiendo que era su momento en medio de tanta locura. Macy llevó una de sus manos a la mejilla del inglés y se perdió en la pasión que el hombre desbordaba cuando estaban juntos.

Eso hasta que escucharon algo caer y un "hoe" ser susurrado.

Ambos giraron el rostro para mirar a la fuente de la conmoción.

—Perdón, perdón, ya me iba —dijo cierta castaña levantando su celular del suelo.

La de ojos aceitunados sonrió con tranquilidad antes de ponerse de pie, su pareja la imitó.

—Pensé que te quedarías más tiempo con Paige —comentó la pelinegra ayudando a su amiga a levantarse.

Sorine hizo un gesto de dolor sintiendo una punzada en las costillas. Thiago lo notó y la miró con algo de preocupación, sin embargo, la castaña mantuvo la mirada fija en su celular mientras lo revisaba de cada ángulo para encontrar algún golpe o raspón.

—Llegó Naím y me pidió que buscara a Joen para escribir mi testimonio... —explicó suspirando—. Trevor casi me corrió cuando terminé, dice que debo ir a dormir algo así —continuó encogiéndose de hombros.

—Tiene razón, estás pálida —alegó Macy mirando a Thiago quién asintió apoyando aquello—. Nosotros iremos a un lugar y no creo que tardemos; ve a descansar, Naím se quedará con Paige.

La castaña movió la cabeza de manera afirmativa y pasó una mano por su hombro izquierdo.

—Igual me voy con mi hermano cuando termine con los peritos, no tengo ganas de manejar —masculló cansada.

—O te podemos llevar de camino, no tengo problema con eso —intervino el inglés.

Macy le dio una sonrisa llena de agradecimiento pero Sorine negó y se tapó la boca para bostezar.

—No, vayan a donde tienen que ir, mañana hablamos —expresó sonriendo y haciendo un ademán de descarte. Sus amigos la vieron preocupados, sobretodo porque la castaña puso una mano debajo de las costillas del lado derecho; sin embargo, antes de que pudieran alegar la decisión de la chica, ella se dio la vuelta y caminó hacia uno de los pasillos del hospital—. Nos vemos mañana —exclamó antes de desaparecer dando la vuelta en la esquina.

Macy y Thiago no pudieron hacer más, pero la chica desbloqueó su celular y le mandó un mensaje a su ex para pedirle que revisara a su hermana y se asegurara de que fuera a descansar.

Por su lado, Sorine hizo un gesto de dolor mientras caminaba. Estaba segura de que el golpe había sido más profundo de lo que se imaginó, incluso así, sentía que debía terminar de atar cabos antes de poder descansar.

No obstante, al final del pasillo en el que actualmente se encontraba, vislumbró a cierto hombre de lentes y expresión gentil que la veía con una sonrisa.

—Señorita Kaspersen, me pidieron que viniera por usted —dijo el hombre al tenerla a unos pasos.

La castaña frunció el ceño extrañada.

—¿Le pidieron? —cuestionó contrariada.

—Así es, yo pedí verte —interrumpió la madre de Izan saliendo de la puerta a un lado de Noam.

Sorine abrió la boca con sorpresa antes de soltar un silencioso suspiro lleno de agobio a la par que asentía y seguía a la mujer que se notaba que no estaba acostumbrada a recibir un "no" por respuesta.

Izan revisó que todos los archivos estuvieran fotografiados, acomodó los papeles por fechas y comparó una y otra vez foto vs documento. No podía faltar nada.

Dejó el celular a un lado y se dispuso a juntar de nuevo todos los papeles para meterlos al sobre cuando un toque interrumpió sus pensamientos. Frunció el ceño extrañado, miró de nuevo los archivos y casi caminó de lado manteniendo la mirada en los papeles mientras en su mente contaba, de nuevo, a la par que se acercaba a la puerta.

Puso la mano en la manija sin retirar la vista de la mesa, pero antes de abrir, endureció la mandíbula y se asomó por la mirilla. No pensaba alegar más con su ex.

Sin embargo, la persona del otro lado era un completo desconocido que lo hizo arrugar más el entrecejo. Dejó de ver por la mirilla y bajó la mirada antes de rascar su cabeza y decidirse a abrir.

Un hombre más o menos de su estatura, mucho más delgado con ojos color turquesa y cabello negro, lo miró de la misma manera que supuso él hizo: Con total extrañeza aunque de arriba a abajo.

—¿Moore Ethan? —cuestionó este en un hilo de voz.

El castaño frunció el ceño sabiendo que no muchos en Esbjerg sabían su nombre de pila.

—Sí —contestó manteniéndose en la puerta y a la defensiva.

El hombre sacó su mano de la espalda y se la ofreció en un saludo que parecía inglés.

—Saúl Knaggs —se presentó con aparente amabilidad.

El chico endureció la mandíbula recordando inmediatamente que ese era el nombre del esposo de Lara. No era posible que no lo dejaran en paz.

Al no recibir más que silencio, el caballero retiró su saludo y suspiró.

—Supongo que sabes quién soy —dijo empuñando la mano y manteniéndola frente a él.

Izan asintió y trató de mirar detrás del hombre, al estacionamiento donde estaba casi seguro que encontraría a su ex observando.

—¿Lara te mandó? —preguntó con enojo.

Knaggs ladeó la cabeza con curiosidad antes de negar.

—Lara está camino a casa, no sabe que la seguí —explicó el hombre antes de mover la cabeza en dirección al interior departamento—. Agradecería que tuviéramos ésta conversación en privado; a diferencia de mi esposa, no me gusta hacer escenas innecesarias.

Orbes ambarinos lo observaron a través de párpados medio cerrados. Izan no tenía ganas de lidiar más con los que le habían arrebatado a su hija. Sin embargo, notó que la persona frente a él parecía en extremo agobiado y un tanto cansado.

—Bien —masculló antes de hacerse a un lado para dejar entrar al hombre que había dejado que su esposa hiciera lo que quisiera en Esbjerg.

Sorine estaba completamente sonrojada mientras un doctor revisaba sus costillas. Por momentos brincaba de dolor, pero el calor de su rostro aumentaba al ver de reojo a la mujer que seguía sentada en una silla a un lado de la camilla y que la veía con seriedad.

—De verdad no era necesario, ya me revisaron —insistió y brincó cuando el médico presionó debajo de su costilla derecha.

El hombre frunció el ceño y levantó un poco su playera donde encontró una mancha verde oscuro. La castaña se sonrojó incluso más y Yelena se levantó para observar.

—¿Hay algo roto? —preguntó está última, consternada.

El doctor negó sintiendo a lo largo de la mancha.

—Parece que solo es el golpe, pero lo mejor será verla con rayos x, voy a hacer la solicitud —contestó levantándose y caminando hacia el escritorio en la esquina izquierda del consultorio.

La chica miró su abdomen y mordió el interior de su mejilla.

—¿No te habías visto? —preguntó la madre de su ex.

Ella suspiró encogiéndose de hombros.

—Con todo lo que ha pasado... lo dejé pasar, había mucho que hacer —justificó en un murmullo y luego miró a la dama—. ¿Cómo supo?

Yelena frunció el ceño y le bajó la playera como su madre Ellinor solía hacerlo en su niñez. Fue un acto lleno de cuidado y... ¿cariño?

—Cuando hablabas con Paige te encogías con un gesto de dolor —dijo terminando y viéndola a los ojos—. No debes descuidarte así, también es importante que tú estés bien.

Sorine volvió a sentir sus mejillas llenarse de calor.

—¿Me vio con Paige?

La mujer asintió antes de soltar un silencioso suspiro.

—Quería hablar con ella sobre su situación y qué hará, apoyarla en lo que necesitara —confesó antes de verla a los ojos—. Ahora sé que ya todo está casi resuelto y fue gracias a ti.

La chica se volvió a sonrojar ante la mirada agradecida de la madre de su ex, incluso desvió sus ojos para no tener que verla más, le recordaba demasiado a Izan y eso le dolía.

—Era lo correcto —justificó en un susurro—. No soy de ver injusticias y dejarlas pasar, por eso le regresé el proyecto a Izan, porque es... es su trabajo.

Si la castaña hubiera elevado la vista, habría notado un gesto de asombro en la mujer, uno que se fue llenando de un cariño muy especial que ya le había agarrado a la chica desde que la confrontó en plena avenida sobre su hijo que ahora sí podía decir con seguridad que amaba.

Pero antes de poder hacer un comentario, el doctor regresó con la solicitud.

—Señorita Kaspersen, si me permite —dijo abriendo la puerta para que la mencionada la siguiera.

Sorine se incorporó e hizo una reverencia ante Yelena.

—Gracias.

La mujer asintió y la chica se encaminó hacia la puerta, pero se detuvo en ella y volteó a ver a la mujer.

—Me iré a América y... yo sé que Izan recuperará a Sayuri... y no... él puede hacerlo solo pero... creo —titubeó mientras agarraba con fuerza el muro a su lado.

Pero no tenía que decir mucho, Yelena entendió perfectamente la preocupación de la chica y lo que estaba tratando de pedirle.

—No te preocupes, Soare, no pienso moverme de Esbjerg por un largo tiempo.

La castaña mordió el interior de su mejilla y asintió una vez antes de seguir al médico que la esperaba en el pasillo.

Sabía que Izan era perfectamente capaz de cuidar de su hija y trabajar, eso sin mencionar que una de las prestaciones que tendría era la guardería de la empresa. Pero al final, el chico lo que iba a necesitar era una figura materna que lo ayudara a entender a Sayuri y lo apoyara cuando no tuviera idea de cómo lidiar con su hija.

Sintió una lágrima traicionera recorrer su mejilla y la limpió con rapidez.

Dios, los iba a extrañar horrores, ya lo hacía y ni siquiera estaba tan lejos de ellos como próximamente lo estaría.

Por su lado, Yelena miró hacia arriba y negó varias veces.

—Cuídate, hija —susurró a la nada sintiendo a la castaña como parte de su familia.

El restaurante estaba lleno de esos murmullos que solían darse entre comensales. Macy movía sus manos una y otra vez sobre su regazo mientras trataba de evitar mirar la entrada del lugar.

—Aún podemos irnos. —Escuchó y no pudo evitar sonreír aunque sentía ganas de vomitar.

—No, quiero lidiar con esto para concentrarme en nuestros amigos, nos necesitan —refutó suspirando y comenzando a trenzar su cabello—. No puede ser peor que cuando me contó emocionado que tendría una hija.

Thiago le dio una sonrisa triste antes de que el timbre de su celular interrumpiera el momento. La miró apenado mientras sacaba el ruidoso aparato, sin embargo, al leer el nombre en la pantalla endureció el gesto.

—¿Sucede algo? —cuestionó la chica notando el cambio de humor en el inglés.

Él bufó antes de negar.

—Debo contestar, ¿te importa que...?

Macy negó con un gesto de preocupación mientras el empresario se levantaba y apretaba el botón verde que aceptaba la llamada. El hombre no le dio otra mirada mientras se encaminaba a una terraza al fondo del restaurante y ella lo observó contrariada.

Pero cuando llevó su atención a la puerta, su ánimo decayó completamente al encontrar a su padre en la puerta... Acompañado de la mujer que llevaba a su hermanastra en las entrañas.

Thiago cruzó las puertas que separaban la terraza del restaurante y tras mirar a lo lejos a Macy, llevó el celular a su oreja.

—¿Qué quieres? —espetó olvidando toda cordialidad con la que fue educado.

—Thiago, quedamos en algo y es tiempo de que cumplas —dijo cierta mujer mientras se escuchaba el sonido de la calle al fondo—. Quiero llevarme a Sayuri lo más lejos posible...

—Espera, Taylor, estás mal si crees que mi promesa incluía dañar a mi mejor amigo —gruñó el inglés.

Escuchó una risa irónica al otro lado de la línea.

—Era sacarme de esta farsa, no importan los detalles, me vas a ayudar —refutó Lara con certeza.

El inglés negó con la cabeza antes de acercarse al barandal de la terraza.

—Deja te recuerdo cómo era el trato —espetó—. Ayudabas a Paige y yo era tu boleto de salida...

—Y eso hice, así que me debes...

—Trajiste a Mao a Esbjerg —intervino con un tono lleno de seriedad—. Casi la mata.

Silencio abarcó el otro lado de la línea. Thiago empuñó el celular con fuerza mientras escuchaba la respiración de la rubia que seguro estaba buscando una manera de que cumpliera.

—No es mi culpa lo que él hizo, yo no le dije que la dañara ni mucho menos...

—Lo conoces, sabes de qué es capaz y tenías pleno conocimiento de cómo reaccionaría, no me vengas con patrañas —estalló el inglés antes de cerrar los ojos y suspirar para retomar el control—. No te debo nada, Taylor.

—Entonces me obligarás a decirle a Macy porqué me lo pediste y ella no...

Thiago entornó los ojos con hartazgo.

—Lara... Deja de vivir del pasado; lo que todos vivimos en Sídney se quedó allá... Acepta tu realidad y pide a Dios que Saúl jamás se entere de lo que pretendías con Ethan, porque te quedarás sin nada —concluyó en la lengua natal de la chica antes de colgar.

Y justamente del otro lado de la ciudad, dos hombres se encontraban hablando sobre la mujer que unió sus vidas.

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