Capítulo 30
Izan estaba en medio de una densa oscuridad. Sentía frío, incertidumbre y nerviosismo, pero incluso así, no se podía mover de su lugar, era como si sus pies estuvieran pegados al suelo o hubiera perdido la habilidad para moverse por cuenta propia.
Escuchó un llanto a lo lejos, ese que podía reconocer entre miles de voces y giró la cabeza en todas direcciones.
—¿Sayuri? —exclamó a la nada.
—¡Ba-ba! —Recibió como respuesta y sintió un escalofrío junto a una opresión en el pecho, ese clamor había sonado desesperado.
—¡Sayuri! —gritó logrando mover sus pies para correr entre la oscuridad sin saber a dónde ir—. ¡Sayuri! —repitió sintiendo el agobio ahogarlo.
Entonces, al fondo vio esa cuna color crema, estaba iluminada por una luz blanca. Avanzó a gran velocidad y puso las manos en ella, sin embargo, al asomarse, la encontró vacía como tantas veces.
Su corazón latía dolorosamente rápido y él respiraba por la boca, su garganta se cerró y su cuerpo temblaba ante la desesperación.
—¡Sayuri! —gritó girando y buscando de manera angustiante a su hija que no se veía por ningún lado.
—Ba-ba. —Escuchó a lo lejos antes de caminar sin dirección sintiendo sus manos tiritar. La tenía que encontrar, sentía ganas de gritar y llorar.
Sintió que caminó una eternidad y llegó un momento en que se detuvo mientras respiraba por la boca; puso ambas manos en su rostro tapando sus ojos y un sollozo escapó de sus labios. No estaba, su hija no estaba y sentía que jamás la volvería a ver.
—Ba-ba, ba-ba, ba-ba —se repitió a su alrededor, cerró los ojos mientras su cuerpo se estremecía una y otra vez, la voz se fue acercando cada vez más y más mientras que sus ganas de gritar también aumentaron—. ¡Papá! —exclamaron con fuerza en su oído.
Jadeó y abrió los ojos de manera brusca, sentía el latido de su corazón en la cabeza y respiraba por la boca de manera ajetreada. Parpadeó varias veces tratando de ajustar su visión a la oscuridad de la recámara y tragó saliva con dificultad mientras pasaba una mano por su rostro y cabello.
Maldito sueño, cada vez se volvía más intenso. Puso el pulgar e índice en sus ojos y soltó aire por la boca para tratar de calmar sus nervios.
La escuchaba respirar a su lado, de hecho, sentía su pequeña mano a la altura de su hombro. Estaba ahí con él, nadie se la había llevado.
Se repitió aquello una y otra vez, pero ni así el nudo en su garganta se deshizo o el miedo se disipó. Hizo más fuerte la presión sobre sus ojos y sintió una lágrima escapar del orbe derecho. Inhaló aire y percibió el temblor al soltarlo.
Algo estaba mal, lo podía sentir en sus entrañas. Algo iba a pasar.
Sorine no dejaba de mover su pierna y ver la hora mientras escuchaba a su padre en la cocina. Hacía mucho que no desayunaban los tres juntos, pero aquél día era especial.
Tras la celebración con sus amigos, regresó a su hogar y le contó con suma emoción a su padre lo que Izan y los demás hicieron. El hombre ansiaba conocer al castaño, pero entre su demandante trabajo y las pocas horas libres de su novio, no quedaban de acuerdo para el encuentro.
Aunque Trevor había dicho que no se perdía de nada y recibió un fuerte pisotón como recompensa.
Debía ir a la escuela, a medio día darían los resultados; estaba tan ansiosa que ni hambre tenía y la noche anterior le costó dormir. Pero pensaba obligarse a comer con su familia.
—El reloj no va a avanzar más rápido porque lo veas, monstruo —se burló su hermano detrás del periódico en sus manos.
Ella lo miró con enojo y bufó.
—Ya lo sé, solo quiero asegurarme de no llegar tarde —espetó.
—¿Cómo siempre? —rio Trevor bajando el diario y arqueando una ceja.
Sorine gruñó pero antes de poder arremeter en su contra, su padre entró a la cocina con el desayuno.
—Hija, ¿te comunicaste con Masaki? —inquirió con el ceño fruncido.
La castaña abrió la boca pero no dijo nada, se limitó a negar y bajar la mirada con algo de vergüenza.
—Lo olvidé —confesó mordiendo su labio inferior—. Además no he decidido.
—Seis meses no bastaron para hacerlo —suspiró su hermano apoyando el rostro en su palma para verla con incredulidad.
Orbes verdes lo miraron con enojo.
—Tú no querías que fuera, deberías estar feliz —le recordó.
Klaus tomó asiento tras servir la comida y vio a su hija con serenidad.
—Debes llamarlo, ya empiezan tus vacaciones y perderías una semana.
La chica suspiró y jugó con los pedazos de jamón en el plato. No había llamado a su bisabuelo porque no pudo decir con todo lo que pasó en los últimos meses.
—No sé si quiero ir; además, si ganamos el concurso debo empezar la pasantía —masculló, pensativa.
—Más bien, no te quieres ir —rebatió Trevor mirando al techo.
Sorine sintió la mirada de su padre sobre ella y lo enfrentó.
—Es otro país, papá, no conozco a nadie allá, tengo toda mi vida aquí —justificó su negativa.
—Es solo el verano, hija —dijo viéndola con empatía—. Te haría bien conocer otras culturas, te has ganado la beca y el intercambio, tu vida seguirá aquí —le recordó tomando su mano.
Ella suspiró y observó a su hermano de soslayo. Estaba siendo sincera, no quería ir por el miedo al cambio de país, no por querer estar siempre pegada a su novio. Aunque sentía incertidumbre al pensar que si ella se iba, Lara aprovecharía, sabía perfectamente bien que Izan podría hacer lo que quisiera estando ella o no.
También, en parte sentía que la universidad en Nueva York le había ofrecido el curso por quién era su abuelo, no por sus excelentes calificaciones.
—Mañana lo iré a ver, con lo que decida hoy el jurado podré saber qué tanto me afectaría tomar esas materias en el extranjero —concluyó mirando de nuevo el reloj.
—Te irá bien, hicieron un excelente trabajo —dijo su padre dándole un apretón en la mano antes de agradecer por los alimentos y comenzar a comer.
La castaña sonrió y lo imitó tratando de ignorar esa voz que susurraba que ese "hicieron" hablaba de muchas personas cuando, en realidad, Izan hizo más del sesenta por ciento del proyecto.
Paige marcó y marcó pero jamás obtuvo una respuesta. Les llamó a ambos y la segunda optó por apagar su celular.
Maldita, mil veces maldita.
Caminaba de un lado a otro como si fuera un león enjaulado mientras abrazaba con fuerza su cuerpo.
¿Cambiarían de opinión? ¿Habrá renunciado ante su negativa a ayudarla?
Negó con la cabeza y apretó más la presión sobre su estómago. Tenía ganas de vomitar y difícilmente podía respirar. Casi estaba esperando que su prometido abriera esa puerta de golpe para propiciarle el castigo que se tenía bien merecido.
Se inclinó hacia adelante como si estuviera a punto de volver la comida que ingirió el día anterior y respiró por la boca para tratar de desaparecer su ataque de ansiedad. Gimió con dolor cuando una lágrima brotó de sus ojos y se sobresaltó en exageración cuando tocaron a su puerta.
—¡Servicio de limpieza! —exclamó la misma voz de todos los días.
—¡No, gracias! —respondió tras aclararse la garganta.
Caminó hasta su cama y levantó, de nueva cuenta, el celular que Naím le había dado. Marcó una vez más el número de él y espero hasta que la mandó a buzón. Gritó con enojo y azotó un pie en el suelo sintiendo la impotencia consumirla.
Izan la iba a odiar, Dios, estaba perdida.
El jurado se fue sentando entre pláticas y algunas risas. Naím y Macy estaban a su lado y ella no dejaba de mover las manos con nerviosismo en su regazo.
Contó las sillas y notó que había una de más justo a la mitad de la larga mesa. Supuso que era para el decano o alguien de la escuela.
Al final entró la mujer que llamó su atención el día anterior y junto a ella vislumbró a un hombre delgado de lentes que, a pesar de mantener un gesto impasible, se mostraba amigable con todos los demás jueces.
Cuando entró el director de la universidad, junto al decano y el director de su carrera, las voces fueron disminuyendo hasta que el lugar quedó en completo silencio.
—Buenos días —los saludó el director con una sonrisa—. Respiren, chicos, se nos van a ahogar antes de anunciar a los ganadores —bromeó disipando la tensión del ambiente.
Sus compañeros rieron y ella suspiró con fuerza no sabiendo que había estado conteniendo el aliento. Sintió la mano de Macy en la suya e intercambiaron sonrisas mientras que Naím la abrazó por los hombros.
—Queremos empezar felicitando a todos los participantes; como comunidad, estamos orgullosos por el talento y la calidad que demostraron —inició y vio al jurado—. Creo que merecen darse y que les demos un aplauso.
La sala se llenó de estos junto a algunos comentarios de alivio por haber concluido el bendito concurso que los tuvo estresados por todo un semestre. Ella intercambió sonrisas y miradas con sus amigos aunque de reojo notó que Kenji la veía.
El decano tomó la palabra.
—Estamos aún más orgullosos de haber descubierto que ningún alumno de esta carrera tuvo que ver con el incidente de la maqueta, eso nos demostró que fue una competencia limpia —anunció y la castaña se encogió en su lugar cuando los que estaban a su alrededor se giraron para observarla. Vaya manera de dejarla bajo el reflector.
—Todos los proyectos tienen cosas nuevas que ofrecer a Esbjerg y a las empresas aquí representadas —continuó el director de su carrera—. Y por eso fue sumamente difícil escoger tan solo un ganador.
Sorine respiró por la boca sintiendo su estómago revolverse al grado de dolor.
—Queremos agradecer a las empresas que participaron en la decisión y a todos ustedes que se ajustaron al cambio de último momento. —Retomó el micrófono el rector del campus—. Sabemos que quieren saber qué empresas están representadas y con quienes podrán hacer pasantía los primeros tres lugares, pero primero queremos presentar a la empresa que concederá el contrato laboral.
Los murmullos no tardaron en hacerse escuchar mientras el rector tomaba un momento para decirle algo a sus acompañantes. Asintieron mirando a la mesa del jurado y Sorine casi sintió su corazón detenerse cuando la mujer y el hombre de lentes se levantaron.
—Queremos presentar a Yelena Moore, CEO de empresas Moore e inversionista...
La voz del rector se hizo sonido inentendible mientras sentía a sus amigos tensarse junto a ella. Incluso abrió la boca con sorpresa y soltó un ligero jadeó cuando empezó a notar con más claridad el parecido con su novio.
—Es... es la... —susurró Naím.
Ella asintió tragando saliva con dificultad, bajó la mirada a su regazo por unos segundos antes de regresarla al escenario. Aún desde la distancia, pudo darse cuenta de que la mujer la miraba con un gesto impasible.
Tomaron asiento y presentaron a los demás miembros del jurado, pero ella no puso atención, solo se inclinó hacia el frente y escondió el rostro en sus manos.
La mujer sabía que Izan trabajó con ella, lo podía sentir en sus entrañas. Esa mirada dura y penetrante era por las iniciales en sus planos.
—Dios, que estúpida —dijo agobiada.
Izan se lo había advertido y no lo escuchó, en su afán por ayudarlo terminó exponiéndolo a la peor persona; aquella que le dio la espalda a pesar de que la sangre los unía.
—Sorine, estás temblando —musitó Macy con preocupación.
Y no era para menos, si lo que su novio le dijo era cierto, las personas sobre el escenario harían cualquier cosa para alejarlo de su hija para que retomara su lugar frente a esa empresa.
—Debo irme, llamar a Izan —murmuró en voz casi inaudible.
—Kaspersen Sorine. —Se escuchó y todo a su alrededor se detuvo.
Se incorporó con lentitud con los ojos muy abiertos, ¿se había perdido la premiación o la estaban llamando o qué... ?
Sus compañeros voltearon a verla y fue hasta entonces que detalló en que Kenji estaba sobre el escenario, miró a sus amigos tratando de encontrarle sentido a todo mientras se levantaba.
¿Había ganado?
Bajó los escalones del lugar entre aplausos, se sentía fuera de sí y su corazón latía rápido y con fuerza. Algo que empeoró cuando se dio cuenta de que debía agradecer a los miembros del jurado y que la mujer que la había puesto en ese estado tenía lo que parecía ser su diploma en las manos.
Se obligó a sonreír y le dio la mano a todos y cada uno; el que estaba a un lado de la mujer, que era un hombre bajito, regordete con ojos ligeramente rasgados y bigote, tomó su mano entre las dos propias y le dio una sonrisa amplia antes de felicitarla. Pero cuando llegó frente a la mujer imponente, decidió levantar el rostro de manera desafiante. Si sabía, que estuviera consciente de que estaba orgullosa del hijo que había desheredado.
La mujer la vio inexpresiva y le entregó el documento, incluso se limitó a asentir y desviar la mirada al otro papel esperando. Sorine respiró con alivio y le dio la mano al hombre de lentes que la veía con cierta calidez.
—Felicidades, señorita Kaspersen —dijo con un tono lleno de reconocimiento que la descolocó.
Agradeció con un movimiento de cabeza y tras tomar las manos de los últimos jueces, se puso a un lado de Kenji leyendo finalmente lo que llevaba en las manos:
"Se otorga el siguiente reconocimiento a Kaspersen Sorine y M.E. por el segundo lugar en el concurso..."
Parpadeó varias veces no sabiendo cómo interpretar la nada que la invadió.
—Felicidades, Kaspersen, bien ganado —susurró Kenji a su lado.
Ella alcanzó a leer el tercer lugar en el diploma del chico y se obligó a sonreír.
—Igual —dijo tajante antes de regresar a su reconocimiento.
Segundo lugar, debería de estar feliz por llegar tan lejos, pero sentía ganas de llorar al pensar que el contrato que tanto necesitaba Izan se había...
Entrecerró los ojos y llevó la mirada al jurado.
Uno de los alumnos de último grado estaba agradeciendo a los jueces, el chico había presentado un centro cultural de formas redondas y un tanto abstractas. Era el ganador que se llevaría el contrato con la empresa Moore.
La madre de Izan la vio unos segundos y eso bastó para que la castaña entendiera.
Bufó y cerró los ojos negando con incredulidad.
La empresa rechazó su proyecto deliberadamente, sabían que Izan estaba también detrás del diseño y le cerraron la puerta.
Sayuri estaba sentada en medio de sus piernas en el suelo. Se encontraban viendo la serie de la gallina pintadita y aprovechó la distracción de su hija para hacerle dos coletas. Suspiró frustrado al darse cuenta que una había quedado más adelante y definitivamente no estaban emparejadas.
—Qué desastre —masculló suspirando y negando antes de dejar caer la cabeza en el sillón a su espalda.
Ya se imaginaba a su pobre hija en la escuela toda despeinada porque tenía un padre ignorante en el tema.
Aunque Sorine podría peinarla.
Sonrió ante ese pensamiento y con mucho cuidado le quitó las ligas del cabello antes de pasar el cepillo de cerdas suaves por su cabeza. Al menos nadie había visto que no sabía peinar a su pequeña. Tomó a Wippi y se lo entregó, la pequeña lo miró con una enorme sonrisa antes de regresar la atención a la televisión y él levantó su celular para ver la hora.
Sorine debería estar saliendo de la premiación.
Regresó la cabeza al sillón y miró el techo en silencio. Sólo se escuchaba la serie, estaba en completa paz con su hija.
—Baba —dijo Sayuri señalando la televisión y él puso atención.
Empezaba a dudar del significado de la curiosa palabra, pero la pequeña se veía tan feliz al decirla que le daba tristeza presionarla con la corrección a "papá". Tal vez ni siquiera quería decir eso.
Notó con el ceño fruncido que se le hacían caireles hasta abajo del cabello y suspiró cansado antes de regresar a la posición viendo hacia arriba. Aunque no quisiera, Lara era su madre, era obvio que iba a sacar algo de la mujer.
Entrecerró los ojos recordando las palabras de Thiago; tenía que ponerle un alto, lo de la maqueta fue demasiado bajo, aunque digno de una mujer que abandonó a su hija en un orfanato.
Tal vez si la dejaba ver a Sayuri...
Negó varias veces, Lara no buscaba eso, quería amargarle la vida o verlo solo, no entendía muy bien que deseaba su ex.
—¿Qué quieres, Lara? —le preguntó a la nada.
—Baba —dijo Sayuri levantándose y caminando hacia su bote de bloques.
Él sonrió y gateó detrás de su pequeña para ayudarla a volcar las piezas, su hija gritó emocionada y se sentó para armar algo. La observó sin borrar el gesto de su rostro y se sintió un tanto orgulloso de que su hija hubiera heredado el gusto por la construcción.
Ojalá pudiera pagarle la carrera en una escuela como la de Sorine, se esforzaría para darle lo mejor.
Sorine se mordió el labio mientras veía su celular, había quedado de llamar a Izan al salir de la premiación pero la verdad era que no sabía qué decirle. No tanto por el segundo lugar, sino por quién los había puesto ahí.
Exhaló con discreción y negó. Se lo diría a la cara, merecía saber lo que pasó de frente y no por llamada.
—¡Señorita Kaspersen! —exclamaron a su espalda.
Volteó con ambas cejas levantadas, impresión que aumentó al ver al juez que estuvo a un lado de la matriarca Moore acercarse a ella con una sonrisa.
—La estaba buscando, me llamo Juro Himuda y vine en representación de Torben Biilmann, CEO de...
—MT Højgaard —completó Sorine en un hilo de voz. La mencionada empresa era una de las constructoras más importantes de Dinamarca, en su currículum estaba la construcción del Centro de Nuuk y el Puente Hardanger entre otros emblemáticos lugares.
El hombre le dio una sonrisa cálida y asintió.
—Debe saber que el presidente estuvo el jueves revisando las maquetas, alcanzó a ver la obra maestra que desgraciadamente le destruyeron y quedó bastante impresionado con la presentación que dio —le contó el hombre sacando su celular del interior de su saco.
Sorine desvió la mirada a sus amigos que observaban el intercambio desde lejos.
El señor Himuda presionó varias teclas antes de sonreír.
—Nos dio gusto que no ganara, si le soy sincero —musitó con las mejillas enrojecidas y ella no supo si sentirse ofendida—. Nos dejaron la puerta abierta para ofrecerle esto.
El hombre le enseñó su celular y ella lo tomó sintiéndose confundida. Sin embargo, al leer, abrió los ojos con sorpresa, era un contrato digitalizado para trabajar con la empresa.
—Que... Esto...
—Estamos interesados en el proyecto, muy interesados si le soy sincero —comentó el hombre, tenía un raro acento y hablaba de manera rápida—. El único "pero" es que notamos que el proyecto se presentó en conjunto y solo contamos con una plaza.
La castaña levantó la mirada sintiéndose emocionada y a la vez decepcionada.
—Solo contratarían a uno.
Él asintió viéndola con algo de lástima.
—Es una gran oportunidad, si me permite le daré mi tarjeta...
La castaña regresó la mirada al contrato, con razón estaba vacío el lugar donde iba el nombre. Recibió la tarjeta con el teléfono y nombre de la persona, y se obligó a sonreír antes de agradecer la oportunidad. Sin embargo, cuando se fue y sus amigos se acercaron, dejó caer los hombros y los vio con tristeza.
—¿Qué sucede? —preguntó Macy tomando su mano consternada.
Sorine mordió su labio inferior con nervios. ¿Cómo le diría a Izan? ¿Qué debía hacer?
Izan colgó sintiéndose contrariado, no lo llamó y no le contestaba los mensaje ni las llamadas. ¿Había pasado algo más?
Tal vez perdieron y no sabía cómo decirle; pero eso no le importaba, le preocupaba cómo se sentiría ella ante ese panorama.
Tocaron la puerta y tras revisar que Sayuri estuviera dormida y con las almohadas alrededor, fue a abrir. La castaña le dio una sonrisa que se notaba a leguas que era forzada.
—Te estaba llamando —dijo dándole el paso.
La vio morder su labio al entrar mientras caminaba al centro de la sala.
—¿Y Sayuri? —preguntó tratando de prolongar la plática del concurso.
Él suspiró notando justamente lo que quería hacer y tras cerrar la puerta y recargarse en ella, señaló su habitación.
—Dormida... Sorine...
—Quedamos en segundo lugar —lo interrumpió atropellando las palabras—. El primero se lo llevó este chico que...
Sintió los brazos de su novio e inhaló su peculiar aroma, él la besó en el cabello.
—¿Estás bien? —cuestionó en voz baja.
Sorine suspiró y tras poner la frente en su pecho y tragar saliva con dificultad, levantó la cabeza y lo vio fijamente.
—Hay algo más y necesito que me escuches antes de hablar —dijo de manera tajante, cuestión que descolocó a Izan al grado de alejarse un poco.
—Está... ¿bien? —dudó tomando asiento en el sillón y entrelazando las manos en medio de sus piernas.
La castaña asintió y caminó de un lado a otro confundiendo más a su novio; lo vio una, dos, hasta tres veces hasta que finalmente suspiró.
—Me abordó el representante de la empresa MT Højgaard, están interesados en la plaza —le contó con voz seria.
Él levantó ambas cejas en ademán de sorpresa, la constructora era muy famosa y sabía perfectamente bien lo que eso implicaba.
—Son buenas noticias, ¿no?
Ella asintió, mordió de nuevo su labio inferior y tras unos segundos de incómodo silencio, se puso en cuclillas frente al chico acomodando las manos en sus rodillas y rogando en silencio que la escuchara.
—Ofrecieron un contrato laboral. —Empezó e Izan frunció el ceño al notar que no se lo adjudicó—. Es un buen sueldo, seguro, crédito, bonos... Empezaría como capataz pero el contrato indica que en tres meses podría subir a encargado...
Su novio ladeó la cabeza y sonrió.
—Felicidades, te lo mereces, sé que subirás antes de lo...
—No lo voy a tomar —lo interrumpió sin vacilar. Ojos ambarinos la vieron incrédulos y ella desvió la mirada—. Una de las prestaciones es la guardería.
Entonces Izan entendió lo que pretendía y experimentó una mezcla de sentimientos que iban desde la sorpresa hasta el enojo.
—No —espetó a la par que movía la cabeza y se ponía de pie—. Es tu proyecto, no...
—¿Lo es? —lo desafío imitándolo, el chico le dio la espalda mientras se revolvía el cabello—. ¿Quién arregló la posición de los paneles? ¿El precio?
Él pasó la mano por su rostro mientras negaba.
—¿El sistema de agua pluvial? ¿La entrada de luz natural? —continuó parándose frente a él—. ¿El asunto de la maqueta? ¿Quién, Izan?
El aludido la vio con enojo.
—Es tu idea.
—Pero tú la desarrollaste —atajó con firmeza.
—Lo hice por ti, para ayudarte a ti —exclamó extendiendo los brazos.
Sorine puso las manos en sus mejillas para que la viera.
—No, amor, lo hiciste porque es lo que te apasiona, lo que te hace sentir completo —susurró—. Los que te amamos podemos ver tu sello en el diseño, plasmaste tu alma en ese proyecto.
Se enfrentaron con los ojos en silencio hasta que él negó y dio un paso atrás. Abrió la boca para alegar pero un grito seguido de—: ¡Ba-ba! —Lo detuvieron en seco.
Sorine suspiró y él la vio unos segundos.
—No me puedes obligar a aceptar —musitó antes de dirigirse a la recámara.
Sorine se quedó viendo la puerta del departamento con un gesto decidido.
—Ni tú a que me quede con algo que no me pertenece —debatió haciéndolo detenerse por un momento, sacudir la cabeza y finalmente entrar a la recámara para cerrar con un fuerte azote.
La castaña suspiró de manera temblorosa y sacó la tarjeta del señor Himuda, la leyó por quinta vez antes de dejarla sobre la mesa y, tras ver los cables de la iMac, levantados, enrollados y fuera del alcance de Sayuri, se dio la vuelta y salió del departamento.
Por su lado, Izan se quedó apoyado en la puerta mientras veía a su hija frotarse los ojos con pereza. La pequeña parpadeó varias veces y le sonrió con ternura. Sentía su corazón latir con fuerza y un nudo en la garganta.
Sorine no podía renunciar a su proyecto, no trabajó en él para quedarse con el crédito. ¿Por qué no entendía qué quería que el mundo la viera como él lo hacía?
Aunque esa molesta voz —que casualmente sonaba como Paige— susurraba en su cabeza que la plaza tenía su estilo porque había modificado más de lo que se atrevía a admitir.
La mañana del domingo comenzó con una llamada un tanto extraña. Macy bostezó antes de parpadear varias veces para asegurarse de que no estaba leyendo mal.
No, en la pantalla seguía el "Señor Wayne/Bond".
Sonrió a la par que aceptaba y estiró la espalda mientras decía—: ¿Eres mi nuevo despertador?
Lo escuchó reír en voz baja.
—Me pareció imprudente tocar antes de llamar, así que estoy llamando y ahora... —La chica abrió los ojos con sorpresa cuando el timbre de su hogar resonó—. Estoy tocando.
Se lanzó cual colegiala sobre su cama para sacar el iPad que había dejado en el suelo y rápidamente abrió la aplicación de las cámaras de su hogar. Ahí, en la puerta de la entrada, estaba el inglés apoyado en su auto vestido con ropa casual. Muy casual: Jeans y una playera negra de manga corta.
—No esperarás que salga arreglada, literalmente me despertarse —exclamó levantándose y saltando en un pie para quitarse las absurdas calcetas de unicornio con las que dormía mientras buscaba algo medio decente.
El hombre volvió a reír y levantó el rostro hacia la cámara.
—Dijiste que tu madre regresa hasta el jueves; ambos tenemos el día libre así que supuse que estarías aburrida.
Macy sonrió como tonta y se obligó a sonar calmada.
—Voy a abrir, te veo en la entrada —dijo presionando el ícono de apertura en el iPad mientras pasaba las manos por su cabello en un vago intento por verse medianamente decente.
Se lavó cara y dientes antes de ponerse un pants ajustado y una blusa coqueta deportiva, rápidamente se hizo una coleta alta que alborotó mientras salía de su baño privado y caminó con grandes zancadas hasta la puerta de su hogar. Puso la mano en la manija y respiró por la boca para calmar su ajetreada respiración.
Finalmente, abrió con una sonrisa coqueta y apoyó la mano izquierda y su cabeza en la puerta.
—Señor Bond —saludó con sus ojos brillando de emoción.
El aludido elevó las comisuras de sus labios y se acercó para depositar un corto beso en su boca.
—Señorita Dahl —bromeó sin apartarse antes de detallar en lo que llevaba puesto—. ¿Duermes así?
La pelinegra le enseñó la lengua mientras lo dejaba entrar a su hogar.
—No iba a bajar en pijama —refunfuñó—. Los domingos son los días libres del servicio así que si quieres desayunar, tendremos que pedir o hacer —dijo entrelazando sus dedos mientras lo guiaba a la cocina.
—Y por tu actitud, acabas de decidir que quiero que cocinemos —alegó permitiendo que hiciera lo que quisiera con él.
La chica le guiñó un ojo sin dejar de avanzar. Estaba emocionada de tenerlo en su casa, era un sentimiento de alegría que la había puesto en modo infantil e hiperactivo. Algo que esperaba que al empresario no le molestara.
Una vez en la cocina, lo soltó antes de acercarse al refrigerador para abrirlo y observar el interior. Por lo normal desayunaba algo sencillo como cereal o fruta pero quería hacer algo especial. Movió el pie con impaciencia tratando de decidir cuándo vio el brazo de su acompañante pasar a su lado y sacar el paquete de fresas haciéndola sonreír.
—¿Panqueques? —preguntó ella con fingida indiferencia.
Lo escuchó reír en voz baja y se estremeció al notar cierto aura juguetón a su alrededor.
Tenía el presentimiento de que estaba descubriendo un lado de Thiago que la iba a terminar enamorando.
La propiedad Abrahamsen se encontraba a las afueras de Esbjerg junto a un imponente lago que le robaba el aliento cada que visitaba. La vegetación alrededor de la casa, así como la magnificencia de la vista, eran suficientes para que ella se quedará anonadada por horas.
Masaki siempre tenía que salir a buscarla, ya hasta era parte de su rutina.
—Siempre he creído que parte de tu alma creció aquí —dijo el anciano a su lado haciéndola sonreír.
—Puede ser, este lugar me llena de una indescriptible paz.
Vio de soslayo al hombre sonreír y escuchó a la servidumbre preparar la mesa a unos pasos de ellos.
El silencio los rodeó y ella se abrazó sabiendo que el hombre le estaba dando tiempo para pensar su decisión. Pero no era necesario, pasó la noche en vela analizando cada paso.
—No quiero pasar por una Abrahamsen —musitó bajando la mirada al suelo.
—Nunca les he pedido que lo hagan, respeto que amen el apellido de su padre y lo que eso conlleva —comentó el anciano en voz afable—. La asociación existe por tu madre, para ayudar a otros como no pude hacerlo con ella —le recordó.
—La beca...
—La ganaste, estás como Sorine Kaspersen, sin embargo, la pasantía sí es en una de las empresas Abrahamsen.
La castaña suspiró de manera audible y cerró los ojos sintiendo la indecisión queriendo regresar. No estaban pensando ya a corto plazo, la pasantía en Nueva York era algo un poco más duradero, sino es que permanente.
Mordió su labio con nervios agradeciendo que su bisabuelo le diera esos momentos para pensar en todas sus opciones. Hace seis meses estuvo segura de querer ir, solo la detenía el miedo a no conocer otro país.
Pero ahora... Con Izan y Sayuri...
—Tomaré la beca —masculló y aclaró la garganta—. La pasantía... Debo pensarlo más, hay tanto que quiero hacer aquí que no creo poder irme solo así.
Masaki asintió sabiendo por boca de Trevor, que la castaña tenía una pareja con una complicada situación. Ya había esperado esa respuesta, pero confiaba en que su bisnieta tomaría la mejor decisión.
—No te agobies, vamos a almorzar para que me cuentes cómo te fue ayer —dijo el hombre con una agradable sonrisa.
Ella asintió y tras mirar una última vez el hermoso panorama, acompañó a su bisabuelo a la mesa y comenzó a relatar cómo presentó el proyecto, dejando muy en claro quién resolvió todo a altas horas de la madrugada.
Naím bostezó mientras revisaba sus mensajes y mails. Tenía varios de ofertas de vuelos, spam y uno que otro artículo interesante sobre leyes. Parpadeó varias veces para que sus ojos dejasen de ver borroso mientras sentía a la chica a su lado moverse un poco.
Paige despertaba sobresaltada por la madrugada, a veces incluso lo llegaba a sacar de la cama en medio de la oscuridad con un gesto de pavor en su rostro.
Pero la noche anterior la chica de plano no durmió y le pidió que se acostara del lado contrario para no tener que darle la espalda a la puerta de la habitación. Y aunque le pidió que le explicara qué estaba pasando, la chica se limitó a refugiarse en sus brazos.
Así que no le sorprendió mucho que estuviera dormida a pesar de ser ya casi medio día. Afortunadamente, no tenían nada que hacer así que se podían quedar en cama sin problema, solo tuvo que avisarle a sus padres que no iría con ellos a la playa.
Paige se giró y se recostó en su pecho abrazándolo por la cintura. Él suspiró e hizo lo mismo pero por los hombros dejando a un lado su celular.
—¿Quieres que pida algo de desayunar? —preguntó en voz baja.
La pelinegra se encogió de hombros, no abrió los ojos y se mantuvo en la misma posición.
—No tengo hambre —masculló.
El chico se giró para quedar frente a frente y movió un mechón de cabello de su rostro para observarla.
—Dejando de comer no se va a arreglar el mundo, Pai —musitó.
Ella frunció el ceño antes de verlo, su mirada reflejaba el temor que la estaba carcomiendo.
—Vine a Esbjerg a despedirme —susurró con la voz ligeramente quebrada—. Pensaba fingir mi muerte o...
Ojos grises la vieron con enojo y ella se obligó a sonreír.
—No eras parte del plan, de hecho, lo cambiaste todo —confesó sintiendo una lágrima rodar por su mejilla.
—Pai...
—No sé lo que es el amor, siempre pensé que era algo absurdo, un invento del hombre para ganar poder sobre el otro —continuó ella con una sonrisa—. Pero con mi primo y Sorine he visto de qué se trata, ¿sabes? Creí... pensé que solo era una atracción pero... Ellos realmente se aman...
Parpadeó varias veces para tratar de controlar sus lágrimas y él se sintió perdido.
—Izan y Sayuri son mi familia, la única, fui ingenua al pensar... Al creer...
Ella suspiró de manera temblorosa y cerró los ojos, Naím la veía desconcertado.
—Paige, ¿qué hiciste? —cuestionó tratando de no sonar hosco.
La mencionada lo miró aterrada, abrió la boca y la cerró varias veces como si algo le impidiera hablar. Y justo cuando pareció decidida a confesar lo que sea que la estuviera atormentando, el timbre de su celular los sobresaltó a ambos.
Pensó en ignorarlo, pero tras ver a la temblorosa chica, volteó y tomó el aparato para descubrir el nombre de su jefe en la pantalla. Frunció el ceño extrañado, pues los domingos eran los únicos días que Joen no le llamaba por más urgente que fuera la situación.
Miró de nuevo a Paige, quien había levantado ambas cejas al ver el nombre y finalmente contestó.
—Joen, ¿sucede algo?
Macy estaba sentada sobre la barra mientras movía los pies y observaba a Thiago voltear panqueques. Resultaba que el hombre sabía cocinar muy bien, algo que no debió sorprenderle por lo que conocía de él.
—Dime algo que nadie sepa —le dijo antes de comer un pedazo de manzana.
El inglés arqueó una ceja al verla y regresó la atención a lo que hacía.
—¿Cómo saber que desconoce la gente? —preguntó con cierto tono irónico.
La pelinegra se recargó en la barra acomodando los brazos hacia atrás.
—Algo que sabes que nadie conoce.
—Más bien, quieres saber qué secretos guardo.
Macy ladeó la cabeza y sonrió con picardía.
—Reformulando la invitación; sí, eso dije.
Thiago le dio media sonrisa antes de apagar la estufa, ya habían hecho suficientes panqueques. Sacó el último y lo acomodó en la torre a su derecha antes de caminar hasta Macy que seguía comiendo manzanas.
Se apoyó en la barra junto a ella y vio al techo pensando en si sería prudente contarle la única cosa que nadie, ni siquiera Izan, sabía. Suspiró y negó mientras cruzaba los brazos.
—Estuve en una relación con una mujer mayor, no duró mucho, fueron tres meses o algo así —dijo sin desviar la mirada del frente—. La conocí en una convención en Londres y la distancia fue un buen pretexto para terminarlo.
Miró de reojo a la chica y encontró que se mantuvo impasible, seguía en la misma posición: comiendo mientras movía las piernas.
—Lancé a Trevor con Joen semanas antes de terminar nuestra relación —contó ella con actitud desinteresada, Thiago la volteó a ver extrañado y ella se encogió de hombros—. Estaba cansada de pretender, cada que estábamos juntos y llegaba él, se apartaba de manera disimulada y yo fingía no notarlo.
—¿Estamos teniendo la plática de los ex? —cuestionó el inglés no sabiendo qué hacer; el doctor lo intimidaba por esa complicidad que compartía con la chica, desde el día en el hospital notó el tipo de relación que tenían.
Macy le dio una sonrisa triste.
—Te estoy sacando de tu duda —corrigió y lo vio abrir los ojos con sorpresa—. Trevor fue importante, tanto como lo puede ser tu primera pareja, pero también es hermano de mi mejor amiga, así que debemos llevar una relación amigable aunque muchas veces queramos matarnos.
Thiago se giró y apoyó los codos en la barra.
—Terminaron mal.
La pelinegra bufó.
—Terminamos en medio de gritos; Sorine no lo sabe, pero le dije que me lastimaba aunque no lo hacía —masculló antes de suspirar—. Sólo lo empujé a aceptar algo que le costaba, el hombre es más terco que una mula.
Orbes azules la veían de manera seria y ella mordió el interior de su mejilla.
—No lo mantengo en mi radar esperando que lo suyo con Joen fracase y regrese a mí —le dijo viéndolo a los ojos donde encontró cierto alivio y vergüenza—. Tenemos una relación especial, pero es más de brutal honestidad que de interés amoroso.
El inglés suspiró negando al clavar la mirada en la barra.
—Tan transparente, ¿eh?
Macy rio y se hizo de lado para aparecer en su rango de visión.
—No, solo soy increíblemente observadora —alegó con un guiño.
Compartieron una sonrisa antes de que Thiago se inclinara para capturar sus labios.
—Pudiste aclararlo sin tener que preguntar por mi oscuro secreto —reclamó él apartándose un poco.
La chica sonrió con cierta malicia.
—¿Dónde está la diversión en eso, señor Bond?
Él negó y se volvieron a besar olvidando el desayuno y que el mundo seguía girando a su alrededor. Tanto así, que el celular de la pelinegra fue acumulando llamadas y mensajes de su ex novio durante al menos media hora.
Sorine tenía la manía de no dejar que la servidumbre de su bisabuelo la atendiera como si fuera una princesa. Amaba hablar con todos y cada uno, muchas veces Masaki se quedaba en la cocina apreciando la sencillez de su bisnieta.
En aquél momento se encontraba lavando trastes mientras la mucama le contaba sobre el perro callejero que llegó para quedarse hacía unos días. Sin embargo, la plática fue interrumpida por el sonido de su celular. La castaña se disculpó y tras secarse las manos, sacó el aparato de la bolsa de sus jeans sintiendo emoción al ver el nombre de su hermano en la pantalla.
Probablemente sí los podría acompañar y le pensaba avisar que iba en camino.
—¡Trevor! ¿Te guardo...?
—Vinieron por el expediente de Sayuri —susurró su hermano mientras al fondo se escuchaban voces alegando—. Estuve llamando a Macy pero...
Sorine levantó ambas cejas y experimentó una presión en el pecho.
—Cómo que fueron por el expediente... ¿Quién?
Su hermano se aclaró la garganta.
—Tetsu, trae una orden de un juez de lo familiar —musitó—. Acababa de agregar el accidente así que lo entregaron completo; Sorine... Van por ella
La chica jadeó y sintió como si su estómago hubiera caído al suelo.
Levantó los platos mientras Sayuri se mantenía en el suelo jugando con sus bloques. Tenía la cabeza llena de pensamientos de Sorine y lo que había pasado entre ellos. Necesitaba aclararle que no necesitaba el trabajo, que ella merecía ese puesto.
Puso lo recogido en la tarja y tras pasar una mano por su cabello, regresó a la sala y se sentó a un lado de su hija antes de sacar su celular y dirigirse a la galería para observar la foto que Macy le envió.
Era la de hacía unos días, donde estaban los tres en casa de Macy.
—Pa-pá.
El mundo se detuvo, Izan parpadeó varias veces dudando de haber escuchado bien, con suma lentitud levantó el rostro y encontró a su hija observando la fotografía en su celular. Sayuri sonrió y dio esos pequeños brincos que la caracterizaban agarrándose de su hombro.
—Qué... Dijiste...
—Pa-pá —repitió la pequeña poniendo un dedo sobre la pantalla, justo en su cara.
El corazón de Izan dio un vuelco y no pudo evitar la enorme sonrisa que brotó en su rostro. Dejó el celular a un lado y abrazó a su hija mientras ella reía divertida.
Entonces su celular timbró y él volteó aumentando la sonrisa al ver el nombre de Sorine en la pantalla. No tardó en contestar.
—Dijo papá —exclamó emocionado.
Escuchó un jadeo y miró de nuevo a su hija que había ladeado la cabeza.
—¿Qué? —masculló la castaña con la voz ahogada.
—Lo acaba de decir, te dije que baba significaba...
—Izan...
—No la pude grabar, pero estoy seguro que lo repetirá en cuanto vengas...
—Izan, por favor.
Aquel clamor lo hizo detenerse y fruncir el ceño, Sorine sonaba devastada.
—Hey, ¿qué sucede? ¿Es por lo de ayer? Podemos hablarlo y... —La escuchó sollozar y algo en él se alteró—. Sorine...
Todo lo que quería decirle se vio interrumpido por un toque firme en la puerta. Se levantó de un movimiento y se encaminó pensando en cómo podrían hacer funcionar lo del contrato.
—Espera, creo que es Paige o Thiago, les dejo a Sayuri y te voy a ver, ¿sí?
Puso la mano en la manija mientras escuchó jadear con más fuerza a su novia.
—No, Izan, espera no...
Sin embargo, el castaño abrió y arrugó el entrecejo al encontrar del otro lado a dos hombres de traje con tres policías detrás junto a una mujer de traje sastre.
—¿Moore Ethan? —preguntó uno de ellos con un papel amarillo en la mano.
El corazón de Izan comenzó a latir con fuerza al darse cuenta que lo habían llamado por su nombre de pila. Casi tuvo ganas de negar y cerrar la puerta, pero algo en la mirada de los policías le dijo que sólo iba a empeorar lo que sea que estuviera pasando.
—Sí —admitió con cierto tono derrotado.
El hombre le entregó el papel y lo miró con severidad.
—Venimos por la menor Sayuri Moore, el juez de lo familiar...
Dejó de escuchar mientras sus temblorosas manos sostenían ese papel que se sentía como peso muerto, leyó rápidamente a grandes rasgos y encontró el nombre de Lara junto al de un desconocido.
—No —suspiró sintiendo el alma salir de su cuerpo.
Estaba congelado, no podía dejar de leer el nombre de su ex junto a las palabras "guarda y custodia". Fue hasta que sintió como lo hicieron a un lado que reaccionó.
—Sayuri; no se la pueden llevar así —exclamó tratando de interponerse pero sintió como lo tomaron del brazo con fuerza para evitarlo.
La mujer se puso en cuclillas frente a su hija y levantó el cabello de su frente dejando a la vista la herida en su cabeza. El vio todo con impotencia tratando de soltarse.
—Fue un accidente, jamás le haría algo a mi hija —bramó desesperado.
La dama no se inmutó, cargó a la bebé que se puso a llorar al encontrarse en brazos de una desconocida y lo miró aterrada.
—¡Pa-pá! —gritó extendiendo los brazos en su dirección.
—No se la pueden llevar así, tiene miedo, no los conoce, no reconoce a esa mujer —exclamó Izan tratando de liberarse del agarre sintiendo su voz quebrarse mientras Sayuri se impulsaba en su dirección.
—La fecha del juicio viene en el documento, buenas tardes —dijo el segundo hombre de traje mientras salían del departamento.
Trató de soltarse pero el oficial que lo sostenía se puso frente a él; a lo lejos podía escuchar el llanto y clamor de su niña. Sentía como si se le estuviera yendo la vida.
—No lo empeores —susurró el oficial que lo vio con algo de lástima—. Busca un abogado, no trates de hacer nada fuera de la ley.
Izan lo vio pasmado y el policía le dio un leve asentimiento antes de salir del departamento. El chico respiraba por la boca sintiendo el mundo moverse en una agobiante lentitud; sin embargo, sus pies se movieron por cuenta propia y prácticamente corrió fuera del departamento hasta llegar al pasillo en donde pudo observar con claridad cómo subieron a Sayuri a un vehículo color negro. Su hija seguía gritando y llorando, pero encontró que los oficiales se habían quedado en las escaleras para evitar que bajara.
—No —gimió sintiendo una dolorosa presión en el pecho cuando el vehículo se echó en reversa y se incorporó a la avenida llevándose lo que más amaba en ese planeta.
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