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Capítulo 29

La noche cayó y con ella llegó una visita al departamento de Izan. Thiago la recibió con un gesto de cansancio mientras que ella le dio una diminuta sonrisa llena de empatía.

—¿Se durmió? —cuestionó Macy detallando en el silencio.

El inglés suspiró y asintió, se había doblado las mangas de la camisa azul claro y se quitó los lentes para frotar el puente de su nariz.

—Izan la dejó comida y eso le dio demasiada energía, ya me sé varias canciones de la gallina esa.

La pelinegra rio antes de observarlo ponerse sus lentes y lo ayudó a empujarlos a lo largo del puente de su nariz con suma lentitud.

—Tardé porque estuvimos esperando un mensaje, el papá de Sorine habló con el decano y estaba decaído —le contó apoyando las manos en su pecho mientras que, por otro lado, él entrelazó sus dedos y llevó los nudillos de la chica hasta su boca.

—¿La van a descalificar? —preguntó sobre su piel.

Ella negó y suspiró.

—Dadas las circunstancias, la van a dejar presentar el proyecto sin la maqueta, el jurado hizo una excepción.

Thiago asintió, al menos aún tenían una oportunidad.

—Izan me pidió unas horas para calmarla, no sé cuánto van a tardar —masculló mirando a la ventana—. ¿Comiste algo?

Macy negó bufando.

—Con todo lo que pasó ni hambre me dio, Trevor estaba como loco —murmuró sintiéndolo tensar bajo sus manos y frunció un poco el ceño—. La escuela prometió dar con los responsables, hay cámaras en los pasillos así que es cuestión de tiempo.

El inglés dio un paso atrás dejando que las manos de la chica cayeran.

—Te puedo dar un nombre —dijo con seriedad mientras sacudía la cabeza.

Macy le dio la espalda y se fue a sentar al sofá.

—También lo pensé, pero hay que esperar las pruebas.

Thiago se apoyó en la mesa y cruzó los brazos.

—No van a encontrar nada que la incrimine, Lara no es tonta —ironizó—. Siempre se mueve tras bambalinas; cuando vivíamos en Sídney, Izan era su cortina.

Ella cruzó la piernas y un gesto serio se dibujó en su rostro.

—Como el marido ese, es su fachada —gruñó—. Está casada y cree que con eso nadie sospechará de todo lo que está haciendo.

El inglés asintió a la par que cruzaba los brazos y con una mano frotó su frente.

—Mis fuentes no descubrieron nada, ese hombre es como una sombra —masculló—. De no ser porque el trato es con la empresa de tu madre, no sabríamos qué están haciendo aquí.

Macy apoyó el rostro sobre su palma habiendo puesto el codo en su rodilla.

—Si Lara tuvo que ver con lo de la maqueta, le va a caer el infierno también a la empresa de su esposo —espetó entrecerrando los ojos.

Thiago ladeó la cabeza.

—¿Serías capaz?

Los ojos aceitunados de la chica brillaban con cierta malicia, más su gesto se mantuvo impasible.

—No, yo no haría nada, pero Sorine se sabe ganar tanto el afecto de las personas que te aseguro que alguien intervendrá.

El inglés la miró con seriedad sospechando que había más sobre Sorine Kaspersen de lo que llegó a investigar. Pero como ahora estaba en un tipo de relación con la mejor amiga, prefería moverse con agilidad y no investigar... De momento.

Izan movió el cabello de Sorine de su frente mientras sus ojos verdes lo observaban en silencio. Ambos estaban recostados frente a frente separados por el espacio en medio de los asientos del auto de Thiago.

La noche ya había caído, ligeras gotas de lluvia crepitaban en el techo del vehículo haciendo que éste fuera el único sonido a su alrededor.

Afuera, árboles los rodeaban y al frente había una laguna. Estaban completamente solos a cuarenta minutos del departamento.

—¿Cómo te sientes? —preguntó en voz baja.

La chica parpadeó varias veces antes de encogerse de hombros. Tenía ambas manos debajo de su mejilla mientras se mantenía acostada en el asiento.

—Hueca —admitió con derrota.

El castaño dejó caer los hombros.

—Sorine... —la llamó más abrió los ojos con sorpresa cuando la aludida se abalanzó sobre él sellando sus labios.

Puso una mano en su rostro mientras la sentía besarlo con cierta desesperación que lo descolocó. Situación que aumentó cuando ella se acercó aún más y los giró de frente para acomodarse sobre su regazo.

El cabello castaño claro los cubrió mientras se besaban y él optó por enredar una mano en éste. La chica estaba sentada a horcajadas sobre él.

Entonces rompió el beso y trató de hacerse hacia atrás.

—Espera, Sorine... —susurró tratando de enderezarlos, ella estaba decaída y susceptible.

Sin embargo, la mencionada negó y lo volvió a besar con desesperación; necesitaba sentirlo cerca, quería refugiarse en él, alejar esa voz que le decía que era un fracaso y que debería dejar de intentarlo.

—Te necesito —musitó sobre sus labios moviéndose de tal manera que le arrancó un gemido ronco y lo llevó a cerrar sus ojos.

El chico tragó saliva con dificultad, la lluvia le impedía ver el exterior y aquello lo estaba instando a olvidar por qué la llevó al lugar.

Lo peor de la situación era que Sorine llevaba falda.

La tomó de la cintura para tratar de alejarla pero ella metió las manos debajo de su playera y le comenzó a besar el cuello nublado sus, de por sí, inestables sentidos.

—No, estás...

—Estoy contigo, es lo único que ahorita necesito —debatió ella sin dejar de besarlo y bajando las manos a su pantalón.

El castaño se estremeció y apretó el agarre en su cintura, cuando la chica se volvió a mover, jadeó dejando caer la cabeza en el respaldo del asiento y Sorine aprovechó para besarlo de nuevo.

Llegó un momento en que mandó todo pensamiento coherente fuera de su mente y se perdió en las acciones y caricias de su novia. Se movió con ella y recorrió con los labios su cuello, rostro y pecho, sintiéndola vibrar y corresponderle.

Jamás había hecho algo ni remotamente parecido, era una experiencia nueva que lo arrancó de la realidad durante el tiempo que duró.

Entre besos, caricias y ropa echada de lado, se unieron de esa manera en la que compartían más que la respiración, que el latido del corazón o el anhelo de pertenecerse.

Cuando estuvieron por llegar a la cumbre del éxtasis, Sorine se sostuvo del respaldo del asiento y puso la frente sobre la curvatura del cuello de su novio mientras que él la presionó más a su cuerpo cerrando los ojos; finalmente entre suspiros y jadeos, se dejaron ir.

—Te amo —gimió ella en su oído mientras espasmos la recorrían.

El castaño giró un poco el rostro y con los ojos entrecerrados, sintiendo los últimos estragos de la pasión desatada, buscó sus labios para besarla de manera temblorosa.

No sabía que había pasado entre ellos, realmente estaba perdido en las emociones que Sorine despertaba en su interior. Pero una cosa sí era segura, amaba a esa chica con toda el alma y quería pasar la vida ayudándole a creer en ella misma tal y como él lo hacía.

Naím no pudo evitar el gesto de sorpresa cuando llegó a su casa y encontró del otro lado de la acera a cierta pelinegra mojada de pies a cabeza.

La chica se había puesto un sweater con gorro, pero a pesar de que la lluvia no era intensa, esa prenda no fue suficiente para protegerla.

Bajó del auto y suspiró antes de negar; con el brillo del faro de la calle sobre la chica, pudo notar lo opaco que se veían sus ojos. Cruzó la calle y se detuvo frente a ella, Paige solo levantó el rostro y parpadeó esperando que él hablara.

—¿Tocaste? —dijo el chico mirando su hogar, había luz en la sala y ambos vehículos de sus padres estaban aparcados en el garaje.

La pelinegra negó y bajó la mirada avergonzada.

—No contestas mis llamadas y no se me ocurrió otra cosa más que venir, pero jamás involucraría a tus padres —musitó y se estremeció cuando otro ataque de frío la alcanzó.

Naím pasó una mano por su cabello antes de extenderla invitando a Paige a tomarla. Ella lo vio desconcertada.

—Vamos, no quiero que te enfermes —explicó ayudándola a levantarse cuando aceptó lo ofrecido.

Una vez de pie, se abrazó mientras que el chico se quitó su saco y lo puso sobre sus hombros.

—¿Pensabas quedarte ahí hasta que llegara? —cuestionó en voz baja abrazándola por los hombros para tratar de hacerla entrar en calor mientras caminaban hasta su hogar.

La pelinegra se encogió de hombros y estornudó.

—O hasta morir de neumonía, lo que pasara primero —replicó antes de respirar por la boca para tratar de calmar su alterado corazón. No quería conocer a la familia de Naím, no se sentía digna ni con derecho a entrometerse más en su vida.

—Eres increíble, mujer —ironizó él antes de sacar sus llaves del pantalón y Paige trató de cerrar más el saco mientras abría la puerta. El olor a salsa de tomate los golpeó por lo que él la invitó con un ademán a entrar, sin embargo, ojos avellana lo vieron aterrados—. Entra, no muerden, lo prometo —rio.

La chica mordió el interior de su mejilla más obedeció. Metió sus manos a las mangas del saco y observó la casa del futuro abogado.

El interior era muy hogareño, incluso había una chimenea al fondo de la sala. Los sillones eran azul marino, de tela, y había un enorme librero repleto de grandes enciclopedias. De las paredes colgaban fotografías, algunas eran de Naím, otras con Sorine y Macy, pero había una que destacaba: el chico recibiendo una medalla de alguna cosa.

—¡Ya está la cena! Lávate las manos, nada de ir a tu cuarto —exclamó una agradable voz femenina haciéndola sobresaltar.

—Pon un lugar más —pidió el chico antes de entrar por una puerta a la izquierda—. Ten, dame unos minutos y te doy ropa para que te cambies —le indicó extendiendo una toalla a la pelinegra que se sentía absurdamente fuera de lugar.

—¿Vino Macy? Hace tanto que no... —La voz de la mujer se detuvo de golpe mientras orbes grises la veían exasperado.

Paige casi se encogió, la recién llegada llevaba una toalla en las manos y vestía un mandil, pero debajo parecía llevar un pantalón blanco y tennis. Tenía el cabello lacio, largo y del mismo color que su hijo. Había un ligero sonrojo en sus mejillas pero emanaba un amigable aura que la hizo sentir ajena al lugar.

Naím se puso a un lado de la chica.

—Madre, ella es Paige —explicó—. Prima del novio de Sorine.

La mujer ladeó la cabeza en clara confusión pero le extendió la mano.

—Chiasa, madre de este atolondrado que nunca avisa que traerá gente a cenar —se presentó con una sonrisa cálida adornando su rostro, luego detalló en lo empapada que parecía estar la joven—. Por Dios, hijo, ¿la trajiste caminando? —cuestionó con cierto enfado.

El aludido suspiró y negó.

—La lluvia la agarró en el camino, le prestaré ropa y bajamos, ¿bien?

Chiasa asintió y los observó alejarse a las escaleras con el ceño fruncido. Naím había puesto la mano en la espalda baja de la joven y ésta se sobresaltó casi esperando un ataque.

—¿Llegó Naím? —preguntó de pronto una voz masculina desde atrás.

—Sí, cariño, trae a una amiga —contestó dándose la vuelta para regresar a la cocina—. Hazme un favor y pon otro lugar en la mesa; y por el amor de Dios, no menciones a Macy —suplicó negando.

—Oh, ya la incomodaste —se burló el hombre con una carcajada mientras recibía una mirada amenazante, levantó ambas manos en señal de rendición y se dirigió al comedor—. Ay, mujer, es la tercera vez, pobres chicas por eso no regresan.

—¡Dormirás en el sofá! —exclamó Chiasa pero aún así el esposo rio.

Por otro lado, en la parte superior, una temblorosa Paige observó al chico abrir cajones y sacar una larga sudadera junto a un jogger verde claro. Puso ambos sobre la repisa y fue hasta su armario de donde tomó una larga toalla azul marino.

—Ve a bañarte, te espero aquí —dijo él señalando la puerta abierta junto a la ventana que daba al jardín mientras le ponía todo en las manos.

—¿Solías traer a Macy? —cuestionó ella jugando con una inexistente pelusa de la sudadera—. Tu madre parece quererla mucho.

Naím suspiró de manera audible.

—Macy se quedaba cuando su madre salía, no le gusta la soledad y este era su refugio —le explicó antes de acercarse para poner un dedo debajo de su barbilla y levantar su rostro—. No es nada.

Orbes avellana lo observaron con cierta vergüenza, odiaba que lo mirara así: como esperando descubrir un lado de él que jamás vería. Sí, era consciente de lo que le dijo, pero jamás la lastimaría para humillarla o someterla.

—No te mentí... Omití información —susurró ella poniendo una mano sobre el corazón de él—. Quisiera... Estoy tratando de arreglarlo, lo juro —dijo con cierta desesperación.

El chico suspiró agobiado.

—Pai...

La mencionada sacudió la cabeza a gran velocidad.

—Déjame arreglarlo, puedo hacerlo —imploró empuñando su camisa—. Sólo... Dame tiempo...

No lograba entender de qué hablaba la pelinegra o porqué sonaba tan desesperada, pero algo en su interior se movió a creerle y no presionarla. Asintió y dejó un beso sobre su frente.

—Bañate, te espero aquí —musitó sobre su piel.

Ella accedió y tras morder de nuevo el interior de su mejilla y alisar la arruga que había provocado en su camisa, le dio la espalda y se encerró en el baño.

Él, por su lado, pasó ambas manos por su rostro en ademán de frustración. Se abrió los primeros botones de la camisa y tras suspirar de manera sonora, se sentó al borde de la cama y frotó su cuello sintiéndose sumamente cansado.

Entre la destrucción de la maqueta y la posible demanda, sentía que era cuestión de días para que todo explotara.

Cuando regresaron al departamento encontraron a Thiago revisando su celular en la sala mientras en la pantalla se reproducía una película.

El inglés levantó la mirada cuando abrieron la puerta y observó a la pareja. Sorine aún se veía decaída y su mejor amigo preocupado, pero mantenían las manos entrelazadas; parecían querer demostrar que estaban más unidos que nunca.

—¿Sigue dormida? —preguntó Izan cerrando la puerta.

Thiago abrió la boca para contestar pero fue interrumpido por la de ojos aceitunados.

—Sí. —Sorine volteó a ver a su amiga y se obligó a sonreír—. Traje ropa de tu casa para que te cambies.

La castaña la vio agradecida, odiaba las faldas.

—Yo voy por ella, solo... —comentó Izan.

Macy le entregó las llaves antes de tomar la mano de su mejor amiga.

—Vamos, te ves terrible —observó mientras la llevaba a la recámara del chico.

Sorine le dio una sonrisa cómplice a Izan antes de desaparecer por la puerta y él suspiró.

—¿Te dijeron que va a poder presentar? —dijo el inglés habiendo pausado la película.

El castaño asintió.

—Pero sin la maqueta no es lo mismo, lo sabemos —masculló y negó—. Voy por sus cosas.

Salió del departamento sin ver a su mejor amigo, bajó las escaleras y se encaminó al auto de la pelinegra. Presionó el botón que abrió la cajuela y encontró una maleta pequeña junto a la mochila de su novia.

Levantó primero ésta última, pero al no darse cuenta que estaba abierta, todas las cosas cayeron al suelo.

—Demonios —bufó exasperado mientras se agachaba para recuperar las libretas, lápices y hojas sueltas.

Acomodó y metió todo, pero antes de levantarse, justo debajo de la llanta trasera del lado derecho, encontró un USB, aquél donde la chica guardaba su proyecto.

Lo tomó y metió en su bolsa antes de cerrar la mochila y levantarse para tomar la maleta. Cerró la cajuela, activó la alarma, y regresó a su departamento con los pensamientos concentrados en la memoria en su bolsillo.

Antes de entrar escuchó voces susurrando, se acercó un poco más y descubrió que eran Thiago y Macy. Al llegar a la puerta, alcanzó a ver cómo soltaron sus manos entrelazadas antes de que ella regresara a su recámara. Aquello lo tomó por sorpresa, sin embargo, mantuvo un gesto impasible al entrar y seguir a la pelinegra.

Escuchó el agua de la regadera y tocó con ligereza la puerta que Macy acababa de cerrar. La chica abrió y él alcanzó a ver a su hija dormida con los brazos extendidos reduciendo el espacio de la cama.

Ella siguió su mirada y sonrió.

—Debe ser difícil dormir a su lado —susurró.

Izan asintió.

—Creo que el sofá se está volviendo mi cama permanente —replicó antes de mirar la puerta del baño—. ¿Cómo la ves?

La chica recargó la cabeza en el marco de la puerta.

—Está triste, no habló mucho pero va a presentar el proyecto sin la maqueta, por un momento temí que lo dejaría —respondió en un susurro.

El castaño suspiró aliviado.

—Pensé lo mismo, al menos no es una idea que tenga. —Orbes aceitunados lo observaron en silencio y él arqueó una ceja—. ¿Qué?

Macy le dio una diminuta sonrisa.

—No sé si agradecerte o interrogarte —respondió irónica.

Él la vio extrañado y se movió incómodo.

—¿Por qué?

La chica lo miró con obviedad antes de negar.

—Por nada, voy a mandarle un mensaje a Trevor a ver si ya saben algo.

Izan asintió antes de darse la vuelta y meter la mano en su bolsillo, sacó la USB y la vio con detenimiento mientras se acercaba a la sala. Por su mente pasaba la imagen previa en 3D.

—¿Qué? —cuestionó Thiago levantándose habiendo notado su concentración.

—El ventilador —masculló el castaño en un hilo de voz.

El inglés hizo un gesto de confusión.

—¿Ventilador? —repitió en voz baja al ver a la castaña salir del baño con ropa que era dos veces más grande que ella. Le sonrió vagamente antes de entrar a la habitación de su amigo.

El chico asintió, no dejaba de ver la memoria pero su mente estaba trabajando a mil por hora.

—¿Recuerdas esa convención a la que fuimos hace dos años?

Thiago cruzó los brazos frunciendo el ceño.

—La de Londres —rememoró.

—Había un ventilador de HYPERVSN, el que reproducía...

—Hologramas en 3D —concluyó el inglés entendiendo qué pensaba su amigo. Ojos ambarinos lo vieron casi suplicante y él suspiró antes de sacar su celular—. Tendrás que desvelarte —musitó saliendo del departamento para hacer la llamada.

Izan ya había pensado en ello y no le importó en lo más mínimo; de hecho, su mente comenzó a hacer planes sobre cómo armar todo. Necesitarían probar también antes de decirle a Sorine, eso implicaba entrar a la universidad a instalar el artefacto.

Y dejar a Sayuri.

Ese pensamiento lo hizo fruncir el ceño y mirar hacia la puerta de su recámara. No quería dejar así a su novia ni poner la carga en Macy. Pero el gesto decaído de la chica junto a la palabra "hueca" lo hizo decidir.

Se encaminó a la puerta y dio dos ligeros toques, no pasó mucho antes de que la castaña se asomara.

—Salió algo del... Logo... Debo ir...

Ella ladeó la cabeza en clara confusión hasta que analizó bien sus palabras y asintió varias veces.

—Claro, no te preocupes. —Volteó a ver a su mejor amiga quien le enseñó el pulgar hacia arriba—. Macy también se va a quedar, así que ve.

Izan suspiró aliviado y le dio un beso rápido en los labios.

—Te llamó al rato —susurró juntando sus frentes y ella le dedicó una sonrisa sincera.

Compartieron una mirada cargada de sentimientos antes de que se dirigiera a un Thiago que ya lo esperaba en la puerta.

—Está en Copenhague, voy por él; tú ve a la oficina para hacer la presentación —dijo cerrando la puerta una vez que salieron.

Izan lo vio agradecido mientras recibía las llaves del edificio.

—Hace unos meses me hubieras dicho que era su problema —masculló notando por primera vez el cambio de su mejor amigo.

Thiago asintió sacando las llaves de su auto.

—Hace unos meses no estaba en una relación con su mejor amiga —alegó con neutralidad abriendo la puerta de su vehículo y sonriendo al notar el gesto pasmado del castaño—. Luego, corre que aún hay que instalar y no sé cómo nos vamos a meter a la universidad —concluyó subiendo al vehículo para arrancar y salir del estacionamiento.

El chico parpadeó varias veces no creyendo lo que había escuchado, pero indudablemente sonrió al darse cuenta que ese Thiago que organizaba travesuras en fiestas de etiqueta, poco a poco estaba regresando.

Las únicas veces que Paige sintió un ambiente cálido durante una comida, fue cuando visitaba a Thiago y su familia. De ahí en fuera siempre era seriedad y conversaciones sobre las empresas Moore y los planes que ella y su primo tenían a futuro.

Y con Mao, eran quejas de que la servidumbre era inepta y que ella debía aprender a cocinar para hacerle de comer.

Pero estando ahí, en medio de los padres de Naím escuchando lo que sus padres hicieron en el día, no pudo sentirse más fuera de lugar y con poco apetito. La trataban como si fuera amiga de antaño, no tenían idea de que llevaba unos meses acostándose con su hijo y que, de hecho, eso fue lo primero que los unió: el sexo casual con el que pretendía vivir antes de morir.

O fingir su muerte, en ese tiempo su plan había sido muy distinto.

—¿Tú estudias, Paige? —preguntó de pronto Renzo, el padre de Naím.

Levantó el rostro, había estado moviendo el puré de papa a lo largo de su plato.

—Me tomé un año sabático —explicó sintiéndose apenada por mentir y decepcionada porque sabía que jamás regresaría a estudiar.

—Supongo que para viajar, tienes un acento peculiar —intervino Chiasa con una sonrisa.

La pelinegra asintió y regresó su atención al puré de papa. Los ojos del padre de Naím eran idénticos a los de su hijo, pero parecían tener la habilidad de leer entre líneas y ver más allá de las mentiras.

—Vivo en Sídney, vine a visitar a mi primo —musitó manteniendo la vista fija en la comida—. Pero me gusta la universidad de Naím, ojalá pueda quedarme —continuó después de unos segundos.

—Es buena escuela y sé que a él le encantaría que te quedases —replicó la madre de Naím dándole un guiño al aludido.

El chico hizo girar los ojos.

—Madre...

—¿Qué estudiabas? Sí se puede saber, claro —interrumpió el hombre.

Paige dejó sus cubiertos y bajó las manos a su regazo para entrelazarlas y apretar con fuerza.

—Diseño gráfico; sé que es una carrera simple y aburrida pero...

—Wow, espera ahí, muchachita, aquí no demeritamos las carreras —interrumpió Renzo viendo extrañado a su hijo y luego a su esposa quien frunció el ceño.

La pelinegra se sonrojó y miró a Naím con cierta desesperación. Las palabras habían escapado de su boca sin pensar, era lo que Mao siempre le decía, sus razones para no dejarla estudiar.

El chico suspiró y puso una mano sobre las de ella, le dio un apretón lleno de empatía.

—¿Podemos excusarnos? Paige debe ir con su primo —intervino viendo a sus padres de manera significativa.

Chiasa y Renzo asintieron al unísono y la primera vio con cierta tristeza a su hijo.

—Deja te doy algo para que coman en el camino, espera —dijo la mujer levantándose y tomando los platos de los chicos para ir a la cocina.

—Si quieres ve al auto, ahí te veo —susurró Naím dándole las llaves. Paige asintió y se levantó sintiéndose sumamente avergonzada.

—Gracias por la comida y lamento...

El padre de Naím hizo un ademán descartando la disculpa.

—No te agobies, esperamos verte más seguido —replicó dándole una sonrisa cálida.

Ella movió la cabeza de manera afirmativa antes de despedirse y casi correr hacia la puerta. Naím levantó sus vasos bajo la mirada atenta de su padre.

—¿Fue el novio? —preguntó en voz baja.

El chico negó.

—Prometido; no quiere denunciar y no sé cómo... —Cerró los ojos y empuñó las manos habiendo dejado los vasos.

Su padre suspiró de manera audible antes de ver hacia el pasillo que llevaba a la cocina.

—Tal vez si le sugieres hablar con alguien...

Naím pasó una mano por su cabello con cierta desesperación.

—¿Podrías ser su psicólogo? Si ella es mi... Mi...

—¿Pareja? —completó su padre con una sonrisa socarrona.

El chico lo vio con enfado.

—Algo así.

El hombre miró hacia el techo antes de negar y Naím dejó caer los hombros.

—Pero tengo un colega que la puede tratar; sin embargo, sabes que ella debe querer.

Él asintió y observó a su madre entrar con cinco refractarios, soltó un suspiro mientras ella los acomodaba en una canasta.

—Hice pay, le das y también agregué galletas...

—Mamá...

La aludida levantó el índice.

—Nada, te llevas todo —ordenó.

Naím miró a su padre en busca de ayuda y él se encogió de hombros manteniendo la sonrisa burlona.

—Bien —suspiró tomando la canasta.

Su madre lo abrazó con fuerza y besó su cabeza como cuando era pequeño.

—Cuídala, hijo, esas situaciones son muy difíciles —susurró en su oído.

Él asintió y tras besar a su madre en la mejilla y despedirse de su padre, salió de su hogar. Al cerrar la puerta se quedó mirando a la chica en su auto que había subido las piernas al asiento y lo veía con vergüenza.

Su madre era una sobreviviente: antes de su padre tuvo una relación tóxica con quien fuera su pareja. Aguantó golpes, manipulaciones, humillaciones y amenazas en nombre de un falso amor que era más codependencia que cariño.

En aquel tiempo, su padre era estudiante de psicología; por azares del destino se conocieron y tras muchos esfuerzos, su progenitora aceptó ayuda y pudo demandar al hombre que en múltiples ocasiones la ultrajó.

Por eso Naím se enfurecía cada que veía las marcas en el cuerpo de Paige, porque sabía a ciencia cierta lo que la chica sufría a manos del animal que llamaba prometido.

Pero algo no cambiaba en todo eso, y era que la pelinegra le estaba mintiendo con respecto a su llegada.

Subió a su vehículo y le entregó la canasta con una sonrisa.

—Madres —dijo haciendo girar los ojos mientras que ella sonrió.

—Al menos te procura y no te vende como artefacto —musitó revisando el contenido de la canasta.

Naím pretendió debatir pero su celular lo interrumpió, al sacarlo y ver el nombre del inglés en la pantalla, levantó ambas cejas con suma sorpresa.

—¿Thiago? —contestó desconcertado y la chica a su lado frunció el ceño extrañada—. No muy altos, ¿por qué? —dijo escuchando lo que sea que el empresario decía.

Abrió los ojos con sorpresa y miró a Paige como si jamás la hubiera visto.

—Ook... ¿eres consciente de que podemos ir a la cárcel? Sólo pregunto porque... Bueno, vamos para allá. —Terminó la llamada y arrancó su vehículo.

—¿Por qué van a ir a la cárcel? —preguntó su acompañante, confundida.

Naím la vio de soslayo.

—Mejor que te explique tu primo, estoy decidiendo si vale más mi pasantía o la amistad que tengo con Sorine —masculló incorporándose a una vía rápida que los llevaría al centro empresarial de Esbjerg.

Paige abrió el refractario de galletas y comió una sintiéndose en el cielo, eran de avena con chispas de chocolate.

—Espero tu mamá nos lleve esto a las celdas, está exquisito —anunció extasiada cerrando los ojos.

El chico sonrió mientras pensaba en la manera más efectiva de entrar a la escuela, en medio de la noche, sin meterse en problemas.

Macy terminó de escribir en su celular mientras su mejor amiga cocinaba para una Sayuri que cada vez comía más. La pequeña despertó una hora después de la partida de los hombres. Tiempo en el que hablaron sobre lo que pasó.

La castaña parecía resignada a perder, pero no se rendiría, pensaba llevar los renders y presentarlos al jurado, esperaba que con aquello la ausencia de la maqueta se hiciera menos notoria.

Y aunque no lo decía en voz alta, sabía que la chica sospechaba de la ex de su novio.

Sayuri se paró frente a ella y parpadeó varias veces antes de entregarle a Wippi. Macy la vio confundida.

—¿Qué sucede? —preguntó con curiosidad observando la rana de felpa.

—Ba-ba —dijo la pequeña.

La pelinegra frunció el ceño.

—¡Sorine! ¿Qué quiere decir baba? —exclamó.

—Según Izan, papá —contestó la aludida poniendo un plato con sopa y verduras en la mesa—. Me preocupa que no diga más palabras, ya hasta camina, pero para comunicarse...

Macy sonrió con ternura cargando a la pequeña y llevándola a su silla.

—¿Recuerdas esa película de bebés genios? —cuestionó acomodando a la bebé. La castaña asintió poniendo otros dos platos con la misma comida para ella y su amiga—. La niña no sentía la necesidad de hablar para darle gusto a los demás; aunque es ficción, creo que Sayuri es igual —explicó.

Sorine rio y observó que Sayuri sacó un trozo de zanahoria con la mano antes de llevarlo a su boca.

—Tienes razón, cada bebé tiene su ritmo —replicó con algo de melancolía—. Recuerdo que Antón siempre quiso ser astronauta, le encantaban los cuentos de lunas, estrellas y planetas; su primera palabra fue "luna".

Macy la vio con algo de tristeza.

—Sorine, no va a perder a Sayuri —aseguró.

La mencionada trató de cambiar su gesto decaído, pero la herida en la frente de la pequeña y la mirada venenosa de Lara, le decían otra historia. Estaba segura de que la mujer haría algo para separarlos, que su odio la iba a llevar a hacer algo más que destruir su maqueta.

Esperaba, de todo corazón, que al menos tuviera un poco de instinto materno y no metiera a su hija en medio de esa absurda guerra.

Izan se sorprendió bastante cuando Naím y Paige entraron a la oficina de Thiago con refractarios llenos de comida. Llevaba tres horas jugando con el modelo 3D de la plaza e incluso creó un antes y después del terreno.

Honestamente estaba hambriento, pero quería acabar aquello para poder ir a instalar y probar.

—Me gusta —dijo Paige habiéndose puesto a su lado para ofrecerle galletas—. Tiene tu estilo.

El castaño frunció el ceño.

—El proyecto lo hizo Sorine, yo solo ajusté unas cosas —rebatió girando la imagen de la plaza.

Su prima carraspeó en señal de incredulidad.

—Y aún así, tiene tu estilo por todos lados —masculló irónica.

El chico suspiró de manera audible.

—Paige... —siseó viendo a Naím quien había ido por platos y estaba entrando.

—No diré nada, pero si ella te ama como dice hacerlo, te dará el crédito —alegó en voz baja.

—No lo necesito —espetó con enfado.

—Eso crees, Ethan, pero en un currículum podría ser de vital importancia —musitó en su lengua natal.

Los primos se enfrentaron con la mirada hasta que el otro chico se aclaró la garganta sintiendo la tensión incrementar.

—Thiago nos va a ver en la escuela, tuvo que esperar el ventilador.

Izan rompió el contacto con Paige y asintió.

—Ustedes coman, quiero acabar —anunció retomando la tarea de darle una mejor vista al techo de paneles, era imperativo destacar esa área.

La pelinegra regresó con el otro chico más no dijo nada, se dedicó a comer la lasagna que su madre les había dado.

—¿Qué fue eso? —cuestionó Naím en voz baja.

La chica hizo girar los ojos con enojo.

—Su aferradez —gruñó—. Algún día eso le va a pasar factura, marca mis palabras —concluyó cansada.

Naím suspiró y observó con disimulo al castaño. Ojalá Paige no tuviera voz de profeta... O supiera algo que ellos ignoraban.

Para cuándo llegaron a la escuela, era de madrugada. Paige se durmió en el camino mientras que Naím bostezaba cada tanto, sin embargo, Izan se sentía tan ansioso que no experimentaba cansancio.

Logró terminar, pero debían probar y para eso tenían que entrar a la escuela sin ser detectados.

—¿Crees poder llegar arriba? —preguntó Naím en medio de un bostezo mientras veía a la pelinegra dormida en su auto.

El castaño observó el muro y frunció el ceño, no era mucha la altura, pero temía activar alguna alarma escondida.

—Si dejo la laptop, probablemente —replicó entregando la maleta sin desviar la mirada de la alta pared—. Me tendrían que pasar las cosas —dijo recorriendo el cemento con su mano para tratar de sentir protuberancias que le facilitarían la escalada.

—O podríamos entrar por la puerta principal como gente normal —exclamó Thiago apareciendo de entre las sombras, llevaba consigo una bolsa negra de tela que parecía ser pesada.

Naím e Izan lo vieron confundido.

—¿Y cómo pretendes que hagamos eso? —ironizó el primero.

El inglés entornó los ojos y negó.

—Macy mencionó que el padre de Sorine conocía al decano —explicó sacando su celular—. Hace un rato le llamó y movieron todo, nos están esperando en la entrada.

El castaño parpadeó incrédulo mientras una indescriptible emoción se acrecentaba en su interior. Todo se estaba acomodando favorablemente para que su novia presentara el proyecto.

—¿Vamos? Necesito un café muy cargado —se quejó Naím regresando a su vehículo.

Thiago e Izan se observaron en silencio antes de encaminarse a la puerta de la universidad mientras él chico llevaba su auto al estacionamiento.

—Debes ponerle un alto, sabes que fue ella —masculló el inglés.

Su acompañante entrecerró los ojos.

—Cuando pase esto la buscaré, está cruzando límites —espetó negando—. Ella fue la que prefirió esa vida que a nosotros, es increíble.

—No te quiere ver feliz, eso tiene.

Izan empuñó las manos. Lara estaba empeñada en hacerle la vida miserable, pero mientras no tocara a su hija, podía aguantar los ataques.

Aunque Sorine no se merecía pagar los platos rotos, y por ella estaba dispuesto a negociar con su ex para que los dejara en paz.

Era increíble, pero se sentía en completa paz a pesar de que estaba a casi nada de presentarse ante el jurado.

Durante la madrugada, Izan le mandó mensajes de que aún no acababan, le ofrecía mil disculpas y prometía reponer las horas que cuidó a su hija. Cosa que ella no creyó necesaria porque no le molestaba en lo más mínimo hacerse cargo de ella.

Macy se fue temprano a recoger un traje sastre —de pantalón y chaleco— y habían optado por dejar que ella se arreglara para que estuviera cómoda.

Y ahí estaba, con el cabello en un chongo sostenido por palillos, brillo labial y vistiendo el traje que aunque era formal, estaba bastante cómodo. Se pasó la mano por tercera vez a lo largo del saco y sonrió satisfecha con el resultado de su arreglo personal.

—¿Estás lista? —preguntó Macy entrando al salón con Sayuri vestida de un trajecito azul lleno de puntitos blancos.

Sorine sonrió y asintió con seguridad. De pronto sentía que todo estaría bien y hasta estaba emocionada por presentar su propuesta. Tomó los renders en sus manos y recordó que debía sacar los planos del auto de su mejor amiga.

—Voy por los planos, ¿se van a quedar aquí? —preguntó moviendo el pie derecho para aflojar un poco el zapato bajo.

Su amiga negó.

—Thiago está en el estacionamiento, va a cuidar a Sayuri en lo que voy a ver la presentación.

Sorine frunció el ceño.

—Me preocupa que Izan no haya llegado a dormir, ¿habrán acabado?

La pelinegra acomodó el moño en la cabeza de la pequeña.

—Ve por eso, no se te vaya a hacer tarde —comentó cambiando el tema de manera brusca.

La chica asintió, probó de nuevo los zapatos estilo bailarina y tras dejar un beso en la frente de Sayuri, se encaminó al auto de su mejor amiga.

El estacionamiento y la facultad de derecho estaban relativamente cerca, pero eso no evitó que los alumnos la vieran con sorpresa y que ella se sintiera extraña. Llegó al vehículo, abrió la cajuela y sacó su porta planos para colgárselo al hombro.

Estaba cerrando cuando escuchó un—: ¡Hey! —que la hizo voltear sobresaltada y abrir los ojos de manera descomunal al descubrir a su novio detrás de ella.

—¡Izan! ¿Qué haces aquí?

El aludido sonrió antes de poner ambas manos en sus mejillas para besarla con ternura.

—Acabé —musitó sobre sus labios sacando un diminuto control de su bolsa.

La castaña lo vio extrañada y luego notó el cabello húmedo y la ropa cambiada, llevaba una polo verde con jeans, prendas que no usó el día anterior.

—¿Te acabas de bañar? —cuestionó tocando su cabello.

—En las regaderas del equipo de fútbol, Naím se debió quedar dormido —contestó encogiéndose de hombros.

La chica ladeó la cabeza.

—¿Qué hacías con Naím?

Izan le dio una sonrisa discreta antes de tomar su mano y depositar el pequeño control en ella.

—Creando una nueva maqueta —explicó en voz baja.

Sorine miró el artefacto sintiéndose completamente perdida y confundida, situación que su novio notó así que sacó su celular y buscó algo para después mostrarle la pantalla.

—¿Listo? —Escuchó a Naím decir en el vídeo que su novio le estaba enseñando.

—Dale —contestó el mencionado.

Se veía todo negro hasta que de pronto una luz blanca iluminó el teatro donde sería su presentación. Ella abrió los ojos con sorpresa cuando notó el holograma del terreno y como poco a poco se fue llenando de muros hasta formar la plaza. La imagen giró para dejar a la vista la zona superior, aquella donde estaba la zona de comida y el techo de paneles.

—Es... Es... —Sintió la humedad llenar sus ojos y su voz quebrarse ante la emoción que la embargó, algo cálido se derramó sobre su corazón y miró al chico que se había desvelado para darle un enorme regalo.

—Recordé que había un ventilador que mostraba hologramas en tercera dimensión —murmuró guardando el celular para tomar sus manos en las propias.

—Por eso te desvelaste —dijo ella en un hilo de voz.

Su novio se encogió de hombros antes de juntar sus labios por unos segundos.

—Debía arreglarlo, mereces ese premio —masculló sonriendo—. Naím, Thiago y Paige me ayudaron, pienso invitarlos a cenar —rio.

Sorine le dio una sonrisa llena de amor antes de abrazarlo por el cuello.

—Gracias —dijo controlando las lágrimas, no quería llegar con el rostro rojo a la presentación.

Izan le regresó el gesto con la misma intensidad y suspiró entre cansado y aliviado. Ahora sólo faltaba que el jurado viera lo maravillosa y talentosa que era la chica en sus brazos.

Sus compañeros de carrera se encontraban sentados a lo largo del lugar. Ya habían pasado los que estaban antes que ella y poco a poco los nervios se fueron acumulando.

Thiago le explicó tres veces como funcionaba el ventilador: solo debía prenderlo y hablar cada que un holograma apareciera como si estuviera presentando su maqueta. Lo ensayaron varias veces, pero incluso así sentía que se le trabaría la voz al estar frente a tantas personas.

—Sorine Kaspersen, estudiante de cuarto semestre —anunció su director de carrera y ella inhaló aire con fuerza mientras veía a Naím y Macy que estaban tras bambalinas haciéndole compañía. Ambos le dieron pulgares arriba y ella sonrió antes de entrar al escenario.

Desde ese lugar, la gente y el jurado eran intimidantes, movió el control en su mano antes de asentir para darle comienzo a su presentación.

Los jueces estaban sentados a un lado del escenario, uno de los becados de la carrera se acercó y expandió sus planos frente a ellos mientras que otro compañero comenzó con la presentación detrás. Todos sus planos se estaban mostrando a su espalda para que los alumnos pudieran ver con claridad.

—Buenos días, como ya se mencionó soy Sorine Kaspersen y mi proyecto consiste en una plaza autosustentable —exclamó ante el abrumador silencio.

Tomó aire y se obligó a tragarse los nervios y sonreír.

—Hoy en día el mundo está en busca de energías que sean amigables con el medio ambiente, además de ser viables. —Inhaló y se aclaró la garganta—. Teniendo esto en mente, presento ante ustedes la primera construcción bioclimática que, al ser autosustentable, aprovechará al máximo los recursos disponibles para disminuir la demanda energética hasta en un ochenta por ciento.

Dirigió el control al ventilador montado a su izquierda y escuchó el asombro de todos cuando el terreno apareció a su lado y comenzó la reproducción.

De soslayo notó al jurado hablar entre ellos y sonrió aún más llenándose de seguridad.

Empezó a explicar el proyecto, a detallar en la estructura y como cada cosa que se iba mostrando a su lado beneficiaba al medio ambiente y la sociedad. Presentó el techo de paneles que se llevó varios aplausos y culminó con el estudio socioeconómico del área así como los costos de construcción.

Para cuándo acabó con su presentación, su corazón latía rápido y ella jadeaba ligeramente. Sus compañeros incluso se habían levantado para aplaudir su proyecto y eso la llenó de orgullo y emoción.

Sin embargo, al voltear al ver al jurado que también aplaudía, se encontró con unos ojos muy parecidos a los de su novio. Fue la primera vez que detalló en la mujer sentada justo al medio de la mesa que la observaba con suma seriedad. La dama destacaba no solo por su altura, sino por su porte y presencia, parecía ser alguien realmente importante.

Cuando los aplausos disminuyeron, ella hizo una reverencia al jurado, luego a sus compañeros, y tras apagar el ventilador, salió del escenario y fue recibida por los abrazos y felicitaciones de sus amigos. Naím incluso la cargó y ella rio emocionada.

¡Lo había logrado! Tras meses de arduo trabajo, por fin lo había presentado.

Risas y anécdotas eran contadas a su alrededor mientras ella mantenía la cabeza en el pecho de Izan. Estaban en casa de Macy celebrando con comida, botanas y una Sayuri muy animada que caminaba alrededor del grupo para luego gritar y huir de Naím quien le gruñía.

—Naím se quedó dormido, así sin más —se burló Paige mientras el aludido hacía girar los ojos—. Pero lo peor fue que estaba recargado sobre la pared, tienes a Thiago llamándole una y otra vez y él ya en el séptimo sueño.

Sorine rio con los demás y volteó hacia arriba para observar al castaño, tenía un brillo especial en sus ojos que jamás le había visto y eso la tenía realmente ilusionada. El chico, sintiendo la mirada, volteó hacia abajo y le dio una sonrisa antes de juntar sus labios por un breve momento.

—Te amo —susurró poniendo su frente en la de ella.

—¡Ba-ba! —exclamó Sayuri llegando y parándose en medio de ellos antes de soltar una trompetilla para después sentarse en las piernas de Sorine.

Ambos rieron y la castaña le entregó una galleta.

Vieron una luz blanca y escucharon un ligero—: Nutteti —que los hizo fruncir el ceño y voltear, Macy le estaba enseñando algo a Thiago y luego le pasó el aparato a Paige quien sonrió abiertamente.

—¿Qué? —preguntó Izan confundido.

Su prima le pasó el aparato a Naím, quien luego de ver lo que sea que hubiera ahí, le guiñó el ojo a Macy y les dio el celular.

Izan y Sorine observaron con curiosidad la imagen y fue el primero quien suspiró de manera temblorosa sintiendo su corazón estremecerse.

Era una fotografía de los tres: Sayuri sentada en las piernas de Sorine mientras ellos la veían con sonrisas cargadas de amor. Se veían como una verdadera familia.

Sintió un toque en su mejilla y al levantar la mirada, la expresión alegre de su hija junto a sus ojos brillantes y llenos de felicidad lo recibieron.

No había palabras para describir el momento, solo abrazó a ambas castañas y agradeció a lo que fuera que hubiera llevado a Sorine a ese café hacía unos meses. Pues fue esa decisión la que unió sus destinos y le enseñó el verdadero significado de la palabra "felicidad".


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