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Capítulo 26

Izan veía el techo sobre su cabeza mientras empuñaba y estiraba sus manos una y otra vez. El corazón le latía desbocado y su estómago estaba tan revuelto que por momentos sentía ganas de vomitar.

El olor a alcohol, medicina y los llantos de niños a lo lejos lo tenían demasiado mal.

Lo peor era que por la situación, su hija estaba en una sala diferente donde no podía ver lo que pasaba con ella. Tenía ganas de llorar; honestamente estaba aguantando para no derrumbarse, pero no dejaba de evocar la imagen de su hija con la sangre ni dejaba de escuchar en su cabeza los gritos desgarradores que la bebé soltó durante todo el trayecto.

Del otro lado de la sala Sorine lo veía tratando de armarse de valor para acercarse. Se sentía una niña tonta, estúpida e inmadura.

No dejaba de recordar a Sayuri sosteniendo su pierna para que la cargase, se recriminaba el haber ignorado a la bebé por su maldita inseguridad. De vez en cuando limpiaba con rudeza una lágrima y regresaba a entrelazar las manos en su regazo.

No tenía cara para acercarse al castaño; de haber hablado como adultos nada de eso hubiera pasado, es más, de haber confrontado al chico el mismo sábado, tal vez estarían en otra situación.

Las puertas corredizas se abrieron y por ellas entraron Paige y Naím, la primera buscó de manera desesperada a su primo y caminó hasta él una vez que lo halló.

—¿Qué sucedió? —le preguntó notando algunas marcas de sangre en sus manos—. ¿Por qué estás afuera? ¡Deberías...!

—No me dejaron, ¿crees que no quiero estar con mi hija? —la interrumpió el castaño endureciendo la mirada.

Paige se pasó ambas manos por el cabello.

—¿Qué sucedió? —repitió con la voz semi ahogada.

El chico negó y volvió a ver el techo, Sorine notó cómo tragó pesado así que se levantó y se puso a un lado de un Naím que veía preocupado la puerta a la sala de emergencias.

—Fue un accidente, Sayuri... Ella jaló la computadora... —le contó ya que Izan no decía nada.

Ojos enfurecidos se fijaron en sus verdes y casi quiso esconderse detrás de su amigo.

—¡Eso no fue accidente, fue un descuido! —exclamó y regresó la mirada a Izan—. ¡¿Cómo pudiste ser tan negligente?!

Él cerró los ojos y su rostro se llenó de agobio, Sorine quiso justificarlo o algo pero Naím la miró de soslayo y negó.

Paige estaba más allá de alterada, desde que la recogió la vio jalar su cabello, gritar con frustración y maldecir en idioma ajeno. Aunque, por su parte, lo primero que hizo al leer el mensaje de Sorine fue tirar los papeles de su escritorio.

La palabra negligencia se iba a repetir muchas veces en los próximos días y lo sabía.

Izan no dijo nada, sin embargo, no necesitaba hacerlo, su rostro reflejaba todo lo que cargaba por dentro.

Entonces entró Thiago y se acercó a ellos.

—¿Cómo está? —preguntó con seriedad.

El castaño negó y miró hacia las puertas.

—No sé, no han salido a decirnos nada —contestó en voz baja y luego miró sus manos, tenía manchadas las yemas de los dedos.

—Pero estaba consciente cuando llegaron —alegó el inglés viendo a Sorine quien asintió varias veces.

—Permaneció despierta todo el camino, tal vez...

—No importa, estaba sangrando, y... No... No paraba... —Casi gimió él y regresó la mirada al techo—. Debí levantar los cables.

Paige lo vio con enojo.

—No debiste descuidarla, no importa lo que hayan estado haciendo ustedes dos, ¡tu hija es primero!

La castaña clavó la mirada en el suelo y mordió su labio.

—Fue mi culpa, Izan no...

—Tú no eres su madre —espetó Paige señalando a la chica—. Es responsabilidad de Ethan.

Naím la miró con enojo.

—¡Paige! —exclamó ante la mirada atónita de su amiga; la pelinegra bufó y lo vio furiosa antes de salir por la puerta murmurando palabras inentendibles.

—Ethan... —Empezó Thiago pero el mencionado negó.

—Tiene razón —irtervino antes de despegarse del muro para caminar hacia el pasillo que llevaba a la cafetería.

Sorine lo observó y a pesar de que Naím la trató de detener, lo siguió.

—Izan, espera... Lo siento —dijo tomándolo del brazo para detenerlo, el chico tenía la culpa incrustada en sus facciones—. Debí actuar diferente, desde el sábado...

Él sacudió la cabeza.

—No importa —musitó tratando de retomar la caminata pero ella no lo dejó.

—No, sí importa, soy tan responsable como... Trataré... Llamaré a Trevor...

—No...

—Deja veo...

—¡No, Sorine! —gritó de pronto el chico haciéndola retroceder un paso—. ¡Tiene razón, no eres su madre y Sayuri es mi responsabilidad, no necesito que me ayudes!

Ojos verdes lo vieron pasmados y lágrimas los inundaron mientras él jadeaba. Todo se estaba acumulando sobre su cabeza, había perdido el control de sus acciones, así que no detalló en lo que acababa de exclamar ni en el daño que causó.

—No te entrometas más, por favor —concluyó retomando la caminada mientras pasaba una temblorosa mano por su cabello.

Sorine lo vio alejarse sintiendo las lágrimas recorrer sus mejillas, su corazón latía dolorosamente fuerte y se limitó a empuñar las manos antes de salir por una de las puertas de la cafetería tratando de ignorar las miradas de lástima.

Todos habían escuchado.

Caminó hasta su auto obligándose a mantener la compostura, aunque las lágrimas y el estremecimiento de su cuerpo eran bastante visibles. Soltó un tembloroso suspiro y abrió la puerta trasera del vehículo donde encontró la manta ensangrentada de Sayuri. Era la favorita de la bebé.

—Sorine... —Escuchó a su espalda.

—Debo ir a lavarla, tal vez llevarla a una tintorería especializada o algo —musitó ella con la voz quebrada—. No puede dormir sin su manta, también puedo ir por Wippi para que su papá se lo dé y...

Sintió unas manos en sus hombros y su cuerpo se estremeció más.

—Sorine...

La chica puso la manta de la bebé en su rostro y comenzó a sollozar.

—Fue mi culpa, ¿por qué no termino de madurar de una vez? —gimió perdiendo las fuerzas en sus piernas y dejándose caer al suelo.

Su amigo la abrazó y pasó una mano a lo largo de su espalda para consolarla mientras la acompañaba en el suelo.

—Fue un accidente —le repitió Naím varias veces.

Sin embargo, Sorine permaneció llorando de manera amarga; la culpa, el dolor y las palabras de Izan la habían arrancado de la realidad.

Y la mirada de Sayuri, al pedirle que la cargara, no la dejaba de atormentar.

—¿Dónde estás? —dijo Thiago al teléfono saliendo del hospital.

—Cerrando mi auto, ¿ya vieron a Trevor? —preguntó Macy mientras caminaba—. Naím me dijo que va con Sorine al centro, llevaron la manta de Sayuri a lavar.

—Ya te vi —masculló el inglés terminando la llamada, la pelinegra iba a medio estacionamiento.

Una vez que estuvieron frente a frente, él suspiró y negó.

—Izan y Paige se pusieron muy mal y se desquitaron con Sorine...

Ella asintió.

—Lo sé, Naím me dijo. —Bufó y cruzó los brazos—. No justifico las acciones de Sorine, pero...

—Estaba lastimada —concluyó él quitándose los lentes y frotando el puente de su nariz—. Ese día llegué tarde porque me salí con ella, estábamos en uno de los balcones del segundo piso —le contó.

Ojos aceitunados lo vieron con sorpresa y él se encogió de hombros mientras se ponía los lentes.

—Estuvo llorando, por eso no regresábamos; la mitad del tiempo no sé qué piensa Izan pero estoy seguro de que la ama —masculló—. En todo caso tienen un grave problema de comunicación.

Macy entornó los ojos.

—En parte es mi culpa, quería que Izan fuera sincero con ella; esa mosca muerta desde cuándo estaba buscando que los viera así...

Thiago miró al hospital.

—¿Sabes que si se entera...?

—Sí, prácticamente le pusieron en bandeja de plata la custodia de Sayuri —espetó—. ¿Quién va a investigar, tú o yo?

Thiago sacó su celular.

—Yo lo hago, tú trata de hablar con el doctor de Sayuri —dijo mientras escribía un mensaje.

La pelinegra suspiró de manera audible y sacó su propio aparato. Ojalá Trevor le respondiera, necesitaban que el accidente de la bebé no saliera de ese edificio, era imperativo que nadie se enterara.

Izan observó el nombre en su pantalla por lo que le pareció una eternidad. Cada que estaba por presionar el botón de llamar, titubeaba.

Pero no sabía a quién más acudir.

Suspirando apoyó la cabeza en el muro detrás de él, parpadeó varias veces y finalmente levantó el aparato para presionar el ícono de teléfono.

Escuchó el timbre una, dos, tres veces hasta que contestó.

—Joven Izan, qué sorpresa —lo saludó Noam, el que alguna vez fuera su mayordomo y más cercano consejero.

—¿Está por ahí...?

—No, joven, no se preocupe —dijo con su amable voz—. ¿Sucede algo? ¿Sayuri está bien?

Izan cerró de nuevo los ojos.

—Tuvo un accidente... Me descuidé y... Estamos en el hospital, había mucha sangre —musitó.

El hombre suspiró ligeramente.

—¿Qué sucedió?

Izan se aclaró la garganta, de solo recordar el grito desgarrador de su hija, sentía un nudo que le impedía hablar.

—Jaló la computadora de Thiago, le cayó encima y... —Su voz se quebró—. Tenían razón, no estoy hecho para esto —masculló sintiendo su cuerpo temblar.

—Ethan, los accidentes pasan, llevas meses cuidando de tu hija, una acción no puede determinar que eres mal padre —susurró el hombre.

—Si no hubiera... Estaba peleando con alguien y... La dejé de ver y ahora no sé cómo está, estaría mejor con esa familia... Ha sido muy difícil, ni siquiera puedo darle una recámara propia... me estoy ahogando. —El castaño resbaló por el muro hasta quedar en cuclillas, enredó una mano en su cabello mientras sentía la humedad mojar sus pestañas—. No dejo de sentir que estaría mejor en otro lado —admitió con la voz quebrada.

—Un niño nunca estará mejor en otro lado que con su sangre —afirmó el hombre—. Llevabas meses sin comunicarte, lo estás haciendo bien.

—Pero...

—Ethan, el dinero nunca es la solución; Sayuri no va a recordar que dormían en la misma habitación, tampoco va a rememorar que no le comprabas los juguetes de moda, ¿sabes que va a recordar de grande?

Izan negó y suspiró.

—¿Qué? —cuestionó en voz casi inaudible.

—Que la amas más que a la vida misma.

El cuerpo de Izan se estremeció y comenzó a sollozar en silencioso.

—Va a estar bien, Ethan —insistió Noam—. Lo estás haciendo bien.

La cobija de Sayuri daba vueltas y vueltas en una enorme lavadora, el agua ya era vagamente roja y ella sintió un escalofrío recorrer su espalda. Le dio la espalda a la máquina y observó a su amigo que escribía en su celular con un gesto rígido.

—¿Paige? —preguntó.

Orbes grises la vieron con sorpresa antes de regresar a la pantalla y negar.

—Joen, tenía que hacer algo y lo olvidé —dijo en un suspiro y apagó la pantalla antes de resguardar el celular—. ¿Estás mejor?

La castaña se encogió de hombros y se acercó para sentarse a su lado.

—Si hubiera pasado algo malo, Trevor ya me hubiera dicho, ¿no?

Naím estiró el brazo detrás del respaldo de la silla de la chica.

—Es lo más seguro, o Macy nos habría llamado. —Hizo un movimiento de cabeza en dirección a la lavadora—. ¿Segura que no era más fácil buscar otra igual?

Sorine miró la máquina frente a ellos, ya habían cambiado tres veces el agua y seguía sacando sangre.

—Probablemente la compró en Sídney, dudo que encontremos otra igual —musitó—. Si no sirve esto la llevamos a la tintorería.

El chico se inclinó hacia el frente poniendo los codos en sus rodillas.

—Ya veía a la policía haciendo preguntas de porqué querías que lavaran una manta ensangrentada. —Trató de bromear y Sorine le dio una diminuta sonrisa antes de suspirar con tristeza—. Sabes que no quiso decir eso, estaba alterado —masculló.

Ella miró sus manos.

—Cuando iniciamos este trato peleamos, aquella vez dijo que mi presencia era la que había alterado su vida. —Se limpió una lágrima—. Probablemente tenga razón.

Su amigo negó.

—Sorine, dudo que se la hayas alterado de manera negativa, ve todo lo que le has enseñado, lo que ha podido vivir. —Naím bufó exasperado—. En todo caso lo salvaste, lo sigues haciendo y él no lo sabe —espetó.

—¿Por usar un apellido que no me pertenece?

Orbes grises la vieron de manera fija.

—No hablo de la fundación, sabes que ellos no van a cubrir esto... Pero ahora él cuenta con los medios para cubrir el gasto, ¿cuántos proyectos no hubiera podido acabar de no ser porque le ayudas?

La chica se encogió de hombros.

—Es mutuo; la maqueta, los planos... El proyecto...

Su amigo asintió y miró la enorme lavadora.

—Ahí está, han cambiado sus vidas pero fue de manera positiva, y te aseguro que en cuanto Sayuri esté bien va a enmendar su error.

Sorine subió las piernas a la silla y apoyó la cabeza en sus rodillas.

El problema era que algunas cosas una vez que se quiebran, son imposibles de enmendar.

Mientras caminaban hacia la puerta del hospital, alcanzaron a vislumbrar a cierta chica sentada sobre el cofre del auto de Thiago; fumaba mientras jugaba con su cabello negro.

Se detuvieron y Macy lo vio extrañada mientras que él negó.

—Ve, te alcanzo en unos minutos —murmuró acercándose hacia la prima de su mejor amigo.

Se paró frente a ella con los brazos cruzados y arqueó una ceja, orbes avellanados lo vieron de manera desafiante.

—¿Qué? —espetó.

—Creí que lo habías dejado —dijo el inglés con claro enojo.

Paige se encogió de hombros.

—Mejor morir de cáncer que asesinada —gruñó negando.

—¿Qué fue eso? —cuestionó él haciendo un ademán hacia el hospital.

La chica se bajó del auto y levantó una pierna para apagar el cigarro en la suela de su tennis.

—No me digas que no lo pensaste, fue descuidado...

—Hay una enorme diferencia entre descuido y accidente —intervino Thiago y ella asintió.

—¿En un juzgado? —ironizó—. Porque sé que Ethan no está pensando en las consecuencias de lo que pasó...

—Lara no metería una demanda de custodia, tiene mucho que perder —le recordó Thiago apoyándose a un lado—. Podríamos pedir...

—Viste lo que dijo esa vez: no voy a actuar porque es la mamá de Sayuri —interrumpió Paige imitando la voz de su primo—. Dios, me dan ganas de... —Negó y enredó las manos en su cabello.

—Ella no sabe eso.

La chica rio con ironía antes de mascullar—: Te sorprenderías.

El inglés la vio con escepticismo y Paige suspiró antes de empujarlo un poco.

—¿Tú y Dahl?

Él se mantuvo impasible.

—¿Qué?

Ojos avellanados los vieron incrédulos.

—Vamos, sabes a qué me refiero.

El de lentes negó y se despegó del auto.

—Voy a buscar a Izan, a ver si ya le dijeron algo —anunció antes de encaminarse al hospital.

—¡Aguafiestas! —exclamó su amiga con una sonrisa, sin embargo, cuando el inglés se alejó lo suficiente, su gesto se llenó de preocupación.

Todo se iba a derrumbar mucho antes de lo que pensó.

Izan salió del baño, se había echado agua en el rostro varias veces para tratar de despejar su mente. No dejaba de pensar en el grito de su hija y los ojos heridos de Sorine.

—Moore. —Volteó y encontró a Trevor saliendo de la sala de emergencias.

Tragó pesado antes de acercarse.

—¿Cómo está? —preguntó.

El hombre llevaba el historial de Sayuri en las manos.

—Le limpiamos la herida y se le hizo un TAC, no hay sangrado interno ni alguna fractura en el cráneo —reveló .

Izan abrió la boca con sorpresa.

—¿Está seguro? La sangre...

El doctor lo vio con algo de empatía.

—Un corte superficial en la cabeza puede sangrar mucho porque en esa parte, sobre todo en la del cuero cabelludo, hay muchos vasos sanguíneos cerca de la superficie de la piel —le explicó haciendo ademanes con las manos—. No te diste cuenta, pero cuando nos entregaron a Sayuri ya no estaba sangrando.

El chico sentía su estómago revuelto.

—¿Necesitó puntadas? Hay que tener algún cuidado especial cuando...

El doctor trató de contener el suspiro de exasperación; ya se lo había dicho a su hermana, estaba muy joven.

—Utilizamos vendaje mariposa, la herida no es profunda así que no hubo necesidad de sutura, le mandaré analgésico —dijo anotando en una receta—. No debes dejar que se rasque, también la zona de la herida tiene que mantenerse seca y debes estar atento a que no supure, se le va a inflamar un poco pero si ves que le da fiebre o se pone muy roja la herida, la traes a emergencias.

Izan asintió tratando de grabarse todas las instrucciones.

—¿Qué es TAC? —cuestionó frunciendo el ceño.

Trevor firmó la receta y se la entregó.

—Tomografía; se va a quedar doce horas en observación y después la puedes llevar a casa —continuó, se escuchó un pitido y el doctor sacó su celular, arqueó una ceja y suspiró—. Una enfermera te llamará cuando puedas subir a verla —concluyó mordaz guardando su celular.

—Bien, gracias —susurró el castaño leyendo la receta, sintió la mirada del doctor y levantó el rostro.

—¿Sorine? —cuestionó Trevor con seriedad.

El chico bajó la vista avergonzado.

—Yo... Ella fue...

El hombre suspiró y negó antes de darle la espalda.

—Típicos padres —espetó antes de regresar a la sala de emergencias.

El castaño se quedó pasmado con la boca abierta y un sonrojo llenó sus mejillas.

Se había esperado cualquier cosa menos ese comentario.

Sorine revisó la frazada una y otra vez, la acababan de sacar de la secadora y parecía estar como nueva.

—Qué buen jabón —dijo Naím leyendo las instrucciones de la bolsa que sostenía en sus manos—. Solo necesitamos darle siete lavadas —concluyó con sarcasmo.

—Al menos no perdió color —murmuró la castaña y se dispuso a doblar la frazada rosa de osos—. Y huele a flores.

—Ya sería mucho que no, siete lavadas —repitió el chico.

La castaña suspiró y le entregó la suave cobija.

—¿Se la puedes llevar?

Naím la miró con sorpresa.

—¿No piensas regresar? —cuestionó con asombro y ella negó.

—Trevor dijo que está bien, no tengo nada que hacer allá.

Su amigo cruzó sus brazos y se negó a tomar lo ofrecido.

—Estoy seguro que Sayuri va a querer verte.

Ojos verdes lo vieron enfurecidos.

—Eso es un golpe bajo —refunfuñó.

El chico le revolvió el cabello.

—De nada —exclamó antes de abrazarla por los hombros para llevarla al auto—. Sabes que tienen que hablar, no dejes que esto crezca más, Sorine, necesitan estar fuertes.

La chica lo vio contrariada.

—¿Fuertes?

Ojos grises la vieron con algo de seriedad antes de abrirle la puerta del auto.

—Hazme caso en esto, ¿sí? Arregla las cosas con Izan.

La castaña lo vio con ojos entrecerrados antes de subir al vehículo. Algo había detrás de esa oración, algo que su amigo no quería decirle.

Trevor llegó a la cafetería y encontró a cierta chica que lo veía con sonrisa de gato Cheshire.

—¡Hola, querido ex! —exclamó cuando estuvo junto a su mesa.

—¿Si sabes que tus cupones de manipulación sentimental se te acabaron el sábado? —cuestionó el doctor tomando asiento frente a ella.

Macy ladeó la cabeza y le acercó un vaso desechable.

—Hasta te traje tu café —dijo con aparente decepción y un puchero.

Trevor hizo girar los ojos.

—¿Ahora qué necesitas? No me salgas con que esta es una plática normal porque no me sacarías de mi trabajo para eso —gruñó tomando la bebida—. Y no, la fundación no va a tomar el caso de...

La chica negó varias veces.

—No es por eso, es un favor más... ¿criminal?

El doctor arqueó una ceja.

—No voy a desaparecer el accidente, eso ya es otro nivel, Macy —espetó el hombre inclinándose sobre la mesa—. ¿Estás loca? Podría perder la licencia.

La chica entrelazó sus manos.

—No desaparecer, solo traspapelar lo de hoy —masculló con suma seriedad—. Al menos por unas semanas, hasta que...

—¿El mocoso obtenga la custodia? —ironizó el hombre.

—No, hasta que estemos seguros que no hay nadie más buscando su custodia —corrigió la pelinegra.

Trevor la miró de manera severa.

—Sorine nunca debió enredarse en todo esto, ya tenía suficiente con la escuela y ahora. —Bufó con enojo—. La conoces, sabes hasta dónde es capaz de llegar por amor.

Ojos aceitunados lo miraron con la misma seriedad.

—¿A obligarse a sonreír aunque el primer amor de su vida esté con su hermano? —masculló.

Trevor bajó la mirada unos segundos antes de regresarla a la pelinegra.

—Es diferente.

—¿Cómo?

—No le entregó el corazón a dos personas; si el mocoso pierde a la niña, lo va a perder a él en el proceso... ¿Has pensado en eso? ¿En lo mucho que se puede ir para abajo Moore? —gruñó en voz baja—. Y ahí ni tú, ni yo, ni el mujeriego de Naím podemos interferir.

Macy puso las manos sobre la mesa.

—Subestimas a tu hermana —alegó.

—¿Lo hago? Dime algo, querida ex, ¿qué hará Sorine si tratan de quitarle a Sayuri?

La chica abrió la boca y la cerró de golpe, el doctor se levantó y asintió.

—Exacto, y no creo que estés lista para ver a tu mejor amiga renunciar a todo lo que soñó por una relación de escasos meses —espetó en voz baja, se dio la vuelta y se encaminó a la salida.

—Está enamorada, no tonta —exclamó la chica y él la vio de soslayo—. Deja de verla como una niña, Trevor.

El doctor suspiró y negó.

—Una semana, Macy, pero date cuenta que no se necesita un expediente médico para saber que Sayuri sufrió un accidente —dijo tajante antes de salir.

La mencionada suspiró con cansancio antes de levantarse, al llevar la mirada a la puerta, encontró los ojos azules del inglés viéndola con la misma preocupación que ella sentía.

Cuando llegaron al hospital encontraron a Thiago, Macy y Paige en la sala de espera. Fue esta última la que se levantó apenas los vislumbró, se veía algo cansada.

—Izan está en la habitación trescientos cinco —le informó a Sorine algo avergonzada.

La castaña miró a Naím quien casi la empujó.

—Llévala tú, luego vamos a cenar —exclamó el chico.

La chica suspiró y asintió, se metió al pasillo de la cafetería y desapareció al girar la esquina. Por su parte, él se dio la vuelta y salió del hospital sin decirle nada a nadie más.

—¡Naím! Espera... —lo llamó Paige al seguirlo mientras que él la vio con enojo—. Me pasé, lo sé, pero ponte en mi lugar un momento.

Él cruzó sus brazos.

—¿En qué lugar sería ese?

Ella enredó un mechón de cabello en su dedo.

—Bien, ponte en modo abogado de mínimo, dime cómo se ve esto ante una demanda de custodia.

El estómago del chico se fue al suelo; sí sabía cómo se veía, de hecho, pasó toda la tarde intercambiando mensajes con Joen por eso mismo. Si Saúl se enteraba iban a acelerar la demanda.

—¿Lara va a demandar? —preguntó optando por fingir demencia ante sus valores como abogado.

Paige suspiró y se abrazó, la noche ya había caído.

—No sabes cómo es, lo del sábado para ella no fue una cosita —musitó cansada—. Es una maldita vengativa, y sé que va a actuar, tiene todo para quitarle a Sayuri.

Naím endureció la mandíbula, el cuadro de Rubik empezó a tomar forma en su cabeza.

—¿Lo ha estado siguiendo?

La pelinegra mordió su labio inferior y miró hacia el costado.

—Es lo más seguro, ¿cómo explicas que siempre sabe dónde va a estar? —dijo en un hilo de voz.

Las piezas tomaron forma... Lara estaba acorralando a Izan, dejándolo sin recursos... Ellos como abogados no lo podrían defender en caso de demanda porque ya tenían el caso de Saúl.

Y él no podía ponerlo en alerta por lo mismo, porque pondría en tela de juicio la credibilidad de la firma de su jefe.

—Si ganan el concurso, Izan tendría un contrato laboral —recordó.

La chica se mordió el labio con nerviosismo.

—¿Y si no?

Naím miró hacia el hospital; si Saúl aceleraba la demanda no habría manera de ganar una batalla de custodia. Izan necesitaba un trabajo estable a fuerza, uno que no le fuera otorgado por ninguno de sus conocidos.

Izan movió el cabello de su hija con sumo cuidado. La pequeña estaba dormida, respiraba con parsimonia y él solo podía observar la marca que bajaba de su cuero cabelludo a la frente.

Media a lo mucho tres centímetros, tenía cuatro moñitos pegados a lo largo de la herida y se veía un poco inflamado alrededor.

Karan ya había pasado, le aseguró que su hija estaba bien, incluso le enseñó las imágenes de la cabeza de su hija y le explicó pasó a paso lo que estaba viendo. Pero aún así, el miedo no se iba, había leído tantas cosas en internet que temía que su hija no despertara.

Suspiró y recostó la cabeza a un lado de la de Sayuri, trató de creer que todo estaba bien.

Entonces escuchó murmullos, una voz masculina y una femenina peleaban, o eso parecía. Frunció el ceño cuando escuchó la palabra "monstruo" y tras mirar a su hija, se levantó para abrir la puerta a su lado.

Orbes verdes y café lo miraron, la primera con sorpresa, el segundo con enfado.

—Izan —susurró la chica y él clavó la mirada en lo que llevaba en las manos, ella se dio cuenta y se lo extendió—. La... La llevé a lavar.

El doctor bufó exasperado.

—Iré a dar mi ronda —gruñó antes de alejarse de la pareja.

El castaño tomó la frazada de su hija, su corazón estaba latiendo dolorosamente rápido pero su voz se negaba a cooperar.

—¿Cómo está? —preguntó Sorine entrelazando las manos frente a ella.

El chico llevó la mirada al interior de la habitación antes de ver de nuevo a su acompañante.

—Descansando, fue un día difícil —susurró pasando una mano por su cabello.

Ella asintió y vio hacia donde su hermano caminó.

—Solo vine a dejar la frazada, ya sabes que le gusta —musitó—. Cualquier cosa...

—Lo siento —la interrumpió Izan atropellando las palabras—. Lo de hoy, lo de ese día... Tenías razón, debí...

Ella negó varias veces, sus ojos se habían inundado de lágrimas.

—No, reaccioné mal, me dolió mucho verlos. —Su voz se quebró y puso las manos sobre su rostro—. Me dolió ver que la seguiste y me bloqueé, no hay excusa.

Él la atrajo y la abrazó con fuerza mientras que ella sollozaba.

—Perdón, fue mi culpa, no la cargué —gimió Sorine en su pecho.

Izan puso la cabeza sobre la de ella y apretó un poco más el abrazo.

—Está bien —susurró tratando de bloquear los recuerdos de las últimas horas: el grito, la sangre, las palabras que le dijo. La alejó y besó su frente antes de obligarla a bajar las manos—. Ella está bien, ¿ok? —musitó limpiando las lágrimas de sus mejillas—. Nosotros, ¿estamos bien?

Sorine lo vio con sorpresa mientras trataba de controlar su llanto. Finalmente asintió y lo volvió a abrazar escondiéndose en su pecho.

Él suspiró y dejó un beso en su coronilla.

—Le dije que nos dejara en paz, por eso la seguí —susurró sobre su piel—. Te amo, quiero hacer las cosas bien contigo y Sayuri.

La castaña exhaló aire de manera temblorosa.

—Yo también, Izan —admitió separándose más no rompiendo el abrazo—. Te amo y quiero hacer las cosas bien.

El chico pasó un mechón de cabello detrás de su oreja.

—¿Te quedas conmigo?

Ella asintió varias veces antes de levantarse de puntas y sellar sus labios.

—Siempre.

*Tratamiento y situación médica avalada por Joshy_cz* 😍😍

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