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Capítulo 25

Cuando abrió los ojos, sintió la casa extrañamente vacía. Al ponerse sus lentes frunció el ceño y volteó hacia abajo. Ahí, a un lado de su cama, se encontraba la maraña de cabello castaño exageradamente despeinado asomándose por el sleeping bag verde que yacía en el suelo.

Se incorporó en la cama y trató de percibir el sonido de la cocina o el olor de hot cakes. Pero no lo logró. Aquello era raro pues su madre siempre despertaba antes para recibir a su mejor amigo con panqueques.

Bajó los pies al lado contrario al que Izan permanecía perdido en sueños y se puso sus pantuflas antes de bostezar. Había tratado de mantenerse despierto hasta que sus padres regresaran, pero para las doce, el cansancio los venció.

Se incorporó y estiró los brazos para luego salir de su habitación. Una vez en el pasillo, encontró la puerta de la recámara de sus progenitores abierta. Aquello lo desconcertó un poco; al asomarse y ver la cama perfectamente tendida como si no hubieran llegado la noche anterior, la confusión se incrementó.

Era imposible, sus padres no los dejaban solos la noche entera, menos con Paige durmiendo en la recámara de invitados.

Se dirigió a la planta baja de la casa pero la encontró intacta y vacía. En la sala seguían los recipientes de comida y las películas desordenadas. Su corazón empezó a acelerar los latidos cuando un presentimiento negativo se posó sobre él.

—¿Thiago? —lo llamó su mejor amigo.

Pero él no hizo caso, había vislumbrado la luz roja parpadeando en el contestador y un nudo se instaló en su garganta; sentía que el aparato era como la caja de Pandora, que al abrirla, la desgracia se desataría en su vida.

—¿No hay nadie? —la aguda voz de Paige preguntó, supuso que estaba a un lado de su primo y que ambos se encontraban desorientados.

Con pasos lentos se acercó hasta el contestador y antes de presionar el botón para escuchar el mensaje, notó que su dedo temblaba, así que empuñó la mano con fuerza y finalmente apretó el botón.

"Thiago, debes comunicarte conmigo, es urgente" la voz del abogado de sus padres exigió antes de cortar la llamada.

Experimentó una sensación de frío recorrer su cuerpo, era como si su sangre se hubiera congelado al escuchar la seriedad y desesperación en la voz del hombre que había conocido prácticamente toda su vida.

Algo horrible había pasado, lo sentía en sus entrañas, era un monstruo que crecía con cada inhalación y que amenazaba con arrancarle el alma.

—Seguro no es nada, puede que haya salido un imprevisto y por eso...

Dejó de escuchar la voz de Paige tratando de calmarlo, solo miró los orbes ambarinos de Izan que parecían haber reconocido ese tono desesperado, pues hacía unos años, él recibió la peor noticia de una manera parecida de boca de su madre.

El castaño desvió la mirada al suelo; no le dijo nada, no hizo ningún gesto, se mantuvo impasible. Pero para ser un chico de trece años, sabía expresar bastante bien sus pensamientos sin usar palabras.

Prácticamente le había dicho "Lo lamento".

—Va a tener una niña.

Thiago miró el techo de su oficina mientras la pelinegra mantenía la cabeza en su pecho. Estaban en el sofá de su oficina.

Los primeros botones de su camisa estaban abiertos, se había doblado las mangas y tenía un brazo alrededor de la heredera Dahl.

—¿Es importante? —preguntó en voz baja.

Macy se movió un poco, más no lo miró.

—Dejó a mi madre porque fui niña, ahora está emocionado por la llegada de su hija —masculló cansada—. Prácticamente me hizo saber que el problema siempre fui yo, no mi sexo.

—La gente cambia con el tiempo —murmuró—. Probablemente quiere enmendar errores.

La pelinegra bufó y cruzó los brazos.

—Podría hacerlo conmigo, pero no, llevo años buscando su aprobación y... —Su voz se quebró y ella detuvo la oración antes de suspirar.

El inglés miró hacia el enorme ventanal de su oficina.

—Al menos lo tienes, ya sea para odiarlo o quererlo, pero está a una llamada —susurró.

Ella mordió su labio inferior sintiéndose culpable e infantil.

—Perdón, mis problemas son una nimiedad a comparación de lo que sufriste —musitó incorporándose y viéndolo a los ojos.

Thiago le sostuvo la mirada antes de recorrer con mucha lentitud sus labios con el pulgar. No sabía porqué, pero la chica en su oficina lo podía hipnotizar tan solo con mover la boca.

—Mi ex psicólogo decía que los problemas no tienen tamaño.

Macy bajó la mirada sintiendo un hormigueo en su boca, anhelaba perderse de nuevo en los labios del inglés.

—¿Ibas con ellos? —cuestionó en voz casi inaudible.

Thiago experimentó un fuerte tirón en el corazón junto a una sensación de ahogo. No hablaba de eso, solo lo rememoraba en silencio todos los días, pero difícilmente trataba el tema. Ni siquiera con el terapeuta que alguna vez lo vio, llegó a hacerlo.

—No —susurró antes de incorporarse y retirar su mano de la chica, desdobló las mangas de su camisa con suma lentitud bajo la mirada aceitunada y se levantó—. ¿Viniste en tu auto?

La pelinegra suspiró al darse cuenta que había pasado justo lo que le dijo a Sorine: un paso en falso y Thiago se cerró.

—Sí, no te preocupes —respondió alisando inexistentes arrugas de su falda.

Él asintió y caminó hasta la puerta que se encontraba a su izquierda que seguramente era un baño; ella acomodó su cabello de lado y comenzó a trenzarlo mientras pensaba en qué lugar estaría abierto para pasar por algo de comer de regreso a su hogar.

—Macy —la llamó el inglés y ella volteó, la veía de manera inexpresiva desde la puerta. El silencio entre ellos se hizo un tanto incómodo y abrumador—. Déjale las llaves al guardia para que guarde el auto —comentó antes de adentrarse al sanitario.

La chica abrió ligeramente la boca en ademán de sorpresa hasta que una sonrisa se formó en sus labios.

Iba a ser una noche interesante.

Naím bostezó mientras guardaba unos archivos, frotó su rostro una vez antes de parpadear en repetidas ocasiones para ajustar su vista y poder leer las etiquetas del archivero.

—¿Trabajando horas extras? —Escuchó a su espalda.

Volteó y encontró a su jefe en la puerta, el hombre de lentes y mirada amable rara vez se quedaba hasta tarde. Regresó su atención al archivero.

—Más bien reponiendo las de mañana —alegó guardando un archivo.

—Oh, cierto, mañana no vendrás —dijo Joen—. Entonces necesito que vengas a mi oficina.

El chico miró extrañado a su jefe alejarse, frunció el entrecejo y guardó los demás archivos antes de seguirlo.

Al llegar al lugar, encontró al hombre sacando un folder de su maletín, le pidió con un ademán que cerrara la puerta y él se extrañó aún más. Pero obedeció sabiendo que su jefe no se lo pediría de ser sumamente necesario.

Joen lo invitó a tomar asiento mientras abría el folder y sacaba papeles. Naím una vez más obedeció y observó contrariado a su jefe.

—Hace unos días atendiste a un cliente por un tema de custodia —dijo el de lentes.

El chico asintió.

—Sí, te mandé mensaje por...

—Lo leí, el problema es que tomaron su caso antes de que pudiera hacer algo —explicó y le extendió el folder—. Necesito que leas y me digas si se te hace conocida la historia.

Naím no tenía que hacerlo, pues desde el inicio eso le llamó la atención, el parecido que tenía con Sayuri y su padre, pero decidió volver a leer. Y sí, ahí estaba de nuevo todo explicado cómo si alguien estuviera relatando la historia del castaño.

—Es como leer sobre...

—¿El amigo de Sorine? —lo interrumpió Joen y el chico asintió, entonces su jefe suspiró de manera audible—. ¿Ves estos requerimientos? —cuestionó señalando una de las últimas hojas.

Naím leyó y frunció el ceño, necesitaban una orden para pedir el historial médico del menor... El historial del hospital donde Trevor trabajaba.

—Demasiadas coincidencias —musitó rascando su cabeza.

Joen asintió.

—No es una coincidencia —susurró—. La orden pide explícitamente que Trevor entregue el historial de Sayuri, apenas lo leí en la tarde.

El chico abrió los ojos con suma sorpresa.

—¿Le quieren quitar a Sayuri? —cuestionó sintiendo la necesidad de alertar a Paige.

Joen asintió una vez y lo señaló.

—No puedes decir nada, ni una palabra, sabes cómo funciona esto —masculló.

—Pero...

Su jefe negó antes de guardar los papeles.

—La petición que están presentando es fácilmente debatible, Izan se ha hecho cargo de la niña y la enfermedad no es descuido —le explicó tranquilo—. Difícilmente va a llegar a tribunales, sabes que no dejaré que hagan las cosas por debajo del agua, es mejor mantener el caso en el bufete.

Naím se movió incómodo.

—Pero no estás llevando el caso —le recordó.

—No, pero te repito que al ser mi bufete debo estar enterado de todo, si se lleva el caso a otro lado no tendremos manera de saber cuál es su jugada —alegó.

El chico se deshizo de su corbata. Algo no le cuadraba en todo eso, ¿por qué Lara permitiría que su esposo llevara el caso a donde él trabajaba?

—Naím, ni una palabra, acuerdo de confidencialidad —insistió Joen.

El mencionado asintió con derrota.

—¿Y si llega a tribunales?

Su jefe se recargó en el respaldo de la silla y entrelazó sus manos mientras lo observaba en silencio.

—Cruzaremos ese puente si es que llegamos a él, en este momento lo que necesitamos es mantenernos alerta a lo que pidan. —Señaló el folder—. Esto le garantiza más a Izan la custodia de su hija, hace unos meses hubiera sido fácil quitársela, pero ahora tiene más solvencia económica y la niña está relativamente bien bajo su cuidado.

Naím asintió sintiéndose un poco aliviado.

—Mientras nada cambie.

Joen asintió.

—Mientras nada cambie —repitió.

Sorine despertó esperando encontrar el lugar en penumbras, sin embargo, había una luz detrás del sillón y podía escuchar el click que hacía el ratón. Se incorporó y estiró los brazos sobre su cabeza antes de levantarse y voltear.

El brillo de la computadora iluminaba el rostro de Izan, él parecía estar concentrado en lo que sea que estuviera haciendo, así que se sobresaltó un poco cuando ella lo abrazó por detrás mientras apoyaba el rostro en su hombro.

—¿Qué haces? —le preguntó en voz baja.

El castaño le dio una sonrisa antes de regresar la atención a la pantalla.

—Quiero acabar esto, es lo único que me falta para concluir el proyecto —respondió poniendo la vista previa del logo.

La chica se fijó en los detalles y sonrió orgullosa, su novio tenía mucho talento.

—Me gusta la mezcla del sol con los aerogeneradores —masculló poniendo ambas manos sobre el pecho del chico.

Él asintió y se movió un poco, las manos de Sorine lo ponían algo nervioso.

—Espero les guste, han pedido bastantes cambios y es lo último que indicaron —le contó.

—Se suponía que íbamos a dormir apenas Sayuri cayera —le recordó poniendo los labios sobre la piel de su cuello—. ¿Cuánto llevas despierto?

El castaño sintió su cuerpo estremecerse y tomó las manos de ella en las propias antes de girar la silla, la chica lo veía divertida.

—No podía dormir, mejor aproveché el tiempo —murmuró moviendo las manos a su cintura para atraerla.

Sorine rio cuando Izan la sentó en sus piernas y suspiró contenta cuando el chico besó su hombro.

—Tú sí deberías dormir, mañana es tu último examen —murmuró él sin apartar los labios de su piel.

La castaña cerró los ojos cuando un escalofrío la recorrió de pies a cabeza. Había algo en la manera en la que la trataba que la hacía perder el sentido de la realidad. A veces, le asustaba lo mucho que lo amaba.

—Es el más fácil —replicó mientras sentía la mano de su novio adentrarse a su pijama. Se estremeció cuando el castaño dejó pequeños besos a lo largo de su cuello y gimió cuando succionó la piel debajo de su oreja.

El chico rio un poco, sin embargo, ella pudo sentir la tensión que emanaba de su cuerpo. Si fuera por ella le quitaría la playera para fundir el calor de sus cuerpos, pero así menos iban a descansar. Así que suspiró de nuevo y escondió el rostro en la curvatura del cuello de su novio.

Izan acarició su espalda mientras veía la pantalla de la computadora, el silencio que creció entre ellos era uno que podían disfrutar.

—¿Me prometes algo? —preguntó de pronto la chica en su regazo. Él hizo un sonido afirmativo sin dejar de mover la mano a lo largo de su espalda—. Pase lo que pase con el proyecto, no te vas a dar por vencido —murmuró.

Él frunció el ceño y ella se alejó para verlo a los ojos, se observaron de manera fija hasta que la castaña mordió su labio inferior.

—Te he visto disfrutar de esto, tus ojos se llenan de luz cada que le pones algo a la maqueta o que hablas de costos y posibles cambios —explicó—. Amas la arquitectura, más de lo que dejas ver.

Izan abrió la boca para rebatir pero Sorine puso la mano sobre sus labios.

—Si no nos dan el premio, promete que buscarás una manera de realizar tus sueños, de retomar tu carrera —le rogó en voz baja.

El chico no dijo nada, se mantuvo impasible hasta que suspiró y dejó un beso tierno en las yemas de los dedos de su novia.

—Lo prometo —musitó.

Sorine le regaló una de esas sonrisas que lo llenaban de calidez y puso ambas manos sobre sus mejillas antes de juntar sus labios en un beso cargado de emoción y alegría.

—Te amo —masculló separándose ligeramente mientras apoyaba su frente en la de él.

Izan acomodó un mechón de cabello detrás de su oreja antes de posar sus labios sobre los de ella.

—Y yo a ti.

Macy no dejaba de asombrarse con el inglés. Toda la imagen que se formó sobre él, poco a poco se fue derrumbando.

Llegaron a un conjunto de departamentos bastante simple. Lugar que no encajaba con la idea del exitoso empresario hermético que se había armado en su cabeza. Tal vez sí debería de dejar de lado la literatura moderna.

Al llegar al departamento, su sorpresa creció incluso más, pues era un lugar bastante rústico de muros de tabique con algunos cuadros de pintores famosos. Los muebles eran de madera, sencillos, nada extravagante como la casa de sus padres.

Al entrar, encontró la cocina a su derecha, un comedor para cuatro estaba entre la cocina y la sala y había unas puertas que llevaban a un balcón al fondo de esta última estancia.

Había una pantalla montada sobre la pared derecha y un sillón color verde opaco frente a esta, encontró un enorme librero justo al fondo, pegado a la puerta de cristal. Y entre el comedor y la sala, vislumbró un pasillo que seguro llevaba a las recámaras, si es que había más de una.

Pero algo que la enterneció en sobremanera, fue la silla alta para comer que mantenía pegada al muro a un lado del comedor.

—No sé porqué creo que esperabas otra cosa —dijo Thiago cerrando la puerta detrás de ellos.

Macy sonrió con algo de culpa.

—No se parece en nada a la casa de Copenhague —se defendió.

El inglés asintió antes de adentrarse a su hogar.

—Es la casa de mis padres, no tuve nada que ver en la decoración —le contó—. Cuando Izan se mudó, vivimos unos meses juntos hasta que decidió que debía volar solo.

Macy se quitó su abrigo y Thiago se lo pidió.

—Son muy unidos —comentó mientras mantenía la atención en el cuadro de "La Noche estrellada" de Van Gogh.

Su acompañante se acercó y tomó la prenda que la chica no le entregó.

—Lo conozco desde que éramos niños —murmuró y concentró su mirada en el cuadro que la pelinegra admiraba—. Él era demasiado hiperactivo, siempre andaba de un lado a otro en las fiestas ejecutivas, Paige lo seguía y yo los cuidaba.

—Demasiada responsabilidad —musitó la chica.

Thiago se encogió de hombros.

—A veces nos juntábamos para hacer travesuras, pero como yo era "el tranquilo", sospechaban de todos menos de nosotros —le contó con una diminuta sonrisa.

Macy chistó y ladeó la cabeza.

—No te imagino haciendo travesuras.

Él le dio la espalda antes de dirigirse al pasillo el cual finalmente notó que tenía cuatro puertas.

—Entonces necesitas expandir tu imaginación —replicó antes de abrir una puerta y desaparecer a través de ella.

La pelinegra sonrió con picardía y lo siguió. Al asomarse a la recámara, encontró una enorme cama al centro y un cubo de colores cerca de la ventana. Seguro era donde Izan y Sayuri se llegaron a quedar.

—Y dígame, señor Bond —exclamó apoyándose en el marco de la puerta—. ¿Por qué me trajo a su departamento?

Thiago había colgado su saco y se encontraba sacando algo del armario, notó que era una larga playera con el logo de alguna universidad y un pants blanco.

Se acercó y se lo entregó.

—Algo me dijo que no te gusta estar sola en esa mansión. —Macy lo vio expectante y él se limitó a tomar un mechón de cabello entre sus dedos—. No pienses de más, no podemos correr antes de empezar a caminar.

Ella le dio una sonrisa y se levantó de puntas para dejar un beso en la comisura de sus labios, inconscientemente él cerró los ojos y suspiró de manera disimulada.

—Como tú digas, Thiago —dijo en su oído antes de darse la vuelta y dirigirse a la puerta de enfrente. No tenía idea de que había detrás, pero prefirió refugiarse de esa mirada azulada que a veces parecía ser un abismo de tristeza.

Por su parte, el inglés se quitó los lentes y frotó el puente de su nariz.

Macy lo iba a sacar de su zona de confort, estaba seguro de ello. No sabía si preocuparse o permanecer expectante. Jamás había sentido tanto deseo por una mujer, por eso prefirió frenar antes de estrellarse.

Sin embargo, al paso de unos minutos, cuando la chica reapareció en el pasillo usando la ropa con la que él usualmente dormía, un inexplicable impulso tomó control de su cuerpo y se acercó para tomar su barbilla con el dedo pulgar e índice.

Se miraron en completo silencio, ninguno hizo amago de alejarse o moverse. El inglés detalló en la incertidumbre de esa mirada aceitunada y finalmente recorrió, una vez más, el espacio que había entre sus labios.

Se besaron con lentitud, permitieron que sus bocas bailaran al unísono y se dejaron llevar por el sentimiento de complicidad que comenzaba a brotar.

Definitivamente había algo ahí, pero Thiago temía despertar, una vez más, para encontrar que todo se le había arrebatado en cuestión de horas.

Sorine salió de su último exámen con una sensación de plenitud y emoción. Había contestado todo con gran facilidad y estaba casi segura de que obtendría una de las más altas calificaciones.

Se dirigió a la cafetería donde sabía que sus amigos seguro la esperaban; todos tuvieron exámenes, aunque ellos debieron llegar más temprano que ella, una hora antes para ser exacta.

Aunando aquello, se sorprendió bastante al solo encontrar a su mejor amiga quien veía por la ventana con el rostro apoyado sobre la palma de su mano, parecía estar completamente embobada con su reflejo o algo del exterior.

—Pensé que Naím ya estaría aquí —anunció sentándose frente a la pelinegra.

Macy sonrió más no cambió de posición, se mantuvo inerte mirando por la ventana.

Sorine ladeó la cabeza y tronó los dedos frente al rostro de su mejor amiga.

—Hey, regresa.

La chica rio antes de bajar la mano y suspirar mientras dirigía la mirada a ella.

—Aquí estoy, ¿cómo te fue en tu examen? —cuestionó.

La castaña la vio con escepticismo, había algo diferente en su mejor amiga, una emoción en sus ojos que antes no había.

—Creo que bien, Izan podría ser maestro, todo lo que me enseñó se me quedó grabado —le contó orgullosa.

Su acompañante dobló una servilleta, realmente parecía que su mente no estaba ahí.

—No me sorprende, si él fuera tu maestro te apuesto que tendrías el promedio más alto —se burló—. Le pones atención a causa de un interés extra —concluyó dándole un guiño.

Sorine hizo la cabeza de lado.

—¿Qué te pasó? Tienes esta aura de extrema alegría que no...

Jamás terminó su oración porque cierto chico de ojos grises se dejó caer en la otra silla.

—¡Libertad! Dulce libertad —exclamó con falso ánimo—. ¿Por qué escogí una carrera tan difícil? —se quejó apoyando la frente en la mesa.

—Si no mal recuerdo, tenía algo que ver con representar a los indefensos —argumentó Sorine alborotando el cabello del chico.

—Y con atraer mujeres, pero creo que eso ya es pasado —intervino Macy.

Naím levantó un poco el rostro.

—Pero sirvió, Paige ama verme de traje —les contó con una sonrisa socarrona.

La pelinegra rio y desvío de nuevo la mirada a la ventana.

—Es como un afrodisíaco —masculló.

—Izan no usa trajes y aún así...

—¿Te lo quieres comer? —interrumpió jocoso Naím.

Sorine se sonrojó y empujó un poco a su amigo.

—¡Calla!

Los dos rieron pero vieron extrañados a la mujer que parecía estar hipnotizada por la ventana.

—¿Qué se trae? —cuestionó el chico con curiosidad.

La castaña se encogió de hombros.

—Ni idea, solo ve por ahí como si...

Un tintineo la interrumpió, los tres sacaron sus celulares y Macy fue la que levantó el índice.

—Es para mí —anunció mientras leía el mensaje de Thiago:

"Debes recoger tu auto y llaves en el estacionamiento"

Sonrió con cierta ternura ignorando que era blanco de miradas escépticas.

—Voy por algo —les dijo levantándose antes de caminar hacia la salida de la cafetería.

Sorine y Naím la vieron alejarse contrariados, la chica bien podría estar dando vueltas de felicidad.

—Jamás la había visto así —comentó la castaña en voz baja y se encogió de hombros—. En fin, ¿cómo te fue? —preguntó regresando la atención a su amigo.

Él levantó ambos pulgares.

—Creo que bien, al menos lo suficiente para mantener la pasantía —le contó orgulloso—. Una razón más para celebrar en la noche.

Sorine hizo girar los ojos.

—Izan no se ve muy contento con la salida. —Suspiró y tomó su celular—. Menos con quiénes serán los niñeros de Sayuri —masculló mientras le escribía un mensaje al mencionado para avisarle que había salido de su examen.

Naím rio.

—Macy es una diablilla, mira que hacer sentir mal a su ex para que cuide a la hija del "mocoso" —se burló haciendo las comillas con los dedos.

La castaña le enseñó la lengua por unos segundos antes de acompañarlo a reír.

Cuando Macy llegó al estacionamiento, frunció el ceño al ver su auto estacionado y nadie afuera esperando, se extrañó más cuando la puerta del conductor se abrió y cierto inglés salió del interior. Pero sonrió emocionada. Aunque mantuvo su andar tranquilo, su corazón casi había saltado al verlo.

—¿Qué pasó con tu guardia?

Thiago se encogió de hombros mientras apoyaba un brazo en el techo del auto.

—Yo te hice dejarlo, es justo que yo lo traiga —alegó cerrando la puerta del vehículo.

La pelinegra sonrió coqueta antes de estirar la mano para que le entregara las llaves. Acto que el empresario hizo pero también acarició un poco su mano aprovechando la cercanía.

—¿Y cómo piensa regresar, señor Bond? —cuestionó ella a la par que el inglés se apoyaba en su vehículo con los brazos cruzados.

—Autobús —contestó con desinterés—. No está tan lejos la oficina.

Macy asintió y puso las manos sobre el pecho del hombre, lo sintió tensarse y sonrió con picardía.

—¿Irás en la noche? —le preguntó en un susurro.

Thiago miró hacia la universidad y tensó la mandíbula; salir así de noche no le atraía para nada, sin embargo, al regresar la atención a esos orbes aceitunados, suspiró resignado.

—Nada bueno proviene de una noche de alcohol, créeme —musitó con cierta tristeza en sus ojos azules. La pelinegra entendió la extensión de esa frase y bajó la mirada, pero él puso dos dedos debajo de su barbilla y la obligó a levantar el rostro—. Iré, ¿está bien? Llegaré un poco tarde pero ahí te veo.

Ella asintió y el inglés entrelazó sus manos, se dieron una sonrisa cómplice antes de que ella caminara de regreso a la universidad. La vio alejarse mientras mantenía una mirada seria.

La última vez que saliero, Izan se dejó envolver por Lara y cambió su vida a causa de ello. No podía dejar de sentir que esa noche sería el preludio al desastre.

Llegaron puntuales a dejar a Sayuri, la bebé aplaudía mientras daba pequeños brincos en los brazos de su padre y Sorine no dejaba de sonreír por la tierna escena.

—No puedo creer que me dejé convencer, tu hermano me odia —masculló el castaño con el ceño fruncido.

—Pero adora a Sayuri, ¿que mejor cuidador que un pediatra?

El chico suspiró y esperaron a que la puerta frente a ellos se abriera, cuando finalmente lo hizo, ojos grises detrás de unos lentes y una sonrisa amable los recibió.

—Buenas noches, Trevor aún no llega pero ya venía para acá —les comunicó haciéndose a un lado para dejarlos entrar.

Sorine abrazó al chico e Izan desvió la mirada sintiéndose extraño ante el cariño que emanaban. Sí, sabía que era su cuñado, pero algo lo incomodaba.

Caminó hasta la sala que se encontraba inmaculada. Puso a Sayuri en el suelo y la vio mirar a su alrededor con interés. Se mantuvo sostenida de su pierna y él se puso en cuclillas.

—¿Estarás bien? —preguntó en voz baja.

La pequeña se veía desconcertada, miraba su entorno con los ojos muy abiertos pero se mantenía sostenida a su papá. Tal vez no le gustaba el lugar.

Sin embargo, cuando la puerta se abrió de nuevo y el hermano de su novia entró, su hija soltó un grito de emoción y caminó hacia el doctor.

Él la vio con sorpresa no esperando eso, el alto hombre le sonrió con ternura antes de levantarla y la bebé inmediatamente trató de jugar con el estetoscopio alrededor del cuello del doctor.

Sorine saludó a su hermano con un beso en la mejilla, sin embargo, los ojos de Trevor se mantuvieron en el castaño en la sala. Lo veía con cierta seriedad que lo obligó a meter las manos a las bolsas de sus jeans por los nervios.

—¿Todos tus pacientes te adoran? —cuestionó la chica divertida y recibió una mirada de autosuficiencia.

—Obvio, monstruo —contestó y rio ante el gesto de enojo de su hermanita—. No muy tarde, Sorine —comentó retomando la mirada seria.

La mencionada asintió varias veces antes de darle otro beso en la mejilla.

—Por supuesto, solo estaremos unas horas y venimos por ella —le recordó y miró a su novio que se veía fuera de lugar en medio de la sala blanca—. ¿Izan?

El chico levantó la mirada y asintió antes de caminar hasta su novia que ya lo esperaba en la puerta habiendo dejado las cosas de su hija en la mesa. Entrelazó sus manos y le dio una sonrisa tratando de transmitirle algo de seguridad. Estuvo a punto de cerrar la puerta cuando escuchó que lo llamaron.

Suspiró mientras Sorine lo veía con cierta culpa y asomó la cabeza por la puerta. El doctor lo miró inexpresivo.

—Te hago responsable —dijo tajante mientras su hija veía el intercambio con curiosidad.

Él asintió antes de ver a Sayuri y finalmente cerrar la puerta.

Prácticamente le había prohibido beber alcohol. Y si era sincero, no pensaba hacerlo.

La última vez cierta castaña le dijo unas cuantas verdades. La misma mujer que ahora le sonreía con cariño mientras entrelazaba sus brazos.

No, no arruinaría las cosas bajo ninguna circunstancia.

Esbjerg no tenía mucha vida nocturna. Para las diez de la noche la mayoría de los locales del centro cerraban sus puertas y las personas regresaban a sus hogares a descansar.

Así que miró escéptico el lugar a unos pasos de él, estaba lleno de jóvenes que esperaban entrar por una enorme puerta con luces de neón alrededor. Desde donde se encontraba podía escuchar la estruendosa música y ya había asesinado con la mirada a dos o tres chicos que casi desnudaron a su novia con los ojos.

Macy había armado el outfit de la castaña y no sabía si odiarla, pues este consistía de un pantalón bastante pegado con una blusa de tirantes y lentejuelas que dejaba la espalda descubierta. Se veía realmente hermosa pero no fue el único que lo notó.

—Macy hizo la reservación, ya podemos entrar —exclamó la chica en su oído una vez que regresó de hablar con el guardia de la puerta.

Él asintió y la abrazó por los hombros mientras caminaban al lugar.

Cuando el hombre de la puerta les abrió, el olor a humo y cigarro inundó sus fosas nasales obligándolo a arrugar la nariz. Sorine había entrelazado sus manos y lo guiaba entre personas bailando al ritmo de una canción electrónica.

El lugar bien podría estar a oscuras de no ser por los rayos de luz que parecían moverse a la par de la música. Pasaron junto a la barra de bebidas y caminaron hasta una mesa redonda rodeada de seis bancos altos.

Fue hasta ese momento que se dio cuenta de que una mujer con uniforme negro los estuvo dirigiendo.

—¿Van a pedir algo o esperan? —cuestionó la mujer de cabello rojizo.

Izan ayudó a Sorine a sentarse antes de hacer lo propio a un lado. La chica asintió.

—Cualquier cosa sin alcohol, ¿verdad? —dijo viéndolo.

Él entrelazó sus manos sobre la mesa notando de soslayo que la mesera lo veía con una sonrisa coqueta. Besó sus manos unidas tratando de mandar el explícito mensaje.

—Seguro —respondió tratando de hacerse escuchar por sobre la estruendosa música.

La castaña sonrió y regresó su atención a la mesera, no pudo escuchar qué le dijo pues ni siquiera podía pensar con claridad a causa del ruido.

—Ya deberían estar aquí —exclamó de pronto Sorine cerca de su oído.

Izan sacó su celular y miró la hora, tenía razón, ellos llegaron media hora tarde.

—¿Quieres que llame a Paige? —le preguntó pero ella negó sacando su propio aparato.

—No, deja le marco a Naím y Macy, me dijeron que ya estaban cerca —exclamó levantándose—. Voy al baño, aquí no puedo escuchar ni lo que pienso —rio antes de dejar un tierno beso en sus labios.

La vio alejarse en medio de cuerpos bailoteando y pasó una mano por su cabello.

—¡Shirley Temple! —exclamó la mesera habiendo regresado con dos bebidas burbujeantes de color naranja con hielos y una cereza, las puso frente a él y le dio un guiño—. Disfruta.

Él asintió sin realmente poner atención, regresó la atención a dónde Sorine se había alejado. Al no verla suspiró y se levantó para quitarse la chamarra negra que llevaba sobre su camisa azul.

Hacía un endemoniado calor.

Retomó su lugar y de nuevo pasó la mano por su cabello odiando estar en un lugar que evocaba recuerdos.

—¿Dónde dejaste a nuestra hija? —Escuchó sintiendo una mano en la espalda.

Se tensó y volteó con la mandíbula endurecida para observar a su ex sentarse en el lugar que hacía unos minutos Sorine ocupaba. La chica vestía un vestido bastante conocido: De tirantes, corto en exageración, de flequillos color rosa.

—¿Desde cuándo te importa? —espetó regresando la atención a dónde su novia había caminado.

—Si no me importara no te preguntaría; es obvio, ¿no? —cuestionó ella de regreso manteniendo la compostura.

Izan rio con sarcasmo antes de tomar de su bebida.

—¿Cómo el silencio de los últimos meses? —masculló negando.

Lara acomodó su cabello en una coleta alta dejando expuesto su cuello. El castaño no se inmutó, se mantuvo a la expectativa del regreso de su novia.

—Estoy rememorando nuestro pasado: verte aquí bebiendo como si fueras dueño del mundo —dijo la chica apoyando un codo en la mesa—. El vestido es un plus —concluyó con una sonrisa y un guiño.

—Las casualidades de la vida —gruñó él, ¿por qué no regresaba Sorine?

Lara suspiró de manera audible.

—Lo estoy intentando, Ethan.

El chico pasó de nuevo la mano por su cabello.

—¿Qué quieres, Lara?

—Hablar contigo, antes de ser novios fuimos amigos, ¿no? ¿Acaso es tan difícil... ?

—Sí —la interrumpió viéndola a los ojos—. Crees que no me doy cuenta de lo que intentas, pero sí lo hago...

Orbes azules lo miraron con dureza.

—¿Qué intento?

Izan la vio con obviedad.

—Lo que siempre hacías, manipularme para tenerme a tu merced...

Lara hizo girar los ojos.

—Por favor, te das demasiada importancia, Ethan; me acerqué para ver dónde estaba...

—No te preocupaste por ella cuando la fuiste a aventar a un orfanato —exclamó incorporándose—. Así que dime, ¿por qué de pronto te importa? —masculló airado.

Se enfrentaron con la mirada en silencio hasta que ella sonrió de esa manera que antes lo provocaba y que, sin embargo, en el presente no le causaba la más mínima reacción.

—¿Recuerdas qué pasaba cada que peleábamos? —susurró ella acercándose e Izan intentó dar un paso atrás, pero la mesa a su espalda se lo impidió—. Me encantas enojado —concluyó antes de ponerse de puntas para juntar sus labios.

La mente del castaño se apagó por un segundo, uno en el que la familiaridad de la rubia lo envolvió. Pero cuando su cerebro captó lo que en realidad estaba pasando, tomó las manos que la chica había puesto en sus mejillas y con cierta fuerza la alejó.

—¿Qué haces? Estás casada y yo...

Lara le dio una sonrisa ladeada, parecía divertida ante su reacción.

—Será nuestro secreto —masculló cerca de sus labios antes de darle un guiño, obligarlo a soltarla y pasar de él.

Izan se quedó impasible unos segundos hasta que empuñó las manos. Se dio la vuelta y siguió a su ex sin darse cuenta de la mirada verde que lo observaba desde lejos.

Minutos antes.

Sorine cortó la llamada y se estremeció ante la brisa nocturna. Era increíble que sus amigos estuvieran atascados dos calles atrás.

Guardó el aparato en sus jeans y regresó al ruidoso lugar, tuvo que salir pues incluso en el baño no podía escuchar. Pasó cerca de un grupo y sintió una mano en su brazo que la hizo fruncir el ceño y voltear.

—¡Kaspersen! Nunca pensé verte en un lugar así —exclamó Kenji tratando de hacerse escuchar sobre la estruendosa música.

Sorine retiró su brazo del agarre del chico y forzó una sonrisa.

—Ya ves, no me conoces —ironizó.

Kenji rio y asintió.

—Me estoy dando cuenta de ello... ¿Con quién vienes?

La castaña llevó la mirada en dirección a dónde seguro Izan seguía esperando.

—Mi novio y amigos... Bueno, los segundos no han llegado, pero están cerca.

Notó algo en la mirada del chico, como una decepción; frunció el entrecejo extrañada y su compañero giró en dirección a sus acompañantes.

—Yo vengo con el equipo de natación, aunque este lugar es muy concurrido por nuestros compañeros, seguro te encuentras a más...

La castaña se movió incómoda no entendiendo porqué parecía que no quería dejarla ir.

—Bien, estaré atenta, voy con mi novio —exclamó señalando en dirección a Izan.

Su compañero asintió y levantó una botella en su dirección.

—Diviértete.

Ella hizo un movimiento afirmativo y se alejó lo más rápido que la gente a su alrededor se lo permitió. Ese había sido un encuentro bastante extraño.

Caminó entre personas bailando, riendo y platicando; sintió un golpe en el hombro y volteó molesta mientras frotaba el lugar violentando. No encontró a la persona que lo había hecho pero bufó molesta y giró para regresar con Izan.

Pero al ver lo que pasaba en la que era su mesa, sintió su estómago revolverse y como si un rayo la hubiera golpeado.

Lara estaba con las manos en las mejillas de Izan y él sostenía sus brazos mientras mantenían sus labios pegados.

Ira la llenó e incluso sintió su cuerpo temblar por el enojo, pero al ver que Izan alejaba a su ex con algo de agresividad, se obligó a respirar por la boca para tratar de calmar su alterado humor.

Lo vio decir algo con un gesto de sorpresa y a ella responder con una sonrisa repleta de algo parecido a la ironía antes de mover la boca mientras recibía la mirada llena de enojo del castaño. Eso la calmó un poco, sin embargo, cuando la rubia se alejó y el castaño la siguió, experimentó un profundo sentimiento de desilusión.

—Oye —la llamaron mientras tocaban su hombro.

Sorine volteó y se encontró con una mirada azulada que la veía consternado. Ella negó y suspiró.

—No lo justifiques —le rogó antes de encaminarse al baño para apaciguar las lágrimas que amenazaban con arruinar su maquillaje.

Thiago la vio alejarse antes de mirar hacia donde su mejor amigo casi corrió.

—Demonios contigo, Ethan —espetó cansado.

Ya le había dicho a Macy que eso iba a acabar en desastre.

El castaño alcanzó a su ex en un pasillo que llevaba hacia unos cubículos privados. La tomó por el codo y la hizo voltear.

Lara lo vio con la cabeza ladeada.

—¿A qué estás jugando? —gruñó con la mirada cargada de frialdad.

—No me digas que no sentiste nada, lo noté desde que reconociste el vestido...

Él negó varias veces.

—Eso es lo que quieres creer pero no... No me importa que uses lo que te regalé, estoy con alguien y tú...

—Quiero volver —lo interrumpió ella acercándose y poniendo las manos en su pecho—. Te extraño, a los dos.

Izan sintió acidez llenar su estómago, su corazón saltó ante la declaración pero al final frunció el ceño y se apartó de ella mientras movía la cabeza.

—No quieres verme con Sorine, eso te pasa, sigues siendo la misma niña caprichosa...

—Amas a esta niña caprichosa, soy la única con la que te estremeces —espetó ella empujándolo al muro detrás de él e impulsándose para volver a juntar sus labios.

Pero Izan movió la cabeza de lado y la tomó por los hombros para alejarla, suspiró de manera audible.

—Se acabó, Lara, déjanos en paz —musitó sin verla antes de encaminarse de regreso a su mesa.

Orbes azules se endurecieron y Lara levantó el rostro de manera desafiante.

—Bien, Ethan, a las malas será.

Para cuándo el castaño regresó a la mesa, encontró a su prima, Naím y Macy platicando con ánimos. Se extrañó al no ver a su novia y miró alrededor antes de acercarse.

—¿No ha regresado Sorine? —les preguntó.

Macy negó pero parecía relajada.

—Me dijo que se había mareado un poco pero que ahorita regresaba —le contó.

Izan frunció el ceño y se sentó junto a su prima que bailaba en su lugar.

—Quita esa cara, Ethan, parece que estás en un velorio —le dijo en su lengua natal y lo empujó un poco—. Vamos a bailar, anda ¿sí?

Él miró a su alrededor y negó.

—Lleva a tu novio —masculló cansado, necesitaba ver a Sorine.

La mesera regresó con varias bebidas y las acomodó en la mesa justo cuando Thiago apareció.

—¿Te perdiste? —le preguntó divertida Paige.

El chico le dio una mirada indescifrable al castaño antes de sentarse junto a Macy.

—Me retrasó el trabajo, da gracias que vine —contestó mientras veía las bebidas frente a ellos.

—No pedimos alcohol, no hagas esa cara —anunció la de ojos avellanados antes de levantarse y tomar el brazo de Naím—. ¡Vamos! —dijo arrastrando al pobre chico a la pista de baile.

Macy rio.

—Oh, lo que daría Sorine por ver a nuestro amigo bailar —les contó divertida.

A la mención de su novia, Izan volvió a ver a su alrededor pero no la encontró. Sin embargo, al llevar la atención a su mejor amigo, se encontró con esa mirada endurecida que mucha veces le llegó a dar cuando en el pasado justificaba a Lara.

¿Acaso... ?

—¡Llegaron! —exclamó Sorine apareciendo y abrazando a Macy con fuerza antes de retomar su lugar.

Izan pasó el brazo por su espalda y la sintió tensarse antes de darle una sonrisa.

—Naím le dio la vuelta a la cuadra, solo así libramos el tráfico —explicó la pelinegra y señaló la pista de baile—. Tal vez quieras sacar tu celular, ¡por fin alguien lo hizo bailar!

Sorine rio y bebió un poco antes de cruzar la mirada con Thiago, fue algo tan rápido que bien pudo pasar desapercibido de no ser porque Izan estaba concentrado en sus acciones.

Suspiró y se acercó para decirle que tenía que hablar con ella, sin embargo, una voz lo interrumpió.

—¡Dahl! —gritó una chica de cabello rojizo y rizado—. ¡Qué sorpresa! —continuó riendo y viendo a Sorine, la mirada se endureció un poco—. También Kaspersen está aquí —concluyó con un deje de ironía.

Macy frunció el ceño pero se levantó de su asiento.

—Midori, ellos son Thiago e Izan —los presentó—. Ella es una compañera de mi carrera —les explicó.

Ambos hombres asintieron en reconocimiento y el castaño posó una mano en la espalda de su novia, en serio tenía que decirle quién estaba en el lugar.

—¡Oh! Yo también vengo con amigos —exclamó la chica viendo a su alrededor y se carcajeó—. Ahí está Lara, mira —señaló.

Todos se tensaron, pero Sorine desvió la mirada al lado contrario y parpadeó varias veces.

—Está haciendo shots —continuó Midori divertida.

Y sí, efectivamente, la rubia se encontraba bebiendo de pequeños vasos mientras chicos aplaudían a su alrededor. Se acabó el último y levantó ambas manos sobre su cabeza en ademán de triunfo.

—¡Lara! —la llamó la recién llegada levantando una mano y moviéndola de lado a lado para captar la atención de la mencionada.

Cuando la rubia la notó, sonrió incluso más, acercándose tropezó y soltó una carcajada.

—Dios, creo que ya me pasé de copas —anunció riendo.

Macy no dejaba de ver a su mejor amiga que de pronto se mostró muy interesada en sus uñas.

—¡Qué bonita reunión, presente y pasado juntos! —gritó la rubia al notar a la otra pareja acercarse, le dio un codazo a Midori y señaló a Thiago, Izan y Paige—. ¿No te dije? Ellos son parte de mi vida en Sídney.

La chica rio negando.

—Pero qué demonios —espetó Paige al llegar, se puso junto a su primo y cruzó los brazos mientras él miraba con dureza a la rubia.

—Pues lo son, Izan es mi ex —exclamó Lara arrastrando las palabras—. Pero no cualquier ex, ¿eh? Nos íbamos a casar —contó en medio de risas.

Midori la abrazó por los hombros, ambas chicas se veían realmente tomadas.

—Lara... —dijo Izan con cierto tono de advertencia.

Pero la chica sacó su lengua de manera infantil.

—¿Recuerdas, Ethan? Tu familia dijo que no pero tú estabas seguro de que podíamos salir adelante, juntos —alegó.

—Dios —susurró Sorine negando.

—Midori, ¿qué hacen aquí? —cuestionó de pronto Kenji mientras veía a todos en la mesa; la chica difícilmente se mantenía de pie y se vio en la necesidad de interferir antes de que hiciera algo estúpido—. Vamos, te llevaré a casa.

La chica lo apartó con cierta brusquedad haciéndolo chocar con una Sorine que se había levantado no soportando la situación.

La castaña casi cayó pero su compañero la logró sostener.

—Perdón, ¿estás bien?

Ella asintió, vio a Izan incorporarse y ver con enojo a su compañero. En su estado alterado tomó una decisión vergonzosa que al momento no le importó.

—Claro, ¿bailas? Estoy harta de estar sentada —anunció ante la mirada pasmada de todos; la de su disque novio fue la peor, estaba llena de incredulidad y lo consideró algo cínico.

No miró atrás, solo se dirigió a la pista de baile sin esperar por su compañero.

—¡Vas! Es lo que has querido todo el tiempo, ¿no? Que tu compañerita te dé entrada —gritó Midori con la voz ligeramente quebrada mientras empujaba a Kenji.

El chico la vio con enfado antes de darse la vuelta y seguir a Sorine. Realmente no sabía qué estaba pasando, pero en su estado enajenado, decidió no desaprovechar la invitación.

—¿Ethan? —lo llamó Paige en voz baja.

Él empuñó las manos y sacudió la cabeza, no entendía qué estaba pasando o porqué Sorine actuaba de esa manera. Su novia no era así.

—¿Viste? Te dije que ella era la que andaba ahí —exclamó la chica de cabello rojizo entre lágrimas—. ¡Por eso me dejó Kenji, por ella, para estar con ella! —continuó abrazando a Lara.

Orbes azules se fijaron en ambarinos.

—Lo sé, nena, la gente nunca es lo que aparenta.

Izan se mantuvo impasible hasta que sacó el boleto del valet parking de su chamarra y lo puso sobre la mesa. Macy tenía un gesto de enfado mientras veía a Sorine bailar con su compañero así que le entregó el boleto a Naím, quien se mostraba pasmado ante todo lo acontecido.

—Voy por Sayuri, ¿puedes...?

El chico asintió, él se puso su chamarra y Lara le dio una mirada de autosuficiencia. Negó y caminó entre las personas evitando a toda costa ver a su novia bailando con alguien que siempre la llegó a tratar mal.

Una vez afuera del establecimiento, inhaló con fuerza antes de ver al cielo.

¿Qué carajos había pasado?

Se mantuvo boca abajo con las manos entrelazadas debajo de su barbilla. Se sentía estúpida, inmadura y realmente triste.

Sí, Paige y Thiago se molestaron por su actitud, pero el segundo solo le dijo que hablara con su novio antes de cometer más errores.

Escuchó una puerta ser abierta y desvió la mirada hacia la ventana.

—Sorine...

—La besó y fue detrás de ella... Ni siquiera intentó decirme lo que pasó —musitó.

Escuchó a su mejor amiga suspirar y pasaron unos segundos para que sintiera el colchón ceder bajo su peso.

—¿Cuándo?

—Antes de que llegaran, Thiago también lo vio —le contó en voz baja.

Macy entonces entendió las miradas que el inglés le dirigió al castaño durante toda su estancia, la razón del porqué no lo siguió cuando se retiró.

—¿Por qué no le dijiste tú?

Sorine se encogió de hombros.

—El otro día me dijiste que lo probara, que él debía contarme.

La chica negó.

—Pero fue en ese tiempo.

—¿Acaso fue algo más grande que lo de hoy? Debió decirme apenas me vio —musitó con la voz ligeramente quebrada—. ¿Y para qué la siguió?

—Tal vez para ponerle un alto.

—O para decirle que lo nuestro no es eterno y la está esperando.

Macy movió la cabeza de manera negativa.

—Deja de hacerte esto, si él quisiera volver con su ex lo haría y ya —aseguró.

—Solo que está casada y conmigo tiene niñera gratis —dijo tajante Sorine antes de hundir el rostro en el colchón—. Dios, se iban a casar.

Su mejor amiga puso una mano en su espalda.

—Sorine, habla con él, no hagas esto, tomar decisiones sin saber todo.

Sintió el cuerpo de la castaña temblar y se dio cuenta que finalmente se había quebrado. La consoló lo mejor que pudo pero no le impidió que llorara.

Lara estaba logrando su cometido.

Pasó su domingo sin contestar las llamadas de Paige y Thiago. Se concentró en Sayuri y dedicó su tiempo únicamente a su hija tal como antes lo hacía.

Se obligó a no pensar en el desastre del sábado; a pesar de que el enojo por momentos lo quería inundar, se empujó a no reaccionar.

Tampoco la iba a buscar, aunque empezó a sospechar que tal vez había visto lo que pasó con Lara, decidió darle un día para aterrizar sus ideas y que pudieran hablar sin estar exaltados. Pero para cuando llegó el lunes, comenzó a preguntarse si acaso lo que dijo Midori era cierto. Porque Sorine decía no soportar a Kenji, sin embargo, se quedó con él bailando.

Suspiró y volteó a ver a su hija, ella armaba bloques y al sentir la mirada, le dio una enorme sonrisa que dejó al descubierto su dentadura casi completa.

Los clientes le pidieron otro cambio y gustoso aceptó hacerlo, cualquier cosa que lo distrajera de pensar en la que aún no sabía si seguía siendo su novia, era bienvenida.

Tocaron a su puerta y se levantó desganado; era temprano, poco antes de medio día, así que supuso que era su amigo o prima, pues ambos amenazaron con ir a buscarlo si seguía ignorando sus mensajes y llamadas.

Al abrir, se desconcertó al ver a la chica de orbes verdes que tenía enormes ojeras debajo de sus ojos. Ella lo miró de manera inexpresiva y él solo se hizo a un lado para dejarla entrar.

El silencio entre ellos se hizo abrumador aunque Sayuri había gritado de emoción y caminó hasta la castaña para sostenerse de su pierna. Sin embargo, Sorine solo le sonrió y mantuvo sus manos entrelazadas frente a ella, más no la cargó.

—No fuiste a la escuela —señaló Izan cerrando la puerta.

La chica negó conservando la mirada en la bebé que la veía con inocencia.

—No tenía ganas de afrontar a nadie —refutó, cansada.

—No lo dudo —ironizó él y recibió una mirada llena de enojo.

—Ni siquiera trates de hacerte la víctima —espetó e Izan arqueó una ceja antes de suspirar y ver hacia arriba.

—Lo viste.

Sorine empuñó las manos, llevaba una playera negra de manga larga que le llegaba hasta los dedos.

—Eso pasa cuando besas a tu ex en un lugar público —gruñó—. Y jamás... —Su voz se quebró y los ojos se le llenaron de lágrimas—. ¡Debiste decirme!

El castaño la miró enfurecido recordando qué sí intentó hacerlo.

—¿A qué hora? ¡¿Mientras bailabas con el idiota ese?! —vociferó mientras señalaba hacia la ventana.

Los ojos de Sorine comenzaron a derramar las lágrimas contenidas.

—Porque seguramente era mejor quedarme a escuchar el pasado con tu ex prometida...

Él pasó una mano por su rostro con desesperación.

—No fue mi culpa, ella llegó y tú preferiste...

Sorine puso las manos a sus lados en un ademán de impotencia.

—¡Ni siquiera fuiste para llamarme ayer!

El chico la vio contrariado.

—¡Pides espacio! —le recordó pensando en su última pelea.

—¡Debiste llamar para explicarme! —insistió la castaña dando un paso hacia él.

—¡Me estás volviendo loco! —gritó Izan no sabiendo qué más hacer para hacerle ver lo que realmente había pasado.

Y entonces un sonido fuerte junto a un grito desgarrador los hizo estremecer a ambos. Voltearon hacia la fuente y corrieron al escritorio que ya no tenía la computadora sobre él.

Los gritos de Sayuri eran angustiantes, pero cuando Izan levantó la computadora, Sorine jadeó tan fuerte que él casi dejó caer de nuevo la pesada pantalla.

La castaña se lanzó sobre el sofá y tomó la manta de su hija a gran velocidad antes de regresar, el castaño no entendió del todo su accionar hasta que miró al suelo.

El rostro de Sayuri estaba lleno de sangre, no sabía de donde brotaba, solo podía ver a su hija ensangrentada. Ni siquiera podía escuchar a Sorine llamarlo una y otra vez mientras trataba, sin éxito, de detener el sangrado de donde sea que estuviera brotando.

Todos los sonidos en su cabeza fueron reemplazados por un fuerte pitido hasta que de un momento a otro regresaron más fuerte que nunca.

—¡Izan! —finalmente escuchó a Sorine y se agachó rápidamente para levantar a su hija.

Con manos temblorosas y con la castaña a su lado sosteniendo la manta ensangrentada en alguna parte de la cabeza de Sayuri, salieron corriendo del departamento con rumbo a la sala de urgencias.



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