Capítulo 22
Ojos ambarinos y esmeralda se enfrentaron en silencio hasta que Sorine desvió la mirada y mordió su labio inferior. Dejó el celular en la mesa donde estaba su maqueta y trató de controlar la humedad de sus ojos sin éxito.
¿Por qué no le dijo?
—Sorine, por favor —rogó él en voz baja tratando de tomar su brazo.
Sin embargo, la castaña se alejó con tanta brusquedad que incluso terminó tirando el banco en el que se encontraba sentada. El fuerte sonido los hizo sobresaltar a todos, sus amigos se quedaron callados y podía sentir las miradas sobre ellos.
Tenía el brazo en un ángulo lejos de Izan dejando a plena vista que se había apartado del chico adrede. Mantuvo la mirada baja y no se dio cuenta de cuando su respiración se volvió ajetreada. Le dolía el pecho, el alma, el corazón; sentía que todo se estaba desmoronando a su alrededor.
—Mi papá llega hoy, debo estar en casa para recibirlo —masculló con la voz quebrada—. Puedes irte con Thiago, ¿no? Yo tengo... —Su voz se cortó y ella señaló detrás con su pulgar aunque la salida estaba frente a ellos.
—Sorine...
—Debo irme —repitió y cuando él intentó tomar su mano, se hizo a un lado con la misma brusquedad y aprovechó el desconcierto del castaño para pasar de él y salir del estudio a pasos acelerados.
Izan no podía creer lo rápido que había arruinado la relación, parpadeó varias veces tratando de asimilar que en realidad eso estaba pasando. Maldijo por lo bajo y se giró para seguir a la chica que ya iba saliendo del lugar. Pasó en medio de sus amigos y logró ver la mirada aceitunada que casi le estaba gritando que se lo había advertido. Negó y siguió a Sorine sabiendo que tenía razón.
Naím los vio confundido mientras que Thiago y Paige intercambiaron una mirada consternada. Fue Macy quien bufó y tomó una pose de suma molestia.
—Te lo dije, esa mosca muerta sólo trajo problemas —exclamó con enojo viendo a Naím.
—¿Quién, Lara? —cuestionó este no entendiendo nada.
Paige y Thiago fruncieron el ceño y miraron hacia donde el castaño había salido.
—¿Quién más? Pero no, Sorine tenía que hacer lo que siempre hace...
—¿Conocen a Taylor? —intervino Paige mirando a los otros dos con desconfianza.
Ojos grises la vieron extrañado.
—¿Ustedes la conocen? —inquirió Naím.
Thiago suspiró y negó viendo hacia arriba.
—Van en la misma escuela, era obvio que esto pasaría —musitó cansado.
—No, no solo vamos en la misma escuela, el esposo de esa está por venderle un software a la empresa de mi madre —espetó Macy con enojo.
Orbes azules la vieron con una ceja arqueada.
—Creí que tu madre tenía a los mejores consejeros —gruñó.
Pero Macy no se inmutó, de hecho, lo vio de manera desafiante.
—Los tiene, que el idiota esté casado con una niña caprichosa, no hace a su empresa peligrosa; separar lo personal de lo profesional le dicen a ese actuar.
El inglés no apartó la mirada, en todo caso, la vio con más seriedad mientras que la chica tomó una pose defensiva.
—A ver, vamos a calmarnos —dijo Naím extendiendo los brazos—. Ustedes saben quién es Lara, nosotros también... ¿De dónde la conocen?
Thiago y Paige se miraron antes de que esta última suspirara.
—Es la ex de Izan... Madre de Sayuri.
—¡Sorine! —la llamó y casi corrió para ponerse frente a ella y evitar que saliera de la casa.
Y por más que la chica se apuró, fue incapaz de ganarle, así que literalmente chocó con el cuerpo del que estaba por llamar ex novio.
—Necesito irme —le dijo con enojo.
—No, deja te explico...
—No hay nada que explicar, es tu vida personal y no es mi asunto...
—Sí lo es, debí decirte, no estuvo bien...
Entonces orbes verdes lo vieron enfurecidos.
—¿Sabías que la conocía?
Izan negó rápidamente.
—No, me enteré antes de venir para acá —le explicó aferrándose a la verdad.
Sorine asintió pero dio un paso atrás, algo que confundió al castaño.
—Bien, no sabías eso... ¿Sabías que vivía aquí? ¿Que estudiábamos en la misma universidad?
Y ante su silencio el enojo comenzó a ganarle al dolor, negó con la cabeza e intentó pasar pero él se interpuso.
—Sorine, deja...
—¡Quítate! ¡No quiero escucharte! Sabías que ella estaba aquí y jamás me dijiste —exclamó con la voz quebrada tratando de moverlo.
Izan sintió una opresión en el pecho y la tomó de los hombros.
—¡Intenté hacerlo! El día que fui a buscarte a tu casa, la primera vez...
Ella lo vio con lágrimas recorriendo sus mejillas, tenía mucho dolor reflejado en sus facciones.
—¡¿Por eso lo querías terminar?! —Izan abrió los ojos con sorpresa dándose cuenta de cómo sonaba todo—. Soy una idiota, creí que era por Sayuri y en vez de eso...
El chico la soltó arrepentido de no haberle dicho la verdad desde que supo que Lara estaba en Esbjerg. Y Sorine, al sentir sus hombros libres, pasó de él corriendo hacia su auto. Una ligera lluvia se había desatado pero ella lo ignoró.
Con manos temblorosas abrió el vehículo y se subió. Se encerró antes de poner ambas manos sobre su rostro para dejar que los espasmos azotaran su cuerpo mientras sollozos escapaban de su boca.
Quería saber dónde estaba parada con Izan, ahora lo hacía.
Por su parte, el chico cerró los ojos y empuñó ambas manos mientras veía hacia arriba. Lo había arruinado, todo por su cobardía de no decirle la verdad.
—Demonios —espetó y caminó con pasos pesados hacia donde estaba su hija; pero mientras más se alejaba de la puerta, peor se sentía.
Era una extraña sensación de vacío en su interior que lo hizo detenerse a medio camino y exhalar con fuerza por la boca.
Se imaginó sus días sin la castaña: sin su sonrisa, su voz, su risa y esa curiosa manera de tocarlo y llenarlo de vida. No podía perderla, estaba estúpidamente enamorado de ella.
Se dio la vuelta y corrió hacia la puerta.
La casa de Dahl estaba en alto, por lo que tenía que bajar escalones para llegar a la zona de estacionamiento.
La lluvia apenas comenzaba a caer pero eso no lo detuvo. Con sus años de entrenamiento de Parkour, saltó de las escaleras a la parte de los carros y vio a Sorine comenzar a echarse en reversa para luego girar.
Sabiendo que todo eso podría terminar aún peor, corrió y se puso frente al auto justo cuando la chica estaba por meter el acelerador. Y claro, Sorine gritó y frenó de golpe al verlo frente a ella. Su corazón latía tan fuerte y rápido que se sentía en medio de un maratón.
Se volvieron a mirar y ella finalmente endureció la mandíbula antes de abrir la puerta de su vehículo exageradamente enojada.
—¡¿Estás loco?! ¡Te pude matar! —le gritó.
Y sí, Izan sintió el ligero golpe en sus piernas pero no pensaba perder a la castaña.
Casi dudó de quitarse de ahí, temía que ella abordara el vehículo y huyera para no tener que escucharlo.
—Apaga el motor —le pidió.
Sorine lo vio incrédula y negó.
—Estás mal —musitó.
Y ya fuera por la luz de los faros, por la lluvia o por los rayos que comenzaban a caer, los ojos del chico tomaron cierto brillo.
—Sorine, no me pienso mover de aquí hasta que me escuches, así que tienes dos opciones: o me atropellas y te vas, o me haces caso y apagas el motor —le dijo con tanto temple que por un momento pareció que hablaban como si no hubiera pasado nada.
La chica lo miró con ojos entrecerrados, bufó regresando a su vehículo y cerrando la puerta. Se volvieron a enfrentar con la mirada a través del parabrisas y finalmente ella suspiró y apagó el motor.
Pero ni así Izan se quitó de enfrente, así que bajó del auto y dejó que la lluvia la terminara de mojar. Total, ¿qué más daba?
—Me voy caminando —espetó casi azotando la puerta de su vehículo y dándole la espalda para dirigirse a la otra salida que tenía la casa de Macy.
—Me llamo Ethan Moore y soy de Sídney —gritó el chico por sobre el sonido de la lluvia y ella se detuvo como si hubiera encontrado un muro enfrente—. Soy el único heredero de la dinastía Moore, el que iba a tomar control de las empresas y familia dentro de tres años... por eso me dieron a elegir entre mi herencia y Sayuri, yo escogí a mi hija.
Sorine suspiró con fuerza y bajó la mirada, podía sentir las gotas correr por su cabello y piel.
—Lara es mi ex y sí, sabía que estaba en Esbjerg y que iba en tu escuela, lo descubrí el día que te fui a ver, por eso te dije todo lo que te dije... —La voz del castaño se escuchaba un poco más cerca pero ni así ella volteó—. No debí ocultarlo, lo sé, pero estaba tratando de protegernos... A los tres.
Entonces la chica volteó y lo vio contrariada. Izan la miraba con seriedad pero se encontraba a varios pasos de ella.
—Lara llevó a Sayuri a un orfanato cuando cumplió dos semanas fuera del hospital —continuó con la voz cargada de frialdad—. Esperó a que estuviera dormido y la sacó de su cuna, necesitaba hacer desaparecer su error para que yo mantuviera una fortuna.
Sorine bajó la mirada y empuñó las manos no pudiendo creer que alguien pudiera caer así de bajo. Menos con quién era su misma sangre.
—Me fuí de Sídney por ella, por las razones que te dije y para volver a empezar —murmuró el castaño avanzado un poco más, tenía miedo de que cualquier movimiento en falso la instara a correr lejos de él—. Mi plan era sencillo, cuidar de Sayuri y terminar una carrera que le pertenecía a Paige para poder trabajar de lleno con Thiago y sacar adelante a mi hija, jamás imaginé lo difícil que sería lograr siquiera dormir.
La castaña suspiró cerrando los ojos y sintió la mano de Izan en su brazo, no sabía qué sentir o decir.
—Y entonces llegaste tú a ese restaurante —susurró poniendo un mechón de cabello detrás de su oreja y los ojos de Sorine se volvieron a llenar de lágrimas—. Me cambiaste la vida y... —Suspiró—. Thiago te investigó, no podía creer que alguien fuera así solo porque sí —confesó y ella lo miró con enojo.
—¿Me investigo? —repitió.
El castaño asintió.
—Debía saber que no estabas ligada a mi familia o la de Lara, estabas ofreciendo mucho por nada —musitó sin atisbo de arrepentimiento—. Sayuri es mi vida entera, tenía que saber que era seguro.
La castaña asintió entendiendo pero eso no aligeró su enojo. Exhaló con fuerza y vapor se formó en medio de ellos.
—¿Han hablado? —preguntó en voz casi inaudible.
Escuchó el fuerte suspiro de Izan y sintió su estómago revolverse a la par que un dolor punzante nacía en su pecho.
—No por decisión propia, créeme... —contestó.
La chica sacudió la cabeza varias veces y se negó a mirar a Izan.
—Te pregunté...
—Lo sé —la interrumpió con voz cansada.
No tenía justificación, solo le había quedado poner las cartas sobre la mesa y esperar a que ella decidiera.
La lluvia era lo único que se podía escuchar, Sorine trató de pensar en todo, de ver la luz en medio de la oscuridad que había caído sobre ellos. Pero la verdad era que estaba dolida. Demasiado. Así que negó y dio un paso para atrás mientras que Izan la veía derrotado.
—Necesito irme... No puedo pensar contigo aquí —titubeó con la voz quebrada. Él trató de tomar de nuevo su brazo pero ella levantó ambas manos para detenerlo—. Cuando me pediste tiempo para contarme, te lo di... Por favor... —le rogó y el chico se sintió peor cuando pudo diferenciar claramente sus lágrimas de la lluvia.
Pero tenía razón, no podía obligarla a perdonarlo así como así. Entonces se limitó solo a asentir mientras que Sorine regresó a su auto, abrió la puerta trasera a la par que Izan empuñaba ambas manos y veía hacia el cielo con los ojos cerrados.
La mejor relación de su vida y la arruinó con su pasado.
Escuchó la puerta ser cerrada y luego otra se abierta, volteó y abrió la boca con sorpresa cuando vio el asiento de Sayuri cubierto por la chamarra de la chica, por debajo de la prenda pudo alcanzar a vislumbrar su mochila.
Sorine se mantuvo un momento en la puerta viendo también la silla y luego lo miró a los ojos. Izan sintió el corazón caer a sus pies cuando el dolor y la traición se asomaron en esos orbes verdes.
Ella mordió su labio y finalmente subió a su auto para alejarse de la persona que creyó que en verdad la quería. Y así era, pero Izan sabía que tenía que respetar el espacio que le había pedido. Aunque aquello le doliera.
Thiago acompañó a Macy hasta la cocina, la chica prácticamente corrió a todos del lugar tomando esa actitud de niña consentida que él ya sospechaba que tenía.
—No me veas así, mi amiga está sufriendo y no puedes esperar que me mantenga impasible —gruñó ella poniendo los codos sobre la isla de la cocina y el rostro en sus manos.
El inglés negó y se apoyó en el mismo lugar pero del lado contrario, le daba la espalda.
—¿Y crees que Izan está feliz? Jamás lo había visto tan...
Macy bajó las manos y las azotó en el mármol.
—Mi mejor amiga es mi prioridad, disculpa si no reparé en los sentimientos del chico que casi se dejó besar por su ex a la vista de todos —espetó.
Thiago se giró y la miró con seriedad.
—¿Se dejó besar?
Ella se encogió de hombros.
—Desde lejos es lo que pareció.
El inglés bufó y le dio la espalda de nuevo antes de tomar el puente de su nariz con los dedos.
—Demonios contigo, Ethan —masculló en la lengua natal del castaño.
—Demonios es poco —gruñó la chica en la misma lengua.
Entonces Thiago se quedó quieto antes de soltar una ligera carcajada.
—Obviamente, hablas más de un idioma —ironizó.
Macy de pronto apareció en su rango de visión.
—No me conoces, señor Bond.
Y él recordó lo que había dejado en el clóset de visitas.
—Creo que empiezo a hacerlo —dijo antes de despegarse de la isla para, acto seguido, salir de la cocina.
La chica hizo girar los ojos y de un brinco se subió al mármol. Su madre odiaba que hiciera aquello pero lo que no sabía no la dañaría.
Entonces el inglés regresó con una caja en las manos y se la entregó. Situación que descolocó a la pelinegra.
—Apuesto lo que quieras a que es tu postre favorito.
Macy frunció el ceño antes de quitar la envoltura, moño y tapa de la caja. Sonrió ligeramente al ver el contenido.
—Pero, señor Bond, esto va en contra todas sus reglas de socialización —se burló.
Thiago rio en voz baja; esa grave voz erizó a la chica a su lado, pero era tan buena actriz que se limitó a sacar una fresa cubierta de chocolate para darle una mordida.
El jugo de la fruta se deslizó por la comisura de sus labios, pero antes de que ella pudiera hacer algo, sintió el pulgar del inglés sobre su piel apartando el líquido para luego recorrer sus labios con él.
Macy entonces sí se quedó con la boca abierta y Thiago le dio una sonrisa llena de sorna.
—También te apuesto a que mueres por saber mi postre favorito —susurró en voz muy baja—. Pero para tu desgracia, no te lo voy a decir —concluyó antes de darle un guiño y salir de la cocina sabiendo que había ganado esa partida.
La pelinegra no pudo evitar relamer sus labios y sonreír. Vaya que le había ganado... Pero estaban jugando con fuego y no pensaba quemarse primero.
Después de hablar con Sorine, esperó a que la lluvia bajara junto a Sayuri. Cuando lo hizo, tomó a su hija y solo le mandó un mensaje a Thiago para que lo disculpara con los demás, le encargó la silla y regresó a su departamento.
La bebé durante todo ese tiempo buscó a Sorine.
En el bus, en la calle, en el súper, incluso cuando estuvieron en casa la pequeña veía a la puerta con expectativa mientras que él solo enredaba una mano en su cabello sabiendo que no tenía manera de explicarle que lo había arruinado.
Le puso la bendita gallina y la rodeó de juguetes para tratar de distraerla, incluso intentó armar bloques con su hija y se obligó a sonreír como si nada hubiera pasado. Pero cada que ella se distraía, su gesto decaía.
Quería llamarla, mandarle un mensaje; cualquier cosa para saber que estaba bien. Pero se abstuvo al grado de apagar su celular.
Actualmente se encontraba sentado en el suelo mientras su hija dormía en el sillón. Tenía una rodilla doblada, el codo apoyado en ella y la mano enredada en su cabello. Veía por la ventana, o al menos eso intentaba, porque estaba completamente oscuro.
Volteó para observar a Sayuri, la pequeña estaba acostada de lado con la cabeza inclinada hacia atrás y la boquita un poco abierta.
Su hija era su vida entera... Pero Sorine ya también se le había metido bajo la piel y no se dejaba de recriminar el monstruoso error de no haberle hablado de Lara desde que se enteró que estudiaba en el Tecnológico.
Probablemente la chica ya no querría volver a saber nada de él. Y si Macy le contaba lo que había visto...
Subió la otra rodilla y apoyó de igual manera el otro brazo para pasar las manos varias veces por su rostro con frustración. Jamás se había sentido así, tan vacío. Ni siquiera cuando se dio cuenta de la naturaleza de Lara lo hizo.
—Así se siente el verdadero amor, ¿eh? —le dijo a la nada con ironía.
Suspiró de manera audible y negó antes de levantarse y con cuidado tomar a su hija para llevarla a la cama. Sayuri se movió incómoda y él la pegó a su pecho mientras siseaba para mantenerla dormida.
Una vez en la recámara, la acostó con cuidado, le quitó los calcetines y la cubrió con su frazada. La bebé abrió un poco los ojos y él se recostó a su lado para pasar la mano por la espalda de su hija de manera lenta.
—Tu papi es un idiota —masculló y Sayuri bostezó—. No sé cómo arreglar nada, al final parece que todo lo que toco lo termino por arruinar.
La bebé parpadeó varias veces hasta que poco a poco fue cayendo de nuevo en ese sueño que le interrumpió. Izan besó su frente y permaneció cerca de su hija.
Al menos esperaba que nada lo separara de ella. Ese sería un golpe del que jamás se recuperaría.
Sorine se mantuvo en la esquina de la regadera del baño mientras el agua caía mojando su ropa. Tenía las piernas pegadas al pecho y sollozaba a la par que las manos se mantenían en sus ojos.
No podía describir el dolor que se fue incrementando conforme manejó de regreso a su casa. Pero llegó un momento en que los sollozos fueron escandalosos y casi chocó dos veces a causa de las lágrimas que no la dejaban ver bien el camino.
No era tanto el haber descubierto que aparentemente Lara se había estado burlando en su cara al hablar de la bebé o con esos comentarios que soltaba de su novio. Porque sí, ahora que veía todo el panorama, la chica siempre supo que estaba con Izan. Y en cierto modo no le sorprendía, si el esposo era así de influyente, como Macy decía, bien pudieron investigar a Izan desde antes de llegar a Esbjerg.
No, lo que no dejaba de doler era que se lo ocultó y que cuando le preguntó, le mintió deliberadamente.
Ella no soportaba las mentiras.
Estiró las piernas y dejó que agua caliente cayera en ellas, suspiró y apoyó la cabeza en el muro a su espalda tratando de controlar los sollozos y espasmos que parecían no tener fin.
—¿Sorine? —le llamó su padre antes de tocar dos veces la puerta.
La mencionada suspiró y se aclaró la garganta.
—¡Ya voy! Solo termino de bañarme —exclamó forzando su voz a sonar con el ánimo de siempre.
—Traje pan y leche para cenar, Trevor viene para acá.
—¡Grandioso! —dijo ella sintiendo todo menos eso. Cuando escuchó a su padre descender por las escaleras, suspiró con fuerza y comenzó a despojarse de sus muy mojadas prendas.
Ahora tendría que inventarse algo para la hinchazón de sus ojos y lo rojo alrededor de ellos.
Afortunadamente, iba en una escuela llena de gente falsa, probablemente aprovecharía eso para justificar su estado decaído.
El viernes llegó sin noticias de ella. Lo único que Paige le pudo decir es que llegó tarde a la escuela. Aunque sentía que Naím le dijo más a su prima, pero que ella se lo estaba callando para no alterarlo.
Le dio de desayunar a su hija, la bañó, cambió y luego le puso la canción de la mariposa mientras acomodaba un bote lleno de bloques al alcance de su mano.
Hacía días que Sorine guardó el corral.
«Sorine» pensó con un gesto decaído mientras veía a Sayuri en lo que la Mac se prendía. La bebé miraba a la puerta muy seguido, y por momentos llegó a creer que sospechaba que algo estaba muy mal.
En realidad no sabía qué tan perceptivos podían ser los bebés.
Suspiró de manera audible y sacó su celular, entró a la galería y observó las fotos que la chica le había compartido. En todas su bebé tenía un gesto de felicidad pura, pero había una que era su favorita, una que en realidad Sorine nunca le comentó que pasó.
Era Sayuri con las manos en las mejillas de la castaña mientras le daba un beso como el que hacía días le dio a él. Sorine tenía un hermosa sonrisa y parecía que se la habían tomado en la recámara, en una de esas tantas veces que su hija despertó junto a la chica.
Bajó más, hasta la que tenía de ellos tres en el mensuario de Sayuri, luego llegó hasta las pocas que él le llegó a tomar y finalmente encontró esa que ocasionó todo el problema.
Endureció la mandíbula mientras observaba el gesto "inocente" y aparentemente "lleno de amor" de su ex. Era buena mintiendo, eso lo tenía que aceptar, se tragó todos sus cuentos sin titubear. De hecho, si lo pensaba bien, ese abrazo, beso y susurro estuvo lleno de la intención de que Sorine los viera. Porque lo hizo justo cuando se encontraron frente a la escuela.
—¿A qué estás jugando, Lara? —musitó con enojo.
—Ba-ba.
Desvió la mirada del celular y vio a su hija de pie, comenzó a dar pasos titubeantes y él estiró los brazos mientras se acercaba con todo y silla.
—Con cuidado, no corras —le dijo.
Sayuri caminó hasta él y se apoyó en su brazo antes de empezar con sus intentos de brinco. Le sonrió y notó que ya había más dientes en su boca.
Dejó un beso en la coronilla de la pequeña y suspiró, miró el celular en su mano y desbloqueó la pantalla.
—¿Sabes quién es? —le preguntó en voz baja enseñándole la imagen de su ex.
Sayuri ladeó la cabeza y luego lo miró, parpadeó varias veces más no hizo nada. Izan entonces avanzó hasta las fotos de Sorine.
—¿Y ella?
Su hija vio la fotografía y gritó haciéndose arriba y abajo con emoción. El castaño experimentó algo cálido en su interior y abrazó a la bebé.
—No hay mucho que decir, ¿eh? —murmuró.
Sayuri balbuceó antes de darse la vuelta y caminar hacia el sillón con sus pasitos de robot.
Entonces Izan se regresó a la imagen de su ex y la observó por unos segundos con los ojos entrecerrados. Finalmente picó la imagen, seleccionó el botón de eliminar y cuando el aparato le preguntó si estaba seguro, accedió sin titubear.
Ya le había arruinado la vida una vez, no permitiría que lo hiciera de nuevo. Esperaría unos días y buscaría a Sorine cuando fuera prudente.
Y esperaba de corazón que la chica lo perdonara.
Sorine estornudó por tercera vez en lo que iba de la clase. Su compañero de al lado murmuró—: Salud. —con cansancio mientras ella ponía un Kleenex en su nariz y trataba de controlar el lagrimeo de sus ojos.
Estar bajo la lluvia y llegar a casa para meterse con todo y ropa debajo de la regadera había sido pésima idea.
Pero afortunadamente Trevor no sospechó sobre la verdadera razón de su decaimiento. Desde que salió de bañarse comenzó con los estornudos, así que comentó que igual y le daría catarro.
Voz de profeta, le diría Naím.
El dolor de cabeza era prácticamente insoportable y el ardor en sus ojos ya no sabía si atribuírselo a las horas que pasó llorando o a la enfermedad. Su padre le pidió que no fuera a la escuela, pero con los finales a la vuelta de la esquina, no se podía dar el lujo de ausentarse.
Suspiró con cierta tristeza mientras mantenía el Kleenex en su nariz. Izan le iba a ayudar a estudiar, ese plan hicieron para el fin de semana. Curioso como la vida cambia en cuestión de horas.
¿Cómo estaría Sayuri? ¿La extrañaría?
De cierta manera agradeció que el castaño le estuviera dando su espacio, pero no podía dejar de pensar en que si lo estaba haciendo por ella o había aprovechado la discusión para terminar con algo que no quería en un principio.
Negó tratando de disipar esa idea. No podía pensar así, Izan cambió mucho desde que se conocieron y dudaba que el chico hubiera estado con ella por obligación. Si era sincera, él mismo le dijo que era un desastre andante y que era el peor partido de la historia.
Pero eso no borraba que le mintiera.
Cuando la clase acabó, guardó sus cosas con suma lentitud, por momentos todo le daba vueltas.
—Te ves fatal, Kaspersen. —Escuchó a su izquierda.
La chica suspiró antes de cerrar su mochila y levantó el rostro. Kenji la veía con el ceño fruncido.
—No me digas, y yo que pensaba que me veía mejor que nunca —ironizó con la voz un tanto gangosa.
—Deberías ir a casa —masculló el chico negando antes de verla con sorna—. No es como que el estar aquí te mejore las posibilidades de ganar.
Sorine bufó y se levantó mientras se colgaba la mochila al hombro.
—Viniendo del que ha pasado días espiando a los de último semestre —espetó y le dio la espalda—. Supongo que papi no pudo comprar al jurado —se burló.
Lo escuchó gruñir y se sintió victoriosa, sin embargo, al dar un paso, sus rodillas le fallaron y hubiera caído de no ser por los brazos que la sostuvieron por detrás.
—Wow, cuidado —dijo Kenji a su espalda.
Ella parpadeó varias veces sintiendo que el mundo giraba sin control. Cerró los ojos y sacudió la cabeza con fuerza tratando de disipar su vista, pero al levantar de nuevo los párpados, notó que todo se veía borroso.
—¿Estás bien? —le preguntó su compañero en voz muy baja, como si en verdad le importara.
La castaña asintió y con mucho esfuerzo se incorporó, vio de soslayo al chico que evitó su caída notando que aún tenía una mano en su cintura.
—Sí, solo debo desayunar algo, gracias —murmuró mientras con su mano apartaba al chico que tenía el ceño fruncido.
—Deberías llamar a Dahl o Ibsen, de verdad te ves muy mal —insistió Kenji.
Sorine hizo un ademán de desinterés y volvió a dar un paso antes de agradecer internamente que sus piernas no hubieran desfallecido. Se dirigió a la puerta, más al voltear, encontró a su compañero con un gesto de aparente preocupación.
—No importa; gracias por... Eso —titubeó antes de salir del salón sintiendo su sien pulsar.
Llevaba años siendo compañera de Kenji y jamás la había visto con otra cosa que no fuera desprecio. Igual y le preocupó que le echaran la culpa si algo le pasaba y por eso actúo como lo hizo.
Sacudió la cabeza y se dirigió a su auto. Dormiría en lo que empezaba su próxima clase y luego le pediría una inyección a su hermano.
No se podía enfermar a tan poco del concurso, aún tenía que acabar la maqueta.
Terminó la nueva propuesta del logo de la empresa y lo subió a la nube antes de avisarle a Thiago que estaba listo y que esperaba la retroalimentación. Apagó la pantalla de la computadora y se volteó para revisar a Sayuri.
Cuando la quiso poner a dormir en su cama le hizo un berrinche tan grande que se preguntó si acaso no le dolería algo más. Pues su hija pocas veces hacía berrinche.
Pero no, en realidad Sayuri quería dormir en el sofá cama así que se lo armó pero no volteó el sillón para poder verla. Efectivamente veinte minutos viendo Enredados fueron suficientes para que su hija se quedara dormida boca abajo con un dedo en su boquita.
El problema era que el sillón acomodado de ese modo abarcaba todo el espacio de su sala y tuvo que maniobrar para pasar entre el sofá y la pequeña mesa. Al mover la rodilla se pegó con una de las patas de la mesa y cayó al suelo sintiendo el punzante dolor que se sentía como un calambre.
—Rayos, rayos, rayos —espetó varias veces apoyando la espalda en la columna de la cocina mientras cerraba los ojos con fuerza. Azotó la cabeza en el muro a su espalda y bufó con fuerza.
El dolor comenzó a disminuir y suspiró cansado. Tenía que ir por su libro de apuntes para avanzar en sus estudios y la rodilla le punzaba.
Se levantó apoyado de la columna y casi cojeando se dirigió a su recámara donde se dejó caer un momento en la cama con un brazo sobre su frente.
Ojalá Sorine lo estuviera pasando mejor que él.
Sintió una mano en la espalda y levantó la cabeza a la par que parpadeaba varias veces. Orbes aceitunados la vieron con preocupación.
—Trevor dijo que estabas enferma, pero esto es otro nivel —dijo Macy sentándose a su lado en el salón de proyectos.
La castaña cerró de nuevo los ojos y se mantuvo sobre el restirador con los brazos debajo de su rostro.
—Catarro, al rato iré a que me inyecte o algo —musitó con esa voz gangosa que odiaba.
—Ni siquiera puedo creer que hayas manejado así —espetó su mejor amiga.
Sorine rio con ironía.
—Si ayer manejé mientras se me rompía el corazón, ¿qué más da? —masculló cansada.
Escuchó a Macy suspirar pero se negó a abrir los ojos. Le ardían como si no hubiera dormido en semanas.
—¿Qué pasó? —preguntó la pelinegra en voz baja.
La chica suspiró.
—Encontré una foto de la mamá de Sayuri en su celular —contestó en un murmullo—. Y bueno, en sí ese no es el problema, igual se la quería enseñar cuando fuera más grande, eso lo entiendo.
Abrió los ojos y notó el gesto preocupado de su mejor amiga.
—Creo que debería dejarte eso de juzgar a las personas, es obvio que soy pésima para ello —susurró y suspiró—. Él sabía... Tiene tiempo sabiendo que la mamá de Sayuri es nuestra compañera y me lo ocultó.
Macy pasó una mano por la cabeza de la chica en un gesto de empatía.
—Tal vez pensó que jamás nos cruzaríamos, que era presión innecesaria —justificó.
Sorine negó.
—Le pregunté el día que presenté nuestro proyecto, cuestioné si sabía algo de ella y lo negó —le contó con la voz quebrada y Macy suspiró con fuerza—. ¿Cómo crees en alguien que te mintió a la cara? Sobretodo si somos... Éramos novios.
La pelinegra la vio con sorpresa.
—¿Lo cortaste?
Sorine desvió la mirada pero negó.
—Le pedí tiempo para asimilar todo...
Se quedaron en silencio unos momentos, Macy pensó en si debía echarle más leña al fuego con lo que vio o si debía callar por prudencia. Su amiga se veía devastada... Enferma y devastada, mala combinación.
—Presencié algo... —Sorine la miró contrariada—. No es bueno así que te lo diré apenas estés mejor pero... Traté de ponerme en los zapatos de esa persona. ¿Qué habría hecho yo?
La castaña parpadeó más no dijo nada.
—Probablemente hubiera actuado igual, ¿sabes? —prosiguió—. Es como Thiago, me desespera lo hermético que es pero lo entiendo.
Sorine le dio una pequeña sonrisa.
—Que haya estado un rato ese día es un paso.
Macy imitó su gesto.
—Oh, y cree que me puede vencer en mi propio juego —rio y le dio un guiño—. Pero a lo que iba, es que ponernos en los zapatos del otro nos da una perspectiva diferente.
La castaña frunció el ceño.
—¿O sea...?
—Supongamos que en un universo enfermo y alterno, hubieras quedado embarazada del idiota de Ilan —dijo Macy apoyando el brazo en el restirador—. Y que siendo el imbécil que era te hubiera dejado... ¿Irías por ahí contando?
Sorine bajo la mirada.
—No.
—Exacto.
La castaña suspiró.
—No digo que lo perdones luego, luego, Sorine —murmuró la pelinegra—. Solo quiero que veas todo el panorama y que decidas lo mejor... Ahorita no lo tengo en mi lista de favoritos, pero admito que es buen chico... Con demasiado equipaje pero...
Sorine sonrió ligeramente.
—Sayuri enamora.
Macy rio y asintió.
—Pero esto es algo de ustedes dos, no tienes que estar con él si ya no quieres y podrías seguir viendo a Sayuri, no creo que te niegue eso.
La castaña suspiró y escondió el rostro entre sus brazos. El problema era que no sólo adoraba a esa pequeña bebé... Sin querer y sin realmente notarlo, se terminó enamorando.
Por eso la decepción le dolió tanto.
El fin de semana fueron los días más difíciles de todos. El sábado su hija de plano resintió la ausencia de Sorine e hizo berrinche cada que podía. Terminó poniendo la gallina pintadita unas mil veces con tal de no escucharla llorar.
Ni siquiera trabajó o estudió, no pudo. Sayuri se negó a tomar siesta durante todo el sábado y se metía debajo del escritorio cada que él se levantaba.
Ojalá la Mac no sufriera daño permanente por esa única vez que la desconectó.
Jamás le había gritado a su hija, pero casi le dio un paro cardíaco cuando la encontró jalando los cables de la computadora. Esos mismos que le prometió a Sorine subir pero que no lo hizo porque siempre estaba uno de los dos atento a la bebé.
Y en sí la computadora le importaba poco. Si su hija se hubiera electrocutado o algo...
Pensó varias veces en preguntarle a Macy por Sorine, pero estaba mal parado con ambas chicas... Y a la segunda aún le debía contar lo que la primera vio.
El domingo llegó y prefirió salir con su hija que permanecer otro día encerrados. La llevó al parque, le compró una nieve de limón y luego fueron a ver ropa. Dudaba mucho que Macy le hiciera más cosas y la bebé ya empezaba a quedar justa en las prendas de nueve meses.
Así que ahí estaban, viendo mamelucos y pañaleros de varios colores. Izan sostenía con una mano a su hija y con la otra movía un mameluco que tenía tul al medio aparentando ser un traje de bailarina.
—No sé, Sayuri, ¿no te irás a picar?
La bebé respondió con un aplauso y estirando las manos para que le diera la ropa. Suspiró y negó antes de pensar que era una batalla perdida. Su hija había decidido y nada la haría cambiar de opinión.
Se dirigieron a la caja y pagó una exorbitante cantidad que lo hizo maldecir a las compañías de ropa de bebé. ¡Ni siquiera les duraba!
Salieron de la tienda y caminaron a lo largo de la plaza. Izan no pudo evitar mirar todo su entorno sabiendo que era un lugar más del montón y que lo que había hecho con Sorine se saldría de la convencional.
Ni siquiera se dio cuenta de cuando se detuvo para mirar el techo blanco y aburrido que cubría la parte central de la plaza. Pero sí percibió cuando le tocaron el hombro y temiendo lo peor, volteó con gesto de hartazgo.
Sin embargo, ojos aceitunados lo recibieron.
—Macy —exclamó con sorpresa.
Su hija aplaudió más no se impulsó hacia la chica, en vez de eso, se dedicó a jugar con Wippi.
La pelinegra vio a la bebé con la cabeza ladeada. Llevaba el traje que Sorine le pidió. Izan al notar lo que observaba, bajó la mirada avergonzado.
—¿Cómo está? —Se animó a preguntar.
Macy suspiró y lo vio con algo de resentimiento.
—Saliendo de un terrible catarro que la tuvo tirada en cama —contestó en tono poco amigable—. Creí que ya le habrías llamado para hoy, pero veo que no.
Izan acomodó mejor a su hija.
—Me pidió que no lo hiciera, solo estoy respetando sus deseos —contestó serio.
No le gustaba que la chica implicara que Sorine no le importaba, no podría estar más equivocada.
Macy cruzó los brazos y lo miró con enojo, algo que el castaño respondió con un gesto impasible. Entonces la chica suspiró.
—Jamás había visto tan triste a Sorine, ni cuando cortó con el idiota de su ex o cuando rechazó su propuesta para volver a intentarlo —le contó frustrada.
Izan desvió la mirada y endureció la mandíbula. Buena manera de hacerle saber que no era el primer hombre en su vida. Aunque no le sorprendía, una chica como Sorine definitivamente llamaba la atención por todo lo que era por dentro y fuera.
—Aun así, ella quiere que mantenga mi distancia y eso haré. —La vio de soslayo hacer girar los ojos y él suspiró no teniendo la admirable paciencia de su mejor amigo para lidiar con la chica en modo junior—. Debemos irnos —masculló disponiéndose a dar la vuelta.
—No ha avanzado en la maqueta, temo que se le venga el tiempo encima —exclamó de pronto ella.
Izan la miró contrariado.
—¿Ya no hizo nada?
Macy negó.
—Está enferma desde el viernes y algo me dice que no tiene ganas de avanzar... También es tu proyecto no puedes solo dejar ahí...
El chico negó.
—Si no lo quiere presentar en conjunto...
—¿Y qué? A estas alturas ya no le van a permitir otro cambio de planos, podría perder la beca si reprueba la materia —gruñó la chica.
Izan suspiró y empuñó la mano con la que cargaba la bolsa donde iba la ropa de su hija. Tenía razón, los planos ya habían sido aprobados, presentar otros sería el peor error.
—Podría acabar la maqueta pero dudo que ella...
Macy hizo un ademán descartando lo que sea que fuera a decir.
—Mi nana adoró a Sayuri y yo no tengo problema en que vayas para acabar eso... Me interesa más que mi mejor amiga logre sus metas.
El chico asintió entendiendo el mensaje.
—Mañana me apuraré para ir por la tarde.
Sorine odiaba el after de un catarro. Todo el domingo se la pasó moqueando por su casa con un pañuelo en mano y jugo de naranja con miel en la otra.
Afortunadamente, Trevor le llevó caldo de pollo y le preparó leche con miel antes de dormir. El truco de su hermano siempre hacía maravillas así que para el lunes se encontró al cien en la universidad.
Bueno, un poco, a veces moqueaba sin querer; algo que Naím le hizo ver que era asqueroso.
—¡Aleja tus bacterias de mí! —exclamó empujándola mientras caminaban a lo que ella respondió dejándole un sonoro beso en la mejilla—. ¡Sorine! No me puedo enfermar en plena pasantía.
Ella rio y entornó los ojos.
—Pero no fuera cierta chica porque no te importaría llenarte de sus bacterias.
Su amigo le dio un guiño cuando llegaron al edificio de arquitectura.
—Es diferente, Paige me puede llenar de lo que sea.
Sorine hizo un gesto de asco.
—¡Eew! Demasiada información —refunfuñó cerrando los ojos y empujando al chico. Ambos rieron y Sorine miró la facultad, de pronto se quedó muy quieta y bajó la mirada—. Am... ¿como está...? —titubeó mientras jugaba con sus manos.
Naím le revolvió el cabello y ella lo apartó dando manotazos, su amigo rio antes de abrazarla.
—Deberías llamarlo, pero está bien, Pai dice que los está evitando pero... —Se quedó callado un momento y la castaña lo vio confundida.
—¿Qué?
El chico suspiró y negó, le dejó un beso en la frente antes de darse la vuelta.
—¡Llámalo! —gritó caminando hacia su facultad.
Sorine cruzó los brazos y lo miró con irritación, pero cuando se giró, a lo lejos vislumbró a cierta chica de caireles. Sintió un brinco en el pecho y se apresuró escaleras arriba, en su carrera no vio que alguien iba bajando y sin querer lo golpeó en el hombro.
Kenji la vio irritado.
—Perdón —masculló ella a gran velocidad y casi corrió dentro de la facultad.
El edificio de arquitectura tenía tres pisos con cuatro salones amplios en cada nivel. Las puertas eran corredizas y a un lado de estas tenía una pequeña parte de concreto. Fue ahí donde la castaña se refugió abrazando su mochila a su pecho.
No quería ver a Lara, no sabía cómo reaccionar.
Se asomó un poco y la encontró al final de las escaleras hablando con Kenji. Se veía molesta.
Suspiró y se dirigió a su salón con solo una frase en mente:
"Tarde o temprano tendría que enfrentar a la ex de su posible ex"
Si Izan quería evitar a Sorine, para respetar su espacio, tendría que ir temprano al estudio de Macy.
Eso lo descubrió en la madrugada que Sayuri se levantó mojada y tuvo que cambiar sábanas, cobijas para luego convencer a su hija de dormir en su cuna.
No estaba seguro de que Sorine fuera a abandonar el proyecto, la conocía lo bastante para saber que seguiría pero que si estuvo enferma estaría atrasada. Así que tras hablar con Macy, decidió mover todo su horario para hacer la maqueta en la mañana y trabajar en la tarde en su casa.
Jamás se imaginó encontrarse a la heredera Dahl.
Estiró la espalda después de haber estado en una posición curveada para pegar la fuente del centro y suspiró de manera audible al bajar los brazos.
A lo lejos podía escuchar a su hija reír a carcajadas con la nana de Macy.
—¿La parte de enfrente ya no será de concreto?
Se sobresaltó con la voz, Macy vestía una falda a la rodilla con una camisa blanca, llevaba un plato con un sándwich en la mano.
Negó antes de asomarse por encima de la maqueta para asegurarse de que la fuente estuviera derecha.
—Cristales Sol-lite, reducen el consumo de ventiladores y aire acondicionado, disminuyendo el gasto de energía eléctrica —explicó en voz monótona.
—Pareces vendedor —comentó la chica acercándose y mirando mejor los cambios—. Se ve bien, hacen buen equipo.
Izan se tensó ante sus palabras y se giró para apoyarse sobre la mesa antes de cruzar los brazos. Pasó una mano por su cabello y lo alborotó.
—Hacíamos... No sé si ella...
Macy le ofreció el plato y él la vio contrariado, la chica se encogió de hombros.
—Según mi nana, no desayunaste y llevas horas aquí —justificó.
El chico suspiró tomando lo ofrecido más no comió, solo observó.
—¿No tenías clases?
Macy apoyó ambas manos en la mesa detrás de ellos y cruzó una pierna sobre la otra. Miró hacia arriba pensativa.
—Cada cierta tiempo veo a mi padre... Por lo normal es cuando debería estar en clases así nadie se entera —le contó en voz baja.
Izan bajó la mirada.
—¿Ni Sorine?
—Nop —canturreó ella—. Es difícil explicarle que mantengo cierto contacto con el hombre que me abandonó.
El castaño la vio confundido.
—¿Y me dices por qué...?
Macy ladeó la cabeza y le dio una sonrisa algo triste.
—Porque pocos entienden lo que significa llevar un apellido de renombre en la espalda... Con mi madre siempre seré la heredera de la mujer que sacó a una hija y empresa adelante por sí misma, pero con mi padre... Solo soy la niña que abandonó.
El chico la vio contrariado.
—¿Y eso es bueno?
Ella se encogió de hombros.
—Me ayuda a mantener los pies en la tierra; en cierto sentido entiendo porqué no querías que supiéramos quién eras —musitó e Izan dejó el plato a un lado para retomar la postura de brazos cruzados—. Es difícil diferenciar amigos verdaderos de interesados —susurró
El castaño asintió y endureció la mandíbula.
—Lo aprendí a la mala —espetó.
La chica a su lado lo vio con algo de empatía.
—Por eso me agradan los Kaspersen, son reales, Trevor me trataba como una chica de su edad.
Izan la vio con sorpresa.
—¿Tú y el hermano de Sorine...? —Macy sonrió divertida—. Pero... Pero es...
La chica alzó las cejas y abrió mucho los ojos.
—¡Imagina mi sorpresa! —exclamó con ironía antes de reír y él la miró como si estuviera loca.
Se quedaron en silencio unos segundos, cada uno absorto en sus pensamientos hasta que se volvió a escuchar la risa de Sayuri.
—¿Quieres oír una verdad? —preguntó ella en voz baja. Izan hizo una fina línea con la boca pero aceptó —. Lara lo hizo con toda la intención de que Sorine viera.
El castaño entrecerró los ojos y endureció el gesto.
—Lo sé.
Thiago cerró su sesión y revisó su celular. Estaba por salir de la oficina, pues tenía planeado ir a Copenhague a la casa de sus padres ya que el fin de semana no tuvo oportunidad de hacerlo.
Se levantó de la silla y tomó su saco para ponérselo, sin embargo, su secretaria lo llamó por el intercomunicador y él suspirando de manera audible contestó.
—¿Qué sucede, Clady?
—Hay alguien que viene a verlo de la compañía... Dahl INC. ¿Le programo una cita?
El inglés frunció el ceño confundido. ¿Macy? Revisó de nuevo su celular, no tenía ninguna llamada o mensaje de la chica. Aunque, después de lo que había hecho, no debió sorprenderle que se presentara.
Puso los dedos en el puente de su nariz y bufó.
—No, déjala pasar —dijo cansado.
No pasó mucho antes de que tocaran a su puerta y su secretaria asomara la cabeza para después darle paso a la pelinegra. La chica agradeció con una sonrisa y Clady alzó ambas cejas en repetidas ocasiones provocando que él hiciera girar los ojos.
Su secretaria anhelaba verlo con alguien.
—¿A qué debo el gusto? —le preguntó retomando la tarea de ponerse su saco.
—¿Vas de salida? —cuestionó ella desde su lugar en la puerta.
Thiago se acomodó el cuello del saco y luego las mangas, se comenzó a abrochar sin mirar a su acompañante.
—Sí, voy a Copenhague.
Macy hizo un sonido con la garganta, uno que pareció de aprobación.
—Bien, esto no tardará mucho —exclamó tomando asiento—. Tengo una amiga triste y decaída y supongo que tienes un amigo en la misma situación.
El inglés terminó con su saco y arqueó una ceja.
—Creí que tu prioridad era proteger a Sorine —le recordó con ironía.
La chica asintió y cruzó las piernas, acto que Thiago vio de soslayo, pero se limitó a alisar inexistentes arrugas de su ropa.
—Lo es, por eso estoy aquí.
El inglés se acomodó los lentes y la vio con seriedad, le sorprendía que dejara su ridículo juego de lado por sus amigos.
—¿Con qué fin?
Macy se encogió de hombros.
—Esos dos son el uno para el otro, me dan ternura —dijo con cierta emoción—. Pero temo que el dejarlos estar juntos va a desatar la furia de cierta mujer que odio y odias.
Thiago cruzó los brazos y se apoyó en su escritorio.
—Sigo sin entender el punto.
Macy le dio una sonrisa llena de maldad, una que lo hizo arquear de nuevo una ceja y que revolvió su estómago de manera violenta.
Se veía malditamente sexy de esa manera.
—Tengo la certeza de que si unimos fuerzas, podemos adelantarnos a lo que sea que planea... Al menos para proteger a Sayuri.
El inglés suspiró y bajó la mirada, casi sentía que estaba haciendo un trato con el diablo, pues unir fuerzas implicaba pasar aún más tiempo juntos.
Pero tenía razón, si se adelantaban a lo que sea que estuviera planeando Lara, podrían proteger a su ahijada, así que se sentó de nuevo detrás de su escritorio después de abrirse el saco.
—Bien, te escucho.
La mañana lo recibió con un mensaje de Thiago cancelando todos sus planes. No que tuvieran muchos, pero se sintió extraño cuando le avisó que saldría de la ciudad.
Y media hora después, Paige apareció en su puerta.
—¡Vengo por Sayuri! —exclamó como si fuera cosa de todos los días mientras entraba a su departamento.
Él no pudo evitar reír con sarcasmo.
—Claro —ironizó.
Su prima se giró y lo vio con seriedad.
—¡Es en serio! Hoy me la voy a llevar todo el día, tengo muchas actividades planeadas para ella... Tómalo como un regalo.
Izan cruzó los brazos.
—Explícame cómo pasar este día sin mi hija es un regalo. —Luego la vio con una ceja arqueada—. Sin mencionar que no dejaré que andes por ahí con ella tú sola...
—Por eso Naím me espera abajo, en la tarde veremos a Thiago para llevar a Sayuri a un museo —le explicó caminando hacia su sobrina que había estado viendo desde el suelo y la cargó—. Vamos, nena, dile a papá que quieres estar conmigo hoy.
La bebé balbuceó emocionada y se hizo arriba y abajo en los brazos de su tía. Izan negó.
—Sigo sin entender cómo es un regalo...
Paige desvió la mirada hacia la ventana.
—Hace meses que no tienes un día para ti solo; ve al cine, a ver un partido... Dios ve a un bar de mínimo, hoy no serás papá por unas horas.
El castaño la vio incrédulo.
—Es la propuesta más... Espera, ¿verás a Thiago? Me dijo que estaría...
—Sí bueno, me voy, ¿aquí hay pañales y ropa cierto? —lo interrumpió Paige tomando su mochila negra y poniéndosela al hombro—. ¡Nos vemos después!
Caminó a la puerta y el chico se quedó estático no entendiendo qué estaba pasando. Luego saltó al ver la mamila sobre la barra así que la tomó y casi corrió a la puerta para alcanzar a Paige, grande fue su sorpresa al encontrarla del otro lado ya sin su hija.
—Me faltó eso, qué distraída —rio con nervios.
Detrás de ella encontró a Naím cargando a la bebé, el chico lo saludó de manera efusiva.
—Pai...
Su prima se abalanzó sobre él y le dio un fuerte abrazo. Luego dejó un beso en su mejilla.
—Feliz cumpleaños, Ethan.
¡Muchas gracias por el apoyo que le han dado a la historia! Nunca esperé el recibimiento que ha tenido y me emociona leer sus teorías y odio hacia Lara jejeje. Siempre leo los comentarios sonriendo.
¡Nos vemos el sábado!
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