Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 21

Izan mantenía un brazo detrás de la cabeza mientras que con el otro abrazaba a la castaña que se había quedado dormida mientras platicaban. No dejaba de observar el techo sobre él a la par que analizaba las últimas semanas.

Antes no soportaba la idea de que su hija estuviera sola en un lugar que no fuera su departamento, era hermético y desconfiaba de todos menos de Thiago y Paige. Se mantenía lejos de cualquier cosa que estuviera relacionado con la arquitectura, vivía atormentado y presionado por el dinero y trabajo respectivamente.

Ahora se encontraba ahí, sobre una colchoneta en el suelo junto a una maqueta con su hija en otra habitación dormida.

Después de arreglar el malentendido, Izan le enseñó a Sorine a despegar el papel batería. Quitaron toda la parte frontal de la plaza y partes del techo. Fue algo extrañamente íntimo, porque guió las manos de la chica con las propias como si le estuviera enseñando a tocar un instrumento musical.

Y sí, varias veces la sintió estremecer.

Nunca había experimentado todo lo que actualmente hacía, esas ganas de querer estar cerca de la chica, de disfrutar el besarla de mil maneras e incluso estar como ahora lo estaban, solo abrazados mientras dormían.

Si lo comparaba a su pasado, no estaba ni cerca de experimentar algo parecido.

Con Lara todo fueron fiestas, gastos, salidas, exposiciones... Vivía presionado con su carrera porque su ex absorbía todo su tiempo en una relación que parecía más de mostrarlo como un trofeo. En cierto sentido eso era, el heredero Moore y la ganadora que se llevó su corazón.

Y él se perdió en el torbellino que la rubia representaba, tanto así que apenas se estaba dando cuenta de lo superficial que había sido su relación.

Pero con Sorine...

Suspiró y bajó la mirada a la cabeza castaña que respiraba de manera acompasada, con su mano movió un poco el cabello y la sintió removerse pegando su cuerpo al de él antes de soltar un muy ligero suspiro.

Izan se volteó para que la espalda de ella quedará en su pecho y con ternura besó el hombro de la chica antes de esconder el rostro en su cabello. Se sentía en paz, contento, completo y pleno; cosas que jamás creyó poder experimentar dadas sus circunstancias.

Sorine movió un poco la cabeza en su brazo y él la rodeó con el otro para llevar sus manos hasta las de la chica para entrelazar sus dedos.

Cerró los ojos, más se mantuvo despierto, su mente estaba trabajando a mil por hora y su corazón de pronto comenzó a dar volteretas en su interior al darse cuenta de algo que lo descolocó:

Se estaba enamorando perdidamente de la chica en sus brazos.

¿Cuántas personas ya lo habían visto de manera extraña en la última hora?

Perdió la cuenta; incluso los de seguridad subieron a verificar que no fuera un loco. Pero el traje y el pretexto de que su novia lo dejó afuera por un desacuerdo, fueron suficientes para que lo dejaran después de dedicarle miradas que claramente decían "pobre idiota".

Pasó ambas manos por su cabello a la par que un bostezo escapaba de su boca. Giró la cabeza a la izquierda y finalmente la vio.

Llevaba una bata sobre su cuerpo y arqueó una ceja. Ella, al notarlo, lo vio contrariada.

—¿Cuánto llevas ahí? —le preguntó ladeando la cabeza, su cabello escurría un poco.

Se levantó del suelo y estiró la espalda sintiendo un millón de nudos en ella.

—Como una hora —respondió antes de inclinarse para levantar una caja del suelo—. Gracias por no recoger esto, fue un lindo detalle de tu parte —ironizó moviendo la caja de celular.

Paige se encogió de hombros y se dirigió a su puerta, antes de meter la tarjeta frunció el ceño y se giró. Naím la veía extrañado.

—¿No vas a preguntar? —cuestionó.

La mirada gris del chico mostró aún más confusión.

—¿Qué?

—Dónde estaba...

Entonces alzó ambas cejas con ligera sorpresa.

—No, no soy tu dueño ni carcelero. —Casi espetó entendiendo porqué ella esperaba eso—. Además vienes goteando, es obvio que estabas nadando —concluyó tomando un mechón de cabello negro entre sus dedos.

Paige entornó los ojos antes de dar la vuelta y abrir la puerta de su cuarto. Una vez que entró, escuchó que Naím cerró y ella tomó la toalla sobre la cama para empezar a secar su cabello.

—¿Por qué no lo recogiste? —preguntó él dejando la caja sobre el buró y luego sentándose a su lado para coger la toalla de sus manos y ayudarla con su tarea.

Paige se tensó un poco, pero al sentir el cuidado con el que el chico tomaba los mechones de su cabello se relajó y le dejó hacerle.

—Lo olvidé —musitó.

Lo escuchó carraspear y suspiró, casi podía sentir el jalón de cabello que vendría después. Sin embargo, se sobresaltó cuando sintió los labios del chico en el hombro que había quedado descubierto.

—Eres terrible mintiendo ¿te lo habían dicho? —musitó Naím sobre su piel.

La chica giró un poco la cabeza y lo vio de soslayo.

—De hecho, soy la mejor, por eso estoy aquí —le recordó.

Él suspiró y negó. Retomó la tarea de ayudarla con su cabello y notó lo tensa que estaba su espalda así que endureció la mandíbula con enojo.

—Increíble que hasta así te maltrataba —espetó—. Pero no quieres denunciar...

—Sí, bueno, sería más fácil aventarme de un puente y menos doloroso —gruñó ella odiando su insistencia.

—Pai...

—No empieces, en serio, no estoy de humor —susurró dejando caer los hombros—. Mejor dime cómo va esa demanda.

Naím negó antes de recordar la principal razón por la que había ido.

—Probablemente me saquen del caso.

La pelinegra se giró y lo vio confundida.

—¿Por qué? Te has estado matando por...

Él asintió y la obligó a voltear para seguir con su cabello, era bastante largo.

—Sí, pero llegó un nuevo cliente que según es muy influyente, a mí se me hizo un papanatas pero los socios creen que deben besarle los pies.

—¿Y de qué es su caso?

El chico dudó un poco, le hacía mucho ruido lo que leyó horas atrás, pero no quería alarmar a Paige por nada.

—Custodia. —Y sí, ahí estaba de nuevo lo tenso en la espalda—. Es un caso chico, podría ganarlo con otra firma de manera fácil. Odio esos casos.

—Deben ser pesados —masculló Paige en un hilo de voz.

—Te dejan agotado sentimentalmente, nunca parece que quieran lo mejor para el menor.

Se quedaron en silencio unos segundos. Él terminó con el cabello y Paige parecía estar encerrada en su mundo.

—Entonces es un niño —dijo, aunque sonó más como pregunta.

—Sí —contestó Naím y casi la vio suspirar de alivio—. Los documentos mencionan a un menor, no a una niña.

Ella se giró y el chico notó algo en su mirada, como tristeza mezclada con miedo; puso una mano en su mejilla con ternura.

—Si no te abres conmigo, no te puedo ayudar, Nat —susurró y ella le dio una sonrisa ladeada—. Tampoco te puedo proteger si no sé a qué nos estamos enfrentando —concluyó dejando otro beso en su hombro.

Paige suspiró y puso la mano en su barbilla para que levantara el rostro, juntó sus labios por unos momentos y lo besó con suma lentitud.

—No es mi secreto para decirlo —le dijo sobre sus labios—. Pero... Hablaré con Izan, creo que debemos estar listos para lo que venga.

Naím asintió y con mucho cuidado le quitó la bata antes de besar su cuello, ella rio y lo dejó avanzar. Pero en su mente no dejaba de pensar en que probablemente Lara había dado ese paso que según ella no iba a dar... Y le dio cierto pánico que todo saliera a la luz.

Izan no estaba listo para enfrentar a su ex en un tribunal.

Sayuri no despertó más que para tomar leche y regresar a dormir. Algo que puso en alerta a Izan pero que Sorine trató de calmar explicando que al crecer, cuando empiezan a dar pasos, se cansan más y que en unos días retomaría su rutina.

No que tuviera una muy establecida.

—Debes de empezar a ponerle horarios, siestas y cosas así o nunca va a dormir una noche entera —le dijo Sorine mientras él manejaba con destino a la escuela.

Izan de pronto apretaba con fuerza el volante pero trataba de relajarse. No quería que la castaña notara lo tenso que estaba por llevarla a la universidad.

—Te pudiste quedar con el auto, yo me las iba a arreglar —le repitió por cuarta vez en lo que iba del trayecto.

—Ya te veo maniobrando con el papel batería y Sayuri —exclamó la chica con cierta ironía y él suspiró—. Además, me estás haciendo un favor, es difícil encontrar un lugar para estacionar.

Llegaron a la escuela y se detuvo cerca de la puerta, por el retrovisor la vio dejar un beso sobre la frente de su hija antes de que la chica se asomara por el espacio de los asientos de adelante.

—Salgo a las cuatro, no dejes el pegamento en el auto —le dijo mientras él giraba el rostro para capturar sus labios.

Sorine sonrió de manera adorable cuando el chico además de todo dejó un beso fugaz en su nariz.

—Comes algo en el almuerzo, una taza de leche y pan de caja no es desayuno —la regañó frunciendo el ceño.

La chica sacó su lengua antes de hacerse hacia atrás para abrir la puerta.

—Sí, papá —rio antes de salir con su portaplanos y mochila.

Izan puso la mano en el asiento del copiloto y la observó sin borrar la sonrisa de su rostro. La vio entrar a la escuela y cuando volteó la cabeza para dirigirse a dónde comprarían el material para la maqueta, su corazón se detuvo e instintivamente inclinó el cuerpo hacia el otro asiento para esconderse.

—Rayos, rayos, rayos —repitió una y otra vez mientras su hija balbuceaba en la parte trasera del auto.

Su corazón latía exageradamente rápido y su respiración era acelerada, quiso que la tierra se abriera y tragara el vehículo de Sorine, que se volviera invisible o cualquier cosa igual de absurda.

No supo cuánto tiempo pasó escondido, pero cuando tocaron la ventanilla de la puerta del copiloto, jadeó con fuerza y se preparó para lo peor.

Pero soltó un suspiro lleno de alivio al ver que era sólo uno de los vigilantes de la escuela. Se incorporó con lentitud y miró un segundo hacia donde la había visto antes de bajar su vidrio.

—No puedes permanecer aquí —espetó el hombre robusto.

Izan asintió varias veces tratando de calmar su acelerado corazón.

—Perdón, se me cayó algo pero ya me voy —explicó atropellando las palabras.

El guardia negó antes de verlo con hartazgo y el castaño finalmente pisó el acelerador para salir de ahí. Pero en su mente se preguntó una y mil veces si acaso Lara lo había alcanzado a ver... Y lo que era peor, si vislumbró a Sorine besarlo y bajar del auto.

Estaba emocionada, se sentía feliz, como si estuviera en la cima del mundo; y todo tenía que ver con cierto castaño que le robaba el aliento en más de un sentido.

Puso atención en sus clases y por primera vez se sintió emocionada por la época de exámenes. Izan había prometido ayudarla a estudiar cada que Sayuri se los permitiera.

Durmieron en la colchoneta, pero la llevaron a su recámara para que la bebé no estuviera sola. Una vez que despertaron, no pudo evitar pensar que anhelaba que así fueran sus días. Pero no dijo nada, seguramente el castaño saldría corriendo si llegaba a dejar entrever que sentía algo así de fuerte por ambos Moore.

Suspiró a la par que empezaba a guardar sus cuadernos para su primera hora libre y se mordió el labio inferior con nervios. El chico le había asegurado que solo estaba ella, la hizo sentir querida al prometerle que no pensaba en la mamá de Sayuri.

Pero si era así... ¿Por qué aún no le hablaba más de ella? Sentía que necesitaba saber de la mujer que rechazó a tan hermosa bebé.

Se puso su mochila al hombro y el portaplanos lo cargó con la mano antes de salir del salón para dirigirse a la cafetería donde vería a Macy y Naím. Una vez ahí, tras sentarse en su mesa de siempre, sacó su celular y comenzó a ver su galería con una pequeña sonrisa.

Izan no sabía, pero tenía muchísimas fotos de ella con Sayuri haciendo caras graciosas. La bebé amaba ser fotografiada, incluso había unas donde la pequeña había tocado la pantalla para capturar el momento.

Actualmente, se encontraba viendo una donde la pequeña tenía los ojos muy abiertos y la boca en forma de "o" mientras que Sorine sacaba la lengua y cerraba los ojos. Era del día que la pequeña descubrió las selfies.

—Que linda niña —dijeron a su lado y ella se sobresaltó.

Volteó y encontró un par de orbes azules que la veían con la cabeza ladeada.

Sorine sonrió pero apagó la pantalla de su celular y lo puso boca abajo mientras que la chica se sentaba a su lado.

—Gracias —masculló volteando con disimulo a la puerta. Naím se encontraba ahí hablando con una compañera.

Lara se acomodó uno de sus caireles y le sonrió.

—¿Familia tuya?

Sorine titubeó un poco no sabiendo qué término darle a la bebé. No porque se avergonzara de tener un novio que era padre soltero, más bien porque no sentía esa suficiente confianza hacia la rubia de ojos azules.

—Algo así —contestó finalmente tratando de aligerar el ambiente.

—Me gustaron sus ojos, tienen un color muy lindo, si mi esposo tuviera ese tono sería más que perfecto —suspiró con mirada soñadora.

Sorine se movió un tanto incómoda ante aquella declaración. Por un momento sintió que la chica le mandó un mensaje encriptado.

—Sí, son lindos —masculló tratando de mandarle una mirada de auxilio a Naím.

—Oh, me contó Kenji que vas a presentar tu proyecto en conjunto —exclamó de pronto.

La castaña frunció el ceño y la vio con algo de seriedad.

—¿Conoces a Kenji? O sea sí, obvio lo conoces —dijo a gran velocidad negando y riendo ante su absurdo comentario—. Me refiero a que no sabía que eran amigos.

Lara hizo un ademán de desinterés con la mano.

—Su novia es compañera mía, la chica me mandó a investigar si planeaba algo para su cumpleaños pero salió tu nombre en la plática.

La chica bajó las manos a su regazo y las apretó con fuerza.

—Me imagino, piensa que soy un fracaso —espetó.

Su acompañante rio y negó.

—No, se notaba preocupado, dijo que con quien quiera que te hayas aliado era muy bueno —alegó divertida—. Fue curioso verlo así, siempre anda seguro de sí mismo.

Sorine no pudo evitar sonreír al escuchar aquello.

—Me da gusto, espero que el concurso no sea algo que puede ganar solo por su nombre —musitó.

La chica ladeó la cabeza.

—¿Cómo así?

—Pertenece a una familia de renombre. —Se encogió de hombros—. Siempre saca a relucir su apellido para lograr lo que quiere.

Lara se quedó callada unos momentos y de pronto alzó ambas cejas.

—Vaya, que bajo se puede caer para adquirir un deseo... Ahí viene tu amigo, debo ir a mi clase pero, ¿estamos en contacto? —inquirió mientras se levantaba.

Sorine la vio extrañada pero asintió y la rubia se alejó del lado contrario al que Naím se acercaba.

—¿Qué fue eso? —preguntó el mencionado señalando con la cabeza la figura de Lara mientras se sentaba frente a ella.

La chica se encogió de hombros y volteó su celular boca arriba. Tenía una notificación.

—Supongo que iba tarde... ¿Dónde te metes? Llevamos días sin saber de ti —le reclamó

Naím puso sobre la mesa una carpeta y la vio con algo de seriedad antes de negar.

—Hay un caso... Eso me mantenía ocupado pero parece que me van a sacar —espetó y bufó—. Malditos socios me tienen hasta...

—¡Naím! —lo interrumpió Sorine.

El chico se apoyó en el respaldo de su silla con los brazos cruzados y una mueca de hartazgo.

—Bien, no entiendo porqué Joen no se sale, hay casos que no le gusta que tomen.

Sorine apoyó un codo sobre la mesa y puso la mejilla en la palma de su mano.

—Trevor dice lo mismo pero Joen piensa diferente —musitó—. ¿Has visto a Paige?

Naím asintió varias veces y sacó su celular, buscó algo por algunos segundos y finalmente le mostró una foto del perfil de la chica mientras veía por la ventana con el cabello alzado por el aire.

—Estuve con ella ayer —le contó bloqueando el aparato.

Sorine sonrió.

—Te pegó fuerte el amor —rio.

Su amigo no pudo evitar darle media sonrisa.

—Pero si tú —se burló y ella se sonrojó, entonces el gesto del chico decayó un momento—. ¿Alguna vez te ha hablado sobre la mamá de Sayuri?

La castaña lo vio con desconcierto antes de llevar la mirada a la mesa. Hizo girar su celular mientras evitaba mirar al chico.

—Un poco, no tengo idea de cómo es ella físicamente, pero por dentro era horrible —gruñó—. Creo que lastimó mucho a Izan y por eso no habla de ella —murmuró.

Naím detuvo su celular y ella lo vio exasperada.

—¿Crees?

Sorine se encogió de hombros antes de imitar la postura que su amigo había tenido minutos atrás: Espalda tensa y brazos cruzados.

—No sé, Naím, quiero pensar que la mujer ya no significa nada en la vida de Izan, pero tienen una hija y por algo él era tan desconfiado ¿sabes? —explotó sin querer mientras miraba la mesa con ojos entrecerrados.

Vio los brazos de su amigo estirarse sobre la mesa y ella suspiró antes de poner sus manos sobre las del chico. Tenían el nivel de confianza para consolarse de tal manera. Dejó caer la cabeza en la mesa justo en medio de sus manos tomadas.

—Tengo miedo de que esto sea algo pasajero para él, temo que ella llegará un día y todo lo que pasamos será reducido a nada —confesó con la voz quebrada.

—¿Se lo dijiste? —preguntó el chico en voz baja.

Sorine rio ligeramente y giró la cabeza para observarlo.

—No tan directo, pero ayer le reclamé por una acción que me hizo creer que pensaba en ella.

Naím la vio con algo de tristeza.

—Sorine, el paquete de Izan es muy grande, si tener a una pareja con ex novio es difícil, con una hija... —Suspiró y soltó las manos de su amiga, apoyó también la cabeza sobre la mesa y la vio de lado—. Paige tiene sus cargas emocionales, pero no me imagino lo que es tener una pareja con un pasado tan grande.

La castaña parpadeó varias veces para no llorar en medio de la cafetería.

—¿Crees que ella los busque?

El chico no dijo nada, solo desvió la mirada porque en un inicio quiso averiguar si esa demanda podría estar ligada a sus nuevos amigos. Sin embargo, ahora había sacado los miedos bien infundados de Sorine.

—Creo que debes hablar con Izan sobre esa posibilidad.

Sorine volvió a girar la cabeza para esconder su gesto del chico. De no haberlo hecho, hubiera visto las lágrimas que nublaron su mirada.

A veces quería creer que estaba construyendo un castillo con Izan, pero al final, la realidad era que era un castillo de arena que ante la más ligera tormenta se vendría abajo.

Necesitaba saber en dónde estaba parada con su novio.

Thiago recibió un folder con información de una nueva cuenta antes de entrar a su oficina. Leyó el nombre de la compañía y se dirigió a su escritorio donde al mover el mouse, la imagen de su ahijada lo recibió.

No tardó mucho en abrir el explorador fantasma y se dispuso a buscar el historial de la nueva empresa que los quería contratar. Siempre era meticuloso con quienes trabajaba para proteger a su gente y herencia. Nunca dejaba nada a la suerte.

Leyó la información que encontró y se dio cuenta que era una cuenta adecuada. Entonces leyó los requerimientos y comenzó a formar ideas en su cabeza.

Levantó un poco la mirada y encontró en la mesa ratona de la sala, un tazón lleno de fresas. No era algo que no viera todos los días, sin embargo, jamás le había puesto atención a la fruta que su secretaria ponía.

Frunciendo el ceño y endureciendo la mandíbula, dejó todo de lado para levantarse y caminar hasta el tazón, el cual apenas tomó, lo llevó al bote de basura. Pero cuando se dispuso a desechar la fruta, su mano se quedó congelada, parpadeó varias veces y un escalofrío lo recorrió al evocar la sensación del día anterior.

¿Qué demonios había hecho Dahl?

Nada, realmente no había hecho nada para provocarlo. Solo lo invitó a probar algo que no estaba dentro de su menú diario y con eso pareció hechizarlo.

Era una bruja, en el buen sentido de la palabra.

Lo peor era el sueño que lo mantuvo despierto la mitad de la noche. Ella dentro de una tina invitándolo a morder más fresas. Literal, le ofrecía fresas bañadas en chocolate.

—Carajo —espetó caminando hacia su escritorio donde casi dejó caer el tazón lleno de fresas antes de levantar el teléfono de su oficina—. Clady, ¿puedes conseguir chocolate? O fresas con chocolate... —masculló quitándose los lentes para negar varias veces.

Escuchó lo que su secretaria le dijo y suspiró de manera discreta.

—No, no son para mí... Solo... ¿Sabes? Olvídalo no sé qué estoy pensando —espetó antes de colgar. Sabía que se estaba comportando como un junior, pero se sentía fuera de control, confundido y con un temor abrasador que por momentos le cortaba la respiración—. Maldita seas, Dahl... —murmuró cansado mientras retomaba su lugar detrás del escritorio.

Odiaba no tener el control sobre sí mismo. Detestaba pensar que la chica ya lo podía manejar. Entonces una idea fugaz vino a su mente y sonrió con sorna.

—Bien, mujer, si así quieres jugar...

Se puso sus lentes, tomó su celular y comenzó a actuar.

Izan había escuchado mil veces que jamás debía dejar a su hija dentro de un auto. Se preguntó si la regla aplicaba para su actual caso.

Se encontraba apoyado a un lado de la puerta del pasajero viendo hacia la universidad, llevaba una gorra que encontró en la cajuela de Sorine y veía a su hija dormir. Siesta vespertina, anotó en su mente que la bebé dormía entre las tres y cinco de la tarde.

Sacó su celular y vio de nuevo la hora. Sorine llevaba quince minutos de retraso y él tenía ganas de llamarla para que se apurara.

Fue a comprar el material que hacía falta para la maqueta y tenía la cajuela cargada de papel batería, pegamento y otros artículos que emplearían en el cambio. Llevaba también la maqueta en el auto pues Sorine aún no le decía dónde iban a trabajar.

Suspiró y guardó el aparato cuando de pronto sintió un toque en su brazo. Se giró sobresaltado y sí, ahí estaba de nuevo. Sonrisa coqueta con ojos azules; estaba casi subida en la cajuela, por eso lo tomó por sorpresa.

—¡Sabía que eras tú! —exclamó Lara con un gesto lleno de diversión. El chico la vio pasmado antes de mirar la puerta de la universidad con nervios—. Se quedó con Naím —le informó la chica caminando hasta él.

Izan frunció el ceño y la vio con enojo.

—Entonces sí los conoces —espetó negando mientras sentía que su corazón se le iba a salir del pecho.

Su ex sonrió y se puso frente a él, ladeó la cabeza y lo miró de manera indescriptible.

—Obvio, son compañeros; Naím tiene su reputación, Macy también y tu chica... Bueno...

El castaño sintió la bilis subir a su garganta.

—¿Estás jugando?

Lara entonces lo vio con cierto dolor y él trató de no caer bajo ese hechizo.

—No, no sabía que Sorine era tu novia hasta que los vi besarse en la mañana —confesó entrelazando las manos frente a ella—. Y no tengo nada que reclamar, sabes que estoy casada; solo me sorprendió que ella no me reconociera o algo...

—¿Crees que ando presumiendo quién fue la mujer que dejó a su hija? —gruñó Izan mientras sacudía la cabeza en gesto de incredulidad.

La chica bajó la mirada y dejó caer lo hombros. Acto al que quiso dar la espalda porque siempre le despertaba las ganas de abrazarla, de hecho, pasó ambas manos por su cabello para mantenerlas ocupadas.

—No, tienes razón, no es algo que me enorgullezca —musitó cansada y se asomó un poco al asiento donde Sayuri dormía ajena a todo lo que pasaba—. Bueno, el dejarla, porque mírala, es perfecta, eso sí me llena de orgullo, lo que hicimos juntos.

Izan observó también a su hija y bajó las manos sintiéndose incomodó con el comentario. No dijo nada, solo suspiró con fuerza y llevó la mirada a la escuela deseando con toda el alma que Sorine se tardara.

Estaba tan concentrado en aquello que no notó cuando su ex se acercó y lo abrazó por el cuello. Pero sí abrió los ojos con sorpresa y sintió su estómago irse al suelo. Instintivamente puso las manos en la cintura de la chica para alejarla pero ella se impulsó hacia arriba y depositó un beso en la comisura de sus labios.

—Todas las noches sueño con ustedes —le dijo al oído y él jadeó ligeramente, la chica regresó los pies al suelo y besó su pecho—. Los extraño —susurró antes de dar un paso atrás, darle la espalda y caminar en dirección contraria a la escuela.

Izan parpadeó varias veces no entendiendo qué acababa de pasar. Incluso su corazón parecía haber dejado de latir. Se giró para ver a su ex alejarse pero sus orbes se encontraron con otros que lo veían con suma seriedad y un atisbo de enojo.

La chica se dio la vuelta con una gracia digna de modelo y él casi corrió detrás de ella con una vaga y absurda explicación en la punta de su lengua.

—¡Izan! —Pero la voz de cierta castaña lo mantuvo en su lugar.

Cuando su novia llegó a él, se obligó a dejar de ver a la que lo acusó con la mirada y trató de mantenerse impasible frente a la castaña.

—¿Qué pasó? Te ves pálido —dijo Sorine poniendo las manos en sus mejillas y girando un poco su rostro para observarlo.

Izan estaba experimentando una sensación de ahogo, sin embargo, se aclaró la garganta y abrazó a la chica ignorando el pequeño grito que soltó cuando casi la cargó.

—Nada, creo que es el calor —dijo en su cabello y suspiró, se incorporó y ella aprovechó para darle un beso que lo hizo sentir como el peor de los traidores.

—¿Quieres que maneje? Te ves cansado —musitó ella juntando sus frentes.

Él asintió varias veces y le entregó las llaves.

—De todos modos no sé a dónde vamos —le recordó alejándose para abrirle la puerta del piloto.

La castaña sonrió agradecida y abordó el vehícuo, esperó a que se subiera atrás con Sayuri para arrancar el vehículo.

—Vamos a casa de Macy, me prestó su estudio para que trabajemos —le contó emocionada e Izan sintió la información como una bofetada.

—Vaya, qué suerte —murmuró tratando de esconder la ironía en su comentario.

Algo que al parecer logró, porque Sorine sonrió aún más.

Izan dirigió la mirada hacia la ventana y trató de contener sus emociones. Ya sospechaba que no todo podía ser tan perfecto.

Cuando Thiago salió de una junta, se dirigió a su oficina para tomar su saco e ir a recoger a Paige. Hizo lo de siempre: entrar, cerrar la sesión de su computadora, guardar cosas pendientes que vería en su hogar y tomar su saco para ponérselo. Y fue con ese acto que vio lo que lo esperaba en la mesa ratona de la sala en su oficina.

Una caja con un moño y nota. Frunciendo el ceño se acercó y alcanzó a distinguir la letra de Clady:

"Jefe, vaya por ella"

Hizo girar los ojos y negó varias veces mientras tomaba lo que ahora veía que era una caja de fresas cubiertas de chocolate. Su secretaria era medio metiche, pero era casi su mano derecha y por eso le pasaba por alto ciertas actitudes. Y al parecer, ella lo conocía bastante bien, lo suficiente para darse cuenta de lo que quería hacer.

Despegó la nota y la arrugó antes de llevarla al bote de basura. Pero una ligera sonrisa se formó en su rostro cuando cerró su oficina y se encaminó a su auto.

Ya le daría un aumento a Clady si su plan funcionaba.

La casa a la que llegaron era imponente. No tanto como la mansión donde creció, pero sí lo bastante para hacerlo sentir incómodo.

Sayuri había despertado en el camino, tomó su leche y ahora comía galletas mientras él trataba de sacarla del asiento de bebé.

Se puso de cuclillas para hacer aquello y vio de soslayo un auto gris detenerse a unos cuantos metros. De él bajó la mejor amiga de Sorine y trató de concentrarse en su tarea.

—¡Macy! ¿Segura que no hay problema?

Izan finalmente cargó a su hija y se incorporó, la pelinegra la vio unos segundos antes de sonreírle a la castaña y negar.

—Claro que no, ya tengo un cuarto para que esté la pequeña en lo que trabajan —anunció—. Naím vendrá en un rato también, dijo que pasaría al bufete.

Sorine asintió y abrió la cajuela de su auto para sacar el papel batería y las bolsas con el material que su novio compró.

—¿Te importa que le enseñé a Izan donde va a estar Sayuri?

La chica movió la mano en ademán de que estaba bien.

—Llevaré esto al estudio y ahí nos vemos —exclamó.

Su hija aplaudió mientras él le entregaba a Wipi, pero se negó rotundamente a ver a la amiga de Sorine pues sabía lo que encontraría en esos orbes aceitunados.

—Es por acá —dijo con algo de sequedad la chica y él asintió.

Caminaron por algunos pasillos hasta llegar a un cuarto bastante grande en el que habían instalado una pequeña reja para que su hija no se saliera. Una mujer con uniforme les sonrió y la bebé comenzó a hacerse arriba y abajo al ver la cantidad de juguetes que había en el suelo.

—Ella es mi nana, personal de mi absoluta confianza; en cada esquina notarás una cámara, las podremos ver desde el estudio —le explicó Macy en el mismo tono serio.

Izan dudó un poco pero finalmente entregó a su hija.

—Ah, no ha comido... —masculló.

La nana de Macy asintió.

—No se preocupe, joven, le daré verduras con pollo, ya lo estaban haciendo en la cocina.

El castaño asintió y notó que la pelinegra comenzó a caminar de regreso, así que tras darle una última mirada a su hija la siguió.

Avanzaron a lo largo de un pasillo vacío en completo silencio, Izan incluso metió las manos a su jogger al percibir la tensión en el ambiente.

—Mac...

La chica levantó una mano deteniéndose y girando para verlo con una mirada tan fría que por un momento le recordó al hermano de Sorine.

—¿Es la mamá de Sayuri?

Izan bajó la mirada y suspiró antes de asentir una vez.

—No sabía... Ella... —Bufó y negó—. El mundo es jodidamente pequeño.

Vio a Macy cruzar los brazos y tomar una pose defensiva.

—¿Sorine sabe? —Él negó—. ¿Le piensas decir?

El chico levantó la cabeza consternado más no dijo nada y la chica casi gruñó.

—Esa mujer lleva días sacándome de mis casillas y Sorine en su eterna nobleza trata de ser amigable —espetó—. Dile o le diré yo y créeme, no va a ser lindo ni te voy a dejar bien parado —gruñó señalándolo antes de retomar su caminata.

El castaño empuñó una mano sabiendo que tenía que hacer lo correcto y contarle toda la verdad a su novia.

Sorine sonreía mientras hacía otro corte en el papel batería y escuchaba a sus amigos hablar y contar anécdotas.

Izan había estado inusualmente callado y algo alejado. Sobretodo cuando Paige y —sorpresivamente— Thiago llegaron. Este último según solo había ido para llevar a la prima de su novio, pero al final, entre plática y plática, se quedó más tiempo del que creyó.

Y eso la hizo sentir demasiado bien, creía que estaban haciéndose un grupo unido.

Izan puso música en su celular, le quiso mostrar la lista con la que trabajaba diciéndole que lo relajaba. Y en verdad no puso atención a ello, el solo hecho de que el chico le estuviera ayudando ya era bastante.

Quiso regresarle el gesto de alguna manera, así que aprovechando que Izan había salido para ver a Sayuri, prendió el Bluetooth de ambos teléfonos y los conectó antes de empezar a enviarle las fotos que tenía con su hija. Esperaba que le gustaran y que no se molestara.

Vio el porcentaje del envío y sonrió emocionada, permitió que su pantalla se apagara y se concentró en ver el avance en el celular de Izan.

Paige rio por algo que Macy les contó y ella solo volteó para darles una sonrisa. Aunque el gesto de su mejor amiga la descolocó un poco, pues la vio con algo de preocupación a lo que ella contestó con un guiño. Probablemente pensaba que estaba trabajando demasiado.

Cuando se terminaron de enviar las fotos, Sorine ingresó a la carpeta de Bluetooth y seleccionó todas, las cortó y entró a la carpeta de imágenes donde las pegó para que le fuera más fácil verlas.

Sonrió cuando todas las fotos se movieron y comenzó a bajar para revisar que no hubiera faltado ni una. Cuando llegó a la primera, puso el dedo sobre la flecha de retorno pero una foto de Sayuri la hizo sonreír. Era la bebé con papilla en la boca, la imagen que seguía era la de su piecito y así, sin querer, se fue recorriendo más y más fotografías.

Era increíble ver a la bebé de menor edad y se le hizo algo triste que en ninguna foto asomara Izan, solo eran imágenes de su hija.

Entonces su sonrisa se quedó congelada y sintió un fuerte tirón en el pecho.

Esos ojos azules, el cabello en caireles y la sonrisa de aparente inocencia.

¿Por qué Izan tenía una foto de ella?

Entonces la recordó hablando de Sayuri, de cuánto amaba el color de ojos de la bebé... O más bien, del papá de la bebé... Su bebé...

—¿Sorine?

Levantó la mirada, orbes ambarinos estaban clavados en la pantalla y tenía un gesto de culpa absoluta que se sintió como un golpe directo al corazón. Cuando finalmente la miró, se dio cuenta que él ya sabía que la conocía.

Y eso le dolió mucho más.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro