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Capítulo 19

Desde que Izan huyó de Sídney, rara vez peleaba con Paige, pues era la única familia que le quedaba.

Así que cuando entró a la recámara principal en la casa de los padres de Thiago, sintió una profunda tristeza al ver a su prima acariciando el cabello de su hija con un aire de melancolía a su alrededor. Sabía que había presionado una herida en ella al recordarle que jamás se había enamorado, pero al momento solo quería que entendiera por qué defendía a Lara aunque no lo ameritaba.

Porque sí, sabía perfectamente bien que su ex lo que menos merecía era su empatía.

Se apoyó en el marco de la puerta y metió las manos a las bolsas de su pantalón antes de suspirar. Y como siempre, la chica lo sintió y levantó la mirada. Se observaron por unos segundos hasta que el castaño desvió la vista al enorme ventanal.

—Perdón —musitó.

Paige se incorporó, no sin antes dejar un beso en la cabeza de la bebé, y se sentó en el suelo donde palmó dos veces a su lado invitándolo a acompañarla.

Izan obedeció; la chica era casi de su edad, pero la madurez que la obligaron a adquirir lo empujaba a refugiarse en ella.

—¿Lo terminaste? —le preguntó en un susurro una vez que estuvo junto a ella.

Izan puso los brazos sobre sus rodillas y entrelazó las manos, clavó la mirada en la oscuridad del exterior.

—No —contestó en voz baja.

La pelinegra asintió y recargó la cabeza en el colchón observando el techo.

—¿Le contaste?

El chico se movió incómodo.

—No.

Paige suspiró.

—Ella me agrada pero... No puedo evitar sentir desconfianza, más porque estudia con ellos —murmuró.

El castaño bajó la mirada y apretó el agarre en sus manos.

—Lo sé —masculló.

Su prima asintió varias veces.

—Pero la quieres. —El chico pasó una mano por su cabello sintiendo sus mejillas llenarse de calor; su acompañante volteó y le dio una sonrisa socarrona antes de empujarlo un poco con el hombro—. No fue pregunta, se nota.

Izan rascó su cabeza y se encogió de hombros.

—¿Y eso es malo?

Paige negó varias veces.

—Mientras mantengas en orden tus prioridades.

El castaño miró de nuevo hacia la ventana.

—Sayuri siempre va a ser primero —susurró—. Incluso para ella, mi hija es primero.

La pelinegra ladeó la cabeza y el chico bajó la mirada antes de entrelazar de nuevo sus manos.

—Una vez me gritó por... Una tontería que hice, pero me dejó muy en claro que Sayuri debe ser mi prioridad... —Se rascó una vez más la cabeza—. Incluso me dijo que si quería terminar lo nuestro porque estaba afectando a mi hija, estaba bien.

Paige recargó la cabeza de nuevo en la cama para ver el techo.

—Demasiado perfecto para ser real.

—No quiero desconfiar de ella, Pai —dijo el chico con cierto tono de desesperación—. Quiero creer que no me equivoqué esta vez, necesito hacerlo.

Su prima suspiró y miró de soslayo a su sobrina antes de golpear la pierna del chico con la propia.

—Yo también, Ethan —susurró—. Sayuri se ha encariñado demasiado con ella —le dijo en su lengua natal.

El mencionado asintió sintiendo una opresión en el pecho. El podría soportar la decepción en caso de que llegara... Pero su hija...

Suspiró y enredó una mano en su cabello.

Tenía miedo de haber cometido un error, pero Sorine lo hacía sentir como nadie jamás lo había hecho y quería creer que eso significaba algo bueno.

Ojos avellanados y ambarinos se miraron con el ceño fruncido al escuchar una melodía que por momentos se trababa.

Hacía años que el piano en la casa de los padres de Thiago no se tocaba.

Bajaron más escalones y alcanzaron a vislumbrar a la castaña frente al instrumento, ella tocaba unas teclas antes de hacer un sonido de frustración y ver hacia arriba con los ojos cerrados.

—Juro que va así... O algo así... —exclamó la chica.

Izan vio con asombro que su mejor amigo estaba sentado en la sala con una pequeña sonrisa en los labios mientras negaba en clara diversión. Se detuvo en las escaleras y frunció más el ceño no esperando aquello.

Sorine bufó con enojo y volteó a ver al inglés, quien inmediatamente cambió su expresión a una neutra.

—Es la de los Aristogatos, mi hermano me la enseñó pero no logro recordar las notas —dijo cruzando los brazos.

Thiago no dijo nada, de hecho, llevó la mirada a los que se encontraban observando desde las escaleras y arqueó una ceja al notar la frialdad en la mirada de Izan.

Paige rio en voz baja.

—¿Celos? —susurró pasando detrás de su primo quien se tensó ante la acusación.

Sorine notó que Thiago no la veía, así que siguió su mirada y al encontrar al castaño, sonrió no notando nada de lo que pasó a su alrededor.

—¡Izan! ¿Sigue dormida? —preguntó y el chico bajó la mirada antes de pasar una mano por su rostro y asentir.

Luego descendió por la escaleras y miró con ojos entrecerrados a Paige, quien se había sentado junto a Thiago y le susurraba algo con una enorme sonrisa en el rostro. Se encaminó hasta Sorine y la vio extrañado, la chica se sonrojó y miró el piano.

—Estaba tratando de darle un concierto a tu amigo pero no logro recordar las notas —masculló apenada. El castaño suspiró y se sentó junto a ella pero viendo en dirección a Paige y Thiago—. Creo que ama la música tanto como Macy, pero teme demostrar algo de sentimiento —continuó ella mientras tocaba de nuevo esa melodía que se le trababa después de unas notas.

Izan cruzó los brazos y la vio de soslayo.

—¿Y te preocupa? —espetó sin querer y luego cerró los ojos mientras negaba con la cabeza en clara desaprobación a su reclamo. No escuchó una respuesta, así que abrió los ojos y se encontró con una mirada verde llena de confusión—. Perdón —musitó rápidamente bajando la vista.

Pero la chica a su lado puso una mano en su brazo y se giró de tal manera que terminó poniendo una pierna a cada lado de la banca.

—Me importa porque son tus amigos... Eso y creo que él carga con mucho dolor, es triste ver a alguien así —susurró.

Izan suspiró y depositó un beso en su frente.

—Perdón —repitió sobre su piel.

Ella asintió y se recargó en su hombro para verlo con una sonrisa que lo contagió. Y entonces, notó el silencio y volteó a ver a sus acompañantes que los veían con gestos indescifrables.

Inmediatamente se sonrojó habiendo olvidado que tenían público, él nunca fue demasiado afectivo cuando había gente alrededor. Se movió incómodo y Sorine se giró para encontrarse con miradas serias que la hicieron sonrojar, sin embargo, cuando Paige le sonrió abiertamente, el calor en su rostro aumentó más.

—Le cambié la silla a Sayuri, la tengo en el auto, te la daré —dijo Thiago levantándose y caminando hacia la puerta de su garage.

Izan asintió y tras tomar la mano de Sorine y darle un apretón, lo siguió afuera.

La castaña lo siguió con la mirada y luego regresó su atención a la chica que había cruzado una pierna para apoyar el codo sobre ella y poner la cabeza en la palma de su mano. La observaba con curiosidad.

—¿Qué tan lejos está tu facultad de la de Naím?

Sorine la vio con sorpresa.

—No mucho, la de arquitectura es la última seguida de la de medicina y luego la de leyes... Macy está casi del otro lado del campus —le contó.

—Es una escuela grande —comentó.

Sorine asintió.

—Bastante, de no ser por una fiesta creo que no conoceríamos a Naím.

Paige sonrió con una expresión de paz que la castaña no entendió del todo.

—¿Entonces Naím y Dahl son tus únicos amigos? —cuestionó tratando de fingir indiferencia.

La castaña asintió sin dudar y abrió la boca para comentarle que ahora también estaba Lara, pero en última instancia, se encogió de hombros.

—Sí, lo son.

La recién llegada no entraba en el término amigos; a pesar de que la chica lo intentaba, tenía ciertas acciones que no le terminaban de gustar a Sorine.

Como la mirada de satisfacción que tuvo en su rostro cuando supo que no vería a su novio.

Izan terminó de amarrar la nueva silla tras la explicación de su mejor amigo y observó el asiento por unos momentos absorto en sus pensamientos.

—Apenas cumpla el año la puedes girar para que vea de frente, antes no; ese espejito ayuda para que la vayan monitoreando —explicó el inglés señalando el mencionado artefacto.

—No soy mucho de salir en el auto de Sorine, no me gusta abusar —masculló el castaño apretando el cinturón que mantenía fija la silla.

—Lo sé, pero es bueno que tengas la silla adecuada, la de la carreola ya no le queda —alegó su mejor amigo.

Izan asintió y cerró la puerta del vehículo antes de activar la alarma y mirar fijamente las llaves en su mano.

—Esa chica es todo un caso —murmuró de pronto Thiago apoyándose en el auto. El castaño frunció el ceño y lo vio con algo de seriedad, a lo que el inglés rio y levantó ambas manos en ademán de rendición—. No me malinterpretes, no me atrae ni mucho menos; solo me da curiosidad su manera de ser.

El chico hizo girar los ojos y negó tratando de ocultar que sí sentía algo de celos.

—¿Curiosidad, por qué?

Su mejor amigo miró al cielo estrellado.

—Es como si quisiera hacer a la gente feliz —comentó en un hilo de voz y luego lo vio a los ojos—. Incluso si eso la lleva a renunciar a su propia felicidad.

Izan bajó la mirada y jugó con las llaves en sus manos.

—¿Crees que está conmigo porque es lo que Sayuri necesita? —cuestionó.

—Creo que sería capaz de renunciar a su carrera porque es lo que ustedes necesitan —lo corrigió el inglés.

El chico frunció el ceño antes de negar varias veces.

—No la dejaría hacer eso, no tiene responsabilidad con Sayuri...

—Si Lara actúa primero...

El castaño negó con más firmeza y su mirada se endureció.

—No le pediría a Sorine nada de eso... Sería más bajo que lo que hizo... —Suspiró con fuerza y apretó sus manos—. Una relación marital no me ayudaría en nada cuando Lara tiene el dinero... Ni siquiera puedo creer que esa idea pase por tu mente.

Thiago colocó ambas manos en los hombros de su mejor amigo.

—No, Izan, lo mal interpretas... Más bien te quise decir que si ella se entera, es capaz de renunciar a su carrera por ayudarte así no se lo pidas —musitó.

El chico frunció el entrecejo.

—¿Entonces, qué hago?

Su amigo llevó la mirada a la casa.

—No le digas, no por el momento, trata el tema con delicadeza pero no le digas que tu ex está en la ciudad y que puede quitarte a la bebé... trataremos de resolver una posible demanda sin inmiscuirla.

Izan asintió varias veces.

—¿No sospechas de ella? —cuestionó arqueando una ceja.

Thiago se quedó impasible por un momento.

—Algo, pero tengo otra forma de investigarla sin alertar a nadie —respondió con seriedad y su amigo lo miró confundido.

Cuando regresaron a la casa, Izan miró extrañado el lugar, pues ninguna de las mujeres se encontraba.

—Acabo de encontrar otra razón por la que nunca podríamos ser pareja —dijeron desde arriba.

Ambos hombres voltearon y encontraron a Paige sentada a la mitad de los escalones con una sonrisa irónica en los labios.

Thiago ladeó la cabeza en ademán de confusión.

—¿Sin mencionar que te gustan los ojos grises?

Un leve rubor cubrió el rostro de Paige pero ella movió la mano descartando lo mencionado.

—Aparentemente seríamos pésimos padres.

Izan frunció el ceño.

—¿Le pasó algo a Sayuri?

Su prima se mordió el labio inferior con nervios y el castaño sintió su estómago revolverse; pero trató de asegurarse que si fuera algo grave, no estaría tan calmada.

—Bueno, cuando llegamos ya estaba dormida y nos dio pesar despertarla para cambiarla —musitó la chica e Izan escuchó a Thiago suspirar con fuerza detrás de él—. Así que la acostamos sin cambiarle el pañal.

El castaño negó y pasó una mano por su cabello.

—¿Está Sorine con ella?

Paige asintió varias veces.

—Entendí eso de que es prioridad para ella, estaba tan molesta que casi me dijo inútil —comentó sonriendo—. Creo que ganó puntos conmigo por eso.

El chico negó varias veces antes de dirigirse a las escaleras para subir.

—Necesitas nuevas sábanas, Thiago —continuó su prima.

El inglés dijo algo pero no lo escuchó, pues subió de a dos escalones y solo percibió murmullos cuando se adentró al pasillo que llevaba a la recámara principal.

Un vez en la puerta, escuchó la risa de su hija y a Sorine hacer sonidos de vaca, sonrió y abrió ligeramente la puerta.

La bebé estaba sostenida de los brazos de Sorine, tenía el pañalero desabrochado y nada cubriendo sus piernas; saltaba emocionada mientras Sorine le cantaba "La vaca Lola" a la par que movía la cabeza de un lado a otro.

Al verlo, la sonrisa de la castaña aumentó.

—Mira quién llegó —le canturreó a Sayuri mientras la volteaba.

Izan arqueó una ceja al notar lo flojo que le quedaba el pañalero.

—¿No trae pañal?

Sorine bufó y con cuidado puso a la bebé en el suelo para que esta se sostuviera de la cama.

—Está rozada, hay que dejarla así unos minutos —masculló evitando su mirada.

Entonces el castaño arqueó ambas cejas en ademán de comprensión; con razón le había dicho de cosas a Paige. Se adentró a la recámara y se sentó junto a ella antes de entrelazar sus manos.

—Bien, no te preocupes —susurró.

La chica lo vio con cierta vergüenza.

—No quise hablarle así, es que no entiendo como no se dieron cuenta y las rozaduras duelen... —se justificó con las mejillas coloradas.

Izan asintió y besó su frente antes de apoyar la barbilla en su cabeza.

—No te preocupes —murmuró.

—Supongo que ahora me desprecia como tu amigo —suspiró cansada.

El chico sonrió y negó.

—Para nada, creo que en todo caso te aprecia por cuidar así a Sayuri. —Sorine ladeó la cabeza y él sonrío—. De verdad, no te preocupes —repitió.

Ella asintió y apoyó la cabeza en su hombro mientras veían a Sayuri gatear por el suelo.

—¿Cuánto llevan de muertos los padres de Thiago? —preguntó en un susurro.

El castaño suspiró.

—Ocho años, era muy joven cuando pasó el accidente —respondió con tristeza—. Se tuvo que hacer cargo de la empresa y estudiar al mismo tiempo, lo admiro por eso.

Sorine mordió su labio inferior.

—¿Por eso es así? —Izan la vio confundido—. Desconfiado, huraño... No sé cómo describirlo...

El chico abrió los ojos con sorpresa antes de asentir.

—Tiene la idea de que si se encariña podría perder de nuevo a esa persona —respondió en voz baja—. O que será rechazado —masculló viendo hacia la puerta recordando lo difícil que fue para Paige admitir que no sentía lo mismo que el inglés.

Inconscientemente movió su pulgar por la mano de Sorine mientras fruncía el ceño absorto en sus pensamientos.

—Gracias. —Escuchó y volteó confundido, la chica había apoyado la barbilla en su hombro y lo veía con ternura—. Por abrirte un poco conmigo —le explicó.

El castaño relajó sus facciones y le dio un beso rápido en los labios antes de juntar sus frentes.

—Te contaré todo... Solo dame tiempo.

Ella asintió y lo vio con adoración.

—Tiempo es lo que nos sobra —susurró cerrando los ojos antes de suspirar.

Izan sintió un tirón en el estómago y soltó una imperceptible exhalación. Sentía que eso no era del todo cierto, que en cuanto Lara se enterara de que estaba rehaciendo su vida, actuaría con esos celos enfermizos que la caracterizaban.

Llevó la mirada a su hija, quien se había sentado y lo miraba con una enorme sonrisa.

Presentía que, aunque ella lo hubiera negado; por venganza, iría tras lo que más amaba.

Cuando entraron al departamento de Izan, horas después, la noche ya estaba cayendo y Sorine tenía ganas de quedarse dormida sobre sus pies. Así que una vez que cruzaron el umbral de la puerta, ella entregó a Sayuri a su padre y bostezó estirando los brazos sobre su cabeza.

—La voy a bañar —anunció el castaño.

Ella asintió una vez y miró la Mac.

—Voy a sacar mi proyecto para mañana llevarlo a imprimir antes de clases —le avisó caminando hacia la computadora.

El chico se detuvo antes de entrar a la recámara y, mientras sostenía con una mano a su hija, con la otra buscó algo en sus jeans.

—Por cierto, Thiago me dio un nuevo programa, dice que se parece al AutoCAD y que es compatible con los ficheros DWG —dijo sacando una USB y mostrándosela. Sorine hizo la cabeza de lado y se acercó para tomar el artefacto, al momento de hacerlo Izan acarició un poco su mano mientras se sonrojaba pero ella solo sonrió—. No recuerdo el nombre pero puedes instalarla y ver qué tal —masculló con algo de nerviosismo.

Sorine sacó su celular y vio que eran las siete de la noche, llegaría a su casa poco antes de las ocho si se iba en ese instante.

—¿Cuándo regresa tu padre? —Escuchó.

La castaña se mordió el labio inferior.

—Pasado mañana —contestó manteniendo la mirada en el USB; dentro de ella sabía el ofrecimiento y su corazón se aceleró al grado de formarle un nudo en la garganta.

—Sabes que... No tengo problema... Y no tendrías porqué estar sola estos días... —murmuró Izan atropellando las palabras a causa del nerviosismo que lo había invadido.

Estaba siendo sincero, no le gustaría que la chica regresara a una casa sola... Y, honestamente, tenía ganas de pasar otra noche con ella para verla dormir.

Sorine lo miró, pero él estaba concentrado en su hija, quien balbuceaba mientras jugaba con Wippi.

—Gracias —dijo en voz baja.

Izan asintió y la vio de soslayo.

—Voy a bañarla —repitió antes de entrar a la recámara.

Ella se dio la vuelta y se encaminó a la computadora con el corazón resonando en sus oídos. Otra noche con él; recordó lo que pasó la última vez y sus mejillas se sonrojaron pero sonrió.

Tomó asiento frente a la computadora y tras conectar el USB, se puso a instalar el programa. Sintió sus manos hormiguear y una emoción acrecentarse en su interior al ver que se trataba del ArchiCAD. Había tenido muchas ganas de probarlo, pero su economía no le había dado para comprarlo.

Cargó todos los ficheros DWG que encontró en la máquina y se levantó para servirse agua. Estando en la cocina pensó en que debería hacer sandwiches para cenar, aunque también podría hacer hot cakes; no sabía qué le gustaba más a Izan.

Encogiéndose de hombros y decidiendo esperar al castaño, regresó a la Mac y frunció el ceño al notar el mensaje que el ArchiCAD había enviado.

—¿Qué archivo? Si solo está el mío —se dijo a sí misma seleccionando la opción siguiente para encontrarse con su archivo y uno llamado "ME".

Frunció más el entrecejo y movió el mouse hasta dejar el cursor sobre el extraño archivo. Escuchó la puerta del baño ser abierta y se sobresaltó, pues ni siquiera escuchó cuando entraron al lugar.

—¿Quieres pedir algo para cenar? —Lo escuchó preguntar a lo lejos.

Sorine se hizo un poco hacia atrás en la silla sin dejar de ver la pantalla.

—Puedo hacer algo aquí, no hay problema —respondió seleccionando el archivo.

—Bueno, solo le pongo la pijama y salimos —le avisó antes de que se escuchara la puerta de la recámara ser cerrada.

—Ajá —replicó distraída mientras veía el archivo cargarse.

Los planos aparecieron frente a ella y se dio cuenta que era su plaza, sin embargo, tenía ligeras modificaciones que la hacían ver bastante bien. Llevó el cursor a la vista 3D y soltó en una fuerte exhalación el aire que inconscientemente había contenido.

—Vaya —susurró admirando lo que definitivamente era obra de Izan.

Era su plaza, sí, pero el chico había curveado la zona de enfrente e incluyó más zonas abiertas para que entrara luz natural. El techo de paneles estaba bellamente acomodado sobre la zona de comida y el sistema pluvial había quedado escondido pero funcional.

La parte frontal estaba hecha de cristal y los pasillos quedaron al aire libre pero, al mismo tiempo, cubiertos por si llovía.

Escuchó la risa de Sayuri y salió de su trance, parpadeó varias veces antes de dirigirse al menú de archivo para guardar una copia en el USB. Mientras veía el avance de esto, su corazón comenzó a latir a gran velocidad resonando en sus oídos, sentía que estaba haciendo algo mal; de hecho, un sentimiento de culpabilidad se comenzó a acrecentar en su interior y mordió sus labios a causa de esto.

Y justo cuando el archivo terminó de ser copiado, escuchó la puerta de la recámara ser abierta, así que cerró todo y pretendió haber estado esperando a que concluyera la instalación.

—¿Crees que "baba" sea su versión de papá o me está diciendo baboso? —bromeó Izan llegando a la sala.

Sorine volteó en la silla sobresaltada y abrió la boca para decir algo, pero en última instancia, se quedó callada y negó a lo que el castaño arqueó una ceja.

—¿Estás bien?

La chica se giró y mordió de nuevo su labio, debería decirle que lo que había hecho era maravilloso, que tenían que presentarlo en conjunto.

—Sí, solo nerviosa porque mañana presento los planos finales —le dijo abriendo su archivo.

El castaño colocó a Sayuri en el suelo antes de acercarse para poner las manos sobre sus hombros, ella hizo la cabeza hacia atrás y lo miró de cabeza.

—Todo saldrá bien, es bueno el proyecto. —Le trató de asegurar.

Sorine se obligó a sonreír sintiendo que no debió tomar el archivo. Y ese sentimiento creció cuando el chico dejó un beso en su frente. Cerró los ojos y suspiró cuando lo sintió alejarse.

Copió su archivo en el USB y se prometió que entregaría ese y no el de Izan. No le daría razones para desconfiar de ella.

No cuando todo lo que quería era que por fin le contara quién era.

La luz del sol la hizo fruncir el ceño antes de abrir con lentitud los ojos. Sonrió ligeramente al encontrarse con una pequeña manita cerca de ella y parpadeó varias veces antes de sentir su corazón derretirse al ver la mano de Izan sobre la suya a unos centímetros de la de Sayuri.

Vieron Shrek hasta medianoche y, en algún momento, el castaño apagó la televisión y se durmió detrás de ella en el sofá cama.

Y había que destacar que seguramente el pobre tenía medio cuerpo volando, pues la bebé había optado por dormir como estrella de mar reduciendo el espacio del sofá.

Podía escuchar la respiración del chico en su oído y un estremecimiento la recorrió de pies a cabeza al sentir el aire mover su cabello.

¿Era normal que una relación se diera a esa velocidad?

Bueno, si pensaba en Naím y Paige, ella e Izan iban a paso de tortuga. Pero no sabía si dormir juntos, a tan poco de haber iniciado una relación, era algo acelerado. Pero honestamente no se sentía incómoda por estarlo haciendo, de hecho, se sentía en completa paz al estar rodeada de los dos Moore que poco a poco le estaban robando todo el cariño que nunca creyó poder entregar.

Necesitaba ver la hora, debía imprimir sus planos e ir a la escuela.

Suspiró con tristeza sabiendo que tendría que romper el momento y se giró con cuidado tratando de no despertar a Sayuri. Sin embargo, pareció que calculó mal, pues si bien no movió a la bebé, de pronto sintió frío en su espalda y un golpe seco la hizo incorporarse a gran velocidad.

—¡Izan! —exclamó en voz baja llevándose una mano a la boca.

El chico tenía el ceño fruncido, los ojos cerrados y con una mano frotaba su cabeza.

—Au —masculló.

La castaña se giró rápidamente y lo ayudó a incorporarse.

—Perdón, no quería despertar a Sayuri —susurró revisando la cabeza del chico.

Izan le dio media sonrisa pero no dejó de frotar su cabeza.

—¿Debes irte? —le preguntó en voz baja y ella asintió. Él suspiró antes de levantarse de manera experta con un solo movimiento y la castaña lo vio anonadada—. ¿Qué? —cuestionó ofreciéndole la mano para ayudarla a incorporarse.

Sorine ladeó la cabeza.

—Te moviste como ninja.

El castaño se sonrojó.

—Estudié artes marciales durante años —le explicó metiendo las manos a las bolsas de su pants—. Solía salir a correr en las mañanas pero... —Se encogió de hombros—. Con Sayuri todo eso quedó atrás.

Y ella recordó su torso iluminado por la luz de un rayo.

—Eso explica el cuerpo bien formado —dijo sin pensar y abrió los ojos de manera descomunal antes de llevar las manos a su boca—. Dios, lo dije y no lo pensé —exclamó sintiendo el sonrojo subir a sus mejillas.

Izan abrió la boca con sorpresa y también sintió el calor llenar su rostro. Se aclaró la garganta antes de hablar.

—Vaya —masculló.

La chica negó varias veces antes de, literalmente, salir huyendo al baño.

—Se me hace tarde —dijo de manera atropellada antes de encerrarse en el lugar.

El chico suspiró y pasó una mano por su cabello mientras sonreía. Eso había sido totalmente inesperado.

Su sien punzaba de manera dolorosa y sus manos sudaban sin parar. Negó varias veces antes de poner las manos en el borde del papel y cerró los ojos con fuerza.

Eso estaba mal. No los debió imprimir, menos agregar las iniciales.

Decidida abrió los ojos y se dispuso a enrollar los planos cuando Kenji y su clan la rodearon.

—Vaya, Kaspersen, esto sí se ve interesante —dijo uno de los lacayos del presumido mientras observaba el plano.

—Es cierto, mira esa entrada —silbó otro de sus compañeros.

Kenji solo se limitó a observar su proyecto con la mandíbula tensa y una expresión poco amigable en el rostro, incluso cruzó los brazos.

—No está mal, pero no es admirable —espetó.

Sorine lo miró con enojo.

—Claro, nadie puede superarte —gruñó.

Los ojos oscuros del chico se fijaron en ella en un silencioso duelo que fue interrumpido por la llegada del profesor.

—¿Qué les he dicho? Dejen a la señorita Kaspersen en paz —dijo con hartazgo mientras se acercaba.

Sorine intercambió otra mirada con Kenji y este finalmente regresó a su lugar, no sin antes repasar su plano.

Una vez que el profesor estuvo a su lado, observó el proyecto en silencio. Así que Sorine entrelazó sus manos debajo del restirador y esperó.

—¿ME? —preguntó el hombre.

La castaña clavó la mirada en su regazo y apretó el agarre en sus manos.

—Decidí presentarlo en conjunto, es un chico talentoso y es estudiante de diseño menor de veinticinco —le explicó.

Su maestro asintió varias veces antes de poner una mano en su hombro.

—Excelente trabajo, presenta la maqueta antes del concurso para firmarla.

La chica sintió como su corazón dio una pirueta pero sonrió emocionada.

—Claro, así lo haré —dijo repasando el proyecto que Izan había modificado.

Luego sintió su estómago revolverse al recordar que debía contarle al chico lo que había hecho y con qué fin... Y no sabía si el castaño le iba a agradecer o si la odiaría por empujarlo a ser lo que quería ser.

Izan le mandó varios mensajes y ninguno le había contestado al no saber cómo abordar lo que acababa de hacer. Se encontraba en uno de los jardines de la universidad y veía hacia el estacionamiento con su celular frente a ella iluminado.

—Dios, me va a odiar —se dijo antes de dejar caer la cabeza en la mesa hecha de cemento—. Ay —gimió ante el golpe que se propició.

—Siempre he dicho que deberías tener más de una contusión —dijeron a su lado.

Ella giró la cabeza sin despegarla del duro concreto.

—¿Sigues vivo? Pensé que estarías por ahí muerto en alguna calle —gruñó.

Ojos grises la vieron con diversión.

—Aunque no lo creas, estamos en medio de un caso grande que está absorbiendo todo mi tiempo.

Sorine rio con sarcasmo.

—¿Ese caso tiene ojos avellanados y cabello negro?

Naím la vio irritado.

—No, en serio tengo un caso, puedes preguntarle a tu cuñado... Y de paso puedes decirle a Paige que por eso no contesto muchas de sus llamadas, no porque su primo me haya amenazado ni mucho menos —ironizó.

La castaña volvió a reír antes de girar la cabeza y suspirar.

—Hice algo malo —masculló.

—¿Le robaste otra sudadera a Trevor? Esta te queda un poco más pequeña que la que odia Macy, si sirve de algo —se burló su amigo.

La chica se sonrojó al recordar justamente a quién pertenecía la sudadera que la cubría.

—No, mi ropa no es un crimen andante como Macy asegura —replicó—. Pero sí hice algo malo y no sé cómo explicarlo.

Su amigo se giró y apoyó la espalda en la mesa de concreto.

—Habla y ya veremos dónde escondemos el cadáver —le dijo con un guiño.

Sorine suspiró.

—Tomé un archivo de Izan... En realidad es mi proyecto pero él le hizo varias modificaciones que quedaron muy bien —susurró y volvió a girar la cabeza para ver al chico a su lado—. Sé que ama la arquitectura y que el concurso sería una excelente oportunidad para él; incluso si ganamos, obtendría un contrato laboral y podría darle estabilidad a Sayuri, sé que lo necesita.

Naím bajó la mirada unos momentos antes de verla.

—¿Lo dices por lo que pasó? ¿La enfermedad de Sayuri?

Sorine finalmente se incorporó y dejó caer los hombros.

—En parte; sé que se siente incómodo por manejar mi auto, por compartir la habitación con su hija... Cree que no me doy cuenta pero lo hago y no encuentro otra manera para ayudarlo más que está —respondió en voz baja—. Ama la arquitectura tanto como yo y si vieras cómo dejó el proyecto...

Su amigo asintió varias veces.

—Paige me contó que ella quería estudiar diseño pero... —Naím endureció la mandíbula—. No pudo seguir, mencionó que Izan renunció a la arquitectura porque es una carrera que no se podía costear.

La castaña asintió.

—Las maquetas, los planos... Supongo que no tendría ni tiempo de presentar proyectos; pero si yo puedo presentar esto en conjunto, es justo que lo intente, ¿no?

El chico suspiró.

—Supongo que sí... Y si él te quiere tanto como aparentemente lo hace. —Sorine arqueó una ceja y él sonrió—. Paige —le explicó antes de retomar la primera frase—. Entenderá tus razones y no se enojará, tal vez hasta te agradezca que lo hayas hecho.

Sorine asintió tratando de convencerse.

—Vaya, mira eso —susurró Naím dándole un pequeño codazo y haciendo un ademán en dirección frente a ellos.

Sorine siguió su mirada y vio a Lara hablando con quien menos se esperaba: Kenji. Frunció el ceño mientras la veía enredar su cabello en un dedo y pararse de manera coqueta, sacando de más la cadera.

—¿No era casada? —preguntó su amigo en un susurro.

Ella asintió y observó a la chica que de pronto hizo una mueca de molestia y cruzó ambos brazos mientras su compañero le contaba algo. Negó varias veces y parecía hablar exaltada.

—Me pregunto qué le diría ese para hacerla enojar, le podríamos pasar la información a Macy —se burló Naím.

Pero Sorine dejó de escuchar lo que su amigo decía, pues de pronto recordó a Kenji viendo fijamente la esquina de su plano... Esa donde puso sus iniciales y las de Izan.

Cuando Sorine regresó al departamento aquella tarde, esperó encontrar a Sayuri tomando su siesta; pero en vez de eso, Izan le abrió la puerta con una expresión de hartazgo mientras detrás de él se podía ver a la bebé sostenida del sillón mientras se hacia arriba y abajo al ritmo de una canción de La Gallina Pintadita.

Arqueó una ceja con confusión.

—Lleva una hora con lo mismo, ¿sabes lo que es tener que escuchar una y otra vez que una mariposa hace chocolate para la madrina?

Sorine no pudo evitar reír antes de acercarse para darle un beso en los labios.

—Da gracias que no escucha a Barney, eso es tortura —alegó entrando al departamento.

—¿Aún existe ese dinosaurio? —preguntó incrédulo mientras cerraba la puerta.

Sorine le dio una sonrisa y luego miró a Sayuri, balbuceaba y reía con la canción. Su corazón latía desenfrenado pero trató de ocultarlo, estaba nerviosa y no sabía cómo tratar el tema del concurso con Izan.

—Hey, ¿pasó algo? —le preguntó de pronto el chico notando que su sonrisa estaba forzada. La castaña se sobresaltó y lo miró con incertidumbre junto a un atisbo de miedo, reacción que descolocó al castaño—. ¿Qué pa...?

—Tomé tu proyecto —admitió la chica a gran velocidad.

Izan se quedó con la palabra en la boca y frunció el ceño confundido.

—¿Huh?

Sorine bajó la mirada avergonzada.

—Ayer, cuando instalé el programa...

El castaño abrió los ojos entendiendo lo que había pasado y desvió la atención sintiéndose culpable por no haberle dicho que estaba modificando su proyecto.

—Perdón, no era de mi incumbencia —masculló.

Sorine jadeó y puso ambas manos en las mejillas de él. ¿No había escuchado lo que confesó?

—No, yo fui la que actuó mal, no debí presentarlo y menos a tus espaldas, pero... Quiero... Quería...

El chico frunció el entrecejo asimilando las palabras de Sorine, con mucho cuidado la hizo bajar las manos y los ojos de ella se llenaron de lágrimas.

Izan dio un paso atrás sintiendo una opresión en el pecho, ¿puso su nombre en los planos? ¿Los presentó a quién?

—¿Hiciste qué? —cuestionó en un hilo de voz mirando de reojo a su hija.

Sorine entrelazó las manos a la altura de su pecho, quería echarse a llorar por su reacción pero debía explicarle sus razones.

—Imprimí los planos y se los mostré al profesor, juro que iba a presentar los míos pero tienes mucho talento, ese contrato debe ser tuyo y...

El castaño negó varias veces antes de dar otro paso atrás sintiendo su mundo desmoronarse; si alguien más veía su nombre sobre unos planos de arquitectura... Sabrían fácilmente cómo encontrarlo y con quién estaba relacionado... Lara no se quedaría cruzada de brazos.

—Pusiste mi nombre en...

La chica negó varias veces notando la desesperación que invadió a su acompañante y se acercó para tomar su brazo, él la vio aterrado.

—No, solo dice ME, no tienen tu nombre por ningún lado —le explicó—. Si es tan grave me salgo del concurso, no pensé... Perdóname, quería ayudarte —lloró apoyando la cabeza en el pecho de él.

Izan sintió su alma regresar; no estaba su nombre, nadie los podría ligar, ni siquiera Lara porque ella no sabía nada de su vida personal.

La abrazó con fuerza y escondió el rostro en su cabello antes de suspirar.

—No, yo lo lamento... Quiero contarte... Lo haré, es más... —Levantó el rostro y se quedó pasmado, Sorine se separó un poco de él y vio cómo sus ojos se llenaron de lágrimas mientras veía algo detrás.

—¿Qué...? —Se giró y quedó boquiabierta al ver a Sayuri.

La bebé tenía las manos juntas y movió un pie hacia adelante mientras se tambaleaba un poco, aplaudió antes de mover el otro pie para alcanzar el primero.

—Está... Está... —titubeó Izan.

La castaña sintió una lágrima derramarse antes de agacharse con lentitud a la altura de la bebé.

—Ven, Sayuri —le dijo con voz temblorosa.

La pequeña les dio una enorme sonrisa antes de dar otro paso y la chica sintió a Izan ponerse a su lado.

—Así, lento... Con cuidado —susurró él con la voz ligeramente quebrada.

Sayuri dio más pasitos titubeantes hasta llegar a los expectantes brazos de su padre quien la recibió con un abrazo seguido de un beso en la cabeza.

Izan sintió la mano de Sorine en su brazo y la volteó a ver dándole una sonrisa mientras trataba de controlar las lágrimas de emoción. Ella se acercó para besar la parte trasera de la cabeza de la bebé antes de juntar sus labios con los del chico.

Y cuando el castaño la vio limpiarse las lágrimas mientras le sonreía con la misma emoción que él sentía, entendió una frase que Paige le llegó a decir varias veces para que olvidara a Lara.

"Madre no es la que engendra; es quien te alimenta el alma, te pone alas y te enseña a volar."

Estaba seguro de que Sorine podía ser esa persona que ayudaría a Sayuri a volar. Y lucharía con todas sus fuerzas para que nada, ni nadie, les arrebatara la felicidad.


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