Capítulo 17
«¿Qué estoy haciendo?»
Cuando Sorine se subió al auto, él pensó cerrarle la puerta como todo un caballero, sin embargo, en última instancia se agachó y volvió a capturar sus labios en un beso que fue más como el que compartieron en su departamento que esos tiernos que se dieron en el hospital.
Incluso ambos terminaron jadeando y con un sonrojo en sus mejillas.
Y mientras la veía alejarse, no pudo evitar hacerse esa pregunta una y otra vez sintiendo que estaba mal sentirse así por otra mujer que no fuera su ex. O por sentirse así en general, las relaciones no se le daban muy bien y el hecho de que estuviera viviendo escondido era prueba de ello.
Empuñó con fuerza su mano izquierda mientras Sorine salía del estacionamiento del hospital en el auto plateado de Macy; cuando por fin desapareció, pasó una mano por su cabello con frustración.
Tenía ganas de echar marcha atrás, de no involucrarse con Sorine y regresar a esa rutina de antes donde si bien no tenía un minuto de paz y felicidad, tampoco lo tenía de miedo e incertidumbre.
Porque estaba aterrado, esa era su verdad.
Regresó a la sala de espera y encontró a Thiago y Paige platicando, el primero sostenía un pase en la mano.
—¿Qué sucede? —preguntó cuando estuvo cerca.
Su prima cruzó los brazos molesta mientras que su amigo veía hacia donde estaba la doctora Mikkelsen.
—Solo nos dieron un pase, dijo la doctora que la regla oficial del hospital es un familiar por paciente.
Izan ladeó la cabeza con confusión.
—Pero...
—Aparentemente el ser novia del pediatra le da carta libre a tu amiga para poder brincarse las reglas —espetó su prima.
El castaño bajó la mirada un tanto avergonzado.
—¿Es novia del doctor? —cuestionó Thiago frunciendo el ceño y cruzando los brazos.
Paige lo vio de manera acusatoria y él se movió incómodo.
—No, es su hermana... Hubo un pequeño malentendido —refutó.
Levantó la mirada y encontró que era observado con escrutinio, arqueó una ceja confundido mientras Paige hacía girar los ojos.
—Bueno, ¿no puedes hacer algo para que nos dejen estar los dos?
Izan volteó hacia donde estaba la doctora y negó.
—Lo dudo.
Su prima bufó y Thiago le entregó el pase.
—Sube tú primero, me avisas cuando vayas a bajar y yo espero a que Izan regrese —dijo.
Paige tomó lo ofrecido pero con un gesto de fastidio.
—Le hubiéramos dicho a Sorine antes de que se fuera, no pensé que nos quitaran un pase... ¿Y si le llamas?
El castaño negó varias veces.
—No la haré volver, está agotada y quiero que descanse.
—Tú también lo estás, voy a subir y no quiero verte aquí cuando regrese —le dijo su prima antes de darse la vuelta para ingresar por la zona de visita.
Thiago e Izan la vieron desaparecer por las puertas corredizas.
—Tiene razón, ¿cuánto llevas despierto?
El castaño pasó una mano por su cabello y se encogió de hombros.
—No sé, no importa... Solo quiero ir a bañarme y regresar.
El inglés negó.
—De nada servirá que tú te enfermes a falta de sueño, ve a dormir unas horas y regresas; cualquier cosa te llamo.
El chico dejó caer los hombros y observó la puerta por la que su prima había ingresado.
—¿Cómo llegó Paige?
Thiago lo vio contrariado.
—No sé, dijo que en taxi.
El castaño endureció la mandíbula, sí claro.
—¿Sabes algo de Mao?
Su amigo le hizo un ademán para que salieran del hospital y él lo siguió en silencio. La entrada del lugar estaba bordeada por enormes jardineras en las que había árboles frutales. Su amigo se apoyó sobre una de estas y cruzó los brazos.
—No sé si Paige consiguió una perfecta actriz o si el hombre está demasiado ocupado para notar que su prometida solo le manda mensajes... Sé que está en Italia cerrando un trato.
Izan bufó antes de recargarse junto a su amigo y clavar la mirada en el suelo, no sabía si contarle el predicamento, pues ese enamoramiento de su mejor amigo hacia su prima no se había desvanecido del todo.
—¿Crees en la segundas oportunidades? —preguntó en un susurro.
Thiago suspiró antes de relajar las manos y usarlas para subirse a la jardinera y sentarse en ella.
—Creo que la vida nos da lo que merecemos, Ethan.
El castaño rio con ironía y miró al cielo.
—Entonces romper la vajilla de gala de Yelena fue más grave de lo que pensé.
El inglés se quedó en silencio y él quiso darse un golpe en la frente. Si alguien la pasó mal fue su amigo, el abandono de su ex no era nada en comparación a la pérdida de sus padres.
—Perdón, dije una estupidez —musitó arrepentido.
—No cuides tus dichos, sabes que odio que lo hagas, es como si me tuvieras más lástima —espetó Thiago.
Izan suspiró y trató de buscar la ventana de la habitación de su hija.
—Mis padres murieron en un accidente, eso pasa; la vida y la muerte son parte del camino, a algunos les llega antes, aprendí a vivir con eso —murmuró el inglés—. Así como las decepciones —concluyó dándole un golpe con la rodilla.
El castaño bajó la mirada y frunció el ceño mientras cruzaba los brazos.
—¿Sabes algo de... Ella?
Thiago observó al chico.
—¿Quieres que investigue? Porque me lo prohibiste —le recordó.
El chico suspiró y volvió a buscar la habitación de Sayuri, trató de contar cada ventana pero su mente estaba en otro lado, en uno donde el azul lo absorbía de manera hipnótica.
—Es increíble que le importe tan poco su propia sangre; de mí lo entiendo, pero Sayuri... Ella nunca tuvo culpa de nada... Es su hija.
—Y por eso creo con firmeza que la vida nos da lo que merecemos —masculló el inglés haciendo voltear al otro chico—. Quedó estéril, ese es su pago por todo lo que hizo en contra de su hija.
Izan carraspeó e hizo girar los ojos.
—Dudo que haya entendido, a veces creo que viene por ella, que va a buscar la manera de destruirme por preferir a Sayuri sobre ella —declaró.
Su amigo suspiró con pesadez.
—Y por eso debemos adelantarnos, Ethan, en tu situación actual podría quitarte a tu hija en un abrir y cerrar de ojos —replicó en su lengua natal.
Izan entrecerró los ojos y empuñó ambas manos. Su vida era un desastre, añadir a la madre de Sayuri sería una tragedia en todos los sentidos.
Los Taylor si bien eran una familia poderosa, le tenían miedo a los Moore, por eso dejaron a su hija sola cuando él huyó con Sayuri. Pero su ex era bastante rencorosa, así que no dudaba ni por un segundo que hubiera buscado un esposo que pudiera aplastarlo solo para verlo sufrir.
Lo peor era que no sabía qué pasaría si la vida cruzará de nuevo sus caminos, si acaso despertaría ese desprecio que se obligaba a sentir cada que veía su foto... O si lo volvería a absorber como un hoyo negro que destruye todo. Y le aterraba no tener la fuerza necesaria para mantenerse inerte ante su presencia.
Thiago prácticamente lo corrió del hospital. En algún momento dedujo que estaba alargando sus pláticas para permanecer y terminó por aplicarle la ley del hielo hasta que se fuera a descansar.
Salió del lugar con las manos en las bolsas de su jogger y se encaminó a la parada del autobús que quedaba justo al final del estacionamiento.
Pensaba en la inminente deuda que se iba a cargar con la estadía de Sayuri en el hospital y trató de sacar cuentas en su mente de cuanto tardaría en pagarle a Thiago. Porque si algo era obvio, sería que su amigo pagaría así él no se lo pidiera. Sayuri era su ahijada y la adoraba.
Levantó la mirada y parpadeó varias veces al notar un cuerpo recostado sobre el cofre de un auto deportivo color rojo. Tenía los brazos cruzados, unos lentes negros sobre los ojos y parecía estar tomando el sol como si se encontrara en medio de una playa.
Frunció el entrecejo y empuñó las manos con fuerza. Sabía que su prima no había llegado en taxi.
—¿Esperas a Sorine? —le preguntó deteniéndose frente al auto.
El chico se sobresaltó a tal grado que brincó al incorporarse provocando que los lentes se resbalaran un poco dejando entrever sus ojos grises.
—Ah... No, a mi jefe, de hecho —contestó Naím quitándose los lentes y poniéndolos en el cuello de su polo evitando mirarlo a toda costa.
Izan hizo un sonido de ironía y cruzó sus brazos.
—A tu jefe —repitió con sarcasmo y Naím asintió—. ¿De casualidad tu jefe tiene ojos avellanas, cabello negro y un humor tan voluble como el clima?
El chico abrió y cerró la boca varias veces mientras lo veía con sorpresa e Izan arqueó una ceja retándolo a negar la descripción. Finalmente dejó caer los hombros.
—¿Te dijo?
Izan negó mientras lo veía con ojos entrecerrados.
—La próxima vez no se griten intimidades en medio de un pasillo de hospital.
Naím se tensó y bajó la mirada avergonzado.
—Anotado —masculló descendiendo del cofre de un salto.
El castaño negó varias veces y suspiró de manera audible, Naím lo vio unos momentos y se quitó los lentes de la polo para abrir y cerrarlos en un ademán de nerviosismo.
—Sé que no te di la mejor de las impresiones, usando a Sayuri para conseguir teléfonos y todo eso —masculló y exhaló aire con fuerza—. Pero yo jamás le haría daño a Paige, jamás —concluyó con firmeza.
Izan ladeó la cabeza al notar que el chico estaba apretando con fuerza las varillas de los lentes, parecía temblar.
—No puede ocultar lo que son, he visto demandas de eso y ella... —El chico cerró los ojos—. Debería demandar, no importa si ya pasó, si las marcas no se han borrado...
—¿Marcas? —preguntó Izan en un hilo de voz.
Naím abrió los ojos y lo vio extrañado.
—¿No sabes? Ella dijo que tú y Thiago la ayudaron a escapar... Que lo hicieron por eso.
El castaño suspiró y puso los dedos en el puente de su nariz.
—¿Dónde conociste a Paige? —preguntó cerrando los ojos unos momentos antes de ver al chico recargarse sobre su auto.
—En un antro —musitó el chico e Izan lo vio con enojo—. No me mires así, ella ya estaba ahí cuando llegué —alegó levantando ambas manos a la altura de su pecho.
El chico negó y pasó una mano por su cabello. Con razón su prima no mencionó que hizo la semana anterior a la llegada a su departamento.
—Sé que estuvo mal, que cuando noté que era... —Naím revolvió su cabello—. Virgen, debí detenerla.
Izan suspiró y se recargó a un lado del chico que veía hacia la nada con un gesto lleno de culpa.
—Pero dijo que prefería que su primera vez fuera con alguien que la trataba como ser humano y no como artefacto —concluyó en voz baja.
El castaño sacó su celular y observó la hora.
—Esa vez no vi las marcas, fue hasta... Ayer.
Izan asintió y tensó la mandíbula.
—No sabía que tenía marcas, el maldito la maltrataba de forma verbal frente a nosotros.
—¿Por qué no hicieron algo? —gruñó el chico a su lado.
El castaño pasó una mano por su cabello y se rascó la cabeza. De nuevo preguntas que no quería o podía responder.
—Tiene demasiado poder, Thiago lo intentó pero Paige empezó a hacer comentarios de que un día su cuerpo iba a aparecer en el mar.
Naím bufó.
—¿Su familia?
Izan negó.
—Prácticamente la vendieron, soy el único que le queda y tengo las manos atadas.
El chico a su lado asintió.
—¿Es verdad que lo terminó? Solo necesito saber qué tan mal se va a poner.
El castaño lo miró extrañado.
—¿No piensas dejarla?
Naím arqueó una ceja.
—Estoy afuera de un hospital dejando que el sol me queme hasta que ella aparezca por ese estacionamiento, sin importarme que tenga clases y a un jefe enfadado llamando a cada rato... ¿Tú qué crees? —ironizó.
Se sostuvieron la mirada en silencio por un tiempo antes de que Izan negara.
—Se va a poner mal... Creo que mal ni siquiera llega a describir cómo será.
Naím asintió una vez antes de cruzar los brazos.
—Algo así me imaginé —espetó sin un gramo de miedo.
E Izan reiteró que el amigo de Sorine era todo un caso.
Cuando cerró la puerta de su departamento, Izan se dio cuenta que pasó dos horas de más en el hospital. Entre la plática con Thiago y Naím —a quien le pidió que no le dijera a su prima que hablaron—, se le fue el tiempo como arena entre las manos.
Aún así, se sintió con el deber de avisarle a Sorine que ya estaba en el departamento, para que no se preocupara de más.
"Ya estoy en casa, regresaré al hospital a las ocho" le escribió antes de suspirar y encaminarse a su recámara para tomar ropa e irse a bañar.
Pero casi al llegar a la puerta, su celular tintineó así que se detuvo y leyó.
"Estoy en la escuela, tal vez llegue antes al hospital"
Frunció el entrecejo y endureció la mandíbula. Le había pedido que descansara no que anduviera por ahí como si nada. Exhaló aire con fuerza antes de lanzar el celular a su cama para sacar unos jeans y una playera gris de su clóset.
Esa mujer no era precavida, siempre se exigía más de lo que podía dar y no le importaba sacrificarse por los demás.
Recargó la frente en el marco de su clóset y suspiró con fuerza. Sorine ni siquiera había pensado en los pormenores de besarse y dar pie a una relación con una persona tan inestable como él. Le entregaba todo de ella y eso lo estaba poniendo en alerta. Era como su versión femenina, la que fue con su ex: dando todo sin esperar nada a cambio aún sabiendo que todo podía terminar en fracaso.
Se despegó del marco y fijó la mirada en su celular, deberia ponerle fin a eso, aún no tenían un título oficial.
Caminó hasta su cama y tomó el aparato, comenzó a escribir a gran velocidad y leyó antes de enviarlo.
"Descansa, no tienes que regresar al hospital, mañana hablamos" puso el dedo sobre enviar y se quedó así por unos segundos, luego elevó la mirada y vio sobre la cama, cerca de la cabecera, el traje que Macy le hizo a su hija por petición de Sorine.
«¿Qué estoy haciendo?» se volvió a preguntar.
Pasó una mano por su cabello con frustración y bufó con fuerza antes de borrar el mensaje para escribir otro en su lugar.
"¿No has dormido? No deberías manejar así"
Se imaginó a la chica bostezando mientras manejaba, sus ojos pesados ante la falta de descanso y luego recordó el funeral de los papás de su mejor amigo.
Sintió una opresión en el pecho y con el latido de su corazón resonando en su cabeza, mandó otro mensaje.
"Puedes venir a dormir aquí y nos regresamos juntos al hospital"
Dejó el celular sobre la cama antes de cerrar los ojos y dejar aire escapar por la boca de manera muy lenta. Sorine lo hacía sentir de mil maneras que no terminaba de asimilar, pero la que destacaba era incertidumbre.
Nada era seguro con la chica, ni siquiera su estabilidad emocional.
Tomó su ropa y se metió a bañar pensando en lo que acababa de proponer. No había pensado dormir, de hecho, planeaba avanzar para terminar el módulo de su carrera. Esperaba que la castaña se negara, deseó con todo su corazón que lo hiciera.
Una vez que terminó, se vistió y caminó a su recámara para tomar de nuevo su celular, y al desbloquearlo encontró justo la respuesta que su mente odiaba pero que hizo a su corazón brincar.
"Gracias, voy para allá"
—Demonios —masculló dejando el celular en la cama antes de frotar su rostro con desesperación.
Se mente y corazón deberían de ponerse de acuerdo antes de dejarlo actuar.
Para cuando Sorine llegó, el sillón ya estaba extendido frente a la televisión. Había puesto una frazada gruesa y dos almohadas; aunque por un momento pensó en solo poner una para darle entender a la castaña que él se encerraría en su habitación.
Pero no pudo, el solo recordar los ojos de la chica antes de cerrar la puerta del auto lo detuvo de actuar como su mente le exigía. No estaba listo para una relación, tal vez nunca lo estaría. Sin embargo, cuando Sorine entró, toda esa negatividad se desvaneció como por arte de magia. La chica había llevado hamburguesas y se las enseñó con una enorme sonrisa.
—Supuse que no habías comido —le dijo mientras dejaba la bolsa con comida sobre la mesa.
Izan negó mientras cerraba y empuñó con fuerza la manija antes de voltear. Tenía que acabarlo, se lo dijo antes, no quería arruinarlo así ella estuviera dispuesta a luchar.
Abrió la boca pero cuando volteó, perdió la voz.
—¿Qué sucede? —preguntó preocupada.
El castaño bajó la mirada y negó antes de verla de nuevo obligándose a sonreír.
—Nada, te ves fresca como lechuga —bromeó.
Sorine le regresó el gesto y se encogió de hombros.
—Al inicio de la carrera me pasaba las madrugadas perfeccionando mis maquetas, pasé mucho tiempo sin dormir —le contó sacando las hamburguesas antes de caminar al sillón y subirse en él.
Le extendió su alimento y él suspiró ligeramente para después sentarse a su lado y tomar lo ofrecido.
—Thiago dice que la falta de sueño provoca enfermedades —masculló.
Sorine asintió.
—Trevor me advirtió de lo mismo; pero si tú no le dices a mi hermano yo no le digo a tu amigo —alegó con un guiño.
Izan rio ligeramente y extendió su mano.
—Trato.
Sorine la tomó con una enorme sonrisa antes de depositar un beso en su mejilla y soltarlo para abrir su hamburguesa. El chico parpadeó varias veces no esperando eso, pero su corazón se estremeció ante el acto y él aclaró su garganta mientras imitaba a la chica con su hamburguesa.
Comieron en silencio mientras veían la serie que aquella vez dejaron inconclusa. Para cuándo cada quien terminó con su alimento, la chica levantó la basura —ignorando su petición a que no lo hiciera— y regresó a ver la serie a su lado, sin embargo, mantuvo su distancia.
Thiago le mandó mensaje contándole que apenas había subido y le pidió que llegara más tarde pues Sayuri se había dormido.
—Me encontré a Naím —susurró el chico apagando la pantalla de su celular para dejarlo en el suelo a un lado.
Sorine desvió su atención de la pantalla para verlo con sorpresa.
—¿Le dijiste?
El chico asintió y cruzó los brazos antes de encogerse de hombros.
—Algo así.
Ella dobló sus rodillas y recargó la cabeza en ellas.
—Estaban juntos, ¿verdad?
El castaño asintió y pasó una mano por su cabello antes de resbalar por el sillón para acostarse.
—No tiene intenciones de alejarse, me lo dejó muy claro —susurró preocupado.
—Eso es nuevo —masculló Sorine frunciendo el ceño.
Izan dejó el brazo sobre su frente y vio al techo.
—Temo que lo esté haciendo por las razones equivocadas —replicó.
La chica lo vio confundida.
—¿Cómo qué?
Él tensó un poco la mandíbula.
—Lástima, sentirse el héroe... No sé, algo que no sea lo que mi prima cree querer.
La castaña miró la pantalla, pero en realidad no puso atención a lo que pasaba.
—¿Crees que no sabe lo que quiere?
—Creo que quiere escapar de su realidad.
Sorine rio un poco y lo vio con la cabeza ladeada.
—Todos queremos eso de vez en cuando y no tiene nada de malo.
Izan le sostuvo la mirada.
—¿Tú sabes lo que quieres?
La chica abrió un poco los ojos con sorpresa antes de mirarlo con gentileza.
—Claro, quiero acabar mi carrera y ser un orgullo para mi papá y hermano. —Izan desvió la mirada al techo y Sorine mordió su labio antes de recostarse y apoyar la cabeza sobre su pecho; lo sintió tensarse y pudo escuchar como el corazón del chico comenzó a acelerar los latidos, sonrió un poco—. También quiero ganarme tu confianza, ver a Sayuri crecer —susurró con un nudo en la garganta.
El castaño bajó la mirada y enfrentó esos orbes verdes que lo veían de una manera tan especial que lo empujaban a olvidar todos sus temores. Le hacían creer que todo era posible incluso el volver a enamorarse.
Bajó el brazo y lo puso alrededor del hombro de la chica, ella acomodó de nuevo la cabeza para ver la TV e Izan suspiró.
—Soy el peor partido de la historia, créeme —masculló. Sorine volvió a girar la cabeza para observarlo y el chico tomó un mechón de cabello en su mano—. No es solo Sayuri, hay muchas cosas... Situaciones de mi vida que no son fáciles —susurró evitando su mirada—. Arrastré a Thiago y Paige, no quiero hacértelo a ti.
Sorine se incorporó pero sin dejar de verlo.
—No me estás arrastrando, nadie me ha obligado a nada... ¿Recuerdas quién propuso el trato?
Izan bajó la mirada.
—Sí pero...
Ella puso su mano sobre la boca del chico evitando que tomara responsabilidad de algo que no inició.
—Yo decidí, y he decidido quedarme... Sé que tienes un pasado —titubeó y suspiró mientras bajaba la mano al pecho de Izan—. Siempre lo he sabido, crees que no me doy cuenta de que tienes miedo de algo, que eres precavido... Noto cuando miras a la nada perdido en tus recuerdos... Todo eso lo sé.
Izan se impulsó con las manos hacia arriba para incorporarse provocando que Sorine retirara su mano.
—¿Entonces por qué sigues aquí?
Ojos verdes lo miraron con lágrimas en sus ojos y él puso una mano en su mejilla antes de juntar sus frentes.
—Porque no quiero alejarme, siento algo muy especial por ti y Sayuri —confesó en voz muy baja con un nudo en la garganta—. No tienes que estar conmigo, podemos fingir que nada ha pasado, solo no me apartes...
Izan bajó el rostro e interrumpió el discurso de la chica besándola de manera muy lenta y tierna. Sorine cerró los ojos y trató de controlar sus sentimientos que se estaban desbordando sin que ella entendiera porqué.
—Perdón, no quise hacerte sentir mal —susurró Izan sobre sus labios, tragó pesado y la abrazó antes de besar su cabello, sintió a Sorine estremecerse y suspiró—. Eres la única persona con la que no quiero fingir —le confesó en voz casi inaudible.
Sorine escondió el rostro en su pecho y asintió una vez antes de permitir que Izan la guiara de regreso al sillón donde se recostaron abrazados y el castaño regresó el capítulo para que vieran todo lo que se perdieron al hablar.
Miraron la serie en silencio, pero Izan realmente no estaba poniendo atención a la trama. Por su mente pasaba cuántas veces estuvo así con otra persona que a cada rato le decía lo aburrida que estaba y que quería salir.
Su ex nunca fue capaz de disfrutar del silencio, odiaba que leyera, que viera películas o que solo quisiera pasar tiempo a solas con ella. Menos cuando de seducirlo se trataba.
La chica en sus brazos era totalmente contraria a su ex. Lo hacía sentir especial solo por ser quien era y no por el apellido que lo respaldaba.
—¿Quieres intentarlo? —susurró en voz muy baja.
Sorine no dijo nada, de hecho, llegó a pensar que se había quedado dormida. Pero de pronto la sintió mover su mano y colocarla sobre su corazón que latía desbocado.
—Sí.
Una palabra sencilla que dio inicio a la nueva etapa en sus vidas.
Las cuarenta y ocho horas que Sayuri permaneció en observación fueron repartidas entre seis personas. Izan no puso mucha oposición cuando Naím y Macy se ofrecieron a quedarse unas horas para que él y Sorine se fueran a descansar.
Lo curioso del asunto fue que Thiago se quedó con Macy en la noche que la chica permaneció con su hija. Una actitud que el castaño no lograba comprender aún con lo poco que su amigo le había contado que descubrió de la chica.
Así que la última noche que permaneció Sayuri en el hospital, mientras Sorine se despedía de Macy y amenazaba a Trevor por algo, decidió salir de dudas.
—¿Hay algo que me perdí entre tú y Macy? —le preguntó en voz baja.
El inglés lo miró contrariado y frunció el ceño.
—¿Qué te hace creer eso?
Izan se encogió de hombros y metió las manos a las bolsas de sus jeans.
—La evitabas como si fuera la peste y desconfiabas de ella... Ahora hasta te ofreces a quedarte.
Thiago asintió entendiendo.
—Eso no ha cambiado, no del todo; pero Paige ya se quedó y el otro chico le hizo compañía, tú y Sorine han estado aquí doce horas así que es lógico que yo me quede —dijo restándole importancia al asunto.
El castaño bajó la mirada.
—Hay algo que necesito decirte sobre Pai... Es grave y no sabía cómo decirte por, ya sabes...
El inglés cruzó los brazos y suspiró.
—Hay que ser ciego para no notar que se trae algo con el chico ese —masculló y se encogió de hombros—. Y no, no estoy dolido ni nada por el estilo, Pai merece ser feliz.
Izan asintió.
—Todos lo merecemos, Sorine siempre dice eso.
La mencionada comenzó a caminar hacia ellos y Thiago le dio dos palmadas en la espalda.
—Y tiene razón, solo que algunos no estamos listos para aceptarlo —murmuró antes de darle una mirada significativa y encaminarse con la pelinegra que alegaba algo con el alto doctor.
Sorine lo vio con una pequeña sonrisa y le entregó las llaves del auto de Macy.
—¿Pizza o casera?
Izan suspiró y entrelazó sus manos.
—Lo que quieras está bien para mí.
Y de esa manera salieron del hospital para pasar juntos las cinco horas que les tocaba "descansar".
Jamás había visto una cuenta tan larga. Solo veía números y números sobre las hojas blancas y aún no llegaba al total: Medicinas, muchas, la estadía, los honorarios; todo sumaba y sumaba y ya se imaginaba que tardaría años en pagarle a Thiago.
Apoyó el codo sobre el escritorio de la estación de enfermería y enredó una mano en su cabello mientras leía. A lo lejos podía escuchar a todos con su hija, la hacían reír o platicaban entre ellos.
—¿Es la cuenta? —preguntó de pronto su amigo.
Izan asintió con pesadez. La cuenta incluía los medicamentos que usaría en casa, eso fue algo que agradeció de cierta manera, pues ya no tendría que vagar por varias farmacias.
—Demonios, hay otra hoja —susurró el castaño sintiéndose agobiado.
El inglés se quedó a su lado pero ambos abrieron los ojos con sorpresa al ver el número final de la cuenta.
—Espera... Esto...
Izan regresó al inicio de la cuenta y luego al final, la cuenta no cuadraba, no lo hacía ni por error.
Thiago jaló un poco las hojas para que éstas quedarán en medio de ellos y leyó las últimas líneas.
—Fundación Abrahamsen... ¿Qué es eso? —preguntó el inglés leyendo que la mencionada asociación había absorbido el noventa y cinco por ciento del total.
—No sé... Oiga, disculpe, tengo una duda —le dijo Izan a una de las enfermeras que pasó.
La mujer se acercó y el chico le señaló la anotación.
—¿Qué es? No recuerdo haber firmado nada que...
La mujer leyó y asintió.
—Si me acompaña, el doctor Kaspersen le puede explicar mejor —alegó tomando las hojas antes de salir de la estación para esperarlo en la intersección de uno de los pasillos.
Izan miró a Thiago unos momentos y siguió a la mujer por varios pasillos hasta llegar a lo que parecía ser una cafetería privada del personal. La dama le hizo una señal al hermano de Sorine quien frunció el ceño antes de decirle algo a la doctora Mikkelsen para acercarse a ellos.
—Doctor, aquí preguntan por la asociación —dijo la enfermera entregando la cuenta de Sayuri.
Trevor asintió.
—Gracias, Hanne, yo me encargo.
La enfermera se despidió y los dejó solos.
Trevor se aclaró la garganta antes de darle la mirada más severa que había recibido en su vida.
—Los Abrahamsen son personas que apoyan a familias de recursos limitados con casos especiales, Sayuri fue candidata desde que puso un pie en el hospital.
Izan frunció el ceño.
—Yo no firmé nada, ¿que no se suele pedir el apoyo por medio de una carta o algo?
El doctor bufó, parecía estarse controlando.
—Usualmente se hace así... Pero hay casos en los que los doctores meten la petición —contestó entregando la cuenta—. Y no, no fui yo, fue la doctora Mikkelsen quien lo hizo.
Izan suspiró aliviado, no quería creer que Sorine tuvo algo que ver, ya había hecho mucho por ellos. Asintió y tras darle las gracias, se dirigió a la salida temiendo por su vida. El hombre literalmente lo odiaba.
—Mocoso. —Izan se detuvo de golpe y frunció el ceño antes de voltear, Trevor había cruzado los brazos y lo veía de manera desafiante—. Lo hicimos por Sayuri, tú no me agradas y te quiero lejos de mi hermana.
El castaño arqueó una ceja con sorpresa antes de bajar la mirada a las hojas en sus manos. Luego endureció la mandíbula y enfrentó esa mirada que si bien pudiera, lo enterraria.
—Agradezco lo que hizo por mi hija —dijo con firmeza y sinceridad—. Pero con respecto a Sorine, la que tomará la decisión de alejarse o quedarse será ella, y yo estoy dispuesto a apoyarla y defender lo que quiera.
Trevor lo vio con sorpresa antes de regresar el gesto de dureza e Izan le dio la espalda para regresar con su familia. Sintió un brinco en el corazón cuando se dio cuenta que pensó en Sorine como familia, pero a la vez, experimentó una sensación de plenitud ante la idea de que podía serlo si el tiempo era generoso con ellos.
Tenía derecho a ser feliz, era tiempo de creer que podía ser así.
Sayuri mejoró en cuestión de días, aunque al principio le daba miedo salir y que recayera; al pasar tres días en casa, Sorine lo convenció de que su hija necesitaba del aire fresco y que nada pasaría.
Así fue como esa tarde se encontró caminando con su hija en dirección a la escuela de Sorine para darle una sorpresa. Se sentía como de dieciséis años tratando de impresionar a la chica que no hacía más que alegrarle los días.
Ese poco tiempo que llevaban siendo pareja, pasaban las tardes jugando con Sayuri, ayudándola a caminar y viendo televisión cuando la pequeña dormía. Definitivamente fue un plus cuando la castaña tuvo de regreso su auto, pues nadie tenía que pasar por ella. Así que ya no habían interrupciones en esas intensas sesiones de besos que por momentos se daban en el departamento.
Aún no le contaba nada a Thiago y Paige, aunque el primero comenzaba a sospechar y su prima... Bueno, estaba tan metida en ese mundo que Naím le regalaba que no le sorprendía que ignorara lo que pasaba a su alrededor. A veces tenía miedo de que la realidad los golpeara de manera inesperada.
Cerca de la universidad había un parque que solo contaba con jardines y estructuras abstractas, era ideal para caminar y matar la hora que a Sorine le restaba de clase así que con Sayuri en su carreola —a la que ya le había quitado la silla de viaje— caminaron alrededor. Él mencionaba algún dato curioso de una estructura y su hija balbuceaba como si en realidad le entendiera.
—Y esta parece ser un elefante estilo Dumbo, solo le falta ser rosa... Algún día te pondré esa película, cuando estés más grande —le dijo señalando lo que tenía enfrente mientras se mantenía en cuclillas a un lado de la carreola de su hija. Le gustaba hablarle cara a cara.
Sayuri balbuceó algo que lo hizo reír y negar antes de incorporarse, puso una mano en la carreola y miró la hora en el reloj de su celular. Sorine estaba por salir de su última clase.
Con ese pensamiento en mente, guardó el aparato en sus jeans pensando que era hora de sorprender a la castaña.
—¿Ethan?
El tiempo se detuvo, sintió su estómago revolverse y el aire abandonar sus pulmones de manera brusca. Incluso los sonidos del ambiente parecieron desaparecer con su voz.
No quería voltear, debía estar soñando, no podía ser.
Sin embargo, su cuerpo se negó a obedecerlo y se giró casi en cámara lenta para encontrarse con esos ojos que por mucho tiempo le robaron el aliento. Estaba igualita, con el cabello rubio, el cuerpo delgado, la aparente inocencia grabada en su rostro y el azul que lo atraía de manera hipnótica.
Se miraron en silencio con solo los balbuceos de Sayuri resonando, e Izan tragó pesado antes de poder emitir el nombre que había quedado vetado desde esa mañana en la que abandonó a su hija en las puertas de un orfanato.
—Lara.
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