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Capítulo 15

Nunca se le había hecho tan largo el trayecto al hospital. Cada semáforo parecía durar horas en vez de minutos y no dejaba de mover su pierna con desesperación. Macy no dijo nada, de hecho solo la veía antes de regresar la atención al camino.

Estaban a cinco calles y el semáforo no cambiaba de rojo a verde. Casi tenía ganas de bajarse para recorrer los últimos kilómetros a pie.

—¿Qué pasa? Cambia —masculló mientras veía su celular no sabiendo por qué esperaba que Trevor le dijera algo, cualquier cosa.

—Debe de estar con ella, por eso no te informa nada —dijo Macy sabiendo lo que esperaba.

—Debí darme cuenta que era algo más, dormía mucho... Pero no, obviamente mi mente estaba en otro lado —se reprochó cubriéndose el rostro con las manos.

—Sorine, no eres doctora, no por mucho que Trevor te enseñe lo vas a ser —alegó su amiga con firmeza mientras avanzaba recibiendo el paso.

La castaña subió las piernas al asiento y refugió el rostro entre ellas. Lo que Macy no sabía era que pasó demasiado tiempo distraída a causa de aquél beso que jamás debió pasar.

Sintió un pequeño tope y levantó la cabeza, finalmente estaban en el hospital.

—Me voy a estacionar en el área pública para que Thiago me imite.

Sorine asintió viendo por el retrovisor el auto negro del inglés.

Cuando finalmente se detuvieron, ella bajó y casi corrió hasta urgencias. Cuando entró al área de espera, encontró a Paige sentada sobre una de las sillas con piernas y brazos cruzados. Apenas la pelinegra la notó, se levantó.

—Solo lo dejaron pasar a él. —Casi le reclamó.

—Pai, solo puede pasar un familiar, deben ser políticas del hospital. —Escuchó a Thiago explicar detrás de ella.

Sin embargo, la mirada de la castaña estaba clavada en la pelirroja que hablaba con una enfermera. No dijo nada, solo caminó a la mujer dejando atrás a los demás.

—Karan —la llamó y la mencionada volteó antes de darle más indicaciones a la enfermera para prestarle toda su atención—. ¿Y Trevor? Necesito...

La mujer asintió y le hizo un ademán con la cabeza para que la siguiera, Sorine volteó a ver a los demás y Macy articuló "ve" mientras los otros dos la miraban con seriedad.

Les dio la espalda y siguió a la amiga de su hermano.

—Llegaron hace veinte minutos, la pequeña trae una fiebre de treinta y nueve —le explicó Karan y Sorine sintió un tirón en el pecho.

—Dios —susurró sintiendo como su estómago caía al suelo.

—El chico es demasiado joven, casi tuvimos que llamar a seguridad porque no quería dejar a la bebé.

Sorine mordió su labio inferior sabiendo que Izan debería estar más asustado que ella. Sayuri era su vida entera.

Karan la guió hasta la parte de cuidados intensivos y sacó su celular cuando este timbro. Se detuvo frente a unas puertas de color rosa y leyó.

—Está adentro, debo ir a ver a otro paciente.

La chica asintió y tras mascullar—: Gracias. —Entró por las puertas.

La escena que la recibió le apretujó el corazón de una manera que jamás había experimentado: Izan tenía una mano apoyada sobre el vidrio por el que podía ver a Sayuri ser atendida, sus ojos estaban brillosos como si estuviera conteniendo lágrimas y su rostro estaba repleto de miedo.

Cuando la puerta tronó un poco detrás de ella, el chico giró la cabeza en su dirección, no supo distinguir la emoción que invadió esos orbes ambarinos, pero Izan bajó la mano y dio un paso atrás mientras la veía.

—Izan —susurró acercándose.

El castaño negó varias veces.

—No sé qué pasó, estaba mejor y de pronto respiraba rápido y lloraba como si algo le doliera, sus labios se pusieron azules y... —El chico atropellaba las palabras mientras veía al suelo—. Le di el medicamento que me dieron, juro que lo hice —finalizó en tono angustiante.

Pudo notar el ligero temblor en las manos de Izan y como su voz se quebraba cada vez más mientras le contaba lo que los había llevado al hospital.

Entonces alguien abrió la puerta detrás de él y el castaño volteó a gran velocidad. Un hombre alto de cabellera negra con ojos marrones salió de la sala donde estaba Sayuri con unos papeles en mano.

—¿Moore Izan? —preguntó mientras Sorine se paraba detrás del chico y este asentía—. Sayuri tiene neumonía. —Se escuchó como el castaño jadeó y Trevor sintió algo de lástima cuando su rostro perdió color—. La fiebre subió a treinta y nueve, estamos tratando de controlarla.

Las manos de Izan se tornaron blancas por la fuerza con que las apretaba, así que Sorine puso una mano en su brazo y el chico la vio unos segundos antes de regresar la mirada al hombre que asomaba en las fotos de la castaña.

Trevor frunció un poco el ceño cuando vio a su hermana pero rápidamente retomó la compostura.

—Estamos administrando antibióticos por vía intravenosa y con eso esperamos controlar la situación —finalizó.

Izan asintió varias veces.

—Gracias —susurró con la voz ligeramente ahogada.

Trevor movió la cabeza de manera afirmativa antes de ver a su hermana y regresar a la sala con la hija del que acababa de apodar en su mente como "mocoso".

El chico suspiró de manera audible y se mantuvo inerte por lo que Sorine con mucho cuidado lo giró, al ver su rostro sintió que el corazón se le detuvo: Tenía unas cuantas lágrimas en sus mejillas y el rostro lleno de culpa y derrota.

No se pudo contener, ni siquiera lo pensó, solo lo abrazó con fuerza tratando de transmitirle algo de esperanza.

Izan se tensó sintiendo el cuerpo de la castaña, pero tras unos segundos, puso sus brazos alrededor de ella y escondió el rostro en el cuello de la chica. Tenía pánico, estaba desesperado y no sabía cómo ayudar a su pequeña.

Apretó más fuerte a la castaña en sus brazos cuando las lágrimas salieron a más velocidad y su cuerpo se estremeció ante el profundo sentimiento de agobio.

—Tranquilo, estará bien —susurró ella en su oído.

E Izan se refugió en esas palabras no sabiendo porqué le creía así todo le dijera que nada lo estaría.

Sintió la ausencia de la castaña más que nunca cuando se quedó solo en el área de espera de terapia intensiva. Dos enfermeras rodeaban a su hija: una la mimaba mientras otra inyectaba medicamento en la intravenosa.

Desde dónde estaba sentado podía observar a Sayuri, odiaba ver los tubos y mascarilla sobre su pequeña. De hecho, se sentía tan desesperado que estuvo tentado a llamar a Sídney para pedir ayuda. Pero Sorine le aseguró que estaban en el mejor hospital.

Claro, ignoró todo a su alrededor viendo a su hija así. Incluso cuando cierto hombre los recibió, no le dio atención de más.

Recargó la cabeza en la pared detrás de él y vio al techo moviendo una de sus piernas arriba y abajo mientras mantenía los brazos cruzados. Había jurado en su mente que si el hombre curaba a su hija, sería sincero y admitiría que besó a su novia así tuviera que pagar las consecuencias.

No tenía cabeza para nada más, ni siquiera para responder los mensajes y llamadas de Thiago. Razón por la que Sorine lo dejó para ir a calmar a su amigo y prima.

Se inclinó hacia el frente y enredó ambas manos en su cabello. Sentía fuertes tirones en su pecho y el estómago tan revuelto que por momentos sentía dolor y ganas de vomitar. Incluso había perdido la cuenta de las horas que llevaban ahí.

Escuchó una de las puertas dobles abrirse y vio a una mujer de cabello rojizo entrar. Su bata blanca indicaba que era una de las doctoras.

La mujer caminaba mientras tecleaba algo en su pantalla y finalmente se detuvo a unos pasos de él.

—¿Moore, cierto? —le preguntó guardando el celular a lo que el chico asintió—. Sorine me pidió que te avisara que en unos momentos sube, fue a la cafetería con tus amigos.

Izan empuñó las manos y asintió antes de levantarse y acercarse de nuevo al cristal por el que podía ver a Sayuri. Su hija estaba dormida pero su diminuto pecho subía y bajaba a gran velocidad. Entonces notó por el reflejo a la mujer detenerse detrás de él.

—Es fuerte, va a salir adelante —le dijo con seguridad.

Él no apartó la vista de su pequeña pero asintió ligeramente, la mujer leyó unos documentos en sus manos.

—Te dejo, debo ir con el doctor Kaspersen —masculló antes de darse la vuelta.

Aquello ocasionó un brinco en su pecho y un ligero jadeo.

Doctor Kaspersen... ¿hablaría del hombre que...?

¡¿Estaba casada?!

—¿Izan? —Volteó y encontró a Sorine con un café en su mano, no pudo evitar fijar la mirada ahí buscando algún anillo que hubiera pasado por alto—. ¿No te han dicho algo?

Parpadeó varias veces antes de negar y regresar la mirada a su hija. Esa situación podía ir en dos direcciones totalmente contrarias pero en ese momento necesitaba concentrarse en su bebé.

—Te traje esto —masculló la castaña poniéndose a su lado y ofreciendo el envase lleno de café—. Paige lo preparó.

—Gracias —murmuró tomando la bebida y evitando a toda costa tocar la mano de la chica, observó a Sayuri mientras la enfermera le acomodaba su almohada—. Jamás se había enfermado —susurró.

Sorine también miró a la bebé sintiendo la impotencia de no poder hacer más.

—Tal vez por eso se agravó así... Pero estoy segura que estará bien, ya lo verás.

Izan no dijo nada, solo se limitó a observar cómo el pecho de su hija subía y bajaba. Si no mejoraba llamaría a Sídney para transferirla así la perdiera en el proceso.

Prefería ver a su hija sana y con otra familia que mantenerla a su lado enferma y sin poderle dar lo que necesitaba.

Sintió como alguien la movió y abrió lo ojos con suma lentitud. Giró un poco la cabeza y encontró el rostro de su hermano con una mueca de desagrado.

—Trevor —dijo bostezando y mirando su reloj, eran las diez de la noche—. ¿Qué pasa?

—Deberías estar en casa durmiendo —espetó el mencionado irguiéndose.

Sacudió un poco la cabeza y fue cuando sintió su cabello atrapado, giró un poco y sintió el sonrojo subir a sus mejillas al darse cuenta que había estado recostada sobre el pecho del castaño. Levantó la mirada y encontró que afortunadamente estaba profundamente dormido, así que con sumo cuidado se incorporó y estiró tratando de actuar con normalidad.

—No quería dejar solo a Izan —explicó y recibió una mirada reprobatoria—. Ni a Sayuri —completó levantándose.

—Sí, ya me di cuenta cuánto te preocupas por ellos —masculló cruzando los brazos y viendo al castaño con dureza.

Sorine se estremeció y abrazó a sí misma.

—Trevor...

—Ni siquiera te esfuerces en negarlo, te conozco mejor que nadie —espetó—. ¿Sabes en lo que te estás metiendo? No es como cuidar a un niño por unas horas, este mocoso debe estar siempre al pendiente de su hija.

Sorine frunció el ceño.

—No es mocoso —refunfuñó.

—Literalmente es un crío —rugió su hermano tomándola del brazo y alejándola un poco—. Estás a media carrera, no quiero que te involucres...

—Ya lo estoy —lo interrumpió ella con desesperación poniendo las manos sobre su rostro—. No sabes lo que siento cada que veo a Sayuri conectada, la impotencia de no poder ayudar o hacer más.

Escuchó a su hermano suspirar y sintió cómo la tomó de los hombros.

—Monstruo, es mucha responsabilidad, no es como estar con un mujeriego como Naím, esto es otro nivel —explicó.

Sorine asintió varias veces y bajó las manos, su hermano la veía preocupado.

—Lo sé... Pero ya estoy muy involucrada, no me imagino lejos de ellos. —Su voz se quebró—. Ni siquiera sé cómo pasó —concluyó confundida sabiendo que podía sincerarse con su hermano.

Trevor la abrazó con fuerza y besó su cabeza.

—Ay, monstruo, ¿en qué te metiste?

Sorine escondió el rostro en el pecho de su hermano y trató de controlar los sollozos que había estado guardando.

Y a unos metros de ellos, ojos ambarinos los observaban no habiendo entendido nada de lo que hablaron pero sí sintiendo el corazón pesado al creer que efectivamente la castaña de ojos verdes era esposa del doctor que atendía a su hija.

Aunque la ausencia de anillo le hacía ruido, no quería pensar que eran otra cosa, así la decepción no lo tomaría por sorpresa.

Tal vez nunca debió involucrarse con la castaña de ojos verdes, probablemente no debió meterla a su vida. Pero, demonios, no se arrepentía ni lo haría así terminara por sacarla de su vida. Le había demostrado que no todas las mujeres eran frías y calculadoras como su ex.

Izan se pasó una mano por el cabello mientras cruzaba las puertas corredizas que llevaban a la sala de espera. Inmediatamente se levantaron Paige y Thiago que parecían haber estado enfrascados en una charla con Macy.

—¿Cómo está? ¡¿Por qué no contestas el maldito celular?! —exclamó su prima con enojo.

—Porque no tengo noticias nuevas, la situación sigue siendo la misma que Sorine les contó —le respondió con cansancio.

—¿La fiebre no ha cedido? —preguntó Thiago.

Izan dejó caer los hombros.

—Baja y sube, dice el doctor que vamos a estar así por lo menos doce horas, su cuerpo se está defendiendo del virus —les contó pasando una mano por su nuca.

—¿Cómo le pudo dar neumonía? Ni siquiera estuvo fuera o expuesta... No entiendo cómo... —exclamó Paige negando con la cabeza.

—Pudo agarrar la bacteria en el hospital del condado —la interrumpió Naím apareciendo de pronto y deteniéndose a un lado de Macy que se había levantado para escuchar—. Hola, nena —la saludó dejando un beso en la comisura de sus labios y recibiendo una mirada extrañada que ignoró mientras abrazaba a su amiga por los hombros—. Joen me dijo que seguían aquí.

Paige lo vio con ojos entrecerrados antes de abrazar a Thiago por la cintura. El inglés se tensó e Izan suspiró.

—Debí llevarla a un hospital privado, no sé en qué estaba pensando —masculló con arrepentimiento.

—Supongo que te vas a quedar —le dijo Paige.

Izan asintió varias veces.

—Sí, no le veo caso a que se queden ustedes... Tal vez alguno pueda convencer también a Sorine de irse, lo intenté pero...

Macy miró a Naím antes de ver al castaño.

—Me dijo que no se iba a mover de aquí hasta que la fiebre cediera —les comentó y le dio un codazo a su amigo—. Tal vez tú puedas convencerla.

Naím negó bajando el brazo captando la indirecta, quería que la soltara o lo pagaría muy caro.

—Es Sorine, ni Trevor la haría cambiar de opinión —ironizó.

Izan se tensó ante la mención del doctor pero trató de ocultarlo. Sin embargo, Macy ladeó la cabeza habiendo notado lo que pasó. El castaño sintió la intensa mirada de la amiga de Sorine y se aclaró la garganta antes de pasar una mano por su cabello.

—Deberían ir a descansar, cualquier cosa yo les digo —musitó.

Paige asintió y vio a Thiago.

—¿Me llevas? —El inglés aceptó inmediatamente y ella casi vio a Naím hacer girar los ojos—. ¿Necesitas algo? —le preguntó a Izan.

—No, yo les aviso cualquier eventualidad —susurró y vio a Macy—. ¿No puedes convencer a Sorine? Mañana tiene clases y no me gustaría...

La pelinegra negó.

—Dudo que pueda ir a la escuela con Sayuri hospitalizada... Lo que sí puedo hacer es conseguir algunas mantas, en la noche se siente mucho frío.

Izan suspiró.

—Solo a ella, yo estoy bien.

Macy se giró y vio a Naím.

—¿Me puedes llevar? Quiero dejarle el auto a Sorine por cualquier cosa.

El gesto del chico decayó.

—Vine con Joen, estamos en medio de un caso complicado y solo vino a ver a Trevor y Sorine —respondió con cierta culpa—. Pero seguro acepta llevarte, ya sabes cómo es...

La pelinegra hizo un ademán con la mano interrumpiendo su discurso.

—No, el bufete está del otro lado de Esbjerg Valley, mejor pido un Uber, no tengo problema con eso —intervino sacando su celular.

Naím negó y discutió un poco en voz baja con su amiga tratando de convencerla de que no tenían problema en llevarla, pero Macy estaba decidida a no desviarlos ni hacerles perder el tiempo en un viaje de cuarenta minutos.

Paige se sentó en la sala de espera y miró a la nada, acto que no pasó desapercibido por Izan y Thiago.

—¿Se puede quedar contigo? Tuvo un episodio antes de que Sayuri empeorara —musitó el castaño viendo a su prima con cierta preocupación.

El inglés asintió pero Izan notó que veía a Macy y Naím discutir.

—No hay problema —dijo finalmente y se acercó a los amigos peleando—. Puedo llevar a Dahl, vivo a unos pocos kilómetros de ahí —comentó.

Naím y Macy lo vieron con sorpresa y el chico de lentes hizo un ademán hacia Paige.

—Pai también...

—Me iré en taxi —exclamó la mencionada levantándose y sacudiendo inexistentes pelusas de sus jeans—. Aquí afuera hay y no necesito niñera, me iré al hotel —espetó viendo a Izan quien negó y bufó.

—Pai... —murmuró este pero la chica se dio la vuelta y caminó hacia uno de los pasillos con enojo dejando a su primo con la palabra en la boca.

Thiago frunció el ceño y cuando Izan quiso seguirla lo detuvo del brazo.

—Déjala, ya sabes cómo se pone, me aseguraré que llegue al hotel —dijo y el castaño suspiró cansado antes de aceptar—. Mejor regresa con Sayuri, estaremos en contacto.

El chico asintió y tras ver una última vez al pasillo a donde había huído su prima, regresó por las puertas corredizas.

Antes de cruzar escuchó a Naím decir algo y luego de reojo lo vio dirigirse al mismo pasillo al que la chica fue. Se pasó una mano por el cabello y le rogó al cielo para que no la hiciera enojar.

Sorine no sabía porqué la mujer de intendencia la odiaba. En verdad jamás la había tratado, pero ésta parecía detestarla solo por existir.

Así que cuando prácticamente la corrió para trapear, se limitó a morderse la lengua y salir sin rechistar. Y ahora se encontraba caminando hacia la cafetería esperando toparse a Izan para decirle que tenían que esperar quince minutos antes de regresar con Sayuri.

Afortunadamente, su hermano había estado revisando a la bebé cuando la sacaron, así que no se sentía tan ansiosa por haberla dejado.

Sacó su celular para escribirle el mensaje al chico cuando dos conocidas voces llamaron su atención.

Estaba por los baños, a la vuelta se encontraba la salida trasera del hospital y la cafetería. Así que se acercó con cuidado y se asomó por la esquina sintiendo curiosidad al escuchar a su mejor amigo tan alterado.

—Y ahí me tienes como estúpido tratando de llamarte —espetó Naím sosteniendo el brazo de la prima de Izan.

Sorine abrió los ojos con sorpresa entendiendo la referencia.

—Ay, por favor, ¿creíste que te daría mi número real? Eres un completo desconocido...

—Con el que te acostaste —rugió el chico en voz baja.

La castaña se apoyó en la pared haciendo la boca en forma de "o". ¿Qué habían hecho qué?

—Era algo de una noche, tú mismo dijiste que eras el capitán América...

—¿Y para qué me diste un número falso? Hubieras repetido esto que me estás diciendo...

Sorine bajó la mirada y mordió su labio inferior. Naím jamás había insistido con una chica, y menos se había molestado por recibir información falsa.

Se escucharon murmullos llenos de enojo y ella cruzó los brazos tratando de decidir si debía aparecer para que dejaran de discutir o si tenía que dejarlos arreglar sus asuntos. Negó una vez viendo el techo del hospital. Paige no tenía idea de lo mucho que su amigo estaba interesado en ella, tal vez no le importaba. En realidad no conocía a la chica para poder hacer un juicio justo.

Decidiendo que no debía entrometerse, se separó del muro para encaminarse de regreso con Sayuri cuando sintió un brinco en su corazón al ver a Izan acercarse a ella.

—Te estaba buscando, no me dejaron entrar al área de cuidado intensivo pero Macy te quería dar unas mantas...

Ladeó la cabeza cuando notó que Sorine lo veía con los ojos demasiado abiertos mientras pánico iba llenando su rostro.

—¿Qué suce...?

Y fue cuando identificó la molesta voz de Paige espetando palabras.

—Mira, capitán América, fue un acostón y ya, no hay nada...

Los ojos ambarinos del chico se abrieron en sobremanera y tras empuñar las manos dio grandes zancadas hacia donde seguramente estaba Paige discutiendo con cierto chico de ojos grises.

Salió a la intersección pero un fuerte agarre en su brazo lo hizo trastabillar y la castaña prácticamente lo regresó con un azote al muro donde ella había estado resguardada. Luego lo mantuvo ahí poniendo ambas manos sobre su pecho.

—No es nuestro asunto —musitó en voz baja.

Izan entrecerró los ojos.

—Sí lo es, no sabes en el lío que Paige se ha metido por... Por hacer...

—Y fue su decisión, el que salgas a gritarles de cosas no va a borrar lo que hicieron —explicó la castaña.

Se miraron en silencio por unos segundos. La chica era mucho más baja que él así que le era fácil verla a los ojos mientras inclinara la cabeza.

Sorine logró percibir el rápido latido del corazón de Izan bajo sus manos e inconscientemente empuñó una sobre la playera del chico y el recuerdo de la noche anterior les llegó ambos.

—Sa... ¿Sabes? Yo... —titubeó Sorine bajando la mirada sintiendo el sonrojo subir a sus mejillas.

Izan suspiró y pensó en lo mal que estaba todo eso por la situación, el lugar y la gente que los podía ver o escuchar.

—¿Sorine?

Ambos se tensaron y los ojos de la mencionada se abrieron con suma sorpresa antes de girarse.

—¡Trevor!

El doctor los veía con seriedad mientras Karan los miraba divertida.

—Ya terminaron, pueden regresar con Sayuri —dijo con voz neutra viendo a Izan.

El chico bajó la mirada avergonzado y Sorine asintió varias veces.

—Sí, gracias, ya vamos —murmuró ella de manera rápida antes de dar unos cuantos pasos. Luego se detuvo frunciendo el ceño y se dio la vuelta regresando para tomar la mano de Izan en la suya y prácticamente arrastrarlo lejos de donde seguro Naím y Paige seguían discutiendo.

—¡Monstruo! —exclamó Trevor pero Sorine hizo caso omiso y siguió avanzando.

Izan se negó a voltear; casi quiso arrancarse la mano o regresar de rodillas frente al doctor para rogarle perdón por lo que había hecho, sentía y permitía que Sorine hiciera con él.

Aunque se le hizo bastante extraño que un esposo llamara monstruo a su pareja... Tal vez... Solo tal vez había una esperanza después de todo.

Macy no mentía. Los pasillos del hospital eran exageradamente fríos. Esos sin contar las incómodas bancas de espera. Él no tenía problema, podía ver a su hija descansando, su pecho cada vez se ajustaba más a una respiración normal y eso le daba fuerzas para aguantar frío y dolor de espalda. Pero Sorine...

Giró de nuevo la cabeza para observar a la castaña que se movía a cada rato no encontrando una manera cómoda de dormir. Y pues no existía, ya que nadie podía descansar bien estando sentado.

Miró la hora en su celular notando que eran las dos de la mañana. Sorine suspiró y se incorporó con un bufido.

—No te acomodas —masculló Izan.

La chica se encogió de hombros y se cerró la frazada que Macy les dio antes de irse con Thiago.

—Nadie lo haría en estas sillas, deberían tener algo de consideración y poner unas acolchadas.

Izan le dio una diminuta sonrisa antes de ver de nuevo a su hija.

—Pudiste ir a descansar a tu casa —murmuró.

La escuchó suspirar y la vio de reojo levantarse.

—Habría estado en la misma situación, al menos aquí puedo ver a Sayuri... Se ve mejor, ¿no?

Él asintió.

—Es buen doctor —confesó con cansancio.

Sorine sonrió.

—Se esforzó mucho para lograr su lugar, estoy muy orgullosa de él —susurró apoyando la cabeza en el muro a un lado del vidrio por el que podían ver a Sayuri—. Cuando me cuenta a cuántos pequeños ha salvado, no puedo evitar sentir que mamá le ayuda.

El chico analizó esa última frase.

—¿Tu mamá...?

Sorine asintió antes de regresar a sentarse junto a él.

—Falleció en mi parto así que solo la conozco por foto, pero Trevor sí la recuerda bien, dice que era maravillosa —le contó emocionada.

—¿Es tu hermano? —preguntó en voz baja sintiendo su corazón latir con fuerza.

La chica giró la cabeza para verlo extrañada y asintió con lentitud.

El castaño sintió alivio llenarlo y una diminuta sonrisa se formó en su rostro así que bajó la mirada. Soltó un suspiro y pasó una mano por su cabello.

—¿Qué pensabas? —lo cuestionó ella en voz casi inaudible.

Él rio un poco antes de girar la cabeza al lado contrario al que estaba. Jamás lo admitiría, menos en voz alta.

—Nada, no pensé nada —respondió tajante.

Sorine bostezó y él la vio de reojo sintiéndose culpable por dejarla quedarse cuando no era su obligación.

—¿Por qué no te acuestas? Yo me puedo sentar en el suelo —susurró.

Sorine lo miró fijamente antes de que sus mejillas se tiñeran de color rojo.

—No, no te haría eso... Además, tú también debes descansar y sería injusto que solo yo lo hiciera —murmuró.

Izan se encogió de hombros.

—No importa, estoy bien.

La castaña se mordió el labio inferior y él desvió la mirada recordando que ese acto había sido parte de lo que lo empujó a besarla hacía ya casi veinticuatro horas.

Entonces sintió algo sobre su espalda y volteó sobresaltado. Sorine se negó a mirarlo, solo acomodó la frazada sobre los dos y se pegó mucho a él recostado la cabeza sobre su pecho. Izan parpadeó varias veces hasta que finalmente suspiró y pasó el brazo alrededor de los hombros de ella para que se pudiera acomodar mejor.

No dijeron nada, solo observaron a Sayuri respirar y aprovecharon la calidez y paz que la cercanía les regalaba.

—Izan —susurró una voz femenina mientras lo movía con delicadeza.

Abrió los ojos con lentitud y lo primero que notó fue el cabello rojizo y la bata blanca. Parpadeó unas cuantas veces hasta que su vista se ajustó. Era la doctora Mikkelsen, tenía una pequeña sonrisa sobre su rostro y lo veía con un dejo de ternura.

—La fiebre cedió —le informó en voz baja.

Izan entonces sí abrió los ojos y llevó la mirada a su pequeña que se encontraba sentada jugando con una pelota mientras una de las enfermeras la peinaba.

Sintió un profundo alivio y casi se levantó de la emoción, pero fue cuando sintió algo sobre sus piernas; bajó la mirada extrañado y encontró la cabeza de Sorine en ellas. Experimentó calor subir a su cabeza y miró avergonzado a la doctora que solo le dio otra sonrisa junto a un guiño.

—No le diré a Trevor, tiene un grave complejo de hermano mayor —masculló antes de incorporarse—. Pasaremos a Sayuri a piso para que puedas estar con ella.

El castaño asintió varias veces.

—Gracias... Muchas gracias —dijo con la voz ligeramente ahogada.

Karan le dio otra sonrisa antes de dirigirse a la puerta y entrar para revisar de nuevo a la hija del "mocoso", como Trevor le llamaba.

Izan cruzó la mirada con su hija y la pequeña le sonrió aún más. Él puso una mano en la espalda de Sorine y agradeció en silencio la existencia de la chica.

Porque definitivamente, la castaña era un ángel que estaba cambiando de manera drástica su vida.


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