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Capítulo 3: Gracias por nada

Bienvenido a Hater, ¿quieres saber qué ocurrió este fin de semana? Escuché de una de mis fuentes que Reign Miller se metió en una gran pelea. ¿Ya vieron el moretón en su pómulo? Nada le sale bien cuando hace una de sus fiestas y se mete con la novia de alguien, pobre. 


Mara

Normalmente no le daba muchas vueltas a mis metidas de pata.

Pasaba de largo y continuaba con mi vida sin darle importancia a los pequeños acontecimientos que me hacían cuestionarme mi existencia. Me burlaba de mi misma y me tomaba con gracia todo lo referencia a lo que había salido mal, pero perder una de mis notas de odio, eso sí me preocupaba.

El lunes, a la hora de mi última clase de ese día, me desplace por los pasillos hasta llegar al aula de mi clase de estadística financiera. Había sido un fin de semana ajetreado y me había costado pegar el ojo, mientras el bebé de pocos meses de mi hermana despertaba a todos durante la noche.

Supe que todos mis compañeros tendrían ojeras ese día, pero de una clase diferente a la mía, en el momento en el que un muy cansado Omar se detuvo a mi lado frente a la puerta del salón.

El grupo de la clase anterior aún no había salido, por lo que debíamos esperar.

Mi amigo llevaba unas grandes gafas de sol sobre sus ojos y sabía que debajo de estas, lo más seguro era que sus ojos estuviesen rodeados por un par de ojeras tremendas, imposibles de disimular.

—Se nota que estuvo divertido el fin de semana. —Hubo una nota de sarcasmo en mi voz.

A pesar de que había hablado bajo, Omar hizo una mueca de desagrado, como si las palabras se hubiesen escuchado demasiado alto para sus oídos.

—Basta, Mara. Es demasiado temprano para que comiences a gritar.

—Son las cuatro de la tarde —añadí, soltando un suspiro.

—Ah... —Omar hizo una pausa en la que abrió la boca, como si se hubiera dado cuenta de la situación—. Yo que pensaba que estaba era mi primera clase del día. Culpa a la reseca o al club sexual de anoche.

—La resaca no tiene la culpa de tu idiotez —le respondí, al tiempo en que lo arrastre hacia el aula de clases, ya que este comenzaba a vaciarse—, pero, en serio, ¿club de sexo?

Para alguien que aparentaba ser un nerd, las prácticas poco ortodoxas de Omar ya no me sorprendían. Había faltado desde la mañana a la universidad. Lo más seguro era que su hermana estaba en una situación mucho peor, ya que ni siquiera al final del día había aparecido a clase. Olivia tenía la mala costumbre de perder el conocimiento cuando tomaba y se convertía en una cosa incontrolable que no era capaz de recordar a la mañana siguiente lo que hacía, por lo que lo más seguro era que un fin de semana de fiesta desenfrenada la mantendría fuera de juego durante un par de días más.

Omar y yo tomamos asiento en los mismos lugares que usábamos con regularidad. A este le costó un par de intentos mantener su espalda recta contra el espaldar de la silla, pero al final lo logró, por lo que deslizó el par de lentes oscuros de sus ojos y los colocó en la mesa. Tal como predije, no solo había surcos bajo sus ojos, sino que también estos estaban inyectados en sangre.

Ya que él estaba justo al lado, no tuve que esforzarme para notar lo que estaba haciendo, cuando rebusco en su cuaderno casi en blanco, para luego posar su mirada de complicidad directo en mi rostro.

—¿Ya encontraste tu cuaderno? —La voz de mi amigo salió como una canción mal cantada.

La amargura, fuerte y rencorosa arañó en mi estómago de inmediato, con el leve recordatorio de la libreta que había perdido la semana anterior. Esa mañana, por más que había buscado en el departamento de objetos perdidos, nadie sabía dar una respuesta clara de mi estúpida libreta.

—No tendría esta cara si la hubiera encontrado. —Me encogí de hombros con simpleza.

—No estarías tan amargada si nos hubieras acompañado a la fiesta de Reign. Dalo por perdido si no lo consigue el profesor. —Mi amigo volvió a hacer una mueca, cuando las voces de las personas a nuestro alrededor se alzaron.

—No era la fiesta de Reign, era la fiesta de la banda en la que es miembro, ¿recuerdas? —solté. Omar sonrió en mi dirección con obviedad—. Y no, tampoco estoy amargada.

Termina la conversación, ya que el señor Michael volvió a hacer acto de presencia, me dispuse a ponerme de pie y hacer mi caminata de la vergüenza hacia su escritorio. El hombre era mayor, alrededor de sus sesenta y gobernaba con puño de hierro en un salón de clases repleto de estudiantes universitarios que aún no tenían la edad legal para beber alcohol.

En mi mente, me repetí que no iba a incomodarle mi pregunta, pero aquel profesor, de entre todos, era un hueso duro de roer. Por la mínima tontería, te echaba de clase y te ponía en una lista negra eterna de la que no ibas a salir ni con el mayor de los esfuerzos.

La semana anterior, cuando me había regresado a buscar mi cuaderno, su clase ya había comenzado de nuevo, por lo que esperar a que esta terminara, iba a ser una misión perdida.

Sí, en ese momento, era una buena oportunidad para preguntarle, ya que por extraño que pareciera, aún no había comenzado a anotar cosas en la pizarra.

—¿Puedo interrumpirlo un segundo, profesor? —Mi voz sonó ligera y casi incómoda.

El hombre me inspeccionó por un segundo, ajustándose sus gafas. Luego, desde donde estaba sentado, me respondió:

—Adelante, ¿necesita algo?

—Olvide uno de mis cuadernos el viernes pasado. —El hombre me escuchó con atención, a medida que las palabras fluyeron con mi voz—. Tal vez usted lo encontró.

—¿Buscó en el departamento de objetos perdidos?

Asentí con la cabeza.

El profesor se detuvo por un instante, como si se hubiera acordado de algo, luego se inclinó y comenzó a rebuscar en el cajón de su mesa. A pesar de que estaba parada al frente, mi posición no ayudaba para observar lo que había dentro del compartimiento, y solo cuando sentía que mi cabeza iba a explotar de la ansiedad, mágicamente comenzó a sacar no menos de una docena de cuadernos extraviados, poniéndolos delante de mí.

Algunos estaban llenos de brillantes, otros desgastados y amarillentos por los años y justo cuando estuve a punto de darme por vencida; mis ojos me llevaron hasta uno en específico, que estaba debajo de uno de otros más grande y que solo reconocí por las extravagantes pegatinas y stickers que se vislumbraba por la única esquina que no estaba siendo cubierta por otra libreta.

Más que emoción, sentí alivio.

Las palmas me quemaron por ir a por él y eso hice. Aunque mi cuerpo no volvió a la vida hasta que sostuve aquel cuaderno sobre mi pecho de forma tan fuerte, que tuve que soltar un suspiro para recomponer mi sistema.

Estuve a punto de darme y volver a mi asiento, pero también tenía modales y no le había dado las gracias.

—Debería comenzar a ponerle nombre a sus cosas, si va a seguir olvidándolas —con fastidio habló el señor Michael.

—Gracias, señor. No volverá a...

Existe una sensación de muerte cuando sabes que el mundo va a venírsete encima y lo puedes reconocer cuando todo se queda en silencio, tan en silencio que solo eres consciente del ruido que hace tu respiración al inhalar y exhalar. Los vellos de la parte posterior de tu nuca se erizan y sabes que te quedaste sin palabras.

Eso fue lo que me sucedió en ese instante, cuando no pude terminar de hablar, ya que mi mirada se desvió justo a la puerta cuando está sonó con un primer golpe que hizo jadear a todos a mi alrededor.

Las manos me temblaron sobre mi cuaderno y pude jurar que este se sintió blando como gelatina, amenazando con deslizarse por mi torso. Ni siquiera note cuando el profesor Michael se puso de pie y se dispuso a abrir la puerta del salón, para darle entrada al monstruo de mis pesadillas más recurrentes.

La euforia no cesó y el aire en ese pequeño espacio parece ser extraído con una aspiradora, ya que por un momento me faltó y mi corazón se paralizó.

—¿No volverá a su asiento, señorita García? —Una voz autoritaria me sacó de mis pensamientos, escupiéndome a la realidad como una montaña rusa.

Aquel, fue el llamado de atención que necesité para correr a mi asiento y sentarme encogida en mi pupitre, que por suerte estaba en el último lugar de una de las filas.

No me desvié a ver a Omar, pero seguro este estaba suspirando y dando gritos y jadeos como el resto de todos, porque por muy jodida que fuera mi existencia, de seguro estaba siendo castigada por todos los dioses del último, ya que de entre todas las personas en el lugar, que tanta mala suerte tenía para que el maldito de Reign Miller acabase de entrar en mi clase.

—¿Podrían hacer silencio? —A pesar del tono molesto del señor Michael, nadie pareció prestarle atención—. El señor Miller fue transferido de otra de mis clases. Es un estudiante más, por lo que deberán tratarlo con respeto.

—¿No podemos pedirle fotos? —Otra persona interrumpió, risas le siguieron a eso.

—Por orden de la junta directiva, firmarán un acuerdo de confidencialidad, si desean permanecer en esta clase. Si no lo desean, son libres de ajustar su horario o abandonar esta asignatura, pero igualmente tendrán que firmar otro acuerdo para garantizar su seguridad.

Vítores y abucheos se escucharon. Cuando el hombre mayor comenzó a entregar grupos de hojas y pedir que nos las hicieran llegar a cada uno. Cuando fue mi turno me encogí más en mi asiento y comencé a leer. Era un documento rastrero y terriblemente formulado, donde básicamente nos pedían mantenernos lejos de la supuesta celebridad y nos advertía que si no lo hacíamos, nos demandarían con una suma que ni en tres vidas íbamos a ser capaces de pagar.

Nada de hablarle, nada de fotos, nada de rondar su "muy importante" presencia y por sobre todo, nunca, de los nunca, podíamos revelar el hecho de que asistía a aquella clase.

Tal vez estaba siendo castigada por ser una perra, era la única explicación que encontraba para tener que respirar en el mismo espacio como aquel monstruo. Sí, había escuchado el rumor de que se había matriculado en mi universal, de hecho, por su edad, seguro de que estaba por graduarse, por lo que nunca se me cruzó la idea de que alguna vez pudiéramos coincidir.

El profesor intercambió unas palabras que no pude escuchar con el recién llegado, luego el segundo se detuvo entre las filas, inspeccionando los puertos libres que había a nuestro alrededor. Algunas personas abandonaron el aula maldiciendo, pero la mayoría permaneció en sus puestos, tan eufóricos y extasiados que se les era imposible ocultar su emoción.

Me planteé la posibilidad de irme, salir corriendo por aquella puerta y enterrar mi cuerpo en una fosa, donde no pudiera escapar jamás, pero no era una cobarde, jamás lo había sido y no iba a comenzar mi historial ese día.

Vi a Reign Miller desplazarse entre las filas, creyéndose la persona más importante de aquel lugar, sin detenerse siquiera a mirar a los otros. Sin embargo, todos se encontraban firmando aquella hoja que nos habían dado como una sentencia de muerte.

En ese segundo, recordé de mi cuaderno, cuaderno que aún sostenía como si fuera mi posesión más preciada. El odio vibró en mi interior y antes de que volviera a cometer otro error, lo guardé entre mis cosas, luego de eso, me dispuse a firmar el papel, lamentándome en el proceso de mi elección.

Solo pude calmarme cuando este tomó asiento cerca de la puerta principal y la clase comenzó.

***

Me dejé caer en mi cama y solté un grito ahogado, al terminar de leer la nota que había subido Hater a una de sus cuentas en redes sociales. Había tenido suficiente por un día y leer las cosas horribles que estaban diciendo sobre la persona que más detestaba en la tierra, me daban algo de indulto, haciéndome feliz.

Omar se había ofrecido a traerme a casa y en todo el camino de regreso, había terminado por mi vida, ya que este no termina de salir de su estado de shock.

Me sigue desplazando por el hilo que Hater había recreado con la supuesta fiesta que Reign había dado ese viernes, y me dispuse a dejar un par de comentarios en la publicación.

Estaba enfadada y casi furiosa. Iba a verme atrapada todo un semestre entre las garras de Reign sin poder hacer nada. Mi vida sería más sencilla, si mágicamente quien sea que fuera Hater, lo arruinaba a él y a su estúpida banda para siempre.

Mi situación era una mierda total, ya que al verme de manos atadas, no era mucho en lo que pudiese ayudar.

Y lo único que podía hacer era desahogarme de la única forma en la que sabía hacerlo.

Había aventado mi mochila a los pies de mi cama, por lo que me incliné y comencé a rebuscar entre mis cosas hasta dar con mi cuerdo. Me recordé a mí misma deshacerme de la nota que había escrito, agradeciéndole a los cielos de no haber apuntado mi nombre antes en aquella libreta.

Usualmente, utilizaba hojas de papel al azar que luego desechaba; incluso tenía otro cuaderno en casa para ello, pero lo de la vez anterior había sido una medida desesperada.

Una lo tuve entre mis manos, lo abrí justo en la página en la que había dejado mi nota de odio, aliviada de que siguiera en perfecto estado.

Pero todo se me vino abajo, cuando con una caligrafía perfectamente escrita, justo debajo de la mía, leí:

"Hola, desconocida.

¿Te gustaría desahogarte con un amigo? Comunícate a este número, si tanto como yo odias a Reign".

Mis ojos recorrieron aquellas palabras una y otra vez, desplazándose letra por letra y deteniéndose en el proceso, ya que mi cerebro no era capaz de procesar lo que estaba leyendo.

Alguien había encontrado mi cuaderno y leído mi nota, pero eso no era lo peor, lo peor era que una persona que también decía odiar a Reign había tenido la osadía de responderla, dejando la suya.

En ese segundo, mi teléfono vibró con el timbre que había colocado para reconocer las publicaciones de Hater. Sin dudarlo la abrí, había un video adjunto, uno donde mi mejor amiga —la única que tenía novio—, con la cara distorsionada y borrosa le daba un jodido baile de regazo al chico que sabía que odiaba.

Mi propio monstruo, el que solía encarcelar para que no hiciera estragos, en ese momento salió de su estado de reclusión, haciéndome cometer el mayor impulso de idiotez en toda mi corta vida.

Tal vez fue el modo automático que me hizo apretar mi teléfono celular entre mis manos, para que después mis dedos se desplazaran hasta dar con la aplicación de mensajes de texto.

"¿Es un buen momento para desahogarme? Creo que en realidad necesito un nuevo amigo  o amiga. Por cierto, gracias, encontré tu nota".

X

¿Qué les pareció? Dejen sus opiniones.

Les traigo un nuevo capítulo de esta historia, últimamente he estado en otras cosas, pero oficialmente tendremos uno o dos caps semanales, dependiendo que tanto puedan producir mis dedos en conjunto con mi cerebro. Advierto que amo demasiado la tensión que surge en ESQLM. Como siempre en IG estaré dejando cositas de estos bebés.

Gracias por leer, votar y comentar. XOXO; Ashly.

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