Capítulo 15: Viejos hábitos
Mara
Podía ser muchas cosas.
A veces un alma desdichada, sin una especie de rumbo fijo.
Otras veces, me comportaba más como un fantasma, no queriendo llamar la atención de las personas, rayando en una especie de mentira.
Podía ser muchas cosas, pero nunca una traidora a mis principios, ideales o cuando me hacía a mí misma una promesa.
Corrí hacia la salida del edificio de mi facultad y luego hacia la parada del autobús que estaba más cerca del campus de la universidad. Fue una suerte ver que uno de los buses que podía tomar para llegar a casa. La ruta más cercana al lugar donde vivía me dejaba con dos kilómetros de sobra, los cuales debía caminar para llegar a mi destino antes de que se hiciera más tarde y entrara la noche.
Solté un suspiro de alivio al ver que aún quedaban asientos disponibles, busqué con la mirada el más cercano y me dirigí a este para tomar mi lugar. Era alrededor de una hora de viaje hasta que tuviera que bajarme en mi parada, por lo que tomé mis auriculares y después de colocarlos en mis oídos, puse a reproducir de forma aleatoria diferentes canciones en mi celular para despejar mi mente.
El estar rodeada de todas esas personas, me obligó a que me calmara y centrara mis pensamientos en otra cosa que no fuera lo sucedido un rato antes con Reign y lo mal que me estaba sintiendo al respecto, porque entonces, si había hecho lo correcto, ¿por qué me estaba comenzando a sentir culpable?
Sabía que Reign no era tan bueno como aparentaba, sabía mejor que nadie que no actuaba con las más puras de las intenciones, era un jugador despiadado y queeso lo hacía un experto en camuflarse para que las personas creyeran solo lo que él quería mostrar.
La expresión lastimada que me dio en el proceso, tras mis palabras, no pudieron haber calado tan profundo en él para que como parecer tan abatido. Si agradarle a Reign Miller era un eufemismo, gustarle a alguien como él, y no hablaba de fuera alguien famoso o de su dinero, sino de alguien tan doblado, era una situación meramente imposible para no decir irreal. No era estúpida, sabía que algo en él había cambiado desde el día que me encontró sentada a orillas de la carretera en plena lluvia y eso no era bueno.
Tal vez era la lástima, o la estrategia de ver a alguien maltrecho de quien se pudiese burlar, no lo sabía y tampoco lo entendía; no quería tratar de hacerlo porque eso solo significaría otorgarle un lugar mas profundo en mi cabeza, justo donde no debía estar.
Yo odiaba a Reign y continuar en esa página, era lo mejor para los dos. Ambos necesitábamos olvidar lo que sea que se mezcló entre nosotros ese fin de semana, tal vez haya sido cosa de la coca cola que me había dado o de un cambio químico en el ambiente, pero nada de eso podía continuar y mucho menos ser real.
La vida era una perra y me arrastraba a él de tal forma, que coincidimos hasta en la forma de vestir.
Controlando mi ansiedad, paséun par de canciones que no me apetecía escuchar y miré a la nada. Por cosas como esas, prefería sentarme en el asiento que daba hacia el pasillo, para observar por la ventana, pero era una de esas ocasiones en la que todos los lugares de esa área, estaban llenos. Entre parada y parada, el bus fue llenándose más, hasta que estuvo a explotar de gente.
Los murmullos de todos a mi alrededor fueron cada vez más altos, sobre todo los de los estudiantes que acababan de salir de sus escuelas y colegios. No me gustaba estar rodeada de gente, pero no podía darme el lujo de regresar en taxi.
Prefería ser yo y mis pensamientos, aunque estos en ese momento solo hablasen de culpa y de la extraña sensación de los incesantes latidos de mi corazón.
Le subí a la música, pero esta se vio ausada por el sonido de una notificación que estaba entrando a la parte superior de mi bandeja. Como era predecible, supe que era Omar, quien como siempre, iba a pedirme mis apuntes de esa clase, pero para mi mayor sorpresa, no se trató de él, sino de una persona de quien no había sabido nada desde los últimos tres días.
Farsante: He tenido unos días complicados. Siento mucho hacer esperar a mi chica, ¿estás para hablar un rato?
Que me jodan.
De inmediato, no supe qué responder y mis ojos se quedaron vagando una y otra vez por sus palabras. Suponía que luego de tres días, quien sea que fuese este desconocido, había cortado toda clase de comunicación conmigo al haber sido un poco insistente la última vez.
El último mensaje que le había enviado decía que podía entenderlo si había sido demasiado insistente, no era como si estuviese obligado a darme una amistad recíproca o algo así, solo que tampoco me esperé que volviese a escribir y, a decir verdad, me entristecía un poco si lo primero sucedía de forma definitiva.
Mis dedos repiquetearon sobre la pantalla de mi celular con ansiedad; estaba en blanco y seguía sin saber qué decir.
A través de mis audífonos, en los cuales no estaba sonando nada, pude escuchar un fuerte carraspeo y en ese instante fui consciente de una mirada incómoda sobre mí, por lo que con incomodidad, alcé la cabeza y miré a los lados con cierto nerviosismo.
—Deberías ponerte de pie. —Tomándome por sorpresa una mujer mayor colocó su mano en mi hombro y se dirigió en mi dirección.
—¿Disculpe? —inquirí con algo de confusión, retirándome uno de mis audífonos.
La expresión de la mujer se tornó severa y rápidamente me miró con una clase de juicio que no pude comprender.
—Llevas rato ignorando a la muchacha que te está mirando, como si no fuera obvio que está embarazada —Está agregó, señalando con el mentón a una chica que estaba de pie cerca de nosotras. Parecía estar en los primeros meses del comienzo de un embarazo y era más o menos de mi edad.
—¿Y por qué me lo está diciendo a mí? —Miré al resto de los presentes, notando a los hombres que iban sentados aún más cerca de la chica embarazada y del resto de las personas que la ignoraban a conciencia, cosa que no era mi responsabilidad, como tampoco tenía que estar pendiente de quien subía o no al autobús en ese estado.
—No creo que vayas más cansada que una mujer embarazada. —La señora alzó el mentón con desafío—. Por culpa de los jóvenes de tu edad es que nuestra sociedad está tan mal.
Puse los ojos en blanco y para no seguir la discusión, coloqué mi mochila sobre mi hombro y me puse de pie, chocando con un par de personas. Con una velocidad increíble, la chica apareció y se sentó en el asiento, ignorándome por completo y agradeciéndole a la mujer mayor por el "gesto" de ayudarla.
No sabía que tan cansada podía estar una mujer de unos cuantos meses de embarazo, pero maldición, sabía que yo sí lo estaba. No solo mental y emocionalmente; había estado cortando rosas desde las siete de la mañana de ese día hasta la tres de la tarde, sin ningún tipo de descanso, luego había tomado dos clases en la universidad y por último, había tomado un bus que me dejaba dos kilómetros lejos de casa, los cuales tenía que caminar para poder llevar, sin contar que en los otros cuarenta minutos de viaje, estuve de pie, rodeada de personas sudorosas y en un espacio con poca corriente de aire circulando.
Una vez llegué a casa, me sentí aliviada al darme cuenta de que esta se encontraba totalmente desierta y al mismo tiempo me preocupé, no era usual que Rebeca saliera con Leo a solas y menos de noche. Esa mañana había formalizado la denuncia que había hecho el sábado ante servicios sociales; conocía bien el procedimiento y pronto le harían una visita sorpresa a mi hermana, que no iba a gustarle.
También sabía que las cosas no tendrían remedio entre nosotras cuando eso ocurriera, pero debía advertirle a mis padres para que Rebeca no pudiese usar la carta de la manipulación que ejercía hacia ellos en mi contra.
Tomé mi teléfono y marqué el número de mi madre, en su país natal debían ser alrededor de las dos de la tarde, por lo que no me sorprendí cuando esta, luego de un par de timbrazos de fondo, contestó.
—¿Mara? —Su voz se escuchó suave desde el otro lado de la línea—. Qué sorpresa que me hayas llamado.
Lo era.
Desde que habían vuelto, solo me había comunicado con ellos en pocas ocasiones, era más las veces en las que mi madre iniciaba las conversiones a ser yo quien lo hacía.
—Hola, mamá —me limité a saludar.
—Que alegría escucharte, ¿todo en orden? ¿Cómo va la escuela?
Nada iba bien,
—Sí, todo en orden, solo quise saber cómo estabas.
—Tu hermana me contó que las cosas no han ido bien entre ustedes estos días, ¿te molesta algo en particular?
—¿Molestarme algo aparte de su irresponsabilidad? —Reí con amargura y pude sentir como mi madre soltó un suspiro—. No lo sé, tú dime.
Me la imaginé frunciendo el ceño, diciéndome que estaba siendo dramática o exagerada. Nada iba bien desde que ellos no estaban, y no solo porque Rebeca nos había dejado sin los ahorros que nuestros padres habían trabajado toda su vida para pagar nuestra educación en ella. Mierda, si no fuese por mi beca, quien sabe cómo hubiese solucionado lo de la universidad o tal vez tuviese una deuda universitaria que no fuese capaz de pagar en diez vidas.
—No seas tan dura con ella, Mara. —Sentí el reproche en su voz.
—¿Y permitir que siga siendo una madre terrible para Leo? —Hice una pausa y tragué en seco—. Puedo asegurarte que te contó muchas cosas excepto que dejó a Leo solo toda la madrugada para irse a emborracharse o quien sabe a dónde.
Pude jurar que hubo un jadeo, uno de asombro.
Seguro incluso se llevó la mano al pecho para contener la sorpresa.
Pero mi madre era permisiva con Rebeca, no iba a enojarse.
—¿Y dónde estabas tú?
—¿Eso importa?
—¿Estás volviendo a salir de noche? —Me quedé sin una respuesta, por lo que ella lo tomó como una afirmación—. Pensé que habías dejado eso en tu adolescencia.
Mi madre no podía olvidar el hecho del par de veces que mentí, diciendo que me quedaría con Olivia, cuando en realidad ambas nos fugamos de su casa para ir con algunos amigos a conciertos de algunas bandas independientes.
Nada muy escandaloso, excepto porque terminó descubriéndolo por una foto que le envió un conocido de mi hermana a esta, quien le llevaría a mis padres el chisme.
—¿No tengo derecho a hacerlo? —le pregunté, comenzando a enojarme.
—Sabes que no es lo que quiero decir —dijo, excusándose—. He estado muy estresada y ya sabes que las cosas no van bien para tu papá y para mí aquí.
«Las cosas tampoco van bien sin ustedes». Esas palabras me golpearon, pero no fui capaz de decirlas.
Por lo que finalmente agregue.
—Lo sé, mamá, pronto les enviaré algo de dinero.
—De acuerdo. —Fue lo único que dijo. No un cálido cuídate, o alguna frase esperando que estuviera bien, solo un estéril de acuerdo.
Al terminar aquella conversación, sentí que se me sumaron un par de años encima y a pesar de que estaba tendida en la comodidad de mi cama, me sentía como si en realidad estuviese acostada en una tabla de roca fría.
Otra notificación encendió la pantalla de mi teléfono y sin mucho interés, lo tomé, dándome cuenta de que era otro mensaje y que no había respondido al anterior.
Farsante: En serio, lo siento. No quería dejarte en visto, pero en serio estuve muy ocupado y algo consternado con cosas que debía asimilar estos días. ¿Quieres hablar de lo sucedido esa vez?
Sin pensar, tecleé.
Odio: No, no quiero recordar eso. Además, no soy tu chica, y descuida, entiendo el sentimiento.
Farsante: Mierda, gracias, en serio pensaba que no ibas a responderme y que ibas a dejarme colgado. ¿Quién dijo que no lo eres? Lo declaré hace un rato cuando te envié el mensaje que dejaste en leído.
Solté una risilla, quitándome un poco el sabor amargo del paladar de la conversación con mi madre.
Me alegré de que no preguntara por mi mensaje de la última ocasión diciendo que necesitaba a alguien.
Odio: Aún no has hecho nada para que sea tu chica.
Farsante: ¿Entonces debo hacer méritos? Puedo llevarte a comer a un lugar caro, comprarte un porsche, o alguna mierda. ¿Qué les gusta a las chicas después de todo?
Algo que me llamaba la atención de mi amigo anónimo, no solo era su franqueza, sino su juego y su oscuro sentido del humor.
Odio: ¿Un porsche? De seguro no tienes ni en donde caerte muerto. Por lo otro, ve a preguntarle a tus amigos perdedores o lo que sea qué les gusta a las mujeres.
Y como si pudiera leer mi mente o me estuviese espiando, su siguiente mensaje me desequilibró.
Farsante: Tú tampoco sabes qué les gusta a las chicas.
Eso era parcialmente mentira y parcialmente verdad. Todas las mujeres eran diferentes, pero en la mente de un casanova, todas se lucían iguales.
Por esa razón, hice una mueca a medida que escribí.
Odio: Ilústrame entonces, pero conociendo tus métodos, dirás que el sexo o alguna de tus mierdas, pero no es así.
Farsante: ¿No es así?
¿Lo era? No podía determinarlo, tampoco tenía la respuesta a ello.
Farsante: ¿Quieres una verdad?
Odio: ¿No dijimos que siempre seríamos sinceros?
Habíamos establecido de alguna forma esa regla. Lo único que podíamos darnos era sinceridad a través de las palabras.
Y a diferencia de Reign o de muchas otras personas, Farsante no tenía una idea de que estaba medio jodida. No tenía idea de que era una persona defectuosa y por eso podía fingir un rato ser normal, sin sentir que iba a ser devorada por algo más grande que yo.
De igual forma, ni siquiera tenía que volver a pensar en el bastardo.
Farsante: Dices que no es así, pero a las mujeres les gusta el sexo si es buen sexo, tanto como a los hombres... o incluso más.
Odio: ¿Te felicito?
No había tenido esa dicha que él mencionaba y no iba a tenerla jamás. La gente hablaba y hablaba de las cosas buenas del calor humano, pero ese no era mi caso.
Farsante: No seas amargada. Siempre te he dicho que te toques, hay muchas formas de hacer correr a una chica si tocas los botones correctos.
Dudé en lo que iba a escribir, pero me di una palmada a mí misma al final por lograrlo.
Odio: ¿Quién te ha dicho que necesito correrme?
No hubo una respuesta al instante, sino después de varios minutos
Farsante: ¿Estás segura?
¿Lo estaba? Tal vez si le contaba la verdad las cosas irían mejor.
Odio: No puedo necesitar algo que no sé cómo se siente.
Farsante: Mierda...
Esa era la verdad, estaba seca de muchas formas y no había solución para eso, por más que la terapia lo sugiriera.
Odio: Si no tienes nada que decir no digas nada.
Farsante: ¿Cómo que jamás has tenido un orgasmo? ¿No estás en tus... veinte?
Odio: ¿Es sorpresivo y patético en alguien de veinte?
Sabía que lo era, pero ya había hecho las paces con lo que había sucedido e intentaba continuar con mi vida a pesar de que sabía que habían cosas en mí que no arreglarían jamás.
Vi como la burbuja aparecía y desaparecía del hilo de la conversación, como si estuviera cuidado que decir, hasta que finalmente se agregó.
Farsante: No, nena. Me sorprenden todos esos bastardos que de seguro tuvieron la oportunidad de hacer su mierda bien contigo y la perdieron, porque si te tuviera al frente justo ahora, no seguiría siendo un caballero y pondría mi boca sobre ti.
Odio: Promesas, promesas. ¿Alguna vez en tu vida fuiste un caballero?
Una sensación extraña se apoderó de mi estómago, porque había olvidado que era coquetearle a un chico y la última vez que había intentado eso, seguro que había sido la noche de mi fuga con Olivia y eso fue unos tres años en el pasado, al final de mi adolescencia.
Su respuesta me sacó una sonrisa.
Farsante: Seguro en la otra...
Odio: Ni siquiera sabes cómo me veo, no sabes si te estoy mintiendo.
Farsante: Algo me dice que no enviaste la foto de cualquier chica aleatoria en sujetador esa vez, gracias, por cierto.
¿Le había gustado?
Aquello hizo que la sensación en mi estómago se asentara.
Farsante era un chico que no me conocía, no sabía nada de mí excepto porque era una chica que tenía varios problemas y que compartía su odio por Reign. Me atraía la idea de que a pesar de todo, alguien pudiese desarme sin la carga emocional que iba a conllevar el saber de qué se trataba de mí.
Ese hecho me hacía sentir cierto nivel de poder que antes no había experimentado, así que sin pensarlo demasiado, me despojé de mi camiseta, esa que había llevado a juego por error con el idiota, y mis jeans claros, quedando en ropa interior
Llevaba un sujetador y unas bragas de lo más normal, por lo menos a juego en un tono gris muy oscuro, casi como negro. Busqué la cámara y una vez había encontrado un buen ángulo, en donde se veía mi cuerpo casi por completo reflejado frente al espejo de mi habitación, pero no se notaba mi rostro o algo que pudiese delatarme, capturé la imagen y la envíe a nuestra conversación.
Tal vez él no podía sorprenderme a mí, pero siempre podía sorprenderlo yo a él.
Reign
Mi cabeza golpeó mis almohadas y solté una maldición, al ver el giro de acontecimientos que habían tomado las cosas. Esta chica, Odio, la misma Mara García, estaba de alguna forma depositándome su confianza en bandeja de plata e iba a convertirme en un completo bastardo si alguna vez la defraudaba.
Y no era el jodido hecho de que acababa de mandar la foto más caliente y sensual que había visto en mis veintitrés años de vida. Iba más allá de eso, y al mismo tiempo, tenía que ver con el hecho de que se sentía lo suficientemente segura con Farsante, como para confiarle esa parte de ella a alguien más.
Quería indagar lo que sea que había entre nosotros, esa chispas que tal vez ella no fuese capaz de ver o que se negaba en admitir, porque algo me debía que no era una calle de un solo sentido.
No quise que se arrepintiera de la foto, así que corrí a mi baño y posé frente al espejo, para capturar una imagen de cuerpo entero, de mi cuello hacia abajo. No pude hacer nada para disimular mi descomunal erección, a la vez era una suerte que mis bóxers cubrieran el tatuaje que tenía entre mi cadera el hueso izquierdo de la pelvis.
Era una frase pequeña, pero si algún día llevaba aquello al plano real con Mara, iba a delatarme en seguida.
Cuando estuve satisfecho, escribí un mensaje y adjunté la fotografía.
Farsante: Gracias y de nada.
Seguía sin creer que ningún imbécil hubiese tocado a Mara como se debía, a pesar de que también existe la posibilidad de que está fuera virgen. Mierda, sí unas semanas atrás me lo hubiesen preguntado, hubiera respondido de que prefería a las mujeres con experiencia, esas que eran buenas para dar.
Pero ahora, con la nueva resolución de las cosas, no me molestaba para nada su inexperiencia y tampoco iba a pensar demasiado en ello.
Iba a ser un imbécil con suerte si lograba que en realidad Mara me diera la hora como Reign.
Pero como si fuera cosa de brujería o meramente el destino, mi teléfono sonó varias veces seguidas, indicando que varios mensajes, uno seguido del otro, habían llegado a la conversación. La curiosidad me golpeó en el pecho, pero excepto por un único mensaje, el resto eran fotos.
Odio: Espero y te sirvan para que no me olvides esta noche.
Al leer eso casi me atraganto y al ver las cinco imágenes que estaban ahora en mi galería, tuve que parpadear con desconcierto.
Porque mierda, ver el cuerpo de aquella chica de esa forma, era como ver a una mismísima Diosa. En una de las fotos estaba acostada boca abajo en su cama, se veían sus hombros, su espalda y su perfecto trasero que estaba cubierto solo por unas bragas pequeñas.
Pensaba que no era posible estar más empalmado, luego de haber visto la primera imagen, pero mi polla volvió a sacudirse con un dolor sordo que necesitó ser aliviado, y éramos solo mi puño y yo para el trabajo, ya que el agua fría no iba a hacer mucho y solo quedaba la opción de hacerme una jodida paja como un adolescente cachondo.
***
A la mañana siguiente, comencé mi tarea real antes de dirigirme hacia el estudio. Alrededor de las seis de la mañana, antes de que llegara el equipo de seguridad a primera hora, me subí a una de mis motos y tomando el casco que me hiciera pasar lo más desapercibido posible, emprendí camino hacia el barrio en el que vivía Mara.
Era demasiado temprano en la mañana, pero sabía que esta trabajaba a diario, en algún momento del día, no podía ser en las tardes o noches, ya que esos eran sus horarios de clases. Cuando llegué al lugar, me detuve lejos de su casa, pero lo suficientemente cerca como para ver el momento en el que esta saliera por la puerta, si es que lo hacía.
En lo que fueron exactamente las siete, la puerta se abrió, agitando mi corazón y haciéndome sentir como un jodido acosador, si es que ya no lo era. Esta estuvo abierta unos segundos, hasta que después Mara saliera del lugar, caminando de una forma cansada.
Estaba despeinada y bostezaba sin siquiera deternese a mirar a los lados. Puse en marcha mi moto y la seguí durante un par de kilómetros, manteniendo siempre mi distancia. Otra persona, una más perspicaz, se hubiese dado cuenta desde un principio de que un tipo en moto la estaba siguiendo, pero esta chica, despistada y descuidada, iba más enfrascada en tararear lo que sea que iba escuchando con sus audífonos, que de fijarse en el mundo real, y eso me preocupó.
¿Cuántos males no se ocultaban en las sombras de las calles? Mara no tenía a nadie que la cuidara de ellos, y aparentemente a tampoco nadie que se preocupara por ella y aún así, ni siquiera se fijaba en lo que sucedía a su alrededor.
Pasamos cerca de una construcción y un par de obreros de esta se fijaron en su andar y como había sospechado, dijeron su sarta de mierdas inncesarias. Hice una nota mental para después y seguir fijándome en mi chica, tal vez los audífonos eran para aislarla del mundo y de los bastardos que se propasaban de los más inocentes.
No hizo ninguna parada, hasta que finalmente se detuvo en un establecimiento más pequeño, el cual estaba siendo apenas abierto por un par de mujeres mayores. Por la fachada y el nombre en el letrero, era una especie de florería de aspecto sencillo.
Por un momento pensé que estaba comprando flores, pero al ver que los minutos pasaban, para después convertirse en horas, me di cuenta de que aquel era su lugar de trabajo.
Tomando mi teléfono, coloqué en Instagram el nombre del lugar y me topé con una cuenta. El usuario no tenía muchos seguidores, pero era obvio que pertenecía a aquel lugar. La mayoría de las publicaciones eran de ramos o arreglos florales, pero luego de bajar entre las publicaciones viejas, me encontré con algunas fotos de las dependientes y el equipo de trabajo.
En una de esas publicaciones, note a Mara. En la imagen estaba cortando lo que parecían unas rosas, llevaba un delantal con estampado de pequeñas hojas puesto. Su nariz estaba arrugada como siempre hacía cuando algo le disgustaba y en el pie podía leerse:
"A nuestra mejor empleada del mes".
Le hice una captura a la imagen y la envíe a mi colección, luego regresé a la publicación y revisé los me gusta y comentarios, que por suerte no eran muchos, hasta dar con una cuenta que llevaba el nombre de Mara García, como era lógico.
Como era casi seguro, su cuenta era privada y no podía enviarle una solicitud de seguimiento por medio de mi cuenta, que era administrada por Fabiana y que solo tenía unos cuarenta millones de seguidores. Así que opté por crearme otra con algún nombre falso de chica, subí un par de imágenes que tomé del cielo y de algunos animales en un parque y luego procedí a mi cometido, rogando a que me aceptara.
Cuando mis compromisos me llamaron ese día, tuve que moverme hacia el estudio de grabación, más determinado que nunca con mi objetivo.
Podía vivir con lo que sea que Mara supiese de mí, si me odiaba, iba a cambiar eso, porque iba a hacer todo lo jodidamente posible para ganármela, porque yo era Reign Miller; conseguía lo que quería, tomaba lo que necesitaba y justo en ese instante, me había convertido en el bastardo más obsesionado de la faz de la tierra con esa chica.
Un año de maldita sequía se había solucionado en un instante con una pequeña muestra de su vulnerabilidad, como si fuese una musa milagrosa que fue enviada desde el cielo o el mismísimo infierno para solucionar mis problemas. Yo la deseaba e iba a hacer lo necesario para que ella me deseara a mí también.
Y no iba a importarme los métodos que fuese necesario usar para lograrlo.
Porque aunque nunca me había obsesionado con una mujer, a veces era difícil dejar ir viejos hábitos y siempre existía una primera vez para todos.
La mía era obsesionarme con Mara García.
Y que me condenen por eso si es necesario, pero no iba a dejarla ir como ella pensaba, así mis métodos estuviesen tan mal.
X
¿Teorías? ¿Preguntas? ¿Opiniones del cap?
¿Les gustó?
Yo lo advertí, yo lo advertí. Prepárense que lo que viene es fuego; subí este capítulo hoy porque no podré actualizar el fin de semana. Avisen si ven algún error para corregirlo, porque no lo leí tanto como me hubiese gustado y se me pueden escapar cosas. Hay cosas que se están enredando aquí cada vez más y estoy muy feliz por cómo se está desarrollando todo y el ritmo que llevan los capítulos, este en especial tiene doble narración porque no son cinco mil palabras y no iba a dejar la parte de Reign como un solo porque quería re corto.
Gracias por leer, votar y comentar. XOXO; Ashly.
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