Capítulo 14: Los chicos no lloran
¿Pensaban que ya no existía? Que ilusos. El día de hoy les traigo el chisme más jugoso del momento. Alguien ha filtrado la nueva canción de nuestra banda favorita, y no fui yo. Parece ser que nuestro chico de oro y el tecladista olvidado no han estado... digamos que en buenos términos. ¿Será que hay problemas en el paraíso? Lo cierto es, que parece ser que Reign no ha estado de cacería últimamente, ¿será que su cabeza está ocupada en algo, o alguien, más? Con mucho amor; Hater.
Reign
Dos días.
Exactamente, dos días con once horas, habían pasado desde la última vez que había visto a Mara. Dos días con once horas en las que había intentado procesar lo que podía o no suceder.
En primer lugar, me había cambiado de clase de solo los lunes y jueves al mediodía a los lunes y viernes a las cuatro de la tarde, solo porque había encontrado una nota proveniente de una chica extraña que decía saber un trapo muy socio sobre mí.
¿La verdad? Tenía varias cosas que podían acabarme si se llegaban a saber, pero no, había no existía ni siquiera una remota posibilidad de que alguien lo supiera, porque ni siquiera Daniel o Lucas lo sabían, por el contrario, había caído ante un juego por mera curiosidad, debido a la agresividad y seguridad con la que, quien se hacía llamar Odio, había escrito esas palabras.
Un secreto que podía destruirme.
No, específicamente ella aseguraba haber visto lo que hice esa noche.
Algo que también necesitaba que me dijera en la cara, porque ni siquiera yo mismo sabía con exactitud qué era lo que aseguraba.
Solté un suspiro y aceleré mi auto, queriendo que la tierra me tragara. Solo quería tomarle el pelo a quien sea que había escrito aquella nota de odio dirigida hacia mí, nunca iba a imaginarme que fuese la jodida Mara García y mucho menos que fuese también la chica que me odiaba la misma con la que había estado de alguna forma sexteando
Y eso no tenía ningún sentido.
Mara no tenía razones para odiarme tanto como había escrito con su puño y palma. No nos habíamos conocido antes y eso era exasperante.
A lo que podía verle sentido era que, me sintiera atraído por ella. Me gustaba, no era de los que negaban las cosas. Me gustaba que me plantara cara y no tuviera miedo a decirme su opinión, también me gustaba como no tenía ninguna clase miedo a herir mi susceptibilidad. Por otro lado, antes de saber que era Odio, me gustaba el humor agrio que poseía esta, sus respuestas mordaces y como podía soltar un chiste negro en medio de las charlas sobre sus tragedias.
Si ponía las cartas sobre la mesa, tanto Mara como Odio parecían sola y melancólica. Hastiadas de la vida y sintiéndose como una carga para los otros.
Lo único que me había pedido Odio, era que fuese su amigo, que necesitaba alguien para desahogarse y ahora entendía parte de las razones. Mara desde un principio me había parecido huraña y algo asustada, constantemente enojada con todos, y que tenía unos ciertos problemas con su mente más allá de mi comprensión, pero nunca me había pasado por la cabeza el que no tenía una buena vida.
Que tuviese que cargar con todas esas responsabilidades que no le competían y que además, sintiese que el hecho hablarle de sí misma a alguien igualaba el ser pegajosa.
Tenía constantes ataques de pánico, por cosas de las que ya tenía una ligera sospecha, pero además de eso, también solía disociar. Se perdía en su propia cabeza como una barrera protectora, un fantasma en su propio cuerpo, y eso no era nada normal.
Por ello, estaba armando el rompecabezas en mi mente. Había buscado una línea telefónica secundaria, porque no sabía cómo serían las cosas desde ahora. Tampoco sabía cómo iba a poder tratarla luego de saber su secreto, de modo que me sentía como un imbécil por ignorar sus mensajes y por eso quería saber cómo estaba, desde mi identidad real.
Aun Mara me debía algo, y cuando fuera el momento conveniente, iba a sacar provecho de esa situación.
Estacione en una parte alejada de la universidad, y luego de ignorar a mi equipo de seguridad, quienes para mi molestia, se encontraban demasiado cerca, emprendí mi camino hacia el edificio donde debía presentarme a clase esa tarde.
No me gustaba la presencia del guardaespaldas que me acompañaba como una sombra a casi todos lados, pero la fama y el dinero iban de la mano de un pequeño precio, el cual yo y mis amigos habíamos pagado, perder nuestra libertad y de alguna forma nuestra voz.
Me ajusté la gorra de béisbol que llevaba puesta para ocultar mi identidad y enderece mis gafas de sol, intentando no destacar, aunque eso fuese un poco difícil debido a mi construcción física y altura.
Una de las razones por las que había escogido aquel horario de clases, era debido a la poca concurrencia de estudiantes en el campus. Choqué con un par, los cuales me miraron con cierta cara de impacto y solo pude dedicarles una sonrisa ladeada, antes de llegar al mi destino y darme cuenta de que casi se me había hecho jodidamente tarde.
Entré al salón de clases y solté un suspiro, al notar que el señor Michael aún no había hecho acto de presencia. Busqué con la mirada a Mara y la encontré sentada en el penúltimo puesto de una de las filas de la esquina, con la cabeza recostada a la pared y completamente sola excepto por una especie de nerd que estaba detrás, jugando en su teléfono lo que parecía un juego en línea.
Me moví entre las filas en el salón medio vacío, hasta estar frente a donde Mara se encontraba. Esta quien pareció dormitar, no fue consciente del todo de mi presencia sino hasta que me aclare la garganta para decir:
—¿Podrías cederme ese lugar, amigo? —No me estaba dirigiendo a ella, sino al tipo que estaba justo detrás de su asiento.
Eso hizo que Mara abriese los ojos y parpadeara con desconcierto.
—¿Qué? —Este entorno los ojos hacia mí con desconcierto—. ¿En serio me hablas a mí? —Se señaló a sí mismo.
El nerd, que hasta ese momento estuvo atento a su juego, dejó caer su teléfono en la mesa de madera, haciéndolo sonar con un golpe seco.
Mierda...
—¿Hay otra persona alrededor a la que le haya pedido el lugar? —pronuncié, intentando no sonar engreído—. Quiero sentarme ahí donde estás. ¿Eso es un problema para ti?
El tipo negó con la cabeza y como una especie de ratón de biblioteca, recogió sus cosas en un santiamén, al tiempo que extendió una brillante sonrisa, como si fuera la puta navidad.
Incluso puedo jurar que escuché un «gracias por hablarme, Reign», de su parte y eso me irritó.
Hice una mueca de desagrado y dejé caer mi mochila al suelo, luego me preparé para enfrentar a Mara, quien parecía perpleja, ante lo que acababa de pasar. Normalmente no me gustaba llamar la atención en clase, quería ser un jodido alumno más, aunque fuese imposible, solo que de igual forma pude sentir las miradas del resto de las personas sobre nosotros, pero no me importo.
—Linda camiseta —le dije, cuando me incliné para sentarme—. Tal parece que el destino quiere unirnos, ¿no?
Porque era así. Ella llevaba puesta una de sus camisetas anchas negras, esta vez era una de The Cure y entre todas las posibilidades remotamente posibles, era irónico que yo llevara puesta ese día, la misma camiseta, exactamente igual.
—Mierda —soltó al darse cuenta, volteo para mirarme y un tono carmesí que no había visto antes sobre su piel, subió por su cuello y terminó en sus mejillas.
—¿No te gustan las coincidencias? —Reí entre dientes.
—Cierra el hocico, Reign.
En ese momento, el sonido de la puerta siendo abierta, hizo que todos guardaran silencio, incluyendo a nosotros, para revelar después a un agitado profesor Michael, quien por primera vez en su vida, se atrevió a llegar tarde a alguna de sus clases.
A medida que la clase transcurrió, no pude concentrarme en las operaciones matemáticas que estaban en la pizarra, solo pude fijarme en Mara, quien resolvía con tremenda agilidad cada uno de los ejercicios, sin pensarlo demasiado. Lucía atenta a lo que estaba haciendo, y de cierta forma, algo tierna, si es que eso era posible.
Su nariz se arrugaba ligeramente, cuando no daba con los resultados de las operaciones de forma satisfactoria y borraba incansablemente los números en la hoja de su cuaderno.
Por otro lado, mi atención solo podía estar puesta en la curva de su cuello, en el subir y bajar de su pecho cada vez que respiraba y lo jodidamente embriagador que era el aroma de su cabello, cada vez que se reacomodaba los mechones, para dejarlos caer sobre mi mesa, yo me removía en mi silla con intranquilidad.
Quería enterrar mi rostro en su cuello, para poder percibir mejor esa mezcla de algo como coco y una vainilla muy ligera. No esos horribles perfumes empalagosos, no, Mara olía a algo más sutil.
—Parecemos una de parejas cursis. —No me resistí a la tentación, de modo que me acerqué a la base de su oreja, para susurrar—. Una de esas putas parejas cursis, vestidas a juego.
Al sentir mi voz y mi aliento sobre su piel, se sacudió de inmediato, erizándose.
—No te atrevas a echármelo en cara.
Esbocé una sonrisa, aunque no podía verle por completo el rostro, quería hacerla arder de rabia.
Sabia más o menos como se veía su piel debajo de la ropa, su cuerpo era caliente como el infierno, pero siempre vestía de forma demasiado modesta. No sabía cómo funcionaba esa mierda para los demás hombres, pero desde el fin de semana pasado, algo en la química de mi cerebro se había alterado y me estaba costando demasiado no hacer algo que la descolocara.
Se lo había prometido de cierta forma, pero eso no evito que le tomara el pelo.
—Aún no te he echado nada en la cara, Mara.
Aquel comentario tan poco mordaz, pero al mismo tiempo con doble sentido, fue tan fuerte para ella, que la hizo toser con ligereza, capturando así la atención del señor Michael, quien frunció el ceño en señal de advertencia en nuestra dirección.
Pegué mi espalda al respaldo de mi silla y anoté un par de cosas, cuando el profesor volvió a colocarse de espaldas, volví a inclinarme hacia Mara.
—¿No te gusta la idea? Ya sabes, de echártelo en la cara.
La escuché tragar.
—Eres un idiota.
—Solo para ti.
—¿Y en qué te convierte eso? —Preguntó sin ninguna clase de malicia.
No supe que responderle.
Ella dejó escapar una risita baja y volvió a concentrarse en sus operaciones matemáticas, yo intenté hacer lo mismo, pero no pasó mucho tiempo antes de que el señor Michael indicara que la clase había finalizado; no sin antes darnos una advertencia de que si no teníamos el treinta por ciento de la mierda de proyecto adelantado para la próxima clase, iba a tacharlos como un fracaso.
Como si tuviese un cohete insertado en el cuerpo, Mara comenzó a recoger sus cosas casi que a la velocidad de la luz. Iba a huir de mí en la primera oportunidad que tuviera, lo sabía, pero yo tenía mejores reflejos, así que cuando esta se puso de pie para colgarse la mochila en el hombro, yo también lo hice, solo que antes que tuviera la oportunidad de colocar sus manos sobre el bolso, ya este se encontraba retenido en las mías.
—¿A dónde vas con tanta prisa? —pregunté con ironía, a medida que me acerqué a ella.
—A casa.
—Necesitamos hablar.
Había demasiadas cosas para decir, pero ni siquiera yo sabía por dónde empezar, por lo que preferí ser directo.
—¿Qué cosa quieres? —Se volvió hacia mí, diciendo aquello como si estuviese cansada. No estaba reprochándome algo como era usual, sino más bien, parecía como si quisiese descansar.
El resto de los estudiantes comenzó a salir del aula, por lo que solté un suspiro.
—¿Cómo has estado?
—¿Para eso me estás reteniendo? —bufó y me encogí de hombros con simpleza.
—Supongo que tengo curiosidad.
Hubo silencio, hasta que ella chasqueó.
—¿Curiosidad? La verdad no me encuentro nada bien, denuncié a mi hermana a servicios sociales, mi vida es un desastre y tal vez, creo me lanzaré al primer camión de refresco que encuentre al cruzar una autopista, ¿qué tal estas tú esta tarde, Reing? —Sus palabras fueron hambrientas, tanto que tuvo exhalar profundamente cuando terminó—. Y ni siquiera sé por qué te estoy diciendo esto.
—¿Qué? —Me costó procesar todo aquello, ya que era demasiada información—. ¿Cómo que denunciaste a tu hermana?
Sí, lucía más cansada que la última vez que la había visto, si es que eso era posible, también más ojerosa y algo más melancólica. Me pregunté si en algún momento de su vida, había sido una chica diferente, con más entusiasmo por la vida, con más ganas de vivir.
—Tú querías saber cómo estaba. —Dejó escapar una bocanada de aire—. Ya ves que no estoy para nada bien.
—¿Quieres hablar de ello?
Era algo que probablemente dijese Farsante y esperé que no lo notara.
Mara negó con la cabeza.
—Simplemente, quiero hacer como si el fin de semana pasado no existió.
—¿Eso me incluye a mí?
—Reign...
No hubo una respuesta de inmediato, por lo que comencé a caminar hacia la salida, obligándola a que siguiese mis pasos detrás, ya que aún continuaba sosteniendo su bolso.
Podía soportar el rechazo, todos habíamos pasado por esa mierda alguna vez, y aunque fuese una patada para ego, iba a poder vivir con ello. Mara me odiaba, y a pesar de no saber las razones, podía respetar sus sentimientos y decisiones.
Mis pasos se aceleraron con molestia y eso la obligó a que tuviese que correr en mi dirección, debido a la diferencia de tamaño. Al notar su esfuerzo, me detuve y giré mi rostro para ver el suyo, sudado u agitarse como si hubiese corrido un maratón.
—Reign —volvió a llamar.
—¿Qué?
—No lo sé.
—¿Qué no sabes? —pregunté sin cuidado.
—No sé si te quiero en mi vida.
No fue algo que me esperé tan pronto.
—Puedo entenderlo.
Lo hacía, pero al mismo tiempo no, y eso dolía como una perra.
—No, no lo haces. —Sus palabras salieron entrecortadas.
Sí, ella tenía razón, ya que no pude entenderlo de inmediato. Tampoco era como si fuésemos a casarnos o algo así, solo era atracción unilateral por mi parte.
—¿Entonces qué quieres decirme con ello?
Me miró, como si necesitase prepararse para soltarlo. Sabía más o menos que podía decirme, el problema iba a ser como podía yo lidiar con la mierda.
Cuando estuvo lista, simplemente dijo:
—No puedo entender que ves en mí, si ni siquiera te agrado. Tú mismo has sido testigo de algunos de mis episodios, no estoy bien y no comprendo cómo puedo gustarte. No puedo malditamente entender la forma en la que incluso comenzaste a mirarme ahora, Reign.
Las palabras se desbordaron en mi cabeza y tuve que tragar en seco.
La expresión de Mara se ensombreció.
—¿Cómo te miro?
—Me miras como una persona normal y eso no me gusta. —No le quedó más que apartar los ojos, cuando la busqué con la mirada, luego de una pausa, dio el golpe final—. Te odio, así que sácate esa idea estúpida de la cabeza; no te gusto, nunca podría gustarte y si te queda alguna duda, nunca podrás gustarme a mí.
Me quedé estático luego de eso. Ella simplemente me arrebató su propio bolso y salió corriendo por todo el pasillo a medida que mis ojos la siguieron con la mirada. No lucia nada bien e incluso, pude jurar que vi una lágrima correr por su mejilla, aunque tal vez solo era mi cabeza buscando excusa producto a la etapa de negación.
Mi mente se quedó completamente en blanco por un par de minutos que se sintieron como una eternidad, porque no podía manejar el sentimiento referente a su rechazo.
No.
Las cosas no podían ser así.
Porque siempre podía solucionarlo, siempre podía voltear la jugada a mi favor y sabía perfectamente cómo hacerlo. Sabía cómo debía interpretar mi papel como un buen actor; así que colocando mi mejor sonrisa regresé hasta el estacionamiento, ignorando por completo a mi equipo de seguridad y al show con el que seguramente se habían deleitado, porque a veces olvidaba totalmente su presencia.
Me subí a mi camioneta y saqué mi teléfono del bolsillo de mis jeans, busqué el contacto seleccionado y rápidamente escribí:
Farsante: He tenido unos días complicados. Siento mucho hacer esperar a mi chica, ¿estás para hablar un rato?
Tal vez a Mara no le atraía quien era en verdad, tal vez a Mara no le gustaba lo que representaba yo.
A Mara no le gustaba Reign Miller.
Pero era seguro como el infierno que Farsante le agradaba.
Y Farsante sabía hacer lo necesario, como un buen personaje, para ganarse la confianza de la persona que Reign no podía tener.
Porque para que ella me diera una oportunidad real, primero tenía que desear a Farsante y luego odiarlo, para así dejar de odiarme a mí.
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Hoy es algo tarde en la noche, pero no podía dejarles sin capitulo. Les dije que las cosas iban a comenzar a tomar... un rumbo distinto, hasta ahora nadie ha acertado y solo les diré que, si me han leído antes, sabrán que me gusta jugar un poco con sus mentes. Una lectora muy linda creo una cuenta dedicada a Mara en IG, el enlace a la cuenta esta en mi canal de difusión, para que puedan darle un ojo. Me alegra mucho saber que han estado participando en mis dinámicas con respecto a la historia, eso me motiva a hacer muchas más. ¡Nos vemos prontito!
Gracias por leer, votar y Comentar. XOXO; Ash.
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