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Capítulo 11: No te alteres

Mara

¿Alguna vez han sentido que eres otro personaje de relleno donde solo existes para ver brillar a otro?

Viviendo en un lugar bajo el mandato de un guion infinito, donde solo existes para ver como todos avanzas, pero constantemente sientes que sigues en el mismo lugar.

Porque esa fue la sensación que tuve cuando escuché las palabras anteriores salir de la boca del guitarrista frente a mí. Un instante después, cuando el fuerte ritmo de las primeras notas de una melodía comenzó a fluir, golpeando contra mis oídos, me congelé, y una extraña sensación de familiaridad se apoderó de mi consciencia.

Como si hubiese vivido alguna vez un escenario familiar... porque, de hecho, mi versión pasada, lo había experimentado.

—Buenas noches, somos Softcore y esta noche les presentaremos en privado, solo para ustedes, un nuevo tema.

Podía reconocer una estrella cuando la veía; sabía distinguir el brillo cegador que opacaba la presencia del resto de los simples mortales sin premeditación, cuando estaba cerca de mí y por sobre todo, al ser yo un ser viviente en la constante oscuridad, sabía lo que se sentía verme envuelta y atraída ante el resplandor de alguien más, como una polilla a punto de quemar sus alas al acercarse demasiado al fuego.

Y se me era imposible quitar los ojos de encima de aquella hoguera, idiotizada al darme cuenta que Reign era una maldita supernova, a punto de cegar a todo aquel que se posara frente a él para verlo actuar con su banda sobre el escenario.

El rugido de una guitarra, acompañada del golpeteo de la batería, le dio pie a las primeras ondas del bajo y por último se incorporó la voz, con las primeras frases de una melodía furiosa.

No había más de cincuenta personas en lo que en algún momento había sido una de las salas de aquella mansión, todas y cada una de las personas a mi alrededor, estaban vestidos de forma elegante y sofisticada, sosteniendo en sus manos copas de cristal de espumante champaña. Ninguno dio una mirada en mi dirección y eso me alivio, pero de alguna manera terminaron por hacerme sentir como una mancha sucia en medio de un inmaculado mantel, por cargar una mochila a cuestas.

Me quedé atenta y expectante al escucharlo cantar, como si mis pies hubiesen sido plantados en el piso con el más fuerte de los pegamentos, siendo consciente de que aquellas estrofas se estaban deslizando de su garganta como la más rica y cálida miel.

¿Por qué estaba yo ahí? ¿Y por qué de alguna forma sus palabras me estaban calando hondo?

Es muy tarde en la noche.

Conocí a una chica con oscuridad.

Ella me dio una mirada.

Y definitivamente eso me tiene con vacilación.

Por alguna razón, el escuchar las frases de Reign, su voz suave, pero al mismo tiempo ronca, terminó por erizarme la piel. Se me era imposible desviar mi atención de su presencia y a pesar de ser cuatro personas haciendo un show, el único que parecía destacar, convirtiendo a los otros en extras o relleno, era él.

Mientras tocaba su guitarra y cantaba, se desenvolvía sobre el escenario como si realmente hubiese nacido para eso. Incluso yo, podía admitir que no todas las personas que querían dedicarse al arte tenían el poder de captar la atención de su público, pero más bien, parecía que nadie era capaz de apartar los ojos de Reign, de sus manos expertas y de su voz hipnotizante y aterciopelada.

Porque estaba dejando todo en esa letra y estaba tendiendo un lado de su alma ante todos.

Recibiendo un impacto de ida y vuelta.

Estoy enloqueciendo.

Siento un veneno llamado tú.

Hey, sí, amargada.

Ni siquiera note que corazón se estremeció con frenesí; aquella palabra, amargada, estremeció mi cuerpo como una corriente eléctrica. Era la segunda vez que podía ser testigo de alguien que tuviera esa magia y eso estaba destapando una herida que hace años ya había comenzado a sanar. ¿Por qué me había traído a su casa a presenciar un momento como ese? No lo comprendí, mucho menos cuando el estribillo llegó y de entre todas las personas presentes, sentí que su mirada oscura se desvió para buscar a alguien.

Ese alguien era yo.

Hey, sí, amargada.

Te vi temblar y eso me gustó.

Creo que tu dolor me envuelve y eso es desgarrador. 

Podría ser luz en tu oscuridad.

Secar tus lágrimas y traer tranquilidad.

O simplemente ser tu desdicha.

Y ponerle diversión a tu comodidad.

No me di cuenta que la canción había culminado, hasta que tuve que apartar mis pensamientos al fondo de mi mente, tragando en seco, para volver a la realidad.

Los aplausos y la ovación de lo que parecían ejecutivos a mi alrededor, no se hizo esperar, seguido de una mujer mayor vestida de rojo, la cual caminó hasta donde estaban presentando con una sonrisa disfrazada de carillas blancas que iluminó a todos de una forma más intensa que todos los reflectores que estaban cerca de Reign.

—¡Buenas noches! —saludó esta, al tiempo en que una especie de asistente le extendió un micrófono—. Hoy he decidido reunirlos a todos para hacer el anuncio de uno de los primeros sencillos promocionales en los que Softcore está trabajando para su nuevo álbum. Reign, Daniel, Marcus y Lucas están esforzándose arduamente para que este esté listo lo antes posibles, pero por esta noche, ellos y ustedes son libres de disfrutar de esta fiesta en honor a ellos.

Una vez la mujer terminó su discurso y bajó del escenario, mi confusión se hizo mayor y mi respiración se aceleró. Nada de lo que estaba sucediendo encajaban con lo que me había dicho el chófer de continuar esa tarde con nuestro proyecto escolar, por lo que necesitaba huir o encontrar al hombre que me había traído hasta el complejo privado de Reign, lo más rápido posible.

Sabía que no conseguiría un taxi, tenían prohibido acercarse a una zona tan exclusiva, por lo que sin perder más tiempo, comencé a emprender mi camino hacia otro lugar de la casa, en el mismo instante en el que los cuatro músicos bajaron del escenario para saludar.

Me dirigí hacia el patio, en busca de respirar un poco de aire fresco para aclarar mis pensamientos y ver si mi objetivo se encontraba cerca del área de la piscina. Sin embargo, a mi alrededor solo se encontraban más personas tomando alcohol y manteniendo conversaciones de negocios.

Un par de meseros con pantalones de vestir pasaron frente a mí extendiendo canapés y copas de champaña, pero los rechacé olímpicamente, debido a que no estaba en buenos términos con el alcohol.

Vi al hombre alejarse y mi estómago se contrajo, me estaba muriendo de hambre, debido a que lo único que tenía en el estómago hasta ese momento había sido el sándwich que mi hermana me había hecho comer antes de dirigirme hacia el trabajo, pero mi lado terco iba a quemarme por dentro si tomaba algo de aquella bandeja.

En ese segundo, mi teléfono celular, el cual se encontraba en el bolsillo trasero de mis jeans, vibró, avisándome que un nuevo mensaje estaba en bandeja.

Rebeca: ¿Te falta mucho para volver a casa? Leo te extraña y quiero salir a hacer un par de cosas con unas amigas. ¿Tienes planes de no regresar temprano?

Maldije interiormente, había tenido demasiada mierda de Olivia esa tarde y justo después, había sido llevada sin razón a la fiesta de un idiota famoso. No quería lidiar con la irresponsabilidad de mi hermana y tampoco era una opción para mi salud mental.

Sintiendo una especie de culpar por mentir, tecleé mi respuesta.

Mara: Estoy haciendo tareas con una compañera, por favor, no hagas ninguna estupidez.

Rebeca: No te preocupes, espero que todo vaya bien con la escuela.

Era una especie de alivio que hubiese una respuesta afirmativa y que Rebeca hubiese cedido tan rápido. Normalmente solo asumía sus responsabilidades con Leo luego de una ardua discusión, por lo que por esa vez, en serio quise darle un voto de confianza y asumir aquello como una pequeña victoria.

Pero eso no fue por mucho tiempo, ya que luego de unos segundos, un nuevo mensaje fue añadido al hilo de la conversación.

Rebeca: Me debes una, hermanita.

Solté un suspiro y la dejé sin respuesta. A veces Rebeca me hacía sentir como si constantemente le debiese algo, aunque en realidad, era al revés. A pesar de que no era mi responsabilidad, intentaba cuidar de su hijo lo mejor que podía, mientras que ella no se daba cuenta de su falta de sentido común.

Frustrada y dándome por vencida, giré mis talones para emprender mi camino de vuelta hacia el recibidor de la casa, viéndome impedida al sentir como un fuerte agarre se apoderó de mi codo.

—¿Estás perdida? —Una voz masculina se dirigió hacia mí, al mismo tiempo que mi piel ardió con incomodidad, cuando el extraño que acababa de detenerme, me obligó a girar mi cuerpo en su dirección.

—¿Te parezco perdida? —le respondí, alzando una ceja. La garganta la sentí seca y quise sacudirme de inmediato, al sentir su contacto demasiado caliente y sudado sobre mis extremidades.

—¿Eres una nueva interna o algo así? —Inquirió con verdadera curiosidad. Tal vez no notó mi incomodidad, ya que en ningún momento me soltó, por otro lado, solo afianzó su agarre sobre mí—. Debo decir que no te había visto antes en una de nuestras fiestas.

—¿Es que deberías conocerme?

—Me gusta conocer a todas las mujeres que me parecen atractivas —susurró con una expresión engreída.

Con mi mano libre, lo hice a un lado de un brusco empujón. Eso hizo que extendiera una sonrisa en su rostro al darse cuenta de la situación, liberándome por fin.

La verdad, era que el tipo frente a mí no tenía por qué conocerme o siquiera haber visto mi rostro alguna vez en su vida. Por el contrario, yo había escuchado más de él de lo que me hubiese gustado admitir. El hombre que tenía al frente era nada más y nada menos que Marcus Leclerc, mejor conocido como el —promiscuo—, y también como el prostituto bajista de Softcore. Y según lo que había leído en la farándula amarillista y en el sitio de Hater, una persona con más problemas mentales de los que les gustaba admitir a sus agentes.

Marcus se quedó observándome con atención, como si estuviese tratando de descifrar un complejo ejercicio matemático. Sus ojos fijos viajaron desde la raíz de mi cabello, deteniéndose después en mis zapatos. Luego, hubo un silencio, que pasó como una corriente fría, hasta su perfecta sonrisa de dientes alineados se ensanchó.

—No pareces de por aquí, pero nunca es tarde para conocernos, ¿no crees, guapa? —No comprendí a qué iba su estrategia, pero pude sentir el brillo de sus ojos verdes sobre mí, esa expresión no desapareció, ni siquiera cuando otro de los meseros que pasó detuvo frente a nosotros captando su atención—. Soy Marcus... pero eso ya deberías saberlo extendió su mano en mi dirección —dijo, al mismo tiempo que con la otra mano, tomaba dos copas con completa agilidad del vino que estaba sirviendo el mesero y por último, extendía la que le quedaba libre en mi dirección.

Al principio no lo capté, hasta que me di cuenta de que Marcus Leclerc estaba tendiendo dos opciones para mí frente a la mesa, una era tomar su mano y estrecharla; la otra tomar una de las copas.

La sola idea de que tuviese que volver a rozar mi piel con la suya, me provocaba arcadas, también podía recorrer a excusarme con alguna estupidez y salir corriendo, pero eso solo llamaría más su atención... y la de los demás.

Lo debatí por unos instantes que se sintieron eternos en mi cabeza y al final respondí, no sin antes, estirar mi mano y tomar la copa fría entre mis palmas:

—Gracias.

—¿No piensas probarla? —Este tomó de su propia copa y las comisuras de sus labios se alzaron con diversión, llevando el líquido vinotinto hasta el fondo de su garganta—. Es un vino muy exclusivo. ¿No te parece una lástima?

Yo me quedé mirando el cristal, buscando cómo escabullirme de aquella situación, por lo que extendí una sonrisa falsa. Era evidente que no pertenecía a aquel lugar, aparte de mí, las únicas personas vestidas de manera informal eran los cuatro hombres famosos que acaban de dar su presentación.

—No tomo alcohol.

—¿No te han dicho que hay una primera vez para todo? —Insistió.

—La cosa es que soy bastante reservada con esas cosas.

Enarcó una ceja.

—Nena, suenas muy aburrida. —Marcus se rió, colocando su copa en una silla cercana y dirigiéndose de nuevo a mí—. ¿Qué es lo peor que podría pasar si tomas una copa conmigo? No es como si vaya a seducirte después y empujarte a una cama.

—¿Qué te asegura que puedes seducirme? —Mi cabeza comenzó a palpitar, como siempre hacía cuando estaba en una situación que me generaba ansiedad. La sensación de pánico recorriendo mis venas.

Sí, mejor que nadie sabía lo que podía suceder y eso hizo que me estremeciera de pánico. De pronto pude sentir como mi mano se aferró más hacia el frio cristal, captando la atención de Marcus y haciendo que este colocara su palma donde descansaba la mía, para acariciar mis dedos con descaro.

—¿Qué me lo asegura? —inquirió con molestia—. Vamos, no pareces divertida.

—No quiero ser divertida

—Carajo, eres directa, eh. ¿O es que necesitas ayuda para tomarla? Siempre puedes ser más divertido como un poco más de alcohol.

En ese instante, su mano contraria, la que no estaba sobre mis dedos, me rodeó la muñeca, sobresaltándome.

«No te alteres», me repetí en mi mente, pero no funcionó, por lo que dije entre dientes lo primero que se me ocurrió:

—Suéltame. —Me ignoró, por lo que esta vez fui con más firmeza—. No estoy ligando contigo, así que suéltame.

Su frente se frunció con fuerza y mis dientes cavaron el interior de mi labio, aferrándome a la cordura el poco tiempo que me quedaba, cuando recorrió mi brazo.

—¿Acaso me estás jodiendo? ¿No eres una zorra dispuesta a ligar? —Me preparé para que me empujara o que su agarre se afianzara.

Hizo lo segundo, mientras recorría mi piel.

—Por favor... —Aspiré una respiración temblorosa—. Suéltame.

—Ella te dijo que le quitaras las putas manos de encima, Marcus. —Mi estómago se hundió, justo en el instante en el que mis sentidos captaron la familiaridad de otra voz y de inmediato pude sentir como el contacto del extraño me abandonaba como si tuviera la lepra.

Cuando me liberé de él, fue como si pudiese volver a respirar y antes de que Marcus cambiara de opinión, caminé un par de pasos hacia atrás y giré la cabeza para encontrarme directo con el rostro de Reign, quien parecía de cierta forma, preocupado y ofuscado.

Cuando mis ojos se encontraron con los suyos, solo fue un mínimo roce visual lo que me dedicó para ver si todo estaba bien, pero ese nanosegundo hizo que se enderezara y su tensa mandíbula se aflojara de repente.

—Discúlpate con ella —exigió Reing, acortando la distancia hacia donde estábamos.

—¿Por qué me disculparía con una groupie, hermano? —El ceño de Marcus se frunció, al ver aquella expresión sepulcral que le otorgó su compañero.

No quería que las cosas pasaran a mayores, mucho menos que la atención no deseada se desviara hacia nosotros, como ya estaba pasando, por lo que puse las manos en alto en me dirigí hacia Reign diciendo:

—Necesitamos hablar.

Afortunadamente, eso bastó para que olvidara por un momento a su compañero de banda, ya que asintió con la cabeza, pero como siempre, las cosas no terminaron allí, ya que de igual forma, antes de que Marcus girara sus talones y huyera por lo que había hecho, se dirigió hacia mí diciendo:

—Adiós, pequeña musa. Creo que nos veremos muy seguido.

Una vez él había desaparecido por completo, pude sentir cómo de pronto la presencia de Reign se relajaba.

—Esto se está volviendo cansado, pero ¿todo en orden contigo, Mara? —fue lo primero que pregunto. Asentí y a pesar de que la respuesta era un claro no, me mordí la lengua para no soltar una respuesta mordaz. Me ardía el estómago en demasía y todas mis extremidades temblaban.

Las palabras de Marcus siguieron vibrando en mi mente con confusión, de tal modo que solo pude dedicarle una mirada amarga mientras lo veía caminar.

Me recordé a mí misma que necesitaba que si no controlaba mi estado, Reign lo percibiría. Por supuesto que lo haría, desde que nos conocíamos parecía tener una habilidad mágica que más nadie posee para saber detectar cuando estaba teniendo un ataque de pánico.

—¿Por qué hiciste que viniera hasta aquí? —solté, tajante.

Me quedé esperando su respuesta por unos instantes. Él miró a los lados, como si estuviese buscando moros en la costa, hasta que añadió:

—Sígueme, no me apetece hablar contigo en este lugar.

Si hubiese estado con un poco más de energía mental, seguro que me hubiese negado, pero realmente había sido demasiado por ese día, estaba cansada y solo quería dormir un buen rato, así que lo seguí de buena gana por unos pasillos distintos que nos condujeron hacia las escaleras y hacia uno de los pisos superiores de la casa.

Todo era demasiado modernos, mucho cristal por todos lados, también metal y madera en color negro, una decoración bastante sofisticada, pero también sin dejar plasmado lo que yo llamaría, personalidad.

Mientras caminábamos, comencé a preguntarme como una persona necesitaba tanto espacio, pero de nuevo, era esa clase de caprichos los cuales hacían a los ricos, más ricos.

Aquella casa parecía un laberinto y seguro que ya habían comenzado a dolerme los pies de tanto dar vueltas por el lugar. No quise parecer una niña ansiosa y preguntar nada, ya que en ningún momento Reign siquiera me otorgó una mirada, o eso me dije a mí misma para convencerme de que era así y antes de que me diera cuenta, este estaba tecleando un código en unas puertas gigantes de cristal, para después conducirme al interior de un sitio diferente.

Allí, pude notar una sala repleta de diferentes instrumentos, amplios sofás y una cabina de grabación con equipos que parecían tan costosos y complicados de utilizar, de los cuales ni en un millón de años, iba a aprender a diferenciar o mencionar.

—Ponte cómoda, supongo que nadie que sepa el código de la puerta de este lugar le apetecerá venir aquí. —Me indicó que tomara asiento en uno de los sofás y posterior a ello, caminó hacia un refrigerador cargado con diferentes cosas—. ¿Quieres agua, jugo o algo?

Mierda.

Estuve tentada a negarme, pero pude sentir como mi interior rugiendo, mi propio delato, haciéndome avergonzar. Le agradecí que no hiciera ninguna burla de ello o agregara un comentario gracioso, solo me rodeó, colocándose delante de mí y extendió una lata de coca cola en mi dirección.

A diferencia de la copa de vino que Marcus me quiso forzar a tomar, aquella lata de refresco se la arrebaté de las manos a Reign sin dudar como un tesoro. Una vez la había destapado y había tragado unos cuantos sorbos del oscuro líquido, me aclaré la garganta y pude continuar.

—Entonces... ¿por qué me hiciste venir hasta aquí? ¿Necesitabas extras en tu show o algo?

Del otro lado del sofá, en la esquina más opuesta, Reign se sentó.

—Te confieso que pensé que no vendrías.

—Pues, aquí me tienes, ¿no? —murmuré y Reign se llevó una mano detrás de la cabeza dubitativo.

—La verdad, no fue mi intención. No sabía lo que Hilda planeaba hacer, por eso le dije a mi equipo de seguridad que te trajera para que pudiéramos continuar con nuestro proyecto, ya que no pudimos vernos en clase y mi asistente no pudo contactarte... ah, y antes de que me grites y discutas conmigo, quiero decirte que no había ninguna intención detrás y me disculpo por hacerte perder el tiempo, Mara.

—¿Hilda? ¿Es algo así como tu madre?

Reign soltó una carcajada sonora.

—¿Es lo único que escuchaste de todo mi discurso? Y no, No exactamente, es el agente de Softcore... pero digamos que sí asume el papel de madre. —Por un segundo pude sentir sus ojos oscuros de cazador, como pozos sin fondo, estrechándose hacia mí y mirándome con confusión—. Oye, ¿no estás... molesta?

En las ocasiones en las que me había topado con Reign, me había dado cuenta que sus iris era de un tono tan extraño como la tinta, si no que eran oscuros, sin calidez.

Me quedé observándolo, ya que él esperaba mi respuesta, solo que mi atención se centró en su camiseta blanca y sus jeans rasgados que contrastaban perfectamente con su cabello despeinado, el cual parecía húmedo y un poco más oscuro de lo normal, si es que era posible, pero no estaba húmedo por sudor, sino que más bien, era un aspecto más de recién duchado.

Llevaba una ropa distinta a la de su presentación de hace un rato, por lo que eso era una especie de confirmación.

—No te preocupes, no estoy de ánimos para pelear contigo. —Me encogí de hombros con simpleza y Reign soltó una especie de suspiro e intentó disimular en una sonrisa entre dientes, hasta que terminó por soltarla finalmente, revelando un par de hoyuelos cerca de sus pómulos afilados.

—Vaya, eso es extraño y sorprendente a la vez.

—No te acostumbres, sé que la cagaras para la próxima y eso me hará enojar. —Lo miré con gracia disfrazada de advertencia falsa, dándole enseguida un sorbo largo a mi bebida.

Cualquier otro día, con facilidad podía seguir con mi odio hacia él, pero no esa noche, cuando ni siquiera podía mantenerme en pie por el cansancio emocional y me sonaban las tripas del hambre cada cinco segundos. La poca energía que me quedaba, necesitaba ser invertida en mantenerme cuerda. Quería desesperadamente volver a mi casa, meterme bajo las sábanas y no despertar jamás, pero también, el regresar a mis cuatro paredes significaba enfrentar los problemas reales que estaba acarreando con Rebeca.

—¿Necesitas algo más de mí? Porque quiero irme ya a casa —agregué con simpleza, cuando me di cuenta que ya no había más nada para decir y que entre los dos estaba reinando el silencio—. Tuve un día de mierda, y estoy demasiado cansada para discutir.

—Iré a contactar a alguien del equipo de seguridad. ¿Te importa esperar aquí? Prometo volver enseguida. —Él se puso de pie y yo negué con la cabeza.

Sin muchas dudas, lo vi dirigirse hacia la puerta y sin premisas, salir del lugar.

Comenzó a correr el tiempo y a su vez, empecé a desesperarme. A tal punto que al transcurrir treinta minutos, me puse de pie y quise ir en busca de Reign yo misma, dándome cuenta con decepción y preocupación que la puerta se encontraba bloqueada. Regresé al sofá y me envolví con mis brazos, ya que la temperatura de aquella sala de ensayo pareció descender, así que para distraerme tomé mi teléfono celular para comprobar la hora.

Eran casi las nueve de la noche y no había noticias nuevas de mi hermana, solo un texto de Omar que ignoré y para mi decepción, ninguno de mi amigo anónimo. Estábamos en buenos términos, pero sabía que en cualquier momento iba a dejarme de hablar o yo iba a dejarle de hablar a él.

La noche anterior solo habíamos estado jugando como siempre a tomarnos el pelo mutuamente y no quería que las cosas se pusieran demasiado personales entre nosotros.

Sus palabras, de algún modo, no me había puesto incómoda y eso me hacía preguntarme si existía la mínima posibilidad de que no estuviese tan jodida como pensaba, pero por otro lado, las palabras de mi Rebeca, habían calado otro agujero hondo dentro de mí. Era cierto, si ni siquiera me gustaba a mí misma, no existía ni la remota posibilidad de que pudiese gustarme alguien más, a pesar de ser ya una especie de avance gigantesco el que no me sintiera incómoda con sus palabras sucias y conversación subida de tono.

Se suponía que yo tenía que enviar un nuevo mensaje, ya que el suyo había sido el último y eso hice.

Odio: ¿Tienes un momento? Tal vez necesite hablar con alguien.

Noté que el mensaje había sido entregado, pero no marcaba lectura, por lo que unos minutos después envié otro:

Odio: Me dijiste la primera vez que eras mi amigo para desahogarme. Creo que es uno de esos momentos.

Odio: ¿Estoy siendo demasiado intensa? Podré entenderlo si es así. No quiero ser insistente.

Mierda, tal vez solo estaba siendo demasiado pegajosa en ese instante.

Al ver que en ningún momento hubo respuesta ni que Reign regresaba, aparte el teléfono con frustración. No me quedaba demasiada batería, por lo que lo mejor era hacerlo a un lado. De ese modo, me pareció una mejor idea, subir mis piernas al sofá y ver al techo por quien sabe cuánto tiempo más, hasta que sin darme cuenta, el cansancio me venció, llevándome a un estado de inconsciencia que era mejor lo que me esperaba en la realidad.

***

Mis ojos comenzaron a parpadear con desconcierto, en el segundo en el que se abrieron, para lograr adaptarse a la fuerte luz de un lugar extraño, seguido del sentimiento de desorientación latente en mi cerebro al escuchar a mi teléfono repiquetear con el sonido característico de una llamada.

Sacudí la manta que estaba envolviéndome y no recordaba que hubiese estado antes sobre mí, y como pude, tomé el celular, dándome cuenta que eran alrededor de las cuatro de la mañana, pero eso no era lo que me preocupó, lo que en realidad encendió las alarmas en mi cerebro eran las más de veinte llamadas perdidas que tenía de una de mis vecinas de la casa que compartía con mi hermana.

—¿Hola? —saludé con confusión y somnolencia.

Pude percibir la tensión incluso desde el otro lado de la línea, cuando la señora Díaz se aclaró la garganta.

—Mara, cielo. ¿Te encuentras en casa?

—¿Sucede algo con usted, señora Díaz? —pronuncié con desconcierto y un instante después, escuché como alguien bostezaba en mi dirección, pero no había sido mi vecina a través de la llamada, sino alguien más.

—Verás... —Hubo un silencio por parte de la mujer—. No quiero molestarte ni que esto te parezca una regañina, pero desde hace unas horas a mi esposo y a mí nos parece raro escuchar llantos de bebé desde tu casa, imaginamos que no se encontraba nadie desde luego las luces están apagadas.

—¿Llantos de... bebé? —sostuve las palabras, tragando saliva. Como si tuviese que decirme a mí misma para confirmar que era real.

—Intentamos contactar con tu hermana para saber si se trata de Leo y que todo esté bien, pero no hemos podido, pensamos llamar a la policía si te parece bien.

—Se lo agradezco, iré enseguida —me apresuré a responder, sintiendo como mi rostro perdía color en cada segundo que pasaba.

Necesitaba regresar a casa lo antes posible, y no tenía un centavo en mano y mucho menos a alguien que me pudiera llevar a casa estando encerrada en aquella habitación, excepto por Reign quien me estaba mirando con confusión y el cabello todo despeinado, mientras se acurrucaba en una esquina del lugar.

—¿Puedes hacer algo por mí? —Tal vez iba a arrepentirme de mis palabras después, pero las situaciones desesperadas, requieren medidas desesperadas—. Prometo ayudarte o darte lo que sea...

Y es que deberle algo a Riegn Miller se sentía igual a deberle algo al Hades.

X

¿Teorías? ¿Opiniones sobre el capítulo? ¿Dudas?

El capítulo siguiente es uno de mis favoritos, si este cap tiene mucha interacción, prometo subirlo lo antes posible, ya que estoy muy ansiosa. Las que están en el grupo, saben que la semana pasada fue complicada por muchas cosas, y aunque no estoy de mejor humor, escribir es algo que me pone una curita para el corazón. No tengo muchos ánimos de extenderme hoy, asi que, un abrazo.

Gracias por leer, votar y comentar. XOXO; Ashly. 

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