Capítulo 10
♔ ♕ ♔
NOELLE
La noche pasada no pude dormir, y esta mañana me despierto con un ligero dolor de cabeza. No es solo por el beso y mi incomprensible forma de reaccionar, sino también por la conversación que tuve con mamá de camino a casa. Me contó lo mucho que a papá le cuesta verme involucrada en los asuntos del reino. Piensa que no debería tener nada que ver con el príncipe, aunque, a pesar de sus reservas, está dispuesto a brindarme su apoyo. Sin embargo, dejó claro que, ante la primera señal de problemas, tendremos una seria conversación sobre mi renuncia.
Por si eso no fuera suficiente, tuve la mala idea de preguntar sobre la plaga que afecta los cultivos. Cuando llegamos a casa, entendí lo que mamá quiso decir con que las cosas no marchan bien. Los sembríos están muriendo lentamente, teñidos por una nueva plaga que no sabemos cómo detener. La única solución es contratar expertos de Estados Unidos que, además de cobrar una fortuna, requieren avionetas para fumigar con ciertos químicos, algo que no podemos costear.
Papá, fiel a su principio de trabajar de forma orgánica, se niega a ceder, así que la cebada sigue marchitándose. Mamá piensa que debería ser más pragmático, pero al final, es su decisión. Me duele verlo así, sobre todo porque sé cuánto ama su trabajo. Recuerdo cuando adaptó el establo como laboratorio para crear su cerveza. Yo tenía nueve años, y verlo tan dedicado me inspiró siempre. Ahora, ver cómo sus sueños peligran me llena de impotencia.
Por si fuera poco, intenté contactar a Holly de nuevo anoche, pero tenía el teléfono apagado. Busqué su perfil en redes sociales solo para descubrir que me había bloqueado. Ahora, la dolida soy yo. Sabe que nunca me interesó Stephano. Incluso el beso de ayer no significó nada para mí; fue un impulso, algo momentáneo.
Esta mañana, al llegar al colegio, todo se siente surrealista. Las chicas llevan gorros y sombreros ridículos, claramente siguiendo el rumor de que el príncipe abrazó a una desconocida con gorro en el parqueadero. Es un circo.
Mientras intento pasar desapercibida, me encuentro con Stephano frente a mi casillero. Intento abrirlo, pero su cercanía me inquieta demasiado.
—¿Puedo saber qué planeas ahora? —Intento abrir la puerta, cubriendo la contraseña con una mano. Estoy tan nerviosa que fallo al primer intento
—Te protejo —responde, como si fuera lo más obvio del mundo.
Alzo una ceja y miro a mi alrededor.
—Nos están mirando —le indico, con la esperanza de que se marche. Pero no parece importarle.
—¿Piensas que eso me hará echar a correr? —Tiene una sonrisa burlona en el rostro.
—¿Quieres crear una escena?
—Estaría dispuesto, si eso incluye besarte otra vez.
Cierro los ojos, intentando mantener la calma.
—Olvídalo —digo, logrando abrir el casillero. Mi alivio dura poco al ver un sobre blanco dentro.
Lo tomo con fastidio.
—Nunca te darás por vencido, ¿verdad?
—No, jamás —responde, sin un atisbo de vergüenza.
Con un gesto furioso, arrojo la carta al basurero más cercano. Pero, para mi incredulidad, Stephano mete la mano y la recupera sin dudar.
—No pienso ser otra de tus conquistas —le espeto, cerrando la puerta del casillero con un golpe.
Está echándole un vistazo a la hoja, así que contesta de forma distraída:
—Está bien. Pero, ¿qué tal si te digo que serás la última?
Despega la mirada de la carta al percibir mi silencio.
—Me reiré en tu cara. —Empiezo a alejarme, pero él se adelanta, caminando de espaldas frente a mí, como si esto fuera un juego.
—¿Qué pasa, Noe? ¿Tan fácil te pongo nerviosa?
Resoplo.
Un chico bajito aparece de la nada. Su camisa está manchada de sudor y sus manos tiemblan mientras señala la carta que Stephano tiene en la mano.
—Eso es mío —tartamudea.
Stephano lo mira con diversión.
—¿Una declaración? —pregunta con tono mordaz, el chico no responde y me mira de reojo, tiene la frente perlada por el sudor. Con un movimiento veloz, le arrebata la carta al príncipe y huye por el pasillo.
—¿Tú lo sabías? —le pregunto, entre incrédula y molesta.
—Solo lo vi meter un papel en tu casillero. ¿Lo aceptarás?
—¿Qué más te da? —respondo, frustrada. Pero algo en mi mente hace clic y entorno la mirada en él.
—¿Por eso vaciabas mi casillero constantemente? —pregunto con incredulidad.
—Es porque le gustas —interviene Jerome, apareciendo de repente—. Y él piensa que puede tenerlo todo.
Stephano lo fulmina con la mirada.
—No puedes tenerlo todo, Stephano. El respeto no se obtiene con títulos, se gana con acciones —respondo.
Sin esperar respuesta, doy media vuelta y entro al salón, dejando atrás el caos.
♔ ♕ ♔
STEPHANO
No puedo tolerarlo más. Mi sangre hierve en las venas, como un fuego contenido que amenaza con explotar.
Sin pensarlo, tomo a Jerome por la camiseta y lo empujo contra la pared con fuerza. Es pequeño en comparación conmigo, y aunque su rostro muestra miedo, puedo ver el destello de burla en sus ojos.
—Te lo advierto —le digo entre dientes, mi voz baja y cargada de ira—. Deja de meterte conmigo. Y no pienses, ni por un segundo, que obtendrás mi título.
Mis palabras no lo amedrentan; en cambio, lanza una sonrisa que me irrita aún más. Luego, inclinándose ligeramente hacia mí, murmura con voz apenas audible:
—Nada es tuyo todavía, Stephano. Ni el título, ni la confianza de tu padre... ni siquiera Noelle.
El veneno en su tono es palpable, como si cada palabra estuviera diseñada para encender mi furia.
—Sigue así —continúa con esa calma insoportable—, y todo lo perderás por tus propios méritos.
La rabia me consume, apretando los puños con más fuerza alrededor de su camiseta. Estoy a un paso de perder el control cuando escucho su voz.
—¡Stephano!
Me giro y allí está ella, Noelle, con el rostro encendido por la furia. Se ha molestado en salir del salón, y su mirada me atraviesa como un cuchillo.
—Déjalo ya —exige con un tono que no admite discusión.
Por un momento, el calor de mi ira se enfría tan solo un poco. Entonces Monty se acerca, su expresión llena de preocupación.
—Stephano, estás llamando la atención —me advierte en un tono bajo, mirando alrededor.
La presión de las miradas me hace soltar a Jerome, pero no porque lo merezca. No quiero darle a nadie la impresión de que esta basura es una víctima.
Jerome se endereza, ajustando su camisa como si nada hubiera pasado, y me lanza una última mirada cargada de desafío antes de alejarse.
—Esto no ha terminado —susurro.
Noelle se cruza de brazos, mirándome fijamente. Su desilusión duele más que cualquier cosa que Jerome pudiera decir.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —pregunta con dureza.
Intento responder, pero las palabras se atoran en mi garganta. No es miedo, es algo más profundo. Es ella.
Apretar la mandíbula es lo único que evita que le suelte algo por lo que pueda arrepentirme luego.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —me dispara otra vez, como si no hubiera escuchado mi advertencia a Jerome, como si no entendiera lo necesario que fue.
La miro directo a los ojos, sosteniendo su mirada desafiante. No me muevo, no retrocedo.
—Lo que alguien debía hacer. Ese cobarde necesita aprender su lugar.
—¿Y tú crees que así lo conseguirás? —replica, dando un paso más cerca. Su tono no tiene miedo, pero puedo notar el desprecio enterrado justo debajo—. A punta de empujones y amenazas. Qué maduro, Stephano.
—¡Jerome se lo buscó! —La rabia que me consumía hace un momento vuelve a hervir—. No voy a quedarme sentado mientras intenta pasarse de listo conmigo.
Ella se ríe. No es dulce, ni ligera. Es seca, como si estuviera burlándose de mí.
—¿Pasarse de listo? ¿Esto se trata de él o de ti? Porque, desde aquí, parece que lo único que estás haciendo es demostrar que no puedes controlar tus impulsos.
Mi orgullo se tuerce con esas palabras. No soy yo quien está fuera de control, es ella quien no entiende. Me acerco un paso, bajando la voz para que solo ella me escuche.
—No me hables como si fueras mejor que yo, Noelle. No tienes idea de lo que está en juego.
—¿Y tú sí? —dispara de vuelta, sus ojos ardiendo con una intensidad que nunca antes había visto en ella—. Porque todo lo que veo es a alguien demasiado preocupado por demostrar algo que no necesita probar. Es solo una de tus escenas.
La sangre me late en las sienes, y por un instante, no sé si quiero replicarle o besarla. Ese pensamiento me sorprende, y me quedo callado por un momento demasiado largo.
Ella aprovecha el silencio para sacudir la cabeza, como si mi reacción confirmara algo que pensaba.
—Sabes qué, Stephano, haz lo que quieras. Pero no esperes que yo te respalde cuando te metas en problemas.
Se da la vuelta, sus pasos resonando en el pasillo mientras regresa al salón. Esta vez no intento detenerla. Mi orgullo no me deja.
Monty, como siempre, aparece a mi lado, con esa expresión neutral que nunca consigo descifrar del todo.
—Bueno, eso salió... bien. —Su tono sarcástico me irrita, pero no respondo.
En cambio, me quedo mirando el lugar por donde Noelle desapareció, sintiendo cómo la furia se mezcla con algo más que no quiero nombrar.
♔ ♕ ♔
NOELLE
El timbre de la hora de receso suena, y Holly es la primera en abandonar el salón. Ahora me queda claro que me está evitando.
—Noe. —Jerome me toca la espalda, y volteo hacia su puesto—. ¿Te parece si almorzamos juntos? Puedo compartirte mis Cheetos. —Agita la bolsa de frituras que acaba de sacar de su mochila.
—Me gusta la comida picante —respondo, sonriendo, y él parece aliviado.
Cuando llegamos al comedor, ya empieza a llenarse. Nos apresuramos a formar parte de la fila.
—Se me acaba de ocurrir algo —dice mientras contempla el menú—. ¿Cheetos sándwich? —Me mira de reojo, esperando mi reacción.
—Hecho. —Saco un billete de mi cartera y se lo ofrezco.
Jerome duda un momento, pero no cedo a su resistencia.
—Bien. Pero solo si comemos afuera —acepta.
Miro hacia la puerta de cristal que da al patio. Hace fresco, pero es soportable.
—Hecho —reitero—. Ahora toma el dinero.
Una vez que hemos comprado los sándwiches de tocino crocante, jamón y salami, buscamos una banca al aire libre. Jerome abre su bolsa de Cheetos Flamin' Hot y los reparte generosamente sobre los sándwiches, mientras yo vierto un sobre de salsa de ají sobre el mío.
—No bromeabas cuando dijiste que te gustaba la comida picante. —Me mira extraño, pero no me importa.
—¿Te atreves? —propongo, agitándole otro sobrecito de salsa.
—Quedaría como un cobarde si digo que no. —Acepta el reto, imitando mi preparación.
Le doy el primer bocado, y aunque pica, está delicioso. Jerome, en cambio, traga de un solo golpe su primer bocado, mientras su cara pasa de un pálido inofensivo a un rojo alarmante. No puedo evitar reírme.
—Estás a otro nivel. —Tose un poco.
—Pero sigues comiendo.
—Por más que pique, lo que más odio es el desperdicio.
—Entonces, ¿por qué me miras así?
—Es solo que... tienes un poco de salsa aquí. —Señala mi boca con un gesto vago.
Llevo el dorso de mi mano a mis labios, pero Jerome niega con la cabeza.
—Lo estás empeorando. —Tira de la manga de su sudadera, como si fuera a limpiarme él mismo, pero lo detengo.
—Tranquilo, estará bien. —Sin embargo, antes de que pueda buscar una servilleta, Jerome roza mi boca con su pulgar.
Me quedo congelada un instante, desconcertada por su acción.
—Gracias, pero puedo arreglarlo sola.
Me levanto y camino hacia la puerta del comedor, cuando mi mirada se cruza con la de Holly. Está acompañada de sus nuevas amigas, las mismas que nos atormentaron en el baño ayer. Cuando una de ellas le dice algo al oído, Holly agacha la mirada, mientras las demás me observan con desdén.
—Eso no luce sano —comenta una voz conocida detrás de mí, y me cuesta trabajo salir del trance.
—¿Qué quieres, Stephano? —respondo sin ocultar mi fastidio. El príncipe y su tono despreocupado me pone los pelos de punta.
—Unirme a la diversión. —Se acomoda descaradamente en mi lugar en la banca, como si fuera suyo.
—Estás haciendo otra escena.
—¿Otra escena? ¿De verdad? —Sonríe con esa mezcla de rebeldía y arrogancia que siempre me exaspera—. Noe, soy el puto espectáculo.
—Qué maduro —resoplo, poniendo los ojos en blanco.
—La verdad, acabo de ver que Jerome resulta ser una persona increíblemente amable, así que me dieron ganas de convertirme en su mejor amigo. ¿Qué te parece?
—¡Qué bien! —digo entre dientes.
—Esta mañana dejaste las cosas claras. Soy un niño maleducado, ¿verdad? Solo sé crear escenas para salirme con la mía. —Su tono sube de volumen—. Meterme en problemas es lo único en lo que soy un experto. Oh, qué desastre. Parece que tengo un poco de salsa en el zapato. ¿Te gustaría darme una mano, nuevo mejor amigo? O mejor un lametazo, ¿qué opinas?
Antes de que pueda responder, toma un Cheeto de mi sándwich y lo lanza directamente a la cara de Jerome.
—¡Stephano! —Miro a Jerome, esperando una reacción, pero él sigue inmóvil.
Cuando Stephano intenta repetir su estupidez, lo detengo sujetándolo de la muñeca.
—Levanta tu culo real de la silla y sígueme —le digo con firmeza.
Él me mira con una ceja arqueada, pero finalmente se levanta, siguiéndome con esa sonrisa descarada que me pone los nervios de punta.
Al encontrar un pasillo vacío, me giro para encararlo, pero antes de que pueda decir nada, él se acerca y me empuja contra un casillero. Su boca encuentra la mía, y lo que debería ser un acto de rabia se convierte en algo mucho más profundo y desestabilizador.
Su beso es una tormenta: salvaje, caótico, imposible de ignorar. Y aunque quiero odiarlo, mi cuerpo responde con una traición que me deja sin aliento.
—Debería odiarte —susurra contra mis labios, su voz cargada de frustración y deseo, el tono irritante que usó con Jerome ha desaparecido por completo—. Pero sigues gustándome, Noelle. ¿Qué más tengo que hacer para que lo entiendas?
El timbre interrumpe el momento, y Stephano se aleja lentamente, metiendo las manos en los bolsillos mientras se marcha.
Yo me quedo ahí, hundida en un remolino de emociones que no quiero ni puedo descifrar. Él está loco. Y yo, claramente, afectada.
Mis labios todavía sienten el calor del beso que me robó, y mi mente está enredada entre la indignación y una vergonzosa chispa de...
—¡No! —suelto el aire que se había atravesado en mis pulmones.
¿Cómo puede ser tan arrogante? ¿Cómo puede irrumpir en mi espacio, en mi día, y comportarse como si tuviera derecho a hacerlo? Y peor aún... ¿por qué mi cuerpo traiciona todo lo que sé sobre él?
Apoyo la frente contra el casillero frío, intentando calmarme. Es Stephano, el mismo Stephano que no sabe cómo no hacer una escena. El mismo que disfruta provocarme hasta que pierda el control.
—Está jugando contigo —susurro.
—Noe. —La voz de Jerome me hace girar. Está ahí, su expresión preocupada mientras me mira—. ¿Estás bien?
—Sí. —Mi respuesta es automática, aunque ambos sabemos que es mentira.
Jerome da un paso más cerca, sus ojos buscando respuestas en mi rostro.
—Si quieres, puedo... —Se interrumpe y agacha la mirada, como si dudara de lo que estaba a punto de decir—. Puedo hablar con él.
La risa que se escapa de mis labios es amarga.
—Jerome, no puedes hablar con Stephano. Hablar no es su idioma.
—Pero... —Intenta protestar, y niego con la cabeza para detenerlo.
—Déjalo. No vale la pena.
Por supuesto, esa es una mentira más, porque Stephano siempre consigue que todo gire alrededor de él.
Me dirijo de nuevo al comedor, dejando a Jerome atrás, aunque siento su mirada fija en mi espalda. Cuando entro, las risas y conversaciones llenan el aire, pero yo solo veo a Holly en la distancia, todavía en compañía de esas chicas.
Me pregunto qué pensarían ellas si supieran lo que acaba de pasar en el pasillo. Qué pensarían si supieran que, por un instante, Stephano me tuvo bajo su control absoluto.
¿Qué pensará Holls de mí?
Esa idea me quema, pero no tanto como la realización de que, pase lo que pase, él siempre encuentra la forma de desatar algo en mí que no sé cómo controlar. Y eso es lo que más me enfurece.
♔ ♕ ♔
Inquieta, muevo las piernas bajo la mesa. Esta es la segunda tutoría, y ya empiezo a desear renunciar.
Qué cobarde resulté ser.
Me repito que no debo ser tan temerosa, pero ¿cómo lidiar con todo esto? Ya no es solo Stephano, es también todo lo que está pasando conmigo. Soy un manojo de nervios ahora mismo, y lo único que me mantiene enfocada es ver cómo él sigue bastante tranquilo, a pesar de lo que ocurrió esta mañana en el colegio.
Momentos antes, tomó el libro que le di la última vez, lo abrió y, en silencio, se concentró en las primeras páginas. La verdad, no parece estar leyéndolo. Han pasado unos treinta minutos, y no ha cambiado de página. Aún así, no me atrevo a preguntarle si necesita ayuda.
De repente, sus ojos oscuros, por encima del libro, se clavan en los míos, y parece que el tiempo se detiene en ese instante.
—Stephano... —Soy la primera en romper el contacto visual.
—¿Qué sientes por mí? —pregunta, y un rubor indeseado sube por mi rostro.
—No estás leyendo. —Me aclaro la garganta, tratando de desviar la atención.
—¿Piensas que Jerome es mejor que yo? ¿Van a empezar a comer juntos de ahora en adelante?
Es insufrible.
—Escucha, Stephano. Estás actuando como un maniático. No voy a tolerarlo. Ni siquiera somos nada.
Una mueca de disgusto aparece en su rostro. Es la primera vez que muestra alguna reacción desde que empezó la tutoría.
Mi teléfono suena, luego otra vez, y continúa sin detenerse. El sonido de burbujas explotando acompaña cada nueva notificación. Después de todo lo ocurrido, al llegar al palacio olvidé dejarlo con el guardia. Y aunque me aterra el riesgo, decido echarle un vistazo.
Muchas personas me están etiquetando en el grupo Prince Lovers que Holly creó. Es la peor fotografía en la que podrían haberme inmortalizado. En ella, me veo justo después de haber caído al salir del baño. También hay un texto adjunto: Nuestro príncipe se toma la molestia de levantar la basura del suelo.
No sé qué expresión debo tener en este momento, pero Stephano se acerca para ver la pantalla. A pesar de que trato de esconderlo, me arranca el celular. Me pongo de pie y trato de quitárselo, pero al hacerlo, tropiezo y caigo sobre sus piernas. Está tan concentrado en lo que ve en la pantalla que ni siquiera se inmuta al tenerme encima. De hecho, su rostro se transforma en una expresión aterradora.
—Quien haya hecho esto, lo va a pagar —sentencia, apretando su mano en mi cintura.
—No. —Me aparto de prisa. Recupero el teléfono, lo apago, me lo guardo en el bolsillo y me dejo caer de nuevo en mi silla. De repente, siento que quiero vomitar, y me abrazo el estómago.
—Eso merece una expulsión.
Trago con dificultad. Por todo lo que él hizo conmigo deberían haberlo expulsado del colegio hace tiempo, pero aunque quisiera, las cosas no pueden ser tan simples.
—No puedes involucrarte. Es más, te lo prohíbo.
—¿Estás bromeando? —Ahora de pie, me observa con incredulidad.
—Es la página de Holly. —Y decirlo no hace que la situación sea menos complicada. No me molestaría si viniera de otra persona, pero esto... me hace sentir horrible. Necesito una explicación, pero mi mente no sabe cómo procesarlo.
—¿Tu amiga? —me pregunta.
—Es mi prima y mi mejor amiga. —Me doy cuenta de lo sola y dolida que me siento por su culpa.
—Pero hacerte algo así...
—Tú no eres mejor que eso. Así que, cierra la boca y regresa a tu asiento. —Pensar en lo ocurrido esta mañana me deja un sabor amargo.
Miro la hora en el reloj. Aún faltan dos horas para que termine la tutoría. Quiero volver a casa. Tengo mucha tarea pendiente, además de que debo encontrar una manera de hablar con Holly y arreglar las cosas. Necesito hablar con alguien, o al menos dejar de sentirme tan sola y miserable como ahora.
Miro a Stephano. Por lo menos se limita a hacer lo que le digo. Ya está de regreso en su silla, apoyado en el respaldo y de brazos cruzados, observándome con una expresión impasible.
—Dejar pasar esto sería un absurdo —El enojo es evidente en su voz.
—No puedes simplemente... —Hago una pausa para calmarme—. Buda dijo una vez que los desastres vienen de la boca.
—Y vaya desastre el que tu boca creó conmigo.
—Basta. Hablo en serio. No es momento de juegos.
—Parece que todo lo que hago, digo o pienso te molesta.
—¿Y acabas de darte cuenta? —pregunto, descargando mi enojo sobre él.
—Quiero saber... ¿Qué tengo que hacer para gustarte?
—No lo sé —anticipo—. Empieza por disculparte.
—Lo siento —dice con cautela.
—¿Por qué?
—Dijiste que pidiera disculpas, y eso es lo que hago.
—Ajá. —Empezaba a pensar que podríamos tener una conversación remotamente normal y que tal vez, podría salvarse de su estupidez—. Gilipollas.
—¿Entonces? —Tamborilea los dedos sobre la mesa.
—Entonces, ¿qué?
—¿Aceptarás mis disculpas?
—Tal vez —digo, solo porque quiero que se calle de una vez.
—¿Tal vez? —Se inclina sobre la mesa, acercándose más a mí, y hago todo lo humanamente posible para mantenerme erguida.
—Solo si realmente muestras un cambio positivo.
—¿Cómo cuál?
—Lo sabrás cuando seas consciente de que eres un gilipollas —digo con simplicidad.
—Eres cruel.
—Y tú, un gilipollas.
Se ríe, por poco contagia mi humor. Es extraño e incómodo, pero al menos me mantiene distraída de todo lo que pasa con Holly.
—Tu prima parecía decepcionada esta mañana.
No debío haber cambiado de tema.
—Está colada por ti, ¿qué esperabas? —digo, sin ganas.
—No me gusta. —Me sostiene la mirada—. Pero tú sí.
Presto atención a la mesura en su rostro. Sus ojos oscuros son profundos, pero no los mismos de siempre. El Stephano que tengo frente a mí ahora es diferente de alguna manera. Está serio, sin su típica actitud problemática, aunque sigue siendo un dolor de cabeza. Sin embargo, en su rostro también se ve una chispa de preocupación que no puede esconder.
—La cena está servida. —Olive se manifiesta, inclinándose respetuosamente, casi disculpándose por interrumpir.
—No comeré —dice Stephano, echándose atrás. Aquí está el niño inmaduro de siempre. Qué poco dura lo bueno.
—Gilipollas —murmuro para que Olive no me escuche, pero Stephano sí lo oye y aprieta los labios.
—La reina también espera que cenes con ellos, Noelle. —Olive me trata como a una persona normal aquí, y eso me reconforta. Ella es la única que me hace sentir cómoda en este lugar, lo que me recuerda que tengo que devolverle el vestido.
—¿Por qué querría algo así? —pregunto, levantándome de la silla.
—Es su deseo. Y también sabe que tú se lo concederás. —Desvía la mirada hacia Stephano, como si quisiera provocarlo. Mi primera misión es llevarlo al comedor, pero aún no sé cómo enfrentar eso.
—Por supuesto —respondo, porque no tengo otra opción. Sería irrespetuoso rechazarla. Además, es solo una comida. ¿Qué podría salir mal cenando con los reyes de Inglaterra? Aunque la ansiedad empieza dominarme.
—Entonces, en marcha. —Olive se gira hacia la puerta. Stephano arrastra la silla hacia atrás y sigue a la mujer, pero luego se detiene, esperando que yo lo haga también. Debo estarla mirando como una idiota.
—¿A qué esperas? —pregunta.
—Pensaba que no tenías hambre.
—Cierto. Pero adivino que la cena es una parte importante para dejar de ser un gilipollas, ¿verdad? —pregunta, y Olive me mira sorprendida por mi insulto al príncipe.
—Sí —respondo sin pensarlo.
—Al menos debiste dudarlo un poco. Me haces sentir peor conmigo mismo.
—Eso es un progreso. —Al menos se da cuenta de ciertas cosas.
Los tres llegamos al comedor donde los reyes ya están sentados.
—Ahora te dignas en aparecer —dice el rey al ver que Stephano ocupa su lugar en la mesa. Pero el príncipe permanece callado, mirando fijamente su plato vacío.
—Con permiso —me disculpo.
—Toma asiento en el lugar que desees —dice la reina. Me siento junto a Stephano. Jamás creí que diría esto, pero es el único lugar en la mesa donde me siento algo cómoda, hasta que me percato de Jerome, pero ya es tarde para cambiar de asiento.
El ambiente es tenso, y toda esa energía proviene del rey, quien está claramente de mal humor.
Una mujer del servicio entra empujando un carrito con platos gourmet. Las patatas en cuadraditos son perfectas, y hay un trozo de pescado con salsa blanca, setas y romero. Es un platillo dietético. Aunque luce delicioso, sé que no será suficiente para saciar mi hambre.
La mujer sirve con seguridad. Yo, en su lugar, no dejaría de temblar.
—Supe que lograste que Monty te llevara al colegio hoy. —El rey se dirige a Stephano, mientras mamá aparece con un carrito de agua y jugo—. Nada de coches. Pensé que había sido claro.
Mamá se sorprende al verme sentada, pero sigue adelante en silencio. Se coloca en la misma esquina que ayer.
—¿Cómo me trasladaré al colegio entonces? —pregunta Stephano.
—Existen otras opciones, como el transporte público.
¿Qué está pasando? Intento asimilar que le han quitado el coche, y no puedo imaginarlo tomando el bus.
—Tampoco tengo dinero, ¿lo olvidaste? —El príncipe parece aburrido, mientras yo trato de no abrir la boca por la impresión. Sería perfecto tener palomitas.
—Entonces, consigue trabajo. Muchos de tu edad ya se encargan de sus propios gastos.
Me gustaría aplaudir al rey.
El príncipe parece molesto, pero su padre no levanta la mirada y sigue comiendo. Yo también pruebo mi comida, intentando no escuchar su conversación. Está deliciosa.
—Cariño. —La reina interviene—. Hay una bicicleta en el parqueadero. No creo que a tu padre le moleste si la usas.
—Quizá pueda probar las carreras en monociclo —digo sin pensarlo y el silencio es total. El rey y Stephano me miran con exactamente la misma expresión—. O no...
De pronto quisiera ser uno con la silla.
—Noelle, sé que tu padre es agricultor y tiene campos de cebada. —La reina cambia de tema—. ¿Hace cervezas artesanales?
El tenedor de Stephano raspa el plato, produciendo un ruido que casi me deja sorda. Parece haber captado algo en las palabras de la reina que yo no.
—Sí —respondo.
—¿Crees que necesitará ayuda?
Ahora es cuando empiezo a entender.
—¿Qué planeas, Clarice? —pregunta el rey, tomando un trozo de pescado.
—Sería una buena idea que Stephano se involucrara con la gente. Aprendería mucho.
¡No! quiero gritar. No quiero que se acerque a mí, no en mi propia casa.
—Me parece una excelente idea —interviene Jerome, quien parece el único que disfruta de la comida. Tampoco me mira cuando abro mucho los ojos—. La humildad es esencial, y qué mejor lugar que el campo para aprender.
El rey parece cambiar de parecer con esas palabras.
¿Qué está haciendo Jerome? Ahora me siento traicionada por él.
—Felicity —dice el rey, sorprendiendo a mamá—. ¿Crees que habrá problema?
—No, no. No habría ninguno —responde mamá, nerviosa—. Russell necesitará manos para deshacerse de la parte afectada...
Con desesperación, niego con la cabeza. Por fortuna, mamá capta la indirecta y deja la frase incompleta.
—¿Yo también podría ayudar? Le dije a Noelle que me encantaría participar, y ella estuvo de acuerdo. Mi asistencia será gratuita. No tienen que pagarme. —Jerome me sonríe, buscando la aprobación de mamá.
—Bien —asiente el rey—, entonces es un hecho.
Mientras tanto, Stephano se limpia la boca, arroja la servilleta junto con el tenedor sobre el plato, nos mira a todos, se levanta de la mesa y se marcha sin mediar palabra. Cuando parecía haber progresado...
Siento que el infierno está a punto de desatar una guerra.
──── ⊱ ♔ ♕ ♔ ⊰ ────
Siento que los capítulos son muy largos, aunque tampoco quisiera cortarlos... 🥲
¿Qué piensan de Jerome? 🧐
¿Qué piensan de lo que está pasando con Holly? 🤔
Amo leer todos y cada uno de sus comentarios ❤️
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