Capítulo 02
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NOELLE
Holly está completamente loca dándole vueltas al asunto, y desearía poder frenar su loca cabecita.
¿Stephano, celoso por una chica cuando podría tener a cualquiera? Ha salido con algunas de las más decentes del colegio, y no es como si no lo supiera. Lo que me recuerda otra de sus reglas estúpidas: Cuando aparece una tarjeta azul en algún casillero, significa que la chica ha sido elegida para salir con el príncipe. Pero, claro, SOLO durante el tiempo que a él le dé la gana.
Nadie ha rechazado jamás esa invitación, y tampoco ha pasado más de una semana con ninguna.
Si lo que dice Holls es cierto y entre ellos hay algún tipo de rivalidad por alguna chica, lo cual sería extremadamente raro, entonces me compadezco de la desdichada.
—Hoy tenemos un nuevo estudiante —anuncia el maestro, mientras nos presenta al chico castaño de ojos marrones, que se acaba de presentar en la cafetería hace unos minutos. —Denle la bienvenida a Jerome Haggard, de Nueva York.
Holly, que está sentada al lado mío, me da una patada en el pie y me muerdo el carrillo interno. No me sorprende; ella sabe que preferiría mil veces no compartir clase con él. Pero lo que realmente me inquieta no es solo la tormenta que nos espera por parte del heredero oscuro, sino también ese algo indefinible que tiene que ver con el recién llegado... y su inesperado interés en mí.
—Jerome, siéntate detrás de Noelle, por favor —ordena el profesor.
Y las cosas no pueden mejorar.
Aunque Jerome pasa junto a mí, dejando un rastro de su fascinante aroma a perfume masculino, hago lo posible por mantener la compostura.
Es absurdo, pero durante toda la clase siento su mirada fija en mi espalda. Solo una vez volteo para pasarle la planificación que el profesor nos pidió entregar de adelante hacia atrás, y sus ojos brillan casi tanto como su sonrisa.
Nunca entendí por qué un chico se fijaría en mí, ni escuché que me consideraran atractiva. No sé bien cómo sentirme al respecto, pero no lo debo estar haciendo bien, si las hojas resbalan de mis manos yendo a parar al suelo. Él se apresura a ayudarme a recogerlas, con esa amabilidad desbordante que, lejos de tranquilizar, incomoda a todos a su alrededor. Está claro que no tiene la menor idea del efecto que causa... ni de lo que realmente está haciendo.
Cuando termina la clase, me tomo mi tiempo para guardar mis cosas y me levanto, sintiendo la tensión en cada músculo, así que empiezo a estirarme.
—Lo estás haciendo mal.
Volteo de un salto. Es Jerome. Me sorprende encontrarlo aún en el aula, cuando el resto ya se ha marchado.
—Debes sostener el brazo así. Y el mentón, de esta manera. —Me lo explica, tomándome por sorpresa cuando me toca con delicadeza—. Así estirará tu columna.
Las yemas de sus dedos deslizan suavemente por mi espalda, causando un escalofrío.
—No lo sabía, gracias —tartamudeo. Él desprende tanta calidez que resulta abrasador.
—¿Cómo sabes tanto sobre esto? —interviene Holly, aprovechando la oportunidad para unirse a nosotros.
—Practiqué gimnasia cuando era pequeño.
Ahora que lo dice, me doy cuenta de por qué sus hombros son tan anchos.
Holly comienza a hablar con Jerome de forma efusiva, y los tres terminamos saliendo del colegio juntos, esquivando la marea de estudiantes que abarrotan los pasillos.
Los nervios me invaden a medida que avanzamos y el resto nos lanza miraditas indiscretas. No es buena idea que nos vean juntos. Tampoco estoy segura de si Jerome sabe lo que podría implicar estar cerca de mí, y aunque debería advertirle, Holly parece encantada de tenerlo con nosotras. Eso me hace sentir mal, porque todos nos evitan, y ella acaba siendo ignorada por mi culpa.
Mientras escucho a Holly y Jerome hablar sobre gimnasia y ejercicios para tonificar el cuerpo sin mucho esfuerzo, me doy cuenta de que Jerome es un chico inteligente y sensato, algo que no esperaba.
—¿Tienes novio? —pregunta él mientras cruzamos el aparcamiento hacia el coche de mi prima. No mira a Holly cuando lo menciona, sino a mí, lo que me hace reconocer en sus ojos ese brillo nervioso de esta mañana.
Dudo, incluso mis pasos vacilan, pero todavía les sigo el ritmo.
—No —respondo, negando con la cabeza al mismo tiempo. La comisura de sus labios se eleva un poco, pero apenas me atrevo a verla.
—Jerome —interviene Holls—, tú y el príncipe...
De repente, una explosión de cerveza golpea el suelo a nuestros pies, mojándonos a los tres. Holly y yo, aún sorprendidas, nos alejamos mientras Jerome, de forma inesperada, patea la lata hasta el basurero con una elegancia asombrosa.
—Eso sí que tiene estilo —murmura Holly, admirada. Yo, por el contrario, estoy empapada, con el alcohol pegajoso y el desagradable olor que deja en la piel.
Por supuesto, no tardo en ver a Stephano, parado junto a Claude, quien sospechosamente tiene otra lata de cerveza Schneider en las manos, intentando ocultarla tras su espalda cuando se percata de mi mirada.
Mi cara arde de indignación. La gente se ríe de nosotros, y no me sorprende en lo más mínimo. Stephano disfruta haciéndome la vida imposible, aunque por esta ocasión no está sonriendo, sino todo lo contrario.
Como Holly predijo, ya no soy la única marginada en el colegio. Ahora, al desafiarlo, el príncipe parece tener un nuevo objetivo: Jerome.
Tengo la sensación de que esto apenas comienza y, honestamente, presiento que se pondrá mucho peor.
♔ ♕ ♔
STEPHANO
Tuve que hacerlo. Pero el ataque no iba dirigido a ella. Fue él quien, como si hubiera anticipado mi movimiento, redujo la velocidad de sus pasos, de modo que el contenido de la lata terminó cayendo principalmente sobre ella.
Ver a Jerome cerca de Noelle me volvió completamente loco. Seguro le hizo algún comentario para hacerla sonrojar, y eso fue suficiente para que mi paciencia se agotara. Tendrían que haberme agradecido que me estoy conteniendo.
—Príncipe. —Mi guardaespaldas Monty me mira a través del retrovisor—. La reina desea que se comporte adecuadamente con su invitado. Es importante que se haga presente.
—¿Qué importancia tiene ver a un familiar que ni siquiera conozco? —respondo sin mostrar mucho interés.
Ahora mismo envidio a papá, que siempre está ocupado con los asuntos del reino. Él es el que tiene la verdadera autoridad aquí. Las pocas veces que me llevó con él, me advirtió que no me tiene confianza, pero que algún día haría algo al respecto. Aún no sé qué.
—Tiene que ver con el duque y la duquesa —insiste Monty. Su brillante calvicie refleja la luz del sol en el techo del auto.
—Todavía no entiendo por qué eso debe importarme —respondo, mirando por la ventana.
—La finalidad es aprender cómo funciona el reino y hace falta un sitio donde quedarse.
No me cuadra. Se supone que los duques ya deberían saber todo lo necesario sobre el reino, pero no digo nada.
Lo único que realmente me inquieta es cuánto tiempo se quedarán, aunque tampoco pregunto. El palacio tiene muchas habitaciones y, mientras no se metan con mis cosas, todo estará bien.
—Podría tener un nuevo amigo —dice Monty, con la esperanza de que eso me importe.
—Ya tengo amigos —respondo con desdén, entornando la mirada en su dirección. Después de tantos años, sigue tratándome como a un niño.
—Lo que nos lleva a las prácticas...
—Comienzan dentro de una semana, Monty —intercedo con aburrimiento.
—Bien, prepararé un plan de seguridad.
—Como cada año —exhalo.
Al llegar al palacio de piedra caliza blanquecina, el portón de hierro se abre con un suave crujido, permitiendo que el deportivo se deslice a través de un camino flanqueado por arbustos cuidadosamente podados. A ambos lados, los caminos se despliegan hasta envolver una fuente cristalina en el centro de un jardín sereno.
Al bajarme del coche, me apresuro a entrar y cruzar el vestíbulo de mármol. Sin saber cómo, mamá me intercepta a mitad de camino.
—Cariño. —Me abraza y besa ambas mejillas—. Date un baño y ve al comedor.
Olive, nuestra ama de llaves, se acerca y, después de hacer una inclinación, le habla a mamá en voz baja.
—Reina Clarice, acaba de llegar.
Los ojos de mamá se iluminan.
—Anda, ve, corre —me apura, dándome un golpecito en el hombro.
—Tengo mucha tarea. —No miento. El primer día ya dejaron trabajos.
Admito que mi carácter no es el mejor, pero no soy un holgazán. Después de todo, ese fue el trato con mis padres: estudiar en un colegio común, como cualquier otra persona, aprobando todas las materias y, lo más importante, estando cerca de Noelle, aunque eso último ellos no tienen idea. Me costó tanto convencerlos que tuve que perder un año escolar a propósito, forzándolos a aceptar, sin otra opción.
Lo único que realmente me cuesta son los idiomas. Cuando era pequeño, tuve que aprender francés con una profesora de París. Me tomó casi dos años. Me aburría con facilidad.
—Solo por esta ocasión le pediré a Olive que te ayude, pero debes estar en el comedor en diez minutos. Monty, por favor...
Monty mide poco más de dos metros, y es ancho de cojones. Mentiría al decir que no fue él de quien adquirí mi rutina de ejercicio.
Mi guardaespaldas se coloca detrás de mí, lo que significa una cosa: mueve el culo, o yo te lo muevo. Así que, resignado, me dirijo hacia allí. No es alguien con quien quiera jugarme la suerte; podría arrastrarme por todo el palacio como si fuera un saco de patatas. Aunque, con el tiempo, descubrí algunos trucos para ganarle la partida... al menos, de vez en cuando.
Después de un baño rápido, me pongo un conjunto sencillo para andar por casa: jeans, botas y camiseta negra, y bajo al comedor.
Mi madre, sentada al centro de la mesa, sonríe gentilmente a alguien que la acompaña. Al percatarse de mi presencia, se levanta rápidamente, con una leve expresión de nerviosismo en su rostro. Sabe que no soy precisamente un modelo de simpatía. La atmósfera, por un instante, se tensa, pero el comedor sigue siendo un reflejo de la calma aparente que predomina en el palacio, un lugar donde las apariencias, sin duda, importan más que lo que se deja entrever.
—Steph, cariño, quiero que conozcas a tu primo Jerome, hijo de los duques de Inglaterra. Es dos años menor que tú y vivió en Nueva York, pero eso no es impedimento para que puedan ser amigos. Me gustaría que lo ayudaras a integrarse y...
Dejo de escuchar, sumido en el eco de esa palabra que gira en mi mente, repitiéndose una y otra vez como un bucle interminable.
¿Amigos? Lo miro de arriba abajo, mostrando mi desagrado. Él, sin embargo, sostiene mi mirada con una sonrisa de suficiencia.
¿Por qué, de todas las personas en el mundo, este tiene que ser el que se cruce en mi camino?
No voy a vivir bajo el mismo techo que este tipo. Y de repente, tiene esa estúpida sonrisa que me dan ganas de borrar a golpes.
Este idiota va a aprender a respetar. Sin embargo, la última cosa que necesito ahora mismo, es un nuevo conflicto con mis padres, no por su causa. Lo peor de todo es que mamá nunca lo echará, ni aunque yo se lo pida. Siempre ha sido tan cordial, tan comedida, y aunque respeto esa virtud, esta vez es demasiado. No voy a tolerarlo.
Decido no decir nada y doy media vuelta, regresando por el mismo camino. Por fortuna, nadie me sigue.
De regreso en mi habitación, el sonido de un mensaje en mi teléfono me detiene. Es Claude, recordándome la competencia de esta tarde en Ravenhurst Way. El punto de encuentro es No Name Street. La sola mención de eso me hace sonreír. Será una locura.
Casi lo había olvidado. Hace tiempo que no asisto a un encuentro, principalmente porque mamá y Monty me tienen bajo constante vigilancia, recordándome la importancia de ser prudente. Lo sé, soy el príncipe y debo mantener la compostura, pero también soy humano. Quiero divertirme como cualquier otro.
Miro a mi alrededor antes de responder a Claude con un simple "En camino". Poco después, tomo una chaqueta de cuero y una gorra, y salgo de mi habitación con la máxima cautela, procurando no hacer ruido.
Recorro los pasillos del palacio con agilidad, esquivando a los guardias de seguridad. Tengo la ventaja de conocer este lugar como la palma de mi mano; he vivido aquí toda mi vida y sé bien dónde esconderme.
Paso por el comedor, pero ya no hay nadie. Es raro, pero no le doy mayor importancia.
Minutos después, llego a la cocina, asegurándome de que nadie me vea. Ni Olive o algún sirviente andan por allí. Hoy tengo suerte. Me escabullo sin que me detecten, y en un parpadeo ya estoy dentro de la bodega de alimentos. Es el único lugar que tiene una salida discreta.
Una vez afuera, me quedo quieto, esperando a que la cámara de seguridad gire sesenta grados. Aprovecho ese momento para cruzar el jardín y llegar al parqueadero. Allí, mi Porsche negro mate y mi Ducati de color azabache descansan tranquilas, pero al acercarme, noto algo que me resulta imposible de ver: al imbécil subido sobre mi moto.
—¿Qué coño crees que estás haciendo? —increpo, y él se voltea, sonriendo con una expresión tan arrogante que me dan ganas de estamparle la sonrisa en la cara.
—Ese lenguaje no es propio de un príncipe. —Su tono refleja una mezcla de sorpresa y diversión, como si le resultara casi gracioso.
Alzo la ceja, visiblemente irritado.
—¡Vaya! Parece que alguien está más preocupado por mis modales que por el hecho de que está tocando lo que no le pertenece. ¿Sabías que eso tampoco es propio de un duque?
—Hijo de los duques —me corrige.
—Me da igual.
—Es un monstruo bonito el que tienes aquí —dice, con una sinceridad que no me interesa lo más mínimo.
—Sí, es mío. Ahora, aparta tu culo de ahí.
—¿Vas a dar una vuelta? —me pregunta inocentemente, apartándose al verme acercar a mi motocicleta—. ¿O acaso estamos hablando de algo un tanto... ilícito?
Mi rostro se descompone al instante. No creo que Claude le haya hablado sobre eso, así que ¿cómo se enteró?
—No tiene nada que ver contigo —respondo, mientras abro la puerta del parqueadero y empiezo a empujar mi Ducati. No puedo arrancarla aquí; el ruido sería una alerta para mi madre o cualquiera que estuviera cerca.
—¿Stephano?
—Joder —murmuro.
Al girarme veo que la sorpresa en el rostro de mamá es más bien terror.
—Estaba mostrándole tus vehículos a Jerome, parece... —Se detiene al notar mi expresión, y me lanza una mirada inquisitiva—. No estarás pensando en ir a esos encuentros otra vez, ¿verdad? Si te ven por ahí...
Al mirar a Jerome, noto la sonrisa tonta de siempre.
—Se ofreció para llevarme a dar una vuelta —interviene, y es suficiente para que el odio se acumule en mi pecho.
—¿Es cierto? —pregunta mamá, con una mezcla de entusiasmo y pavor.
—¿Verdad que sí, Steph? —dice Jerome, y siento la vena de mi frente latir con furia. Jamás le di la confianza suficiente como para llamarme de esa forma.
—Pero te negaste —apuro, empujando mi Ducati con más fuerza, queriendo deshacerme de la situación.
—Noe... —La voz de Jerome me hace frenar en seco. Aprieto la mandíbula, lo miro de reojo, y está rodeado de una aurora de victoria. No le tomó más que un día darse cuenta, pero claro, tampoco contaba con que el nuevo resultaría ser familia—. Se unirá a nosotros —continúa, agitando el celular como si fuera su ticket para todo. Como si pudiera resolverlo con un mensaje, un par de palabras.
Mi respiración se hace más pesada, mis nudillos se blanquean mientras aprieto con fuerza el manillar de la moto.
Imposible. Noelle nunca ha mostrado el más mínimo interés en vehículos, menos aún que no estuvieran relacionados con ir sin cinturón de seguridad. Tampoco la he visto asistir a ningún encuentro, ni una sola vez. A menos que...
Una sonrisa fría se dibuja en mi rostro mientras las piezas encajan en su lugar. Al final, es evidente. Después de la escena con la Schneider y la intervención de Monty para traerme de regreso al palacio, su amiga le habrá hablado a Jerome sobre el encuentro de esta tarde y el pasatiempo del príncipe. Esa chica es más extrovertida que Noelle, lo que lo hace todo más claro. Me convenía que su prima fuera mi admiradora; así al menos podría suavizar el rechazo que Noelle siente hacia mí. Pero ahora, ya no estoy tan seguro de que esa devoción sea útil, o siquiera deseable.
—¿Te dio su número? —le pregunto, escupiendo cada palabra. La respuesta me hará odiarlo aún más. Ni siquiera yo tengo el número de Noelle. Ella no tiene más amigos que esa chica cuyo nombre siempre se me escapa.
Su sonrisa es toda la respuesta que necesito antes de que mamá intervenga.
—¿Noe? ¿Quién es Noe? —Ahora luce curiosa por nuestra conversación.
—Amigos de Steph, del colegio —responde Jerome con una inocencia que sé que es fingida, y aprieto la mandíbula—. Me ofrecieron darme un tour esta tarde, y Steph también se ofreció. Mi idea, ahora, es que vayamos todos juntos.
Mamá se ve conmovida, como si la idea de todos juntos fuera lo mejor que ha escuchado en días. Eso solo confirma todo. Jerome será como una puta patada en el culo.
—Entonces, ve con él —le dice mamá sin vacilar—. Dijiste que te gustan estas cosas con dos ruedas, que tienes permiso para conducir. Adelante, Jerome. Y no vuelvan tarde.
No me lo puedo creer. ¿Desde cuándo mamá es tan permisiva? Sobre todo en este asunto. La última vez, cuando se filtró una fotografía mía en la que ni siquiera se me veía la cara, juró que no permitiría que volviera a un lugar tan, cito textualmente sus palabras, "retorcido" como ese.
Debe pensar que él, el hijo de los duques que pasó toda la vida en América, siendo incluso más joven que yo, es más sensato. Debería sentirme ofendido, pero lo único que hago es soltar una risa amarga, una que revela más irritación que otra cosa. No va a impedirme hacer nada, no si es eso lo que cree mamá.
—Madre, ¿sabes lo terrible que luce ver a dos hombres sentados en la misma motocicleta? —le advierto, consciente de lo que significa en términos de prensa.
—En ese caso, podemos prestarle la Yamaha roja que ya no usas —dice, señalando mi preciosa moto con su forro puesto, oculta del polvo.
Es una pésima idea. Ella debe olvidar que soy posesivo con mis cosas. Que se compre la suya. No debería ser un problema, después de todo, es el hijo de los duques.
Ante la expresión de mi rostro, mamá parece adelantar su movida final:
—O compartes, o dejo que Jerome se quede con la Yamaha. Y también enviaré a Monty y Olive con ustedes —me advierte.
La imagen de mi guardaespaldas y mi nana montados en la moto me estremece.
—¿Es un trato? —insiste al verme abrir la boca, sin un ápice de duda.
Un silencio incómodo se extiende, pero al final no tengo más opción. No puedo seguir discutiendo.
—¿Y Monty se queda? —pregunto, casi como un susurro.
—Sí, se queda. —Responde con un brillo de satisfacción en los ojos.
Es la primera vez que me permite salir "solo", sin nadie más para vigilarme. Sabe lo mucho que me molesta perder mi privacidad y está aprovechando esa debilidad para convencerme. Normalmente, tendría que escabullirme para conseguir algo de independencia.
Y, al final, no me queda más remedio que aceptar. Es más fácil que seguir luchando, pero el hecho de que ese tipo mencionara a Noelle me hace pensar que Jerome ya había planeado algo con ella. No puedo permitir que algo así suceda. He pasado los últimos años alejando a toda una lista de idiotas de su vida, y vaya que han sido muchos. Ahora, Jerome no se pasará ese esfuerzo por los cojones.
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Solo por joda, quisiera ver la cara que pondría Stephano al ver a Monty y Olive en su motocicleta, ¿ustedes qué opinan? jaja 🙈🙊
Por otro lado, sé bien que Steph es un TÓXICO con mayúsculas, negrillas y 🚩🚩🚩 Incluso yo todavía tengo ganas de golpearlo con una zapatilla, a pesar de haber escrito este libro en el 2019 (más violencia ¿dónde?). Lo siento, hice de él un mimado y no lo eduqué como era debido 😒 Pero ya veremos qué pasa después 😏
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