Parte única.
—Espero que me llames para algo importante, lástima que no esté disponible para contestarte. —Al escuchar la voz pregrabada, frunció levemente el entrecejo y suspiró—. Sí me dejas un mensaje, tal vez te lo conteste luego.
—Tal vez, grabó el muy bastardo. —masculló tratando de no hinchar el pecho—. Es urgente, ¿puedes contestar el teléfono? ¡Aunque sea una vez!, Félix —Le dejó por séptima vez un mensaje de voz al escuchar de nuevo la contestadora ese día.
Al finalizar, tiró el celular sobre su cama (tratando de no hacerlo con mucha fuerza, ya que la última vez tuvo que cambiarle la pantalla) mientras se llevaba su cigarrillo electrónico a la boca.
Se supone que lo había dejado por los efectos colaterales que podrían ocasionarle según los artículos médicos que le había obligado su madre a leer, no obstante, la ansiedad de no saber con exactitud qué fue lo que ocurrió hace dos días, lo carcomía.
Que no le respondiera las llamadas le ponían aún más los nervios de punta.
Hace más de un día que no lograba localizar al hermano de su novia; hace más de un día que no lograba sacarse de la cabeza algunas imágenes borrosas de lo que se supone que ocurrió esa noche.
Era algo que le costaba asimilar sin importar cuánto lo pensará y lo repensará. Habían bebido tanto en aquella discoteca que era suficiente para no recordar ni sus nombres.
«Ojalá una botella de Brugal hubiera borrado estás marcas también», pensó Andrés, mientras miraba su reflejo con el torso desnudo en el espejo.
Un par de moretones en el cuello lo habían obligado a utilizar Jersey's de cuello de tortuga a pesar del calor infernal, ya que, por más que buscó entre el maquillaje de su mamá, no encontró un tono que iguale el suyo.
Sabía que ambos se habían salido de control, pero lo que no sabía con exactitud era cuánto.
Ni siquiera quería imaginarse lo que pensaría su novia al respecto.
«¿Con una chica o con su hermano? ¿Es en serio, Andrés? ¿Te tanteas la posibilidad acaso?»
Buscó una playera, aunque dejara a la vista su cuello, se la colocó y se encaminó hacia la casa de su novia.
Si no se dignaba a contestar, debía tomar cartas en el asunto.
Andrés era todo, pero menos cobarde. Al contrario de Félix, que sí podía, huía al otro lado del mundo.
...
Se apoyó de la pared mientras que esperaba que su novia le abriera la puerta.
Pero en vez de ver la cara de la susodicha, se encontró con el rostro de su suegro.
—Andrés, hola. —saludo el señor, con una media sonrisa. Le agradaba para su hija, el chico más sano de la cuadra, ¿lo mejor? No tenía vicios, pensaba—. ¿Qué te trae por aquí? Fabiola no está, tiene algunas clases en la estatal hoy.
Cerró con fuerza los ojos al darse cuenta de que lo olvidó, no podría usarla como excusa.
—Se me olvidó, señor Thiago.
Se rascó la cabeza en gesto de incomodidad.
—No te preocupes, ¿Y que hablamos de las formalidades, An?
—Qué no son necesarias.
—Exacto —le dio una palmadita en el hombro como recompensa—. Pasa, puedes esperarla en su habitación.
Asintió sin protestar demasiado, al menos no estaba estropeado intentar hablar con el escurridizo de Félix.
—Espera —interrumpió al muchacho cuando comenzó a subir las escaleras, al notar algunos moretones en su cuello. Este detuvo el paso de inmediato—. Andrés, ¿mi hija te hizo eso?
Tragó en seco, sintiendo cómo su garganta se cerraba momentáneamente. El ambiente se volvió opresivo y su corazón comenzó a latir desbocado en su pecho. Cada respiración se volvió más difícil mientras el sudor frío empezaba a brotar en sus manos, empapando sus palmas con una sensación pegajosa.
«¿Y ahora cómo salgo de esta? ¿Le digo la verdad o le miento? ¿Qué tal vez fue el melli de su hija?», pensó Andrés.
Intentó controlar su nerviosismo, pero sus dedos temblaban involuntariamente. Se llevó las manos en los bolsillos, intentando que el señor no lo notara.
—No puedo creerlo, esa niña —prosiguió agregando, sin dejar de mirarlo.
Aunque ya no lo escuchaba, cada latido de su pulso resonaba en sus oídos.
—Mejor olvídalo. Prefiero no saberlo.
Al final no fue una buena idea dejarlo a simple vista.
Cuando su respiración volvió a la normalidad, asintió como pudo. No lograba comprender por qué le dio tanto pánico responder esa simple pregunta.
Con un "Sí" o un "No", habría bastado, solo que, con reacciones distintas entre sí.
—Aquí te dejo de acompañar, An. Tengo trabajo que hacer —se despidió cuando llegaron al final de las escaleras y este volvió a bajar, dejándolo a unos centímetros de la habitación de su hija.
En el momento que desapareció del campo de visión de Andrés, este en vez de dirigirse a la habitación que había estado en múltiples ocasiones, fijó curso en la única que nunca se había atrevido a visitar.
Sin tomarse la molestia de tocar, Andrés se adentró rápidamente en el lugar, envuelto por un sentimiento de confusión y emoción por alguna extraña razón. La habitación parecía vibrar con una energía tensa y cargada, como si estuviera a punto de desencadenarse un enfrentamiento inevitable.
Y de pronto, ahí estaba sentado en la cama: su mayor dolor de cabeza de hace dos días. Félix, que estaba mirando su teléfono con mucho desinterés, levantó la vista y se encontró con la mirada de Andrés, quien lo observaba con enfado.
—¿Andrés? —contestó Félix, con un tono de perplejidad en su voz, lo cual era extraño—. ¿Qué te trae por acá, cuñado?
Andrés apretó los puños, conteniendo su ira mientras se acercaba lentamente a Félix.
—¿Qué me trae por acá? —respondió Andrés, sonriendo de forma forzada—. Encima te haces el gracioso.
Félix frunció el ceño, confundido por la actitud de Andrés.
—¿Estás bien? —preguntó, sin comprender del todo la situación.
—Por supuesto que no. No sabes la cantidad de correos de voz que te he mandado y ni uno solo pudiste responderme —replicó Andrés, con un tono de frustración en su voz.
Félix soltó una risa nerviosa y se encogió de hombros.
—Ah, ¿y eso todavía se usa? —dijo, tratando de restar importancia a la situación.
En ese momento, una chispa de ira se encendió en los ojos de Andrés. Sus manos temblaron ligeramente, y su expresión se volvió más amenazadora.
«Agárrenme que lo mato», pensó Andrés, luchando por controlar su furia creciente.
Sin embargo, en un instante de lucidez, Andrés respiró profundamente y se obligó a sí mismo a calmarse. Sabía que la violencia no resolvería nada y que debía encontrar una manera más constructiva de abordar sus problemas.
—Félix, ¿sabes qué son estas marcas? —preguntó Andrés, señalando los moretones en su cuello.
Andrés se acercó más y se sentó al borde de la cama, justo al lado de Félix. Este último, con un rostro tenso, tragó fuerte al ver la cercanía entre ellos.
Tener a Andrés tan cerca le trajo recuerdos de aquella noche que desearía no recordar por el bien de todos, pero por mucho que lo intentara, no podía olvidarlo.
Su hermana lo había obligado a ir a una fiesta en una discoteca con su novio, pensando que así dejaría de estar encerrado en su habitación. Fue el peor error que pudo cometer, al menos según su opinión. Las luces LED parpadeantes dificultaban tener un panorama claro de la fiesta, así que, sin más remedio, se sentó en la barra y esperó a que el bartender lo atendiera.
Aunque no era de beber, aquella vez decidió pedir una cuba libre, una combinación de Coca-Cola, ron y una rodaja de limón. Era una de las pocas bebidas con alcohol que había probado hacía unos años y que no le daba ganas de vomitar.
A su lado, Andrés pedía una botella de Brugal, un ron dominicano.
—¿No crees que eso es demasiado? —comentó Félix, mirando la botella con cautela.
Alguna vez le había echado un ojo a la etiqueta de una botella vacía, y según las letras pequeñas, tenía más de 30 por ciento de alcohol. Pensó que eso era demasiado, incluso para alguien como Andrés.
—Nunca es demasiado con una botella de Brugal —respondió Andrés, con una sonrisa irónica.
A medida que pasaban las horas, Félix comenzó a sentir los efectos del alcohol, aunque no en gran medida, a diferencia de Andrés, que claramente estaba más afectado por la bebida.
Félix negó con la cabeza, recordando cómo le había advertido a Andrés que esa cantidad era demasiado para él. A medida que la fiesta continuaba, la música retumbaba y la multitud se animaba aún más. La combinación de luces parpadeantes y el ambiente caótico comenzaron a afectar la percepción de Félix, haciéndole difícil seguir el ritmo de la noche.
En un momento de lucidez, Félix decidió alejarse un poco de la barra y buscar un lugar más tranquilo para recobrar la compostura. Caminó hacia un rincón menos concurrido de la fiesta, donde pudo tomar aire fresco y relajarse un poco. No quería dejarse llevar por la energía desenfrenada y los efectos del alcohol.
Mientras tanto, Andrés seguía disfrutando de la fiesta sin preocuparse por los límites. Su estado de embriaguez lo hacía más atrevido y menos consciente de las consecuencias de sus acciones. Se movía entre la multitud, riendo y bailando con despreocupación.
—Feli —murmuró Andrés, conteniendo la risa. El parecido con su hermana era asombroso—. ¿Qué haces aquí solito, eh? Vamos, la fiesta está por allá.
—Estoy bien aquí, Andrés.
—Buuu, aguafiestas —masculló, sentándose a su lado con la botella de Brugal a medio terminar—. Si tu hermana se entera de que me he divertido solo, se enfadará.
—Bueno, que se enfade, no me importa.
—¿Te han dicho alguna vez que te pareces mucho a ella?
—Es mi melliza, así que es comprensible —aseveró Félix.
Andrés dio un largo trago a la botella, casi terminándola. El alcohol había empezado a nublar su juicio y a afectar su comportamiento. Félix observó con preocupación cómo el novio de su hermana se dejaba llevar por la euforia de la noche.
—Andrés, tal vez deberías moderarte un poco con la bebida —sugirió Félix, intentando ser cauteloso.
—Vamos, Feli, no te hagas el aburrido. Es solo una noche de diversión —respondió Andrés, con una risa un tanto descontrolada.
El ambiente festivo y el exceso de alcohol comenzaban a afectar la relación entre los dos. Félix quería disfrutar de la fiesta, pero también estaba preocupado por el bienestar de Andrés. Sabía que su cuñado no solía beber mucho y que podía acabar metiéndose en problemas si seguía así.
Con la botella de Brugal casi vacía, Andrés se levantó de un salto y se unió nuevamente a la multitud, dejando a Félix solo en su rincón tranquilo. Félix suspiró y decidió que era hora de tomar una decisión.
Tomando una determinación, Félix se puso de pie y atravesó la abarrotada pista de baile para alcanzar a Andrés. Con valor en su mirada, se acercó con paso firme hacia él, dispuesto a mantener una conversación seria y asegurarse de que ambos estuvieran bien.
—Andrés —llamó, alzando la voz sobre la música ensordecedora—. ¡Andrés!
Sin éxito, apretó la mano de Andrés con firmeza y lo arrastró fuera de la discoteca. El aire frío de enero les golpeó de inmediato cuando se sentaron en la acera, envolviéndolos en su abrazo gélido.
—¡¿Por qué me sacaste?! La fiesta estaba en su apogeo —se quejó Andrés, todavía confundido por la repentina interrupción.
—Exactamente por eso —respondió Félix, sosteniendo su mirada con determinación—. No quiero que las cosas se descontrolen más de lo que ya están.
Andrés hizo una pausa, examinando a Félix con ojos entrecerrados antes de que una sonrisa irónica se esbozara en su rostro.
—Pero tú también estás borracho.
Félix dejó escapar un suspiro, consciente de su propio estado, pero decidido a mantener su postura.
—Admito que todavía me siento mareado, pero creo que estoy un poco más consciente que tú en este momento. —Félix se esforzó por mantener la seriedad, a pesar del tono ligero de la conversación.
Andrés soltó una risa burlona y le dio un suave golpe en el hombro.
—¿Sí? —preguntó con diversión—. Eso quiero comprobar.
Félix le devolvió la sonrisa, dándose cuenta de que quizás Andrés tenía razón en parte. Un destello de complicidad pasó entre ellos, rompiendo momentáneamente la tensión que los rodeaba.
Antes de que Félix pudiera decir algo más, Andrés se inclinó hacia él con una audacia repentina y tomó su rostro con iniciativa y presionó sus labios con urgencia. El beso, más demandante que apasionado, transmitía un anhelo latente que había permanecido en silencio durante demasiado tiempo.
Félix, inicialmente desconcertado, se dejó llevar por la intensidad del momento, sintiendo la furia y el deseo entrelazados en un torbellino de sensaciones. El contacto áspero y urgente se desvaneció en un instante, dejando a ambos sin aliento y con el corazón latiendo desbocado en el silencio de la fría noche.
A medida que se separaron, el silencio pesado se interpuso entre ellos, dejando en el aire un rastro de tensión y confusión. Félix se pasó la mano por los labios, sintiendo el sabor agridulce de la sorpresa en su boca. No pudo evitar notar el brillo desafiante en los ojos de Andrés, como si estuviera buscando una reacción, una confirmación de lo que acababa de suceder.
—¿Qué... qué ha sido eso? —balbuceó Félix, todavía aturdido por la fuerza del beso.
Andrés apartó la mirada por un momento, pareciendo repentinamente incómodo. Una sombra de duda cruzó su rostro antes de que volviera a encontrarse con la mirada de Félix.
—Lo siento, no debí... Me dejé llevar. Fue un impulso, lo siento.
Félix recordaba cómo la noche había ido de mal en peor después de ese beso. La combinación de alcohol y la energía caótica de la fiesta habían llevado a algo que lastimaría a su hermana.
Ahora, sentados en la habitación, enfrentándose a las consecuencias de aquella noche, Andrés buscaba respuestas y Félix se sentía atrapado en un remolino de emociones y arrepentimientos.
—Andrés, es mejor que lo dejes así. Deja la fiesta en paz —insistió Félix, su tono de voz reflejando su preocupación.
—¿Qué? No, quiero saber qué pasó —respondió Andrés, insistiendo en obtener respuestas.
—No quiero contarte —dijo Félix, desviando la mirada, sintiéndose incómodo con la situación.
—¿Por qué no? —preguntó Andrés, su voz llena de confusión y curiosidad.
Félix suspiró profundamente, reuniendo el valor para enfrentar la verdad.
—¡Porque esas marcas te las hice yo! —confesó finalmente, su voz temblando.
Andrés quedó atónito, sin poder comprender lo que acababa de escuchar.
—¿Cómo? ¿Nosotros...? —su voz se quebró, lleno de incredulidad.
—Sí, tú empezaste —explicó Félix, sintiendo el peso de la honestidad en sus palabras—. Bebiste demasiado alcohol y de repente me besaste. Yo estaba sorprendido y confundido, y reaccioné de una manera impulsiva. No fue lo correcto, lo sé, y lamento profundamente haber dejado esas marcas en tu cuello.
Andrés quedó en silencio, procesando la información. La realidad de la situación comenzó a filtrarse a través de su mente nublada por el alcohol.
—No recuerdo nada de eso —murmuró Andrés, su voz cargada de vergüenza.
Félix miró a Andrés, notando la mezcla de angustia y remordimiento en su rostro. Comprendía que su cuñado se sentía abrumado por la situación y las consecuencias de sus acciones.
—El alcohol puede afectarnos de formas impredecibles, Andrés.
El susodicho se levantó de la cama, y comenzó a caminar de un lado al otro en la habitación, llevándose las manos por el cabello con gesto desesperado. Cada paso era una manifestación física de la confusión y la inquietud que lo consumían, un reflejo tangible de la tormenta emocional que lo embargaba en ese momento de incertidumbre y dilema.
—Engañé tu hermana contigo. ¿En qué cabeza cabe, Félix? —expresó Andrés, su voz llena de preocupación y temor—. ¿Qué dirán los demás si lo descubren? Ella no se puede enterar.
Félix asintió, reconociendo la gravedad de la situación. Pero eso no significaba que no le doliera que prefiera dejar las cosas como están.
—Estoy de acuerdo, Andrés. —Félix suspiró, jugando con sus dedos. Necesitaba decirle—. Es solo que... no logro comprender por qué lo hiciste.
—Quisiera responderte, pero ni yo mismo sé.
—Dicen que las acciones que hacemos cuando el alcohol toma control de nuestro buen juicio, es lo que no nos animamos hacer.
—¿Qué estas insinuando?
—Andrés —dejó su celular de lado e hizo que Andrés volviera a tomar asiento en la cama—. La manera en la que me besaste esa noche me dejó claro que hay algo más que solo el efecto del alcohol.
—Félix, yo no... no sé qué decir. Estoy muy confundido.
La tensión entre ellos era palpable, como si el aire mismo estuviera cargado de electricidad. Andrés se encontró observando a Félix de una manera que nunca antes había experimentado. Sus ojos se encontraron, y sintió un revuelo inusual en su interior, un anhelo que no sabía cómo interpretar.
La atmósfera se volvía cada vez más densa, y sus labios parecían actuar como un imán, atrayéndose con una fuerza que ninguno de los dos podía resistir. El sonido del corazón de Andrés resonaba fuerte en sus oídos, una melodía confusa que desafiaba su lógica y su sentido común.
De pronto, se apartó con brusquedad, sacudiendo la cabeza en un intento por disipar los pensamientos inapropiados que se agolpaban en su mente. El roce de sus labios con la imagen de Félix era un límite que no quería volver cruzar, pero sino salía de aquella habitación en ese momento justo, no sabría cuánto tiempo podría aguantar.
Félix, desconcertado por la repentina distancia, observó a Andrés con preocupación, notando la tensión en sus movimientos y la lucha interna que reflejaban sus ojos. Un susurro de disculpa se formó en sus labios, pero lo guardó para sí mismo, respetando el espacio que Andrés había creado entre ellos.
—Andrés, lo siento si he cruzado alguna línea. No era mi intención hacer que te sintieras incómodo —expresó Félix con sinceridad.
—No, no es tu culpa. Es solo que... esto es complicado. Tengo que arreglar las cosas contigo y con tu hermana —aseveró Andrés, luchando por encontrar las palabras adecuadas en medio del caos emocional que lo envolvía, dándole la espalda al castaño.
—¿Por qué te das la vuelta? —preguntó Félix.
Andrés suspiró, dejando que la vulnerabilidad emergiera en su voz.
—Si te sigo viendo, creo que yo no lograré resistirme, Félix, y yo no...
«Maldición, ya no lo soporto», pensó Andrés.
—Andrés...
«No te acerques».
«No te acerques».
«Por favor, no te acerques...»
Cuando sintió la mano del chico sobre su hombro, su cuerpo entero se tensó.
¿Cómo podía un simple beso pudo desencadenar que su cuerpo reaccione bajo su solo toque?
¿Cómo podía sentir que se quemaba con solo observar sus labios?
Andrés se dejó llevar por un suspiro profundo y pesado, reconociendo la verdad de sus propias palabras. En el silencio de su mente, la realidad de la situación se imponía de manera ineludible.
«Hace dos días no sentía esto», pensó para sí mismo, culpándose por haberse convertido en prisionero de sus impulsos.
Y antes de que pudiera responder al llamado anterior de Félix, este último lo giró de forma brusca y lo besó, dejándolo inmóvil.
El beso de Félix fue intenso, cargado de la pasión que había estado reprimiendo. Andrés se sorprendió por un momento, pero en un instante se dejó llevar.
Sus cuerpos se acercaron más, las manos de Andrés explorando el contorno del rostro de Félix con una pasión abrumadora. Luego se aventuraron por su cabello castaño, lleno de rulos, y sintió como la temperatura se elevaba entre los dos.
En un impulso inesperado, Félix mantuvo su agarre en Andrés y, sin separarse, lo condujo hacia la cama. Y, en un gesto cargado de deseo, tomó asiento sobre él, manteniendo el contacto íntimo que había comenzado con el beso.
Sus manos se aferraron a la espalda de Félix, buscando un ancla en medio de la confusión y el anhelo desenfrenado que los consumía.
—Félix, ¿has visto a Andrés? Lo mandé a la habitación de tu hermana y no está...
El repentino sonido de la voz del padre de Félix los sorprendió en medio de su íntimo contacto, interrumpiendo el flujo del momento cargado de emociones. El rostro de Félix se llenó de pánico y nerviosismo mientras se levantaba rápidamente de encima de Andrés, tratando de ocultar la evidencia de su desliz.
El padre de Félix los observaba con una mirada inquisitiva y confundida, al tiempo que Andrés se esforzaba por recomponerse y recuperar cierta compostura en medio del repentino revés.
—Papá, yo... Andrés y yo estábamos solo hablando.
El padre de Félix arqueó una ceja, observando la incomodidad y la tensión que emanaba de ambos jóvenes. El ambiente se volvió aún más pesado con su presencia imponente y su mirada penetrante.
—No subestimes mi capacidad de percibir cuando algo no está bien —dijo con voz firme y directa—. Espero que ambos tengan una explicación convincente para lo que acabo de presenciar.
Félix se aclaró la garganta, intentando mantener la compostura mientras luchaba por encontrar las palabras adecuadas que pudieran calmar la creciente ansiedad que los envolvía.
—Papá, entiende, nosotros... es solo que...
Andrés asintió en silencio, su expresión reflejando un sentido de resignación y culpabilidad mientras enfrentaba la mirada inquisitiva del padre de Félix.
—Ya dijeron lo suficiente. Andrés, ve a la habitación de Fabiola y espérame allí. Tengo que hablar con mi hijo a solas.
—Entiendo señor, pero...
—A solas me pareció decir.
El joven no pudo seguir protestando. Solo asintió con la cabeza y antes de abandonar la habitación de su cuñado, le murmuró un "lo siento mucho" entre labios.
Cuando llegó al pasillo, se sintió fatal.
Había cruzado la línea otra vez y seguía sin comprender por qué lo hacía.
«Nadie le puede gustar otra persona en un día», se recriminó a sí mismo, antes pegar su cabeza contra la pared.
—Andrés.
—Fabi... Fabiola.
—¿Qué haces aquí? Siempre me avisas antes de venir. ¿Y qué rayos le pasó a tu cuello?
—Yo... yo lo lamento tanto. Se me salió de las manos, Fabi. No quise que las cosas salieran así.
—¿Qué? Habla más despacio. No te entiendo.
—Creo que... me gusta tu hermano —susurro.
—¿Mi qué?
—Creí que me gustabas mucho, Fabi. En serio así lo pensé, pero hoy sentí cosas nunca he sentido contigo y eso me abrumó. No quiero lastimarte, y se supone que lo resolvería y, no habría necesidad de contártelo... sin embargo, estuve a punto de hacer algo que me abrió los ojos.
—¿Qué hiciste? No entiendo.
—Creo que me gusta tu hermano —repitió Andrés, sin bajar la voz—. ¿O me atrae? No lo tengo claro.
—Oh.
—¿Solo dirás eso?
—Estoy sorprendida, Andrés. Pero no es el fin del mundo.
—¿No quieres matarme?
—No, Andrés. No quiero matarte —respondió Fabiola con una mezcla de calma y curiosidad en su voz—. Si te soy sincera, solo salí contigo porque mi papá me insistió. Nunca he sentido atracción romántica por ninguna persona, así que en algún punto iba a suceder esto qué pasó, Andrés.
Andrés se quedó boquiabierto, procesando las palabras de Fabiola mientras se hundía en un mar de confusión y autodescubrimiento.
—No sabía... no sabía que te sentías así —balbuceó Andrés, su voz llena de sorpresa y alivio—. Siempre pensé que éramos... que éramos algo más.
Fabiola le dirigió una sonrisa comprensiva, su expresión reflejando una combinación de empatía y resignación.
—Creo que siempre traté de encajar en una imagen que no me correspondía, Andrés. Pero tú... tú mereces ser honesto contigo mismo. Y si te sientes atraído por mi hermano, no hay nada malo en ello.
Andrés se sintió agradecido por la comprensión de Fabiola, sintiendo que la carga de su confesión se había aligerado considerablemente.
—Gracias, Fabi. Aprecio mucho tu comprensión y tu amistad.
Fabiola asintió con suavidad, colocando una mano reconfortante en el hombro de Andrés.
—Si alguna vez necesitas hablar, estoy aquí para ti. No estás solo en esto.
...
Al día siguiente después de pensar bien todo, y decidir lo que quería hacer, fue a la casa de los Guerreros, y con el corazón latiéndole con fuerza, Andrés se plantó frente a la puerta de la habitación de Félix, tratando de reunir el coraje necesario para afrontar la conversación que sabía que era inevitable.
Alentado por la comprensión y el apoyo inesperado de Fabiola, se obligó a sí mismo a respirar profundamente antes de golpear suavemente y entrar. Félix lo miró con una mezcla de confusión y preocupación, y Andrés pudo ver la tensión reflejada en su postura.
—Necesitamos hablar —dijo Andrés en voz baja, con una seriedad que reflejaba la gravedad de la situación.
Félix asintió y se sentó en la cama, abriendo espacio para que Andrés se uniera a él. La habitación se llenó de un silencio denso mientras ambos luchaban por encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que estaban sintiendo.
Sin duda, ayer cuando entró no se sentía así.
—Félix, necesito que sepas que... lo que sucedió antes, no fue solo un impulso pasajero. Creo que, de cierta manera que no lo logro comprender, me siento atraído hacia ti, y no sé cómo lidiar con esto, considerando que... —carraspeó, aclarándose la garganta cuando la sintió seca—... que nunca me había sentido así por otra persona en mi vida.
Félix lo miró fijamente, asimilando sus palabras con una mezcla de sorpresa y cautela.
—Yo... yo también siento lo mismo, Andrés. Después de esa noche, no pude dejar de pensar en ti. Y me estaba volviendo loco porque pensé que era el único. Nunca antes había sentido esto por otro chico, y me asusté un poco, por eso no te respondí las llamadas.
Andrés asintió con cierta tristeza en sus ojos.
—Es extraño, ¿sabes? Nunca he sentido atracción por un chico antes. Siempre he pensado que solo me gustaban las chicas, pero esto... esto es diferente. Hace solo dos días, ni siquiera pensaba que me podía atraer alguien de esa manera. Pero hoy... hoy todo cambió —confesó, siendo consciente de la mirada de Félix—. Hablé con Fabiola, le conté lo que pasó entre nosotros, y ella me apoyó. Me dijo que tenía que enfrentar mis sentimientos y que no debía reprimirlos.
Félix se acercó lentamente a Andrés, una chispa de esperanza brillando en sus ojos.
—Entonces... ¿qué deberíamos hacer ahora?
Andrés tomó su mano con suavidad, sintiendo la calidez reconfortante de su contacto.
—Creo que deberíamos darnos una oportunidad, Félix. A ver qué pasa.
Félix asintió, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo mientras Andrés sostenía su mano.
Con un gesto lleno de ternura, Félix inclinó su rostro hacia Andrés, cerrando la distancia entre ellos en un beso suave pero cargado de significado. Sus labios se encontraron en un roce cauteloso al principio, pero pronto la delicadeza dio paso a una intensidad creciente, reflejo de la conexión profunda que habían descubierto entre sí.
...
Holaaaaaaaa.
Sí has llegado hasta aquí, gracias por leer este one short. 😍💖
Es la primera historia boylove que subo a la plataforma, así que les agradecería si me dejaran un comentario de por qué le gustó esta historia. 😼
Trate de expresar los sentimientos de los personajes lo mejor posible y quise replantear que la atracción es posible de un momento a otro.
Si les interesa, estoy haciendo un pdf con la historia bien bonito, como si fuera un manuscrito. Avisen si quieren que se los pase.
Les dejo un boceto sin terminar de los dos.
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