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Capítulo 9 | Noticia

Tan pronto como el semblante de Charles se tornó en uno de total sorpresa al vernos en esa comprometedora posición, terminé de apartar a la chiquilla de mí y me apresuré a aclarar lo que en verdad estaba pasando.

—No es lo que parece —señalé, un poco angustiado. Siendo él alguien bastante exagerado con el cuidado de su apartamento hasta el punto de controlar a quién dejaba entrar y a quien no, y con la presencia de Dasha ahí, quedaba más que claro que había incumplido con una de las condiciones más importantes del contrato—. Bueno, ella estaba sobre mí, eso es obvio, pero...

Ni siquiera se me ocurrió bien cómo explicar el hecho de que termináramos tumbados sobre el mueble. Decir que habíamos caído así de casualidad cuando intentaba no caerme yo, aunque fuera verdad, no sonaba demasiado creíble. De hecho, hasta sonaba un poco absurdo. Tampoco tenía manera de explicar por qué Dasha estaba usando su ropa, sin tener que incluirme a mí como el responsable.

Me pasé una mano por la cara consciente de la situación.

La única opción era inculpar a la chiquilla maleducada, pero ni siquiera debía considerarse como tal, porque en verdad había sido su culpa. Si ella no me hubiera empujado, las cosas habrían sido diferentes. Todo habría sido diferente si nunca me hubiera cruzado con ella, porque desde entonces empezó mi mala suerte.

En ese momento, mientras tenía una pequeña crisis, la psicópata soltó un jadeo de sorpresa y se llevó una mano a la boca.

—No puedo creerlo, ustedes dos... ¿son pareja?

—¡No! —gritamos Charles y yo de inmediato.

La vi mostrar signos de decepción al enterarse, expresión que hizo que abriera la boca para confrontarla.

—¿Y qué me dicen de ustedes? —demandó Charles, señalándonos a ambos esta vez, llamando mi atención. Estaba seguro de que pensaba que estábamos jugando o nos habíamos puesto de acuerdo para despistarlo—. ¿Están saliendo?

Ahora los que negamos al segundo fuimos la chiquilla y yo.

—¡No!

La sola idea de pensar en ello hizo que me retorciera incómodo. Ni aunque fuera la última chica sobre la tierra pondría mis ojos en ella. Al parecer, el sentimiento de rechazo era correspondido, porque Dasha me observó como al ser más aborrecible del mundo y negó con la cabeza.

—¿Entonces por qué ella está vestida así?

La chiquilla seguía con el camisón de Charles y daba la impresión de que no llevaba nada más debajo de este.

—¿Esto? —curioseó ella señalando el borde de la camiseta para luego levantarlo—. No se emocionen, no estoy desnuda, tengo puestos unos shorts.

Gracias a Dios.

Un momento, ¿qué había dicho?

Charles se aclaró la garganta, un poco incómodo. Yo aparté la mirada, sintiéndome igual o peor que él. Si, ya de por sí, estaba en falta por haber traído a un extraña a su preciado apartamento, el hecho de que ella mostrara signos de tener una personalidad dejada y hasta inmadura, no me ayudaba en nada.

Dejando de lado la ridícula suposición de una posible relación de pareja, me dediqué a explicar la presencia de aquella chica ahí para que él no pensara cosas que no eran, y que nunca serían. Tenía que dejar muy en claro que entre ella y yo no existía nada de lo que él se pudiera estar imaginando. Mientras lo hacía, Dasha nos observaba a ambos, sentada sobre el mueble de la sala. Su vista se alternó entre el recién llegado y yo, entretanto iba narrando todos los sucesos que pasaron para que ella y yo termináramos ahí.

Omití ciertas partes en mi testimonio, como el tema de su broma en el centro comercial y el hecho de que me acusara de pervertido por verla desvestirse; en vez de eso, me encargué de resaltar lo grosera y maleducada que era para darle mas credibilidad a lo que estaba diciendo. Cuando llegué a ese punto, la expresión de Charles me hizo entender que algo no andaba bien. Me estaba mirando como si no me creyese que entre la loca y yo no había nada, como si pensara que cada cosa que había dicho contra ella era nada más que un engaño de mi parte para encubrir la verdad.

Entendía, de cierta manera, por qué. En el pasado nunca solía admitir cuando una chica y yo estábamos saliendo, pero era porque ninguna de esas veces llegué a algo serio con alguna de ellas. Eran simples salidas que podrían pasar simplemente como una entre amigos con algunas excepciones y atribuciones. Se me daba mejor que fuera así, en vez de darle un tema romántico al ambiente y tener una etiqueta que nos definiera.

Además, en la mayoría de ocasiones, muchas terminaban confesándose conmigo sobre su vida sentimental pasada, en lugar de intentando seducirme. Y yo para consolar soy pésimo, sin embargo, siempre traté de hacerlo lo mejor posible. A fin de cuentas, lo que contaba era la intención.

Claro, eso Charles no lo sabía, y era por eso que no me creía.

Pero ¿acaso no había visto a la chiquilla? De acuerdo, por más que tuviera cierto atractivo, debajo de esa cara aparentemente angelical se escondía una personalidad agresiva y problemática que chocaba con la mía que era, más bien, pacífica y hedonista.

Intenté enfatizar en ese punto, no obstante, la risa para nada discreta que soltó la chiquilla en cuanto me escuchó me distrajo e hizo que mis argumentos se disiparan. Al observarla, me sorprendió ver que estaba sentada con las piernas cruzadas, la espalda erguida y las manos entrelazadas sobre las rodillas.

Cualquiera que la hubiese visto, habría pensado que no mataba ni una mosca, y que lo último que haría sería comportarse con tan poco decoro como solía hacer. Oh, ¿quién podría imaginarse la cantidad de expresiones y palabras soeces que habían salido de esa boca que ahora me sonreía con fingida inocencia?

¿Qué pretendía? ¿Parecer algo que no era?

—Y entonces esta loca me manipuló para poder quedarse en tu apartamento, yo nunca consideré dejarla entrar aquí —concluí mi relato, dedicándole una mirada de «no te creo nada» a la causante de mis desgracias.

Ella, como bien hubiera hecho si hubiéramos estado solos, no evocó su personalidad agresiva habitual, sino que pareció verse afectada de que la llamara así, como si la hubiese insultado. Fingió tan bien que incluso el desconfiadísimo Charles se lo creyó y me reprendió.

—Kev, no te expreses así de una señorita.

—¿Señorita? ¿Ella? —No pude evitar soltar una carcajada en cuanto lo escuché, es que no me lo creía—. ¡Ella no es una señorita!

Lo parecía, sí, pero sus actitudes demostraban lo contrario.

Dasha evocó una pequeña sonrisa de satisfacción al ver que estaba entrando en un estado de desconcierto y furia. Luego, cuando Charles se volvió hacia ella, regresó a su papel de chica inocente. Mirándome como si se compadeciera de mí, se inclinó hacia adelante y colocó una mano sobre la mesita del medio, el único objeto que nos separaba, con intenciones de decir algo.

Intuí lo que sería, pero esperé a que hablara.

—Disculpa si en algún momento te hice sentir incómodo, te aseguro que no volverá a pasar.

Sonaba como otra persona, ni siquiera sospechaba que podía dirigirse a mí con ese tono casi celestial y tan dulce, pero también estaba al tanto de que se trataba solo de otro de sus teatritos.

Conmigo no iba a funcionar.

Era hora de que se marchara, tal como me había dicho la noche anterior.

—Claro que no volverá a pasar, si ahora mismo tú tienes que...

—Justo de eso quería hablar contigo —me interrumpió y se dirigió a Charles, poniendo cara de ángel. Él se sorprendió por su tono pesaroso y se mostró dispuesto a oírla—. ¿Podría ser en privado?

Estaba tan enojado que no me iba a importar si se marchaban de mi vista.

Eso es, váyanse a conversar a otro lado.

—Kev, ¿podrías dejarnos a solas?

Traición.

Aunque me sentí el doble de indignado por ser descartado de la conversación con tan poca consideración, no me quedó más remedio que darme media vuelta y alejarme de donde estaban, echando humos.

Solo faltaba que la chiquilla, con lo mañosa que era, le lavara el cerebro y lo convenciera de ayudarla. No me iba a sorprender que le contara su trágica historia y luego le pidiera dinero descaradamente para seguir huyendo. Ya lo había hecho conmigo y, aunque en un principio le funcionó, en ese momento mismo no estaba dispuesto a darle un centavo sabiendo que no lo merecía.

Me adentré en la habitación, todavía sin poder creer lo que había pasado y tiré la puerta detrás de mí. Debí verme ridículo, como un niño de cinco años haciendo berrinche porque no le daban lo quería, pero no me importó. Tenía razones suficientes para sentirme enojado.

Lo peor de todo era que ni siquiera podía entretener mi mente con mi celular porque, a esas alturas, ya no tenía batería. Pensé que reconsiderar mi estilo de vida temporal podría ser una buena opción. Si apelaba al buen corazón de mi mejor amigo, tal vez no iba a tener que preocuparme por la comida y así podría usar, en su lugar, el dinero que me restaba para otros fines. Como para comprarme un cargador, claro.

Me recosté sobre la cama sintiéndome frustrado. Y hambriento. Coloqué mis dos brazos sobre mi cabeza, a la altura de la nuca y observé el techo de la habitación en silencio.

¿De qué estarían hablando esos dos?

¿Qué artimañas utilizaría la chiquilla para manipular a Charles? ¿Lo seduciría?

Mi mente concibió cientos de posibles ideas teniendo en cuenta cómo era ella. Bastaba con haber pasado unas horas en su compañía para saber de lo que era capaz, no obstante, mis prejuiciosas maquinaciones se vieron interrumpidas cuando escuché lo que parecían ser risas provenir desde la sala.

¿Qué demonios?

La ventana situada en el lado derecho de la habitación estaba abierta, lo que permitía que cierto ruido ingresara por ahí. Me levanté dispuesto a cerrarla. No me interesaba que ya se hubieran hecho amigos hasta el punto de bromear juntos y reírse a sus anchas mientras yo estaba ahí, disgustado.

Lo que tenía que pasar uno por ser amable.

Si tan solo hubiera ignorado el hecho de que mi cosas fueran aplastadas injustamente en la autopista y me hubiera limitado a pasarlo por alto y alejarme de la fugitiva causante de todo, nada de eso habría pasado.

Supuse que era tarde para arrepentimientos. Demasiado tarde, diría yo.

Me quedé divagando por varios minutos hasta que, una vez más, alguien golpeó la puerta de mi habitación. Al instante supe que no se trataba de Charles, pues él, siendo el dueño, no se tomaba esas molestias. Todo indicaba que era la chiquilla.

Obviamente, no tenía ganas ni de verla ni de hablar con ella.

Le di la espalda a la puerta y fingí estar dormido, como bien hacía cada vez que sentía cerca la presencia de mi padre.

—Beaupre, ¿estás despierto?

Ignoré el llamado al darme cuenta de que seguía fingiendo. Ese tono suyo no era el que usaba siempre conmigo. Rodé los ojos.

De pronto, oí otros pasos que se aproximaban.

—Por supuesto que lo está, ¿cómo va a estar durmiendo a esta hora, si acaba de levantarse? —intercedió Charles, adentrándose en la habitación—. Prepárate para ver algo que nunca falla...

No lo hagas.

—¿En serio? —Dasha se mostró interesada en saber qué era.

No reacciones, Kev.

—Despiértate, Kevin.

No reaccio... Ah, maldición.

Su provocación hizo que me sentara sobre la cama rápidamente.

—¡No me llamo Kevin!

Desde el marco de la puerta, Dasha me dedicó una sonrisa burlesca.

Mi propio amigo me acababa de dejar en evidencia al revelar aquel nombre que tanto detestaba y con el que siempre solían relacionarme.

—Está bien, Kev —Charles se sentó en la silla giratoria frente a mi cama—. Escucha, estuve hablando con Dasha y hemos llegado a un acuerdo.

—¿Qué? ¿También te pidió dinero?

Le dediqué una mirada retadora a la loca. ¿Acaso pensaba que me iba a quedar callado viendo cómo engañaba a mi mejor amigo en mi propia cara? Claro que no.

Charles negó con la cabeza, sorprendido.

—Todo lo contrario —anunció, poniéndose de pie—. Está dispuesta a pagarme por una habitación en el apartamento.

—¿Qué dices? Ella no tiene un centavo.

No pude evitar elevar mi tono de voz y sonar sarcástico. No estaba hablando en serio, ¿verdad?

—Me explicó su situación y decidí darle la oportunidad.

Cuando terminó de hacer el anuncio, Dasha abrió la boca para elogiarlo, aun metida completamente en su papel de santa.

—Charles, eres muy comprensivo. En verdad, debería haber más personas como tú.

Al decir las últimas palabras, su vista se detuvo en mí.

Eso debía tratarse de una broma.

—No pretenderás que viva con ella —advertí, incrédulo, señalándola.

—Solo será por unos días, se irá antes de que termine esta semana.

¿Unos días? No creía que Dasha y yo pudiéramos vivir juntos bajo el mismo techo por "unos días" sin sacarnos la cabeza. Ella era desesperante, bastante odiosa.

—Así es, Beaupre —continuó la chiquilla—. Además, este departamento es lo suficientemente grande como para no tener que cruzarnos si no queremos.

—Has tenido tiempo de sobra para planear todo esto, ¿no es así?

Al percatarse de mi tono acusatorio, ella se cruzó de brazos y giró su cabeza hacia un lado para mostrarme que le había ofendido lo que le dije. Por más extraño que pareciera, yo hice lo mismo.

Charles, que observaba la escena en silencio, actuó como mediador y nos pidió que tratáramos de llevarnos bien.

Cómo se veía que no conocía a la verdadera Dasha.

Mi pobre amigo había sido engañado por una adolescente.

—Vamos, dejen de actuar como dos niños —pidió, sujetando la mano de la chiquilla y la mía para conseguir que las estrecháramos en son de paz.

Pues conmigo no iba a ser lo mismo.

—No pensé que Beaupre sería tan inmaduro y grosero.

Abrí la boca para contestar, pero Charles me interrumpió.

—¿Beaupre? ¿Por qué lo llamas por su apellido? Dile «Kevin» y, eventualmente, le caerás mejor —Le dediqué una mirada asesina; él levantó ambas manos—. De acuerdo, fue un mal chiste.

—Ya te dije que no eres gracioso.

Me solté para que dejara de intentar que la loca y yo firmemos la paz teniendo que tocar nuestras manos. En cada distracción de Charles, Dasha aprovechaba para hacerme muecas y reírse de mí, haciendo que mi mal humor aumentara.

—Estás loco si piensas que voy a convivir con esta otra loca.

Ella me puso mala cara.

—Por Dios, Kev, no seas grosero —Charles se disculpó en mi nombre ante Dasha, argumentando que mis cambios de humor eran algo normal en mí.

Pero ¿qué estaba diciendo? Ni que fuera chica con su periodo.

—Piénsalo bien, no la conocemos. ¿Cómo puedes dejar que se quede aquí así de la nada?

—Que yo sepa, tú fuiste el que la trajo.

—Ya te dije que ella me siguió y luego me amenazó.

—Da lo mismo —aseveró—. Quieras o no, Dasha se queda.

Sonó tan firme que intuí que una queja mía no valdría la pena. Terminé por rendirme, aunque eso no calmó mi enojo.

—Está bien, gracias por informar —ironicé—. Ahora déjenme solo.

Charles salió de la habitación, obedeciendo mi petición. No obstante, Dasha se quedó unos segundos más. Antes de volverse para salir detrás de mi amigo, hizo una «L» con su índice y pulgar, que luego dirigió hacia mí. Con su otra mano en uno de sus ojos hizo un amago de estar llorando a modo de burla. Posteriormente, me sacó la lengua en señal de victoria.

Al cerrar la puerta tras de sí, tiré una almohada en su dirección.

Qué experta era esa chiquilla en enfadarme.

¿En serio iba a tener que vivir con ella por unos días bajo el mismo techo con nuestras personalidades tan opuestas? Lo único que podía resultar de todo eso se resumía en una sola palabra: suplicio.


Dasha y Kev vivirán juntos a partir de ahora, ¿qué pasará entre ellos ahora que se llevan peor que perros y gatos? ¡Manténganse al tanto de las actualizaciones para descubrirlo!

Nos vemos en el próximo capítulo.
Con mucho cariño,
Michi. <3

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