Uno
¿Te ha pasado que te enamoras de la persona menos esperada? Ya sea de tu mejor amigo, el vecino o el que te cae mal, pero por razones del destino, termina siendo tu crush. El punto es que te puedes enamorar de quién sea sin decidirlo y yo me enamore de alguien que era más grande que yo. Elena Jiménez. Mi profesora de Química. Ella tenía una extraña combinación que no sé ni siquiera describirla yo misma. Pero era de esas personas que necesitabas en tu vida, no sabías si por ganas o por necesidad. Pero necesitabas que estuvieran ahí contigo.
Yo necesitaba que estuviera en mi vida.
Y hay veces en las que no sabes por qué pasan ciertas cosas. Ciertos hechos que te involucran con esa persona y yo quiero pensar que no fue el destino lo que nos unió, no fue el bachillerato o la decisión de mi madre. Fue simplemente por nosotras mismas. A veces lo que no te gusta y desagrada, termina siendo todo lo contrario. A mí no me gustaba el bachillerato, es más la odiaba, pero me comenzó a gustar por una simple razón: ella estaba allí. Y eso era lo único que me importaba, el que ella estuviera ahí.
Después de mi primera interacción con Elena Jiménez, descubrí que las aves eran mi animal favorito, sus palabras eran lo único que se repetía en mi mente. Yo también quería volar como los pájaros, yo también quería irme y desaparecer de la faz de la tierra cuando no me encontrará yo misma, cuando no me sintiera real o cuando tuviera problemas. Y eso le conté a Elena, le dije que si me gustaría ser un pájaro para volar y mandar todo al carajo cuando tuviera problemas. Mi respuesta no era la que esperaba, no era la correcta. Uno debe aprender a volar y también saber quedarse y esperar, algo que desafortunadamente no sabía hacer sin su ayuda.
[...]
Del lunes sigue martes y hoy es martes y eso solo significa una cosa, asistir al bachillerato. Aún no me acostumbraba al bachillerato y al nuevo cambio escolar.
Agarré mi mochila y salí de mi casa, esta vez mi mamá no me despide en la puerta y me da su habitual bendición. Hasta me sentí extraña. Pero es otro efecto de acostumbrarse a las cosas. Cómo por ejemplo al olor de su perfume, a su presencia, a estar a su lado o simplemente nos acostumbramos a una persona y yo me acostumbré a estar con ella. Y cuando no la sentí, les juro que ese día, ni siquiera me sentí yo misma. Me sentí perdida y claro que eso también me dejó otra lección.
Mi rutina es esperar el bus, subirme y mirar por la ventana la ciudad entera. Si existieran las horas eternas o infinitas, las dedicaría solamente a ver por un cristal la ciudad. Hay tantas cosas que esconde una ciudad al igual que una sonrisa y la sonrisa de Elena escondía más que la ciudad. Ella era tan misteriosa pero se abría conmigo que podía entenderla y comprenderla, pero eso no quitaba que dejara de ser misteriosa, porque no todas las cosas se dicen, la gente siempre lleva consigo misma secretos que esconde y ella tenía muchos al igual que yo. El mundo tenía algo que yo amaba de él: ella vivía en este planeta. Y cuando yo no me sentía en este planeta y cuando me sentía de otra galaxia, ella me hacía sentir viva. Ella era mi oxígeno favorito... y oh Dios, sueno tan cursi, siempre he odiado a las personas cursis, pero si se trata de ella, soy esto que leen. Ella me ha convertido en una maldita cursi, pero ella me enseño a serlo.
El bus me dejó en la esquina del bachillerato, me bajé y seguí mi camino. Está vez no me fijé en la demás gente, porque Elena me enseño que debía fijarme en mi antes que en los demás y tiene toda la razón. Tu vida se te va a pasar si solamente ves a los demás, solo verás a la gente avanzar mientras tú te quedas atrás. Y yo cuando necesitaba una razón para avanzar, la tenía a ella y cuando ella necesitaba una razón para no perderse en la locura, me tenía a mi. Éramos el complemento perfecto.
Llegué a mi salón y me senté en el fondo otra vez. No tenía interés en socializar con nadie de aquí y lo dejé muy en claro cuando me puse mis audífonos. El salón se iba llenando con los compañeros que habitaban aquí, mientras yo cantaba en mi mente y me perdía en mis pensamientos. Al parecer no tenía nada mejor que hacer y cuando Elena entro al salón, me di cuenta que muchos chicos la miraban con deseo. Era atractiva y guapa, tal parece no era la única que fue atraída por su belleza, pero regrese a la realidad de golpe cuando cruzo sus ojos conmigo. Esos ojos azules tenían algo más, algo que hipnotizaba y yo quería saber que era. Porque no era el color, era la mirada.
Estaba tan distraída que ni siquiera noté cuando mi celular dejo de reproducir música. Ella caminó todavía viéndome fijamente y se sentó en su escritorio. No la mire, su mirada me producía nervios, no podía hacer otra cosa más que pensar en ella.
-Buenos días. Soy su profesora de Química -dijo y le regrese la mirada.
Me quité los auriculares.
-Quiero que se presenten para conocerlos -señalando a un chico de los lugares de atrás. Él se paró y dijo su nombre completo y quién era-. Muy bien. Ahora usted.
Me señaló con la mirada.
-Soy Emily Smiths. Diescisiete años.
En un intervalo de tres segundos nos miramos sin decir nada. Creí que estábamos usando la telepatía pero como todo tiene final, este momento llego a su fin. Ella apartó su mirada y gesticuló un "muy bien".
Cuando todos terminaron de presentarse, ella se presentó:
-Soy Elena Jiménez. Cualquier cosa, o duda que tengan, no duden en acercarse a mí.
Posteriormente empezó su clase y nos puso a hacer su portada. Yo tomé el lápiz y tracé desde el lienzo varias flores. Y al último puse mi nombre completo, grupo y nombre de la profesora.
Cuando terminé, me levanté y fui a qué me lo revisará.
-Muy bien, señorita Smiths.
Mi apellido sonaba muy bien cuando ella lo decía.
-Gracias -pronuncié y me regresé a mi pupitre.
[...]
Así transcurrieron los minutos hasta llegar a la última clase que tenemos, Historia. Cuando finalizó, todos salieron apresurados del salón, mientras que yo en calma y tranquilidad, me tomé mi tiempo.
Tomó lo necesario: mi dinero, celular y audífonos. Eso es todo lo que necesito para sobrevivir a la realidad. Salgo del salón y camino en compañía de la soledad y por alguna razón termino yendo al mismo lugar de ayer, supongo que es por qué me gustó el lugar. Me siento en el pasto y me recuesto en un árbol a descansar en completo silencio acompañada de mi soledad.
Veo a la profesora de Química estar cerca de dónde yo estoy con otro profesor. Ella me observa a lo lejos mientras yo descanso, sintiéndome incómoda por sus miradas. Así duramos cinco largos minutos sin decir nada, hasta que le pongo fin a la situación, me levantó del pasto y caminó hasta ella.
Su mirada indica un claro: ¿Qué? Pero no respondo o doy explicaciones.
-¿Es nueva, cierto? -pregunté.
Ella me mira detalladamente.
-Así es.
-¿Dónde daba clases antes?
-En la preparatoria Hexson -respondió.
-Ah, ya.
El silencio que se forma se ve interrumpido por el profesor que la acompaña.
-¿En qué salón estás?
-En el salón 302.
-¿Eres nueva? -preguntó el mismo profesor-. Lo digo porque no te he visto. Yo doy clases ahí.
-En realidad llegué hace dos meses, así que técnicamente si soy nueva -respondí.
-Ah, muy bien.
Un momento después, ví a unos pájaros volar e irse. Me pregunté que se sentiría ser libre.
Elena los miraba con mucha atención al igual que yo lo hacía.
-Mañana la veo -dijo la profesora-. Hasta mañana, señorita Smiths.
-Hasta mañana, profesora Elena. -correspondí.
Este era mi secreto; estoy enamorada de mi profesora de Química.
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