Vi los labios de ella y quise domarlos como si el fuego se apoderara lentamente de mi. Rosados como si no hubiesen sidos domados por fuego, pero suaves. Por un momento, imagine que la sentía suavemente como escuchar las olas del mar y no tienes la maldita idea cuánto deseo tenerla cerca. Ahora mismo anhelo estar a centímetros de ella, analizar el severo tono de su pálida piel y tocarla. Tengo ese impulso de hacerlo desde qué la vi como si no existiera ningún límite para lograrlo. Porque cuando la contemplo necesito no despegarme de ella. 

8 de junio de 2012