Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Prólogo

   Detuvo la alarma de su teléfono bajo el carácter acerado que emergía cuando tenía que madrugar. Era algo que no se le daba bien. Mucho menos, después de apurar hasta horas intempestivas metidos en los videojuegos On line. Para colmo, no era de aquellos a los que se le daba excelente cualquier materia. Así que, lo urgente sería que se pusiera las pilas y apechugara con sus obligaciones, antes de que recibiera el ultimatum de su madre: «estudia o trabaja. No hay más».

    Por si fuera poco, deseaba ocultarse de un mundo que lo había vuelto popular, para ser exactos, —el segundo de a bordo tras el capitán de fútbol del instituto—, por su porte atlético y su fachada de modelo de portada universal. No. Para nada se asemejaba a aquellos de aspecto musculado. No era de aquellos de imagen comercial perfeccionada. Más bien tenía un porte atlético entre delgado y una pizca escuchimizado. Sin embargo, levantaba pasiones allá por donde iba, y era algo que conseguía sacarlo de su calma cuando preferiría pasar desapercibido, como cualquiera de los que convivían con él, en aquella atmósfera estudiantil.

    Arrastró sus pies hasta el cuarto de baño. Cuando se miró al espejo puso cara de malas pulgas: el aspecto que allí había reflejado era mucho peor de lo imaginado.

    —¡Joder! —protestó, lanzando un suspiro a la fría atmósfera del pequeño habitáculo.

    Cuando el agua fresca tocó su cara sintió un escalofrío. Eso lo terminó de despejar. Eso sí, bajo otra protesta: un profundo gruñido de queja.

   —¡Samuel!

   La voz de su madre se escuchó allá fuera. Suponía que estaría en la cocina preparando el desayuno. Lo sabía porque antes le había llegado el aroma a café y a tostadas recién hechas durante el trayecto de su habitación hasta donde estaba.

    —¡Ya voy! —gritó, cuanto pudo. En realidad, no sabía bien si lo habría escuchado. Se negaba a ponerla a prueba. Tenía que darse prisa, reemplazar su pijama por la ropa correcta, preparar la mochila, para moverse lo más deprisa posible hasta donde ella estaba.

   A mitad camino recordó que no había cogido su chaqueta. Regresó al punto de inicio a por ella.

   —¡Sam!

    —¡Ya voy! —respondió, a voz en grito, en mitad de una protesta de impaciencia y malhumor.

   Por fin se encontró con su madre. La saludó. Ella hizo lo mismo.

    —Apúrate, ¿quieres?

    Cuando Ginnifer se empeñaba en hacer uso del reloj para cronometrar cada acción, hacía que apareciese su torpeza. Y no podía cambiarse de ropa, con las horas que eran. Así que hizo por intentar ser preciso en casa uno de sus movimientos una vez su madre le sirvió.

    El tazón de leche todavía humeaba. Las tostadas seguían calientes. La cocina olía demasiado bien, aunque él seguía aún adormilado.

    Se había llevado el teléfono detrás. No había querido mirarlo. Seguramente, tendría tantos mensajes de Sharon, reprochándole todo que sería mejor obviarla, por salud. Por evitar un colapso mental.

    —¿Quieres que te lleve a clase, de camino al trabajo? —quiso saber ella.

    —No. Caminar no me hará daño. Total, estoy a quince minutos de allí.

    Ginnifer torció su sonrisa con diversión.

    —Mírate —hizo un ademán señalándolo—. ¡Si apenas te tienes en pie! A saber a la hora que te acostaste esta pasada madrugada.

    —¡No empieces! —protestó el chico.

    Ella alzó las mano, terminando por chasquear la lengua.

    —Sabes lo que opino de eso. Y en casa tenemos ciertas normas.

   —¿Quieres ponerme a prueba?

    —Tú eres quien me pone a prueba cada día, hijo.

    Samuel puso los ojos en blanco. Lanzó un gruñido áspero, que su madre ignoró. Estaba cansada de tanta discusión. Cuidar sola de un adolescente no era nada fácil.

    Ginnifer se acercó con velocidad a Samuel. Fue a darle un beso en el alto de la cabeza. Él la esquivó.

   —¿Qué? —quiso saber a ella a su negación.

    —¡Ya no soy un crío! No necesito arrumacos.

    Le dio un suave cachete, en broma, por su incorrecta reacción. Alzó un dedo.

    —Tú serás un niño hasta que yo lo diga —siguió bromeando ella, saliendo de allí sin parar de girarse y reírse como guiño humorístico.

    Él rodó los ojos. Cada vez entendía menos a los adultos. Mucho menos, después de que su padre los dejase tirados por otra mujer, porque le pareció mejor que la que tenía. Dejarlo de lado, incluso a él mismo. Eso produjo un fuerte odio visceral.

    Cargó la mochila en el hombro. Se llevó la otra tostada detrás. El teléfono vibró varias veces. Algunos mensajes eran de Alex, de Martin. Pero también de la insistente Sharon. Resopló, atacado de los nervios. Con esa chica se ganaba el cielo. ¿Por qué no se fijaría en Nathan y lo dejara respirar en paz?


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro