
Epílogo
Habían transcurrido dos meses y medio tras la operación. August se mostraba cansado, irritado, deprimido, por no poder ayudar en nada. Porque había tenido que echar el cierre a su taller. Un negocio en el que había estado media vida. Sus hijos no habían querido seguir adelante con el negocio. Teniendo sus respectivos trabajos, casa y familia en otro lugar, se negaban a realizar cualquier cambio. Además, la cafetería-tetería ya daba mucho que hacer. Era famosa en el barrio. Solía estar repleta de gente.
Aubrey esperó un poco más antes de marcharse y asegurarse de que todo iba a estar bien. La excedencia se le terminaba. No podía extenderse hasta los tres meses de recuperación cuando ya había semanas por delante de más sin aparecer en el trabajo. Samuel tenía que regresar a su instituto. Era hora de volver a casa.
Se sentía emocionado. Preparó las maletas con unas ganas que, de haber podido, habría salido esa noche misma. Las ganas de ver a Dakota eran grandiosas. Abrazarla. Tenerla de nuevo en sus brazos. Había tenido que lidiar con una Chelsea que le había puesto las cosas difíciles. Había logrado esquivarla con mucho esfuerzo. Ella se resistía a que se fuera. Seguía en sus trece.
Llamó a Dakota.
—Hola, amor. No puedo creer que ya vayamos a vernos.
—No puedo esperar ni un día más.
—Tendrás que hacerlo. Hasta mañana.
—Sam...
—¿Sí?
—Me alegro de que te hayas librado de realizar el trabajo de literatura. Ya no es necesario que termines de leer el libro.
—Nunca dejo una tarea a medias.
—Embustero.
—Hablo en serio. He terminado de leerlo.
—¡No te creo!
—Está lleno de pósits de colores marcando las frases que más me han gustado.
—¿Hablas en serio?
—Sí. Soy un chico nuevo. Lo que inicio, termino. Lo que propongo, lo hago. He madurado.
La hizo reír.
—¿Pero qué ha pasado contigo en estos casi tres meses de no verte?
—Demasiadas cosas. He tenido verdaderas pruebas de fuego y no he cedido.
Dakota se preocupó.
—¿A qué te refieres?
—Te explicaré cuando nos veamos. Quiero darte tantos besos que se me sequen hasta los labios. Quiero besarte hasta que se me duerman.
—¡Exagerado!
—¿Por qué? ¿Porque digo lo que siento por ti de un modo directo?
—Eso me gusta.
—Lo sé.
Hubo una pausa.
—Mi brujilla, serás la bailarina más hermosa y única del universo cuando demuestres a ese grupo importante de gente cuanto vales. Estoy ansioso por verlo.
—Sam...
—¿Sí?
—¿Qué ocurrirá cuando viaje demasiado por ese motivo? ¿No te cansarás de mí? ¿Me seguirás esperando?
—¿No me has esperado por mucho tiempo a mí? ¿Por qué no debería de hacer lo mismo? Te amo, Dakota. Te amo de verdad.
—Doy gracias por el día que conseguí llamar tu atención. Fue costoso. Pero aquí estás. Aquí estoy.
—Tengo que agradecerte a ti que me sacaste de mi cajita oscura de bajón y puro aburrimiento. Mi vida cambió para bien. Pensar en ti me ha dado fuerzas para sobrellevar estos meses en los que me sentía molesto, a punto de echar la toalla. Has estado ahí sin darte por vencida.
—Para eso están las novias —alardeó Dakota emocionada. Con la lagrimilla en sus ojos—. Tengo ganas de que llegue mañana. Tengo muchas ganas de verte ya.
—Ídem, Dak. Ídem.
Con la emoción no pudieron dormir durante toda la noche. Dakota se puso guapa. Se llevó la camiseta que su hermana le había regalado. Porque a Samuel le gustaba también ese lado oscuro. A su lado podía ser quien quisiera.
Él se había acercado hasta su casa. La esperaba en el portal. Ella se echó en sus brazos besándolo como si se terminara el mundo y tuviese que aprovechar.
—¡Estás aquí! —gritaba repetidas veces sin dejar de apretarlo entre sus brazos. Lo separó un poco—. Estás más delgado y ojeroso. Eso puedo solucionarlo. Voy a cuidarte muy bien.
—Yo sí que voy a cuidar de ti bien, preciosa. Ha sido una tortura tenerte tan lejos.
Otro abrazo. Este más apretado. Tan apretado que no lo soltó en toda la tarde ni cuando estuvieron en la pizzería más cercana merendando. Había dicho a Alex y a Martin que ya estaba en Boston. Pero que la tarde era para su chica. Ya los vería mañana en el instituto.
Dakota estaba apoyada en su pecho. Estaban sentados en los sofás rojo caramelo que había en un par de rincones del establecimiento para grupos más numerosos de gente reunida en una mesa. Esta vez lo usarían para sentirse cómodos y juntos mientras se tomaban una porción rica de aquella comida.
—Y dime, ¿qué tal el instituto de allá? ¿Cuál te gusta más?
—Este. Evidentemente. Porque estás tú.
—Ya. ¡Pelota! —bromeó.
—¿Qué tal las clases? ¿Ha ido bien todo?
—Me costó un poco sacar adelante el examen de física. Ya me conoces a la hora de la formulación. ¡No soy Albert Einstein! —protestó ella, frunciendo los labios con fastidio—. ¿Y tú?
—Para lo poco que estuve allá no estuvo ni tan mal. Sebastian y Marlon molaban un montón. Terminé emparejándolos con las populares —alardeó, muerta de risa.
Dakota se incorporó. Se giró para mirarlo a los ojos.
—Espera. ¿Había alguien similar a Sharon y su akelarre?
La comparación hizo que Samuel estallase en una carcajada.
—Sí. Ya lo creo. Chelsea era lo que Sharon aquí: una mujer insoportable que necesitabas quitarte de encima como fuera si no querías que te sobara.
Dakota se puso seria.
—¿Te acosó?
La risa de Samuel se esfumó.
—Desde luego. ¿Y quién no quiere estar con el guaperas del nuevo? —largó sin un ápice de emoción—. A ella me refería cuando hablaba de las pruebas de fuego.
El estómago de la chica se encogió. El miedo ascendió hasta su garganta, aprisionándola.
—¿Hubo algo?
—Nunca. Conoces mis gustos. Me van las góticas —agregó junto a un guiño.
Dakota se recostó de nuevo sobre su pecho. Lo sentía subir y bajar un poco más acelerado. Rogaba que no estuviera mintiendo. Su corazón latía desbocado. No sabía si por la cercanía de ella, o porque no estuviera diciendo la verdad. Porque lo hubiera descubierto.
—Quiero confiar en ti —dejó caer para ver su reacción. Quería asegurarse de que no había sucedido nada.
Samuel hizo que se incorporara para mirarlo a los ojos.
—Si fuera un tipo cruel y no te quisiera de verdad, te lo habría ocultado. También, si hubiera pasado algo. O, directamente, habríamos cortado. No soy de esos, Dak. Conmigo, no tienes que tener miedo.
Lo abrazó con fuerza. Con miedo a que dijera las palabras que no quisiera escuchar: «tenemos que dejarlo».
—Yo solo quiero estar contigo, Dak. Con nadie más.
—Y yo contigo.
—Ah. Por cierto. —La ayudó a incorporarse de nuevo. Buscó en la bolsa de nylon que trajo. Sacó el libro de Romeo y Julieta. Estaba decorado con una cantidad importante de pósits. Te dije que te lo enseñaría y que me creyeras.
Dakota lo cogió echando un vistazo a tan duro trabajo. Leyó salteadas algunas de las frases que había marcado.
—Si yo fuera el señor Robinson te pondría un diez.
—Puedes calificarme si quieres —dijo Samuel sacando un lápiz de su estuche—. Hacia el final, por favor. Así no se borrará con tanto toqueteo de las páginas.
La hizo reír. Seguía siendo el mismo chico divertido y toca narices del principio.
—Vaale. Trae aquí. —Lo hizo. Puso un diez enorme al final del libro, cerrándolo con un enorme círculo—. Estás aprobado.
—Gracias, señorita Miller. Por cierto. Tiene que firmar. Los profesores lo hacen. O creerán que es falso.
—¡Ah! Sí. Sí. Desde luego. —Firmó y agregó un par de corazones debajo de su firma—. ¿Corazones? ¿Sabe usted, señorita, que está mal visto el romance alumna-profesor?
Buscó su barbilla para sujetarla y darle un beso en una posición complicada.
—No me importa. Si nos descubren, que se mueran de envidia.
El verano caldeaba con sus primeros rayos la ciudad. Las clases estaban a punto de finalizar. La temida, pero ansiada audición se sucedía esa misma tarde. Dakota se sentía nerviosa. Había estado tuneando las zapatillas de baile que le habían regalado para esta ocasión especial. Así había asegurado que lo haría.
Se sentía nerviosa. No tendría que estarlo si no quería fallar. Arianna se presentaba a la prueba con ella. Además de Eve e Irina. Y algún que otro alumno masculino como Robert y Sean. Eran los más avispados de la academia.
El nivel era alto. Para la prueba tuvieron que hacer 3 minutos de barra, 5 de trabajo central de Adagio con piruetas, petit y gran allegro. Más 3 minutos más de baile en pareja para ver cómo se desenvolvían. Estaban debutando para el Ballet de Boston. Lo bueno de ello sería que podrían seguir en la ciudad para estudiar sin hacer más gasto que lo que dejarían en la nueva academia y otros gastos necesarios.
Les dijeron que ya les avisarían si habían sido aceptados.
—Lo has hecho bien —animó Arianna a Dakota.
—¿Crees que nos elegirán?
—¿Por qué no? Yo espero bailar un día en los mejores teatros del mundo donde seamos valoradas por esto que hacemos. Que mi nombre salga en todos los medios. Incluso mi biografía en Google.
Dakota se rio.
—Demasiada información pública.
—Porque sería famosa. ¿O qué te crees?
—Samuel quiere hacer unos cursos de formación profesional. Todavía no sé si se quedará en Boston o tendrá que ir a otro sitio.
—¡Y el temiendo que fueras tú la que iba a desaparecer!
—Vaya a donde vaya, quiere quedarse aquí para trabajar. Sería el punto de regreso para ambos. Porque, si nos escogen, tras los estudios, viajaríamos mucho.
—Esa es otra cosa que me gusta. Viajar y conocer países y costumbres. ¡Y firmar autógrafos!
—¿Te crees que vas para artista de cine o del mundo de la música?
Arianna soltó una carcajada.
—Me publicitaría por las redes sociales para que se me conociera en todo el mundo. Como si fuera una influencer. Hasta daría clases de danza por Internet.
—Estarías muy ocupada.
—Eso es bueno.
—En exceso, no.
La señaló.
—Si deseas meterte en este mundillo entiende que es tiempo y dedicación.
—Eso lo tengo claro.
—¡Y si te decides por largarte a otro estado, ciudad o lo que coño sea y te casas con Samuel, espero que me invites a la boda! —la advirtió, señalándola con un dedo acusador.
—Como seré famosa tendrás que pedir cita unos años antes.
La empujó sin intención de hacerle daño.
—¡Ja! Ja. Muy graciosa. Como amiga sería una faena si me hicieras eso.
—¿No querías que fuéramos famosas? Pues es lo que hay.
Se echaron a reír.
Finalmente aceptaron a Dakota para entrar en la academia del ballet de Boston. Se esforzaría mucho para que la aceptasen en su compañía, ya que su sueño estaba más cerca ahora que había llegado hasta allí. Arianna y el resto de los que se presentaron fueron escogidos. La señora Kozlov les había ofrecido a sus mejores alumnos. Ella iba a echarlos de menos en su academia. Le habían prometido pasar a visitarla de vez en cuando y cuando tuvieran un poco de tiempo. El tiempo, cada vez, se volvería más escaso y valioso.
Samuel llevó a Dakota a conocer a la familia de su padre. Se habían vuelto más cercanos. Él ayudaría a pagar sus clases de formación profesional. A ayudarle en cuanto pudiera. Dylan fue esta vez más simpático en presencia de Dakota. Como si tuviera miedo de quedar mal con ella. Y Harper... Harper disfrutaba con Dakota jugando con ella horas y horas. No la soltaba casi, acaparándola.
—Tienes una familia bonita. A pesar de las penurias del principio con tu padre. Se preocupan por ti.
—Lo sé. Aunque todavía siento un poco de rencor por lo que nos hizo mi padre.
—Ha terminado haciéndose responsable de ti. Eso es mucho.
—Sí que lo es.
La cogió fuerte de la mano temiendo que se volatilizase.
—Te amo, Dak. No me canso de decirlo.
—Te amo, Sam. Con todos tus defectos y virtudes, te amo. Incluso cuando tuerces la nariz molesto y resoplas como un bulldog cabreado.
—¡Yo no hago eso!
Dakota tocó con el dedo la punta de su nariz.
—¡Sí que lo haces!
—¡Mentirosa! ¡Como se te ocurra echarme otro hechizo de esos raros te la cargas.
—¿Me estás llamando bruja?
Samuel se cubrió la cara con las manos. Ella le quitó una y lo besó.
—Tranquilo. No voy a atizarte.
—Uf. Qué alivio. Eres realmente peligrosa.
—¡No es cierto! Además, sé que lo dices de broma —añadió, junto a un guiño—. Por esa te libras —siguió bromeando.
NOTA DE LA AUTORA: Llegamos al final de la historia. Quiero dar las gracias aquellos lectores que me han acompañado durante toto el camino. Por vuestros votos y comentarios. A los que me seguís apoyando. Estoy encantada de teneros por aquí. Gracias por el tiempo que dedicáis a leerme. ¡Un abrazo!
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