En la noche de un viernes, después de un triunfo busque un rostro conocido para celebrar.

Lo encontré en viejos recuerdo añejados en las aguas de mi mente embotellada.

Tiré del corcho de esa botella impulsivamente y de inmediato mi olfato reconoció el olor del fermento de la melancolía...

Y los recuerdos se escurrieron de mi cerebro al corazón, lo embriagaron con anhelo, me embebí de un rostro difuminado.

Con el tiempo apenas recuerdo cómo es su voz, o su rostro.

Celebré mi orgullo con la botella de tus recuerdos, a falta de ti.

No sé si gané o perdí al alejar su presencia de mi, solo sé que a veces el costo de esa elección me pasa factura.

Mas caro que una botella de vino viejo, la botella de vacío cuesta más.

Mucho más.