4. Él
Luego de un día más que pesado, de haber lidiado con reuniones en medio de la nebulosa de dolor que me enredaba el cerebro, acabé esperando a papá en su oficina. Él estaba ocupado, pero su secretaria me dijo que no tardaría.
Ingresé a su despacho y me dejé caer en su silla. Cerré los ojos y busqué concentrarme en mi respiración, ya había tomado dos pastillas y el dolor no había cedido. Comenzaba a pensar que Meli tenía razón y que debería tomarme un descanso.
Abrí los ojos y me encontré con nuestra foto, estábamos los tres en mi cumpleaños número siete, el último en que ella estuvo con nosotros. Me perdí en sus ojos azules, esos que amaba tanto, en el tacto suave de sus cabellos rubios. Me parecía la mujer más hermosa de la tierra, su sonrisa de ángel iluminaba mis días y su aroma a flores significaba la felicidad para mí.
Hacía ya veinte años que no la veía, que sus manos no acariciaban mis mejillas ni olía ese aroma tan mágico y tan suyo, y aún la extrañaba, aún la necesitaba. Pensar en ella me hacía volver a ser aquel pequeño niño que un día lo perdió todo y la sonrisa se le borró.
Papá ingresó con el teléfono en la mano, me puse de pie y le dejé su sitio mientras fui a sentarme al otro lado. Esperé a que cortara la llamada y luego me saludó. No era un mal hombre, de hecho, era una persona buenísima, pero él y yo nunca habíamos conectado del todo y nuestro trato era más formal de lo que se esperaría de padre e hijo.
—¿Cómo va, Luca? —preguntó y se recostó por su silla, se veía agotado.
—Bien...
—Te ves un poco cansado, ¿estás enfermo?
—No, solo ha sido un día largo —respondí y él asintió—. Me dijo Melina que querías verme.
—Sí... ha surgido una situación —respondió y clavó los ojos en la misma fotografía que yo había estado mirando antes. Me pregunté qué sentía al verla, papá nunca rehízo su vida, pero tampoco habla mucho de ella.
—Dime...
—Tengo que pedirte un favor importante, Luca.
—Dime...
—Tienes que ir a la isla para la reunión de la Fundación con los encargados de la escuela y la casa Azul...
—¿Qué? ¿Yo? —pregunté y negué.
—Ana no va a poder, su madre se ha internado de urgencia y ella era quien iba a ir.
—¿Y por qué no llamas a Sonia? —cuestioné nervioso.
—Ella aún está con permiso de maternidad, Luca...
—Entonces pospón la reunión hasta que Ana pueda ir... —zanjé con decisión.
—Las cosas no funcionan así, Luca. Hay que ir allí, ver cuáles son las necesidades de los niños, corroborar que las cosas marchen como...
—Papá —dije tras su silencio—. ¿Por qué no vas tú?
—No... yo no puedo, tengo muchísimas cosas que atender aquí —añadió.
Yo sabía que aquello eran excusas, pero no insistí.
—Yo no quiero ir...
—Luca... Es un lugar hermoso, podrías tomarte unos días allí, olvidarte de todo y descansar una vez que acabes la reunión. En el pueblo hay un hotel precioso, deberías conocer...
—No —respondí con seguridad—. Busca a alguien más.
—No puedo, Luca, tiene que ser alguien de confianza... Tienes que ir...
Hice silencio y perdí mi vista en el enorme ventanal que se abría tras la espalda de mi padre, observé las luces que comenzaban a encender la ciudad y suspiré. Papá se puso de pie y se acercó a mí, colocó una mano en mi hombro y apretó con suavidad.
—A ella le hubiese gustado que fueras tú, que conocieras ese lugar que amó con tanta fuerza, Luca.
—No quiero ir —insistí y tragué con esfuerzo el nudo de lágrimas que se me atoraba en la garganta.
—Tienes que encargarte de eso, hijo —pidió con la voz rasgada por un dolor que se le había enquistado en el alma—, yo tengo demasiado con la empresa...
—Tú tampoco quieres ir, esa es la verdad. ¿Acaso crees que no lo sé? En veinte años no has ido ni una sola vez.
—Entonces tú tienes que ser mejor que yo, tienes que ser más valiente y tienes que hacer lo que a ella le hubiese gustado que hicieras, porque esa fundación era su vida, sus sueños, su motivación.
—¿Y a dónde la llevó?
—No es culpa de la fundación... no es culpa de la isla... no es culpa de nadie, Luca...
Me puse de pie porque sentía que el aire escaseaba y que las lágrimas se me querían escapar. Estaba perdiendo el control y eso me asustaba porque yo jamás lloraba delante de nadie, jamás mostraba ninguna emoción. Pero sabía que tenía que hacerlo, porque él me lo había dicho desde que era un niño y yo me había empeñado en negarlo, aunque sabía que llegaría el momento y no me quedarían opciones.
Cuando llegué a la puerta lo miré antes de salir.
—Iré —afirmé y una pequeña sonrisa se formó en sus labios.
—El vuelo sale temprano, Melina te informará de todo.
Asentí y fui a mi despacho, me encontré con Melina esperándome y me miró con cara de sentirse apenada.
—Perdón, no podía decírtelo porque él me lo prohibió, no irías a verlo si supieras...
—Lo sé, no quiero hablar de eso, solo... vayamos por una copa, ¿sí?
—Vamos —respondió con una sonrisa dulce—. Todo estará bien, Luca... ya lo verás...
—¿Cómo lo sabes? —pregunté.
—Porque la isla tiene su magia, por algo tu madre amaba tanto ese lugar, al igual que tu tía. Por eso Ana y Sonia se ponen felices cuando tienen que ir... Me han contado que allá la gente es distinta, que parece un sitio en donde los relojes funcionan diferente y donde el aire que se respira es más saludable.
—¿Te das cuenta de que nada de lo que dices tiene sentido? —pregunté—. No necesitas convencerme, iré porque no tengo opción.
—Es que sí tienes opciones, Luca, el problema es que tú no las ves.
—No te entiendo, me estás queriendo convencer de la magia de la isla y luego me dices que tengo la opción de no ir si no quiero.
—Tu padre ha respetado tus deseos por todos estos años, estoy segura de que si no quieres ir él buscará a alguien más o esperará a Ana o a Sonia... Lo que pasa es que tanto él como yo pensamos que tienes que hacer las paces con la isla.
—Hoy estás que solo dices tonterías —bufé.
—No es una tontería... Tú has crecido odiando ese sitio y era el lugar favorito de tu madre.
—Tanto que se quedó allí para siempre... —musité con dolor.
—No digas eso, Luca...
—La isla se tragó mi vida, Melina, y tú mejor que nadie lo sabes. ¿Acaso no te cansaste de mí y me dijiste que era la persona más triste y amargada que habías conocido en la vida? Eso entre otras cosas...
—¿Me vas a echar en cara una discusión de hace diez años? ¿Es en serio? ¿Ese es el recurso con el que cuentas? —preguntó tranquila mientras se bebía su copa con calma.
Bufé.
—Anda y conoce el lugar, haz las paces con el mar... Si cuando regresas no quieres volver, lo comprenderé, pero realmente pienso que no vas a avanzar hasta que cures el dolor que tienes dentro.
—El dolor de la pérdida de tu madre cuando solo eres un niño no se cura, Melina. Pero claro, tú de eso no sabes nada porque siempre has crecido en una familia perfecta.
—Comprendo que necesites lastimarme para librarte de tu dolor, pero no es la manera, Luca. El dolor de la ausencia de tu madre no se va a curar, pero el rencor que guardas en tu corazón sí que puede sanarse, y a lo mejor después de eso, consigues volver a sonreír.
Dijo y se puso de pie. Me tendió los boletos y una carpeta que señaló con el dedo.
—Allí está todo, los pasajes y los nombres de las personas con las que tienes que hablar. La directora de la fundación se encargará de explicarte todo lo demás. Lee el resumen que te ha dejado Ana para que comprendas más cuál será tu función. Todo eso lo deberías solucionar en una semana, luego te he hecho reserva en el pueblo para que pases tres semanas más y aproveches para descansar, tu padre ha dicho que no te quiere aquí hasta después de tus vacaciones, eso es en un mes.
—P-pero...
—Buenas noches, Luca, y buen viaje.
Añadió y se marchó.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro