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32. Él


Estaba recostada sobre mi pecho, seguíamos desnudos porque así nos gustaba estar. No nos cubríamos con ninguna sábana porque no hacía frío y porque no teníamos ni una pizca de vergüenza el uno del otro y eso me gustaba. Su pierna estaba sobre mi cuerpo y sus manos sobre mi pecho.

—Le dijiste que la querías —dijo de pronto.

—¿Qué?

—A Inesita... Le dijiste que la querías...

—Sí... Lo hice...

—¿Por qué?

—Porque la quiero... es la verdad... Además, pensé que podría necesitar oírlo.

Hizo silencio mientras dibujaba círculos imaginarios sobre mi pecho.

—Todos necesitamos que nos lo digan, Dani... ¿No lo crees? Y pensé que... que a lo mejor le hacía falta escucharlo...

—Yo no... a mí no me lo han dicho nunca...

—¿Nunca? —pregunté y me moví para mirarla. Sus ojos se clavaron en los míos con algo parecido al temor o al dolor, no pude descifrarlo.

—No que yo recuerde...

Hice silencio porque no lo comprendía, pero ella continuó.

—Yo tampoco se lo he dicho a mucha gente, ni siquiera sé cuándo fue la última vez que lo hice... En el hogar hago todo por ellos, pensé que eso era suficiente para que vieran lo que siento...

Suspiré.

—Cuando hacía terapia, mi psicóloga me habló de los lenguajes del amor —expliqué—. Me dijo que las personas dan y reciben el amor en distintos lenguajes, como si tú hablaras chino y yo español. Si yo te digo algo no lo entenderías, ¿no?

—Probablemente.

—Pues funciona así, ella me dijo que tenemos que tratar de entender el lenguaje del amor de los demás y no esperar que hablen nuestro lenguaje. Esto me lo decía por mi padre, porque yo no sentía que él me quisiera, no me lo decía jamás, pero mi psicóloga me dijo que él siempre se preocupaba por mis necesidades, por mi cuidado... y que ese era su lenguaje, aunque yo no lo comprendiera.

—Vaya... ¿Y cuáles son esos lenguajes? —preguntó mirándome.

—Eran cinco... A ver si los recuerdo... —pensé—: Palabras, tiempo de calidad... Hmmm... regalos, contacto físico y actos de servicios... esos, muy bien... los recordé —dije orgulloso—. Para ti son actos de servicio, ¿no? Vives por y para ellos, te entregas por completo...

—Sí... tiene sentido.

—Pero yo pensé: ¿y si para Inesita son las palabras? ¿Por eso decidió tragárselas?

Dani se incorporó levantando el torso y mirándome con la boca formada en una O enorme. Sus pechos preciosos quedaron a mi alcance y los acaricié con ternura. Me gustaba eso, podíamos hablar y tocarnos sin que tuviera otra connotación más que el cariño que compartíamos.

—Tienes razón —murmuró y volvió a dejarse caer sobre mi torso—. Debí decírselo, a ella y al resto...

—No te culpes por eso...

—No sé cómo hacerlo, no me nace... A mí no me lo han dicho, pero he sido testigo del amor con el que me han cuidado en el hogar... Yo hice lo mismo... pensé que eso era suficiente —repitió.

—Dani —dije interrumpiendo sus cavilaciones—. Está bien, haces todo lo que consideras mejor...

Suspiró.

—¿A ti tampoco te lo han dicho? —preguntó.

—No mucho, pero mi madre no dormía sin decírmelo, incluso aunque yo ya estuviera dormido. Y me gustaba escucharla cada noche, yo se lo decía también —admití—. Era algo natural... Dani, ¿nunca has estado enamorada? —pregunté.

—Salí con un chico por un buen tiempo, pero era una relación de ir y venir... Éramos jóvenes, yo aún estaba estudiando, pero ya empezaba a trabajar en la casa Azul... Él había venido a la isla para el casamiento de su media hermana que vivía aquí. Nos conocimos y comenzamos a salir, pero él tenía que regresar a la ciudad así que lo dejábamos y cuando regresaba volvíamos...

—¿Y no lo querías?

Se encogió de hombros.

—No lo sé, supongo que le tenía cariño, pero sabía que no iba a durar... Él empezó a hablarme de futuro, quería que fuera a vivir con él a la ciudad, que viajara a conocer a sus padres... y yo no quería salir de la isla.

—¿Ni para conocer a sus padres? —pregunté y ella negó.

—No... tenía cosas que hacer aquí —afirmó segura—. La última vez que vino me dijo que yo no ponía de mi parte y que él solo no podía, y acabó.

—¿Así como así?

—Así como así... Yo no estaba dispuesta a ir a vivir a la ciudad, Luca... No iba a dejar mis sueños, mis niños, mi propósito.

—Ya...

Sentí que eso me lo decía también a mí por lo que había escuchado antes, pero decidí dejarlo pasar.

—Así que no le llegaste a decir que lo querías...

—No —respondió—. No sentía que debía hacerlo, si lo había elegido y estaba a su lado tendría que haberlo comprendido, ¿no?

—Algunas personas necesitan escucharlo, Dani.

No dijo nada.

—Todos necesitamos —añadí.

—Yo no... —afirmó—. Sé cuándo me quieren por las acciones... las acciones valen más que las palabras.

—Igual es bueno saberlo... ¿Acaso no le sueles decir a Julia que ha cocinado delicioso? Ella ya lo sabe... si no, no comeríamos su comida, ¿no?

Bufó.

—Te quiero —le dije entonces. Ella levantó la cabeza para mirarme y se ruborizó.

—No tienes que decir...

—Te quiero —repetí con una sonrisa—. Supongo que ya te has dado cuenta de que siento cosas por ti porque hago cosas para que lo notes, pero no está mal decirlo.

—No, pero... —se quedó en blanco, muda, nerviosa—. ¿Y si un día te dieras cuenta de que no soy quien digo ser?

—¿Qué? —pregunté confuso, a veces me costaba seguir el hilo de sus pensamientos.

—Claro, si un día descubriéramos que no me llamo Daniela, que mi nombre es Ana o Lorena... no lo sé... Si un día descubriéramos que mis padres en realidad no me buscaron porque yo era tan mala que querían deshacerse de mí y el robo les vino bien.

—¿Dani? —dije llamándola porque lo que decía no tenía sentido, pero su mirada se había perdido en el vacío y hablaba con desesperación.

—Es cierto, a lo mejor no me buscaron porque no me querían lo suficiente.

Puse mi dedo sobre sus labios para silenciarla y vi sus lágrimas derramarse con suavidad. Ahora entendía mejor de donde provenían sus miedos, comenzaba a verlos salir a la superficie.

—No me digas que me quieres, no puedes quererme, es muy pronto, no me conoces —susurró asustada.

—Te conozco, he visto la luz en tus ojos cuando cuidas a tus niños, he visto la fuerza con la que defiendes tus proyectos, el amor que le pones a todo lo que haces... Eres una mujer fantástica y me gustas por dentro y por fuera... ¿Qué significa que te quiero? Que quiero cuidarte, estar contigo, que quiero que seas feliz, que no quiero que sufras ni que te enfermes o que te mueras... que quiero verte vivir la vida y compartirla a tu lado... ¿Qué tiene de malo aceptar eso?

Ella negó.

—Quiero quererte y quiero que me quieras, Dani... Y si yo te perdiera, recorrería todo el mundo para encontrarte, iría al infierno si fuera necesario —dije y la abracé—. Y estoy seguro de que tu familia te ha buscado mucho, a lo mejor lo sigue haciendo...

Ella negó.

—No quiero encontrarlos.

—¿Por qué? —pregunté y ella suspiró.

—Porque no quiero dejar de ser la persona que con tanto esfuerzo alcancé a ser...

Y la comprendí, entendí sus miedos y sus inseguridades y, a pesar de ver las zonas oscuras de su alma, quise quedarme con ella. Por eso, en ese mismo instante, supe que era mucho más que palabras, que era un sentimiento que comenzaba a florecer con fuerza en mi interior.

—Te quiero —susurré y la besé en la frente—. Te quiero muchísimo.

Dije repitiendo lo que le había dicho a Inesita.

Dani no respondió, solo se aferró a mí con fuerza y escondió su rostro en mi cuello como si buscara protegerse de sí misma y del dolor. 

Perdón por mi desaparición, estuve a full con el libro Una chica como yo para subirlo a Amazon donde ya lo pueden conseguir... Aquí les traigo dos caps para compensarles...

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