4
Al día siguiente, por la tarde, Evan escuchaba algunos sonidos raros en el baño. Preguntó varias veces que era lo que sucedía, pero no recibió respuesta. Evan se arrastró hasta el límite de la cuerda (poco más de medio metro) y posteriormente se estiró lo máximo posible e intento llegar a la puerta del baño. No pudo. Se regresó a su lugar y se pegó a la pared.
James salió del baño después de un rato, incapaz de hacer contacto visual. Evan volvió a preguntar.
— Tenía sed— respondió James con tono cortante.
— Está bien. Cualquiera con sentido común haría eso.
— Cállate.
James se agachó a tomar su carrito y a pasearlo por la pared.
— Sólo estoy diciendo que no tienes de que avergonzarte. Ella cree que puede olvidarse de nosotros todo el día y volver cuando se le dé la gana.
— Ajá.
— Sé supone que para ella somos sus hijos, pero de alguna forma nos hace cosas como esta — se señaló la venda de la cabeza— ¿Qué coherencia le encuentras?
— Eso se lo hizo a Evan, no a Luke.
— ¿Qué quieres decir?
— Eh, ¡Mejor cierra la boca! — dijo James notablemente irritado— ¡Mis pensamientos siempre tratan de ella! Cuando duermo tengo pesadillas, y cuando hablas, ¡Sólo hablas de ella! ¡Estoy harto! Quiero tener un poco de paz.
— ¿Quieres qué hablemos de nuestras familias, entonces? — dijo Evan con ironía.
James se dio la vuelta y le arrojó el carrito a Evan. Evan alcanzó a cubrirse la cara con los brazos.
— ¡Jódete! — James corrió y se fue al único lugar donde no tendría que lidiar con Evan: el baño. Cerró la puerta de un azote.
— ¡Pues vale, ya no diré nada!
Evan se acostó y fijó la vista en la pared. Su cuerpo se sacudía intentando generar calor. Las piernas y la espalda le dolían por no cambiar de posición. Pensó en desatarse un momento. sólo un rato para estirarse. Pero descartó la idea porque si ella lo veía, posiblemente le volvería a golpear o culparía a James. Y si algunas de esas cosas pasaban, posiblemente ella usaría cadenas en el futuro o algo por el estilo.
Una hora después (James seguía sin salir del baño) la puerta del ático fue abierta. La mujer preguntó al instante por Dustin, con un tono helado. Él niño rubio se asomó y salió.
— Veremos una película en la sala. Compré pizza y refrescos — dijo dulcemente.
James se quedó impaciente en la puerta, mientras que la mujer se inclinaba y desataba a Evan. En esta posición, Evan podría fácilmente tomarla del cuello o algo, pero él sabía que en alguna parte escondía un gas- pimienta. Ya lo había usado en él, hace mucho tiempo. Cuando apenas había empezado.
Ella lo ayudó a levantarse, temiendo que no pudiera mantenerse de pie, pero para su fortuna si podía. Bajaron las largas escaleras, James tomando la mano de la mujer. Después bajaron a la primera planta. Evan sintió un escalofrío.
Ambos muchachos se sentaron delante de la televisión. Todas las luces estaban apagadas a excepción de la televisión y de la cocina. No es estúpida, pensó Evan, sólo nos deja salir cuando es de noche. Aunque..., no la entiendo. La mujer fue a la cocina y los niños se quedaron solos.
— Oye. He estado pensando. Un día de estos, cuando bajemos, deberíamos...
— Te dejará inconsciente antes de que hagas algo— dijo James sin mover la vista de la televisión— ¿Nunca te has preguntado por qué hay un palo de hockey en la estantería, o por qué hay una maceta vacía en la ventana?
Evan se quedó callado. No lo había pensado mucho.
— Entonces usemos eso en su contra. No puede contra nosotros dos.
— Te encerró aquí sin que nadie en todo Willow Creek se diera cuenta— murmuró irritado—. Ella puede hacer lo que se proponga.
Evan se quedó callado, horrorizado. La mujer regreso y puso la caja de pizza en el tapete peludo, enmedio de Evan y James. Le dio un beso en la frente a James y pellizco la mejilla de Evan.
Evan notó que algo estaba ocurriendo en James. Algo peligroso y que tenía que detener, pero ¿cómo?
— Gracias mamá. Te quiero.
— Yo también.
Sonrieron y la mujer también. Ella se sentó a un lado de Evan y comenzó a reproducir la película. Era algo sobre un astronauta perdido en Marte. Comieron la pizza entera, cuatro rebanadas cada uno. James comía demasiado rápido, tan rápido que ocasionalmente se ahogaba con el bocado y tocía.
— Más despacio cariño, nadie te quitará la rebanada.
Pero James seguía comiendo al mismo ritmo. Ambos muchachos abrieron sus latas de refresco y dieron un largo sorbo. Muy largo. Tan largo que se observaron el uno al otro, asustados, agotados. Evan pensaba algo, asimilada algo.
Al terminar la película, la mujer se levantó e intercambio para poner otra. Ahora era algo sobre una pareja de caza-fantasmas ayudando a una familia perseguida por espíritus. A Evan le fue imposible asustarse. No le importaba nada de lo que pasaba en la televisión. Incluso creyó que no era tan malo. Y aunque James pensaba lo mismo, se obligó a abrazar a la mujer en cada escena de tensión.
— No es real, no es real. — decía la mujer.
—Deberíamos pedir más pizza. — dijo Evan.
— ¿Todavía tienen hambre? ¡Son un par de lobos hambrientos!
La mujer vaciló unos instantes, miró el reloj de pared y accedió. Descolgó el teléfono.
— ¿De pepperoni?
— Sí, por favor.
James intercambio miradas incrédulo, incluso tenía la boca abierta. Evan asintió con seguridad. Ambos pusieron un semblante serio y en los próximos treinta minutos estuvieron al tanto de los sonidos del exterior. Se olvidaron de la película.
James escuchó los pasos sobre el césped antes que nadie. Se animó y advirtió a Evan con un toque discreto en la mano. El corazón de Evan latía tan rápido que lo sentía en los oídos. Si pedían ayuda un par de metros antes de que el repartidor tocara el timbre..., el repartidor tendría tiempo de irse y advertir a alguien. ¿Pero qué pasaría si decidía acercarse a averiguar más? ¿O que pasaría después de que se fuera y se quedaran solos con la mujer? Ya sabía de lo que ella era capaz. Eran muchas posibilidades y solo unas cuantas eran posibilidades felices. Evan tomó ahora la mano de James y cuando tuvo su atención, le dijo que no moviendo los labios.
El timbre sonó. La mujer se levantó y camino hacia la puerta. Evan decidió en un segundo lo que iba a hacer: pasar por encima del repartidor y gritar por toda la calle. Pero la cuestión era James. Ambos tenían que salir para que ninguno sufriera consecuencias. Evan intento decirle mediante señas. Ambos se pusieron como de cuclillas, listos para salir disparados en cuando la puerta se abriera.
Entonces la mujer tomó con gracia y ligereza el palo de hockey. Lo intercambio de manos como para asegurarse de que lo estaban viendo. Ambos se giraron otra vez hacia la televisión. Escucharon al seguro abrirse. Un vacío en el estómago les invadió.
— Son siete dólares.
La mujer abrió muy poco la puerta. Escondiendo el palo de la vista del repartidor y lanzando miradas a los niños cada cierta cantidad de segundos. Sabían que, si gritaban, se quedarían sin persona que los ayude. Y si se levantaban...
James esperó a que Evan tuviera una nueva idea, observaba con ansías y esperanza. Pero al ver que este ni siquiera parpadeaba, se volvió a concentrar en la película.
La puerta fue trabada y la mujer colocó la nueva pizza en el suelo. Aprovechó para poner un brazo alrededor del cuello de Evan y otro en el cuello de James. Los acercó a sí de tal forma que les daba un abrazo.
— Oh mis niños, los amo tanto — murmuró—. Por favor nunca me dejen.
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