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3

El par de muchachos escuchó el ligero zumbido de algo en el exterior. James no le prestó mayor atención y continuó deslizando sus carritos de juguete por el muro. Evan pegaba la oreja a la única pared que tenía acceso e intentó averiguar más. Pensó que quizás sería un auto, una podadora de césped o algo por el estilo. Después escuchó una cosa parecida a una explosión y se separó de la pared, avergonzado. Sólo era una tormenta.

Evan pensó en lo genial que sería que la tormenta fuera lo suficientemente fuerte como para derribar el árbol del jardín trasero. Quizás el árbol caería contra la pared del ático y de esa forma ambos pudieran irse. Lo deseo con todas sus fuerzas y luego cuando se aburrió, se puso a buscar la forma de deshacer el nudo de su tobillo. No lo estaba manipulando, tan sólo analizaba con la mirada. Y quizás, cuando realmente llegara el día de deshacerlo, pudiera quitarlo sin problemas.

— Evan.

— ¿Qué?

— No te has terminado el pastel.

— Ya no puedo comer más. Tíralo.

James tomó la charola y se dirigió al baño. En cuestión de segundos sonó la cadena y James estaba de vuelta. Dejó caer la charola al suelo a propósito y el ruido los aturdió a ambos. Era una charola muy delgada pero metálica. Evan le encontró dos posibles usos.

— James, ¿no crees que podríamos...?

Sonó el distintivo sonido de la cerradura abriéndose. Después alguien forcejeo con la manija de la puerta. James corrió a sentarse en su respectiva colchoneta y se giró a mirar la pared.

— Ya es hora de dormir— dijo la mujer—. Les traje pijamas limpios.

— Sí, gracias. — contestó Evan.

Evan miró como la mujer entraba y en un solo movimiento recogía la charola y ponía en su lugar las ropas dobladas. De solo verla con la charola, Evan se estremeció preparándose para un golpe invisible.

— Buenas noches, Dustin— dijo la mujer con calidez y esperó tres segundos.

— Buenas noches mami. Te quiero. — dijo James en un hilo de voz.

— Y buenas noches ti también, Luke.

Evan volteó respondiendo a su "nombre". La mujer se complació con eso y empezó a cerrar la puerta.

— Siento que tú cumpleaños no haya sido tan bueno por culpa de tu hermano. Pero mañana te lo compensaré con algo, ya verás. Los amo.

La puerta se cerró. James se giró hacía Evan. Se clavó las uñas en su propia cabeza y posteriormente tiró su cabello hacia todas direcciones. La cara se le puso roja.

— ¡Santo cielo! Dijo que tiene algo preparado. ¿Qué será? Dios. No quiero. No quiero. No quiero.

— Cálmate. No debe ser nada.

— ¡Es que no quiero ir con ella!

James se arrastró y buscó su pijama entre la ropa. Examinó algunas prendas y las lanzó a Evan.

— Es como cuando pones a hacer trucos a un perro que no sabe nada. Y luego procedes a regañarlos por no hacer cosas que no conocen. — chilló James mientras se ponía la ropa a toda prisa, con ansias. Estaba tan delgado que las costillas se le marcaban. La etiqueta le quedó por delante y se rasguño la cara frustrado.

Evan hizo un silencio. Revisó la etiqueta de su camisa (como siempre, marcaba que la talla era 11 - 12) y al ponérsela comprobó que era pequeña para él. Parte del abdomen le quedaba penosamente expuesto. Y las mangas largas le quedaban demasiado cortas. También vio que había un pantalón para dormir destinado para él. La ironía le hizo gracia y se río a carcajadas.

— ¿De qué te ríes? — dijo James acercándose. Líneas rojas resaltaban de su pálida cara.

— Me dio un pantalón.

— ¿Y?

Evan siguió riéndose y levantó su tobillo atado como respuesta. James entendió y se unió a las risas. Continuaron así hasta que de pronto James se encorvó y comenzó a lloriquear. Evan abrió la boca para consolarlo y en ese instante la luz fue apagada.

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