10
El bombero bajaba las escaleras a toda prisa. Entre sus brazos llevaba a James, a pesar de que él le había dicho que podía andar por sí mismo. La sala estaba comenzando a arder también. Hacía mucho calor.
James cerró los ojos y creyó que por fin podría descansar. Dejó colgar la cabeza. Miró hacía enfrente y vio la puerta principal abierta. Estaba abierta, y él saldría dentro de poco. Miró hacia atrás.
Ahí estaba ella. Perpleja, siendo guiada por los bomberos para evacuar el edificio. Ella y James conectaron miradas. James sonrió como nunca había sonreído. Entonces ella entendió que había ocurrido.
James buscó a Evan. Pensó que también lo deberían de estar cargando, pero para su sorpresa, no estaba.
— ¿Ya no queda ninguna persona en el edificio? — gritó uno de los hombres mientras salían por el portal.
— ¡Negativo! La señora ha dicho que solo eran dos.
James sintió aquello como un golpe en el estómago. En cuanto salieron de la casa, el niño se retorció hasta que el bombero lo tuvo que dejar sobre el césped. James contempló la casa, y a los bomberos intentando apagar el fuego.
— ¡Hay alguien en el ático! ¡Vayan por él!
James gritaba mientras señalaba hacia dicho lugar. Su piel pálida, la cara rasguñada y el torso desnudo le hacía ver como un demente. Los bomberos estaban por adentrarse cuando ella dijo:
— No queda nadie dentro, lo siento. Mi hijo sufre de algunos serios trastornos mentales— ella se apresuró a tomar de la mano al niño e intentar arrastrarlo lejos.
James miró con tanta rabia a la mujer que, si hubiese tenido un palo de hockey, le hubiese roto la cabeza ahí mismo.
— ¡Vete al maldito infierno! — se sentía tan bien decirlo.
— Dustin.., pero ¿qué estás diciendo?
Los bomberos observaron enmudecidos.
— ¡Jódete! ¡Mi nombre es James!
La mujer lo soltó y se le quedó viendo.
— Niño, ¿hay alguien dentro del edificio? — dijo uno de los bomberos. Nadie sabía a quién creerle—No podemos arriesgarnos en vano. La casa puede colapsar.
— Por favor, créanme. Ahí hay alguien todavía — las palabras entre los sollozos no se entendían con claridad.
— ¿Es tu hermano, o algún otro familiar?
— Sí., no. Es decir, ¡No es ninguno de los dos!
— ¿Ven lo que les digo? No arriesguen sus vidas— murmuró la mujer.
Los hombres parecían satisfechos. Después de todo, la mujer parecía ser alguien intelectual y no había razones para dudar de ella. Pero sí que las había para dudar de James.
James se dejó caer a la hierba y se rompió a llorar. Su frustración era tal que su cuerpo se sacudió con tanta fuerza que los bomberos sintieron algo amargo. Un bombero joven le cubrió con una manta e intentó levantarlo. Apenas habían transcurrido tres minutos, pero James percibía aquello como eterno.
— Hey, todo estará bien. Este tipo de cosas pueden ser realmente estresantes e intimidantes, pero no hay de qué preocuparse. Todo lo importante sigue bien. ¿Por qué no vamos con tu madre?
James lo volteó a ver de reojo.
— Ni siquiera sé su nombre — dijo sin aliento, como la última palabra de una persona agonizante.
El hombre enmudeció. Las palabras rebotaron por su cabeza y las cosas empezaron a encajar. Por supuesto, eso era muy improbable. Pero...
El bombero se levantó y se adentró en el edificio inestable.
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