39*
Y aquí estoy yo.
Sentado en su tumba, con el mayor apego que puede albergar un niño asustado en su interior.
Y lloro sin cesar.
Y ríos de tinta vuelven a nacer en mis extremidades.
Porque la muerte se la llevó sin darnos el tiempo que nos faltó.
Porque es ahora cuando empezaba a ser feliz.
Porque ella me enseñó a apreciar la vida y a sonreír con el corazón roto.
Porque ella...
Era ella.
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