22*
Llegó un punto en que creyó que jamás podría volver a amar.
Porque si de amar se trata, cada vez se amaba menos a sí misma.
Porque las mejores personas creen siempre que merecen lo peor.
Y ella lloraba, y sus lágrimas le quemaban la piel.
Y el repiqueteo de la lluvia contra el cristal la relajaba.
Hasta que se quedó dormida con los ojos despiertos.
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