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Capítulo 15(final)

No podía creerlo, volvía a sentir sus alas en ella. Lo pensado de tenerlas en su espalda, el poder controlarlas para volar y ser igual de libre que antes. Llevo su mirada azul hasta donde la pequeña princesa llegaba corriendo alcanzando a presenciar esa épica escena. Ella le había devuelto sus alas, sonaba irónico que su padre las hubiera quitado y la hija se las devolviera. Se sonrieron mutuamente pero antes de poder hacer algo más un brillo rojizo llamó su atención, al espada que había atravesado a meliodas estaba llena de sangre. Frunció su ceño y apretó los puños 

—¡Rápido! ¡Destruyanla!— gritó el codicioso rey al verla recuperar lo que se le fue quitado. Ya no iba a dudar ni a parar, ahora era más rápida que todos ahí. Lo primero que hizo para mantener a los soldados ocupados fue cortar la cadena de uno de los candelabros haciéndolo caer sobre los soldados que sostenían a wandle, apenas el dragón fue liberado inició de nuevo a quemar a todo aquel que fuera su enemigo. Lo más rápido que podía, Elizabeth fue hasta los caballeros que sostenían a el blondo, aleteo fuerte una vez creando una enorme  ráfaga de viento, otro más logrando que soltaran la cadena que quemaba su brazo y al tercer aleteo todos los que lo rodeaban salieron disparados hasta la pared. Elizabeth solo se acero hasta él colocando su mano obre su abdomen para empezar a curar su herida 

—Corre...yo no ¡agh!...— se quejó, era doloroso, más que nada por sentir como la piel y los músculos volvían a regenerarse. No era cálido como un simple rasguño en el que te aliviabas, ahí era un poco más doloroso —Tienes que irte, rápido — soltó un gruñido por el dolor —Yo no importo linda, corre y llévate a melissa — susurró 

—No te dejare. Solo quédate quieto — le pidió, sin embargo había perdido demasiada sangre para ese punto. Estaba pálido y sin fuerzas, antes de la herida de su abdomen sanara por completo estarossa se encaminó hasta ellos impidiendo que ella terminara con su labor y se alzara en el aire

—Corre — escuchó su murmullo. No podía dejarlo, no podía hacerlo solo debía de buscar alguna salida. Tomando algo de aire se dirigió hasta los tronos, rompió las cadenas de el metal que cubría la ventana dejándole a todos una salida pero antes de que pudiera ir hacia el rubio para tomarlo alguien la tomó de el tobillo 

—¡joder!—

—¡Dispárenle!—estarossa la tenía bien sujetada por una cadena de el tobillo. Algunos de los caballeros que no habían sido derribados tomaron las ballestas y arcos que tenían para empezar a lanzarle flechas. Una tras otra, pero ninguna la tocaba, sus alas la cubrían y disminuían las flechas. No iba a quedarse ahí parada solo por que alguien la sujetaba. Apretó su quijada cerrando los ojos y usando de toda la fuerza que disponía siguió volando, sus alas eran grandes y fuertes lo suficiente como para llevarla con alguien. 

—¡Ahh!— soltó un grito cuando consiguió empezar a moverse de su lugar, ya no iba a parar, el único lugar seguro era afuera, miro la ventana que dejó descubierta, agachó su cabeza, se cubrió con sus alas y sin dejar de dar vueltas consiguió romperla saliendo completamente ilesa. Bueno, no tan ilesa pues su mejilla se cortó con un pequeño vidrio de tantos. Estarossa seguía atado a su pie gritando y sosteniéndose fuerte de la cadena que lo mantenía en el aire, estaban fuera de el palacio dejando que ella iré limpio sin humo llenara sus pulmones. Aterrizó en una de las torres de vigilancia, se quito la cadena con la mano para liberarse y completamente furiosa solo acorraló a el rey y lo empezó a horcar. Su mirada azul desprendía irá mientras su antes amigo y amado se ponía cad aves más rojo y morado, no podía, melissa merecía pasar tiempo con su despreciable padre al menos un poco—Se terminó — murmuró, lo tiró a el suelo permitiendo que tomara aire, se dio media vuelta dispuesta a irse y dejarlo ahí. Ya no había nada por que pelear 

—Ven acá pequeña perra—

—Kyaaaa— sin poder darse cuenta el rey loco se le aventó encima aprisionando sus alas pero también perdiendo el equilibro haciéndolos caer a ambos, rápido y en caída libre hasta el suelo, cada vez podía ver más cerca el piso de madera que iba a terminar con su existencia—¡Maldita sea!— ya estaba desesperada y asustada, lo golpeó con su codo en la cara consiguiendo que la soltara y apenas sus alas emplumadas quedaron libres el viento la sostuvo en el aire permitiéndole ver cómo el albino caía. Una última mirada le dio en la que sus ojos ónix se iluminaban, por unos segundos le pareció ver a el niño que conoció aquel día cuando todos eran pequeños e inocentes, Yam rápido como ese brillo apareció este se fue con el sonoro golpe de su cabeza chocando y su cadaver quedándose quieto. Disminuyendo la velocidad Elizabeth aterrizó a su lado dejando que sus enormes alas arrastraran y lo miro, se agacho a su lado cerrándole los ojos y luego suspiro —Descansa en paz viejo amigo — murmuro, pero si de algo sabía es que su antiguo conocido no conseguiría paz por tanto daño que le causó a el reino y a ella 

Elizabeth solo pudo regresar a donde todo había comenzado, la sala de el trono estaba callada y con más llamas que cuando la abandonó, se asomó buscando entre el humo negro a las personas más importantes que tenía y cuando las diviso fue rápido hasta ellas, melissa tosía con fuerza por el humo en sus pulmones mientras intentaban arrastrar a un desmallado meliodas hacia el lomo de el dragón. Entro a ayudarle siendo mirada con sorpresa por ambos y logrando subir a todos ahí 

—Sujétense bien — les advirtió el dragón con un ligero tono burlón, antes de que pudieran preguntar el por que este empezó a volar derrumbando partes de el castillo que cayeron en su lomo, apenas el fresco aire de la madrugada llenó sus pulmones la princes pudo abrazar a Elizabeth con fuerza mientras se ponía a llorar por lo asustada que había estado. Si, la albina también estaba asustada pero derramaba lágrimas pri que pro más que curaba las heridas de el blondo este no despertaba, solo pudo corresponder el abrazo de la princesa acariciando los cabellos de su amado y lo miro seria. No podía vivir en un mundo donde él no estuviera, no podría lograrlo 

Apenas se separó de el agarre de la princesa, Elizabeth se abrazo a el cuerpo frío y pálido de su amado y le dio un beso en su frente, su corazón seguía latiendo gracias a los dioses pero estaba tan débil que no sabía cuanto iba a dormir

—Despierta. Me lo prometiste, me prometiste que siempre volverían con vida a mi — le susurro acariciando su mejilla pero el inerte cuerpo no respondió, la albina solo pudo soltarse a llorar aún más notando como ligeras gotas caída desde los cielos, la lluvia había llegado para alagar el fuego de el castillo por suerte 

* 1 semana despues* 

Elizabeth destruyó su trono y retiró el muro de espinas, desde ladre había hecho que la entrada de el Páramo quedara libre como hace tanto tiempo solo para volver a donde la princesa y el cuervo convertido en humano la esperaban. Incluso invito a melissa a ver el Páramo cuando ella era una niña y su corazón era puro, pues ahora lo era de nuevo. Hizo crecer flores y plantas de todos colores, el olor a bosque inundó las fosas nasales de los gigantes quienes solo pudieron sonreír y por último creó un nuevo trono rodeado de flores, ahí estaba la joven princesa. Ella era la siguiente en la lines por derecho, ahora era su turno de arreglar todo lo que su padre había hecho

—¡Quítense!—

—¡Cuidado!—

—¡King no me jales!— nadie pudo evitar reír ante los alaridos de las tres hadas que llegaban con una corona de flores de oro en sus pequeñas manos, eso pesaba demasiado, había sido más fácil de lo que esperaban convencer a ban de crearles aquella corona de oro; tanto que incluso él estaba presente mientras veía cómo su pequeña hada junto a los otros dos llegaba—Queremos entregarle esta corona a nuestra hermosa melissa, con la que pasamos los mejores años de nuestra...—Elizabeth se aclaró la garganteo con algo de burla ante las pequeñas lágrimas que empezaron a  salir de la cara de Elaine —Ay, voy a llorar —

Prefirieron mejor ya no decir nada, solo le permitieron a Elizabeth a tomar la corona entre sus manos y con una sonrisa se la colocó a la pequeña de cabellos cobrizos, apenas El Oro estuvo sobre su cabeza; melissa se rió con nerviosismo y volteó a ver a tanto humanos como hadas y gnomos que estaban admirando la escena 

—Nuestros reinos se han vuelto uno solo — gritó la albina volteando sus ojos hacia todos los presentes — ¡He aquí a nuestra reina!— al final la leyenda tuvo razón y a la vez estuvo equivocada pues el reino de la joven reina fue unificada por alguien que fue tanto héroe como villana y su nombre era...

—Elizabeth — la albina se dio la vuelta sin notar como todos la miraban. Algo tambaleante y apoyado en una rama que convirtió en bastón justo como ella hace años; meliodas venía llegando siendo acompañado por su hermano que también lo ayudaba a caminar. Zeldris observaba todo con sus ojos verdes completamente feliz, gelda ya se acercaba a todos pues ya no tenía miedo de los humanos y cuando al fin el rubio estuvo frente a la albina esta se lanzó a  abrazarlo con lágrimas en sus ojos cobijándolo con sus enormes alas —Ellie—

—Mel despertaste, tenía tanto miedo de que jamás volvieras a abrir los ojos — le murmuro con la voz entrecortada por sus lágrimas siendo correspondida débilmente debía suponer a que aún le faltaba recuperar parte de sus fuerzas 

—Mi Ellie, estás a salvo — hundió su nariz entre esas hebras plateadas disfrutando de su floral olor. Estaban juntos y completos justo ahora, no había nada más que tener pues ya no existía el mal ni la locura que los amenazara—Ellie...—

—Hmmm—

—¿Una carrera?— su pregunta solo la hizo reír entre lágrimas sacándoles suspiros de amor a todos aquellos que los observaban. El hada se separó de el recién despierto riendo por su propuesta tan infantil, se limpió las lágrimas y lo tomó de la mano iluminando la mirada esmeralda en el rubio 

—Pero siempre te gano mel — 

—Nishishi bueno, al menos podríamos ir a volar — la albina asintió con energía permitiendo que su amado formara las alas oscuras que siempre usaba y empezaron a elevarse lentamente, meliodas aún estaba débil así que de vez en cuando debía de sujetarse a su amada para no caerse. Estaban juntos y en los cielos, traspasaron las nubes haciendo que toda les perdieran el rastro y apenas el sol fue su único testigo ambos se lanzaron a los labios contrarios, la luz hacia brillar sus pieles pálidas, sus manos se entrelazaron mientras el viento los sostenía y sus labios se disfrutaban como si fuera la primera vez en las que se besaban, lento y suave, disfrutando de el sabor cereza que los volvía tan adictivos, se separaron por la falta de aire y cuando el graznido de wandle los llamó 

—Me pierdo de todo lo importante — 

—Pájaro entrometido — murmuró el rubio haciendo un puchero —Duermo una semana y lo primero que haces es interrumpir mi momento con mi mujer —

—No te enojes meliodas, tendrán toda la noche para ustedes — le murmuro con cierta burla aquel cuervo parlante que solo empezó a volar libremente, nunca se había respirado tanta calma en ese lugar. 

—¿Vamos?— la escucho llamarlo mientras extendía sus manos, tenían un largo camino que recorrer y ahora que eran libres de rencores y odio solo les quedaba viajar y volar hasta donde sus corazones se los pidieran disfrutando de la compañía de el otro 

—Así que...reina melissa — en la tierra segundos después de que la pareja mágica se desapareciera por las nubes una persona montada en su caballo llamó su atención, aquel joven atravesó el lago saltando por las piedras mojando un poco su capa hasta llegar hasta donde la recién coronada lo miraba con una sonrisa y las mejillas rosadas —Su majestad —hizo una pequeña reverencia aguantando la risa 

—Que buenos modales principe Melia— le devolvió el gesto. Uno, dos y entonces ambos se soltaron a reír mientras se abrazaban. El príncipe se había quedado esa semana para ayudar a resolver las dudas de los habitantes, melissa los convencía con su amabilidad mientras que el príncipe resolvía los temas políticos, al fin de cuentas tenía experiencia en eso 

—Te vez hermosa melissa — lo que más adoraba de el joven era que pese a ahora saber que era una reina la seguía tratando igual de amable que cuando la conoció en el bosque —Me alegra haber estado en tu coronación —

—¿Te quedarás cierto?— Melia hizo una mueca — Necesito tu ayuda para poder saber lo que hace la realeza —

—Mi padre solicita mi presencia en el sur — se tomaron de las manos mirándose fijamente a los ojos incapaces de separarse, había conseguido una íntima relación de amistad en la que ya conocía el pasado de el contrario pero querían conocer el futuro que los deparaba juntos —Te prometo que te voy a escribir cada día, te daré consejos y te ayudaré cada que pueda —

—No será lo mismo a tenerte a mi lado — murmuro la joven reina soltando pequeñas lágrimas de sus ojos ónix. Ante esto el príncipe solo besó su frente causando un enorme color rojo en sus mejillas y se separó de su cuerpo sin dejar de sonreírle 

—Te prometo que me tendrás aquí cuando menos te lo esperes — un abrazo tan profundo que sin saberlo unió sus almas y con pequeñas lágrimas el príncipe se despidió desde lejos empezando a irse hasta donde lo llamaban. Melissa no se sentía preocupada, por más torpe que fuera ese rubio de ojos negros era completamente capaz de llegar sano y salvo y también sabía que cumpliría esa promesa, lo tendría a su lado pronto 

*

—Ahhhh mel mel — estaban en el árbol que cuando eran niños los cobijaba, estaban en aquella cuna de ramas en las que dormían hace tanto tiempo dejando que el aire frío y las estrellas bendijeran su acto. Quizá había sido mala idea el acorralarlo de esa forma para tener algo de intimidad, pero mientras ella lo montaba de forma casi frenética el blondo estaba demasiado entretenido en gemir y admirar su rostro. Era doloroso la velocidad con la que lo montaba, pero a la vez era tan satisfactorio que no sabía si detenerla o dejarla seguir, en sus ojos se acumulaban pequeñas lágrimas brillantes de diamante, no eran por placer, eran de tristeza —¡Ahhhhh!— finalmente se decidido, apretó los labios impidiendo que sus gemidos salieran y usó la poca fuerza que tenía para detener sus caderas, apenas esto sucedió ella lo miró sorprendida permitiendo que el frío calara su espalda emplumada 

—¿Qué tienes?— le susurro aún jadeando—Se que te pasa algo, puedo sentirlo — la abrazo hasta pegar sus pechos a el suyo quedando cerca 

—No se a que te refieres — 

—Nena— besó sus mejillas provocando que un par de lágrimas se resbalaran —Se que algo te sucede, dime por favor que te preocupa— ya no pudo aguantarlo más, solo lo abrazo repartiendo besos en toda su cara empezando a llorar de verdad y se puso a sollozar. El silencio fue perturbado por sus lágrimas cayendo a las olas, sus caricias antes feroces ahora eran solo abrazos y besos que aceleraban sus corazones necesitados de amor, ¿había algo más delicioso que eso? No necesitaba tener su miembro dentro de la resbalosa calidad de su amada, solo necesitaba que lo abrazara y arropara cada noche de ser necesario—¿Por qué lloras linda?—

—Cuando vi que te clavaron la espada me dio mucho miedo de perderte— ahí estaba el pequeño alfiler que la estaba molestando —Cuando te desmayaste, cuando no pude curar tus heridas a tiempo, cuando no despertaste me asuste demasiado — murmuro sin dejar de llorar 

—Hey, pero estoy bien, me curaste, salvaste a Meli, recuperaste tus alas y ahora estamos juntos — la albina sorbió por la nariz y permitió que el rubio le limpiara las lágrimas. Tras eso bajo sus manos para amasar uno de sus pechos con suavidad y luego sujetar la cadera de la femenina —Estoy vivo gracias a ti Ellie — empezó a empujar su cadera ayudándola a subir y bajar lento logrando que sus embestidas fueran más placenteras, hizo la cabeza hacia atrás ante esto —Todo esto es gracias a ti —

—P-Pero...—

—Shhhh tócame — tomo su delgada mano y se la coloco en su pecho a la altura de su corazón —¿Vez? Mi corazón está latiendo, estoy vivo mi Ellie —Ella empezó a mover sus caderas a el ritmo marcado por el blondo jadeando —Estamos juntos y estamos en paz, solo eso importa —

—Meliodas — gimió levemente. Sus labios se llamaron una vez más antes de volver a aumentar la velocidad y seguir produciendo esos sonidos acuosos que provocaba su unión—Ahhhh mi mel — ya no había esa presión, ya no lo montaba con fuerza como si quisiera romperlo por dentro, más bien lo estaba acariciando con sus suaves paredes carnosas mientras besaba sus mejillas y su cuello. Meliodas gemía y la miraba a los ojos, la abrazaba y pasaba sus manos por sus suaves alas acariciandolas. Dejaba que sus emplumadas los cobijaran a ambos en ese manto nocturno. Verla así con sus alas extendidas y observando cómo estás cada que las acariciaba le provocaban placenteros escalofríos lo tenían absorto 

—¡Mhhh! ¡Elizabeth ahh!—

—Te amo — le susurró en su oído 

—Yo te amo aún más — y se besaron aumentando la velocidad de sus caderas. Solo existían ellos dos en ese momento, ellos y claro que los de el Páramo que por suerte estaban todos dormidos sin poder escuchar sus extraños sonidos. Esa noche sería larga para los ambos amantes 

Solo falta el epílogo que quizá me salga mas corto que los capítulos, ¿que les pareció? ¿Les gusto? Si es así háganme saberlo 

Disculpen faltas de ortografía saben que las corregiré después, sin mas que decir nos veremos luego 

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