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26︱ Capítulo Veintiseis ⚔️

Narra Vegita.

Padre me llamó para "Hablar", lo cual es raro. Casi siempre prefería pasar sus ratos con mujeres y el resto del tiempo se lo mantenía ocupado con las obligaciones reales. Quizá la ausencia de estas últimas tareas mencionadas, lo vieron en la obligación de llamarme.

Avanzo por los corredores de camino a sus aposentos junto a un par de sirvientas. Por hoy, le di el día libre a mi escuadra, no quería saber mas nada de nadie y mucho menos de...

Tsk, mejor ni lo recuerdo.

—Padre —hice una reverencia y besé sus nudillos. Me acerqué a su cama donde estaba reposando— ¿Qué tal se encuentra de salud.

Su estado era mas favorable desde la última vez que lo vi. Se veía mucho mas fuerte y su piel que antes detonaba síntomas de anemia, parecía recuperar su color.

Me sonrió como siempre orgulloso y procedió a servirse una copa del vino que acostumbraba a beber.

Su generosidad repentina me pareció algo desconcertante. Era a mí, a quien le estaba otorgando la copa.

No me negué y bebí gustosamente aguardando a escuchar sus inquietudes.

Porque era obvio que las tenía tras observar sus gestos corporales.

Durante años examiné detenidamente y memoricé cada expresión que él pudiera mostrar. Todo esto con el fin de buscar algún indicio que me garantice que sería la heredera al trono algún día.

A estas alturas, no era necesario pero tambien era un buen arma para utilizar cuando me fuera conveniente.

Su mandíbula permanecía tensa y sus manos formaron un puño a la vez que me miraba con severidad.

Habla de una vez.

—Vegita —extendió su copa en mi dirección, en señal de un brindis.

—Padre —correspondí, juntando nuestras copas y tras ese sonido metálico colisionando ambos bebimos.

El se bebió todo el contenido de un sorbo. Se puso de pie y me rondó al rededor con un instinto algo primitivo.

En tamaño me superaba y resultaba intimidante, pero yo lo iba a superar en carácter y astucia.

Luego de tanto rondar y crear aquel estúpido suspenso.

Al fin emitió palabra alguna.

—¿Qué es eso de que llegó un cargamento con individuos de otros planetas? —mostró su superioridad conmigo, colocándose frente a mi y observando mi rostro de forma fría.

No era una novedad para mi mentirle —por muy listo que se crea— yo siempre encontraba una forma de inducirlo a cumplir mis propósitos.

Porque al igual que el, este planeta me pertenecía y desde pequeña estuve preparándome para asumir el cargo. No echaría todo mi sacrificio en vano por un par de rumores.

Estoy segura de que algún incompetente soltó la lengua con  información.

—Son prisioneros tomados como rehenes, cuyas tareas se desenvuelven libremente —informé lo primero que vino a mi mente.

—¿Dónde se ah visto que un prisionero disponga de tanta libertad? —mi padre dudó en sospecha— lo que es mas curioso ¿Por que es tanta la gente desconocida que pisa mis tierras?.

Por suerte, la mayoría del ejército tuvo asentamiento en el planeta vecino. Si mi padre los hubiera visto a todos ellos, sin dudas sus sospechas se convertirían en sentencias.  

—Es gente de utilidad a la que le concedí el honor de permanecer viva —aseguré con seguridad en mi tono de voz, no permitiendo titubear ni doblegarme frente a él— en cuanto su tiempo aquí se cumpla, serán asesinados. Padre, no tiene porqué dudar de...

Me interrumpió, sujetando mi rostro con brusquedad y respirando de forma rabiosa.

—¿Quién es el rey? —interrogó con suma arrogancia, viéndome con una furia extraña.

¿Qué demonios le pasaba?.

—Usted es el rey —afirmé con firmeza, intentando doblegar su actitud con una mirada suplicante— padre, ¿Hay algún problema?.

El me liberó de su agarre bruscamente, causando que pierda un poco el equilibrio.

Condenado viejo.

Está enloqueciendo.

—No —denegó con molestia— ¿Debería de haber algún problema?—me cuestionó. 

Hice un gesto de negación con la cabeza, para después demostrarle lo confundida que me tenía su actitud.

—Padre —lo observé a la cara, buscando aquella mirada cálida que me era concedida algunas veces— creo que hay suficiente confianza entre ambos, como para que si tiene alguna duda sobre algo referente a mi mandato, lo diga directamente.

Mis respuestas, por alguna peculiar razón siempre parecían complacerle.

Su frivolidad desapareció cuando sacudió mi cabello en una especie de gesto afectivo.

—Tu madre, era igual de impresionante que tú —halagó en una sonrisa— me recuerdas mucho a ella.

Correspondí su gesto, acariciando su barba levemente con la palma de mi mano.

No era la persona mas cariñosa del mundo.

Pero realmente apreciaba en gran manera a ese hombre.

Todo lo que sé y todo lo que tengo, es gracias a él.

—Voy a procurar traerle los informes que pidió — dije, realizando una última reverencia con intenciones de marcharme.

Cuando estaba junto a la puerta, dispuesta a encaminarme por algo de comer el interrumpió mi andar con su voz.

—No olvides que tu coronación aún no a llegado —recordó— yo soy el Rey hasta el momento de tu mandato, Vegeta —aclaró a modo de advertencia— pobre de tí, como me entere de que estás haciendo cosas a mis espaldas. 

Tragué saliva en forma nerviosa.

Asentí, mirándolo por última vez y en cuanto cerré la puerta oí su voz vociferando algo mas.

—Con mis propias manos, voy a asesinar a quién sea que me desobedezca.

Y era conciente de eso.

Sabia que independientemente de ser su hija o "La favorita" no permitiría que su autoridad perezca. Él no se detendría ante una traición y mostraría su autoridad como por tanto tiempo lo hizo.

Me causaba un gran problema.

Sin embargo, podría manejarlo.

Después de tanto tiempo aguardando en una larga y desesperante encrucijada pude soportarlo; manejaría lo que pase.

Antes, o después de la coronación.

El bastardo de Freezer es lo que me preocupa en este momento.

—Su majestad —una voz conocida llegó a mis oídos sacando de mi cabeza todo pensamiento .

Me giré para prestar atención a quien sea que este hablando y desde luego me lleve una sorpresa...

Una desagradable sorpresa.

Tan desagradable como su hijo.

—El servicio tiene el dia libre por hoy. Si es que su torpeza no le permitió escuchar, puede marcharse—le informé, mientas seguía avanzando en dirección al patio real.

La madre de Kakaroto me obstruyó el paso con descaro, sujetando mi brazo y viéndome con una especie de molestia en sus ojos.

¿Pero quién se cree?.

—¿Qué le hizo a mi hijo? — cuestionó con furia, mientras liberaba su agarre para retenerme.

¿Qué le hice a su hijo?.

Genial.

Kakaroto no pudo con su sarta de mentiras y ahora manda a su mami a defenderlo.

Insecto.

—No tengo idea de que me está hablando —aseguré con fastidio— pero si vuelve a tocarme, le aseguro que...

—Está devastado —me interrumpió— no come casi nada, no sale a entrenar, no sonríe como siempre iluminando la casa y estoy segura de que es por su culpa.

Me acusó, enfrentándome de manera pedante.

Insolente.

No le doy su merecido nada mas por respeto a la escoria inmunda de su hijo.

—¿Y a mí que? —interrogué de manera despreocupada, ignorando sus reclamos.

Al parecer, mi duda solo pareció incrementar mas su furia y arrogancia. Su expresión cambió a una sumamente severa y frunció el ceño de manera molesta.

¿Quiere una batalla por ver quien tiene el peor carácter?.

Si así fuera, le ganaría a ella o a quien sea.

—Mire —me reclamó suspirando, aun con la cara roja de furia— quiero al mismo Kakaroto feliz y entusiasta que se marchó con usted aquel día. No sé que le hizo a mi hijo, pero...

La interrumpí con furia.

—Su hijo —le hablé con recelo— es quién me causó un sin fin de molestias a mí —aseguré— es él quien buscó su desgracia, y nuestro distanciamiento es solo culpa su...

Me quedé callada tras decir mis últimas palabras. La rabia me cegó y no me percaté de que con esa tonta frase, admití que efectivamente teníamos algo que ver.

Torpe.

Sabia que pasar tanto tiempo con él iba a afectarme.

Intenté evadir el tema.

:—En todo caso —la observé con una mirada desafiante— ¿Qué le hace creer que la tristeza de su hijo el insecto es a causa mía?.

La débil mujer se cruzó de brazos, viéndome con obviedad sin alterar su postura molesta.

—Pues, los garabatos que dibuja en el espejo del baño se parecen bastante a usted —alegó con preocupación— también lo sé, por esas iniciales que graba junto a su cama y porque una vez lo ví escribir su nombre con comida. Con una sopa de letras para ser exacta —aclaró la madre de Kakaroto en una mirada suspicaz.

Me fue inevitable sonreír un poco, ante esas actitudes infantiles que manifestaba el cabeza hueca.

¿De verdad hacía todo eso?.

Estúpido...

Se comporta como niño.

Sus actitudes son por completo idiotas.

Sus acciones y gestos mucho más.

Parece tener el cerebro del tamaño de una nuez.

Y aun así...

Sigue gustándome demasiado.

Maldita sea.

Mal nacido.

Las cosas iban tan bien ¿Por qué tuvo que arruinar todo?.

Si tan solo no se hubiera involucrado con la terrícola.

Y esa vulgar mujer.

Ahs, me encantaria degollarla con mis propias manos.

:— Lo que sea que suceda entre usted y mi hijo —habló nuevamente, solo que esta vez mas calmada— trate de solucionarlo. Kakaroto es buen chico: noble de corazón, puro, inocente y algo torpe para su edad.

—No está diciendo nada nuevo, a mi parecer —aseguré fastidiada.

Ella sonrió de forma cálida y un revoltijo de emociones desagradables se produjo en la boca de mi estómago.

Me recordó a su hijo.

Y al parecer, al igual que él la mujer debilucha no podía estar por mucho tiempo enfadada.

Insistió nuevamente en lo mismo.

—Sin dudarlo, metería las manos en el fuego en nombre de que mi hijo menor no hizo nada —sonrió nuevamente— allá usted si quiere creerlo o no. No va a encontrar a alguien como él en toda la galaxia entera... y en el planeta Vegeta —puso cara de espanto— Uff, aquí menos. Aquí sobreabundan los sinvergüenzas.

La observé con molestia y aun así no pude reprochar nada.

Sabía que tenía razón y eso me molestaba aun mas.

Las palabras de Kakaroto invadían mis oídos sin cesar.

Repitiendo que no era su culpa.

Que todo había sido un mal entendido.

Y por un pequeño microsegundo, confíe en que todo aquello fue así.

La mujer sujetó mi mano y observó una pertenencia que llevaba con cariño.

—Mi hijo jamás le haría daño a nadie—aseguró, señalando aquel pequeño brazalete que ese insecto me había obsequiado.

Recuerdo ese día. 

:—Yo le di esto —me comentó con dulzura— le dije que se lo entregara al amor de su vida —soltó mi mano con molestia— por lo visto se equivocó.  

—Usted no sabe como fueron las cosas —reproché ya fastidiada.

—Ni siquiera necesito saberlo — sentenció Gine en un tono de voz confiado— me basta con su palabra para creer. También, considero sus acciones: por el momento solo se esfuerza en complacer a los demás, es un muchacho simple, humilde y glotón —su mirada se ensombreció— no se merece sufrir, mucho menos por culpa de una caprichosa princesa mimada.

Suficiente.

—¡¿Con que autoridad se atreve a hablarme así?! —exclamé. Tomé sus muñecas con brusquedad intentando intimidarla.

La mujer ni se inmutó.

Permaneció así: firme y altiva.

Defendiendo a su "Niño".

Eh de admitir que tiene agallas.

—Con la autoridad que tengo como madre —me reclamó desafiante.

Esta mujer estaba consiguiendo exasperarme.

—¿Y qué mierda es lo que quiere? —interrogué con la vena de mi frente a punto de estallar.

—Que hablé con él —pidió con firmeza— arreglen sus problemas, discutan, terminen bien o mal pero deje en claro las cosas. Mi hijo, no va a ser el juguete de nadie.

—Su hijo y yo no somos nada — traté de aclararle en una voz por completo gélida.

Ella movió la cabeza a los lados y después me sonrió con obviedad.

—Me recuerda demasiado a mi esposo. El también tiende a negar lo que siente, pero se delata solo —comentó divertida— sus ojos brillan cuando habla de mi hijo.

—T-tonterias —reclamé de brazos cruzados.

Voy a asesinarla por su risita irritante.

—Tontería es estar molesta por algo sin sentido —esbozó de manera alegre— la llegada de Freezer se aproxima, no sabemos si vamos a sobrevivir. Creo que, estar molestos con las personas que amamos no es conveniente.

—Yo no lo amo...

Me interrumpió.

—Nunca dije que amara a mi hijo —me vio de forma pícara— usted es la que se pone en evidencia sola.

Demonios.

Kakaroto.

Tu madre y tu son dos malditos cabeza hueca, sentimentales.

:— Créame, si todos morimos y usted no tenía razón respecto a mi hijo —me advirtió— se va a arrepentir de actuar con tanta frialdad.

Si todos morimos.

Eso suena escalofriante.

No es cobardía, lo que sentí al imaginarme un escenario así.

Mas bien, imaginarme un posible futuro en el que no estuviésemos juntos...

Eso si daba miedo.

Maldición, Vegita.

Ese imbécil te vuelve mas débil. 

Por mucho que me cueste admitirlo, esta inútil mujer tiene un poder para remover la conciencia increíble.

Voy a odiarme internamente luego.

Me voy a reprochar un centenar de veces.

Sin dudas me arrepentiré.

Pero, debo hacerlo.

—Mamá de Kakaroto —llamé su atención mientras ella avanzaba molesta a la salida.

Se giró para verme a la cara.

—¿Qué sucede?.

Avancé con firmeza hasta donde esta irritante mujer se encontraba y caminé seguida de ella hasta la salida.

—¿Creé que pueda enseñarme a cocinar para sorprender a su hijo? — inquirí, reprochandome en mis interiores por cometer aquella tontería.

Su rostro pareció iluminarse en cuanto dije esto. Había captado perfectamente mi mensaje y solo por eso me trataba de una irritante y molesta forma.

De tal palo, tal astilla.

Solo por esta vez, voy a pasar por alto ese incidente con el cabeza hueca.

Mentiría si dijera que no lo hecho de menos...

Y además, entre sus palabras y su insistente madre.

No veo otra opción.

Voy a perdonarlo, por mucho que a mi orgullo le pese admitir esto.

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