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03︱ Capítulo tres ⚔️

EJECUCIÓN

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Narrador omnisciente

El clima en el ambiente seguía igual de tenso.

Uno de los dos, ni siquiera se había percatado de cual era su situación y que tan al límite lo había hecho sentir el destrato hacia su madre. Tal era la ira, que invadía el corazón de Goku, que no fue capáz de prestar atención a la nueva transformación desarrollada.

Su melena se alzaba en puntas vislumbardo una cabellera dorada, la cual era revestida por un aura ventosa de igual color que lo envolvía de pies a cabeza, arrasando con algunos objetos ubicados de manera impertinente al rededor suyo. Los destellos y rayos que acompañaban esta mutación actual —la cual sufrió— como una alteración de su estado base, hacían relucir sus pupilas (que ahora se veían diferentes) eran claras, temporalmente rasgadas por un azul cielo.

Vegita, por otra parte sufría una crisis existencial que era producto de la fragilidad de su ego.

¿Alguien más podía transformarse en super saiyajin además de ella?

Apenas le había dicho a sus allegados y a unos cuantos soldados de confianza que podía alcanzar esta fase.

La soberana, tenía pensado, primero establecer las dimensiones de su poder para poder controlar esta poderosa transformación y por último, se la enseñaría a todos sus súbditos durante alguna ocasión especial o ceremonia pertinente.

La había cagado.

La suma de los acontecimientos que padeció durante el día, la llevaron a reaccionar y descargar su furia en la cocinera de turno; pero nunca imaginó que al momento de develar su reciente logro, alguién más la opacaría dejándola en ridículo.

Ella fue la primera en alcanzar la transformación del super saiyajin.

Ella era la heredera al trono, su futura reina y quien los guiaría por tiempos prósperos y bienaventurados.

¡¿Por qué estaban mirando a Kakaroto?!

¿Por qué parecían más interesados y sorprendidos por un sujeto que nadie conoce?

Los presentes observaban con asombro la situación.

Estaban sorprendidos, atónitos y en shock por semejante despliegue de poder —y además— por la intromisión de un sujeto cualquiera, que ahora también podía llegar a ser el guerrero de la profecía.

—¿Quién te crees que eres para desafiarme? Miserable insecto —la princesa lo interrogó de forma arrogante. Zanjando el silencio.

—¿Quién se cree que es para golpear a mi madre?

Ninguno de los dos estaba dispuesto a dar su brazo a torcer.

Se observaban con rabia y desprecio.

Siendo testigo de lo delicada que era la situación, la dama de compañía asignada y su segundo soldado al mando, decidieron tomar cartas en el asunto.

—Alteza, deje que nosotros nos encarguemos —sugirió Gohan.

—Si, no tiene sentido que alguien como usted se ensucie las manos en un simple lava platos —la de cabello lila lo secundó.

Vegeta se detuvo, e hizo un escaneo visual a cuerpo completo del individuo que ahora se plantaba con seguridad y firmeza ante sus ojos.

Efectivamente, portando esa red de cabello y el uniforme convencional de servicio; no podía tratarse de otra cosa, más que alguien que fue asignado para ayudar en la cocina.

Esbozó una sonrisa de costado.

Y después vociferó sin contemplaciones:

—¿De verdad? —la princesa cuestionó— un simple lavaplatos, se atrevió a desafiarme. Que falta de respeto.

Sus súbditos observaban atentamente lo que sucedía, no pudieron evitar reírse a carcajadas por el comentario sarcástico de la heredera al trono.

Murmullos, insultos, rumores en la sala —nada que no fuera dirigido— al insolente muchacho de cabellera alborotada, quien se atrevió a confrontar a una de las extremidades más fuertes al servicio de la corona.

—De hecho —Goku trató de defenderse— soy un ayudante de cocinero, no un lavaplatos.

Aquella confesión, lo único que consiguió es generar más burlas y risotadas de parte de todos los presentes.

La única Saijayin que sentía compasión y lástima por el peli-palmera, era Trunks. La fiel acompañante de Vegita, ella estaba disgustada.

A diferencia de los demás, no le agradaban los conflictos y mucho menos las peleas absurdas.

A veces, aquellos ataques de histeria y los caprichos que solía frecuentar la soberana, se convertían en una fuerte tentativa para renunciar a su trabajo. Vivía en un mundo de "salvajes" a su parecer y debía ocultar sus verdaderas emociones, solo así conseguiría adaptarse y pasar desapercibida.

—Dame una razón —condicionó la de cabello flama—: una sola razón, para no ejecutarte y darte la libertad.

Vegita tenía una mirada de diversión y burla.

El rey Vegeta sonrió, tras ver lo despiadada que podía llegar a ser su hija.

—N-no hay necesidad de llegar a esos extremos. —una aterrorizada Gine se sumó a la charla— majestad, mi hijo y yo no pretendíamos hacer ningún daño. Le pido perdón de rodillas si es necesario, me humillo ante usted y si hace falta —la mujer sugirió—: podemos volver a cocinar lo que usted quiera, sin pedir nada a cambio, le puedo servir en el trabajo que solicite gratis y de por vida. Pero... por favor, tenga piedad —suplicó entre lágrimas.

Vegita chasqueó la lengua, con todas las miradas concentradas en ella.

Se lo pensó por un momento.

—Aceptaría las disculpas —confirmó, sin borrar esa sonrisa tediosa de su rostro.

Al escuchar esto, la pelinegra de mayor edad no dudó un segundo y se postró ante su futura reina.

Kakaroto, seguía con la misma mirada de enojo observando detenidamente cada acción de la soberana.

—Pequeño ¿Qué esperas? —su madre lo cuestionó con el corazón estrujado.

Vegita se acercó a quien recientemente se había convertido en su peor enemigo con la frente en alto.

Lo miró con frivolidad.

—Arrodíllate ante tu reina —ordenó.

El más alto la observó inexpresivo.

Apretó los puños y contestó:

—No —se negó, exactamente con la misma frialdad— me niego a postrarme, ante una princesa caprichosa que solo abusa de su poder para ver sufrir a los más débiles.

Nunca antes visto.

¿No valoraba su vida?

Las acciones de Goku parecían indicar que no, puesto que ningún saiyajin sobre la fas de la tierra se atrevería a confrontar a la corona.

—¿No te vas a arrodillar escoria? —su majestad interrogó estupefacta.

—No —volvió a repetir.

Se veía aún más determinado.

La princesa se acercó, quedando de forma más apegada al de melena albortada.

Los invitados del banquete y personal estaban boquiabiertos con la situación.

Esa cercania peligrosa, insinuaba de alguna manera que su majestad quería besar al joven. Estaban juntos, de tal forma que ella podía sentir la acalorada respiración de Kakaroto.

Quien ahora la observaba confundido, se sentía muy intimidado; y la verdad, es que Vegita tenía la capacidad de hacerte sentir pequeño con sólo mirarte a los ojos, mucho más efecto, tenía la reciente cercanía de la princesa saiyajin.

Su presencia intimidaba.

Las mejillas de Goku casi se tiñen de un color cobrizo cuando las pequeñas manos de Vegita, le sujetaron del mentón con fuerza.

Son Goku era un joven demasiado inocente para la edad que tenía. Estaba rodeado de buenas intenciones y sentimientos puros que compartía por su familia y amigos, también por la gente que llegaba a estimar.

Nunca antes tuvo cercanía con ninguna otra mujer que no fuera su madre y por eso ahora, se sentía acalorado y extraño.

Los Saijayin's podían vivir su infancia con libertad, entrenando por su cuenta, jugando, e incluso podían disfrutar del tipo de vida que sus padres quisieran disponer para ellos.

Eso si: mientras fueran niños.

A partir de la mayoría de edad, tienen que contribuir a su sociedad y responder a las obligaciones que conlleva portar sangre guerrera. Todos saben que cuando legalmente se convierten en adultos, su deber es enlistarse en las tropas para servir al ejército y al rey Vegeta.

Caso contrario, pueden servir en cualquier otro tipo de trabajo que sea apto para sus capacides, pero siendo concientes de que serán marginados y cualificados como mediocres para la clase guerrera.

Kakaroto fue criado en una pequeña aldea, bastante alejada del cuartel general y por lo tanto, se acostumbró a estar en familia.

No conocía más que eso y al parecer tampoco tenía interés en descubrir algo nuevo. Le bastaba con disfrutar de los placeres de una vida sencilla. Era feliz junto a su familia y amigos del barrio.

Organizaba torneos de Artes marciales con sus amigos, entrenaba casi todo el día, ayudaba a sus padres cuando lo necesitaban y comía durante sus tiempos libres (por no decir, a cada rato).

En cuanto a Vegita, su vida era realmente diferente. Ella fue ganando poco a poco el respeto y apoyo de sus leales súbditos y acompañantes de tropa.

Desde muy pequeña se acostumbró a la idea de que solo conseguiría sobrevivir siendo valiente, fuerte y poderosa.

Sabía que debía moldear su carácter y ser exigente y estricta consigo misma. Si algo tenía en claro: es que como princesa de una raza guerrera, debía ser la más poderosa (y hasta el momento) así fue.

Fue obligada a crecer de golpe, maduró rápido y la mayor parte del tiempo se la pasaba aprendiendo con extraños; fue criada por maestros que el Rey Vegeta había asignado. Estos solo la trataban mal y la forzaban a entrenar y estudiar sin descanso, hasta que el cuerpo aguante.

Por varias noches, caía desmayada en el frío suelo de la cabina de entrenamiento.

Después de cada lección, era terrible la jaqueca y el estrés que padecía.

Por mucho tiempo, llegó a aborrecer profundamente quien era.

Hasta que un día, lo logró.

Debidamente, todo esfuerzo tiene su recompensa y su puesto se lo había ganado a base de esfuerzo y sacrificio.

No dejaría que nadie, ponga en tela de juicio el hecho de que ella debía ser su futura reina.

—Inclínate ante mi, insecto —volvió a insistir. Esta vez lo sujetaba bruscamente del cabello.

—Nunca —se rehusó.

—Como quieras —Vegita aceptó, de manera rencorosa.

Lo obligó a arrodillarse propinándole una patada en los testículos.

Goku se retorció de dolor y observaba de rodillas, como la peli-flama se regocijaba delante suyo.

—Kakaroto, basta —su madre suplicó.

—No, mamá —el mencionado hablaba destilando furia— no es justo. Ni siquiera fue tu culpa y no permitiré que nadie te haga daño.

Su madre lo ayudó a ponerse de pie y el muchacho se reincorporó por medio de quejidos y una terrible puntada que se extendió en su columna.

—Pobrecito —uno de los saijayin's que estaba sentado en la mesa del rey se burló.

—Quiere defender a su mami —agregó esta vez una de las jefas de escuadra.

Todos los demás volvían a reírse a carcajadas.

—Kakaroto, no seas necio —Gine insistió— hazlo por mí, por tu familia —agregó— si es que valoras tu vida, deja atrás el orgullo y disculpate enseguida.

Su respuesta, fue el silencio!

—Veo que no heredaste ni una pizca de la sensatez de tu madre —Vegita siguió provocándolo por encima de su hombro.

—Yo dejé caer la sal en la sopa —confesó, dispuesto a afrontar las consecuencias— deja que mi madre se vaya.

—El incompetente que me intoxicó ¿Fuiste tu? —la soberana replicó llena de furia.

—No sea exagerada —protestó el menor, harto del revuelo que generó una situación tan absurda— no es como si la sopa tuviera veneno para ratas o algo así.

Los presentes soltaron un jadeo sorpresivo y cargado de disgusto. Como si lo que acababan de oir, fuese la más grande calamidad.

Segundos más tarde, hubo una exclamación popular. Un pedido que llegó al pensamiento de todos, como castigo por la impertinencia del joven.

Algo que al parecer todos deseaban.

EJECUCIÓN.

gritaron los guerreros, en una especie de cántico. Una, otra y otra vez esa exclamación popular se hizo presente al unísono, re tumbando en las paredes del palacio.

Goku temblaba, a causa de la rabia que sentía en ese momento.

—¡Nooooo! ¡Por favor! ¡No lo haga! —la mujer de cabello corto, quien lo llevó en su vientre durante nueve meses suplicó abatida. Estaba casi afónica por todo el estrés vivido.

—Llévensela —la futura heredera al trono ordenó sin siquiera sentir un poco de compasión— que regrese a su puesto de trabajo. La cosina de seguro es un caos y después de todo, no tiene nada que ver con todo esto. Quien tiene que pagar es su patético hijo.

Trunks y Gohan asintieron.

Arrastraron a Gine de regreso a la cosina, durante el trayecto suplicaba ferozmente que liberen a su hijo.

Cada lágrima y cada grito de desesperación fue en vano.

No pudo hacer nada.

—Esto es entre tú y yo, Kakaroto —la princesa aclaró— no te preocupes por tu mami. Descuida, puedes decirme que flores quieres que lleve a tu tumba.

Su voz se escuchaba llena de cinismo. Vegita preparó una bola de ki gigantesca y sus soldado quedaron sorprendidos por toda la cantidad de poder que era capaz de reunir en la palma de su mano.

Estaba segura de que lo asesinaría en un instante.

Teniendo en cuenta que Goku no presentaba resistencia alguna y que por el contrario, ya aceptó su cruel destino con lágrimas en los ojos.

Todo acabaría pronto.

La transformación del hijo menor de Bardock y Gine se desvaneció. Toda su vida estaba pasando delante de sus ojos, por medio de recuerdos que venían a su memoria.

—Alto —el Rey Vegeta indicó,  sin querer estaba direccionando el destino a otra parte.

—¿Qué quieres? —su hija protestó molesta.

Se deshizo de la bola de ki que tenía en las manos y escuchó lo que su progenitor tenía para decir.

Los presentes comenzaban a abuchearlo.

—No es lo que están pensando —tranquilizó a la multitud, que ahora protestaba fastidiada— ya cállense de una maldita vez —dictaminó autoritario.

—Siempre arruinas toda la diversión padre —su heredera opinó con la misma decepción que los invitados.

—Fue una sabía decisión del rey acabar con esto, de una vez por todas —la capitana de logística habló.

—¿Quién dijo que esto iba terminar? —criticó en una sonrisa divertida— no es mi intención ser un aguafiestas. Quería hacerle una propuesta a mi hija —aclaró— con el fin de que los presentes disfruten de sus habilidades.

—Te escucho, padre —la princesa accedió a escuchar su pedido, esta vez guardando interés.

—Ya que este guerrero particular, también posee la habilidad de transformarse en súper saijayin —comenzó diciendo— propongo un combate, veamos que tan fuerte es. Sé que Vegita disfrutará el llevar a este saiyajin a su límite. Me parece divertido, quiero disfrutar de un gran espectáculo y ver un despliegue de poder tan impresionante, que me deje sin aliento.

—Interesante —opinó su hija, utilizando un semblante ciniestro— ¿Y luego?

—Lo matas —dictaminó tranquilamente el soberano— es solo una pequeña función para que vean de lo que eres capaz hija mía. ¿Están de acuerdo con esto? —preguntó el rey animadamente.

Se dirigió con respeto a los demás integrantes del consejo real, de modo que no pudieron negarse.

El publico se veía bastante entusiasta con la idea de presenciar aquella batalla.

Luego de un par de gritos célebres y comentarios de apoyo para nuestra princesa, marcharon a una de las camaras de entrenamiento que tenían preparadas.

Eran lo suficientemente grandes como para que quepan todos los invitados.

Al rededor de trescientos saijayins estaban reunidos, esperando ansiosos el combate entre Vegita y Goku.

Los dos se ubicaban en distintas habitaciones, colocándose su armadura de batalla.

Y al igual que dos contrincantes de boxeo, fueron escoltados a la arena junto al personal médico y algunos custodios.

—Oye, Kakaroto —la soberana se encargó de llamar su atención.

—¿Qué quiere? —dudó molesto.

—No me hables así, imbécil.

—Da igual como le hable —Goku la ignoró— ¿Qué cambia? ¡De todos modos voy a ser ejecutado!.

—Al menos podrías tener un poco mas de modales, insecto —ella se quejó avanzando decidida y enfocada.

—No es la más indicada en hablar de modales —el peli-palmera le recordó de mala gana.

Una pequeña pizca de culpa lo invadió.

El no era así.

Se atravesó en el camino de la futura reina, para seguido de esto tomarla por los hombros.

—Lo siento, majestad —el menor se disculpó con una sonrisa apenada—: no debí gritarle.

¿Disculpas?

¿De verdad acababa de pedirle disculpas?

En toda su vida, esta era la primera vez que Vegita oía a un saijayin disculparse.

Le parecía tan extraño, que dudó por un momento el hecho de que ambos descendieran de la misma raza guerrera.

—En verdad, eres estúpido —ella sentenció, ignorando las disculpas del contrario— Kakaroto, estoy a punto de matarte —le recordó.

—Creo que la amabilidad y el respeto por la otra persona, no deben perderse ni en los peores momentos —justificó— al menos, eso me dijo mi madre.

—¿De verdad eres un saijayin?—volvió a dudar, pero esta vez era una pregunta para sí misma.

Apartó a Goku de su camino y avanzó rumbo a la cámara de combate.

—Escucha, no quiero una pelea mediocre —Vegita advirtió— si puedes transformarte en súper saijayin, eh de suponer que es porque eres hábil en combate.

—Claro —respondió animado— no la decepcionaré. Estuve entrenando arduamente con mi padre.

—Da todo de ti en esta batalla o...

La interrumpió.

—No se preocupe, no voy a contenerme con usted.

Y aquella respuesta, por alguna razón removió algo dentro suyo. Vegita se detuvo un momento a pensar, debía darle al menos un incentivo a su oponente, algo, para que la pelea fuera en serio  o de lo contrario no sería divertido.

Incluso si fuera una farsa, Kakaroto no iba a enterarse hasta que termine el combate.

—¿Y si te propongo la libertad? —dudó la peli-flama. Intentando ganar su entusiasmo.

Los ojos de Goku brillaron.

Bingo.

—¿Habla en serio? —el más alto cuestionó incrédulo.

—¿Te parece que estoy bromeando? —replicó en una mirada seria.

—Princesa, muchas gracias.

El de cabello alborotado estaba tan emocionado, que se acercó a la primogénita con intenciones de darle un abrazo.

—Tú —ella se removió con incomodidad en sus brazos— ¿Qué estas haciendo?

—Le estoy agradeciendo, majestad  —intensificó todavía más el agarre.

Vegita lo empujó bruscamente, para después propinarle una cachetada.

—¡No vuelvas a hacer algo así! —reprochó molesta, sus mejillas estaban adornadas por un rubor intenso.

—De acuerdo —aceptó sobando su mejilla— ya me quedó claro que no le gustan los abrazos.

—En verdad, eres un bicho raro Kakaroto.

Llegaron a la arena de combate donde se encontraban esperando los invitados.

—¿Listo? —le dijo en forma desafiante. Los dos se posicionaron uno delante del otro.

—Si, le prometo dar lo mejor de mí —aseguró alegre.

—Eso espero —su majestad lo provocó— no llores con tu mami después de la paliza.

Cuando  la señal de inicio se hizo presente, ambos se pusieron en posición de pelea.

Tanto Goku, como Vegita estaban entusiasmados del espectáculo que iban a dar.

Se transformaron a la fase uno, cosa que para Goku fue realmente complicado al principio, pero lo logró.

La primera en atacar fue Vegita.

Golpe tras golpe, Goku esquivaba cada uno de sus ataques y esto solo le generó entusiasmo a la de mayor alcurnia.

No era un debilucho como creía.

Lo estaba probando.

Al parecer al fin tendría un digno oponente.

Mientras los demás saijayin's admiraban con asombro el combate, los dos peleadores estaban encantados por la forma en la que batallaba su adversario; sin dudas, ninguno tuvo antes un combate así de extraordinario y adrenalínico.

Estaban disfrutando a más no poder.

Si bien era un combate en el que se disputaba la vida de uno de ellos, no se sentía de ese modo. Más bien parecía un combate entre amigos, que se conocían de toda la vida y ninguno de los dos quería que terminara.

Big bang atac.

Kamehameha.

Resplandor final.

Bolas de ki.

Muchos de esos ataques fueron vistos en el combate.

Vegita llevaba la delantera, sin embargo Goku no se quedaba atrás. Le lanzaba puñetazos y patadas que la princesa con dificultad podía esquivar.

Estaba peleando por su libertad, por lo tanto se encargaría de dejarlo todo en la arena.

Lanzó un Kamehameha que la dañó profundamente.

La soberana estaba en el suelo.

Respirando con dificultad.

—¿Está bien? —el saiyajin se acercó preocupado, para verificar si podía auxiliarla y seguir con el combate.

—K-kakaroto —débilmente lo nombraba— lo hiciste bien, tú... puedes irte. Te ganaste tu libertad.

—Eso no importa ahora —el mencionado se agachó a su altura, topandose con un charco de sangre que escurría de su estómago. Regresó a su estado base— quédese aquí princesa, iré a buscar ayuda.

Mientras tanto, Vegita lo observaba débilmente desplomada en el suelo.

O eso creía.

Cuando se dió la vuelta, aprovechó para lanzar una gigantesca bola de ki que impactó en su espalda.

Quedó de rodillas, tendido en el suelo.

La princesa se levantó victoriosa, con toda una multitud aclamandola.

Nunca confíes en nadie, pensó en sus interiores.

Se acercó a Goku y lo miró fijamente.

—Eres muy confiado Kakaroto —decía, sacudiendo aquella melena alborotada irónicamente— sin embargo, como dije antes, lo hiciste bien. Aunque no lo suficiente para vencerme.

Completamente satisfecha, le propinó varios golpes repetitivos en su abdomen.

Una, dos, tres patadas en sus costillas que cada vez lo acercaban más al estado de inconsciencia.

—Eres... increíble —Goku emitió en un susurro, con lo último que le quedaba de fuerza vital.

—Lo sé —la princesa aceptó en una sonrisa deslumbrante.

No lo diría, pero se encontraba absolutamente conmovida por el adversario tan digno y formidable que enfrentó en batalla.

Sostuvo al guerrero en sus brazos y Goku le dedicó una última sonrisa, que hizo que un cosquilleo particular se disperse en su estómago.

Por un pequeño instante Vegita esbozó una sonrisa —una verdadera— y no cínica como acostumbraba; pero luego, esto le pareció algo estúpido y regresó a su estado natural.

Con toda la multitud gritando su nombre y la sonrisa orgullosa de su padre, se sintió como nunca antes.

Poderosa, querida, fuerte.

Y todo gracias al imbécil de Kakaroto.

Todos esos pensamientos alegres fueron reemplazados por un molesta inquietud.

De nuevo sus oídos estaban escuchando ese cántico popular, que emitían los presentes.

—¡Ejecución! ¡Ejecución! ¡Ejecución! ¡Ejecución!.

Ejecución.

Esa palabra, no dejaba de repetirse en su mente, la estaba atormentado.

Le dedicó una última mirada a Kakaroto. Quería acabar con él, pero también le parecía una lástima exterminar al único saiyajin que también poseía la habilidad de alcanzar un estado (que solo pueden obtener) los saiyanos con gran potencial latente o arduo entrenamiento, al activar sus celulas S.

—Peleaste como un verdadero guerrero —la heredera al trono reconoció, mucho más calmada— y prometí cederte la libertad, a cambio de un buen combate. Superaste mis expectativas, te lo ganaste.

Los gritos la empujaban a hacerlo, pero no quería.

Su deseo era volver a enfrentarse a él. Algo dentro suyo, le decía que no quería perder eso que tenía con Kakaroto.

Nunca tuvo esa conexión de pelea tan especial con nadie. Vegita no encontraba la forma, no podía encontrar una excusa para mantener con vida al cabeza hueca.

Quería aplastarlo, vencerlo...

Esta vez de verdad.

De pronto, una idea surgió en su mente.

Dio un golpe final en la nuca de Kakaroto, dejándolo inconsciente. Lo cargó rumbo a la salida, donde su padre y los demás observaban fastidiados.

—Fue un combate exelente, majestad —halagó Gohan.

—Impresionante —reconoció Trunks.

—Estuvo genial.

Halagos, halagos y más halagos que escuchaba a medida que iba transitando.

Finalmente llegó a donde estaba su rey, ubicado junto a los demás jefes del cuartel general.

Era hora de dar explicaciones.

—¿Por qué no lo acabaste? —el Rey Vegeta preguntó disgustado.

La princesa, finalmente expuso ante el resto la determinación que había tomado.

—Estás viendo al nuevo integrante de las fuerzas élite, majestad —informó sin rechistar— Kakaroto será el remplazo de Nappa. Está decidido.

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