
57
Han pasado cinco días, ni Jungkook, ni Jimin se habían tomado el atrevimiento de escribirse o siquiera llamarse. Pensaban que si lo hacían podían molestarse mutuamente y no estaban dispuestos a eso.
—¿Estás segura, Ros? —inquiere el pelinegro entrando a la camioneta.
—No lo sé, fue Jamal quien vio las maletas, no yo —contesta la rubia, poniendo en marcha el vehículo. —Pero no debes preocuparte luego de que lo cuestionaras sobre porque seguía contigo —añade con ironía.
—¿Eso significa que estás de su lado? —pregunta con seriedad, Jeon.
—No, sinceramente no estoy del lado de ninguno. Él cometió errores, pero tú también así que sería patético escoger un lado —expone sin problemas, Ros.
Jungkook inhala un largo suspiro, coge su móvil y contesta un par de mensajes. Ve la fotografía de él junto a Emma y Jimin que tiene como fondo de pantalla, esboza una sonrisa al ver las caras graciosas de los tres, definitivamente es algo que solo haría con ellos dos sin importar las veces que se lo pidan o lo cansado que se sienta físicamente.
—¿Vas a entrar o no? —lo cuestiona Rosalina con seriedad.
El pelinegro alza su rostro y se da cuenta que han llegado, bloquea su celular y asiente. Se retira el cinturón y luego abre la puerta.
—¿Quieres que te espere? —le pregunta antes de que termine de bajar. —Por si no te perdona, o por si decidió dejarte. O por sí encontró la respuesta a tu ridícula pregunta —parlotea llena de sarcasmo en cada una de sus palabras.
Jeon frunce su entrecejo, le saca el dedo medio y luego cierra la puerta de un fuerte azote.
—Llamaré un Uber, vete —alza su voz él.
Ella se carcajada, espera a verlo frente a la puerta para encender el motor y marcharse.
Jungkook inhala un suspiro, coge la llave del bolsillo de su chaqueta y la lleva hasta la cerradura, se detiene por unos segundos cuando un fuerte pensamiento lleno de miedo lo embarga. ¿Y sí se marchó? ¿Y si lo dejó? Escucha el sonido de un claxon y regresa a la realidad, acerca más la llave a la cerradura, la introduce y cuando está por girarla la puerta se abre de sopetón.
La rubia frente a él ensancha sus ojos azules al verlo, suelta la maleta y extiende su brazo derecho.
—Soy Zoe —se presenta para luego esbozar una sonrisa amistosa.
La mirada de Jeon viaja de la maleta al rostro sonriente de la chica.
—Jungkook —corresponde él secamente, estrechando su mano con la de ella. —¿Vas a algún lugar? —indaga, echando otro vistazo a la maleta.
—Aún no, sólo le ayudó a Jimin a empacar un par de…
—Em-empacar —trastabilla al interrumpirla. —¿Él está aquí? ¿A dónde está, Jimin? —la cuestiona.
Ella se hace a un costado y señala hacia el interior de la casa.
—Emma está en la sala y Jimin en la habitación de ustedes —responde en voz baja.
Jungkook entra a la casa, pero se detiene. Ve a la chica sobre uno de sus hombros y dice—. Por favor juega en el jardín con Emma.
La rubia asiente y mientras él sube los escalones, ella va a la sala por Emma y la convence de salir a jugar al jardín.
Jimin cierra la maleta y con mucho esfuerzo la baja de la cama, endereza su postura y es cuando mira hacia la puerta de la habitación. Bajo el umbral de la puerta se encuentra Jungkook mirándolo seriamente, el castaño pasa saliva y luego aclara su garganta.
—¿Cómo has estado? —rompe el silencio el menor.
Jeon mira fijamente la maleta y responde—. Igual que tú supongo.
El castaño asiente y dice—. Ros me dijo que empezaste un nuevo campamento. Eso es…
—¿Qué haces?
Los ojos de Jimin se ensanchan y mueve su cabeza siguiendo el recorrido del cuerpo del pelinegro adentrándose a la habitación.
—Pues conversar contigo, ¿no es obvio?
—No me refiero a eso, Jimin —objeta el mayor. —Es a eso —agrega, señalando la maleta con su mano izquierda.
—Bueno, Zoe está por regresar a Los Ángeles y…
—¿Vas a irte con ella? ¿Regresarás con tu padre?
—¿Qué? No —espeta de inmediato, Park.
—No es necesario que mientas, solo sé sincero conmigo, Jimin.
—Lo estoy siendo, Jungkook. No volveré a Estados Unidos, no sin ti.
Jungkook exhala un largo y pesado suspiro, mira al castaño y de nuevo ve la maleta a su lado. lleva sus manos a su cintura y con desespero articula—. Entonces…
—Escucha, debo viajar a Los Ángeles. Debo firmar unos papeles importantes y se viene la semana de convivencia con los niños, es importante que esté presente.
Dicho eso, un nuevo y largo silencio se genera entre ambos, Jeon simplemente se limita a mirar a Jimin, y el castaño se concentra en el movimiento incesante de los dedos de sus manos hasta que un celular suena.
Jimin corre hacia la sala y coge su móvil, atiende mientras Jungkook se detiene unos pasos tras él.
—Hay un problema, adelantaron el viaje. Tenemos cuarenta y cinco minutos para estar en el aeropuerto —le hace saber, Zoe.
Jeon desciende su rostro al escuchar la voz agitada de la americana por el celular, Jimin se gira y se sorprende al ver al pelinegro a solo unos cuantos pasos frente a él.
—Jimin —lo llama Zoe, desesperada.
—Está bien, ve —dice el mayor, alzando su rostro. —Ve o perderán el vuelo —insiste.
—Jimin —escuchan nuevamente la voz de la chica.
—Pe-pero debemos hablar —titubea el menor.
—Lo haremos cuando regreses —le asegura el más alto.
—Yo…
—Ve, Jimin. Está bien —asevera Jeon.
—¿Vienes o no? —pregunta Zoe, ahora ya dentro de la casa sosteniendo una cartera mediana con su mano derecha y una pequeña con su mano izquierda.
—¿Dónde está, Emma? —cuestiona el castaño al no ver a la niña.
—En el auto. ¿Vienes o no, Jimin?
—Sí —acota con seriedad, Jungkook. Haciendo que la chica y el chico lo miren—. Ve con cuidado.
El castaño asiente mientras Zoe lo toma de la mano y luego lo saca de la casa a toda prisa, suben al auto mientras que Jungkook les ayuda a subir las dos maletas en el baúl.
—Adiós, Jungkook —se despide, Emma.
El pelinegro agita su mano y sonríe para la niña.
Treinta minutos después, Zoe, Jimin y Emma se ponen en pie listos para abordar el avión. Caminan por el pasillo hasta que Emma pide un par de golosinas.
—Deprisa —le pide el castaño a la encargada del kiosko.
—Emma, linda Emma.
Jimin se gira y ve a Dimarco cargando a la sonriente niña.
—Muchas gracias —agradece luego de haber pagado.
—¿Tú también vienes con nosotros? —le pregunta la niña al italiano.
—Pues… —vacila, mientras Jimin le señala la sala en la cual abordarán. —Sí, voy con ustedes —confirma con una enorme sonrisa, empezando a caminar hacia la sala.
El azabache se detiene por unos segundos al no ver a Jimin a su lado.
—Déjame ayudarte —se ofrece, tomando la maleta de manos de Emma.
—Yo puedo
—Yo sé, pero quiero ayudarte. Déjame enmendar mis errores, Ji —expresa con parsimonia el italiano.
El castaño asiente y toma una de las manos de Emma, la pequeña emocionada trota unos cuantos pasos y logra tomar la mano de Dimarco.
—Oye, cálmate —le pide Jimin a la niña.
—Al menos ella si está feliz de volver a Los Ángeles —bromea el azabache.
—Está emocionada por ver a sus amigos —menciona el castaño. —Y también estoy emocionado por volver a Los Ángeles —se sincera.
—Bueno, disculpa pero no lo parece.
—¿Acaso quieres que corra y sonría como ella? —replica con sarcasmo Jimin.
—Pues sí —contesta entre risas el italiano.
—Eso no pasará, Di —gesticula entre risas, Jimin. Mientras entregan los boletos y luego cruzan la puerta de abordaje que los lleva directo hacia el avión.
Dentro del avión Jimin, Zoe y Emma toman asientos juntos. Clase media no es de su gusto, pero es donde habían decidido viajar. Por su parte, el italiano viaja cómodamente en clase alta, saca su celular y sonríe al ver las fotografías que ha recibido. Marca el número desconocido y espera a que respondan.
—Soy yo, encargate de todo. Buen trabajo —cancela la llamada y permanece viendo las fotografías hasta que el piloto informa que el avión está por despegar.
Se abrocha el cinturón, se coloca sus audífonos y luego se acomoda en el asiento, se coloca el antifaz y con una sonrisa ladina en su rostro procede a relajarse mientras llega a su destino.
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