
47
Jimin ve como Jungkook empaca sus tenis y luego camisetas en su maleta deportiva. El apartamento luce desastroso y apenas pueden caminar sin tropezar debido al exceso de ropa, bolsos y pertenencias del castaño.
—Listo —murmura Jeon para no despertar a Emma que está al centro de la enorme cama.
—¿Seguro que no olvidas nada? —lo cuestiona el menor.
—No —acota y luego frunce su entrecejo. —Espera, hay algo que olvide —dice, caminando hacia la cama hasta detenerse frente a Jimin.
—¿El qué? —inquiere el castaño, mirando hacia los costados de la cama en busca de alguna prenda deportiva.
Jungkook se agacha un poco introduce una de sus manos bajo los muslos de Jimin y con el otro brazo sostiene su espalda.
—Oye, ¿qué haces? —verbaliza asustado al sentir que lo levanta de la cama y luego lo carga.
—Me falta empacarte a ti —bromea el mayor, haciendo reír y sonrojar al más bajo.
—Eres un…
—Guapo, caballeroso, atractivo —lo interrumpe el pelinegro.
—Ay, sí. Te diré que sí para que no te sientas mal —bromea Jimin.
El pelinegro enarca sus cejas y luego ríe junto al castaño, la niña se remueve y ellos luchan para guardar silencio. Jeon sale de la habitación cargando a Jimin para luego sentarse en el sillón grande juntos.
—Quiero que llames a Johann si algo anda mal. No quiero que afrontes nada solo, estoy contigo ahora. Sea lo que sea lo afrontaremos juntos —habla en voz baja el más alto, mientras acaricia la espalda de Jimin.
—No creo que suceda algo malo mientras no estés. Pero…, lo haré, llamaré a Johann si algo sucede.
—Él me avisará y yo vendré lo más rápido posible. Prometelo Jimin —asevera el pelinegro.
Jimin asiente y luego lo mira fijamente y siente ese cosquilleo en su estómago. Jungkook lo hace sentir como un adolescente enamorado. Lleva sus manos al cabello del pelinegro y acaricia de manera tierna mientras está sentado sobre su regazo. Ninguno de los dos dice algo, simplemente se dedican miradas y sonrisas coquetas hasta que escucha un ronquido que proviene de la habitación principal.
—Ella no puede dormir con nosotros todo el tiempo —se queja Jungkook.
—¿Por qué no? —ríe Jimin divertido.
—Escucha esos ronquidos. Me niego.
El castaño suelta una carcajada y de inmediato cubre su boca con sus manos para reducir el sonido de su risa.
—Bueno, se lo dirás tú entonces —expresa el más bajo, evitando tener esa conversación con Emma—. No me veas así, no cambiaré de opinión.
—Bien, no hay problema, puedo manejarlo —asegura el pelinegro.
—Por supuesto, por eso eres mi esposo.
—Somos esposos —gesticula en un hilo de voz, posando su mano izquierda sobre una de las mejillas de Park. —Disculpa por no darte una enorme fiesta y una gran ceremonia. Prometo que te recompensaré cuando logremos nuestro objetivo —agrega en el mismo tono de voz.
—Está bien. Me gustó mucho la privacidad, algo entre tú y yo, íntimo y con mucho significado. Supongo que me gusta hacer cosas que no suelo hacer cuando estás conmigo.
—¿Eso es malo? —indaga Jeon, alzando una de sus cejas.
El menor niega y contesta—. Me casé contigo, viviré contigo y formaremos una familia. Lo digo, lo pienso, lo imagino y no puedo sentirme emocionado y un poco asustado. Pero te veo y el miedo se disipa.
El castaño posa sus labios sobre los de Jungkook, le da un pico y luego roza su nariz con la del contrario.
—Gracias por darme valor, Jeon…
—Oye, ¿qué te dije? —lo reta el mayor.
—Ni siquiera me dejaste terminar, Jungkook —protesta el menor para luego hacer un puchero con sus labios mientras se cruza de brazos.
—No, tú no puedes hacer eso —objeta el pelinegro al ver lo tierno que Jimin se ve. —No lo hagas, ahora me siento mal y con muchas ganas de besarte y abrazarte —le hace saber.
El castaño se pone en pie y cuando está por alejarse los ejercitados brazos de Jeon, rodean su cintura impidiendo alejarse.
—No puedes escapar de mí —susurra Jeon, colocando su cabeza de lado entre el estómago y pecho del menor.
—Si puedo —replica Jimin.
Jungkook esboza una sonrisa juguetona que el más bajo no mira y masculla en tono coqueto y arrogante—. Birdie.
—Amor —articula el castaño imitando el tono del mayor.
El pelinegro alza su rostro y entonces Jimin lo besa lento, tan lento que lo que hace es provocar al mayor a desearlo entre cada roce delicado que sus belfos se dan.
Jungkook se siente tan bien besando a Jimin, que afloja el agarre en la cintura y a lo lejos siente como los brazos delgados del menor rodean su cuello y luego comienzan a ejercer presión.
—Rindete, amor —musita el castaño sobre los labios del contrario. —Vamos, hazlo —demanda, ahora subiendo al regazo del mayor para intentar hacerle una guillotina.
—Birdie.
—Palmea y ríndete —le pide Jimin.
—Eso no va a pasar —se opone entre risas, Jeon.
—Jungkook, ríndete —insiste el menor empezando a molestarse. —Amor —lloriquea haciendo ese lindo y tierno puchero.
—Bien, bien —accede el pelinegro, para luego dar pequeñas palmadas en la espalda de Park—. Me rindo.
Jimin lo suelta y aún sentado sobre el regazo de Jeon, alza sus brazos al aire mientras sonríe grandemente debido a su victoria.
—¿Feliz?
—¿Por qué hice que te rindieras? —contesta con otra pregunta el menor. —Por supuesto que sí —alardea sonriente—. No puedes rendirte con nadie más. Debes luchar por soltarte y luego atacar de nuevo. ¿Entendiste?
—Entendido —verbaliza entre risas, Jungkook. —Entonces también investigaste el grappling además de los tipos de lucha —curiosea con superioridad.
El menor niega y responde—. Lo aprendí de ver a Di, lo acompañé los últimos días de su campamento. No entendía algunas cosas, pero cuando lo veía practicar con su compañero lo entendía perfectamente.
La sonrisa y la confianza han desaparecido del rostro de Jeon en un santiamén. Jimin lo observa y se da cuenta de la incomodidad en el rostro del mayor.
—Disculpa —farfulla el castaño—. No fue mi intención hacerte sentir incómodo. Tendré más cuidado.
—No, está bien. Fuiste sincero quiero que lo seas siempre.
—Pero no luces bien, te ves tenso, Jungkook.
—No es porque lo aprendiste de él. Es el hecho de que no fui yo y…
—Pero ahora y siempre serás tú. Oye, eres mi esposo, mi amigo, mi boxeador y mi luchador de MMA favorito, mi protector y mi entrenador personal. ¿Lo recuerdas?
El pelinegro traga grueso mientras asiente y se fuerza a sonreír.
—Debes aprender más grappling para enseñarme, necesito nuevas técnicas para derrotarte —parlotea el castaño.
—Si sabes que te deje ganar, ¿verdad?
—Eres un grosero, Jeon —se queja Jimin, golpeando uno de sus bíceps con su palma.
—Te dije que no puedes llamarme, Jeon —le recalca ofuscado, mientras impide que el castaño baje de su regazo.
—Déjame, suéltame —protesta como un niño pequeño. —Oye, no me aprietes demasiado —lo regaña al sentir como Jeon lo abraza con sus fuertes brazos. —Jungkook, hablo en serio. No puedo respirar —exagera, haciendo reír al mayor.
—Quédate quieto y escúchame con atención —le pide en un susurro el pelinegro. —Tú solo necesitas hablar conmigo y entonces mis dos manos van a llevarte a un lugar seguro. Tú solo debes recurrir a mí y mis dos brazos van a confortarte donde sea cuando tú quieras —confiesa aferrándose al delgado cuerpo de Jimin.
—Te amo Jungkook, quiero que lo tengas presente siempre —cuchichea el menor sobre el oído izquierdo del contrario. —Te amo —repite, mientras sus labios rozan la oreja.
Los dos se quedan en silencio en esa postura mientras sus corazones palpitan casi al compás.
—¿Qué hacen? —se escucha la voz adormilada de Emma.
—Suéltame —le ordena el castaño.
El mayor lo hace de inmediato y de un salto el castaño se pone en pie.
—Solo hablábamos un rato antes de que Jungkook se marche al campamento —le plática a la niña.
—¿Puedo acompañarte al próximo campamento? —cuestiona la niña al pelinegro.
—Se lo comentaré a Johann y te cuento su respuesta cuando vuelva —acota Jeon, mientras la carga y luego la deja caer al sillón para hacerle cosquillas.
Jimin los observa jugar y no puede evitar sonreír al verlos y escucharlos carcajearse.
El timbre del enorme apartamento suena y Jimin se tensa al saber que es momento de que Jungkook se marche. El pelinegro se aleja de Emma y en silencio va a la habitación y al regresar a la sala carga sobre su hombro derecho su maleta deportiva.
—Adiós, Jungkook. Entrena mucho, duerme y come bien —balbucea Emma para luego abrazarlo. —Te quiero —dice en un hilo de voz.
La niña deja de abrazar a Jeon y corre hacia Jimin, el castaño le limpia el rostro y le pide que tome asiento en el sillón mientras él acompaña hasta la puerta a su ahora esposo.
—Te llamaré en quince días, birdie.
—Estaré esperando tu llamada, amor —susurra Jimin mientras la frente de Jungkook se posa sobre la suya y sus narices se rozan cariñosamente.
—Recuerda la promesa —le recalca el pelinegro.
El más alto besa la frente de Jimin, y el menor aprovecha esa cercanía para abrazarlo por unos segundos y luego antes de soltarlo dejar un casto beso sobre su pecho cubierto por una sudadera.
—Jimin, si…
—Estaremos bien, concéntrate en entrenar duro y en ganar. Nos vemos pronto.
—¿Por qué suenas tan frío? —lo cuestiona el pelinegro mientras el timbre suena una vez más—. Jimin.
El mayor lo mira y entonces se da cuenta que tiene sus ojos llorosos. Esboza una sonrisa al darse cuenta que no estaba siendo frío, solo quería despedirlo rápido para que no lo viera llorar.
—Oye…
—Cállate, solo di que me amas cruza la puerta y ve a entrenar duro —lo interrumpe con voz gangosa el castaño.
—Voy a entrenar duro, voy a extrañar a mi chico mimado y a la niña que ronca como adulto.
Jimin ríe entre lágrimas al escuchar el comentario sobre Emma. Sorbe su nariz y luego Jungkook le roba un beso.
—Te amo birdie —murmura sobre los labios del menor y luego se gira sobre sus talones y abre la puerta.
—Te amo —es lo último que escucha Jungkook, al salir del apartamento luego de cerrar la puerta.
—Deprisa, vamos cinco minutos tarde —dice Jamal al ver al pelinegro salir del apartamento.
—¿Qué tan malo será?
—Cinco minutos más de infierno. Ahora corre —acota el alemán, para luego empezar a correr seguido por Jungkook.
Tres horas más tarde Jimin se encuentra en la habitación de Emma, esperando que la niña termine de calzarse sus zapatillas para poder peinarla, su celular suena y lo atiende al ver que se trata de su abogada.
—Tenemos un problema —es lo primero que escucha al atender.
—¿Qué problema? —titubea él.
—Tus tarjetas han sido bloqueadas —le hace saber.
—Lo sé, las tarjetas de mi padre…
—No Jimin —interviene ella precipitada. —Estoy hablando de la tarjeta con el dinero que tú madre te dejó, y tu propia tarjeta —le específica.
—Pero… ¿cómo? Dijiste que mi padre no podía bloquearlas porque esas tarjetas no están a su nombre —replica con rapidez el castaño.
—Sé lo que te dije, Jimin. Y todo es cierto. Pero sabemos quién es tu padre y el poder que tiene con sus contactos.
—Amira, ese dinero me pertenece —musita, decepcionado él.
—Lo sé, llamé a todo el mundo, pero cuando escuchan tu nombre y apellido se niegan a desbloquearla —le menciona ella.
—Fue porque le dije que no iría a ningún lado con él —comenta el castaño—. Lo está haciendo para que lo busque y le suplique que desbloquee mis propias tarjetas. Es un juego para él.
—¿Qué quieres que haga, Jimin?
El chico ve como Emma toma asiento en la silla para que él la peine, suspira y responde—. Nada, no hagas nada.
—Seguire insistiendo, tal vez alguno de ellos este dispuesto a desafiar a Won y…
—No, no lo hagas —le ordena el castaño—. Se lo dirán a mi padre, ellos van a decirle las incontables veces que los llamaste para que desbloqueen mis tarjetas. No vamos a jugar su juego, Amira, no le daré el gusto.
—Bien, pero entonces ¿qué harás?
—Una venta de bolsos extremadamente caros, gafas y joyas inéditas —acota decidido él.
—Jimin, por favor cuídate. Te llamaré si consigo alguna solución.
—Gracias, Amira. Cuídate.
El castaño cancela la llamada y mientras camina hacia Emma, les envía un mensaje a Rosalina y a Amber.
—¿Harás una venta de garage? —indaga la niña.
—Venta de garage —repite Jimin, tomando el peine. —Sí, algo así —responde.
—¡Genial! —exclama Emma—. ¿Puedo ayudarte?
—Claro que sí —accede él sonriendo mientras la niña lo mira a través del espejo.
Está preocupado, pero escuchar y ver a Emma le hace olvidarse de lo que lo agobia. Mirarla sonreír solo lo motiva a buscar una solución para su actual problema. Suspira y no puede evitar pensar en lo dolido que debe sentirse su padre para llegar al punto de bloquear la tarjeta que su madre le dejó para recurrir a él.
Le da un vistazo a una de las cajas que guarda una parte de su colección de bolsos y entonces sonríe al saber que puede obtener dinero si vende cada pertenencia que su padre le ha comprado.
Grappling: son las técnicas de aferramiento, lo que se conoce como "llaves"
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