33
Berlín
Los entrenamientos de Krav maga y Jiu jitsu Jeon, los considera una distracción, aunque reconoce que están acabando con él. El cansancio que su cuerpo siente es inexplicable, pero también es consciente de que valdrá la pena cuando esté dentro del octágono y pueda defenderse.
Se queda acostado en la alfombra cuando ha terminado de practicar las nuevas técnicas, su entrenador se despide y él solo se queda inmóvil viendo el techo del lugar.
Lleva seis meses en Alemania, pero estos últimos dos meses le han parecido los más locos y descabellados de su vida. Entrena muy duro para mejorar y entrar a la UFC, también trabaja y ahora tiene una responsabilidad con la abuela de Rosalina.
El pelinegro se pone en pie, se ajusta el vendaje de sus manos y muñecas y luego camina hacia la parte trasera de la academia de Krav maga. Un par de ojos lo siguen con atención, y es que cuando Jeon entrena todos ven la dedicación y el esfuerzo que le pone.
Elda Müller se ha convertido en la persona que lo hace sentir en paz, no quiere quitarle méritos a Rosalina y a Johann, pero es que la señora Müller le muestra y le recuerda cada día lo que es sentirse en familia. Le recuerda los valores y el amor familiar y eso le hace sentirse pleno y completo hasta que las hebras castañas y ojos color miel invaden y sacuden sus recuerdos.
Al estar frente al pilar con protección arriba y abajo se coloca los guantes de UFC, ve los protectores negros, luego se coloca los auriculares inalambricos y reproduce su playlist. Comienza a lanzar los primeros golpes y a lo lejos sus nudillos sienten dolor debido al concreto bajo los protectores.
—Prometo no lastimarte
Tensa su mandíbula cuando el recuerdo y la voz de Jimin aparecen, lanza un par de golpes y luego un par de patadas.
Se queda estático, poco a poco su cabeza desciende hasta quedar cabizbajo. Sus brazos están uno a cada lado mientras cualquier canción se reproduce.
—Me aferrare a ti con cada parte y fibra de mi cuerpo y alma, porque así es como soy.
Inhala profundo, alza su cabeza y una ráfaga de puñetazos y patadas es lo que aquel pilar con protectores recibe. No para, no se detiene, incluso cuando el dolor en sus pantorrillas y nudillos sobrepasa.
Sus ojos se llenan de lágrimas, pero no es por el dolor en sus extremidades que no dejan de golpear. Es debido al recuerdo, debido a no tener a quien quiere, debido a sentir dolor y amor por la misma persona.
—¡Ey! —exclama Rosalina al ver a su amigo.
Al no recibir ninguna respuesta, camina lo más rápido que puede y lo gira.
—Basta —brama furiosa.
—Estoy bien —barbotea Jeon.
—¿Bien? —balbucea la rubia—. Mira tus manos, Jungkook.
El pelinegro eleva un poco sus brazos y ve sus manos, nota la sangre que cubre sus dedos y luego se da media vuelta para ver el pilar.
—Tú vas a dónde yo voy, y yo voy a dónde tú vayas —murmura vagamente.
—¿Qué? —indaga Rosalina.
—Nada —verbaliza el pelinegro.
—Papá va a matarte, hará que hagas más ejercicio físico. Bien hecho, idiota.
—Entonces deja de regañarme, tendré suficiente con su regaño y su doble ejercicio físico.
—Ve con Anna, que limpie y cure tus manos —le ordena.
Jeon pone sus ojos en blanco y va con la chica castaña que casi siempre lo invita a cenar o almorzar y que siempre le dice que no tiene tiempo.
—Jeon, toma asiento —le pide la chica en tono atento y nervioso.
De muy mal humor hace lo que la chica le ha pedido, se retira sus auriculares y luego toma asiento. Intenta quitarse el guante izquierdo, pero ella se lo impide.
—Yo lo hago —musita, mientras sus mejillas se ruborizan.
Jungkook la ve y decide dejarla, la castaña le retira con sumo cuidado los guantes y luego le retira las vendas protectoras.
—Dolera un poco, pero…
—Está bien, estoy acostumbrado al dolor.
La chica regresa con gasa y agua destilada para limpiarlo, toma asiento frente a él con delicadeza coge su mano izquierda y se dispone a limpiar y curar.
—Te veías furioso —menciona la chica.
—¿Cuándo?
—Recién en el pilar —contesta mientras cubre la mano izquierda—. ¿Estabas molesto?
Jeon niega y acota—. No, no lo estaba.
—Pero tú…
—No estaba molesto, solo estaba recordando un par de cosas.
La castaña asiente y prosigue limpiando su mano derecha, hace el mismo procedimiento hasta que termina cubriendo.
—Listo, fuiste un buen paciente —lo elogia.
El pelinegro se pone en pie al mismo tiempo que asiente.
—Oye, pedí comida china, sé que casi no tienes tiempo, entonces podríamos… —vacila mientras hace una pausa y se acerca a Jeon. —Tú sabes, comer y luego divertirnos un poco —le propone de manera coqueta, posando una de sus manos sobre el bícep derecho de él.
—Escucha, yo…
—No te preocupes no diré nada, esto será entre tú y yo —prosigue la castaña, ahora acercándose lo más que puede a él.
Jungkook cierra sus ojos, puede sentir una de las manos de la chica sobre su brazo y la otra ascender y descender entre su pecho y abdomen sudado.
—Las veces que te dije que no tenía tiempo, te mentí —confiesa Jeon.
—No te preocupes, está bien —murmura la chica, poniéndose de puntillas para posar sus labios sobre el cuello de él.
—Pensándolo bien, no te mentía a ti. Me mentía a mí —dice el pelinegro, para luego tomar las manos de ella—. No puedo estar con alguien más, no me interesa nadie más que…
—Oye, no tendremos nada serio. Tendremos lo que tú quieras que tengamos —parlotea la castaña.
—Lo que yo quiero —susurra Jungkook. —Lo que quiero no eres tú. Ni siquiera para algo que no sea serio, no quiero nada pasajero contigo y con nadie. Estoy enamorado de alguien por ende mi mente, corazón, cuerpo y alma está con esa persona cada día a todas horas —suelta con total sinceridad para luego alejarse de ella.
—Sal de aquí, ahora —demanda Rosalina.
Jeon toma sus vendas y guantes, se da media vuelta y se aleja de ambas chicas.
—Disculpa si él…
—Está bien, no pasó nada —la interrumpe la castaña.
Rosalina asiente, se da la vuelta y sale de la academia. Sube al auto y ni siquiera ve al surcoreano.
—Solo fui sincero —balbucea.
—Lo sé, pero yo debía…
—No me interesa disculparme con ella, se me ha insinuado desde el primer día que vine.
—Jungkook, creo que debes pensar en que él puede tomar la decisión de estar con alguien más —comenta Rosalina mientras conduce.
—¿Crees que lo haría? —la interroga él.
—¿Tú no?
—Sé la respuesta que quieres escuchar, entonces prefiero no decir nada.
—Es que tú en serio debes pensar en que él puede estar con otra persona mientras tú sigues poniéndolo primero —verbaliza Rosalina sin siquiera pensar en sus palabras.
—No recuerdo haberte pedido tu opinión sobre mi vida amorosa y mis decisiones, Ros —replica Jungkook, molesto.
—Es que yo solo…
—No, sea lo que sea que quieras opinar, detente.
El vehículo se detiene y el pelinegro sale azotando la puerta.
—¡Jungkook! ¡Regresa aquí! —lo llama entre gritos la rubia desde su auto.
El vehículo de atrás suena el claxon y molesta decide poner en marcha de nuevo el auto.
—La abuela va a matarme —se dice así misma.
Al llegar al restaurante va directo a tomar su mandil, su misión es conseguir que Jungkook le conteste y evitar cruzarse con su abuela.
Las horas pasan y cuando entra a la cocina ve a su abuela, la intenta esquivar, pero es demasiado tarde.
—Rosalina, ven aquí —le ordena Elda.
—Yo… debo, debo ir a…
—¿Dónde está, Jungkook? Y no mientas
La chica suspira y resignada se acerca a su abuela.
—Él se desangró los nudillos, la chica de la academia de Krav maga lo curó y se le insinuó, la rechazó y yo…, yo hice un comentario que debí reservarme.
—¿Qué comentario, Rosalina?
—Yo solo, solo dije que el chico del que está enamorado puede tener a alguien y él sigue pensando en él y tú sabes…
—Pues yo creo que él lo ha de pensar siempre, no hay necesidad que tú y alguien más se lo recalque, Rosalina.
—Sí, pero yo…
—Señora Elda —la llama el vigilante.
—Dígame.
—El joven Jeon, está en el muelle —le hace saber.
—Regreso, iré a hablar con él —dice Rosalina.
—No, tú vas lavar los trastes —la detiene su abuela.
Elda sale de la cocina y luego de su restaurante, con dificultad camina hacia el muelle hasta llegar al lado del pelinegro.
—Sohn —lo llama, obteniendo de inmediato su atención.
—Elda —musita Jungkook.
Él se da media vuelta y toma una de las manos de la señora.
—¿Cómo está? —lo cuestiona—. Rosalina, me comentó lo ocurrido.
Jeon se queda en silencio, ve la luna menguante y luego el río.
—Sé que ella tiene razón, pero es algo que ya sé. Es algo que me derrumba al pensarlo o imaginarlo, lo quiero y supongo que por eso lo sigo poniendo primero. ¿O no?
—De eso se trata el amor, sohn —habla en voz baja, Elda—. De entregarnos a alguien que conoce nuestras debilidades y no las usa en nuestra contra. Es entregarte sabiendo que posiblemente no recibas la misma cantidad de amor que das. Amar es esperar, construir y confiar en lo construido. Amar es darle el poder a otra persona de lastimarnos y confiar en que no lo hará. ¿Lo entiendes?
El pelinegro asiente mientras siente las caricias tiernas de Elda sobre su antebrazo.
—Lo entiendo —susurra cabizbajo.
—Confía en tú instinto y no dejes que esos pensamientos te agobien —le aconseja la señora.
—Elda —murmura Jungkook. —Gracias por esto —añade en el mismo tono, mientras cubre la mano de ella con la suya.
—Por mis consejos, no debes agradecerme por ellos —dice ella entre risas.
—No, me refiero a esto —manifiesta, ahora sujetando con confianza la mano de la señora.
—Por quererte —articula Elda.
Él solo se limita a asentir.
—Bajo esa pila de músculos y esa voz varonil hay un lindo chico, me alegra que ese chico me escuche y me permita quererlo —recita con emoción ella.
—También te quiero, Elda —expresa con timidez y sinceridad, Jeon.
La señora sonríe, pasan unos minutos más juntos en el muelle y luego regresan al restaurante.
—Oye, yo…
—Olvídalo, todo está bien —interviene Jungkook.
—¿Seguro? —duda Rosalina.
—Seguro —asevera Jeon, caminando hacia ella—. Ahora invítame a cenar.
—Claro que no —se opone la rubia, mientras él la abraza.
—¡Elda! Ros, no quiere invitarme a cenar —se queja el pelinegro con la señora.
—Rosalina.
—Era una broma abuela —se excusa la rubia. —Eres un llorón, y te recuerdo que es mi abuela no tuya —rezonga molesta, intentando zafarse del abrazo de él.
—Quédate quieta o te lastimaras, soy más fuerte que tú, Ros.
—Ay, grosero —lloriquea la rubia.
—Oigan, son adultos comportense —los reta Elda.
Rosalina empuja a Jungkook, pero él se acerca a ella de nuevo y la abraza nuevamente.
—Tengo hambre, date prisa —susurra el pelinegro.
—No me apresures —objeta ella, fingiendo molestia.
—Oh, miren está molesta —alza su voz entre risas—. Te ves adorable.
—¿Adorable? Jungkook, ven aquí y repíteme lo que dijiste.
—Eso no pasará, date prisa, tengo hambre —parlotea el pelinegro mientras entra al restaurante.
—Te dije que no me apresures —replica furiosa.
—Rosalina, baja la voz —le llama la atención, Elda.
Después de una pequeña discusión ambos cenan juntos y luego conversan con Elda, para luego iniciar la limpieza y luego el cierre del restaurante.
—Gracias por traerme, descansa, Ros.
—Jungkook…
—Lo sé, ahora ve a casa.
—Te quiero idiota.
—También lo sé.
—Se dice; también te quiero, Ros —lo corrige la rubia.
—Buenas noches, Ros.
—Jungkook, no te cuesta nada decirlo. Solo dilo.
—Hasta mañana, conduce con cuidado y avísame cuando llegues —borbotea, mientras se aleja a pasos lentos.
—Sí, como sea —dice ella para luego poner en marcha el auto.
—También te quiero, Ros —masculla Jungkook, viendo sobre su hombro como el auto se aleja.
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