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12

Jimin se pasea por los pasillos de su casa, tiene día libre y lo único que espera es que Jungkook le haga saber que ha terminado su entrenamiento para poder ir a su apartamento y pasar tiempo juntos.

—Jimin —lo llama Amber. —¿Qué tal si vamos al spa? —le propone.

—Lo siento, no puedo.

—¿Por qué no puedes? —lo interroga la rubia—. Tienes el día libre.

—¿Por qué indagas tanto? ¿Acaso eres detective? 

—Simplemente digo que tienes libre y puedes acompañarme.

—Bueno, hoy no quiero acompañarte, lo siento —dice Jimin—. Lleva a Cecilia, estoy segura que no dirá que no.

—Tú padre está aquí, debe atenderlo.

—Papá no sale de su oficina solo para ir al baño. Además, Cecilia se lo merece.

—¿Por qué buscas una solución a esto? —interroga Amber, acercándose al chico.

—Solo te estoy dando una idea. Pero haz lo que quieras, no le digas y ve sola al spa, da igual.

—Jimin, ayer te vi dentro del ascensor del edificio —confiesa la rubia.

Los ojos de Jimin se ensanchan, desciende su mirada y de inmediato aclara su garganta para responder.

—Sí, bueno, Zoe me invitó a una reunión de una de sus amigas —miente.

—Al menos podrías haberte despedido de mí —rezonga Amber.

—No te vi, sabes que si te hubiera visto me bajo del elevador y usurpó tú apartamento —chista el castaño, haciendo reír a la rubia.

—Joven Park, su padre quiere verlo en su oficina —le hace saber la sirvienta.

—Gracias, Cecilia —masculla el castaño, borrando la sonrisa de su rostro. —¿Algo que deba saber? —se dirige a Amber.

La rubia niega y luego responde—. No me ha comentado nada, lo siento.

Jimin inhala profundo y luego emprende camino hacia la oficina de su padre, al ver la puerta abierta entra, pero solo unos cuantos pasos lejos de la puerta.

—Por favor cierra —le ordena su padre.

El castaño cierra y justo ahora se siente incómodo, debido a que no sabe a qué se debe este repentino llamado de su padre.

—¿Todo bien papá? —indaga.

—Sí, todo bien hijo. ¿Qué hay de ti? ¿Hay algo que quieras decirme?

—Pues no, no ha pasado nada relevante —acota el castaño.

—Sí, seguro —murmura su padre. —Sabes, algunas personas me dijeron que te han visto en el edificio donde Jeon vive —menciona.

Jimin ve a su padre, esboza una sonrisa y luego asiente.

—Sí, he visitado ese edificio. Visité a una amiga de Zoe y pues, Amber también vive ahí —expresa con soltura el castaño.

—Estás mintiéndome —murmura su padre.

—No, no lo hago.

—Jimin —lo llama Won, tomando una carpeta con una mano y en otra una tablet. —Mira esto y vuelve a decirme que no le estás mintiendo a tu padre —le pide con semblante serio, pero con voz neutral.

Jimin se acerca más al escritorio, abre la carpeta y hay muchas fotografías de él saliendo y entrando del ascensor o del edificio. Won palpa la tablet y un vídeo de él entrando al apartamento de Jungkook se reproduce una y otra vez.

—Y como ese vídeo tengo muchos —le hace saber su padre 

—¿Y qué? ¿Qué con eso? —pregunta el castaño—. Amber también entra al apartamento de Jungkook. Algunas veces nos reunimos para ver películas en su apartamento. No sé cuál es el estúpido problema.

—¿Estás saliendo con él? 

Los ojos de Jimin se ensanchan, se cruza de brazos y frunce su entrecejo mientras ve a su padre 

—Te hice una pregunta, Jimin.

—¿Y si fuera así qué? 

—Y si fuera así te juro por mi vida, Jimin Park que te envío a Corea del sur. Ese chico lo único que buscaría en ti es asegurar su maldito futuro. Asegurarse de que no le soltaré la mano porque tú —hace una pausa mientras se acerca a su hijo y posa sus manos sobre los hombros de Jimin—. Mi hijo, eres su pareja. 

El castaño desvía su mirada y luego ve a su padre con una sonrisa en su rostro.

—Pues que bueno que no salgo con él.

El ceño fruncido de su padre se relaja, sonríe y luego abraza a su hijo.

—Hijo, la persona indicada llegará cuando menos te lo esperes.

—Sí, lo sé. Escuchate a ti mismo para que dejes de malgastar tu dinero en chicas jóvenes que no te quieren —replica el castaño mientras se aleja de su padre. —Ah, y hazme un favor —le pide, deteniéndose frente a la puerta—. No te metas en mi vida amorosa, papá. 

Dicho eso sale de la oficina, saca el celular de su bolsillo y busca el chat de Jungkook, pasa la sala a toda prisa y cuando está por llegar a la puerta alguien lo detiene.

—Oye, ¿a dónde vas? 

Alza la vista de su aparato electrónico y se da cuenta de quien está frente a él.

—¿Qué haces aquí? 

—Tu padre me mandó a llamar, iba a avisarte, pero mi celular se descargó —responde Jeon—. ¿Qué sucede? ¿A dónde ibas?

—Estaba por enviarte un mensaje, iba a decirte que te esperaría en tu apartamento —contesta en voz baja, Jimin.

—¿Qué ocurre? —indaga el pelinegro.

—Debemos hablar, Jungkook.

—Joven Jeon el señor Park, espera por usted —anuncia Cecilia.

—Ve al apartamento, llegaré cuando termine de conversar con tu padre —musita Jeon.

El castaño asiente y sin más charla, sale de la casa de su padre mientras Jungkook camina por los pasillos hasta llegar a la oficina de su padrino.

—Señor Park —lo saluda.

—Jeon. Mi muchacho. Pasa adelante.

El pelinegro entra y espera a que Cecilia cierre la puerta luego de dejar una taza de café para su jefe sobre el escritorio.

—Toma asiento, muchacho.

Jungkook se sienta en la silla frente al escritorio y se queda a la expectativa de todo.

—Hemos recibido un par de propuestas para una nueva pelea. Hay muchos boxeadores que quieren pelear por tú título —comienza la plática, Won.

—Sí, el coach me comentó un poco sobre eso.

—¿Crees estar listo para defender el título, muchacho? 

—Por supuesto, señor. Le aseguro que estoy listo. 

—Así me gusta muchacho, le diré a Jake que escojamos al retador. Luego nos encargaremos de la fecha y el lugar —verbaliza con parsimonia, Won.

—Muy bien, señor. 

Won ve a Jungkook, bebe un sorbo de café y luego camina hasta tomar asiento sobre el escritorio.

—Cuando leíste las reglas en el documento que firmaste olvidé agregar una última —dice Park, ganándose la absoluta atención de Jeon. —Supongo que olvidé la más importante debido a la emoción de tener a un gran boxeador —agrega entre risillas.

—Bueno, todos olvidamos cosas, señor.

—Sí, así parece —murmura Won. —Pero está regla es importante, creo que permitiría que rompas el resto, pero no está última —enfatiza con seriedad en su rostro. 

—Soy todo oídos, señor.

—No puedes salir con mi hijo. Y no me refiero a salir de paseo, estoy hablando de una relación como pareja, Jeon.

El cuerpo de Jungkook se tensa, sus dientes se presionan unos con otros haciendo que los músculos de su mandíbula se tensen.

—Porque si tú llegarás a tener una relación con mi hijo, te juro por mi vida que no tendrás mi apoyo y me haré cargo de que tampoco alguien más te apadrine. ¿He sido claro?

Jungkook asiente, aclara su garganta y contesta—. Sí, señor. Todo me queda claro.

—Eso es genial, muchacho. Y sobre los días de películas en tu apartamento y el de Amber, prefería que los tengan aquí, la casa es suficientemente grande y cómoda para ustedes y para Jimin.

—Oh, sí. Se lo diré a Amber y a Jimin —dice Jungkook—. ¿Hay algo más que deba saber, señor Park?

—No, eso ha sido todo, muchacho.

Jeon estrecha su mano con la de su padrino y luego sale de la casa. Sube al taxi y le pide que lo lleve hasta su apartamento.

Baja del vehículo luego de pagar, entra al edificio y no puede evitar ver con desagrado a los empleados del lugar que se cruzan en su camino. Sube al ascensor, después de unos segundos baja a su piso y camina hasta su apartamento. Toca el timbre de la puerta y está se abre después de unos segundos dejando ver al castaño frente a él.

—Hola.

—Hola.

Se saludan mientras caminan hacia la sala.

—¿Cómo te fue en el entrenamiento? —pregunta Jimin.

—Bien, cansado, pero bien. Dijiste que debíamos hablar, hay algo que debo decirte, pero empieza tú.

El castaño lo ve y de manera asustada y nerviosa asiente.

—Papá me llamó a su despacho, me mostró fotografías mías saliendo y entrando de este edificio y el elevador. También hay un video donde se ve que estoy entrando a tu apartamento —confiesa el más bajo. 

—Jimin…

—Espera, le dije que nos reunimos para ver películas. Me cuestionó sobre si tenía algo contigo y le dije que no, pero que si era así cuál sería el problema. Y bueno, dijo que me enviaría a Corea del sur, porque no dejaría que tuviera algo con alguien como tú que solo me usaría para asegurar su ascenso —hace una pausa mientras camina de un lado a otro—. Y bueno, he estado pensando mucho. Pero primero quiero escucharte a ti.

—Puedes dejar de moverte de una lado a otro —le pide el más alto. 

El castaño se queda de pie observándolo, se encoge de hombros y hace un par de muecas a la espera que Jeon hable.

—Jungkook, di lo que vas a decir —insiste el castaño.

—Tu padre agregó una nueva regla a mi contrato —suelta sin rodeos el pelinegro.

Jimin asiente, mira el techo del apartamento y luego ve a Jungkook.

—La nueva regla es que no puedo tener una relación con su hijo. Si lo hago me quitará la ayuda y se encargará de que nadie más me apadrine —revela Jeon.

El más bajo se cruza de brazos y luego impaciente los coloca como jarra en su cintura. Ve al pelinegro y sonríe.

—Está bien. Oye, entiendo todo esto —habla repentinamente, Jimin. —Sé como funciona esto, y te juro que lo entiendo —continúa hablando mientras camina hacia la puerta.

—Jimin —lo llama Jeon, haciendo que se detenga frente a la puerta. —¿Qué es lo que entiendes? —lo interroga sin comprender que es lo que el más bajo hace y dice.

—Tu decisión, entiendo tú decisión —contesta en tono decepcionado.

—¿De qué decisión estás hablando? 

—¿Qué no es obvio? —pregunta, exasperado. —Sé que no te arriesgarías a perder está oportunidad. Oye, yo tampoco lo haría si fuera tú. Y está bien, lo entiendo —verbaliza disminuyendo el tono de su voz en cada oración.

—¿Pero qué es lo que entiendes? Ni siquiera he dicho lo que quiero que escuches.

—No te preocupes, no es necesario que lo digas. Te dije que lo entiendo —musita, dándose la vuelta para luego abrir la puerta.

—Eres una persona que deduce con anticipación las cosas como no son. Porque estoy seguro que no entiendes lo dispuesto que estoy a seguir contigo, aunque tú padre no lo quiera de esa manera —parlotea Jeon, molesto.

Jimin lo ve sobre su hombro izquierdo y susurra—. ¿Qué idiotez acabas de decir?

—Ninguna idiotez —espeta Jungkook—. Si crees que no romperé la regla más importante de tú padre, déjame decirte que estás muy equivocado. 

—Jungkook —murmura Jimin, dándose la vuelta para luego acercarse al más alto—. Conozco a papá, y sé que es capaz de enviarme a Corea del sur y de quitarte todo si así lo desea. 

—No me importa —objeta, decidido Jeon.

—¿Por qué? Al menos piénsalo un poco.

—¿Por qué? —duda el pelinegro. —¿Por qué debería pensar algo que tengo claro? —cuestiona al castaño. —Jimin, si no estuviera seguro que tú también sientes lo mismo por mí, te juro que no me arriesgo —habla Jungkook, mientras posa sus manos sobre el rostro de Park. —Pero lo estoy, estoy seguro que sientes lo mismo que yo siento, que quieres lo mismo que yo quiero y por esa razón me arriesgaré ahora, mañana, y mañana, y mañana, y mañana. Hasta el día que tú padre nos descubra —añade entre risas, haciendo reír al más bajo.

—Estás loco —murmura Jimin, mientras posa sus manos sobre las muñecas de Jeon. 

—¿Qué dices? ¿Nos arriesgamos hasta que tú padre nos descubra? 

—Claro, me gustaría mucho aventurarme a esta locura contigo —responde entre risas el castaño.

Jungkook besa de manera efusiva a Jimin, se abrazan y luego el más alto se da cuenta que la puerta está abierta. La cierra de un azote y luego dirige a Jimin hasta el sofá más grande de la sala.

—¿Hay algo más que deba saber de esa reunión? —indaga el castaño mientras toma asiento entre el espacio que las piernas de Jeon dejan.

—Defenderé el cinturón, no sé contra quién, pero sé que lo haré. Entonces es un hecho que iré a México con el resto del equipo.

—Estoy seguro que lo harás bien, Jungkook. Eres muy bueno —habla en voz baja, Jimin, rozando sus labios entre cada palabra en la piel de las manos del pelinegro—. Y sobre México, lo único que diré es suerte. Jake es una bestia en las concentraciones.

—Bueno, podrías sugerirle que sea bueno con tu pareja —cuchichea Jeon, en uno de los oídos del castaño.

—Sí, eso no pasará —se opone Jimin.

—¿Por qué no?

—Porque quiero que ganes, Jungkook. Y para ganar debes entrenar duro, debes sudar, llorar y derramar sangre con Jake primero, para cuando estés en el ring puedas soportar lo que sea —responde el más bajo. —Oye, voy a dejar algo claro, sí —dice poniéndose en pie. —No salgo con perdedores, he salido con idiotas, pero nunca con perdedores. Y si pierdes, al menos espero que tú sepas y demuestres que lo diste todo en ese cuadrilátero. ¿Quedó claro? —finaliza, mientras acaricia el cabello de Jungkook.

—Muy claro, cariño —asevera Jeon, posando sus manos en la cintura delgada de Park.

—Hay algo que olvidamos. No puedo seguir viniendo aquí.

El pelinegro ensancha sus ojos y tensa su mandíbula.

—Entonces iré a la casa de tu padre.

—Por supuesto que no —alega Jimin. 

—Necesito verte, tocarte, escucharte y besarte todos los días. Por supuesto que iré —rectifica Jeon.

—¿Ahora dime cómo harás cuando estés en México? Porque no iré contigo 

—Hablaremos de eso cuando llegue el momento, por ahora no cambies el tema principal —le llama la atención, Jungkook—. Lo que digo lo digo en serio, no es broma, Jimin.

—Si continuamos viéndonos aquí papá nos descubrirá antes de que te vayas a México. Es obvio que los empleados están de su lado es su jefe. Así que tengo una idea.

—¿Tu idea también es vernos en el gimnasio? Estoy seguro que Brad no dirá nada y puedo decirle a mi equipo, sé que nos apoyarán.

—¿En el gimnasio? Eso es un no, olvídalo.

—¿Entonces? —interroga Jeon, impaciente.

—Tengo un lugar, pero primero debo hablar con el encargado y los dueños. Le llamaré temprano y le pediré una reunión, creo que para mañana en la noche todo estará en orden.

—¿Qué clase de lugar?

—Espera a mañana y verás, amor —le pide en voz tierna, Jimin.

—Amor se escucha muy bien —canturrea Jungkook, emocionado.

—¿Sí? —musita coqueto Jimin, para luego besar al más alto.

—Por Dios que sí —susurra entre el beso, Jeon.

—A-amor —lo llama Jimin—. Amor.

—Uhm —emite el pelinegro, concentrado en una sola cosa. Besar esos suaves, esponjosos y adictivos labios de su lindo chico.

—Jungkook —balbucea el castaño—. Debo volver a casa, amor.

—No, no te vayas. Quédate solo un poco más —le pide como un niño, Jeon.

—Bueno, me quedaré —accede el castaño. —Pero te diré que el primer lugar al que papá vendrá a buscarme desde ahora será aquí —se sincera, provocando que los besos en su cuello y barbilla se detengan.

—¿Quieres que te acompañe? 

—No, John debe estar esperándome hace veinte minutos. Llegaré a salvo a casa, no te preocupes.

—Lo único que me preocupa es que no te tendré cerca, cariño.

—Siempre tan directo —susurra entre risas, Jimin.

—Hasta mañana, cariño —se despide Jungkook.

—Hasta mañana, amor —se despide el castaño.

Jimin deja un beso fugaz en los delgados labios de Jeon y luego corre de prisa hacia la puerta.

—Sí, mejor corre —alza su voz el pelinegro, haciendo reír al más bajo.

—Cena y descansa, Jungkook —dicho eso la puerta se cierra y Jimin sale del apartamento.

Ve de lejos el ascensor, camina hacia la izquierda y prefiere bajar por las escaleras de emergencia. Su padre debe estar alerta y que lo vean en el edificio sería jugar con fuego.
Le interesa Jungkook, y por esa razón hará lo que sea para estar con él y no afectar su carrera como boxeador debido a las reglas estúpidas de su querido padre.

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