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—Joven, su padre no deja de llamarle —anuncia la sirvienta.
—¡Voy!
La puerta de la habitación se abre y el castaño sale a toda prisa, se coloca su saco, coge el móvil y se detiene en la sala.
—¿El auto está listo?
La sirvienta asiente y contesta.
—Hace una hora, joven.
Las cejas del chico se alzan, sonríe forzadamente, susurra un gracias y luego sale de la casa.
—Una disculpa, olvidé poner la alarma —se dirige al chófer.
El hombre alto de piel morena que además de ser chófer también es su guardaespaldas se limita asentir.
—El cinturón —le recuerda luego de encender el motor.
—Claro, sí —balbucea con nerviosismo el chico.
El vehículo se pone en marcha y él se concentra en una sola cosa. Convencer a su padre de que no lo castigue por llegar tarde a esa importante cena.
El celular le suena y lo atiende sin pensarlo tanto.
—Voy en camino, Amber.
—Más vale que llegues, Jimin. Tu padre comienza a impacientarse —lo pone al tanto la asistente personal de su familia.
—Voy a llegar.
—¿Cuál es la excusa que le darás ahora? —indaga la mujer.
—Ninguna excusa —réplica a la defensiva el chico—. Le dije que cambiará el día de la cena, le advertí que tendría un jet lag. Siempre los tengo cuando viajo a Corea.
—Bueno, entonces suerte cariño —es lo último que dice Amber.
El castaño bufa, bloquea su celular y mira al chófer.
—John, ¿crees que papá me crea que olvidé poner la alarma?
El moreno lo ve por el retrovisor, se encoge de hombres y acota.
—No lo creo, sabe que no se le pasaría por alto.
—Pero si se me pasó por alto —chilla el castaño.
John ríe al ver el típico berrinche del hijo de su jefe.
El vehículo se estaciona, John es el primero en salir, rodea el auto y luego abre la puerta trasera a la espera que el hijo de su jefe salga.
—¿Listo para correr, John?
—A su lado —dice el moreno mientras cierra la puerta—. Siempre.
Ambos suben al elevador que se encuentra en el estacionamiento, presionan el último piso del hotel. Sí, ese piso en el que no cualquier persona puede entrar a menos que tu billetera esté llena de mucho dinero y tengas una black card.
Las puertas se abren y el primero en salir es John, el moreno alza su brazo al reconocer a la distancia a Amber. La rubia camina hacia ellos mientras Jimin sale del elevador.
—Te dije que vendría —se dirige a la chica.
—Ve con tu padre, ahora —le enfatiza la rubia.
Jimin eleva sus cejas y torna sus ojos en blanco, luego trota en el largo pasillo con John siguiendo todos y cada uno de sus pasos. El castaño deja de trotar cuando ve la glamurosa entrada, los empleados de la entrada lo saludan al reconocerlo y uno de ellos se encarga de indicarle el lugar en el que su padre se encuentra.
—Buenas noches —saluda cuando está frente a la mesa.
—Buenas noches —dicen al unísono las tres personas que rodean la mesa, incluido su padre el cual se pone de pie inmediatamente.
—Llegas tarde.
—Lo sé, olvidé poner la alarma —cuchichea para su padre.
—Jimin —lo llama incredulamente.
—Lo juro. Y te recuerdo que te pedí que cambiaras el día de la cena.
Won se acerca a su hijo y cuando ve que la puerta trasera se abre sonríe grandemente porque sabe que el chico que vio pelear hace un mes está por hacer acto de presencia.
—¿Estás seguro que es bueno? —cuestiona el castaño a su padre.
—Sí, lo vi pelear el mes pasado y he visto todos sus vídeos —contesta Won.
—Y solo por eso para ti es bueno. Padre, debes estar seguro, no quiero que inviertas en él y no triunfe.
—John —llama al moreno. —Dile a mi hijo que el chico es bueno —le pide.
—No solo es bueno. Tiene casi todos los estilos del boxeo. Tenga fe joven Jimin.
El castaño mira a los dos hombres mayores que están ahora de pie uno a cada lado, ve hacia el frente y puede ver como el reclutador de boxeadores se adentra cada vez más a la rueda de millonarios.
—Buenas noches a todos —saluda el reclutador. —Traigo una joya para todos ustedes. Buscamos un padrino para él, ha ganado casi todos sus combates y ha empatado solo dos —expone mientras todos los presentes se limitan a escuchar.
El reclutador se hace a un costado y un chico con un conjunto gris de seda hace aparición. Es alto, aproximadamente uno ochenta de estatura, cabello negro, ojos rasgados, tatuajes en su brazo derecho, piercing en su labio, nariz y orejas. Buena masa corporal y a simple vista se ve que cuida de su salud y se ejercita diariamente.
—Él es Jungkook Jeon, tiene veinticinco años, originario de Busan, Corea del sur. Dispuesto a dejarlo todo para entrar al salón de la fama y ser parte de la elite —expresa con elocuencia el reclutador mientras lo señala.
Jimin lo mira fijamente, ve a su padre y puede notar lo animado que está con solo ver al chico. Introduce sus manos a los bolsillos de su pantalón mientras Jungkook comienza a dar un par de saltos.
Jeon mueve sus brazos de manera rápida, luego lanza un par de jabs y unos cruzados y mueve sus pies de manera ágil, dejando impresionado a los presentes. Jimin sonríe mientras con mucha atención ve la presentación del chico.
—¿Qué opinas ahora, hijo? —lo interroga su padre emocionado, tomándolo por sorpresa.
—Bueno, creo que se ve bien. Supongo que si se mueve así en el ring puede ascender y ganar —responde el castaño.
Won, asiente feliz al saber que su hijo también tiene un buen punto de vista del boxeador.
—Amber, ve por él —le ordena Won a su asistente.
—Enseguida señor, Park.
La rubia se aleja al igual que Jimin, su padre y John. Toman asiento en un lugar retirado al resto, minutos después escuchan el sonido de los tacones de Amber y padre e hijo se ponen en pie.
—Saluda y preséntate —le indica el reclutador al joven.
—Buenas noches, soy Jungkook Jeon.
—Un gusto Jungkook —habla el señor Park. —Soy Won Park —se presenta, estrechando su mano con la de Jungkook y luego añade. —Él es mi hijo Jimin —señala al castaño a su lado.
Jimin carraspea su garganta y luego realiza un ligero, pero notable asentimiento.
—Quiero ser tu padrino —suelta sin rodeos Won. —Lo único que tendrás que hacer es entrenar y seguir las reglas del juego para entrar al salón de la fama y a la élite —explica.
—Solo quiero ser parte del salón de la fama —habla Jungkook.
—Sí, lo sabemos —interviene Jimin. —Pero para ser parte del salón de la fama primero debes ser parte de la élite —plantea con superioridad—. Si no eres reconocido dentro de la élite no serás tomado en cuenta para ningún combate en el MGM.
—¿Entonces primero debo ser parte de ustedes? —duda Jeon.
El castaño asiente.
—¿Cómo se supone que haga eso? Estoy aquí porque alguien pagó mi vuelo —manifiesta Jungkook.
—No te preocupes, de todo me encargo yo —tercia el señor Park—. Lo único que debes hacer es aceptar que sea tu padrino.
Jeon ve al reclutador, se acerca a él y entre murmullos se asegura de que el señor Park es su mejor opción entre el sinfín de millonarios interesados en invertir en su carrera.
—Está bien —balbucea sin seguridad en sus palabras.
—Amber te dará todos los beneficios. Debo cerrar un trato, disculpa que te deje solo, pero si traes maletas alguien las llevara al auto, vendrás a Los Ángeles con nosotros.
Los ojos de Jungkook se ensanchan y traga grueso mientras mira al reclutador.
—Jimin, haz que se sienta cómodo —le pide a su hijo.
—Claro —susurra el castaño.
El reclutador se despide de Jungkook, mientras Jimin observa su celular y responde un par de mensajes de sus conocidos y lee un par de comentarios en su último post de instagram.
—Mi padre cree que eres bueno —comenta el castaño cuando el reclutador se ha marchado—. ¿Lo eres?
—¿Tú qué crees? —acota con otra pregunta el pelinegro.
—Creo que estás siendo presumido —contesta Jimin—. Pero luces con buena condición física, y los movimientos que hiciste son buenos. No lo eches a perder mi padre invertirá mucho dinero en ti, aprovecha la oportunidad sino lo haces te arrepentirás. Y yo te haré pedazos por malgastar el tiempo y el dinero de mi padre.
—¿Entonces solo quieres malgastar su tiempo y dinero tú?
Jimin sonríe mientras se acerca al pelinegro.
—No veo problema con eso —murmura el castaño.
Jungkook lo ve frente a él y no puede evitar sonreír. El pelinegro está por hablar, pero un hombre de traje se acerca a ellos.
—Joven Park —llama al castaño. —Richard Walter, le envía estás flores y dos invitaciones para el teatro —anuncia el hombre.
Jimin se aleja de Jungkook, se da la vuelta y camina hacia el hombre. Toma las flores y el sobre con las dos entradas.
—Muchas gracias —agradece el castaño. —John —llama al moreno—. ¿A tu esposa le gusta el teatro?
—Supongo que sí, joven Jimin.
—Pasenla bien —masculla mientras le entrega el sobre al moreno.
—Jimin —lo reprende Amber.
—Para ti mi dulce, Amber —canturrea, entregando las flores a la rubia.
—No seas grosero. Discúlpate —le pide avergonzada, Amber.
—No lo haré. Ahora vamos a comer, muero de hambre —dice cambiando de tema—. ¿Tienes hambre, Jungkook?
El pelinegro lo mira, ve al hombre que le entregó las flores y el sobre, sonríe y contesta.
—Mucha.
—Sígueme —le indica el castaño mientras se gira y camina hacia las mesas del centro.
Amber se disculpa con el sirviente de Richard Walter, mientras Jimin se alimenta y ve como Jungkook se atraganta de comida como si no hubiera comido en días.
—Deja de verlos así —lo regaña el castaño—. Pronto serás uno de ellos, ten paciencia.
—Pero por ahora no soy uno de ellos —replica Jeon.
—Pero lo serás —afirma Jimin—. Para ser parte de la élite debes creerte mejor que ellos, no importa si tienes menos dinero, menos inversiones, menos casas y no tengas mucha reputación. Si te crees mejor que ellos lo eres y eso es lo que cuenta.
—Lo que cuenta es el dinero —objeta Jungkook.
—Sí, pero no importa la cantidad cuando eres apadrinado por alguien de la élite.
—Tu padre debe tener mucho dinero, nadie más se acercó a mí luego de él —comenta el pelinegro.
—Lo harán, te enviaran obsequios y muchas propuestas a espaldas de mi padre. Y sí, papá tiene mucho dinero, si haces las cosas bien te ayudará y ascenderás pronto.
—Le pagaré. Cuando sea parte del salón de la fama y de la élite le pagaré todo lo que invertirá —asegura Jeon.
—Primero debes dejar atrás muchas cosas y luego empezar a derramar mucha sangre como sacrificio. Espero estes listo y dispuesto a todo.
—Jimin, hora de irnos —habla Amber.
—No te alejes, Jungkook —le recomienda el castaño mientras le guiña su ojo derecho.
El pelinegro ve como el chico se pone en pie, se gira sobre sus talones y luego camina a pasos rápidos seguido muy de cerca por el hombre moreno.
—Oye, date prisa —le pide Amber a Jungkook.
—Sí —parlotea mientras se pone de pie—. Lo siento.
—No importa, solo date prisa o el jefe se molestara.
El pelinegro ve al resto de personas, se da cuenta que lo miran con atención, desciende su rostro y luego sigue los pasos de la mujer rubia lo más cerca que puede.
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