A Elise la habían despertado unos golpes suaves en la puerta. Aturdida, abrió y se encontró a la pequeña Ada.
-Vaya, ¿qué haces tú aquí?-preguntó.
-Me he escapado. ¿Puedo cepillarte el pelo ahora?-preguntó.
Elise rió y se apartó para que la niña pasara. Luego, cogió un cepillo del tocador y se lo dio a la niña. Después se sentó en la cama y la niña, entusiasmada, deslizó el cepillo por su larga melena.
-¿Por qué lo tienes tan largo?-preguntó.
-Soy muy vieja-respondió Elise aguantando los tirones estoicamente-y no me lo he cortado nunca.
-No pareces vieja.
-Dejé de crecer cuando me convertí en vampiro-explicó la chica.
-Yo creceré hasta hacerme mayor. Luego mi papá me ha dicho que no creceré más.
-Sí, así será. Tu papá tiene razón.
-También me ha dicho que tú serás mi mamá.
-Bueno, de momento podemos ser amigas, ¿de acuerdo?
La niña asintió muy concentrada. Jared, que llevaba unos minutos observándolas sin que le hubieran visto sonrió y se acercó, haciéndole un gesto de silencio a Ada. Cogió el cepillo y empezó a cepillar con suavidad el cabello de Elise.
-Vaya, vas mejorando, Ada. Creo que te dejaré hacerlo todos los días-murmuró la chica.
-Espero que eso sea una promesa-respondió el vamp con voz suave.
Elise, sorprendida, se alejó. Jared sonrió y cogió a Ada en su regazo. La niña le abrazó.
-Te he echado de menos, papi-aseguró.
-Yo a ti también, pequeña. Y ¿puedo saber qué haces aquí sin permiso?
-Vine a despertar a Elise-dijo la niña muy seria-y ayudarla con su pelo.
-Y ¿seguro que la has despertado del todo?-preguntó él con un brillo travieso en los ojos.
-Sí, claro…-de repente la niña pareció entender y rio-o quizás no, y necesita… ¡cosquillas!
La pequeña se lanzó sobre Elise, ésta, sorprendida, cayó encima de la cama y padre e hija encima de ella, haciéndola cosquillas hasta obligarla a reír a carcajadas.
-¡Basta! ¡Basta, por favor! No puedo más-suplicó Elise riendo sin parar.
Ada y Jared pararon. La niña se alejó un poco, pero el vamp le sujetó las manos y acercó su rostro al de ella.
-¿Estás bien despierta ahora?-preguntó divertido.
-Sí-aseguró ella-de verdad que sí.
Todo el cuerpo del chico estaba en contacto con el de ella y Elise vio como el deseo reemplazaba en él a la diversión.
-Ada, tu abuela te está buscando para prepararte para la cena, ve con ella-ordenó con voz ronca.
-Pero yo quiero estar con Elise- la niña hizo un puchero.
-Obedece, Ada.
En cuanto la pequeña salió, Jared bajó la boca sobre la de la vampira con pasión. La obligó a abrir la boca y exploró con la lengua todos sus rincones. Elise había cerrado los ojos y, casi sin darse cuenta, empezó a responder al beso. Saboreó su lengua y mordisqueó sus labios relajándose en sus brazos. Cuando Jared le soltó las manos, ella le rodeó el cuello con los brazos y el chico la apretó más contra él. Bajó los labios a su cuello y Elise se estremeció ante el contacto suave. Se la escapó un gemido de placer y él volvió a besarla. Luego, de repente, una mano de él estaba por debajo de la camisa, sorteando el sujetador y abarcando un pecho con suavidad.
-No-la chica empezó a revolverse aterrorizada-déjame.
-Cálmate, Elise-pidió él soltándola.
Elise se alejó de él, saliendo de la cama. Jared respiró para calmarse un poco antes de seguirla. Estaba de pie, en el otro extremo de la habitación, mirándole con miedo.
-No te acerques, por favor.
Jared no la hizo caso. Se acercó a ella y la cogió de la barbilla para que le mirara.
-No podemos seguir así, Elise-afirmó muy serio.
-Necesito tiempo-murmuró ella.
-Has tenido 900 años-Jared negó con la cabeza-no es tiempo lo que necesitas. Necesitas que te haga el amor y que veas que no es terrible, ni doloroso. Necesitas sentir que es placentero. Necesitas correrte una vez y luego, ya no querrás dejar de hacerlo. Y no voy a darte tiempo, Elise. Voy a hacerlo esta noche. Si tengo que atarte en la cama, lo haré. Pero será hoy. Ahora, prepárate para la cena. No queda mucho tiempo.
El chico salió de la habitación y Elise se dejó caer al suelo, asustada. Él tenía razón, había tenido tiempo suficiente para superarlo. Pero la aterrorizaba la idea de que la hicieran daño de nuevo.
Cuando bajó al comedor, encontró allí a Martha, terminando de organizar todo.
-Hola, estás guapísima cariño.
-Gracias, tú también. ¿Quieres que te ayude?
-No, gracias. Ya está todo organizado. Los demás están ya en el comedor. Puedes reunirte allí con Jared, si quieres.
-¿Tengo que hacerlo?
La vamp se acercó a ella y, ante su sorpresa, la abrazó.
-No tengas miedo, Elise. Ahora eres parte de la familia. y todos los que están ahí lo saben. Nadie se atreverá a decir nada contra ti. Además, estás bellísima. Les vas a dejar impresionados. Ve allí y demuestra de dónde vienes, ¿de acuerdo?
Elise la sonrió, enderezó los hombros y caminó hacia el salón. Dudó antes de entrar. Había mucha más gente de la que pensaba. Por suerte, Jared fue en su busca. La tendió una mano que ella aceptó y la llevó hasta su padre.
-¡Atención, por favor! Un momento. Quiero presentaros a mi esposa, la princesa Elise.
-Ella es la prueba del compromiso de los vampiros con nosotros-el rey levantó su copa mientras Jared le daba una a Elise-os pido que brindéis con nosotros por la felicidad de este matrimonio y por la paz entre nuestras especies.
Todos levantaron sus copas y brindaron por ellos. Después, Jared la llevó de un grupo a otro, presentándola a todos ellos. Cuando se sentaron a cenar, Elise estaba un poco aturdida con tantos nombres y caras nuevas.
-¿Estás bien?-la preguntó Jared en un susurro.
La chica asintió.
-Llevo mucho tiempo organizando reuniones para mi hermano-explicó.
-Sí, pero en esta tú eres el centro de atención-rebatió él- de hecho, estoy a punto de liarme a golpes con unos cuantos que no te quitan la vista de encima.
Elise se sonrojó.
-No creo que sea necesario. Además, no tienes motivos para sentirte así. Te recuerdo que esto no durará. En un mes me iré a mi casa.
Jared sonrió.
-Y yo te recuerdo que haré todo lo posible para que no quieras irte.
La cogió la mano y la besó en el dorso. Sin soltarla le dio la vuelta y besó la palma pasando la punta de la lengua por ella con suavidad. A Elise la recorrió un escalofrío y se soltó.
-Por cierto, no te lo he dicho, pero estás preciosa-alabó él antes de concentrarse en su plato.
No exageraba. El vestido rojo se ceñía a su cuerpo como un guante. Iba atado sólo al cuello y dejaba su espalda al aire. Elise se había recogido su habitual trenza en un moño alto y todo el conjunto la hacía parecer mayor de lo que, normalmente, aparentaba.
Durante la cena, se sintió observada por todos. Unos con aprobación, otros, como Jared había dicho, la hicieron sentir intranquila con sus miradas de deseo. Otros, con algo cercano al odio. Sabía que siempre era así. Cuando la paz era reciente, la desconfianza mandaba. Además, había gente que había sufrido pérdidas personales. A ellos les resultaba difícil perdonar. Su cuñada Alexia había pasado por lo mismo. Incluso uno de los vampiros de su grupo, la había atacado. Ahora, después de casi un año de paz, las cosas habían mejorado mucho.
La sobremesa se alargó hasta tarde. Cuando, por fin, el rey Luke se puso en pie, todos le imitaron. Jared la condujo hasta la puerta junto a sus padres y allí, despidieron a los invitados. La mayoría, fueron corteses, algunos, la ofrecieron su hospitalidad con sinceridad y hubo un par de mujeres que la miraron burlonas antes de irse. Se dio cuenta de que a ellas, Jared las miraba con esos ojos helados que ella le había visto en alguna ocasión, y se preguntó qué historia había entre ellos. Cuando el último invitado salió de la casa, Luke suspiró cansado.
-Bueno, ha ido bastante bien-comentó.
Martha, preocupada, le cogió del brazo.
-Ahora, necesitas descansar-ordenó con firmeza-vamos a retirarnos.
-Está bien, esposa mandona. Nos veremos mañana, hijos.
Jared les observó subir la escalera con una mirada de preocupación.
-¿Qué es lo que le ocurre a tu padre?-preguntó Elise.
-En una de las últimas batallas, un vampiro le hirió con una estaca envenenada con ícor de demonio. No se puede hacer nada por él. Y no le queda mucho tiempo. Está cada vez más débil.
-Lo siento.
Jared sacudió la cabeza como queriéndose quitar negros pensamientos de ella.
-Tiene casi 300 años, sé que eso no es mucho para ti, pero es muchísimo para nosotros. Ha tenido una buena vida. Eso es lo importante. Ha disfrutado cada momento.
Suspiró y la miró.
-Ven Elise, no sirve de nada posponerlo. Vamos a resolver esto de una vez.
La tomó de la mano y subió las escaleras con ella detrás. Cuando la puerta de la habitación se cerró tras ellos, Elise tuvo que contener las ganas de correr y esconderse. En lugar de eso, se quedó muy quieta y ni siquiera se movió cuando Jared se puso a su espalda y la bajó la cremallera del vestido y soltó el tirante de su cuello. El vestido cayó al suelo y ella quiso taparse, ya que no llevaba sujetador, pero Jared la sujetó las manos con suavidad y no se lo permitió.
-Schsss…-susurró en su oído-no te tapes, eres preciosa y quiero verte.
Empezó a quitar las horquillas de su pelo, una por una, con infinita paciencia y, cuando la larga trenza cayó, la deshizo hasta soltar su melena. Luego, la llevó hasta el tocador y la hizo sentarse. Cogió el cepillo y la peinó con movimientos suaves y relajantes. Cuando estuvo satisfecho, la hizo levantarse y la apretó contra él para besarla con suavidad.
-Voy a ir muy despacio, si te asustas quiero que me lo digas, ¿de acuerdo? Sólo tienes que estarte muy quieta y dejarme hacer a mí.
Sin esperar respuesta, la cogió en brazos y la llevó hasta la gran cama. La tumbó en ella con suavidad y la quitó los zapatos. Luego, volvió a besarla, esta vez con pasión, tratando de despertar la sensualidad de la chica. Bajó los labios por su cuello hasta llegar a sus pechos, y los besó con suavidad. Cuando Elise llevó sus manos para intentar apartarle, él las cogió con firmeza y se las sujetó a los lados del cuerpo. La chica luchó un momento pero, cuando él mordisqueó un pezón, y luego lo lamió, soltó un gemido y se quedó quieta.
-Eso está mejor-dijo él mientras llevaba sus manos hacia su cadera-ahora voy a quitarte la braguita. No te muevas, Elise.
Deslizó su boca por el vientre de la chica mientras le bajaba la braga por las piernas. Elise se estremeció de placer con el recorrido de su lengua. Él se detuvo en su ombligo, y ella no pudo contener otro gemido. Sus manos acariciaron de nuevo sus pechos, hiperestimulados ya por su boca. Pellizcaron los sensibles pezones, haciéndola saltar en la cama y luego, de repente, una de sus manos estaba entre sus piernas. Asustada, le sujetó la mano con la suya, mientras le miraba con los ojos muy abiertos.
La mirada de Jared se volvió de acero por un momento. La volvió a sujetar la mano al lado de su cuerpo, y la mantuvo allí.
-Lo de atarte en la cama no era una broma, Elise. Lo haré si me parece necesario. No te muevas.
La chica tembló y se obligó a quedarse quieta. Jared volvió a besarla entonces, y estimuló de nuevo sus pezones. Cuando deslizó de nuevo la mano hasta su sexo, ella no se movió. El chico encontró su clítoris y lo acarició con el índice con suavidad. Elise casi gritó. Nadie la había tocado ahí nunca. Su marido no se había preocupado más que de su propio placer y, normalmente, la penetraba de inmediato y empujaba hasta correrse, sin más. La corriente de placer que la recorrió cuando Jared empezó a hacer movimientos circulares, era algo sorprendente para ella. El chico lamió sus pezones y Elise se agarró a las sábanas, esta vez, no para contener su miedo, sino sus gemidos de placer.
-Eso es-murmuró él en su oído- disfrútalo, pequeña. Ahora voy a prepararte, ¿de acuerdo?
No entendió a qué se refería, hasta que sintió un dedo en su interior. Volvió a tensarse, pero no duró mucho. Cuando él acarició las paredes de su vagina, el placer volvió a recorrerla de arriba abajo. Su boca y su otra mano estaban por todas partes ahora que ya no la sujetaba. Enseguida, notó un segundo dedo entrando en su cuerpo y la invasión la produjo un leve escozor, pero nada doloroso. Jared movió sus dedos en su vagina, los sacó y metió hasta que ella no pudo evitar gemir en alto y notó cómo se humedecía por completo.
-Estás preparada, cariño-afirmó él-y yo más que de sobra.
Se separó un poco de ella para desnudarse. Elise le miró con los ojos nublados por el deseo, pero cuando vio su pene erecto, el miedo volvió a invadirla y trató de incorporarse. Era muy grande, iba a hacerla daño. Jared, rápido como un rayo, la hizo recostarse de nuevo y se tumbó a medias encima de ella. Elise trató de empujarle y Jared la sujetó las manos por encima de la cabeza.
-Necesito que te relajes, Elise. No voy a hacerte daño, pero quiero que, además, lo disfrutes. Quiero que te corras, conmigo en tu interior. Quiero que grites de placer. Quiero que tengas todo lo que debiste tener. Tienes que confiar en mí. Será un poco incómodo al principio, pero te adaptarás a mi tamaño.
La acarició el rostro con suavidad y limpió sus ojos de lágrimas. Luego, volvió a besarla. Sujetó sus manos con una y, con la otra, volvió a estimular sus pezones. El recorrido de fuego de su boca sobre sus pechos, la hizo retorcerse, buscándole sin saberlo. Jared la separó las piernas con suavidad usando las suyas y se quedó a la entrada de su cuerpo un momento. Volvió a deslizar dos dedos en su interior, mientras acariciaba su clítoris con el pulgar. Elise gimió cuando sintió una tensión en su interior que necesitaba alivio. Se movió contra la mano de él, buscando ese alivio y, de repente, sus dedos ya no estaban y era su pene lo que se introducía poco a poco en su cuerpo. Se quedó muy quieta, esperando el dolor atroz que recordaba. En su lugar, un ligero escozor, una sensación de estar tan llena, que dudaba que pudiera dar cabida a todo su miembro.
-Mírame, Elise-ordenó Jared sujetándose encima de ella sobre sus manos.
La chica obedeció y él la miró muy serio.
-No cierres los ojos. Quiero que me veas a mí mientras te hago el amor. Voy a intentar ir despacio pero eres tan pequeña que no sé si voy a poder contenerme mucho más. Avísame si te duele, ¿de acuerdo?
La chica asintió y él continuó avanzando en su interior sin dejar de mirarla. Cuando, por fin, se introdujo por completo, ella estaba tan distendida que tenía la sensación de que iba a romperse en dos.
-Voy a soltarte las manos ¿de acuerdo?
No esperó su respuesta. La soltó y pasó sus brazos por detrás de la chica para abrazarla.
-No te muevas-murmuró él-esperaremos así a que te adaptes. Soy muy grande para ti. Además, si te mueves, no podré evitar correrme.
Elise bajó los brazos. Deseaba abrazarle también, pero se contuvo. Poco a poco, la sensación de tensión en su vagina, empezó a aliviarse y ella, volvió a relajarse visiblemente. Jared retrocedió entonces un poquito para, enseguida, volver a llenarla. El movimiento disparó algo en el interior de Elise, y un placer infinito la recorrió de la cabeza a los pies. Cuando él repitió, ampliando el movimiento, no pudo evitar que un gemido se escapara de sus labios entreabiertos. Jadeó cuando él aumentó el ritmo. Y, antes de poder darse cuenta, estaba subiendo la cadera para encontrarse con él.
-Despacio-indicó él con un tono divertido-eres casi virgen. No quiero hacerte daño.
Elise cerró los ojos sacudida por el placer, y Jared puso las manos en sus glúteos para elevar su cadera y poder además controlarla.
-Los ojos, Elise. Abre los ojos. Quiero verte cuando te corras-ordenó.
La chica obedeció y vio el rostro de Jared transformado por el deseo. Ella sabía que, probablemente, él estaría viendo lo mismo en ella y esa imagen la hizo aproximarse más al final. Su cuerpo empezó a temblar y Jared aumentó el ritmo de sus embestidas, aunque mantuvo el control sobre su fuerza. No se atrevía a penetrarla del todo. Quería que ella sólo tuviera placer esta vez.
-Vamos cariño-la animó- déjate llevar. Sólo tienes que dejarte.
Elise convulsionó. Todo su cuerpo se disgregó de repente en mil sensaciones. Gritó de placer y el vamp, aliviado, se apresuró a besarla para acallar su grito. Él mismo, entonces, se dejó ir en su interior. Los espasmos de placer duraron un rato todavía y luego, Jared se deslizó a un lado y atrajo a Elise hacia él, para hacerla apoyar la cabeza en su hombro. Acarició su pelo muy despacio. La chica se relajó entre sus brazos, agotada.
-¿Estás bien?-la preguntó con voz suave.
Ella asintió sin hablar. Jared suspiró y la abrazó aún más.
-Descansa, Elise. Tienes que estar agotada. Hoy dormirás bien, por fin. Y mañana, tendremos una larga conversación-la besó con dulzura y la volvió a amoldar contra su cuerpo.
Poco rato después, Elise estaba oyendo la respiración regular de él, pero el sueño no llegaba. A pesar de que se sentía agotada, su mente inquieta no la permitía descansar. Despacio, para no despertar a Jared, salió de la cama. Se envolvió en una manta de la cama, y se acurrucó en un sillón junto a una de las ventanas. La luna llena iluminaba el exterior y ella disfrutó de la paz que la noche estrellada ofrecía. La misma paz que ella había encontrado por fin en los brazos de su marido. Después de tanto tiempo, sus demonios se habían ido. Estaba segura de que no volvería a ver en sus sueños el rostro de Joseff sobre el suyo, ni sus manos pellizcando su cuerpo con crueldad, ni volvería a revivir el dolor al entrar en ella con brutalidad. Gracias a Dios, su miembro no era grande. No quería pensar qué la hubiera hecho si hubiese sido como el de Jared. Jared…él se había contenido para no lastimarla. La había enseñado cómo debía ser el sexo, como podía ser entre ellos si se quedaba con él. Pero no iba a quedarse, no podía quedarse aquí y apartarse de su familia. Sus hermanos, su cuñada y su sobrino eran todo lo que tenía. Jared no iba a alejarla de ellos.
-¿Elise?-la voz preocupada de Jared se oyó en el silencio de la habitación.
-Estoy aquí-respondió la chica.
El vamp estaba al lado de ella en un segundo.
-Es la segunda vez que te escapas de mi cama-dijo él cogiéndola en brazos con tono molesto.
-No podía dormir-explicó la chica.
-Te habrás quedado helada.
La tumbó y la tapó y luego se tumbó a su lado para abrazarla y hacerla entrar en calor.
-No vuelvas a salir de mi cama, Elise. Si no puedes dormir, avísame. Seguro que encontramos algo qué hacer.
Ella le miró con recelo. Jared rio divertido.
-No me mires así. No voy a hacerte el amor otra vez esta noche. Sé que estás dolorida. Pero acostúmbrate, esposa. Porque lo haremos muy, muy a menudo. Ahora, duerme. O, al final, cambiaré de opinión-amenazó.
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