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25. Capítulo

Capitulo dedicado a Devoralibros27.

Elise abrió los ojos con esfuerzo. La habitación estaba en penumbra y, por un momento, no supo dónde estaba. La sensación de pánico la hizo moverse, pero gimió de dolor.

-Elise, estás despierta.

La figura femenina se movió hacia ella.

-Alexia-le costó pronunciar-¿qué haces aquí?

-Jared nos avisó. No te muevas ¿de acuerdo?

La reina de los vampiros se sentó a su lado en la cama.

-¿Cómo te encuentras?-preguntó ayudándola a recostarse.

-Me duele todo.

-Estás muy herida. Incluso con la sangre de Damon y André te va a costar recuperarte.

-¿Todos estáis aquí?

-Claro. Voy a avisarles. Jared está desquiciado esperando a que te despiertes.

Alexia salió despacio y Jared, Damon y André, entraron en la habitación poco después con ella.

-¿Cómo estás, hermana?-preguntó el rey besándola en la frente.

-Dolorida. Pero me curaré. Gracias a vuestra sangre.

Extendió la mano para tomar la de André. Este la acarició con cariño.

La chica miró a su esposo. Era el único que no se había acercado. Permanecía tenso, a los pies de la cama.

-¿Ada está bien?-le preguntó.

Él asintió.

-Un poco impactada, supongo. Pero está bien. Gracias a ti.

Todos se quedaron en silencio un momento.

-Vamos-dijo Alexia-Elise y Jared tienen que hablar.

-Él tiene que aprender a protegerla, antes que nada-masculló Damon.

Jared le miró con frialdad.

-Ya hemos hablado de eso, vampiro. No te atrevas a…

-Mi hermana está mal herida, vamp. Es evidente que no has sabido protegerla.

Jared avanzó hacia Damon lanzando rayos por los ojos.

-¡Basta!-ordenó Alexia-los dos. Elise necesita descansar. Así que todo el mundo fuera. Jared, cuando te hayas serenado, podrás venir a hablar con tu esposa.

Damon la miró con los ojos entornados.

-Alexia-advirtió.

-Fuera los tres-repitió ella cruzándose de brazos.

André fue el primero en salir y Damon, con una mirada furiosa, le siguió.

-Tú también, Jared. No voy a dejar que hables con ella ahora.

Cuando el vamp dio media vuelta y salió, Alexia miró a Elise con una sonrisa que esta le devolvió.

-Hombres…

La pasó un vaso con sangre y la ayudó a acomodarse para dormir.

Cuando volvió a despertar, la luz entraba a raudales por la ventana. Elise se movió un poco en la cama y descubrió que hacerlo ya no era una agonía.

-Jared-llamó al verle trabajando en su mesa.

El levantó la cabeza y la sonrió. Luego se acercó hasta sentarse en la cama a su lado.

-Hola. ¿Estás mejor?

-Sí. Creo que mucho mejor. ¿Dónde están mis hermanos?

-Probablemente en la piscina, con Alexia, Ada, mi madre y el bebé. André se fue ayer. Tiene algún problema con su hada.

-¿Cuánto tiempo he estado enferma?

-Tres días. Nos has tenido muy asustados a todos, Elise.

-¿Cómo me encontraste?

-¿Seguro que quieres hablar ahora de ello?

Ella asintió y Jared se apoyó en el cabecero de la cama y la atrajo hasta que apoyó la espalda en su pecho.

-Ha sido ella todo el tiempo, Elise. Antes de llegar, hizo correr el rumor de que alguien quería matarte con la esperanza de que te asustaras y te fueras. Ella te siguió aquel día y obligó a la camarera. Y, cuando nada dio resultado, decidió matarte ella misma.

-Dios mío…

-Sospeché de ella casi desde el principio. Por eso quería mantenerla cerca. A pesar de los problemas que eso nos estaba dando. Creía que manteniéndola vigilada no se atrevería a intentar nada.  Nunca pensé que usaría a Ada para atraerte.

Elise suspiró.

-Creía que te gustaba. Que por eso querías que estuviera aquí.

-Nunca me gustó, Elise. Sólo me acosté con ella unas cuantas veces. Y, desde luego, no me habría gustado estando casado contigo.

-¿Por qué?-preguntó ella.

Jared se quedó en silencio. Fue a decir algo, pero apretó los labios antes de empezar a hablar.

-Me tomo en serio el matrimonio. Además, tú y yo nos llevamos bien. Somos compatibles en la cama y Ada te quiere mucho.

Elise se mordió el labio inferior para evitar las lágrimas.

-¿Estás bien, Elise?

Ella asintió. No confiaba en su voz. Tragó saliva antes de hablar.

-Necesito descansar, Jared. ¿Puedes dejarme sola, por favor?

-Claro.

Él se apartó y la ayudó a tumbarse.

-Volveré luego. Descansa.

Salió de la habitación justo cuando Elise no pudo ya evitar por más tiempo las lágrimas. Por fin tenía claro lo que su marido sentía por ella. Eran compañeros, se llevaban bien y lo pasaban bien en la cama. Eso era todo. Y seguía preguntándose si sería suficiente con que sólo ella pusiera el amor.

Por la noche, Ada entró en la habitación. La miró desde la puerta, sin atreverse a acercarse.

-Hola, cariño-saludó Elise con voz suave.

Los ojos de la niña se llenaron de lágrimas.

-¿Puedo llamarte mamá?-preguntó.

Elise abrió los brazos y la niña se tiró encima de ella.

-Claro que sí, pequeña-respondió abrazándola-siempre he sido tu mamá.

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