18. capítulo
Elise se sentó delante del tocador para cepillarse el pelo, como cada noche. Habían pasado cinco largos días desde la discusión con Jared. En este tiempo, casi no le había visto. Esa misma noche, André llegó con Breena, el hada rebelde que había escapado a territorio vampiro. Jared había ayudado con las negociaciones con el demonio prometido a la chica, ya que eran aliados desde hacía tiempo. Él y André habían estado fuera la mayor parte del tiempo y, aunque volvían a la casa para cenar, Jared no había vuelto a dormir en su habitación.
Elise se había alegrado de ver a su hermano. Le aseguró que ya le había perdonado y éste aliviado, la preguntó si era feliz. Cuando vio que los ojos de Elise se llenaban de lágrimas, se levantó, dispuesto a matar al vamp. A Elise le costó mucho detenerle. Al día siguiente, los dos chicos tenían señales de haber peleado, pero parecían haber llegado a algún tipo de acuerdo. Esa mañana, después de terminar las negociaciones, el vampiro había llevado a Breena con el demonio. André había vuelto a casa desde allí. Elise lo haría al día siguiente.
-No has preparado las maletas-observó Jared entrando en la habitación por primera vez en una semana.
Elise dejó el cepillo. Se había puesto uno de los camisones que él odiaba. Empezó a trenzarse el pelo, mientras le miraba a través del espejo.
-No necesito nada de aquí. Tengo mi ropa en casa.
El chico hizo una mueca burlona.
-Claro. Se me olvidaba. Volverás a esconderte bajo el ala de tu hermano y debajo de toda esa ropa de hace siglos.
Elise terminó de trenzarse el pelo y se levantó.
-Soy un vampiro, Jared. Nosotros nos vestimos así. Vivimos así.
-Tú vives así, Elise. Los demás vampiros salen de la casa, se mezclan con la gente, visten como ellos, conducen y van al cine. Sobre todo, desde que Alexia es vuestra reina.
Tenía razón. Las cosas habían cambiado mucho desde que habían firmado la paz con los humanos. Ella era la única que no había cambiado.
-¿Qué quieres, Jared?-preguntó cansada.
-Decirte que mañana no estaré aquí cuando te vayas. Gail te llevará a casa. Y recordarte que necesitaré que me envíes tu sangre periódicamente.
Él había sido terriblemente aséptico a la hora de alimentarse esa semana. Un par de veces había mordido su muñeca, sin mostrar ninguna emoción.
-Lo haré, no te preocupes, no voy a dejar que mueras de hambre.
Él asintió y se dio la vuelta para salir. Antes de llegar a la puerta, se volvió para mirarla. El camisón de seda se pegaba a su cuerpo y revelaba más de lo que Elise quería. El vampiro cerró los ojos un momento, como luchando por controlarse. Cuando los abrió, Elise reconoció su mirada y retrocedió.
-Te deseo-murmuró él avanzando hacia ella de nuevo.
-Jared, no…
Antes de poder acabar, él la apretaba contra su cuerpo, haciéndole sentir su excitación.
-Mañana dejaré que te vayas, Elise. Pero esta noche…necesito que seas mía-dijo después de besarla con brusquedad.
La cogió en brazos y la llevó a la cama. La chica no se resistió, le abrazó y dejó que la arrancara el camisón. Sin más preparativos, entró en ella haciéndola lanzar una exclamación.
-Lo siento-murmuró-iré con cuidado.
-No-negó ella-estoy bien, de verdad.
Jared la besó. Luego, la poseyó con tal pasión, que Elise se preguntó si, en realidad, podía ser el mismo chico que la había castigado con tanta frialdad unas noches antes.
Al día siguiente, Elise despertó sola. Como él había prometido, no estuvo en la casa mientras ella se despedía de sus suegros. Tuvieron que sujetar a Ada, que se empeñaba en no dejarla ir. Margott observaba con una sonrisa maliciosa, desde la puerta de la casa, mientras la vampira, conteniendo las lágrimas, entraba en el coche.
-Arranca Gail, por favor-pidió.
El vamp le alargó un paquete de pañuelos mientras conducía. Elise, le miró agradecida y sonrió con tristeza.
-Gracias Gail. Siento el espectáculo.
-Será mejor que te calmes antes de que lleguemos, princesa. Si tu hermano te ve así, declarará de nuevo la guerra al príncipe Jared.
Elise fue tranquilizándose poco a poco. Gail no la hizo hablar, lo que ella le agradeció en silencio. Dormitó a ratos y llamó a Alexia desde el móvil, para decirle que volvía a casa. Viajaron todo el día y parte de la noche. Cuando llegaron, Gail no quiso pasar. Le abrió la puerta y se despidió de ella con un beso en la mejilla.
-Gracias por todo, Gail. Te llamaré cuando consiga el carnet de conducir.
-Ha sido un placer, princesa. Espero verte pronto.
Elise subió las escaleras de la casa. Alexia ya la esperaba en la puerta y Elise se refugió en sus brazos.
-Ven, Elise, vamos a tu habitación. Me parece que tienes muchas cosas que contarme-dijo la reina conduciéndola dentro de la casa.
-¿Damon y André?
-Se enterarán mañana de que has venido. Esta noche es para nosotras.
Pasaron la noche hablando. Curiosamente, Elise había pensado que estar en su habitación sería un consuelo, pero la sorprendió la soledad que la embargó desde que entró. Así que, agradeció que su cuñada se quedara con ella hasta altas horas de la noche.
-Hombres-murmuró ésta cuando Elise le contó lo que había ocurrido después de su escapada-no pueden evitar demostrar lo dominantes que son.
Elise sonrió sin poderlo evitar. Sabía que Alex estaba recordando sus comienzos con Damon. A éste no le había servido de mucho ser tan dominante con su esposa. La reina seguía haciendo lo que creía que tenía que hacer, sin esperar su permiso.
-¿No has pensado en quedarte y sacarle los ojos a esa vamp?-preguntó Alexia mirando a su cuñada.
Elise negó con la cabeza.
-Jared me dejó claro que la quiere cerca.
-Pero no te explicó por qué.
-¿Crees que es necesario? A mí me parece evidente. Y además, es la madre de Ada.
-Pero Jared es tu marido.
-Sólo por política, Alexia.
-Ya. Pero eso no ha impedido que te enamores de él, amiga mía. Después de 900 años. Lo que indica mucho a su favor.
-Eso es algo que él no debe saber, Alexia-advirtió la chica-no debería haber ocurrido nunca.
-No voy a decirle nada. Pero…quizás no vuelvas a tener otra oportunidad. A veces, la vida no es suficientemente larga.
Cuando Alexia se fue, Elise se preparó para acostarse. Su cama, que siempre le había parecido acogedora, le pareció grande y fría ese día. Cuando por fin se durmió, los dorados ojos de Jared no dejaron de perseguirla.
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